miércoles, 12 de diciembre de 2012

Santander o "El abominable Hombre de las Leyes"

Entrevista al escritor payanés Víctor Paz Otero, uno de los colombianos que más ha estudiado la vida y obra del Libertador Simón Bolívar, así como a su archirrival.

Tacaño, empedernido, mentiroso, mediocre, oscuro, cretino y corrupto. Esos son los adjetivos que Víctor Paz Otero utiliza a la hora de hablar de Francisco de Paula Santander, al que no lo ve como uno de los héroes de la independencia, sino como “una especie de cucaracha en éxtasis”.
 
Paz Otero, autor entre otras obras de “Bolívar, delirio y epopeya’, y “Las penumbras del general -Santander-” (Villegas Editores), logra sacar de casillas a abogados, historiadores y académicos que han elevado a Santander a un pedestal del cual este escritor lo baja de un solo envión, desmitificando la figura del llamado ‘Hombre de las Leyes’.

“Si hay un mito falso y oscuro en Colombia es Santander”, dijo, y de inmediato reivindicó el nombre y el legado de Simón Bolívar,  así sea puesto por otros en la izquierda y “de él beban Hugo Chávez y las Farc”, o en la derecha, “y de él se alimenten personajillos como José Obdulio Gaviria -exasesor presidencial de Álvaro Uribe Vélez-”. “Bolívar no era un santo, pero no tenía los hígados tan enfermos como el que sabemos”, remacha Paz Otero, lanzándole otro guadañazo a uno de los considerados ‘Padres de la Patria’.

“No soy un buscador de verdades; yo escribo con mis pasiones y no las escondo”, confiesa este caucano que le ha dedicado gran parte de su vida a documentar la gesta libertadora y sus personajes. De su pluma también son otros libros como “Bolívar, el destino en la sombra” y “El demente exquisito o la vida estrafalaria de Tomás Cipriano de Mosquera”.

Diálogo con este sociólogo de la Universidad Nacional, nacido en 1945, que se mueve con igual versatilidad en los terrenos de la novela, la poesía y el ensayo, y quien ha escudriñado tanto la vida de Bolívar y Santander que para dibujarlos cita detalles como que cuando la viuda de Francisco José de Caldas necesitó ayuda, el Libertador ordenó entregarle la mitad de su sueldo, mientras que en el caso de la viuda de Custodio García Rovira, Santander lo que hizo fue darle dos miserables pesos, ganándose 20.000 al mes.

¿Cómo así que cuando hay tantos colombianos y habitantes de este departamento que le ponen velas en el altar a Santander, aparece Víctor Paz y les dice en sus propias narices que su héroe es un ‘tal por cual’?
No es ningún intento de lastimar la susceptibilidad de este departamento tan hermoso, pero simplemente he esclarecido verdades que son totalmente demostrables con documentos y soportadas en una rigurosa investigación histórica. Yo podría tener talento para todo menos para una calumnia. Lo que he contado, es decir, el desnudamiento que hago de Santander para dejarlo en su auténtico significado humano es absolutamente verdadero. Me encantaría por ejemplo que alguien me dijera dónde he mentido o dónde hay un leve rumor de calumnia sobre lo que he dicho de Santander. Lo que he escrito es la rigurosa verdad. Esa verdad histórica ha sido suplantada por necesidades políticas, inclusive partidistas, y por un cierto culto a una hipocresía histórica que se ha querido mantener y alimentar a través de visiones falsificantes y falsificadoras de la historia.

¿No teme que historiadores, miembros de las academias y los propios apologistas de Santander lo terminen mandando a usted al séptimo de los infiernos?
¡No! Yo creo que ellos ya me han mandado. A eso no le temo porque el infierno es un lugar muy grato. Lo que debe ser muy triste es el limbo de mentiras en donde vive una historia que se ha refugiado en las academias para contarnos una serie de falsedades sucesivas que no soportan ni resisten análisis histórico ni crítica histórica verdadera.
 
¿Cuándo superará Colombia esa disputa entre los seguidores de Bolívar y los de Santander?
Pues cuando aceptemos que la sinceridad y la transparencia es la diosa tutelar que protege la verdad en la historia. Es decir, cuando evidentemente hagamos el balance objetivo, crítico y comprensivo de lo que es nuestro pasado. La historia está demostrando que el que predomina como un referente iluminante de los procesos de la historia contemporánea ha sido y sigue siendo Simón Bolívar, y lo que prescribe o lo que tergiversa nuestro pretérito es la presencia y el culto falso y acrítico a la figura de Francisco de Paula Santander, que es una crítica a las formas imitativas, a la incapacidad de construir una identidad cultural y política que dignifique realmente nuestro tránsito azaroso y tormentoso por la historia.
 
Usted lo llama “El abominable Hombre de las Leyes”. ¿Cuál es en su concepto la peor herencia que nos dejó este ‘rufián”?
Entre otras, aun cuando no es exclusivamente de él porque parece una fatalidad de la condición humana, convertir al Estado en un instrumento de la prebenda, del privilegio, de la falsedad, del predominio de los intereses particulares sobre los intereses colectivos. Santander fue un usufructuario descarado de lo que da el poder como fuente de privilegio, para enriquecerse, para hacer trampa, para decir y predicar que se respeta la Ley cuando de hecho en miles de actuaciones se está es trasgrediendo y envileciendo el poder orientador que puede tener la ley.
 
¿Se le va la mano cuando afirma que Santander era “una especie de cucaracha en éxtasis”?
Es una metáfora, seguramente no muy afortunada pero que traduce mi antipatía visceral por este sujeto que es un héroe de barro, un héroe de pacotilla, un héroe de mentiras, acomodaticiamente fabricado para defender intereses ocultos de una cierta clase política que ha usufructuado como lo hizo Santander que fue su pionero, de la corrupción y de convertir el Estado no en la consciencia ética sino en la consciencia corrupta de la historia.
 
¿Su libro de Bolívar es una mitificación del Libertador?
En el sentido estricto diría que no. Es una exploración de la dimensión existencial y del mundo interior de Bolívar. Como insisto, siempre respeto los contextos históricos, todo lo que afirmo de la realidad externa en la que actúa y hace presencia Simón Bolívar es rigurosamente investigado y soportado. Si hay algún elemento de ficción y si hay alguna mitificación es en la exploración de ese mundo interior, que es realmente la ficción literaria que hago con el personaje. Pero no es arbitraria esa ficción, porque Bolívar es un hombre que respira grandeza en muchos gestos de su vida personal y de su vida íntima.
 
¿Qué debilidad admite en Bolívar?
Seguramente muchas. Por ejemplo, Bolívar era un ser vanidoso sin duda ninguna, un buscador casi compulsivo de gloria, claro que la gloria en él adquiere dimensión y cristalización política. Bolívar fue un hombre arrogante. Pero no sé en últimas si esas son potencialidades de su propia personalidad compleja, profunda, alucinantemente inteligente. Desde el punto de vista de esa moral un poco mezquina de la ética personal, esas arrogancias pueden parecer como defectos y es posible que los sean. Nadie está buscando un ser perfecto. Bolívar es un hombre precisamente que hizo de su contradicción, de su desgarramiento y de sus confusiones un intento de vivir siempre con autenticidad y, sobre todo, con intensidad.
 
Se dice que detrás de gran hombre siempre hay una gran mujer, y detrás de Bolívar estuvo Manuelita Sáenz, pero usted manifiesta que “Manuelita era un Bolívar con tetas” y que ella “se daba el lujo de ponerle ‘cuernos’ al Libertador”.
Entre otras cosas eso de decir que detrás de gran hombre hay una gran mujer, es una visión un poco marginalizante y peyorativa de la mujer. No, la mujer no está detrás, está al frente y al lado. Yo diría que al lado de un gran hombre, por lo general y como debería ser, hay una gran mujer.
 
¿Por dónde recomienda empezar a leer su obra?
Por el final, para que se den cuenta que si es mala no la lean. Parece un chiste, pero es cierto, muchas obras que leo las empiezo por el final porque creo que el final es como el orgasmo, el éxtasis de la obra literaria, donde estalla, cristaliza y se esencializa lo que se ha querido decir a través de muchas páginas. Los finales deben tener grandeza cuando son grandes, o pequeñez cuando son pequeños.
 
¿Y por eso es que aclara que trata de hacer historia y literatura que sea amena y gratificante, no un ‘ladrillo’ que pocos comprendan?
La literatura tiene que ser un deleite gratificante para el espíritu. Uno escribe para generar lo que decía (Charles) Baudelaire, esa magia sugestiva y sugerente que es la verdadera poesía. Se escribe para configurar las ceremonias de deleite para el espíritu. La literatura tiene que ser emocionante, gratificante, deleitosa, de resto no creo que sea literatura. Por eso no escribo historia en ese sentido un poco acartonado y esterilizante de creer que la historia es el flujo y la expresión de solo categorías abstractas. No, la historia por definición es el escenario donde el hombre cristaliza su existencia, por eso la historia es caótica, como todos los seres humanos.
 
¿En sus sueños o pesadillas se retan a duelo y se dan espada Santander y Bolívar?
(Sonríe) Sí, yo creo que había una antipatía profunda entre esos dos seres humanos que eran como el agua y el aceite, dos personajes que se repelían por la propia configuración emocional de cada uno de ellos, sino que las circunstancias políticas en las que a veces la hipocresía cumple un papel destacado los obligó a trabajar en conjunto, pero en las miras de ambos la separación era radical, casi abismal.
 
¿La novela “La carroza”, recientemente publicada por Evelio Rosero, le cae a usted como ‘pedrada en ojo tuerto’ por la forma como dibuja a Bolívar?
No. Respeto el trabajo literario de Evelio. La primera parte sobre el Carnaval de Pasto, que es fundamentalmente literaria, es atractiva y sugerente. Pero en el tema histórico él repite un panfleto terriblemente mal escrito del pastuso (José Rafael) Sañudo, que es simplemente una diatriba soportada en un odio histórico que tiene razón de ser en algunos casos porque Bolívar realmente ejerció la crueldad sobre Pasto, como la ha ejercido parte del país porque por ese fanatismo que se generó en esa región en defensa de los ideales monárquicos y en rechazo también visceral a los ideales republicanos. Digo un chiste un poco perverso: que si a los pastusos les quitan el odio contra Simón Bolívar, quedan vacíos.
 
¿Cómo define usted a Simón Bolívar?
Un ser de una complejidad extraordinaria, de una capacidad casi insólita de vivir su vida con autenticidad, sinceridad y desgarramiento. Él fue intenso, más que extenso. Un hombre que se ganó la eternidad por haber sido como ser humano. Bolívar es un hombre de unos quilates extraordinario, complejo, me abisma su profundidad y su capacidad de haber sido.
 
¿Culto o mosquetero?
Era no un intelectual, pero sí un hombre culto que seguía con una minuciosa e incisiva mirada el despliegue del movimiento intelectual de su época, pero muy lejos de ser un intelectual en ese sentido también estereotipado con que hoy la cultura occidental maneja la categoría de intelectual. Más que intelectual, Bolívar era un hombre de una inteligencia penetrante, afilada, irónica, aguda, con muchos elementos volterianos a veces, y por supuesto pasionales y románticos.
 
¿Y a Francisco de Paula Santander?
No creo que Santander hubiera pensado. Si algún talento tuvo era para haber imitado, para haber repetido como un memorialista fanático una cantidad de casuística y de incisos. Santander fue un hombre preñado por el inciso, pero totalmente alejado de la posibilidad de comprender la realidad.

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