Habla la directora del Instituto de Investigación de
Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, experta en páramos y defensora del
medio ambiente.
El concepto técnico
emitido por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von
Humboldt fue clave para que el Páramo de Santurbán se salvara de las
retroexcavadoras, volquetas, explosivos y cianuro sódico que la multinacional
canadiense Greystar Resources Ltd. (hoy Eco Oro Minerals Corp.) pretendía
utilizar en su Proyecto Angostura de minería a cielo abierto.
Entrevista realizada en agosto de 2011 a su directora, la científica Brigitte Luis Guillermo Baptiste, quien
desde niña tiene claro que los páramos son sagrados e intocables, como lo
aprendiera de los pioneros ambientalistas y de los frecuentes recorridos con su
familia a los lugares de la geografía colombiana donde el desvencijado Renault
12 de su padre accediera a llevarlos para acampar y disfrutar la naturaleza.
Baptiste es una
bogotana de 47 años que estudió Biología, cursó una maestría en estudios
latinoamericanos en Estados Unidos, fue docente de la Universidad Javeriana en
el área de desarrollo rural y gestión ambiental, se convirtió en experta en uso
sostenible de la biodiversidad en la región andina y está concluyendo un
doctorado en Barcelona (España). Por encargo de MinAmbiente revisó la Política
Nacional de Biodiversidad, también participó en la elaboración del mapa
ecológico del altiplano cundiboyacense y acompañó el proceso de creación del
Instituto Humboldt, del cual es su directora desde el pasado mes de diciembre.
Está casada con Adriana Vásquez con quien tienen dos niñas. La periodista María
Jimena Duzán considera a Baptiste “el transgenerista más famoso de Colombia”.
¿Por qué el Instituto Humboldt emitió ese categórico concepto
que sirvió para que MinAmbiente le diera el No a la Greystar, contrariando la
lógica de un país en donde muchos funcionarios se acomodan en beneficio de los
grandes capitales?
Porque es un
precedente importantísimo. En la medida en que la ley le pide al Instituto que
hable, la forma en que el Humboldt construye su manera de hablarle al público y
a las autoridades ambientales va a ser determinante de los actos que siguen, y
el tono también. Para el Instituto es muy importante que lo reconozcan como una
autoridad científica, que tenga legitimidad y que lo que diga realmente
contribuya al debate. La ventaja es que nosotros no somos autoridad ambiental
como tal, entonces nuestros conceptos no son vinculantes. Somos un instituto de
investigación nacional, que tiene un ámbito y un alcance grandes en cuanto a su
responsabilidad, pero no necesariamente los tomadores de decisiones tienen que
tomar el curso que recomienda el Humboldt. Eso es muy importante en el
concierto de las instituciones, así como hay separación de poderes. La
presencia de una ciencia independiente a veces puede ser molesta y producir
rasquiña o generar conceptos conflictivos es tan importante como que la Corte
Suprema de Justicia difiera en sus conceptos del Ejecutivo porque el debate se
necesita.
En este caso la
solicitud había sido explícita. El Ministerio nos lo pidió y creímos que lo más
conveniente era mostrar nuestra posición, incluso sabiendo que el debate se iba
a prolongar. Es un concepto que reúne muchas voces, no es la opinión de un
científico, sino el resultado de unas consultas a mucha gente. El Instituto
está conformado por varias universidades, por académicos y por representantes
de organizaciones no gubernamentales reconocidas, entonces cuando hacemos eso
también es darle voz a un sector de la academia muy grande que de manera
independiente probablemente no tendría la capacidad de hacerlo.
¿Les ha traído dolores de cabeza? ¿Han sufrido presiones? ¿El Gobierno de Juan Manuel Santos le ha ordenado que sean más suaves?
No, afortunadamente
no y fue bien recibido por todas las partes. Fue además hecho de acuerdo a las
condiciones de la ley y en el momento en que se debía hacer y podíamos hacerlo.
Las personas han entendido que ese tipo de manifestaciones es muy importante.
En otras circunstancias probablemente nos habrían presionado un poco más; pero
en este caso y también como dado todo el contexto, incluso nos abrió las
puertas para participar de una manera constructiva en un debate que tiene un
alcance más grande.
¿Por qué los páramos son tan importantes para un país
como Colombia si apenas ocupan 1,7% del total de su territorio y hay quienes lo
presentan como una pataleta de ‘tres gatos’ ambientalistas?
Los páramos son
enclaves donde se concentran, tal vez por la misma conformación de archipiélago
y por ser la punta de los Andes, una gran cantidad de procesos y de funciones
de los ecosistemas. Son como un centro vectorial. Entonces los páramos pese a
que son muy pequeños en extensión, tienen una gran intensidad de relaciones
ecológicas y por eso mismo operan como focos de regulación de todos estos
procesos. Son como puntos calientes de la geografía. Si uno hiciera como el homúnculo
de la Edad Media, tendría que poner los páramos en un mapa
desproporcionadamente grandes respecto al área real.
Así que en absoluto
esto no es un capricho ni una pataleta. Cada día tenemos más evidencias de cómo
operan los páramos en ese sentido, como reguladores de procesos.
¿Estamos tarde en la defensa de los páramos?
¡No! Hay algunos
páramos muy deteriorados, pero todavía tenemos márgenes de resiliencia. Los
páramos han mostrado también capacidad de recuperación. Los estudios por
ejemplo en Venezuela que han sido pioneros desde hace unos treinta años con
Maximina Monasterio estudiando temas de recuperación, sucesión y ciclos de
nutrientes, han mostrado que con el tiempo y el manejo adecuado los páramos
pueden recuperar sobre todo su funcionalidad, que es lo que más nos interesa.
Con medidas
adecuadas de restauración y unas inversiones que no son a la larga tan costosas
como uno pensaría, porque por ejemplo no hay que reforestarlos -eso se pensaba
en los años 80 y llenamos los páramos de pino, que fue un desastre-. No, en
general los páramos los podemos manejar dejándole a la regeneración natural
muchas cosas, manejando un poco el régimen hídrico, recuperando la capacidad de
retención de agua de las turberas, protegiendo puntos dentro del páramo de
manera muy estricta para que no sean pastoreados, ni utilizados por la
agricultura ni contaminados, y tendríamos en 20 ó 25 años páramos en muy buenas
condiciones.
Un argumento al que le han echado mano algunas empresas
mineras y sus defensores de oficio es que para qué defender ‘unos peladeros
donde sólo hay frailejones, unas matas de papa y unas ovejas’.
Eso fue lo que los
españoles cuando llegaron hace 500 años y vieron un paisaje muy similar al de
Castilla. Pero hay que entender el páramo en su ciclo de vida y es mucho más
que unos frailejones y unos pajonales. Un páramo tiene tres dimensiones. Por
ejemplo las lagunas son apenas la puntica del témpano de toda la capacidad de
retención de agua, pero tiene unos sistemas de filtración que no se ven y que
son esos pantanos además terribles en los que uno si va a caminar se entierra,
pero que tienen a veces decenas de metros de profundidad y que son los que nos
ahorran toda la plata que hay que invertir en depuración. Si el agua está
filtrada por semejante colchón, pues para qué nos vamos a poner a empuercarla
para volverla a limpiar. Esa es una función de las muchas que el páramo nos
está prestando. La otra es la de reservorio genético, esas planticas chiquitas
que están regadas por ahí entre las piedras y que muchas veces están llenas de
metabolitos, sustancias químicas y genes, tienen un potencial muy importante en
la ingeniería genética. Entonces ahí hay un tema de bioprospección que no se ha
desarrollado, y no solo plantas, también microorganismos y bacterias. El páramo
por estar expuesto a esas variaciones de temperatura, a esa luminosidad y a
esos rayos ultravioletas, puede tener ‘superbacterias’ que no han sido
exploradas. Ahí hay un reservorio genético que por la ceguera de no saber verlo
está en riesgo.
Si usted no fuera la directora del Instituto Humboldt,
sino una habitante más de esta ciudad que fantasea con ser ‘competitiva y
global’, ¿Saldría a las marchas que faltan? ¿Le preocuparía el Páramo de
Santurbán? ¿O se haría la desentendida?
Yo saldría,
marcharía y estaría muy activa, pero participaría un poco más allá. Trataría de
documentarme mejor, de entender cómo se está haciendo el manejo del páramo, de
vincularme a algún grupo o a una instancia de negociación para que realmente mi
voz pudiese tener un lugar en una mesa de negociaciones. Independientemente de
si estoy a favor o no de la presencia de una empresa, de un gremio o de una
actividad productiva, lo importante sería que yo tengo derecho a saberlo, a
evaluar las implicaciones y a votar porque tengo una relación vinculante con el
páramo real. Incluso más allá de la protesta inicial de que no me han
consultado nada y están tomando decisiones por mí, quiero garantizar que puedo
expresarme.
¿Cuándo se superará la discusión de cuál es la altura
sobre el nivel del mar necesaria para que determinada área sea considerada
páramo?
Cuando llevemos
todos esos elementos de discusión a una mesa y sosegadamente los expongamos,
evaluemos los datos que los sustentan, los vacíos de información que tenemos, y
reconozcamos qué cosas no sabemos y qué tan urgente es tomar las decisiones. En
ese momento podemos entrar francamente en la negociación por el límite del
páramo y decir tracémoslo por acá bajo estas condiciones; tratemos de cómo en
toda negociación política de llegar a acuerdos en los que todos quedemos
medianamente satisfechos. No se trata ni de darle gusto a todos, ni tampoco que
salga uno esquilmado. Y sobre esa base comencemos a trabajar, distribuyamos
responsabilidades, hagamos que pasen cosas… A veces es mucho más importante
llegar a un acuerdo que de manera fundamentalista trazar una línea y no
movernos de ahí. Ya pasó el momento de establecer nuestros principios, porque
eso ya está claro y nosotros no queremos que se destruya el páramo, ahora
sentémonos a conversar con bases científicas, biológicas, económicas, sociales,
esas diferencias que ya no son tan grandes sobre dónde en particular están los
conflictos. El 90 por ciento de las áreas de páramo no vamos a tener que pelear
mucho; son ciertos puntos muy calientes de la geografía donde necesitamos
negociación. Lo que pasa es que no hay esos espacios. No es tan claro quién los
convoca, y si le corresponde a la Gobernación, al Ministerio de Ambiente, a la
Corporación Autónoma… los intereses están todos en juego y una mesa de
concertación sobre el límite del páramo en el municipio de California no está
tan claro cómo se construye. Tal vez habría que buscar apoyo de Naciones Unidas
o de algunas instancias internacionales que pudieran hacer esa facilitación, y
sería chévere porque esos son temas de negociación interna pero que son
constructivos. No estamos hablando de negociaciones en términos tan álgidos
como en orden público.
Pero en últimas se parece a esos procesos llevados a cabo
en El Salvador y Guatemala, que salieron adelante gracias a la labor de un
interlocutor internacional, respetado por las partes, como fue la ONU. Usted
afirma que una de las conclusiones más importantes de toda esta discusión es
que la delimitación final será una decisión científico-política sujeta a
evaluación y ajuste, pero el riesgo debe ser distribuido entre los diferentes
actores.
Sí, es muy parecido
a una instancia de ese tipo, y por ejemplo hoy en día decisiones complejas de
este orden están siendo tomadas en la Unión Europea con este tipo de
mecanismos. Lo que pasa es que la UE tiene esa atribución de ayudarle a
resolver a las partes ese tipo de conflictos nacionales o dentro de las
naciones. La Comunidad Andina trató de jugar ese papel y de proponer unos
lineamientos en general para los temas ambientales, pero la CAN está tan
debilitada que realmente le cuesta mucho trabajo cumplir con esta función. No
es un tribunal, es un mecanismo de facilitación. Naciones Unidas tiene
instancias ambientales específicas como la Agencia para el Desarrollo (Pnud) o
la Agencia para el Medio Ambiente (Pnuma), quienes eventualmente estarían muy
contentos de apoyarnos y no es ni costoso ni extremadamente difícil para ellos
hacerlo.
¿Pero será que le estamos pidiendo ‘peras al olmo’ a la
hora de tratar de convencer a unos parlamentarios y a unos alcaldes que están
pensando más en los intereses de quienes los financian o en los votos para
reelegirse o reelegir a sus parientes que en la defensa de un páramo?
También comienzan a
contar los votos del público que está pensando en términos ambientales,
entonces ya los políticos tienen que hacer una evaluación muy cuidadosa de a
quiénes quieren representar, y por eso es importante marchar y expresarse
abiertamente porque ya no estamos siendo minorías los que creemos que
requerimos un mejor nivel de representación en los cuerpos colegiados. Los
intereses van a seguir actuando, pero también es un reto para nosotros mostrar
que no estamos pidiendo cosas a 10 ó 25 años, que son plazos en los cuales el
calendario electoral no va ayudar, sino cómo proponerle a los candidatos en
este momento que hagan explícitas sus visiones sobre el páramo, sobre la
minería, sobre los proyectos agroindustriales, para uno poder tomar decisiones
un poco más transparentes, y si les camina o no, porque eso cuenta y cada día
va a contar más.
Viene la Consulta Popular de las elecciones de octubre,
aprobada ya por la Asamblea Departamental, para que la gente se pronuncie si
definitivamente hará respetar el páramo o cederá a las presiones de las
multinacionales. ¿Invitaría a que al menos lean de qué se trata y si lo
consideran voten?
Por supuesto. Todos
los mecanismos de participación por tímidos que sean, que recojan la expresión
de la comunidad, son muy importantes. De hecho, en Colombia nos falta mucho ese
tipo de herramientas con las cuales enriquezcamos la práctica de la democracia.
Si están pensando en hacer la Consulta, ojalá que la puedan hacer, ojalá que la
formulación de las preguntas sea bien cuidadosa para realmente recoger
distintas versiones del sentimiento popular y con base en ello, como las
consultas son instrumentos que orientan la acción de nuestros elegidos, pues
que la tengan en cuenta posteriormente.
¿Le angustia que MinAmbiente vaya a una velocidad tan
lenta en temas como el de Santurbán, en el que se ha caracterizado por su
parsimonia?
Yo estoy muy
cercana al Ministerio y participo mucho entonces tendría que echarme la culpa
también de esa lentitud. En el Gobierno actual lo que he visto es un interés
muy genuino en que se hagan las cosas bien. Lo que pasa es que hay muy poca
gente participando, como que llegamos a un punto de deterioro en la gestión
ambiental del Estado tan grande que hay que reconstruir incluso equipos de
gente, hay que repensar la normatividad…
¡Que vuelva a funcionar un Ministerio específico del
Medio Ambiente!
Debo reconocer que
es un poco frustrante que el Ministerio de Ambiente no se haya podido instaurar
la semana pasada, que era como se había previsto, porque necesitamos ese
Ministerio y necesitamos un grupo de personas capaces de sentarse con toda la
autoridad en el Consejo de Ministros. Y no sucede, creo yo, por estas
dificultades de volver a pensar lo ambiental con la jerarquía que se requiere.
Tan pronto el Gobierno vuelva a estudiar y considere el rumbo que debe tomar el
Ministerio va a ser una decisión con todo el peso que el presidente Santos ha
manifestado que quiere darle al tema.
¿Le preocupa morir arrollada por una locomotora minera, de
estas cinco a las que Santos tanta fuerza les hace?
(sonríe) Hay tantas
locomotoras andando locas por todas partes… Tal vez ahora me angustia más
porque tengo más conciencia de que puede suceder, pero en el pasado sucedía sin
que uno ni siquiera se enterara. Yo he trabajado en muchas regiones del país
donde el deterioro producido por malas iniciativas de desarrollo es gigantesco,
como por ejemplo la minería en Zaragoza, en el Bajo Cauca, en ciertas partes
del Cesar, es realmente desastroza. Me acuerdo siempre del profesor Gonzalo
Palomino y de cómo nació el movimiento ambiental colombiano, luchando contra
las dragas de oro del Saldaña y de Ataco, y digo otra vez la historia nos
vuelve a poner frente a esto. Ojalá hayamos aprendido algo, ojalá los gremios
de la producción también hayan aprendido. Creo que sí porque hasta ahora las
manifestaciones que han hecho en general son de buena disposición. Hay un
Ministerio de Minas con una gran reforma por delante, un Ingeominas también
completamente que viene, entonces por lo menos con esta locomotora se puede
conversar con el maquinista y al menos hay un poco más de tiempo. Entonces
tengo angustia, pero al mismo tiempo tengo esperanzas.
Una excusa que han esgrimido algunas mineras es que
Vetas, California y Suratá desde la época de la invasión española e incluso
antes eran zonas mineras, y que por lo tanto su destino es vivir del oro porque
sí.
Hay que recordar la
historia y la tradición, pero por supuesto que no podemos ser deterministas en
ese sentido y saber sobreponernos a las limitaciones que eso representa. Eso
puede representar dos caminos: Uno de aprendizaje para hacer una minería
realmente responsable, que produzca bienestar a la población, sobre todo a los
obreros que son quienes siempre están en las peores condiciones. El inversionista
mueve su capital de un lado al otro y si no puede invertir hoy porque las
normas ambientales son demasiado estrictas se va para otro país donde las hayan
ablandado. Lo que puede ser interesante son esos movimientos locales que se
repiensen, que reciban apoyo y que decidan hacer las cosas de otra manera.
El segundo camino
ya es de una reconversión mucho más profunda. Es decir: dediquémonos a otra
cosa, cambiemos de actividad. Se ha planteado por ejemplo el turismo como una
opción para estas regiones. Eso requiere estudios más cuidadosos y mucho más
apoyo, pero tampoco es imposible. Se ha hecho en otras partes del mundo y es
una opción que hay que plantear porque la sociedad requiere siempre crearles
caminos a los ciudadanos, no cerrárselos.
Pero también debo
advertir que la minería sustentable no existe y hay que tener claro cuál es el
precio que estamos dispuestos a pagar si de lo que se trata es de disfrutar de
sus ganancias.
¿Le quedaría claro al país que la minería a cielo abierto
está prohibida en los páramos?
¡Absolutamente!
Por último, ¿usted es de quienes se horrorizó cuando vio
como el mapa de los títulos mineros que tenía unos cuantos puntos en el
gobierno de Andrés Pastrana, terminó ‘manchado’ por la ‘generosidad’ registrada
en los ocho años de Álvaro Uribe Vélez?
Sí, a mi me
sorprendió tremendamente. Sobre todo enterarme después que el proceso no fue en
nada transparente. Si eso obedece a las fuerzas de la globalización y a las
dinámicas internacionales que hacen que todo el mundo se esté volviendo minero
otra vez, pues uno lo entiende más, pero sí ese mapa causó mucho impacto. Ya luego
uno empieza a entender que el hecho de tener un título minero no implica el
derecho a explotar, que requiere planes de manejo y un proceso de negociación
cuidadoso, y que ese mapa en la práctica, si se vuelve de explotaciones
mineras, va a ser sustancialmente distinto. Pero después me gustó, porque es un
mapa que ha servido mucho para llamar la atención sobre el fenómeno y crear
conciencia en la ciudadanía de qué es lo que está pasando con su subsuelo.
¿Me jura que esta defensora a ultranza de los páramos no
va a usar esa puerta giratoria por la que se han colado tantos funcionarios del
Gobierno Uribe que hoy trabajan para multinacionales?
Se lo puedo
asegurar porque yo soy una enamorada de la academia en primer lugar, y porque
se necesitan personas que mantengan independencia de criterio así sigamos
siendo pobres.
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