lunes, 8 de abril de 2019

Julián de Zubiría habla sin tapujos de la universidad


(Esta nota la publiqué en la edición 475 de Vivir la UNAB, en circulación desde el 31 de marzo de 2019)


Desde la primera hasta la última de sus reflexiones lleva una carga de profundidad. Julián de Zubiría Samper es un ‘execonomista’ graduado con honores en la Universidad Nacional, que además de desempeñarse como director del calificado Instituto Alberto Merani, de asesorar a entidades del orden nacional e internacional como Naciones Unidas, ser columnista de Semana Educación y haber escrito 17 libros, es de aquellos que se permite decir en público lo que piensa porque es una autoridad en la materia.

Así que con la excusa de dictar la charla “Reformas pedagógicas pendientes en la universidad”, De Zubiría Samper estuvo en el Auditorio Menor ‘Alfonso Gómez Gómez’ de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), donde durante casi dos horas formuló sus planteamientos, lanzando gran parte de un arsenal de ideas y desafíos que al día de hoy siguen retumbando en la cabeza de decanos, directores de programa, docentes y expertos en pedagogía.

Corriendo el riesgo de poner en aprietos a sus anfitriones de la Facultad de Ciencias Económicas, Administrativas y Contables, el profesor De Zubiría empezó preguntándoles a los 128 asistentes: “¿Cambian sus estudiantes sus estructuras para pensar a lo largo del tránsito por la universidad? ¿Si yo hiciera una prueba de argumentación hoy y volviera en un año, argumentarían mejor? ¿Si aplicáramos una prueba de lectura crítica, leerían más críticamente en uno o dos años sus alumnos? ¿Si yo les preguntara quién es usted, se conocen más sus alumnos o no? ¿Son más sensibles? ¿Son más éticos?”.

¿Pero por qué esas preguntas? “Porque ese es el papel de la educación, que no es que el estudiante aprenda. En eso estamos confundidísimos. El papel de la educación es formar mejores ciudadanos, es formar individuos más éticos, más críticos, más soñadores… ¿Sueñan mejor sus estudiantes al terminar el semestre? ¿Se enamoran más de la vida? ¿Construyen sus proyectos de vida en las universidades? ¿Sirve ir a la universidad? ¿Agrega valor?”.

Tamaño de interrogantes con los que de entrada puso a mirarse en el espejo a los concurrentes, algunos con evidente desasosiego y otros intentando digerir el reto. Con un tono pausado, como si estuviera relatando un cuento de los hermanos Grimm, De Zubiría prosiguió con sus sorpresivos enfoques: “La Universidad Pedagógica no tiene un Saber Pro muy alto, pero puedo demostrar que agrega más valor en lectura crítica que las universidades más prestantes; por lo tanto puedo decir que es mejor universidad porque los toma en un nivel bajo y no los entrega donde los entregan las principales universidades privadas, pero sí cerca. Así es como debería evaluarse también un docente: ¿dónde llegó el estudiante y dónde lo entregó? Todas las clases, de todo el planeta Tierra, deberían empezar con unas pruebas diagnósticas que determinen dónde llegaron y dónde acabaron”.

Entonces se deslizó a la necesidad de repensar la educación universitaria, esgrimiendo dos argumentos elementales: “El primero es porque el mundo cambió. Yo, que dediqué mi vida a cambiar la educación básica, les confieso que nunca había visto un sector más conservador que el de la universidad. Estoy impactado porque me he encontrado con un sector muchísimo menos partidario de las transformaciones, convencidos de que el problema no es de ellos sino de la básica. No, ambos tienen problemas y en esencia son los mismos. El mundo se nos hizo global, flexible, con profundos cambios sociales y económicos, pero la universidad no cambia. Lo que pasó en el mundo no ha tocado a la universidad como debería.  Y el segundo factor es que sabemos que los jóvenes en los colegios no aprenden a pensar, a leer, a escribir, a analizar. Entonces fracasó el sistema en la básica y en la media. En la superior tenemos muchas dudas del valor que agrega, porque agrega mucho menos de lo que creíamos”.

El panorama que dibujó es el de un planeta impresionantemente intercomunicado, llámese globalización, tercera ola o sociedad poscapitalista. Que aplica para todos los sistemas, menos para el educativo, construido sobre unas bases opuestas y desde la fragmentación. De tal forma que la primaria no tiene que ver con la secundaria, la media no tiene que ver con la superior. “La universidad va de para atrás. Porque la ruta que adoptó fue la de la especialización, que hace que cada vez el nivel de especialización sea más alto. El problema es que el mundo lo que necesita es otra cosa. Para hablar de temas de salud, lo que necesita el mundo son médicos generales pero lo que ofrece el sistema educativo son médicos altísimamente especializados. Lo que se requieren es un pensamiento interdisciplinario”, subrayó. Disciplinariedad o transdisciplinariedad de la que todos hablan, pero que al revisar las estructuras curriculares se encuentra que no existe.

“Estamos formando gente que sabe muchísimo pero de un aspecto muy particular. Medicina es un ejemplo claro y en campos como la anatomía hay hasta 16 profesores porque cada uno está especializado en un pequeño aspecto. El problema es que nada se puede interpretar desde una sola ciencia. ¿Por qué vivimos una guerra? Eso no se puede explicar solamente desde una perspectiva económica y nos tocaría involucrar factores políticos, culturales e históricos. Es decir, interdisciplinariamente. La fragmentación no deja ver lo global. Los árboles no dejan ver el bosque y lo que necesitamos es tener más claro los bosques”, agregó.

La segunda contradicción es que hay acuerdo en que el mundo es totalmente flexible e incierto, pero la universidad mantiene alto énfasis en lo rutinario. Un caso palpable es el relacionado con el Cálculo, en el que se siguen enseñando algoritmos mecánicos, descontextualizados y rutinarios, resolviendo problemas formales e impertinentes.

Julián de Zubiría estudió economía en la Universidad Nacional, pero recuerda que en los tres niveles de Cálculo que cursó y en los que sacó 5,0, “no entendí una sola idea, nada. No me quedó ni un concepto. ¿Cómo puedo sacar cinco sin entender? No, yo aprendí”. Así que en las derivadas de X al cubo, sabía que cubo era ese 3 chiquito que estaba arriba y lo que hacía era bajar el 3 sin ponerle mucha tiza, para luego escribir la X. De la misma forma en que a los matemáticos se les llena la boca cuando pronuncian “a la n”. “Cálculo es un muy buen ejemplo de lo que no hay que hacer en educación”, razón que lo lleva a sentenciar que los profes de cálculo están perdidísimos. Si hay un buen ejemplo de educación tradicional y de hacer cosas absurdas y sin sentido, ese es Cálculo 1, 2 y 3. Son procesos de carácter mecánico donde no hay conceptos ni interpretación. ¿Qué le pasa al mundo sin derivadas? Ni idea. Nunca vimos esos temas y siempre era derive, derive y derive”.

Es la antítesis del mundo anterior estático, en el que alguien que trabajaba en Ecopetrol lo hacía toda la vida y aspiraba a que su hijo lo sucediera. “Se estima que en los últimos diez años se ha creado tanto conocimiento como se creó en los dos mil años anteriores, entonces la universidad está equivocada si quiere transmitir conocimiento”, dijo, recordando que aprenderse la tabla periódica en el colegio le sirvió para pasar el examen de Química y para llenar crucigramas.

Pero el más complejo de los problemas, en su opinión, “es que cualquier joven de hoy sabe más que Aristóteles. Tiene 25 siglos de conocimiento de la historia humana. Sabe de todo, física, matemáticas… pero ojo, no piensa mejor. Ese es el núcleo del problema pedagógico. El problema no es saber; el problema es pensar. ¿Qué hacen ustedes: enseñan la ciencia o enseñan a pensar científicamente? ¿Enseñan economía o a pensar en términos económicos? ¿Enseñamos conocimientos administrativos o enseñamos a pensar y actuar con criterios administrativos? Es distintísimo”.

Como si con estasojivas no fuera suficiente, De Zubiría Samper apuntó que el problema es que el colegio y la universidad no se dieron cuenta de un hecho que se agudizó hace 50 años en la historia humana: no guardamos la información en el cerebro, sino de manera externa. “Construimos unos aparaticos llamados celulares. ¿Cuántos números saben si se les pierde? Todo está guardado en la ‘nube’ y un programa como Spotifytiene 150 millones de canciones, por lo que tendría uno que vivir 200 vidas y no oiría ni la mitad. La universidad sigue centrada en la transmisión de teorías y no en el desarrollo del pensamiento. El sistema educativo sigue transmitiendo información que uno no guarda en su cerebro. Si ustedes en los exámenes a sus estudiantes no les dejan sacar el libro, es porque el examen no es para pensar. Si esas preguntas que ustedes hacen las meto a Google y salen las respuestas, es porque esas preguntas no son para pensar. Así de categórico porque Google no piensa, sino que es un depósito de información. El sistema educativo está totalmente confundido”.

Echando mano a más piezas de su artillería, Julián de Zubiría expresó que cuando uno les pregunta a los decanos y rectores cómo ven la universidad, dicen que muy bien, pero cuando esa pregunta es para el mundo laboral, responden que muy mal. “Uno de los dos está equivocado. Cuando uno les pregunta a los empresarios de Colombia cómo ven la formación en las universidades dicen que muy mal, pero al insistirles por qué, ninguno dice que es que no saben resolver ecuaciones diferenciales de segundo orden o que tienen un problema con las integrales, todos en cambio dicen algo más importante y es que no saben trabajar en equipo, no tienen iniciativa, no toleran la frustración, tienen bajo liderazgo, muestran poco emprendimiento, muy reducido pensamiento crítico, no tienen ideas originales y para completar no saben leer, además que su escritura y comunicación no son claras. Les falta, nada más y nada menos, que inteligencia intra e interpersonal”.

Mirando a los ojos a cada uno de los asistentes, De Zubiría disparó: “¿Cuántas veces en sus exámenes ustedes les dicen a sus estudiantes que formulen una pregunta original? El ser humano es muy poco original porque lo castigan. Al que piensa, habla, dice, cree, se viste distinto, lo castigan, y uno de los sistemas que tiene es la educación. No se cuida la originalidad en la escuela ni en la universidad. Por el contrario, se atropella todo el tiempo. Hay una desconexión entre lo que hace el profesor y lo que le pasa al joven, todos ellos leyendo en celular y ahora sacaron un proyecto de ley para quitarnos el celular. Están mal de la cabeza. Cuando lo que necesitamos es que todos saquen el celular”.

Sin dejarlos reponer del impacto, De Zubiría sentenció: “Hay una enorme disparidad entre lo que se hace en la escuela y lo que pide la vida. Y ahora nos han dicho que la universidad es para preparar para el trabajo. No les crean. Porque no solo vinimos al mundo a trabajar. También vinimos a enamorarnos, a soñar, a leer poesía, a ver un amanecer, a convivir, a pensar, a analizar, a discutir políticamente… ¿Entonces dónde vamos a aprender eso? Si  quieren que no se haga ni en el colegio, ni en la universidad, ni en el chat, ni en la familia, entonces dónde. Ahora sí autistas nos vamos a volver”.

En la siguiente diapositiva tenía guardada el equivalente a su bomba atómica. Para ello citó al expresidente uruguayo Pepe Mujica, quien afirma que “tal como vamos, los depósitos de conocimiento no van a estar dentro de nuestras cabezas, sino ahí afuera. Ahí va a estar toda la información, todos los datos, todo lo que ya se sabe. En otras palabras, van a estar todas las respuestas. Lo que no van a estar son todas las preguntas. En la capacidad de interrogarse va a estar la cosa. En la capacidad de formular preguntas fecundas, que disparen nuevos esfuerzos de investigación y aprendizaje”.

En palabras de Julián de Zubiría: “Uno va a la universidad no a oír las respuestas, sino a generar las preguntas. Uno debería ir a la universidad a hacerle preguntas a la vida. ¿Así es la universidad? ¡No!”.

jueves, 4 de abril de 2019

“La docencia es apasionar a un joven y desarrollar unos procesos”: Julián de Zubiría Samper


(Esta entrevista la publiqué en la edición 475 de Vivir la UNAB, en circulación desde el 31 de marzo de 2019)


“Yo dediqué mi vida a transformar la educación, pero me di cuenta tarde que casi no se puede, porque cambiar la educación es cambiar las maneras de pensar, de sentir, de valorar, de actuar… y eso es cambiar la cultura. Estoy aterrado de lo lento que cambia la universidad”. Esta frase sale de lo profundo del corazón de Julián de Zubiría Samper, ese bachiller del Gimnasio Moderno (Bogotá) que desde hace muchos años se convirtió en un referente en Colombia y quien también ha dicho que “un joven tiene que ser rebelde y esperanzador. Esas son las dos características esenciales de la juventud. Bien orientadas, pueden llegar a cambiar el mundo. Mal orientadas producen desastres. De allí la necesidad de contar con buenos docentes y con padres y madres con quienes hablar”.

Este librepensador de apellidos aristocráticos estuvo en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB) el pasado 7 de marzo invitado por la Facultad de Ciencias Económicas, Administrativas y Contables, y después de una charla sobre las reformas que demanda la universidad, atendió esta entrevista en la que un punto de partida es que “los jóvenes no saben leer y los niveles de argumentación, de deducción, de autonomía, de competencias ciudadanas, de lectura crítica, son bajísimos”.


Se refiere a una Colombia en la que el 0,9 de los muchachos leen críticamente y el 43 por ciento no entiende una idea, pero que así las cosas al llegar a las aulas universitarias sus profesores les ponen cientos de fotocopias por semana y hasta a escribir ensayos. Un país en el que, por ejemplo, el 73 % de sus estudiantes está de acuerdo con una dictadura si esto trae beneficios económicos y en el que uno de los mayores estafadores de la historia se graduó de una universidad capitalina con una tesis meritoria sobre ética y responsabilidad social de las empresas.

“¿De qué le sirve a una sociedad que se nos gradúen abogados si creen que el derecho no tiene que ver con la ética? ¿De qué le sirve a un país que se gradúen contadores que les digan a las empresas que evadan los impuestos? No se trata de tener profesionales, sino de profesionales más éticos, más críticos, mejores ciudadanos y mejores seres humanos. En esa tarea las universidades colombianas desde hace mucho tiempo están perdiendo el año, porque no se han dado cuenta que esa responsabilidad les corresponde”, reflexiona De Zubiría Samper.


En su opinión, nadie que no lea puede aprender Economía –por citar un caso–, porque los ensayos económicos son argumentativos con un lenguaje especializado. Así que el joven que no tenga pensamiento hipotético-deductivo o que no tenga lectura crítica, no puede aprender ninguna ciencia.

Confiésenos cuál es su propósito central cuando dice tantas cosas y tan directas.

Ponerlos a reflexionar. Yo creo que las universidades y los docentes universitarios están muy dormidos, muy acomodados y como asegurados de defender lo que han hecho y eso es un obstáculo muy serio para la formación de las futuras generaciones. Lo que quiero es mostrar que es necesario repensar la escuela, que se puede hacer, que algunos ya lo están haciendo, que muchísimas universidades han introducido modificaciones sensibles en sus modelos pedagógicos y currículos, pero que desafortunadamente América Latina está avanzando a un ritmo muy lento de repensar tanto la básica como la educación superior. La básica tiene una ventaja y es que los profesores son conscientes del problema, mientras que en la superior no lo son porque suponen que el problema es externo y que el problema es de la básica. Eso no es cierto. Son parte del problema, porque al fin de cuentas dónde se forman los maestros. Entonces el principal objetivo es mostrar la necesidad de repensar la educación.


¿Es un problema de ‘vacas sagradas’?

Sí, en las universidades ese es un asunto muy delicado porque hay un buen grupo de profes -no sé qué término usar-, pero enquistados, totalmente atornillados, que sí son un obstáculo porque la academia no funciona así. La academia no funciona con ‘vacas sagradas’ sino con argumentos. Entonces sí le hace mucho daño a la renovación y a la revolución pedagógica que se requiere a nivel universitario la sensación de que yo soy una ‘vaca sagrada’. Y curiosamente en las universidades pasa un fenómeno muy extraño, que es que magistrados y economistas muy famosos, por poner un ejemplo, creen que como son muy buenos magistrados o economistas también son muy buenos docentes y son dos cosas distintísimas. Para ser buen docente hay que tener otras competencias distintas. Es muy común incluso lo contrario: que muy buenos magistrados y economistas no suelan ser tan buenos docentes. La docencia es otra cosa. Es apasionar a un joven, es desarrollar en un joven unos procesos. Hemos encontrado que eso no lo puede hacer quien no reflexione sobre los procesos que él vivió en la comprensión de los conceptos que él tiene.

Personas como el exprocurador Alejandro Ordóñez Maldonado dirían que usted se la fumó verde, porque se atreve a afirmar que los estudiantes no deben ir a la universidad a aprender, sino a soñar y debatir, entre otros menesteres.

Alejandro Ordóñez es un muy buen representante del periodo de 1880 en Colombia. Él está desfasado un siglo básicamente. Él es una persona muy enfática con los principios de la Regeneración y los debates que ha planteado fueron debates que se dieron más o menos en el siglo XV. No necesitamos que un futuro ministro, por ejemplo de Educación, sea un quemador de libros sino que ponga a leer, a discutir, a analizar e interpretar los libros. Habla muy mal de un país que alguien quemó libros porque los ve peligrosos. Yo lo que veo peligroso es que los jóvenes no lean, no entiendan, no interpreten, porque esos jóvenes que no leen, no entienden y no interpretan son muy fáciles de manipular y engañar. Ordóñez solo sería alguien que el país debiera pensar en él si creemos que las soluciones a los problemas del siglo XXI están en el siglo XIX. Él representa unas visiones que están muy retrasadas tanto a nivel político, ético y social. Sus concepciones de familia y de estado no nos van a resolver nuestros problemas. Una persona discriminante y que además fue destituida por corrupción. Sería una desgracia alguien como él como futuro ministro de educación o de la familia.


Nunca como ahora el ser humano había dispuesto de tanta información. ¿Pero eso para qué sirve?

Es que es casi ilimitada. El problema no es la información, sino los instrumentos del pensamiento y los procesos del pensamiento para poder interpretarla y analizarla.

Es que si no entonces aparecen encuestas en las que el 2 por ciento de los estadounidenses dicen decididamente que la Tierra es plana o solamente un 66 % de los jóvenes entre los 18 y 24 años de edad cree firmemente que el mundo es redondo.

Y si hiciéramos encuestas de ese tipo en Colombia el fenómeno sería más alto. Tanto en Colombia como en Estados Unidos la educación básica es igual de mala. La educación básica norteamericana es muy mala desde el punto de vista de procesos de pensamiento, de metacognición y de conceptos. Lo que hizo Estados Unidos fue concentrarse en una población muy reducida a la que apoya mucho. Es un país que hace muy buena educación para más o menos el ocho por ciento y es malísima para el resto. Colombia ha tomado una ruta parecida. Aquí tenemos una buena educación para el cuatro por ciento de la población y muy mala para la gran mayoría. Por algo en Estados Unidos eligen a un presidente que tiene tesis del siglo XV, que sostiene que la solución a los problemas es armar un muro. Esa fue una tesis frecuente entre los soberanos en el siglo XV, pero en el siglo XXI quien plantee esa tesis no entiende el mundo.


¿Por qué un tipo de ‘dedo parado’ como usted defiende con tanto ahínco la educación pública?

Porque una democracia que no fortalezca su educación pública no es democracia. Es que la democracia es el gobierno de la población. Sócrates se preguntaba qué pasaría si la población no tuviera los criterios para elegir. Yo creo en la democracia, que la educación pública es una condición y que hay que fortalecerla. Yo he visto muy buena educación pública superior y no es buena la educación pública básica. Pero no por culpa de los maestros, sino por culpa de un Ministerio de Educación, por falta de lineamiento curricular, por falta de formación de alto nivel, por falta de recursos… Por lo tanto es injusto decir que este país está mal por lo maestros. Hay una estigmatización de los maestros y una guerra declarada contra la educación pública y esa guerra es muy negativa para una democracia.

¿Quiénes están detrás de la guerra contra Fecode?

Esa guerra ha sido fuerte y un partido político, el Centro Democrático, en múltiples comunicados, trinos y declaraciones ha insistido en que el núcleo del problema son los maestros. Eso no es cierto. No hay ninguna duda de que existen problemas en la formación de los maestros. El nivel educativo de los estudiantes es crítico y los maestros tienen una parte de esa responsabilidad, pero la cuota fundamental recae sobre el Estado y la política pública del Ministerio. Por ejemplo en el periodo 2002-2010 se abandonó la educación pública rural y hoy estamos pagando las consecuencias. Un pueblo poco culto, que lee poco, que piensa poco, es un pueblo que la clase política manipula muy fácil. Y les meten el ‘coco’.

En países como Finlandia solamente pueden ser profesores los más brillantes, pero en Colombia muchos varados se meten a la docencia porque no encuentran más.

Porque es un país que valora poco la docencia y la educación. En el norte de Europa ser docente tiene un reconocimiento altísimo porque la gente sabe que si la universidad o los colegios fallan pues falla la sociedad. No hay un solo país que haya salido adelante que no invierta, apoye y promueva a sus maestros y a la educación. La ruta que tomó Colombia de abandonar la educación y la investigación es muy costosa y la estamos pagando en una cultura del vivo, en una sociedad con un tejido social destruido y una cultura muy adoptada desde las mafias, entonces no habría futuro si no invertimos y planificamos el proceso educativo.

¿Con qué soñaba usted de niño?

Con transformar el sistema educativo y de adulto ya mayor sigo con el mismo sueño. Veo que es un sueño muy difícil de cumplir, pero los sueños que hay que pelear no son los que uno gana, sino en los que uno cree y yo seguiré en este sueño.


 “La evaluación tradicional que usa el sistema universitario no funciona porque no orienta, que es el papel de una evaluación. En el modelo hay que pasar de enseñar una ciencia a enseñar a pensar científicamente. Pasar de una educación centrada en las respuestas a una centrada en las preguntas. La educación no tiene que ver con que usted sepa una cosas, sino que desarrolle unos procesos”, sostiene el investigador Julián de Zubiría Samper. / Foto Pastor Virviescas Gómez


“La educación no se hizo para que uno sepa, sino para que uno sea mejor persona: más humano, más solidario, más crítico, más interpretativo, mejor lector… Una persona que argumente y contraargumente”, enfatizó Julián de Zubiría Samper en su exposición llevada a cabo en la UNAB Bucaramanga, recomendando que de las clases en las que el profesor habla los 60 minutos se debe pasar a mesas redondas y debates en los cuales docentes y estudiantes participen por igual. / Foto Pastor Virviescas Gómez

miércoles, 3 de abril de 2019

“Ahora con las redes sociales cualquiera tuitea y ya es periodista”: Andrés Marocco

(Esta entrevista la publiqué en la edición 475 de Vivir la UNAB en circulación desde el domingo 31 de marzo de 2019)


El mal tiempo en el aeropuerto Palonegro le metió un gol a Andrés Guillermo Marocco Díaz no dejándolo aterrizar a la cita programada para el viernes 29 de marzo, pero el empate en la prórroga se produjo el sábado 30 cuando en el Auditorio Menor ‘Alfonso Gómez Gómez’ dictó su charla sobre periodismo deportivo, a instancias de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB).

“Yo no vine a dar nombres y no me pregunten por ciertos ‘periodistas’ porque me van a poner en situaciones incómodas, pero este tema no es así de sencillo. Tenemos una responsabilidad muy importante con la sociedad y con la profesión. No cualquiera puede ser periodista. No porque usted hable bonito o sea un vendedor fantástico, pueda terminar de la noche a la mañana sentado en un programa de radio o haciendo televisión… Lo nuestro es serio, claro que ahora es muy fácil autoproclamarse periodista”, afirmó Marocco (Bucaramanga, 1970), quien estudió en la Universidad Javeriana y se inició como disc-jockey en Caracol Radio, para luego hacer parte de programas como “El zoológico de la mañana” y “El alargue”, dando el salto hace diez años al canal de deportes ESPN (primero en Buenos Aires y ahora en Bogotá) donde funge de comentarista y embajador ad honorem del Atlético Bucaramanga.


“Soy un conversador”, arrancó advirtiendo, y se extendió durante dos horas y 16 minutos refiriéndose a lo que desde su óptica se vive y está por venir en este oficio, en siete capítulos en los que insistió que se considera un tipo bien intencionado, “que no solo somos informadores sino gente que piensa” y que “ahora con las redes sociales cualquiera tuitea y ya es periodista”.

También manifestó que el fútbol no es una ciencia, pero sí una especie de enfermedad, que el periodismo deportivo es una carrera de resistencia para valientes, que “el prestigio es lo único que nos queda”, que hay que fijar una línea entre medios de comunicación y jugadores y que el dueño del Bucaramanga no sabe dónde está parado.


Al cierre y nuevamente sin concretar de quiénes hablaba, se refirió a “ciertos personajes del lado oscuro del periodismo que son pésimos seres humanos”, “gente que nunca entendió que hay otra persona al lado que se puede destacar y que puede ser respetada por lo que diga”. Visiblemente molesto porque estos lo descalifiquen llamándolo “DJ”, alegó que “yo empecé por la música pero estudié, siempre me gustó el fútbol y ahí estoy”.

Le cuento que la introducción que había preparado para esta entrevista era algo así como: Para desgracia de Iván Mejía Álvarez, pero para fortuna del fútbol, Andrés Marocco decidió ser comentarista y no jugador porque en su niñez tenía la costumbre de llevarse el balón cada vez que el marcador le era adverso.

(Sonríe) “Eso es mentira. Seguramente alguna vez me pude haber llevado el balón pero no porque fuera perdiendo, sino de pronto porque habría alguna injusticia. A veces creo, y eso me lo critica mi esposa, que puedo resolver todos los problemas de los demás y los míos, pero eso no me corresponde; pero no por ir perdiendo. Uno tiene que aprender y siendo hincha del Bucaramanga yo sé perder y bastante. No me gustaría que en la entrada de esta nota utilizara el nombre de otra persona a la que no me quiero ni referir y que hace todo diferente a lo que yo pienso, y que es todo lo opuesto a lo que yo quiero que sean –con todo cariño y respeto– los periodistas del futuro. Yo le sugeriría que no utilizara ese nombre, aunque lo del balón me parece que es simpático. Lo que quiero es que cada vez haya más periodistas auténticos, buenas personas y comprometidos con la sociedad. ¿Usted cree que ese ser es auténtico, bueno y comprometido con la sociedad?”.

Le respondo que lo único que sé es que en 2018 su colega Mejía Álvarez estuvo en la UNAB y fue condecorado con la ‘Torre de Cristal’, entonces Marocco se persigna y dice: “Ese comentario no lo quiero responder”.


¿Cómo explica que un entendido como usted, que ha podido ver y comentar sobre tantos equipos, sea hincha de un Bucaramanga que en 70 años de fútbol profesional en Colombia no tiene una sola estrella?

Mi amor por el Bucaramanga es algo muy natural y auténtico. Desde que fui al estadio me enamoré de mi equipo y eso no tiene explicación, como el amor mismo. Es algo que nació y que como es tan real no me permite olvidarlo jamás ni reemplazarlo. Yo al equipo lo quiero por encima de que le vaya bien o que le vaya mal. Es un amor verdadero.

¿Por qué es tan pesimista de lo que pueda pasar con la Selección Colombia en manos del portugués Carlos Queiroz?

El fútbol no es una ciencia. Uno entiende cuáles son las necesidades de la Selección, el estilo de fútbol y la generación que tenemos. Entonces volvemos al tema del amor, ya que me preguntó por el Bucaramanga, y al de la compatibilidad: usted es de una manera y por ahí necesita una mujer que tenga ciertas características. Si es un tipo sentimental necesita una mujer que sea delicada y detallista, y sino pues le va a ir mal y no se van a entender. La Selección Colombia tiene un estilo, tiene un ADN y tiene unas necesidades específicas después de lo que pasó con (José Néstor) Pékerman, que para mí el señor Queiroz no puede suplir ni puede entregar. Entonces usted necesita un carpintero y le trajeron un herrero. A mí eso no me cuadre. Ojalá me equivoque y le dé el orden que necesita la Selección atrás. Y ya como de la mitad para adelante tiene mucho potencial, sea más fácil. Pero como el fútbol es uno solo y uno no puede trabajar táctica defensiva aparte de la táctica ofensiva, parece que Queiroz es un técnico defensivo que no va a poder desarrollar lo mejor que tiene la Selección que es de la mitad para arriba.


En los años ochenta se decía que una tarjeta de periodista y un cigarrillo no se le negaban a nadie. ¿Eso va a seguir de mal en peor o hay chance de esperar un correctivo?

Es muy difícil, y por eso les pedí a los estudiantes que asistieron a la charla que se hagan sentir, que sean muy profesionales y que hagan todo muy bien para que se marque la diferencia. Cómo hacer si el Estado no ayuda y ni siquiera la tarjeta de periodista sirve. Pues tiene que destacarse y hacer las cosas bien, para que el televidente, el oyente y el lector se den cuenta de qué es lo bueno y qué es malo, cuáles son los que lo hacen bien y los que lo hacen mal. Así de sencillo. Si no va a ser complicado porque hoy es un muy fácil llegar a las audiencias, porque casi todo el mundo tiene acceso a las redes sociales y pueden tener trascendencia personas que no se han preparado para comunicar.

¿Qué les dice a aquellos jóvenes que no leen ni estudian el fútbol, y fuera de eso creen que su futuro está asegurado por el simple hecho de recitar las nóminas de los equipos?

Que lean, que se preparen, que se exijan, que salgan de la zona de confort. Está en ellos destacarse. A nuestra generación nos tocó con las uñas para poder conseguir la información. Está en ellos conseguirla y darle el tratamiento que se necesita. Si no se exigen, si no leen, si no investigan, pasarán desapercibidos y van a engrosar la lista de desempleados y de gente frustrada en el país.

¿Para dónde va el periodismo con la revolución tecnológica y tanta basura que hay en las redes sociales?

Soy muy optimista porque creo que hay muchas posibilidades de desarrollar la profesión y estoy seguro que si usted es bueno y se destaca, le irá bien. Hay que especializarse. Poder opinar de la mayoría de cosas pero especializarse un poco más y eso ayudará a que ahora que hay tantas plataformas y aplicaciones sea más fácil conseguir trabajo, porque van a empezar a buscar especialistas. Moriré optimista. Es bueno y sano también que no todos quieran pertenecer a los medios, además porque es una mentira absoluta que se pague muy bien. Entonces a veces si usted puede ser autónomo y puede buscar cómo manejar sus ingresos, es mucho más ‘rentable’ desde todo punto de vista que ser un empleado de un medio y mucho más estable. Porque los que estamos al aire estamos también expuestos al gusto de la gente, al rating y a que de pronto un jefe venga de mal genio y le termine a uno la carrera.


¿Si tuviera un hijo estaría de acuerdo a que se metiera de periodismo deportivo?

Después de esta charla si le dijera que no sería un mentiroso. Me encanta lo que hago. Yo quiero mucho esta profesión y me parece que soy un privilegiado. Hay mucha gente que quiere ser como uno y que me dicen que soy un de buenas porque hago lo que me gusta y me pagan. Además esto lo forma un poco más a uno como persona: sensible y perceptivo. Me encantaría si llegara a tener un hijo, y espero que mi esposa se apiade de mi pronto, fuera periodista.

¿Por qué comentaristas y narradores deportivos son tan condescendientes con jugadores como Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Falcao García hallados culpables de delitos fiscales?


Es una pregunta complicada. Cuando hablo de fútbol y de los futbolistas trato solamente de referirme a su desempeño deportivo. El tema impositivo hoy en estas esferas es muy complicado y yo no voy a ser el defensor de ellos per se, pero sí le digo que la mayoría de jugadores no solamente de Colombia sino del mundo es gente poco educada y cuando llegan a estos equipos les ayudan muy poco. Cristiano salió muy bravo del Real Madrid porque se sintió traicionado porque los abogados del equipo no lo asesoraron como lo tenían que ayudar –según él– y cubrieron más los intereses del club que los de él y después cuando necesitaba más ayuda lo dejaron solo. Por eso terminó yéndose. Yo llegué a Argentina y lo primero que me pusieron fue un contador. Ahora la cosa en Colombia está cambiando y también hay que tener un contador. A veces pasa que no los asesoran bien, que como no están formados de la manera que corresponde no saben los límites entre el bien y el mal y en qué momento deben pagar por algún tipo de ingreso comercial. Lamentablemente a veces cometen errores de los que ellos ni siquiera tienen cierta responsabilidad. También es cierto que todo lo que tiene que ver con impuestos en el mundo tiene otra percepción. Uno no pone en el mismo lugar un delito fiscal o una evasión que un crimen. Además si usted habla de los problemas fiscales de los jugadores y no de lo que juegan, pues quién lo ve. No es tampoco ser condescendientes, sino que no es muy comercial ni llamativo hablar de los temas fiscales de ellos. Lamentablemente estas cosas pasan y no debería ser así. A veces somos demasiado laxos al respecto, pero cómo va uno a dedicarse a hablar de eso cuando al mismo tiempo están haciendo goles y dando de qué hablar para bien del fútbol y que desarrollemos nuestra profesión.