domingo, 31 de mayo de 2015

Takehiro Ohno, samurái, lavacopas y 'chef-camaleón'

(Esta crónica la publiqué en la edición 435 de Vivir la UNAB en circulación desde el lunes 1 de junio de 2015)



Takehiro Ohno vino a Bucaramanga a lanzar el Programa de Gastronomía y Alta Cocina de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), pero entre sushi y mute, entre paella y pepitoria y entre tempura y tamal, hizo una profunda reflexión sobre el sentido de la vida, expresó que “mi comida es mi currículo”, afirmó que no basta con tener sino que hay que enseñar y confesó que aún se asombra cuando alguien le llama chef, porque se siente un cocinero que no terminará de aprender.

Llegó a tal punto no solamente el profesionalismo, sino sus cualidades, espontaneidad y franqueza como ser humano al que no se le ha subido la fama a la cabeza, que este espigado japonés nacido hace 47 años en la isla de Hokkaido, tanto en la exposición que realizó en la mañana del jueves 28 de mayo antes estudiantes y profesionales, como en la charla- preparación que hizo en la noche ante un centenar de comensales, sensibilizó sobre su duro trasegar, llevándolos a derramar lágrimas con episodios como esos dos años en los que tuvo que sobrevivir en San Sebastián, explorando la cocina vasca y rebuscándose unas monedas a cambio de cantar en las calles, o su llegada como ilegal a Buenos Aires (Argentina), donde por casi diez años preparó montañas de ensalada de lechuga, pero siempre sin bajar la guardia, hasta convertirse en una figura en ese país y en Latinoamérica gracias al programa que realiza en el canal de televisión El Gourmet.



El carismático Ohno, a quien su abuela no lo dejaba arrimar por la cocina porque decía que era para las mujeres y a quien algunos le echaron en cara que no tenía talento para este oficio, compartió su experiencia desde cuando a los siete años de edad dijo que quería ser cocinero o aquellos comienzos en los que dedicaba 16 horas diarias –de pie– al lavado de copas y platos, a pesar de ser descendiente de los últimos samuráis (guerreros), con lo que todo eso representa en el Lejano Oriente. O a desplumar pavos durante un año, al sol y al agua, ante un paisaje melancólico de montañas y ovejas en el que lo que le faltó fue cruzarse con Heidi, la protagonista del clásico infantil llevado a los dibujos animados.

El destino lo llevó a ser discípulo del chef Koji Fukaya –a su vez alumno del reputado Luis Irizar–, dueño del único restaurante vasco que hay en Japón, quien le compartió su filosofía y lo alentó a migrar al norte de España, donde luego se vinculó al prestigioso restaurante Zuberoa, de Hilario Arbelaitz, que figura en la renombrada Guía Michelin, sobresaliendo el cochinillo asado y el bacalao confitado, por mencionar dos manjares.



“Todas las adversidades y sufrimientos me han hecho fuerte”, dice Takehiro, en un fluido castellano del que lo único que sabía en un comienzo era: “Hola, soy Ohno”. Casado con una argentina y padre de dos hijos, este exjugador de rugby enseña la fotografía en la que luce un uniforme blanco con un enorme pez azul, rememorando la leyenda oriental de que esa frágil criatura algún día subirá por la cascada y se convertirá en un indomable dragón.

Ohno no es un tipo tosco o engreído, y eso lo demuestra cuando devora el paquete de chicharrones carnudos que ve en mis manos o cuando habla de sus fracasos, de sus tristezas, de la prometida que tuvo que dejar por anhelar un mejor futuro, de su consigna de ir hacia adelante a buscar ‘el gran día’ –la oportunidad–, “que está ahí al frente, pero que jamás vendrá a buscarnos”.



Con la misma humildad que cuenta los secretos de cómo graba el programa de tv o que  prepara las exquisitas costillitas adornadas con un copo de guanábana –que hacen que hasta el rector Alberto Montoya Puyana se chupe los dedos–, Ohno recomienda crecer despacio, sintiéndose agradecido y orgulloso de cada lección. Cocinar, advierte, no es comprar un libro de recetas y ya, sino sumergirse en una cultura infinita, preguntar por qué y para qué, trasnochar, pasar hambre, dedicarse con el alma… para ver si algún día se alcanza el éxito.

No es un tipo pretencioso que ponga condiciones, como esos don nadie que a veces vienen  por estos parajes y exigen escoltas y manjares como si se tratara de miembros de alguna realeza en decadencia. Hizo mercado con los estudiantes de la UNAB en la plaza central de Bucaramanga, probó la pepitoria y el sancocho, y aceptó mi invitación a comer no de esos costosos platos que tan de moda están en esta ciudad, sino de una simple y a la vez deliciosa arepa ocañera con queso costeño, aguacate y carne desmechada, más su respectiva jarra de limonada de panela, para rematar con un diminuto helado de leche con un pedazo de bocadillo en su interior.



“Es una ‘batalla’ que se hace con amor; porque nuestro cliente está esperando. ¡Nada más!”. Así es como Ohno desmitifica la figura que algunos tienen del chef como un ser superior que a la manera de Pablo Picasso o Claude Monet pinta grandes lienzos sin untarse de óleos ni enfadarse con sus colaboradores ni tener que laborar seis de los siete días de la semana. “Es chef quien aguanta más”, dice sin aspaviento, subrayando que en su concepto ser gran cocinero es equivalente a ser gran persona. De ahí que solamente cuando consideró que podía hablarle de tú a tú a su maestro Fukaya, retornó al Japón para agradecerle lo que hizo por él, rompiendo en llanto, como lo hizo nuevamente en el Auditorio ‘Jesús Alberto Rey’, desencadenando sollozos en quienes testimoniaron que Takehiro explora, repentiza, sonríe, canta, se divierte, se vuelve un niño travieso, recobra su férrea conducta, valora a sus aprendices, firma autógrafos, accede a tomarse fotos… y levanta vuelo para seguir creciendo. “Tengo que autoexigirme, tengo que vencerme a mí mismo, cada plato es un espejo de mi vida”, señala.

Take significa golpe fuerte, Hiro es ‘que conozca mundo’. Así lo bautizó su padre, un karateca que llegó al máximo grado en esa disciplina. Takehiro es un samurái que llora, y eso no le da pena. Es un ‘chef-camaleón’, como se autodefine al momento de explicarme que “dependiendo del concepto, yo cambio el color de Ohno”. Esto le ha permitido adaptarse a trabajar con grandes restaurantes y asimilar sus estándares de producción, a liderar 120 cocineros y 500 empleados como lo hace hoy con una cadena de cafeterías bistró, a preparar esta degustación de ‘cocina de autor’ en la UNAB o ajustarse en algún momento de su vida a un puesto en el que no puede elegir lo que quiere hacer, sino que debe cocinar lo que le ordenen sus jefes o sus clientes.



Comer bien, en su opinión, es “vivir como los monos”, y suelta una carcajada. Entonces entrecruza las dos manos y dice que ese es el tamaño del estómago, de tal forma que es la máxima cantidad de alimento que se puede ingerir en cada comida –la mitad al menos en vitaminas y proteínas–. “Los monos bajan de la montaña y comen a las seis de la mañana, doce del mediodía y seis de la tarde. Eso es lo que debemos hacer y en esos horarios”, recomienda, soportado en sus conocimientos de nutricionista. 



El día que muera de viejo –al lado del cuchillo de acero que cuida con tanto recelo y comiendo el guiso de cordero que únicamente sabe preparar su maestro Fukaya–, este guerrero sin sable decidió que sus cenizas reposen en este variopinto continente que le ha dado demasiadas satisfacciones. Mientras tanto quiere ser cada vez más latino, bailar salsa, aventurarse a preparar unos fríjoles con garra y seguir enseñando como lo hizo en la UNAB. “Cocina es disciplina, honestidad y no parar de estudiar, lo cual es más importante que la técnica y la receta mismas. Eso no lo duden”, concluye.


¡Arigato gozaimasu! ¡Muchas gracias, Takehiro! Su corazón se quedó en Bucaramanga. Ya usted verá cuándo regresa por él.






lunes, 25 de mayo de 2015

Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo, de la cárcel a la misa y la política

(Esta nota la publiqué en la edición 292 del Periódico 15, de Bucaramanga, que circula desde el domingo 24 de mayo de 2015)



Pancartas, globos, botones, flores, parlantes, llovizna, palomas, lágrimas, pólvora y hasta un dron que se precipitó a tierra. Ninguno de estos elementos faltó en la misa-acto político que el pasado jueves 21 de mayo se llevó a cabo en la esquina de la calle 37 con 11 de la ciudad de Bucaramanga.

Y es que como si se tratara de un héroe que retorna victorioso de la batalla, los seguidores del exgobernador de Santander, Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo, le realizaron una singular celebración en la que de Jesucristo y sus apóstoles se dio el salto a las arengas y los discursos para celebrar su salida de la cárcel de San Gil -bajo la figura de libertad condicional el pasado 5 de mayo-, y de paso presentar a los candidatos del movimiento ‘Santander en serio’.



La alborada del multitudinario acto la marcó el cierre a las seis de la mañana de tres de los costados del parque García Rovira, para montar la tarima y el sonido con los que a partir de las 2:30 de esa tarde el clan Aguilar y sus conmilitones notificaron al país que Carlos Fernando de Jesús Sánchez Aguirre y Jaime Orlando Vargas Mendoza son sus fichas para las elecciones de Gobernación y Alcaldía de Bucaramanga, respectivamente, en octubre próximo.



Ya uno de los locutores había tenido tiempo para comparar el regreso de Aguilar Naranjo con la entrada triunfal en 1815 del emperador Napoleón Bonaparte a París (Francia), para leer un mensaje en el que afirmaban que el coronel (r) de la Policía “es nuestro segundo Simón Bolívar” o para jugar a la fábula comparándolo con Juan Salvador Gaviota (del estadounidense Richard Bach). También para enfatizar: “Le advertimos a todos los amigos que éste no es un acto político; es un acto de fe, un acto de gracias, porque el coronel Aguilar Naranjo viene totalmente renovado de ese infierno… y porque la ‘Era Aguilar’ apenas está empezando”.



Así que con el agite de los cientos de personas que se apeaban con prisa de los buses que los trajeron de diferentes pueblos y veredas, Aguilar Naranjo hizo su aparición bajo la protección de sus escoltas que lo llevaron hasta donde lo esperaba el párroco de la iglesia de San Laureano, Néstor Navarro Barrera, quien según el locutor habría declarado en la mañana que: “Todos los curitas de Santander queremos a Hugo Heliodoro”.



En su sermón de 14 minutos, el sacerdote adujo que “todos somos pecadores” y manifestó: “Nos hemos congregado en esta tarde como creyentes para expresar nuestra acción de gracias a Dios por la libertad del coronel Hugo Aguilar”.

Luego citó pasajes bíblicos y se refirió a Pablo, “quien tuvo que pagar cárcel por sus creencias”, pero sin recordar que Aguilar Naranjo, identificado con cédula de ciudadanía 19.320.312 y nacido en Chitaraque (Boyacá) –según las actas de la Corte Suprema de Justicia– fue condenado en agosto de 2013 a 108 meses de prisión y pagar una multa de 10.750 salarios mínimos “como responsable en calidad de autor del delito de concierto para promover grupos armados al margen de la ley”, dentro del llamado escándalo de la ‘Parapolítica’, razón por la cual la Procuraduría General en enero de 2011 ya lo había destituido e inhabilitado para ejercer cargos públicos por el término de 20 años por sus nexos con paramilitares.



Posteriormente Navarro Barrera trajo a colación palabras del papa Francisco y dijo: “¿Quién soy yo para juzgar a los demás?”. Habló entonces de construir patria y de la justicia divina, para despacharse contra el aparato de Justicia: “Dios permite que los hombres en su remedo de justicia, le condenen por unas declaraciones de algunos testigos y el hijo de Dios va, luego del juicio, a la pena impuesta, como quien va a un triunfo, a una reivindicación. Es decir, a una resurrección”.

Según el párroco -hablando de los evangelios-, “donde la justicia humana condena, la justicia divina perdona”. Dejándolo “a la conciencia propia del bautizado”, Navarro Barrera aseguró que la ‘justicia verdadera es la de Dios’, “y las demás son justicias transicionales”.



“Con cierto desasosiego los colombianos observamos atónitos por estos días, las maromas  de contrastar la paz y la justicia. La mal llamada Justicia Ordinaria y la peor denominada Justicia Transicional”, dijo y recalcó que “no hay sino una sola fuente de justicia, que es la caridad”, ignorando entonces los poderes constitucionales de jueces y magistrados terrenales.

Con su peculiar fórmula de “perdón y progreso”, el párroco concluyó la homilía concelebrada, tras la cual vino la interpretación de “Pueblito Viejo” (de José A. Morales), un video en el que se referían a Aguilar Naranjo como “un hombre que ha escrito con el corazón las páginas doradas de nuestra historia” y le daban las gracias “por devolvernos la esperanza”, “por no dejarse amedrentar de la fuerzas delincuenciales y oscuras que azotaban a Colombia” y por el parque Panachi, entre otros logros que le atribuyeron, rematando con que “ahora Santander en serio es la decisión del pueblo”.



El turno le correspondió a su hijo, el senador Nerthink Mauricio Aguilar Hurtado, quien sollozando y apelando nuevamente a Dios, expresó que “este día los santandereanos lo estaban esperando”. “Nos sentimos muy orgullosos de ser Aguilar de sangre, nos sentimos orgullosos de ser Aguilar de corazón, nos sentimos orgullosos de llevar esa herencia y ese legado para el servicio de los santandereanos y de los colombianos”, acotó.

El clímax lo marcó el propio Aguilar Naranjo cuando con energía tomó el micrófono, les dio las gracias quienes asistieron al acto y recordó el día de su captura por parte del CTI el 2 de julio de 2011, siendo trasladado en primera instancia al búnker de la Fiscalía General de la Nación y luego a la cárcel La Picota (Bogotá). En aquella ocasión vociferó: “Viva Colombia y abajo la corrupción. Los que hemos trabajado por este país y por Santander nos llevan a la cárcel; los bandidos y los corruptos siguen libres”, echándole la culpa de sus males al dirigente del Partido Liberal y hoy senador Horacio Serpa Uribe, a quien tildó de ser “uno de los criminales más grandes que tiene este país”.



Señaló que como seguidor de la virgen María, “todos los pasos que doy en la vida los doy de la mano de mi dios”. A renglón seguido, saludó a “un hombre proactivo y visionario”, refiriéndose a Jaime Vargas Mendoza -hermano del destituido e inhabilitado alcalde de Bucaramanga, Fernando Vargas Mendoza-, pero en lo que hizo mayor énfasis fue en su invitación a construir un “nuevo modelo político”, poniéndole nombre al candidato que considera debe suceder a su hijo Richard Alfonso Aguilar Villa como gobernador de Santander, Carlos Fernando de Jesús Sánchez, el exdirector de Panachi, el parque que les trae tantas añoranzas, como la de aquel día en que Hugo Heliodoro Aguilar y el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez se lanzaron uno detrás del otro en el cablevuelo.



Hoy en libertad condicional, Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo dijo que fue una pesadilla “lo que hicieron conmigo”, y ante la perplejidad de quienes han leído las 150 páginas de las pruebas y del fallo condenatorio de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, dejó un mensaje a todos los candidatos: “Política innovadora, política con iniciativas, política con ideas; nada de grupos al margen de la ley, nada de bandidos apoyando las campañas…”.










viernes, 22 de mayo de 2015

Lujo santandereano, columna de 'Sancho' sobre el cabrito de "José Dolores"


(Columna El Caldero, escrita por mi amigo el crítico 'Sancho', y publicada en el diario El Tiempo el 30 de abril de 2015)
Uno de los platos emblemáticos de la cocina santandereana –que, por cierto, comparte con la tradición guajira– es el cabrito, normalmente mencionado así, aunque el tamaño de las porciones en este departamento que ha hecho fama de su culto por la comida no admite diminutivos.
No, no hay diminutivo posible en una región que se precia de tener una de las mejores cocinas del país –y no hay duda de que así es– y que tiene por costumbre preparar siempre de más porque no se sabe quién pueda llegar, y la hospitalidad es uno de los rasgos del carácter del santandereano.

Pero volvamos al cabrito, que debe estar en la oferta de cualquier restaurante que se precie de ser típicamente santandereano, y que debería estar –aunque lamentablemente no es así– en la oferta de cualquier restaurante que pretenda llevar el rótulo de auténticamente colombiano.
Lo cierto es que el cabrito, que suele prepararse asado o al horno, es una de las carnes más sabrosas que uno pueda probar, si ha sido preparado con todas las de la ley. Porque el cabrito –al igual que el cordero, con el cual está culinariamente emparentado– no admite puntos medios.
Y la preparación de este plato suele comenzar –y así debe ser– desde la propia crianza. De hecho, eran famosos esos cabritos que crecían en cercanías del cañón del Chicamocha y de los cuales el orégano que allí crecía silvestre era parte fundamental de su alimentación, y del adobo natural de esas carnes que a la edad indicada llegarían a la mesa. Pues probé, por recomendación de mi amigo Pastor Virviescas, un cabrito maravilloso en una reciente visita a Bucaramanga.
El restaurante se llama José Dolores, y si bien su puesta en escena no es la más acogedora, sí lo es su cocina.

Y en especial el cabrito que allí sirven acompañado de la muy famosa yuca santandereana, de unos trozos de la arepa de la región –la de maíz pelado: otro espectáculo de la gastronomía colombiana– y de pepitoria, si el comensal así lo quiere.

Lo disfruté sobremanera. Ese cabrito es uno de los platos memorables que he probado en lo que va corrido del año. Y uno de los que quiero repetir muy pronto.
José Dolores. Carrera 31 n.° 52B-160, Bucaramanga. Teléfono (7) 647-4972.
elcalderodesancho@yahoo.com.co

sábado, 16 de mayo de 2015

"La educación es tal vez la llave más importante que debemos utilizar para la recuperación de Colombia": Carlos Angulo, exrector Universidad de los Andes

(Esta entrevista está publicada en la edición 434 de Vivir la UNAB, de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, que circula desde el lunes 18 de mayo de 2015)


Decir Carlos Angulo Galvis es pensar de inmediato en uno de los pesos pesados de la educación superior en Colombia. Su nombre está asociado a la Universidad de los Andes, ubicada entre las mejores tres instituciones de su género en Colombia y dentro de las mejores 50 a nivel latinoamericano, según los atestiguan diferentes escalafones como el que  cada año elabora Scimago para medir la calidad, la investigación, la innovación y la visibilidad web, entre otros indicadores.

Pues este experimentado señor de 79 años de edad, que durante catorce (1998-2011) se desempeñó como rector de Los Andes, estuvo en la UNAB el pasado 5 de mayo compartiendo con los trece Miembros Beneméritos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y con Vivir la UNAB, su forma de ver ese tema tan de moda denominado “Responsabilidad Social Corporativa”, de la que de paso se mostró escéptico, “porque en general se dice mucho y se actúa poco”. Según Angulo Galvis: “Debemos hacer el bien por convicción, no por autopromoción, como sucede en muchas empresas e instituciones que hacen bombo por cualquier cosa”.

Con raíces veleñas, emparentado con la columnista María Jimena Duzán y con el recuerdo de cuando trabajó con Eduardo Parra Gómez y Carlos Virviescas Pinzón en la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga –antes de que la Cdmb cayera en manos de los politiqueros–, reconoce que  “no hemos podido solucionar la inequidad y es triste que esta se disminuya solamente después de la guerra, como sucedió tras los dos grandes conflictos del siglo XX”. Sin embargo, cuando se le pregunta por la Colombia de hoy que sueña con la paz, esboza una sonrisa y expresa su optimismo.

El ingeniero civil Angulo Galvis no anda con tapujos, así que asevera que “la mayoría de los posgrados en este país son ofrecidos por universidades no acreditadas, como sí son Los Andes y la UNAB, y esto es absurdo”. Igualmente le angustia el tema de la deserción por todo lo que implica en costos económicos y en frustración, además de los problemas sociales que genera. Por eso no deja de aterrarse cuando muestra una diapositiva en la que subraya que en la educación superior colombiana uno de cada dos matriculados termina graduándose, mientras que en la educación técnica y tecnológica uno de cada cuatro estudiantes corona la meta.

“Necesitamos educar a la gente para que tenga empleos dignos… Debemos orientar a los jóvenes en la escogencia de su carrera, para que no se vuelva una frustración… Tenemos que brindarles el servicio de Consejería, pero no solamente académica, sino emocional, por ejemplo, para que se adapten a este nuevo medio… En una universidad la ética la enseñan todos los profesores, de Ingeniería o de Medicina, de Administración o de Comunicación, y todos los días”. Estas son frases pronunciadas con énfasis por Carlos Angulo Galvis, quien aceptó esta entrevista, no sin antes recordar que hay que escalar despacio y dar el siguiente paso únicamente cuando se es suficientemente fuerte en lo que cada quien está haciendo.

Además de gestor de cambios como la modernización de la planta física de Los Andes, la apertura de 40 maestrías y 16 doctorados o la consolidación como una de las mejores 500  del mundo, Angulo Galvis figura en las páginas de la historia de esa universidad porque “se caracterizó por bajarle el tono a la formalidad y por ser accesible a la comunidad”, como en 2011 reseñó la revista Dinero. Como el rector para quien el calor humano es un factor imprescindible y en consecuencia trazaba directrices, discutía políticas, pero a la vez daba consejos y abrazaba a su comunidad, sin reparar en estrato o aspecto físico, porque en Los Andes también estudian ciudadanos de escasos recursos y no todos van a clase con accesorios importados. Por eso fue el cerebro del Programa “Quiero estudiar”, que con el único criterio de premiar a los más altos puntajes en las Pruebas Saber, ha entregado cerca de mil becas a jóvenes que de otra manera no podrían pisar esa alma máter.

(Carlos Angulo Galvis dialogando con el rector de la UNAB, Alberto Montoya Puyana, el pasado 5 de mayo)


¿Es posible pensar en una Colombia nueva y en paz sin educación?

Lo primero es que yo soy un convencido de que debemos suscribir el acuerdo de paz. Con eso no se termina el conflicto, sino que iniciamos una labor muy importante de reconstrucción de país, y esa reconstrucción de país tiene que tener un elemento fundamental como es la educación a todos los niveles. Un país educado es un país que progresa, es un país en paz. Así que creo que la educación es tal vez la llave más importante que debemos utilizar para la recuperación de Colombia.

¿Por qué la educación superior de alta calidad en Colombia se ha convertido en algo inaccesible para miles de jóvenes, que si clasifican tienen que trabajar años y años para ponerse al día con lo que pagaron en matrículas y sin derecho a comerse un pan de yuca?

Hay dos aspectos. El primero es el costo de la educación de calidad. La educación de calidad es costosa y evidentemente uno tiene que ser lo más eficiente posible en su actividad, pero hay momentos en los cuales los costos no se pueden disminuir más. En el caso de la universidad pública quien cubre los costos es el Estado, mientras que en el caso de la universidad privada lo que se debería buscar son esquemas que permitan a esos estudiantes calificados acceder a esas universidades en un proceso totalmente meritocrático, de manera que puedan venir a la UNAB o ir a Los Andes y la Javeriana en Bogotá con programas de apoyo financiero eficientes, que incluyan porcentajes de becas altos para que se puedan beneficiar de una buena educación de calidad.

¿Cómo es eso de que una gran cantidad de posgrados son ofrecidos por universidades sin acreditación de alta calidad?

¿Por qué lo hacen?, esa es la primera pregunta que uno se formula. Y lo hacen simplemente porque es una forma de conseguir recursos. Entonces si uno mira esos programas de posgrado que están ofreciendo, son programas de mínima calidad, que les generan recursos a las universidades y ellos creen equivocadamente que eso les da un prestigio adicional.

En aras de esa calidad que usted pregona, ¿debería haber más control por parte del Gobierno Nacional para que no pululen tantos programas de ‘medio pelo’ y tantas universidades ‘de garaje’?

¡Definitivamente! Yo he estado trabajando en una propuesta para la modificación del sistema de acreditación de la educación superior, que implicaría tener unos requisitos más exigentes de los que tienen hoy día para poder ofrecer programas de posgrado. Tienen que tener unos pregrados consolidados, de buen nivel, y luego sí proceder a ofrecer programas de posgrado. Porque lo que se está haciendo ahí es simplemente un plan de generación de ingresos, que no está atado infortunadamente a la calidad.

Hay un término que engolosina a muchos directivos universitarios y es ‘investigación’. ¿Todas las universidades colombianas pueden aspirar a hacer investigación o esas son palabras mayores?

¡Por supuesto que no! Le voy a dar un ejemplo: el país que tiene el sistema más desarrollado de educación superior es Estados Unidos. Allí hay cien universidades de investigación y Estados Unidos debe tener cinco mil universidades. Entonces haga la proporción y yo creo que Colombia no está capacitada para tener más de diez universidades, y considero que el número puede ser alto, que hagan investigación.

¿Entonces qué deben hacer las otras?

Lo que deben hacer es dar buena educación de pregrado o aún de posgrado que no requiera investigación, como ocurre en muchos países del mundo, y no preocuparse por mal utilizar recursos para una investigación que no está siendo bien orientada ni tiene buen nivel.

Claro que en Estados Unidos hay mecenas como el magnate Michael Rubens Bloomberg, la multimillonaria Muriel Block o el genio William Henry Gates III, y en ese país no más en 2012 las universidades recibieron donaciones privadas por 18 mil millones de dólares. ¿En Colombia se encuentran de esos filántropos o lo que hay es empresarios ‘amarrados’ que acumulan dinero para llevarse a la otra vida?

En Colombia hemos progresado algo en esa dirección, pero creo que tenemos un camino muy grande por recorrer. Lo que pasa es que en Estados Unidos hay una tradición de apoyo a instituciones de educación superior altísima. La Universidad de Chicago fue patrocinada por John Davison Rockefeller a principios del siglo pasado y él creó un esquema patrimonial que permitió que la Universidad de Chicago se fundara, creciera y sea hoy día una de las mejores universidades del mundo. Stanford es producto de un señor dueño de ferrocarriles que hizo exactamente lo mismo en el Estado de California porque quería tener una universidad que compitiera con las universidades del este. Ha habido allá un concepto filantrópico, de desarrollo y de compromiso muy grande con las universidades y con el país, que aquí nos ha faltado. Ya existe en algunas partes, pero tenemos que desarrollarlo mucho más.

¿Le ‘suena’ el Programa “Ser Pilo Paga” o piensa que es politiquería del Gobierno de Juan Manuel Santos, como dicen algunos de sus rivales?

Es un excelente programa, al cual hay que hacerle un seguimiento muy grande, porque si como yo espero que sea así, tiene éxito y un porcentaje muy alto de estudiantes se gradúa, el programa será exitosísimo; pero si la tasa de deserción de esos estudiantes es demasiado alta, el programa no va a cumplir con los objetivos que se fijaron. Para eso hay necesidad de hacerle un seguimiento muy cuidadoso, con consejería a los estudiantes, apoyo financiero adicional, para lograr que la tasa de deserción sea lo más baja posible. Es decir, que ese programa en lugar de ser algo que le aporte al país, se convierta en un ejercicio de frustración si la tasa de deserción es alta.

¿A los directivos universitarios les preocupa ese muchacho que tiene que ir a pie a la universidad, ese otro que debe pasar sin almuerzo o aquel que se siente a la deriva y solamente anhela un abrazo?

En eso hemos evolucionado mucho pero nos falta evolucionar más. Aquí tenemos que ser todavía más humanos de lo que somos hoy día, para poder entender los verdaderos problemas de la gente que por circunstancias de la vida tiene menos de lo que uno tuvo y ayudarlos. Eso es absolutamente fundamental. Y programas como “Ser Pilo Paga” va a contribuir a eso, porque los estudiantes actuales al compartir aulas, instalaciones, deportes y amistades con estos estudiantes, se van a dar cuenta que el país es diverso y que hay que ayudarle a todo el mundo.

Hay universidades y empresas expertas en pautar costosos avisos de página en periódicos y revistas y que regalan de vez en cuando una beca o mercados a punto de vencerse,  creyendo que eso es responsabilidad social corporativa. ¿Es por ahí?

Lo pondría de esta forma: la verdadera responsabilidad social es muy importante, y la veo definida en cómo actuar para el beneficio de la comunidad y no para el beneficio propio, porque en muchos casos lo que se actúa es para el beneficio propio, lo cual es absolutamente equivocado y se le da el nombre de responsabilidad social, con lo cual se daña el nombre, se afecta la credibilidad de la gente y no se cumple con el objetivo fundamental.

¿Casos como los de la Universidad San Martín y la Autónoma de Caribe hacen que la gente se esté acostumbrando a un escándalo cada mes?

A mí siempre me gusta ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Evidentemente cada vez vemos un escándalo mayor, pero qué bueno que salgan a la luz esos escándalos, si aprendemos de esos escándalos. Los pasos que hemos dado con esos dos casos son pasos positivos que alguna enseñanza nos deben dejar. Entonces, de nuevo, mirémoslo como un vaso medio lleno y no medio vacío.

¿Cómo lo recuerdan a usted en Los Andes?

Como una persona que quiso ayudar a los estudiantes ofreciéndoles educación de alta calidad, no solamente a las personas con los recursos adecuados para hacerlo, sino a personas de escasos recursos.

viernes, 8 de mayo de 2015

Senador Iván Cepeda: "Las transnacionales se han convertido en Colombia en una especie de supra Estado”

(Esta entrevista la publiqué en la edición 291 del Periódico 15, de Bucaramanga Metropolitana, en circulación desde el domingo 10 de mayo de 2015)



Aparte de los 355 mil seguidores con los que cuenta en Twitter (@IvanCepedaCast) y de los 84.126 votos que obtuvo en las elecciones parlamentarias de 2014 que le permitieron ser elegido senador, Iván Cepeda Castro (Bogotá, 1962) también tiene unos cuantos enemigos enconados, pese a los cuales sigue poniéndole el pecho a temas espinosos y proponiendo debates que levantan ampolla.

Con los pantalones en su lugar y un par de escoltas que no lo desamparan, este congresista del Polo Democrático sacó tiempo para venir a Bucaramanga el pasado viernes 24 de abril, con el propósito de alentar a los pescadores damnificados por la construcción de la represa de Hidrosogamoso –quienes llevan un mes y medio acampando frente a la Gobernación de Santander– y expresar su voz de solidaridad con quienes defienden el agua, la vida y el Páramo de Santurbán y ese día organizaron la ‘enésima’ marcha para decirles al Gobierno Nacional y a las multinacionales que están en contra de la megaminería en ese frágil ecosistema y que no van a caer en la trampa de enfrentarse a los pobladores de la Provincia de Soto Norte, donde están las inmensas reservas de oro y plata.



Más cercano a Clara López Obregón que al ala del Moir liderada por su colega Jorge Robledo, el senador Cepeda Castro es una víctima más del conflicto armado interno colombiano, ya que su padre, Manuel Cepeda Vargas, fue asesinado en Bogotá el 9 de agosto de 1994 cuando se desempeñaba como senador por la Unión Patriótica (UP). Por este caso la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Colombia en el año 2010 porque el crimen fue cometido por agentes del Estado en complicidad con paramilitares.

Filósofo de la Universidad San Clemente, de Sofía (Bulgaria), magíster en Derecho Internacional Humanitario, activista de derechos humanos, crítico acérrimo de los grupos paramilitares y cofundador del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), Cepeda Castro –junto a Jorge Rojas–, escribió el libro “A las puertas de El Ubérrimo” (Random House Mondadori), un documento revelador sobre el pensamiento, acciones y amistades del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. En 2012, cuando era representante a la Cámara, realizó el famoso debate sobre la hacienda “Guacharacas”, propiedad de los hermanos Uribe Vélez, y en ese mismo año publicó el libro “Víctor Carranza, alias ‘El Patrón’, del mismo sello editorial y a dos manos con el sacerdote jesuita Javier Giraldo, en el que ahonda en la vida del esmeraldero boyacense señalado de ser uno de los principales propiciadores de los llamados grupos de autodefensa creados bajo la excusa de combatir a la guerrilla.



Esta es la entrevista con el promotor del sonado debate contra el condecorado general (r) Mauricio Alfonso Santoyo Velasco –exjefe de seguridad de Uribe Vélez–, condenado en 2012 a 13 años de prisión en Estados Unidos por ayudar y recibir sobornos de un grupo terrorista (Autodefensas Unidas de Colombia, AUC). El diálogo con el hombre que en 2007 recibió en Nueva York la Medalla de la Libertad otorgada por la Fundación Human Rights First, y quien a su vez fue declarado persona non grata por el Concejo de  Cajamarca (Tolima), debido a su oposición al proyecto aurífero de La Colosa, detrás del cual está la minera sudafricana Anglo Gold Ashanti. La conversación con un senador que lucha contra la corriente, por ser de la oposición, y al que no lo amilanan los ministros que le advierten que para cumplir el anhelo de cambiar las cosas él y los partidos de izquierda tendrán que llegar al poder, pero que mientras tanto otros serán los que determinen el rumbo de este país deslumbrado por la inversión extranjera.

¿Por qué razón viene a Bucaramanga a solidarizarse con la causa de Santurbán cuando podría estar fletado por una multinacional minera?

Porque uno en la vida hace elecciones éticas y políticas. La mía, desde mucho tiempo atrás, desde mis orígenes familiares y políticos, ha sido el escoger el lado de los que están oprimidos, de los que están sojuzgados y de la búsqueda de un cambio de sistema y de modelo. El modelo neoliberal está destrozando el planeta, ha puesto en riesgo la supervivencia de la Humanidad, porque la depredación que tiene por objeto la ganancia y el enriquecimiento, utiliza toda clase de métodos para explotar las riquezas naturales. Y en este mundo se ha convertido en el valor esencial precisamente ese, el de la riqueza, el del lujo, y por eso los ecosistemas han sufrido un impacto tan grave. Hay continentes que están convertidos ya en continentes inviables, como África por ejemplo, y se quiere que América Latina vaya por el mismo camino. Nuestro continente tiene el privilegio de contar con una inmensa diversidad, y en eso Colombia es un país también privilegiado. Tenemos tal vez la segunda biodiversidad más rica del planeta, y entre esa diversidad por supuesto la existencia de casi la mitad de los páramos del mundo.

Entonces cualquier persona que tenga un mínimo de consciencia y que ejerza una función de representación política es lo elemental que venga aquí a Santander. Digamos que su pregunta podría sorprenderme pero la entiendo porque lastimosamente el Parlamento colombiano está compuesto precisamente por quienes representan no los intereses de la gente, sino de esas transnacionales y de ese modelo que puede terminar convirtiendo a nuestro planeta en un desierto, y eso es lo que queremos evitar.



¿Qué quedó de la audiencia pública que usted y colegas suyos del Polo Democrático como Jorge Robledo, Alirio Uribe y Senén Niño, así como de Alianza Verde, entre ellos Claudia López y Angélica Lozano, realizaron en el Congreso el pasado 17 de abril sobre los efectos en los ecosistemas a causa de la exploración y explotación minera?

En primer lugar un panorama preocupante por el conjunto de proyectos de explotación minera en los páramos. Allí hubo intervenciones de muchas regiones. Estuvo presente y en el centro de la audiencia el caso del Páramo de Santurbán, pero también se habló de La Colosa en Cajamarca, y se habló del caso de Sumapaz (Cundinamarca), y de otras regiones del país. Se hizo una revisión de cuál es el estado de avance de esos proyectos de explotación de oro y la verdad es que en Colombia las transnacionales como Anglo Gold Ashanti, como Eco Oro Minerals Corp. (antes Greystar Resources) y como AUX, se han convertido en una especie de supra Estado, están por encima de la Ley y de la Constitución Nacional, porque cambian y modifican la Ley y la Constitución a su antojo, y para eso son perfectamente funcionales las distintas dependencias del Estado. El Ministerio del Medio Ambiente es un Ministerio totalmente decorativo, que lo único que hace es intentar simplemente darle como una envoltura más presentable a esos proyectos criminales, porque realmente son criminales. El Ministerio de Minas es como una oficina de gestión y de relaciones públicas de las trasnacionales, y que no vela por la soberanía ni vela por el bienestar de las comunidades, sino que vela por los intereses de las transnacionales.

Pero al mismo tiempo esa audiencia sirvió para presentar un estado de cosas de la movilización, de los procesos organizativos, de las fuerzas sociales que se están oponiendo a estos megaproyectos. También hay que constatar que efectivamente hay una movilización social, hay unas fuerzas sociales que se están oponiendo, y es con esas fuerzas con las que nosotros estamos en sintonía, buscando que tengan la mayor visibilidad en el espacio público.



¿Qué futuro le ve usted a la ‘locomotora’ minera promovida por el presidente Juan Manuel Santos Calderón?

Yo diría que en general el modelo neoliberal en Colombia y en el mundo se ha vuelto inviable e insostenible. Por supuesto que está toda la voluntad del Gobierno actual expresada en el Plan Nacional de Desarrollo, de hacer que este proyecto se lleve hasta las últimas consecuencias sin ningún reparo de cuáles puedan ser éstas. Pero, por supuesto, eso no va ocurrir sin que haya una muy fuerte oposición. Creo que esa oposición creciente en el país debe organizarse mejor, debe articularse, y uno de los temas que vamos a discutir ahora en el Congreso Nacional del Polo Democrático, que es un partido político que hace parte de estas fuerzas, es cómo convocar una gran cumbre nacional contra el modelo neoliberal, en el que articulemos las luchas. Porque es muy importante la lucha que se da aquí en Bucaramanga contra el proyecto de megaminería en el Páramo de Santurbán, en Cajamarca, en Ituango (Antioquia), en La Guajira, en fin. Todas estas luchas son fundamentales, pero son luchas que aparecen episódicas, aisladas de las otras. El movimiento social ambientalista, sindical, campesino…, todas las fuerzas que están en contra de esa empresa devastadora deben entrar en red y en articulación para poder responder de manera adecuada al modelo, y creo que eso puede revertir la tendencia que hay con relación a esta ‘locomotora’.



Algunos dirigentes y ‘periodistas’ de la región –que reciben pauta o atenciones de las mineras– sostienen que quienes defienden el Páramo de Santurbán le están haciendo el juego a la guerrilla para que vuelva a tomarse esas zonas montañosas donde llegó a tener control a finales del siglo pasado. ¿Usted es guerrillero o auxiliador de la guerrilla?

Ese ha sido el argumento que se ha utilizado con mayor frecuencia para intentar quitarle la complejidad y la legitimidad a muchas de las expresiones de protesta y de rebeldía social que hay en Colombia. La guerrilla también es una expresión de esa rebeldía y la muestra de eso es que el Gobierno del presidente Santos ha decidido sentarse con la guerrilla a discutir los temas que tienen que ver con cómo ponerle punto final a la insurgencia armada, pero también cómo hacer cambios. Yo creo que esa es una manera muy torpe de enfrentar este asunto. Aquí lo está en juego no es unas acusaciones tendenciosas, sino el futuro del país, el futuro de una región, el futuro del suministro de agua para un millón de personas en el área metropolitana de Bucaramanga, tres millones de personas en estos dos departamentos (Santander y Norte de Santander) tan importantes del país. Estos son asuntos que no se pueden eludir simplemente diciendo que quien se preocupa porque un día no tengamos suministro de agua es un guerrillero. A mi modo de ver, esta una manera simplista y torpe de discutir sobre el tema sustancial.



¿Está convencido que los colombianos todos quieren la paz?

No todos quieren la paz. Creo que la gran mayoría de los colombianos quieren la paz, pero hay unos sectores que han vivido de la guerra y que quieren una paz que les permita prolongar esa economía y ese usufructo de la violencia. El proyecto que encarna Álvaro Uribe Vélez es un proyecto esencialmente militarista y guerrerista. Su economía política se sostiene en la guerra, en la posibilidad de mantener el latifundismo, la concentración de la tierra, los proyectos improductivos de la ganadería extensiva o de esa otra forma de depredar el medio ambiente que es la agroindustria y ese tipo de plantaciones de monocultivo que son los agrocombustibles. Todo ese modelo se ha sostenido en Colombia sobre la base de la violencia y que le interesa mantenerse en esa lógica de la llamada ‘Seguridad Democrática’. Pero también está un sector importante de las Fuerzas Militares y de ese entorno, que vive de la contratación del comercio de armas, que vive de toda esa gigantesca economía del conflicto armado, que implica la compra de miles de uniformes de dotación y de armas, sobre todo. Y que, como toda la contratación en Colombia, funciona sobre bases supremamente corruptas, así que ese sector por supuesto no quiere que el negocio se acabe. Y también sectores que están muy interesados en que en vez de la integración latinoamericana, en vez de relaciones armónicas, diplomáticas y constructivas con Venezuela, Ecuador o Nicaragua, tengamos un conflicto. Esta es una vieja aspiración: que surja un conflicto armado con Venezuela o con Nicaragua bajo el pretexto de nuestra soberanía. Es decir, es muy simpático que quienes ponen el grito en el cielo por la pérdida, que es muy lamentable, de miles de millas marítimas en una corte internacional con Nicaragua, y que se rasgan las vestiduras como si se tratara de patriotas que defienden nuestro territorio, son los mismos que corren a entregar nuestros recursos y nuestro territorio a las transnacionales. Así que ese bloque no está interesado en la paz, o por lo menos está interesado en una paz que es totalmente inviable y es una especie de rendición de la guerrilla para que se mantenga todo igual y se pueda seguir masacrando a quienes protestan, a los opositores. Es una especie de criminalidad de Estado en un postacuerdo de rendición de la guerrilla. Ese sector definitivamente no está interesado y está haciendo todo lo posible para hacerle daño al proceso de paz y para intentar que Colombia no salga de ese conflicto armado.

                             


Parodiando su libro “A las puertas de El Ubérrimo” y teniendo en cuenta las condenas contra varios de los integrantes del círculo cercano al expresidente antioqueño –las más recientes contra los exministros Sabas Pretelt de la Vega y Diego Palacio Betancourt por el escándalo de la ‘Yidispolítica’–, ¿usted diría que Álvaro Uribe Vélez está a las puertas del Infierno?

Yo creo que se está configurando en el escenario judicial una situación en la cual es cada vez más difícil que Uribe eluda su responsabilidad. La lista de funcionarios, primero un poco lejanos y después de sus aliados políticos, todos esos congresistas que  fueron a dar a la cárcel, luego toda esa gente de su proyecto político en las regiones, gobernadores, alcaldes y concejales, y ahora en la propia Casa de Nariño, sus ministros, los directores del DAS, sus jefes de seguridad, sus familiares… todo eso configura una especie de organigrama del hampa, de la mafia de alto nivel que acompaña o ha acompañado la vida política de Álvaro Uribe en todos sus estadios. Eso fue lo que yo demostré en el debate que hice en el Congreso. Así que la pregunta ineludible es: ¿Y él cuándo va a responder? Creo que esa pregunta se viene intentando aplazar y se viene intentando silenciar, pero es cada vez más imperativa.



¿O como decía un programa de televisión de hace algunos años: “¡También caerá!”?

Es muy posible. Esa es una posibilidad y por supuesto Colombia es un país en el cual se ha logrado blindar e inmunizar a los sectores más encumbrados de la élite de asumir su responsabilidad jurídica, pero lo sabemos bien: no hay cosas eternas en el mundo.

¿Como filósofo ha logrado descifrar al procurador Alejandro Ordoñez Maldonado? ¿Había visto a alguien más conservador, por no decir ortodoxo, que a éste santandereano?

Quien me está investigando, entre otras cosas. Esa forma de concebir la realidad política y social es la expresión acabada de lo que ha sido una larga tradición en nuestro país del pensamiento más conservador y ultrareligioso, fundamentalista, que intenta asumir el aspecto de una concepción desde los derechos. Lo paradójico de la actuación del procurador Ordóñez es que intenta presentarse como el representante de la sociedad para defender los derechos de la gente, cuando es precisamente el representante de la violación, de la justificación de la violación de los derechos y de las libertades, el encargado de recortar las libertades de la gente. Entonces todo ese recorrido de justificación del paramilitarismo, quema de libros, y hasta cuando fue consejero de Estado y todos esos conceptos favorables a violadores de derechos humanos, hasta ahora cuando es procurador, todas esas decisiones tan polémicas en contra de las mujeres, en contra de la población Lgtbi, en contra del proceso de paz, en contra de las víctimas del Estado, su sistemático silenciamiento de la responsabilidad del Estado, todo eso hace parte de esa Colombia de la Constitución de 1886 que se quiere volver a instaurar. Es la restauración del conservadurismo, del alzatismo, del laureanismo y todas esas expresiones que hemos conocido en nuestra historia del pensamiento de ultraderecha.



¿Cuál es la peor canallada que han cometido o dicho de usted?

No sé. Yo intento de alguna manera no dedicar mucho tiempo a los ataques, improperios, calumnias, persecuciones, atentados y amenazas que se diseñan en mi contra, pero por supuesto la idea de querer presentarme como el aliado de los asesinos de mi padre, porque he recogido declaraciones de paramilitares contra Uribe y su respuesta ha sido esta, de intentar presentarme como el aliado de los asesinos de mi padre, es una infamia, pero es propia de una mente que vive en la infamia y es una forma de concebir la realidad, que lanza a quienes se le oponen los infundios que hacen parte de ese sustrato inmoral en el que se desarrolla esa personalidad y esa actividad tan descompuesta que implica la vida política de Uribe.

¿Iván Cepeda Castro perdona pero no olvida?


Iván Cepeda trabaja por la paz democrática de este país, y todo lo que implique el avance de eso es fundamental, pero por supuesto no debemos olvidar nuestro pasado. El maestro Carlos Gaviria Díaz decía que el sustento de la antidemocracia es la ignorancia, y el olvido es parte de la ignorancia. Debemos conocer nuestra historia, no olvidarla, nutrirla y tener muy clara la consciencia para no ser prisioneros del sojuzgamiento de nuestra dignidad y de nuestra libertad.