sábado, 16 de mayo de 2015

"La educación es tal vez la llave más importante que debemos utilizar para la recuperación de Colombia": Carlos Angulo, exrector Universidad de los Andes

(Esta entrevista está publicada en la edición 434 de Vivir la UNAB, de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, que circula desde el lunes 18 de mayo de 2015)


Decir Carlos Angulo Galvis es pensar de inmediato en uno de los pesos pesados de la educación superior en Colombia. Su nombre está asociado a la Universidad de los Andes, ubicada entre las mejores tres instituciones de su género en Colombia y dentro de las mejores 50 a nivel latinoamericano, según los atestiguan diferentes escalafones como el que  cada año elabora Scimago para medir la calidad, la investigación, la innovación y la visibilidad web, entre otros indicadores.

Pues este experimentado señor de 79 años de edad, que durante catorce (1998-2011) se desempeñó como rector de Los Andes, estuvo en la UNAB el pasado 5 de mayo compartiendo con los trece Miembros Beneméritos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y con Vivir la UNAB, su forma de ver ese tema tan de moda denominado “Responsabilidad Social Corporativa”, de la que de paso se mostró escéptico, “porque en general se dice mucho y se actúa poco”. Según Angulo Galvis: “Debemos hacer el bien por convicción, no por autopromoción, como sucede en muchas empresas e instituciones que hacen bombo por cualquier cosa”.

Con raíces veleñas, emparentado con la columnista María Jimena Duzán y con el recuerdo de cuando trabajó con Eduardo Parra Gómez y Carlos Virviescas Pinzón en la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga –antes de que la Cdmb cayera en manos de los politiqueros–, reconoce que  “no hemos podido solucionar la inequidad y es triste que esta se disminuya solamente después de la guerra, como sucedió tras los dos grandes conflictos del siglo XX”. Sin embargo, cuando se le pregunta por la Colombia de hoy que sueña con la paz, esboza una sonrisa y expresa su optimismo.

El ingeniero civil Angulo Galvis no anda con tapujos, así que asevera que “la mayoría de los posgrados en este país son ofrecidos por universidades no acreditadas, como sí son Los Andes y la UNAB, y esto es absurdo”. Igualmente le angustia el tema de la deserción por todo lo que implica en costos económicos y en frustración, además de los problemas sociales que genera. Por eso no deja de aterrarse cuando muestra una diapositiva en la que subraya que en la educación superior colombiana uno de cada dos matriculados termina graduándose, mientras que en la educación técnica y tecnológica uno de cada cuatro estudiantes corona la meta.

“Necesitamos educar a la gente para que tenga empleos dignos… Debemos orientar a los jóvenes en la escogencia de su carrera, para que no se vuelva una frustración… Tenemos que brindarles el servicio de Consejería, pero no solamente académica, sino emocional, por ejemplo, para que se adapten a este nuevo medio… En una universidad la ética la enseñan todos los profesores, de Ingeniería o de Medicina, de Administración o de Comunicación, y todos los días”. Estas son frases pronunciadas con énfasis por Carlos Angulo Galvis, quien aceptó esta entrevista, no sin antes recordar que hay que escalar despacio y dar el siguiente paso únicamente cuando se es suficientemente fuerte en lo que cada quien está haciendo.

Además de gestor de cambios como la modernización de la planta física de Los Andes, la apertura de 40 maestrías y 16 doctorados o la consolidación como una de las mejores 500  del mundo, Angulo Galvis figura en las páginas de la historia de esa universidad porque “se caracterizó por bajarle el tono a la formalidad y por ser accesible a la comunidad”, como en 2011 reseñó la revista Dinero. Como el rector para quien el calor humano es un factor imprescindible y en consecuencia trazaba directrices, discutía políticas, pero a la vez daba consejos y abrazaba a su comunidad, sin reparar en estrato o aspecto físico, porque en Los Andes también estudian ciudadanos de escasos recursos y no todos van a clase con accesorios importados. Por eso fue el cerebro del Programa “Quiero estudiar”, que con el único criterio de premiar a los más altos puntajes en las Pruebas Saber, ha entregado cerca de mil becas a jóvenes que de otra manera no podrían pisar esa alma máter.

(Carlos Angulo Galvis dialogando con el rector de la UNAB, Alberto Montoya Puyana, el pasado 5 de mayo)


¿Es posible pensar en una Colombia nueva y en paz sin educación?

Lo primero es que yo soy un convencido de que debemos suscribir el acuerdo de paz. Con eso no se termina el conflicto, sino que iniciamos una labor muy importante de reconstrucción de país, y esa reconstrucción de país tiene que tener un elemento fundamental como es la educación a todos los niveles. Un país educado es un país que progresa, es un país en paz. Así que creo que la educación es tal vez la llave más importante que debemos utilizar para la recuperación de Colombia.

¿Por qué la educación superior de alta calidad en Colombia se ha convertido en algo inaccesible para miles de jóvenes, que si clasifican tienen que trabajar años y años para ponerse al día con lo que pagaron en matrículas y sin derecho a comerse un pan de yuca?

Hay dos aspectos. El primero es el costo de la educación de calidad. La educación de calidad es costosa y evidentemente uno tiene que ser lo más eficiente posible en su actividad, pero hay momentos en los cuales los costos no se pueden disminuir más. En el caso de la universidad pública quien cubre los costos es el Estado, mientras que en el caso de la universidad privada lo que se debería buscar son esquemas que permitan a esos estudiantes calificados acceder a esas universidades en un proceso totalmente meritocrático, de manera que puedan venir a la UNAB o ir a Los Andes y la Javeriana en Bogotá con programas de apoyo financiero eficientes, que incluyan porcentajes de becas altos para que se puedan beneficiar de una buena educación de calidad.

¿Cómo es eso de que una gran cantidad de posgrados son ofrecidos por universidades sin acreditación de alta calidad?

¿Por qué lo hacen?, esa es la primera pregunta que uno se formula. Y lo hacen simplemente porque es una forma de conseguir recursos. Entonces si uno mira esos programas de posgrado que están ofreciendo, son programas de mínima calidad, que les generan recursos a las universidades y ellos creen equivocadamente que eso les da un prestigio adicional.

En aras de esa calidad que usted pregona, ¿debería haber más control por parte del Gobierno Nacional para que no pululen tantos programas de ‘medio pelo’ y tantas universidades ‘de garaje’?

¡Definitivamente! Yo he estado trabajando en una propuesta para la modificación del sistema de acreditación de la educación superior, que implicaría tener unos requisitos más exigentes de los que tienen hoy día para poder ofrecer programas de posgrado. Tienen que tener unos pregrados consolidados, de buen nivel, y luego sí proceder a ofrecer programas de posgrado. Porque lo que se está haciendo ahí es simplemente un plan de generación de ingresos, que no está atado infortunadamente a la calidad.

Hay un término que engolosina a muchos directivos universitarios y es ‘investigación’. ¿Todas las universidades colombianas pueden aspirar a hacer investigación o esas son palabras mayores?

¡Por supuesto que no! Le voy a dar un ejemplo: el país que tiene el sistema más desarrollado de educación superior es Estados Unidos. Allí hay cien universidades de investigación y Estados Unidos debe tener cinco mil universidades. Entonces haga la proporción y yo creo que Colombia no está capacitada para tener más de diez universidades, y considero que el número puede ser alto, que hagan investigación.

¿Entonces qué deben hacer las otras?

Lo que deben hacer es dar buena educación de pregrado o aún de posgrado que no requiera investigación, como ocurre en muchos países del mundo, y no preocuparse por mal utilizar recursos para una investigación que no está siendo bien orientada ni tiene buen nivel.

Claro que en Estados Unidos hay mecenas como el magnate Michael Rubens Bloomberg, la multimillonaria Muriel Block o el genio William Henry Gates III, y en ese país no más en 2012 las universidades recibieron donaciones privadas por 18 mil millones de dólares. ¿En Colombia se encuentran de esos filántropos o lo que hay es empresarios ‘amarrados’ que acumulan dinero para llevarse a la otra vida?

En Colombia hemos progresado algo en esa dirección, pero creo que tenemos un camino muy grande por recorrer. Lo que pasa es que en Estados Unidos hay una tradición de apoyo a instituciones de educación superior altísima. La Universidad de Chicago fue patrocinada por John Davison Rockefeller a principios del siglo pasado y él creó un esquema patrimonial que permitió que la Universidad de Chicago se fundara, creciera y sea hoy día una de las mejores universidades del mundo. Stanford es producto de un señor dueño de ferrocarriles que hizo exactamente lo mismo en el Estado de California porque quería tener una universidad que compitiera con las universidades del este. Ha habido allá un concepto filantrópico, de desarrollo y de compromiso muy grande con las universidades y con el país, que aquí nos ha faltado. Ya existe en algunas partes, pero tenemos que desarrollarlo mucho más.

¿Le ‘suena’ el Programa “Ser Pilo Paga” o piensa que es politiquería del Gobierno de Juan Manuel Santos, como dicen algunos de sus rivales?

Es un excelente programa, al cual hay que hacerle un seguimiento muy grande, porque si como yo espero que sea así, tiene éxito y un porcentaje muy alto de estudiantes se gradúa, el programa será exitosísimo; pero si la tasa de deserción de esos estudiantes es demasiado alta, el programa no va a cumplir con los objetivos que se fijaron. Para eso hay necesidad de hacerle un seguimiento muy cuidadoso, con consejería a los estudiantes, apoyo financiero adicional, para lograr que la tasa de deserción sea lo más baja posible. Es decir, que ese programa en lugar de ser algo que le aporte al país, se convierta en un ejercicio de frustración si la tasa de deserción es alta.

¿A los directivos universitarios les preocupa ese muchacho que tiene que ir a pie a la universidad, ese otro que debe pasar sin almuerzo o aquel que se siente a la deriva y solamente anhela un abrazo?

En eso hemos evolucionado mucho pero nos falta evolucionar más. Aquí tenemos que ser todavía más humanos de lo que somos hoy día, para poder entender los verdaderos problemas de la gente que por circunstancias de la vida tiene menos de lo que uno tuvo y ayudarlos. Eso es absolutamente fundamental. Y programas como “Ser Pilo Paga” va a contribuir a eso, porque los estudiantes actuales al compartir aulas, instalaciones, deportes y amistades con estos estudiantes, se van a dar cuenta que el país es diverso y que hay que ayudarle a todo el mundo.

Hay universidades y empresas expertas en pautar costosos avisos de página en periódicos y revistas y que regalan de vez en cuando una beca o mercados a punto de vencerse,  creyendo que eso es responsabilidad social corporativa. ¿Es por ahí?

Lo pondría de esta forma: la verdadera responsabilidad social es muy importante, y la veo definida en cómo actuar para el beneficio de la comunidad y no para el beneficio propio, porque en muchos casos lo que se actúa es para el beneficio propio, lo cual es absolutamente equivocado y se le da el nombre de responsabilidad social, con lo cual se daña el nombre, se afecta la credibilidad de la gente y no se cumple con el objetivo fundamental.

¿Casos como los de la Universidad San Martín y la Autónoma de Caribe hacen que la gente se esté acostumbrando a un escándalo cada mes?

A mí siempre me gusta ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Evidentemente cada vez vemos un escándalo mayor, pero qué bueno que salgan a la luz esos escándalos, si aprendemos de esos escándalos. Los pasos que hemos dado con esos dos casos son pasos positivos que alguna enseñanza nos deben dejar. Entonces, de nuevo, mirémoslo como un vaso medio lleno y no medio vacío.

¿Cómo lo recuerdan a usted en Los Andes?

Como una persona que quiso ayudar a los estudiantes ofreciéndoles educación de alta calidad, no solamente a las personas con los recursos adecuados para hacerlo, sino a personas de escasos recursos.

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