jueves, 26 de marzo de 2015

La expedición al pasado del periodista Gerardo Reyes Copello

Uno de los pioneros del Periodismo Investigativo en Colombia y actual director de Univisión Investiga (Estados Unidos) habla de su libro “Vuelo 495, la tragedia ignorada del primer secuestro en la historia de la aviación de Estados Unidos”.


Gerardo Reyes y su libro "Vuelo 495", de Grijalbo./ Foto PVG

Este periodista y abogado cucuteño de 57 años no es una máquina de hacer libros -como algunos autores que cada tres están sacando al mercado un nuevo título-, pero cuando lo hace se convierte en un punto de referencia obligatorio para quienes quieren profundizar en determinado personaje o situación y, en todo caso, buscan historias bien contadas.

Ya lo hizo con “Julio Mario Santo Domingo: biografía no autorizada”, en la que se atrevió a contar la ‘vida, obra y milagros’ de uno de los magnates que ha tenido Colombia. También publicó “Nuestro hombre en la DEA”, con el que reveló detalles de Baruch Vega como “operativo encubierto en negociaciones secretas de la CIA, el FBI y la DEA con la izquierda y narcos colombianos”, y quien vivió y ‘rumbeó’ en la ciudad de Bucaramanga por aquellos años de estudiante. Libro éste que le valió a Reyes Copello el Premio de Periodismo Planeta 2007.

Claro que si de premios trata hay que empezar porque Gerardo, junto a un grupo de reporteros del diario The Miami Herald recibió en 1999 un Premio Pulitzer por la serie Dirty Votes, The Race for Miami Mayor; el Premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) en 2004 y un Premio EMMY en 2014 por su investigación sobre la vida del capo mexicano Joaquín Archivaldo ‘El Chapo’ Guzmán.

Gerardo, junto a Daniel Samper Pizano y Alberto Donadio, conformó la Unidad Investigativa del diario bogotano El Tiempo, que en la década de los 80 destapó más de un escándalo político y financiero, ante la mirada escrutadora de Hernando Santos.


Los periodistas y primos Alberto Donadio y Gerardo Reyes en un restaurante de Bucaramanga, momentos previos a este diálogo sobre el libro "Vuelo 495"./ Foto PVG


Este es el diálogo que sostuve con Gerardo Reyes el pasado 19 de marzo, en Bucaramanga, a donde vino invitado por la Asociación de Facultades de Comunicación (Afacom), para hablar de “Comunicación y Postconflicto”, poniendo a pensar a más de uno de los asistentes cuando expresó su temor a que así como un avión de la DEA vino en mayo de 2008 y se llevó extraditados a jefes paramilitares como Salvatore Mancuso y alias ‘Don Berna’, lo mismo pueda ocurrir cuando un juez estadounidense decida echarles mano a los comandantes de las FARC que estén acusados de narcotráfico.

“Los periodistas investigadores somos ante todo exhumadores; llegamos cuando los periodistas del día se han ido y reconstruimos la historia desde cero, y muchas veces son historias como ésta, que nadie quiere contar”, dice Reyes cuando le pregunto por qué razón habría que leer su libro editado por Grijalbo.

Y él mismo resume: “El vuelo 495 de Cubana de Aviación salió de Miami a Varadero el primero de noviembre de 1958 y nunca llegó a su destino en Cuba. A menos de dos meses del triunfo de la revolución, cinco jóvenes secuestraron el avión a nombre del 26 de Julio, el movimiento que lideraba el comandante guerrillero Fidel Castro. Llevaban armas, municiones y posiblemente dinero. Fue el primer acto de piratería aérea en la historia de Estados Unidos, con un agravante: la operación terminó en una tragedia en la que perdieron la vida más de la mitad de los pasajeros”.

Foto PVG.

Lo que hizo Gerardo fue entonces dedicarle largas jornadas a rescatar del baúl de los recuerdos estos hechos, localizar a sobrevivientes y testigos de excepción y descubrir documentos secretos inéditos  e incluso inverosímiles, como aquel en el que a pocos días de la victoria de ‘los barbudos’, el embajador estadounidense en la isla “le pregunta a su gobierno si el movimiento de Castro está penetrado por el comunismo o no, y admite lo siguiente: ‘Nuestra información es peligrosamente inconclusa’”. O ese otro en el que Raúl Castro amenaza con llevar al paredón a los autores del secuestro por la “estupidez no autorizada pero heroica”.

¿El “Vuelo 495” es la confirmación de que a Gerardo no se le olvidó hacer periodismo investigativo? “Al menos exhumatorio, sacar cosas que nadie recuerda, tratar de documentarlas y ampliarlas con testimonios e ir armando la historia”, manifiesta.

¿Pretende molestarle la vida al comandante Fidel Castro, quien a sus casi 89 años de edad no debe estar interesado en cazar nuevas peleas? (Sonríe) “No, contar una historia que a la gente se le olvidó y en una época que a mí me parece fascinante que es cuando Miami era castrista y Washington estaba enamorado de Fidel Castro. Porque si esta tragedia ocurre en otra época o se da a conocer como debiera haber sido divulgada, yo creo que hubiera descarrilado la Revolución Cubana. Por cosas menores que habían ocurrido antes, Estados Unidos incluso amenazó con invadir a Cuba, pero Estados Unidos le estaba apostando a Fidel”, afirma Reyes.

¿Fusilaron a los ‘piratas’ aéreos o la amenaza terminó en nada? “No, eso es un chiste, porque primero que todo ellos sabían y segundo, los dos secuestradores sobrevivientes vivieron en Cuba a sus anchas, tuvieron puestos oficiales, y celebraban fiestas y matrimonios con Raúl Castro, tenían un contacto social con él”, dice Gerardo, quien no espera una reacción destemplada del gobierno de La Habana, porque cree que “ellos ya dan eso como una historia sepultada en el pasado”.

Este periodista busca con “Vuelo 495”, “desnarcotizar un poco la crónica”, con un relato que “conjuga una serie de factores fascinantes como es una historia que nadie conoce, encontrar a uno de los secuestradores, revelar documentos secretos de Estados Unidos que nadie había leído… Todos los componentes para armar una historia interesante, sin ser novela en ninguna parte porque la historia se defiende y se cuenta sola”.

En cuanto al facsímil referido de la página 233, en el que el embajador no tiene certeza sobre los propósitos e intereses de los hermanos Castro -que suena a paradójico a esas alturas ‘del partido’-, Gerardo Reyes recuerda que Fidel va después a Naciones Unidas (ONU) y dice que regresará a La Habana  a combatir el comunismo. “Y todos lo aplaudieron y se tomaron fotos con él, pero él regresó fue a construir el socialismo”, subraya Reyes.

¿Tuvo dificultad para acceder a esos cables secretos o esta es la demostración de que cualquier periodista puede hallar ese tipo de pruebas? “Eso me lo enseñó Alberto Donadio: ir a mirar en los Archivos Nacionales de Estados Unidos. La gente piensa que los únicos archivos que se pueden ver son los de WikiLeaks, pero estos son WikiLeaks clasificados  y no robados, están ahí y casi nadie en América Latina los consulta”.

Finalmente, ¿qué interés puede despertar en Colombia este libro? “En Colombia hay muchos lectores a quienes les interesa la saga de los Castro, la historia de Cuba, las historias subterráneas de Miami, la clandestinidad, la política, el doble discurso de Washington frente a Cuba y en sí la historia dramática de los sobrevivientes y el secuestro; tiene de todo”, concluye Reyes Copello.


Gerardo Reyes (Cúcuta, 1958), espera que su libro "Vuelo 495" se convierta en un éxito en ventas en el Estado de la Florida y Colombia./ Foto PVG.

El primer párrafo de “Vuelo 495” dice: “Patricia vio por última vez a su padre desde el comedor de su casa mientras sacaba de su bolsita los dulces que había recogido esa noche de Halloween. Todavía tenía pintados los bigotes de gata cuando escuchó a su papá decir que pasaría unos minutos a saludar a su vecino Alfredo Costa, un piloto que vivía a pocas casas de la suya en el reparto habanero de Marianao. Eran como las nueve de la noche del 31 de octubre de 1958. Ruskin Medrano no se cambiaba por nadie en el mundo en su nueva posición de piloto de Cubana de Aviación, la legendaria aerolínea para la que había trabajado durante los últimos  diez años. De operador de la torre de control del aeropuerto Rancho Boyeros, en la capital,  pasó a copiloto y luego a piloto de DC-3. Ahora se estrenaba como comandante de los nuevos aviones  turbohélice Vickers Viscount de la serie 700, que habían sido adquiridos por la empresa en agosto del año anterior para cubrir la ruta La Habana-Miami-Varadero”.


Para el conocer el resto hay que comprar el libro, que se puede 'digerir' en una noche, al calor de un par de tazas de café o unos cuantos mojitos. 

lunes, 23 de marzo de 2015

La consagración del profesor Antonio Bohórquez Orduz

(Esta nota la publiqué en Vivir la UNAB, edición del lunes 23 de marzo de 2015)

“Pensante, silencioso y estudioso”. Con estas tres palabras es que el profesor Juan Omar Rivero Arango define a su colega de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), Antonio Bohórquez Orduz, quien -empleando términos deportivos- ‘la sacó del estadio’ al hacerse merecedor de la distinción Cum Laude que le otorgó la Universidad Externado de Colombia tras culminar con honores su Doctorado en Derecho.



Con su trabajo de grado, el profesor Bohórquez Orduz le rindió un homenaje a Fernando Hinestrosa Forero (1931-2012), magistrado de la Corte Suprema de Justicia y rector de la Universidad Externado de Colombia (Q.E.P.D.) 

Nacido en Barichara (Santander) el 7 de abril de 1954 en una familia de origen conservadora, Bohórquez Orduz dice que por su trabajo en la Rama Judicial jamás ha militado en ningún partido político, aunque “sí tengo un pensamiento bastante liberal, en el Derecho especialmente”.

De niño contempló la posibilidad de hacer la carrera sacerdotal, “pero ya con el paso de un par de años me di cuenta que eso no era para mí”, reconoce. Cuando concluyó el bachillerato técnico en el Tecnológico de Bucaramanga y merced a sus conocimientos de dibujo técnico, pensó en convertirse en ingeniero civil, pero pudo más su atracción por la historia, la sociología, la filosofía, la literatura y el buen manejo del español, por lo que consideró que también tenía vocación de abogado. “Me senté a sopesar las dos posibles vías para mi futuro y me decidí por el Derecho”, anota.

“¿Para qué más estudio? ¿Tantos años estudiando y quiere estudiar más?”, le dijo su padre, al oírle a su hijo que prefería ir a la universidad que aceptar un puesto de docente en Garagoa (Boyacá). “De manera que si yo hubiera aceptado ese cargo por allá estaría jubilado de profesor en algún pueblo”, manifiesta sonriendo.

“Siempre pensé en que nunca me iba a quedar con el bachillerato”, dice Bohórquez Orduz, quien no tuvo ningún pariente abogado, como para decir que de él recibió la influencia. Y escogió la UNAB, porque una amiga le contó cómo eran el ambiente y las características de la UNAB, y además le aceptaron las pruebas del Icfes, “que eran bastante buenas”, a cambio del examen de admisión que se acostumbraba en esa época.

También porque contaba con la facilidad de recibir clases de 6 a 8 am y de 6 a 10 de la noche. “Eso me llamó la atención porque yo tenía que pagarme mis propios estudios y pensé que podía trabajar al mismo tiempo”. Lo hizo como profesor en el colegio San Pedro, después marcando con un pantógrafo anillos y trofeos en una joyería, y luego vendiendo elementos de decoración y fachadas en una empresa.




Se recibió como abogado en la UNAB en 1982 e hizo su judicatura como juez civil municipal en Cimitarra (Santander). Al poco tiempo lo nombraron juez civil municipal en Barbosa (Santander), de allí pasó a ser juez civil de circuito en Socorro (Santander). “Estando allí (1989) y como consecuencia del primer concurso de méritos y de conocimientos para magistrados, fui designado magistrado del Tribunal Superior de Bucaramanga en la Sala Civil”, cargo en que ya superó los 25 años de permanencia.

Una vida dedicada a la Justicia, que le permite al profesor Antonio Bohórquez definir al Derecho como: “Un instrumento compuesto por muchas piezas, que debe servir para solucionar de manera correcta los conflictos humanos”.

Por eso cuando le pregunto por la frase del abogado Abelardo de la Espriella, según el cual: “La ética no tiene nada que ver con el Derecho”, reacciona con molestia y señala: “Está lamentablemente equivocado. El Derecho tiene una pretensión de corrección. Es decir, el derecho siempre busca decisiones correctas, y la única manera de ponderar posibles soluciones para saber si son correctas es mediante juicios de valor y para los juicios de valor necesitamos no solamente la ética, sino también todo lo que ha construido la humanidad alrededor de principios y de la moral incluso”.

Contratos Civiles y Comerciales (desde 1990), y Acciones Judiciales Ciudadanas (desde 1996), son las dos materias que ha dictado en la UNAB y que han hecho que cientos de abogados manifiesten que “sus clases jamás se olvidan”. Igualmente ha sido docente de posgrados en Comercial, Procesal Civil, Seguros, Penal y Derecho de Familia. Está a punto de finiquitar el diseño de la Maestría en Derecho, que la UNAB espera ofrecer en el año 2016.

Su legado primordial espera que sea “el amor por el conocimiento del Derecho. Yo siempre les digo que el Derecho es una obra humana genial, que está en construcción, que nunca acabará de ser elaborada y que ellos están llamados a participar en esa elaboración. De modo que espero ser aquel maestro que les da a los estudiantes las herramientas para superarme, porque les he insistido muchas veces que el alumno no puede superar al maestro, sino que debe superarlo, ya que de lo contrario la humanidad no progresa”.

¿Pero por qué si nadie lo obligaba decidió realizar un Doctorado en Derecho? ¿Y cuál fue el tema que llevó a los jurados -entre quienes estaban Édgar Cortés, Mauricio Renjifo, Juan Carlos Peláez, Carlos Alberto López Cadena y Aída Elia Fernández de los Campos- a laurear lo argumentado en las 630 páginas?

“Varias cosas me motivaban. Hace mucho tiempo hice una Especialización en Derecho Comercial aquí en la UNAB en convenio con el Externado. Después de eso se me dieron las oportunidades de hacer otras especializaciones, y algunos colegas míos tienen cinco, seis, siete… especializaciones, pero desde el primero momento decidí que sólo hacía una y el siguiente paso tenía que ser Maestría o Doctorado, pero el primero doctorado en Derecho apenas se instrumentó en Colombia hace 14 años.

“Dejé pasar algunos años y cuando fui al Externado a averiguar, me dijeron que un requisito era tener Maestría y eso me descorazonó porque no la tenía. Sin embargo, hablando con algunos directivos de esa universidad me dijeron que como profesor había publicado algunos libros y eso para ellos era muy importante. Entonces en cierto modo homologaron los tres libros que había escrito como equivalente a la Maestría y me admitieron en el Doctorado”.




El Doctorado es en Derecho ‘puro y duro’ y la investigación que llevó a cabo tiene un título extenso: “Principio de completitud de la ley escrita y creación judicial del Derecho en conflictos contractuales civiles”, una inquietud que Bohórquez Orduz tenía desde hacía rato, “porque me parecía que estos estudios de la Teoría del Derecho eran demasiado académicos y entonces yo quería hacer algo desde el punto de vista del juez y estudiando lo que hacemos los jueces. No lo que decimos que hacemos, sino lo que realmente hacemos. Y por eso mi tesis tiene mucho componente filosófico, de Teoría del Derecho, y mucho componente jurisprudencial, en donde muestro de qué manera la jurisprudencia contribuye a la construcción de esto que llamamos el Derecho actual”.

Entonces el profesor Bohórquez, Constitución Nacional en mano ahonda en el concepto: “La Revolución Francesa impuso para Francia y nosotros heredamos eso, la idea de que en el Código Napoleónico estaba contenido todo el Derecho. De tal suerte que los jueces, decía el Barón de Montesquieu, eran la boca de Ley, y lo único que tenían que hacer era mirar el Código y ahí encontraban todo. Así lo suponían y así se ha manejado el Derecho desde el siglo XIX hasta casi terminando el siglo XX, pero en el mundo empezaron a cambiar las cosas con la llamada Postmodernidad, que influyó necesariamente en el Derecho, con la aplicación de principios y valores en el Derecho Continental Europeo, principalmente en Alemania, y eso se vino hacia Colombia con la Constitución de 1991. Y muchos de nuestros juristas creen que el Artículo 230 impuso el principio de completitud del Derecho, porque dicen que el juez está sometido al imperio de la Ley. Eso dice la norma, entonces todo parecería indicar que para el Constituyente la ley escrita es suficiente y el juez está sometido al imperio de la Ley”.

Y aquí viene la carga de profundidad: “Pero es sólo apariencia, porque al mirar el Inciso 2, dice que los principios generales de Derecho, la equidad, la doctrina, la jurisprudencia, serán criterios auxiliares de la actividad judicial. O sea: señor juez, no es sólo la Ley. La misma norma le está diciendo que el sistema legal es incompleto, y a fuerza que es incompleto porque es una obra humana hecha a lo largo de tres siglos y naturalmente pues tiene contradicciones, incoherencias, vacíos y toda clase de problemas”, explica Bohórquez Orduz.

No es ‘darle palo’ a la Constitución Nacional, sino hacer valer los principios y valores contenidos en la Carta Magna “que es el producto no solamente de una Asamblea Constituyente en 1991, sino la recopilación de un diálogo histórico que traemos desde la época de la Independencia”, concluye.

domingo, 22 de marzo de 2015

"En la 'finca' de los Aguilar"


(Columna publicada en el periódico Vangurdia Liberal, de Bucaramanga, el domingo 22 de marzo de 2015)

Por Manolo Azuero Figueroa

Hay poderosos que usan el poder para servir al público, a ‘la gente’, y otros que lo usan para servirse; a sí mismos y a su rosca. El gobernador Richard Alfonso Aguilar Villa, aunque sea el “más popular de Colombia” y esté ‘bendecido’ por gran parte de la prensa local y por ‘distinguidos’ líderes empresariales, entra en el segundo grupo.

“De fiesta con la mejor compañía, mi Karina Aguilar Negrita, el ‘bro’ svelez8 y la cuñis Vanesita1321”, escribió Juan Camilo Vélez Arango en vísperas de Navidad, el pasado de 20 de diciembre, desde Twitter.

Karina Aguilar Negrita es Karina Aguilar Villa, la hermana del gobernador Richard Aguilar, otra hija del coronel (r). Vélez Arango, un ingeniero informático de 32 años, oriundo de Antioquia, es el novio de Karina al menos desde 2012, su prestatario (para la compra de un carro) y también su ‘socio’ en “IQ Fit”, un Centro de Acondicionamiento Físico que inauguraron en Ruitoque Country Club, con presencia del Gobernador.

Esta historia “familiar” podría pasar desapercibida, pero hace días Vélez Arango fue designado Secretario TIC de la Gobernación de Santander. Su ‘cuñado’, el Gobernador, lo nombró. La prensa cepilló la noticia y lo presentó como el experto ideal para la cartera de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Se refirieron a su experiencia en consultoras como Ernst & Young y Deloitte, y a las asesorías a diversas empresas desde allí, pero según su hoja de vida (de explicaciones difusas) en ninguna de esas dos firmas cuajó una carrera de más de un año. La verdad más reciente es que, además de dedicarse a la venta de productos de belleza y salud Nuskin, entre otras cosas, durante los últimos tres años, desde que Richard Aguilar ejerce de gobernador (2012), Vélez Arango ha sido un afortunado contratista de la gobernación: antes de asumir como Secretario, y en menos de 36 meses, alcanzó a firmar seis contratos que suman más de 300 millones de pesos para prestar sus servicios de ingeniero. Seis contratos con la entidad pública que dirige el hermano de su novia. Nepotismo rampante.

La noción de ética del Gobernador no impidió este abuso. Tampoco la del ahora secretario Vélez. En estas manos estamos, Santander.


lunes, 16 de marzo de 2015

Wake... ¿qué?

El wakebord es un deporte en el que sí se valen los 'trucos'. Y es que así le denominan sus practicantes a los saltos y maromas que realizan, mientras una lancha los lleva a alta velocidad tirados por una cuerda y parados en una tabla de fibra de vidrio, espuma y resina.


Me topé a una veintena de estos jóvenes y adultos en el lago que el Club Campestre tiene en la Mesa de los Santos (Santander), a pocos kilómetros de donde se halla uno de los nidos sísmicos más activos de este planeta.


Participaban en un encuentro llamado I Abierto Nacional de Wakeboard, que en la práctica corresponde a una mezcla de esquí, esquí acuático y snowboard (tabla sobre nieve).


Su origen está en Australia, remoto y despoblado país al que cientos de colombianos se han marchado soñando con encontrar un trabajo o estudiar.


No es como el atletismo, en el que lo más costoso son las zapatillas o el uniforme. El wakeboard requiere una tabla, que cuesta al menos un millón de pesos, más un chaleco de $250 mil, una cuerda de otros $250 mil, traje de baño, guantes y...


una lancha de miles de dólares, así como un lago en el que se puedan hacer recorridos de 400 metros de longitud.


Los jueces permiten una caída del deportista, porque al segundo chapuzón queda descalificado de manera fulminante, sin derecho a pataleo.


Quienes practican el wakeboard deben, además de hacer las rurinas en el agua para llevar a cabo sus 'trucos', mantenerse en forma acudiendo regularmente a un gimnasio.


Los jueces solamente se fijan en tres aspectos: ejecución, estilo e intensidad.


Claro que la técnica es fundamental, pero sin 'nervios de acero' este deporte no es apto para quienes el verbo nadar nos resulta tan desconocido como pronunciar en alemán Rindfleischetikettierungsüberwachungsaufgabenübertragungsgesetz, que en criollo santandereano significa: Ley para la transferencia de tareas de supervisión en el etiquetado de la carne vacuna. O decir sin titubear el nombre de la proteína conocida como: Exaquisquiliopentaquisquiliotetracosiohexacontapentagonalis.


Ellos emplean unas palabras en inglés para referirse a los saltos sobre la estela de agua que deja la lancha, pero es mejor no complicarse tratando de descifrar esa jerigonza (sin n antes de la g).


No importa que tan fría o caliente esté la superficie, pero los expertos recomiendan aguas calmas y le temen a las ráfagas de viento.


Pues ahí les dejo las fotografías de este deporte en el que algunos santandereanos se destacan, por ahora, a nivel nacional, porque ya medírsele a australianos, estadounidenses, indonesios, tailandeses, argentinos y peruanos, entre otros, mandan la parada.


Las pueden reenviar o reproducir, siempre y cuando me den el crédito (Pastor Virviescas Gómez), porque para tomarlas tuve que madrugar, luego asolearme y después soportar el caos vehicular entre la Mesa de los Santos y 'La pequeña Manhattan' que algunos creen ver en Bucaramanga.














lunes, 9 de marzo de 2015

Tango Sinfónico, una noche de bandoneón con nostalgia de Gardel

(Esta nota la publiqué en Vivir la UNAB del 9 de marzo de 2015)

No es cierto que hayan muerto Carlos Gardel, Aníbal Carmelo ‘Pichuco’ Troilo y el clásico Astor Pantaleón Piazzolla -calificado en su momento por los ortodoxos como el ‘asesino del tango’-.
Eso es lo que sienten sus seguidores y lo que percibieron en la noche del
pasado martes 3 de marzo los 850 asistentes que llenaron el Auditorio Mayor
‘Carlos Gómez Albarracín’ de la Universidad Autónoma de BUcaramanga (UNAB), donde durante una hora y 45 minutos
de Tango Sinfónico la nostalgia se apoderó de sus corazones.




Dirigida en esta ocasión por la maestra Silvia Restrepo, la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Bucaramanga
contó con dos invitados de excepción: la bandoneonista Carla Algeri y el
cantor Eduardo Horacio Pulis. Ella haciendo resoplar su instrumente fabricado en 1929 y él con sus tonadas de arrabal. Ambos argentinos de porte y sangre, y eso que dejaron en el camerino sus sombreros y el lunfardo (lenguaje) que identificó a la clase baja de la ciudad de Buenos Aires y que hoy es patrimonio cultural de los porteños.

No digamos que parecía Medellín, porque allí el tango se vive con pasión
abrumadora, pero sí que fue un espectáculo que sorprendió gratamente a
quienes hasta terminaron llevando el compás de “Por una cabeza”, esa
composición que hace rato entró por la puerta de la leyenda, bien en la pantalla grande o
en un boliche de la Calle Corrientes por donde deambularon los inmigrantes en el pasado y de turistas seducidos por la magia de una música que ellos llevan en la sangre y de la que se sienten orgullosos.



Carla Algeri cautivó al público interpretando un instrumento que
tradicionalmente está reservado a los hombres. Como es su costumbre, se entregó al máximo y con su voz romántica, su belleza, su pie izquierdo descalzo golpeando la tarima y su frenesí, arrancó suspiros y aplausos. Pulis, por su lado, hizo que varias
parejas se tomaran de la mano y que todos fueran “Uno” buscando llenos de esperanzas ‘el camino que los sueños prometieron a sus ansias”, y que tímidamente le acompañaran con aquello que sabiamente dice que esos besos borran la tristeza y calman la amargura. 



Parecía como si Algeri estuviera poseída por el espíritu de sus maestros, entre ellos Osvaldo Pugliese y Rodolfo Mederos; era como si el bandoneón que su padre le compró a Alejandro Barletta respirara agitadamente con sus fuelles y no parara de lamentarse; como si el instrumento cobrara vida y supiera que era el protagonista de la velada.




Mujer y bandoneón fundidos en un solo ser, como ella misma lo manifestó a Vivir la UNAB minutos antes en el camerino, mientras con los ojos cerrados repasaba por enésima vez “Adiós Nonino”, esa composición tan terriblemente triste con la que Piazzolla le rindió homenaje a la memoria de su padre y la cual es considerada la más magistral de sus obras.

Y es que el embrujo alcanzó tales dimensiones, que ni el intermedio de diez permitió que los asistentes huyeran, como suele suceder en esta capital hipnotizada por esa cosa que llaman vallenato de la nueva era, cuando no es reguetón o corridos prohibidos.



Faltaron la milanesa y el vino, pero ochocientas y tantas almas libaron el néctar de aquel “Volver” -de Alfredo Lepera-, y se embriagaron con “El día que me quieras” y, por supuesto, “Mi Buenos Aires querido”, también de la pluma de Lepera y la música del ‘Zorzal Criollo’ que un 24 de junio de 1935 le dio por marcharse de esta dimensión, dejando a quienes ochenta años después aún lo lloran desconsolodamente.

Por supuesto que faltó “La cumparsita”, como también “A media luz”, “Caminito” y “Adiós, Muchachos”, pero es sabido que no hay felicidad completa y que ‘cuesta abajo’ hay que arrastrar la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser’, aunque basta con que a flojos y ciegos nos comprendan ‘el valor que representa el coraje de querer’ y que en el mundo jamás cabría ‘toda la humilde alegría de nuestros pobres corazones’.




Este fue el regalo de la Facultad de Música de la UNAB y la Orquesta Sinfónica, habitualmente dirigida por Sergio Acevedo Gómez. Una semana después del concierto, por las ventanas del Auditorio Mayor que dan al barrio El Jardín, hay quienes dicen que siguen oyendo ecos de bandoneón y que esas sombras no son de los caracolíes, sino de Gardel, Troilo y Piazzolla que conversan alegremente, viendo el reflejo de la luna llena en el río de la Plata.


Manuel Alcántara: un intelectual de peso, sin blog ni tableta

(Esta nota la publiqué en Vivir la UNAB del 9 de marzo de 2015)

Manuel Alcántara Sáez jamás ha sido usuario del “Rincón del vago”, ni “Taringa”, ni “Yahoo Answers” o “Wikipedia”. Y no lo ha hecho, primero que todo por convicción, y segundo porque ama la lectura y sabe que por ese atajo no llegaría a ‘ningún Pereira’. Tampoco viste de saco y corbata, no lleva un séquito que le cargue sus documentos, interactúa descomplicadamente con ‘el resto de los mortales’ y cuando puede monta en bicicleta, sin el membrete de investigador.



No por accidente este politólogo y profesor de la Universidad de Salamanca así como de la Maestría en Ciencias Políticas de la UNAB y de la Universidad Georgetown (Estados Unidos), figuró en la lista de “Los 50 intelectuales iberoamericanos más influyentes en 2014” –elaborada por www.esglobal.org– en la que comparte ese honor con figuras de la talla del venezolano Moisés Naim, el colombo-español Miguel Ángel Bastenier, el peruano Mario Vargas Llosa, el mexicano Jorge Volpi, el nicaragüense Sergio Ramírez, la chilena Isabel Allende y el costarricense Óscar Arias.

“En estos tiempos de urgencias e inmediatez en los que la narración –el famoso storytelling– prevalece sobre el contenido, podría parecer que la tarea de pensar, y de contar lo que se ha pensado, ha quedado relegada como hábito del pasado. Y sin embargo, hoy las ideas son precisamente más necesarias que nunca”, manifiesta Esglobal, al tiempo que advierte que “los criterios para elaborar esta lista han sido muy sencillos: que sean personajes vivos y activos, que desempeñen al menos parte de su tarea en español o portugués y que tengan influencia en el entorno iberoamericano o internacional”.

Su independencia y su carácter firme lo llevan a afirmar con contundencia que “no estoy al servicio de nadie. Quien me paga es la Universidad de Salamanca y es la institución a la que me debo. Fuera de eso no tengo ningún otro patrón”.



Vivir la UNAB abordó a Alcántara Sáez (Madrid, 1952), autor de los libros “El Oficio del político” y “Sistemas políticos de América Latina”, entre otros; doctor en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, doctor honoris causa de la Universidad de San Martín (Argentina) y quien recibió de manos de la presidenta chilena Michelle Bachelet la Orden Bernardo O’Higgins.

Mientras intentaba tomarse un tinto de los de termo, Alcántara Sáez expresó que se siente satisfecho de ver a los nueve graduados de la primera cohorte de la Maestría en Ciencias Políticas de la UNAB y los felicitó porque sus trabajos de investigación “no son un mero ejercicio intelectual que supone la excelencia y un reconocimiento de lo que se ha aprendido, sino un aporte al conocimiento de la realidad política de Colombia, partiendo de un problema social y político candente al que han aportado una solución”.

“Me atrevo a asegurar que esta Maestría de la UNAB y las sucesivas cohortes van a dejar un sello indudable en esta ciudad y en el departamento de Santander, pero también en el país. Esta es mi apuesta, pero también la apuesta de la Universidad de Salamanca, la más iberoamericana de todas las universidades españolas –la que proporcionalmente tiene más estudiantes latinoamericanos en ese país–”, expresó.

La Ciencia Política es una disciplina reciente tanto a nivel internacional como colombiano –apenas hace cuatro años se creó la Asociación Colombiana de Ciencia Política–, y Alcántara Sáez animó a los graduados y a quienes han seguido sus pasos en esta Maestría en la Universidad Autónoma de Bucaramanga –que ya va por su tercera cohorte– para que hagan su aporte efectivo. También felicitó a la UNAB “por seguir confiando en este proyecto, que es un proyecto de calidad y absolutamente necesario para este departamento”.

¿Qué significa figurar en esa lista de los 50 intelectuales de más peso, que seguramente le caerá mal a algunos?
No me lo creo. Todavía tengo los pies en el suelo. Esto me ha servido porque ha dado la casualidad que he estado leyendo últimamente sobre intelectuales y política, ensayos muy distintos como algo que acaba de publicar César Antonio Molina en España sobre el papel de los intelectuales y entonces como que tengo fresco qué significa ser intelectual y a la vez tengo dudas sobre lo que significa ser intelectual en un mundo en el que los canales de difusión de las ideas son tan nuevos y se mueven a una velocidad tan vertiginosa. Hoy parecería que para ser intelectual, por ejemplo, y es algo que yo no tengo, hay que tener un blog o un espacio en una página web donde colgar las cosas, y yo eso no lo tengo. No porque no me interese, sino simplemente por descuido y porque estoy en otras cosas.

Dicho esto, la palabra intelectual para mí tiene un peso como muy grave. Yo cierro los ojos y puedo pensar en alguien que murió cuando yo era muy joven, como (José) Ortega y Gasset (autor de la frase: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”) o en alguien hoy que se llama Vargas Llosa. Podría pensar en ellos dos, que siendo personas muy distintas –el uno se mueve en el ámbito universitario y de la Filosofía, mientras que el otro se mueve más bien en el ámbito de la creación–, y por eso no me creo para nada cerca de ellos.

Mi tarea es más clásica, de docencia, de tener a finales del año cientos de estudiantes que han seguido mis cursos y que eventualmente leen lo que haya publicado en ese año, y que a la vez son cosas muy erráticas. Pongo por caso que los dos trabajos más recientes que he hecho son: uno sobre las elecciones en América Latina en los últimos tiempos, y otro sobre Neuropolítica. Son cosas que tienen muy poco que ver y que son las que presento en mis conferencias y en mis clases.

¿Para qué sirve un intelectual en una sociedad en la que el consumismo determina el futuro de miles de millones de personas, mientras que las ideas importan tan poco?
¡Ese es el drama! Pero la tarea intelectual y la función de intelectual como persona que probablemente le dedica un tiempo a pensar en temas que otros no tienen tiempo para pensar en  ellos o a lo mejor incluso no tienen capacidad o atributos para hacerlo, sigue siendo necesario. Creo que los intelectuales tienen la capacidad de enfadarnos y de provocarnos, y a su vez tienen la capacidad de hacernos pensar, aunque sólo sean cinco minutos. Esos cinco minutos que tenemos todos antes de que el sueño nos vence por la noche, en la que no están las tabletas, no está el Twitter, uno está desconectado de todo y al final se queda uno solo consigo mismo y a lo mejor esa idea, esa provocación, esa sugerencia de aquel intelectual pueda generar un pensamiento para la acción para el día siguiente.

¿Será que ser intelectual hoy en día es ser peligroso para el sistema?
No necesariamente, porque hay intelectuales muy acomodaticios, que digamos están perfectamente vinculados o situados en el establishment (la élite que ostenta el poder o la autoridad) y sea el establishment que sea, porque hoy se puede ser intelectual chavista o bolivariano e intelectual neoconservador o neoliberal, y se puede ser también intelectual católico de la rama del Papa Francisco o de los sectores más integristas de la Iglesia como el Opus Dei.

Esa visión del intelectual romántico, no vinculado al Romanticismo, sino ligado a una visión idealista del intelectual, que es el intelectual francés de mitad del siglo XX, por cierto que es un intelectual que el propio Raymond Aron (filósofo y sociólogo francés que decía que “no podemos juzgar a nuestros adversarios como si nuestra propia causa estuviera identificada con la verdad absoluta”) se encargó de eliminar. Aron no tenía nada que ver con (Jean-Paul) Sartre, que sería el epítome del intelectual al que me estoy refiriendo.

En esa lista de intelectuales brillantes el único colombiano que figura es el maestro catalán del periodismo, don Miguel Ángel Bastenier, quien recibió la nacionalidad colombiana en 2003. ¿Qué opina de esta escasez, así él represente tan alto a este país?
Es un déficit increíble en esa lista y que no haya un colombiano-colombiano me parece terrible. Pero también es un síntoma de que Colombia en algunos momentos ha estado muy fuera de los circuitos en general. Colombia a veces se ha ensimismado mucho en sus problemas y se ha dejado además vencer –por desgracia– por una ‘mala prensa’, en la que lo colombiano era sinónimo del narcotráfico y de la violencia, y cuando se marca eso en los medios y en las colectividades, pues al final hace que Colombia no cuente. Creo que eso se está cambiando por fortuna rápidamente, pero en cualquier sigo pensando que ese es un gran déficit de esa lista, y que esa lista no es buena precisamente porque no hay colombianos.

Miguel Ángel Bastenier es un hombre al que yo admiro y respeto muchísimo, con una trayectoria admirable en el periodismo, al que leo constantemente. Porque además es rara avis (ave extraña) que puede hablar perfectamente del Medio Oriente y de América Latina, pero también de (Vladímir) Putin (presidente de Rusia) o recordarnos qué supuso la guerra de Argelia para Francia. Es un hombre que tiene una visión de la historia y de la sociedad en términos complejos, y que él incorpora a todos sus análisis. Por otra parte, ese es un factor que todo intelectual tiene que tener: su capacidad de conectar temas distintos que para un lector del común se preguntaría qué tienen que ver, pero finalmente tienen que ver. Y eso Miguel Ángel lo hace muy bien.

De tanto venir a Colombia y a la UNAB, usted ya podría ser un colombiano más.
Me encantaría y tengo pedido a ver si me conceden la nacionalidad, pero no lo consigo.

¿Realmente cuenta Colombia para Europa o es un cuento que nos hemos creído?
En términos reales y cuando digo reales me estoy refiriendo por desgracia a la economía, por supuesto que cuenta. Basta ver los datos de los flujos económicos hacia uno y otro lado del Atlántico, las inversiones, el nivel de comercio, etcétera, pero sin embargo luego, en términos simbólicos, cuenta menos. O sea, cuenta menos que países que en una visión clásica como es mirar a un país por el tamaño de su población, pues son mucho más pequeños que Colombia y también menos relevantes que Colombia. Yo que doy clases sobre América Latina y que analizo los sistemas políticos, les pregunto a mis estudiantes que dejando de lado Brasil y México, por razones obvias de tamaño y población, cuál es el siguiente país de América Latina. La respuesta es clara: Colombia, y sin embargo nadie lo sabe. La mayoría dice que es Argentina e incluso otros llegan a decir Perú, Venezuela o incluso Chile. ¡Cosas insólitas! Y eso es una evidencia de que Colombia ha perdido mucho tiempo en algo que ha sido un desastre, como es toda esta época de la violencia, que ojalá se cierre ya de una vez.

Por fin parece que hay una luz al final del túnel con los diálogos en La Habana (Cuba). ¿Usted piensa que esto va por el camino que es o que también es una ilusión?
Ahí tendría que ser más especialista de lo poco que soy de Colombia para tener una opinión más formada. La historia me indica que este es un conflicto que uno puede enlazar por ejemplo desde 1948. Es el conflicto más largo en términos de continuidad, de intensidad y del desastre que ha generado para todo el país, entonces uno podría decir que si eso ha sido así porqué no va a poder seguir siendo así. Es como cuando estudiamos la Guerra de los Treinta Años (librada en Europa Central entre 1618 y 1648 y que dejó cuatro millones de muertos), pero luego la Guerra de los Cien Años (librada por Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453 y que dejó más de 110 mil muertos y heridos). Es decir, si alguna vez determinadas sociedades, en una determinada época, estuvieron en conflicto durante cien años, uno podría decir por qué no Colombia todavía treinta años más de conflicto. Ahora, hay factores nuevos para señalar que no debería ser así y para pensar que estamos en la recta final. En primer lugar el Estado colombiano, ya sé que son otras instituciones pero representado por la Presidencia de la República y por un grupo político muy importante, así en el Poder Legislativo pueda haber una oposición también importante a cómo se están haciendo las cosas. Pero en un país presidencialista como es Colombia, que la Presidencia de la República esté tirando sin ningún tipo de duda hacia abrir el proceso de paz, me parece que es obvio. También debería ser obvio, pero ahí conozco menos porque es un mundo mucho más opaco, que desde la perspectiva de la insurgencia sus posibilidades son minúsculas de alcanzar el poder o incluso de seguir manteniendo una posición semimarginal de control de cierto territorio. Primero porque la supuesta ambivalencia de la política de haber un bloque del socialismo real, que podría ser un referente para la guerrilla, eso ya no existe y ha dejado de existir hace veinte años. Los flujos y todo lo que supone el mundo oscuro del narcotráfico es igual, se ha trasladado y ahora lo están sufriendo dramáticamente los mexicanos. Parecería que ese es un tema, no digo que esté resuelto, pero diría que ya deja de echar combustible al conflicto y parecería que ya está agotado. El hecho de que también haya una implicación de Cuba, porque sigue teniendo una fuerza simbólica muy importante en América Latina y ser anfitriones, yo no creo que La Habana estuviera dispuesta a que su nombre se ligara a un fracaso. Cuba va a poner de su mano todo lo que sea para que el proceso sirva.


También hay un cambio generacional. Colombia cambió enormemente. Este no es el país que encontré cuando vine por primera vez a finales de los años ochenta. Lo veo por lo estudiantes colombianos que hoy tienen veintitantos años. Ahí hay un material humano que está presto a tomar el relevo de un nuevo escenario. Eso es lo que me hace ser optimista.