martes, 30 de julio de 2013

Ollantaytambo, piedra sobre piedra

No por casualidad en Ollantaytambo empieza el 'Camino del Inca' que conduce hasta la ciudadela sagrada de Machu Picchu.

La ciudad, fortaleza y observatorio astronómico de Ollantaytambo domina el Valle Sagrado de los Incas, que a su vez es surcado por el río Urubamba o Vilcanota.
Sus gigantescos y pulidos monolitos despiertan asombro entre quienes recorren sus terrazas y constatan la perfección con la que este pueblo (y no los extraterrestres, como algunos siguen creyendo) trasladó, labró y encajó cada una de estas rocas, que en algunos casos pesan dos, tres y hasta más toneladas. Los vestigios del Templo del Sol hablan con claridad de la obra que emprendieron los hijos de estas montañas sagradas, de donde siguen brotando manantiales cuyo origen se desconoce.
Se puede llegar tomando la carretera que de Cusco pasa por Pisaq o la otra variante que pasa por Chinchero (dos horas a lo sumo). En todo caso el paisaje escarpado, salpicado de nevados, lo mantiene a uno ocupado alimentando la imaginación y el espíritu, o tratando de lograr una fotografía 'exclusiva', porque este reino uno de los efectos inmediato que provoca en el forastero, es que no quiera dejar de disparar su cámara.


"Sí se puede", dicen los guías que constantemente suben los escalones y andenes de Ollantaytambo, tratando de estimular al turista que por la altura (más de 2.700 metros sobre el nivel del mar) opta por conformarse con lo visto desde el pueblo.
Pero el esfuerzo es recompensando con una vista espectacular del Valle y el encuentro cara a cara con las ruinas enclavadas en todas las montañas a su alrededor, y el rostro imponente y desafiante de quien parece ser un anciano (sabio por lo tanto) que vigila este lugar donde Manco Inca Yupanqui y sus valerosos hombres resistieron al invasor de a caballo que solo quería calmar su apetito voraz de oro y plata.
Ollantaytambo sigue siendo un punto de referencia para las poblaciones vecinas y para los miles de turistas que encuentran hostales y restaurantes a un cómodo precio. Vale la pena pasar aquí un par de noches tomando mate de coca y luego subirse al tren que lleva a Machu Picchu, la joya de los dioses.




Claro, si no puede vivir sin los centros comerciales y los programas de farándula, mejor quédese en casa.
(Texto y fotos Pastor Virviescas Gómez)

lunes, 29 de julio de 2013

Tributo a Pisaq (Cusco)

Decir Pisaq es como mezclar en la paleta de un pintor todos los colores posibles. Y es que esta población cusqueña es la puerta al Valle Sagrado de los Incas, y esas son palabras mayores.
El pasaje en colectivo no cuesta más del equivalente a 4.000 pesos colombianos. La estación está localizada a siete cuadras de la Plaza de Armas y cualquier lugareño amable (que sobran) puede indicar el camino.
Al enterarse de mi oficio de periodista, el conductor no se calla un minuto con sus relatos, preguntas y recomendaciones de dónde es que se consigue el mejor cuy o las claves para identificar la mejor chicha. Así que al cabo de 50 minutos de recorrido, puntos pendientes son los que quedan en la improvisada agenda, pero las montañas salpicadas de nieve, los vestigios de los Incas, las artesanías y la gracia de sus pobladores causan de inmediato hipnotismo.
Pisaq es un gigantesco mercado artesanal atiborrado de cerámicas, chullos (gorros tradicionales), pesebres, tapices, bolsos, joyas, indígenas que cargan a sus espaldas a su pequeño hijo, mientras dicen que es su primera venta y pregunta: ¿Cuánto ofrece?
Aunque aquí se practica el canje y hay que verlo para constatar que quedan lugares parcialmente inmunes al capitalismo salvaje, un sector de la plaza principal está copado por mujeres que a su lado extienden todas las variedades de maíz y papa que alguien se pueda imaginar. También están las que ofrecen uchuvas, tomates, quinua, fríjoles, papayas, piñas, y coca, hojas de coca con las que se prepara el mate imprescindible para que el mal de altura no cause estragos en los forasteros.


El recorrido puede durar media mañana o más, si se quiere, tomando fotografías y haciendo las pausas necesarias para pedir un vaso de chicha morada (sin alcohol) y comer choclo cocido acompañado de queso salado.
Las caras y los gestos de alegría, de paz con la vida, son de las cosas que más impactan. Y la seguridad, porque nadie está mirando de reojo la cámara o aplicándole una 'radiografía' al morral del turista-reportero.


Pero hay que seguir la marcha porque media docena de kilómetros arriba están las monumentales ruinas de Pisaq, los andenes donde los sabios incas experimentaron con microclimas en esta tierra bendecida por sus dioses. Terrazas que desafían la gravedad y dejan con la boca abierta a los expertos en la materia y a los no iniciados, quienes expresan todo tipo de teorías sobre los responsables de esta maravilla, así como los métodos que emplearon para construir sus terrazas, viviendas, bodegas, garitas, lugares de adoración y tumbas.
Aquí, como en Machu Picchu o en Sacsayhuamán, cada piedra encaja a la perfección en la siguiente y en la siguiente. Por aquí no pasaron los Nule ni los Moreno, así que se puede apreciar la magnitud de las obras y de lo que representó el Imperio Inca que sería devastado por los invasores que abusivamente en nombre de Cristo cometieron sus tropelías y sembraron la desolación.
Pisaq, construida con la forma de una perdiz y de allí su nombre, les va a encantar si se animan a explorar en el Perú un destino diferente.
Y si algo hace falta, ese es el río Vilcanota o Urubamba, que serpentea al compás de Paul Simon y la banda del mismo nombre con 'El cóndor pasa' y esas melodías vedadas para quienes no saben apreciar la infinita grandeza de la creación.

(Texto y fotos Pastor Virviescas Gómez)

viernes, 26 de julio de 2013

Emergencia musical (fotos)



Un parpadeo del cura que encabezaba la procesión, y estos músicos salieron corriendo al primer callejón que encontraron para aliviar sus vejigas a punto de explotar.  La 'bendita' costumbre de orinar en la calle. (Fotos Pastor Virviescas Gómez)
 
 

Jinetes (fotos)

 

 
Por la trocha que va de Briceño a Zipaquirá (Cundinamarca), se llega a Panaca Sabana. No es una cosa del otro mundo y de lo que sobresale está la prueba de agilidad de estos jinetes.
 
 

Cusco, el ombligo del mundo o la sucursal del paraíso

 
Han pasado 23 años de mi primer viaje al Perú. Ya no se vive bajo la zozobra de Sendero Luminoso ni de la crisis del Inti, en la que había que cambiar los dólares dos o tres veces al día, en la medida en que se necesitaran porque la devaluación era galopante. Recuerdo que el pasaje en avión de Lima a Cusco me costó 19 millones y medio de esa moneda que nos hacía sentir a los extranjeros como jugando Monopolio, mientras los peruanos se debatían en la crisis más angustiosa producto de las decisiones tomadas por el entonces presidente Alan García. Fue la única vez que me he sentido millonario, a sabiendas de que era una ilusión producto de un país arrastrado por una aguda crisis económica y en una espiral de violencia que parecía imparable.
 
 
Hoy, 23 años después, Perú es otro. Ha corrido mucha agua bajo los puentes y los cambios saltan a la vista. Se ve la pujanza de la economía y el reverdecer de la clase media es evidente, así no se pueda cantar victoria del todo.
 
 
 
De la análoga Canon A-1 y los cuatro rollos Fuji de 36 exposiciones de aquella ocasión, los cuales tuve que gastar con suma precaución pensando en los costos del revelado y copiado, ahora llevo dos memorias de 1.200 fotos cada una en la Nikon D-300S digital. Este es el álbum del recorrido por Cusco y sus alrededores. Un extenuante y enriquecedor viaje por el Imperio de los Incas, quienes desde hace cientos de años consideraban a esta ciudad como 'el ombligo del mundo', así haya quienes insistan en repetir que la Bucaramanga 'Competitiva y Global', la 'vallenata-ta-ta', sí es el epicentro de todas las tendencias, desarrollos y novedades de este planeta de multinacionales mineras intentando llevarse hasta el último gramo de riqueza, como hace 521 años lo hicieron los invasores españoles.
 
Les presento esta estampas del Cusco alucinante, colorido, ancestral... entre sorbos de chicha morada o cerveza cusqueña; el Perú del cuy, las habas, el maíz y la papa de mil y una variedades. Con su complemento mágico y espiritual de Machu Picchu, unas de las siete maravillas -estas sí reales- del mundo.