lunes, 26 de septiembre de 2016

Fotos de la marcha del 26-09 a favor de los Acuerdos Gobierno-Farc


En la tarde del lunes 26 de septiembre estudiantes, sindicalistas, empleados y ciudadanos en general marcharon en Bucaramanga para manifestar su respaldo a los Acuerdos alcanzados tras cuatro años de diálogo entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), para ponerle punto final a 52 años de conflicto armado interno que ha dejado más de 250 mi muertos. También para expresar que su voto será por el SÍ en el Plebiscito de este domingo 2 de octubre. 

Estas fueron las fotos que tomé antes de presenciar por televisión la ratificación de los Acuerdos en Cartagena por parte del presidente Juan Manuel Santos Calderón y Rodrigo Londoño, quien a nombre de las Farc les pidió perdón a todas las víctimas.



Marcharon desde la UIS por carrera 27 y luego tomaron la calle36 hasta la Plaza Cívica 'Luis Carlos Galán Sarmiento', en el centro de la capital santandereana.

No vi a los 'caciques' políticos de la comarca, que cuando se trata de buscar votos para ellos ahí sí se muestran. Tampoco me topé a dirigentes gremiales y 'cacaos' locales. Así es este país en el que repiten por doquier que "todos queremos la paz".  















miércoles, 21 de septiembre de 2016

Más allá de una fotografía o el reencuentro con Mónica Paola, una víctima de las minas antipersona en Colombia

Los protagonistas de esta historia son Mónica Paola Ardila y Gervasio Sánchez. Ella es una joven de 21 años, nacida en el pueblo de San Pablo (departamento de Bolívar, Colombia); él es un avezado periodista de 57 años oriundo de Córdoba (España).




Mónica Paola tenía ocho años de edad cuando esa mañana en que caminaba de su casa en el campo a la escuela, se desvió unos metros del camino para orinar y al ponerse de pie tropezó con una raíz en el potrero cubierto de rastrojo. Se fue de frente y accidentalmente activó una mina antipersona sembrada.




Su hermano y su padrastro, que iban adelante, escucharon los gritos desgarradores de Mónica Paola, quien por causa del estallido quedó ciega, perdió la mano derecha, un par de falanges de la izquierda y su cara marcada para siempre por la metralla.




A pesar de los esfuerzos de los médicos que la han atendido en todos estos años, Mónica Paola afronta una cruda realidad en la que la miseria cada día los acecha más en su hogar, un rancho de tablas en el que en la sala solamente hay una hamaca, un taburete desbaratado, una butaca para enanos, una silla de plástico con medio espaldar y un televisor que hace las veces de radio porque hace varias temporadas dejó de emitir imagen alguna.




Pobreza y desesperanza tan tenaces que cada día es idéntico al anterior. En esa oscuridad permanente, Mónica Paola se levanta en la mañana, se viste, desayuna café con pan o saltinas -si es que hay- y se acuesta en la hamaca a moverse de un lado para el otro y a ineractuar con WhatsApp o Facebook dependiendo de las monedas que tenga para la recarga.




 El calor bajo esas tejas de zinc es abrasador y cada diez minutos a lo sumo pasan los promotores de sorteos que a cambio de mil pesos (30 centavos de euro) prometen neveras, lavadoras, motos, mercados... Gritan con megáfonos como en cualquier paraje de Macondo, mientras sortean el lodazal que hay por doquier luego de una tormenta de sábado en la noche que más parecía el diluvio universal.




No hay timbre, ni ventanas, ni baldosines y menos cerámica, tampoco vajilla o mesa de comedor. La ducha es a punta de totuma en el lavadero que está situado en el 'patio'. Del gas solamente está la instalación y aunque hay una bombilla la luz que entra es porque la puerta está abierta.




La sorpresa que romperá la rutina de la casa y también de los vecinos curiosos es la llegada de Gervasio, un reportero que para decirlo resumidamente no se ha perdido guerra alguna, desde las de Centroamérica en los años ochenta, pasando por el genocidio tutsi en Ruanda y el cerco de Sarajevo, hasta los más recientes acontecimientos de ese torbellino de bombardeos y atentados que son hoy Afganistán e Irak.




La razón por la que Gervasio viajó desde Madrid a Bucaramanga, de la capital santandereana a Barrancabermeja dos horas en automóvil y de allí una hora y media en una lancha con motor hasta San Pablo, es el reencuentro con Mónica Paola, la joven que encarna el dolor de las víctimas de un conflicto de medio siglo que en los últimos veinticinco años ha cobrado la vida de 2.261 colombianos en 11.446 accidentes solo por concepto de estos asesinos silenciosos que son las minas antipersona y cuya fabricación no supera los diez mil pesos colombianos -tres euros-.




Mónica Paola es una de las personas que fueron escogidas por Gervasio para contar con sus fotografías las historias de carne y hueso recogidas en su proyecto "Vidas minadas", cuya exposición desde hace veinte años ha recorrido decenas de bibliotecas, salones y galerías contándole al mundo las heridas que dejan los conflictos.




Ella reconoce su voz y expresa su alegría. "¡Don Gerva!", le dice emocionada como en las otras ocasiones anteriores que el periodista la ha buscado para saber de su existencia.




Mónica Paola le cuenta que con su familia decidieron devolverse de Bucaramanga a San Pablo después de haber pasado por Bienestar Familiar y el Hogar Jesús de Nazareth, y que por eso habían perdido el contacto. Entonces Gervasio sigue pregúntandole cómo ha estado, qué pasó con el disco que grabó cuando estuvo en la capital santandereana y si ha continuado tejiendo manillas como la que él lleva en su mano derecha.




Los minutos pasan lentamente. Gervasio escucha con desconsuelo cuando Mónica Paola le dice un par de veces que no quiere vivir sino unos años más porque a 'esto' ya no le encuentra gracia.




Vuelve a pasar otro vendedor de rifas y al minuto uno de sueños. Bueno, en realidad ofrece almohadas, pero tantas frustraciones, tantas limitaciones, tanto desencanto y tanta miseria no permiten que ninguno de la cuadra se interese al menos por preguntar cuánto valen.




Gervasio utiliza su exposímetro y con paciencia infinita busca el mejor encuadre. Una... dos... tres fotos... No busca la exclusiva sino estar ahí, ser testigo de esta historia de vida, como lo ha hecho con otras víctimas de minas antipersona. Bosnios, camboyanos, angoleños, mozambiqueños, kurdos, guatemaltecos a quienes ha ayudado haciendo visible sus casos para que haya justicia y se repare a personas como Mónica Paola que nada tenían que ver con la guerra y que sin embargo sufrieron sus aterradoras consecuencias.




Después la invita junto a su madre a que vayan hasta la casa de la abuela, a cuatro calles de allí. Dialogan por el camino. Le toma más fotos. Se saludan con la anciana, a quien ella considera la persona que más cariño le ha brindado.




'Don Gerva' le anima a seguir cantando. Mónica Paola le pregunta qué música es la que oyen en España. Y mientras él toma su celular y busca en Youtube una interpretación del cantaor flamenco Camarón de la Isla, le cuenta que su hijo adolescente tiene un grupo de rock en la ciudad de Zaragoza, que ya tiene un disco y que canta en inglés.




Mónica Paola lleva el ritmo con su pie derecho. Sonríe dichosa. Le pide otra y otra y otra canción. Es un domingo diferente. Algo tan elemental para un muchacho en la ciudad pero tan extraordinario en este rincón de Colombia que le hace olvidarse por un momento de sus penas.




Viene la despedida de la abuela porque aprovechando que salió el sol, el propósito siguiente es ir hasta el lugar en la montaña donde Mónica Paola activó accidentalmente la mina hace trece años. Se buscan tres mototaxis que por diez mil pesos cada uno los lleven hasta el lugar y esperen unos cuantos minutos.




Los conductores son reacios a hablar. Cada rato miran por sus espejos retrovisores preguntándose quiénes son sus pasajeros y qué están buscando. Hasta que al cabo de quince minutos de veloz recorrido que más bien parece una prueba de cross a bordo de unas destartaladas motocicletas, aparece el sitio. Ya no está el rastrojo. Ahora pasta ganado cebú y hay una cerca con energía eléctrica o eso al menos es lo que parece porque ninguno se atreve a dar un paso más allá.








Mónica Paola recuerda el momento aquel y se queda pensativa. Gervasio le hace un par de fotos y luego la abraza con afecto. Es un minuto de silencio infinito.




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De regreso a casa, Gervasio le promete que averiguará con el abogado en Bucaramanga en qué va el proceso. Tal como lo haría al día siguiente a la espera de buenas noticias en lo que al fin de cuentas debe ser la reparación por los daños físicos y psicológicos que la mina antipersona sembrada por la guerrilla, los paramilitares o la propia Fuerza Pública -jamás se sabrá- le causó a Mónica Paola.













Se acaba el tiempo. Hay que ir al muelle a buscar una lancha hasta Barrancabermeja. Con dificultad por los cuarenta y dos grados de temperatura, Gervasio se pone el chaleco salvavidas e intenta acomodarse. Entretendrá a su estómago con un paquete de patacones saturados de aceite reciclado y a su mente -si es que lo logra- con la lectura de "El olvido que seremos", del escritor antioqueño Héctor Abad Faciolince. Lo lleva en su mochila junto a un impermeable, un cepillo de dientes, dos estuches de cinco rollos fotográficos, tres libretas, una muda de ropa y un pasaporte repleto de sellos, de dolores y de anhelos. 




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Esta nota está dedicada a Choco, su esposa, y Diego, su hijo, quienes generosamente apoyan a Gervasio, permitiéndole permanecer tantos días por fuera de España haciendo el oficio que le demanda las veinticuatro horas del día: el Periodismo.

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Gervasio Sánchez fue uno de los invitados a la Feria del Libro Ulibro 2016 de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB). Trabaja para el diario El Heraldo, de Aragón, y ha recibido múltiples galardones y reconocimientos por su profesionalismo a toda prueba, entre ellos el Premio de Periodismo Rey de España 2009 y el Premio Ortega y Gasset 2008 en cuya ceremonia pronunció estas palabras:

  "Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.

Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi. Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte".
   

lunes, 12 de septiembre de 2016

'Yoss', un cubano-extraterrestre

(Esta nota la publiqué en la edición 451 de Vivir la UNAB, en circulación desde el 12 de septiembre de 2016)


De haberse topado a ‘Yoss’ en Ulibro, Maxwell Smart –el archiconocido Superagente 86– estaría hoy caminando como un zombi por la carpa vacía de la Plazoleta de los Fundadores de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB). Y es que con su pinta de botas negras intergalácticas con punta de acero, pantalón caqui camuflado, correa con hebilla de calavera, camiseta con seres de ultratumba, manillas de taches, vincha, pelo largo y un anillo en su mano derecha como el de El Fantasma, José Miguel Sánchez Gómez se parece más a un personaje venido de otro planeta que al biólogo graduado en la Universidad de La Habana y que es ensayista, crítico y narrador de ciencia ficción y fantasía heroica.



Empero, ‘Yoss’ (La Habana, 1969) oficialmente formó parte de la delegación de Cuba como País Invitado a la Feria del Libro Ulibro 2016 (celebrada del 22 al 27 de agosto) y entre idas y venidas a algunos de sus mundos imaginarios, habló de cómo es la vida en la isla para un cantante de rock que se atreve a lanzar críticas contra el férreo sistema de los hermanos Raúl y Fidel Castro Ruz, pero que a la vez reconoce las ventajas que en educación y salud les ha traído la Revolución.

‘Yoss’ tiene la certeza de que con la demócrada Hillary Clinton o el republicano Donald Trump como sucesores de Barack Obama, el embargo impuesto en octubre de 1960 por Estados Unidos contra Cuba de todos modos caerá dentro de pocos años. Con su innegable acento, varios tatuajes en el cuerpo y 16 premios nacionales e internacionales, jura que no está disparatado, que tampoco le lavaron el cerebro para hacer propaganda de los cambios que se han dado recientemente en su país y que mucho menos piensa parapetarse en la UNAB con el propósito de pedir asilo.

“Estamos viviendo un momento que no pensamos que fuera a llegar nunca. Que en La Habana hubiera una embajada norteamericana, que Cuba tuviera una embajada en Washington, es algo que por muchos años pareció imposible. Lo más difícil en un viaje es siempre dar el primer paso y a partir de ahí casi que uno se puede dejar llevar por inercia. No es que no se vaya a encontrar obstáculos en el camino ni que vaya a ser un lecho de rosas, pero cabe ser optimista. El Bloqueo es un fósil político y como tal desaparecerá, porque los fósiles están llamados a ir a los museos”, manifiesta.

Cuando le indago si tendrá líos a su regreso por ponerse a hablar de temas espinosos, ‘Yoss’ subraya: “No, no habrá ningún problema, y creo que el Gobierno ha aprendido a reconocer que la gente que dice la verdad, que critica de una manera constructiva la gestión del Gobierno, son mucho más útiles que los que dicen ‘todo es perfecto’ y ‘yo haré todo lo que me digan’”.    



Contrariando la consigna de que las armas son una vía válida para tomarse el poder, ‘Yoss’ afirma que la lucha insurgente ya no tiene vigencia y aplaude los acuerdos para el cese el fuego y la dejación de armas que el Gobierno colombiano y las Farc han alcanzado en Cuba.

Pero lo suyo no es la política, así que sonriendo de oreja a oreja y con un lapicero que ha sacado de uno de los seis estuches que lleva en cintura –en los que hay desde una cuchara hasta un destartalado celular–, este habitante del señorial barrio El Vedado me firma un ejemplar de su novela “Condonautas”, en la que narra: “El año pasado me tocó Contactar con los monstruos balenópteros de Kigrai, o Alfa de Ofiuco, según la vieja cartografía astronómica terrestre. Ellos también usan biotecnología, pero cada individuo puede llegar a medir hasta medio kilómetro de largo (las hembras un poco menos), para más INRI, con unos genitales a escala. Fue un asunto duro y trabajoso ese Contacto; desde aquel día tengo una idea aproximada de cómo debe sentirse un espermatozoide en la vagina…”.

Minutos después, y antes de entrar a la tertulia vallenata de Daniel Samper Pizano, ‘Yoss’ se dibuja como el capitán al mando de un barco cargado de irreverencia y optimismo, con una pequeña lancha atada en la popa y repleta de curiosidad. Y aunque los hay de otras galaxias, no es cotidiano observar este tipo de extraterrestres en un vecindario como este donde la pinta muchas veces es lo que más se tiene en cuenta.



Tantos años sin Internet han llevado a ‘Yoss’ y sus colegas escritores a desarrollar el cerebro. Su presagio del fin del mundo, nada descabellado, es que “lo mejor que pudiera ser es que cuando este planeta se destruya y cuando el Sol explote como una supernova, nosotros no estemos aquí  y que nos hayamos logrado poner de acuerdo unos con otros a nivel suficiente como para haber emigrado a otros planetas y quizás en ese momento ya la humanidad no permanezca confinada a este solo mundo. El padre de la cosmonáutica soviética, Konstantín Tsiolkovski, dijo que la Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede permanecer siempre en la cuna. Tenemos que dispersarnos por todo el Universo”.


Enemil veces lo han tildado de loco, pero ‘Yoss’ supone que el derecho a la locura es una parte muy importante de la libertad. Lleva veinte años saliendo y entrando de la isla, “y mientras viajo fuera de Cuba más estoy seguro de que no quiero nunca vivir en otro país. Por eso trato de decir lo que pienso y mejorar mi país”. Una Cuba que, en sus palabras, es “una fiesta bajo el sol, una carcajada llena de sudor, baile, cultura, hospitalidad y algo que nos cuesta definir pero que no encontramos en ninguna otra parte del mundo”.

Es el 'Yoss' que cada día, hacia las cinco de la tarde para más señas, trota por el malecón habanero porque quiere mantenerse en forma o a lo mejor debido a que le sigue los pasos a un insectoide que ha escapado de sus páginas y que se puede colar en uno de los cruceros cargados de gringos que ya empiezan a llegar producto de la distensión que se respira entre Washington y La Habana.      


jueves, 1 de septiembre de 2016

Aquiles Arrieta, un magistrado bacán

(Esta nota la publiqué en Vivir la UNAB en el mes de noviembre de 2012 y la rescato a raíz de su designación como magistrado de la Corte Constitucional en reemplazo de Jorge Pretelt)
Por Pastor Virviescas Gómez

Aquiles Arrieta está acostumbrado a que en esa rancia y acartonada sociedad bogotana le anden preguntando: ¿Qué se le ofrece al señor? Y a él eso le importa cinco centavos o un poco menos.

Quienes lo conocen en el edificio de la Corte Constitucional (calle 12 con carrera Séptima) saben que se trata de uno de los magistrados auxiliares más ‘pilosos’, y tienen suficientemente claro que en su caso -como en otros muchos-, la pinta es lo de menos.
Este abogado y filósofo de la Universidad de los Andes, fue uno de los conferencistas invitados a los 40 años de la Facultad de Derecho de la UNAB. Vino a hablar de “El problema jurídico para la enseñanza del Derecho” y Vivir la UNAB aprovechó para abordarlo.
Cuando Aquiles no está metido de lleno en la Corte -donde empezó como practicante en el año 2001-, se le puede localizar en la Facultad de Derecho de Los Andes dictando clase y sirviendo de ejemplo a quienes aman esta profesión y quieren salir adelante. Tiene 39 años de edad y, si la legislación no cambia, le faltan 21 años para pensionarse, asunto que por ahora tampoco le preocupa de a mucho.
“Todos los policías me conocen y el capitán que maneja la seguridad de la Corte me tiene muchísimo cariño. En parte porque no está la parafernalia del doctor tan marcada”, dice.
Con una sonrisa de muchacho travieso, Aquiles recuerda aquella mañana que salió de bluyín y pelo largo y su mamá le indagó para dónde iba. “Voy a pedir puesto en la Corte Constitucional”, le respondió. “Cómo se le ocurre ir así”, le dijo ella. “Porque a la persona que le voy a pedir empleo, si piensa realmente lo que escribe, no le va a importar”. Y al magistrado Carlos Gaviria, que ya había escrito algunas sentencias protegiendo esas libertades, no le importaron los huecos en el pantalón de Aquiles sino lo que llevaba en su cerebro de abogado y sus ganas de hacer las cosas más que bien.
Enemigo de la ‘doctoritis’ que se respira tanto en los altos tribunales como en las aulas, Aquiles afirma: “El Derecho pareciera depender de estas formalidades y jerarquías, poniendo estas distancias que han sido útiles para trancar preguntas de estudiantes inquietos que hubieran puesto en aprietos a la teoría o al profesor”. Él más que nadie sabe lo provechoso que le ha resultado romper tanto formalismos, como también lo testifica su colega, el exmagistrado y conjuez Rodrigo Uprimny Yepes.
Arrieta ve con curiosidad que muchos estudiantes de Derecho desde primer semestre estén más preocupados por qué vestido se compran, que de estudiar la Constitución Nacional. “Claro que eso es mucho de lo que transmiten los abogados y profesores. Digamos que los ingenieros de sistemas están más acostumbrados a que pueda alguien llegar con pinta de loco pero el man es genio, porque lo que importa es lo que tiene en su cabeza”, señala.
Obvio que a Aquiles la corbata no le provoca alergia y se la pone cuando no tiene escapatoria, “pero cuando algún estudiante me dice ‘Doctor’, yo le digo ‘Enfermero’… y le explico que pensé que era un juego”.
Los estudiantes deben dejar a un lado tanta etiqueta y confiar más en el conocimiento, en las ideas y en los argumentos, aconseja.
Su labor como docente, reconoce, le ha permitido comprender muchos de los límites del Derecho y cómo éste se enmarca en una serie de situaciones sociales, políticas y económicas más amplias, donde el Derecho es una arista, no es lo único. “Si el abogado está encerrado únicamente en sus conceptos y no tiene posibilidad de comunicarse, tendrá dificultades”, asevera.
Arrieta desconfía por igual de aquellos profesores que jamás han litigado o ni siquiera han acompañado un caso, como de los que “están en la práctica y llegan a la clase solamente a contar cuáles son sus casos”. Un desastre en ambas situaciones y que obligado a escoger, Aquiles se queda con el docente que solo está en la Academia. “Un abogado exitoso puede no ser un buen profesor y si lo es se debe a que le ha metido la muela a la Academia”, acota.
Podría estar ‘forrado’ en plata defendiendo corruptos y narcotraficantes, pero le viene a su mente el día que una amiga le consiguió trabajo en el flamante bufete de su papá y le respondió que lo hacía si a cambio le pagaban 50 millones de pesos mensuales. “Si alguien me quiere encerrar a mis veinticinco años en una oficina, a trabajar como loco y con el propósito de ‘tapar’ de plata a otros; no, muchas gracias”. Y entonces Aquiles prefirió destinar su plusvalía a las personas más débiles de la sociedad.
A esa decisión ayudó el momento en el que estudió esta carrera, porque coincidió con la Constitución de 1991 y apareció la figura de la tutela -por ejemplo-, que “no castiga al malo, sino defiende al bueno y no genera estos problemas de rabias y odios si yo le meto una denuncia penal a alguien”.
“Cuando en 1992 empezaron a salir los fallos de la Corte Constitucional varios amigos nos empezamos a ir en vacaciones a leer estas sentencias, de ‘culiprontos’, porque veíamos que lo justo debería ser que protegieran a este humilde y nunca pasaba, pero de pronto esta Corte empieza a decir lo que uno cree que debería ocurrir”. Así fue como Aquiles Arrieta se ‘enchufó’ para siempre con el Derecho, consciente de que es el oficio que le dará de comer, pero también que no es vana la esperanza de cambiar la realidad de ese país llamado Colombia, o al menos intentarlo.
Quizás por esos motivos Arrieta forma parte de esa generación de muchachos comprometidos -junto a Diego López, César Rodríguez y Óscar Guardiola, por citar algunos nombres- que levantaron las banderas de la Séptima Papeleta que fructificó en la Asamblea Constituyente.
“En un país que tiene estas inequidades, no creo que uno sea culpable de ello, pero uno sí es responsable de sus actos y qué hace frente a eso. Así que quienes tenemos medios de poder ayudar, podemos ayudar y sobre todo dar la posibilidad de crear herramientas para que otras personas puedan hacer sus luchas. Muchas veces el trabajo de escribir una sentencia la gran utilidad que tiene es que uno le está dando herramientas de combate para defender sus derechos a muchas personas, y es un trabajo conjunto en el que uno puede aportar unos granitos de arena y unos ladrillos para la construcción de una mejor sociedad”, reflexiona.
Su aliciente, el combustible que lo hace mover con tal compromiso, es la posibilidad de realizar bien su trabajo y que este tenga un impacto favorable en otros compatriotas.
Soportado en ese kilometraje que ha acumulado, Aquiles se atreve a decirles a los estudiantes de la UNAB: “La mejor herramienta para enfrentar no solamente el Derecho sino cualquier área, es el rigor, el estudio y ser juiciosos. La gente que logra ser un buen abogado es orque usualmente lo que le pusieron obligatorio a leer, fue lo mínimo que leyó, pero siempre sus lecturas fueron más allá de eso. Y para lograr eso lo mejor es buscar un campo en el cual a uno realmente le guste lo que está haciendo. Si eso no pasa, es muy probable que no vaya a ser bueno en su área y que vaya a sentir frustración. El motor más grande es elegir un campo en el que uno se motive, que le preocupe y que le interese. La curiosidad es lo mejor”.
Pero ahí no se detiene: “Incluyéndome a mí, las respuestas que los profesores damos son las respuestas para el mundo que vivimos, pero los abogados que se están formando hoy son abogados que van a tener que enfrentar un mundo muy distinto, y cuando pasen veinte o treinta años van a estar en las posiciones donde podrán tomar decisiones importantes”.
En su opinión, los estudiantes de hoy deben tener la consciencia de que lo que están recibiendo son las soluciones para un mundo que no les va a tocar vivir y que es probable que lo están aprendiendo se esfume, pero fueron modelos de cómo enfrentar unos problemas muy complejos y que les van a servir para que puedan construir sus propias respuestas. Y claro, enfatiza, hay que ser creativos. “Es muy importante que no se mate la creatividad, porque esa es la única forma de poder construir soluciones nuevas”.
De ñapa, deja otra consideración: “En el campo del Derecho que a uno le guste, tiene que nutrirse de todo el conocimiento no jurídico que estructure ese campo y su vez determinar cuáles son las soluciones que a ese tema se dan en otros contextos jurídicos. Así que si por ejemplo es un abogado dedicado a los temas de salud, entonces se tiene que volver prácticamente un médico”.
“Cuando uno compara soluciones eso le ayuda a relativizar un poco esa visión que tiene de que es lo absoluto y la verdad revelada, y le estimula la creatividad”, finaliza.