lunes, 23 de marzo de 2015

La consagración del profesor Antonio Bohórquez Orduz

(Esta nota la publiqué en Vivir la UNAB, edición del lunes 23 de marzo de 2015)

“Pensante, silencioso y estudioso”. Con estas tres palabras es que el profesor Juan Omar Rivero Arango define a su colega de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), Antonio Bohórquez Orduz, quien -empleando términos deportivos- ‘la sacó del estadio’ al hacerse merecedor de la distinción Cum Laude que le otorgó la Universidad Externado de Colombia tras culminar con honores su Doctorado en Derecho.



Con su trabajo de grado, el profesor Bohórquez Orduz le rindió un homenaje a Fernando Hinestrosa Forero (1931-2012), magistrado de la Corte Suprema de Justicia y rector de la Universidad Externado de Colombia (Q.E.P.D.) 

Nacido en Barichara (Santander) el 7 de abril de 1954 en una familia de origen conservadora, Bohórquez Orduz dice que por su trabajo en la Rama Judicial jamás ha militado en ningún partido político, aunque “sí tengo un pensamiento bastante liberal, en el Derecho especialmente”.

De niño contempló la posibilidad de hacer la carrera sacerdotal, “pero ya con el paso de un par de años me di cuenta que eso no era para mí”, reconoce. Cuando concluyó el bachillerato técnico en el Tecnológico de Bucaramanga y merced a sus conocimientos de dibujo técnico, pensó en convertirse en ingeniero civil, pero pudo más su atracción por la historia, la sociología, la filosofía, la literatura y el buen manejo del español, por lo que consideró que también tenía vocación de abogado. “Me senté a sopesar las dos posibles vías para mi futuro y me decidí por el Derecho”, anota.

“¿Para qué más estudio? ¿Tantos años estudiando y quiere estudiar más?”, le dijo su padre, al oírle a su hijo que prefería ir a la universidad que aceptar un puesto de docente en Garagoa (Boyacá). “De manera que si yo hubiera aceptado ese cargo por allá estaría jubilado de profesor en algún pueblo”, manifiesta sonriendo.

“Siempre pensé en que nunca me iba a quedar con el bachillerato”, dice Bohórquez Orduz, quien no tuvo ningún pariente abogado, como para decir que de él recibió la influencia. Y escogió la UNAB, porque una amiga le contó cómo eran el ambiente y las características de la UNAB, y además le aceptaron las pruebas del Icfes, “que eran bastante buenas”, a cambio del examen de admisión que se acostumbraba en esa época.

También porque contaba con la facilidad de recibir clases de 6 a 8 am y de 6 a 10 de la noche. “Eso me llamó la atención porque yo tenía que pagarme mis propios estudios y pensé que podía trabajar al mismo tiempo”. Lo hizo como profesor en el colegio San Pedro, después marcando con un pantógrafo anillos y trofeos en una joyería, y luego vendiendo elementos de decoración y fachadas en una empresa.




Se recibió como abogado en la UNAB en 1982 e hizo su judicatura como juez civil municipal en Cimitarra (Santander). Al poco tiempo lo nombraron juez civil municipal en Barbosa (Santander), de allí pasó a ser juez civil de circuito en Socorro (Santander). “Estando allí (1989) y como consecuencia del primer concurso de méritos y de conocimientos para magistrados, fui designado magistrado del Tribunal Superior de Bucaramanga en la Sala Civil”, cargo en que ya superó los 25 años de permanencia.

Una vida dedicada a la Justicia, que le permite al profesor Antonio Bohórquez definir al Derecho como: “Un instrumento compuesto por muchas piezas, que debe servir para solucionar de manera correcta los conflictos humanos”.

Por eso cuando le pregunto por la frase del abogado Abelardo de la Espriella, según el cual: “La ética no tiene nada que ver con el Derecho”, reacciona con molestia y señala: “Está lamentablemente equivocado. El Derecho tiene una pretensión de corrección. Es decir, el derecho siempre busca decisiones correctas, y la única manera de ponderar posibles soluciones para saber si son correctas es mediante juicios de valor y para los juicios de valor necesitamos no solamente la ética, sino también todo lo que ha construido la humanidad alrededor de principios y de la moral incluso”.

Contratos Civiles y Comerciales (desde 1990), y Acciones Judiciales Ciudadanas (desde 1996), son las dos materias que ha dictado en la UNAB y que han hecho que cientos de abogados manifiesten que “sus clases jamás se olvidan”. Igualmente ha sido docente de posgrados en Comercial, Procesal Civil, Seguros, Penal y Derecho de Familia. Está a punto de finiquitar el diseño de la Maestría en Derecho, que la UNAB espera ofrecer en el año 2016.

Su legado primordial espera que sea “el amor por el conocimiento del Derecho. Yo siempre les digo que el Derecho es una obra humana genial, que está en construcción, que nunca acabará de ser elaborada y que ellos están llamados a participar en esa elaboración. De modo que espero ser aquel maestro que les da a los estudiantes las herramientas para superarme, porque les he insistido muchas veces que el alumno no puede superar al maestro, sino que debe superarlo, ya que de lo contrario la humanidad no progresa”.

¿Pero por qué si nadie lo obligaba decidió realizar un Doctorado en Derecho? ¿Y cuál fue el tema que llevó a los jurados -entre quienes estaban Édgar Cortés, Mauricio Renjifo, Juan Carlos Peláez, Carlos Alberto López Cadena y Aída Elia Fernández de los Campos- a laurear lo argumentado en las 630 páginas?

“Varias cosas me motivaban. Hace mucho tiempo hice una Especialización en Derecho Comercial aquí en la UNAB en convenio con el Externado. Después de eso se me dieron las oportunidades de hacer otras especializaciones, y algunos colegas míos tienen cinco, seis, siete… especializaciones, pero desde el primero momento decidí que sólo hacía una y el siguiente paso tenía que ser Maestría o Doctorado, pero el primero doctorado en Derecho apenas se instrumentó en Colombia hace 14 años.

“Dejé pasar algunos años y cuando fui al Externado a averiguar, me dijeron que un requisito era tener Maestría y eso me descorazonó porque no la tenía. Sin embargo, hablando con algunos directivos de esa universidad me dijeron que como profesor había publicado algunos libros y eso para ellos era muy importante. Entonces en cierto modo homologaron los tres libros que había escrito como equivalente a la Maestría y me admitieron en el Doctorado”.




El Doctorado es en Derecho ‘puro y duro’ y la investigación que llevó a cabo tiene un título extenso: “Principio de completitud de la ley escrita y creación judicial del Derecho en conflictos contractuales civiles”, una inquietud que Bohórquez Orduz tenía desde hacía rato, “porque me parecía que estos estudios de la Teoría del Derecho eran demasiado académicos y entonces yo quería hacer algo desde el punto de vista del juez y estudiando lo que hacemos los jueces. No lo que decimos que hacemos, sino lo que realmente hacemos. Y por eso mi tesis tiene mucho componente filosófico, de Teoría del Derecho, y mucho componente jurisprudencial, en donde muestro de qué manera la jurisprudencia contribuye a la construcción de esto que llamamos el Derecho actual”.

Entonces el profesor Bohórquez, Constitución Nacional en mano ahonda en el concepto: “La Revolución Francesa impuso para Francia y nosotros heredamos eso, la idea de que en el Código Napoleónico estaba contenido todo el Derecho. De tal suerte que los jueces, decía el Barón de Montesquieu, eran la boca de Ley, y lo único que tenían que hacer era mirar el Código y ahí encontraban todo. Así lo suponían y así se ha manejado el Derecho desde el siglo XIX hasta casi terminando el siglo XX, pero en el mundo empezaron a cambiar las cosas con la llamada Postmodernidad, que influyó necesariamente en el Derecho, con la aplicación de principios y valores en el Derecho Continental Europeo, principalmente en Alemania, y eso se vino hacia Colombia con la Constitución de 1991. Y muchos de nuestros juristas creen que el Artículo 230 impuso el principio de completitud del Derecho, porque dicen que el juez está sometido al imperio de la Ley. Eso dice la norma, entonces todo parecería indicar que para el Constituyente la ley escrita es suficiente y el juez está sometido al imperio de la Ley”.

Y aquí viene la carga de profundidad: “Pero es sólo apariencia, porque al mirar el Inciso 2, dice que los principios generales de Derecho, la equidad, la doctrina, la jurisprudencia, serán criterios auxiliares de la actividad judicial. O sea: señor juez, no es sólo la Ley. La misma norma le está diciendo que el sistema legal es incompleto, y a fuerza que es incompleto porque es una obra humana hecha a lo largo de tres siglos y naturalmente pues tiene contradicciones, incoherencias, vacíos y toda clase de problemas”, explica Bohórquez Orduz.

No es ‘darle palo’ a la Constitución Nacional, sino hacer valer los principios y valores contenidos en la Carta Magna “que es el producto no solamente de una Asamblea Constituyente en 1991, sino la recopilación de un diálogo histórico que traemos desde la época de la Independencia”, concluye.

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