Ingresé a su centro en
Bucaramanga con el propósito de despejar interrogantes y mitos que se tejen en
torno a la obra de José María Escrivá de Balaguer y Albás. Le formulé todos los
interrogantes posibles a su director, sobre una orden que despierta admiración
pero también críticas. (Primera parte)
El sermón corrió
por cuenta del obispo auxiliar de Bucaramanga, el jesuita Juan Vicente Córdoba,
quien no ahorró elogios para esta orden que tiene unos 90.000 seguidores en los
cinco continentes y que así como causa un gozo infinito en sus miembros,
también genera controversia en sus opositores, entre quienes se encuentran ex
numerarios que no ahorran adjetivos en su contra.
No sólo acudí a la liturgia, sino que tres días antes les propuse
a los responsables del Opus Dei el ingreso a su sede ubicada en la casa de dos pisos
de la calle 44 número 29-16, erigida en enero de 2003 para “impulsar las
labores formativas y apostólicas” del Opus Dei, aunque desde 1980 ya venían a
esta ciudad miembros de la orden con el propósito de realizar convivencias.
Este es el
diálogo con Alfredo Enrique Velásquez Montealegre, director del Centro Cultural
Las Palmas -adscrito a la Corporación de Fomento Cultural-, y profesor del
Gimnasio Saucará. Este ingeniero civil egresado de la Universidad Nacional ,
con maestría en Administración de la Universidad de la Sabana, se ha
desempeñado como director administrativo
de esa entidad de educación superior, así como gerente del Gimnasio de los
Cerros y director del Centro Cultural Monteverde de Ciudad Kennedy, en Bogotá.
¿Qué significado le dan a estos 80 años?
Es una temporada
ya apreciable, pero no son demasiados para una institución que tenemos la
convicción total de que perdurará a lo largo de los siglos. Así lo pensaba el
fundador. 80 años no deja de ser una etapa de asentamiento, de ir buscando los
espacios, implantándose en la sociedad. El Opus Dei es una realidad muy
novedosa que se asimila poco a poco. Aunque ya estaba contenida en la enseñanza
de Cristo desde siempre, sin embargo esa realidad que el Opus Dei promueve era
bastante desconocida.
Hasta el siglo
pasado el concepto de santidad se había recargado hacia las comunidades
religiosas, pensando que el buen discípulo de Cristo tenía que hacer parte de
algún tipo de institución religiosa, pero cuando el fundador del Opus Dei
entendió un martes 2 de octubre de 1928 que dedicarse a las actividades
cotidianas pero con mucho amor de Dios y con mucha exigencia era un camino de
santidad tan eximio como el de los religiosos, pues aquello fue una novedad
completa. Muchos no lo entendieron y hasta atacaron esta idea, no pensaban que
pudiera alguien en actividades cotidianas de ama de casa, de trabajo de
oficina, encontrar a Dios plenamente. Eso parecía muy extraño, por lo cual se
tomó sus décadas el que se fuera asimilando y después por fortuna el Concilio
Vaticano II en 1965 elaboró un documento en el que hablaba claramente de la
santidad de los laicos en medio del mundo, pero eso se ha ido asimilando poco a
poco.
Este ha sido un
nuevo camino de santidad, sin presunción, que muchas personas lo han venido
acogiendo y que es muy noble y bonito. Estos 80 años animan a continuar.
¿Qué tantos secretos oculta el Opus Dei?
El Opus Dei no
puede ocultar nada porque el fundador y el espíritu de los fundadores de la
obra así lo tienen entre sus políticas y praxis. De ninguna manera podemos
guardar secretos, pero sí es claro que la obra vive la discreción. Es muy
diferente la discreción del secreto. Discreción es el resguardo de la intimidad. A la
intimidad tenemos derechos todas las personas. No tenemos por qué exhibir a los
demás cosas personales en razón de que para la dignidad humana se requiere esa
intimidad. Y como institución, lo mismo. Todas las instituciones tienen derecho
a la intimidad.
Hay diversas
cosas que no andamos manifestando; por ejemplo la misma pertenencia al Opus Dei
no es un secreto y ninguna de las personas que pertenecemos al Opus Dei lo
ocultamos, pero tampoco lo andamos predicando. Yo no ando contando mi intimidad
a cualquiera sino solo a ciertas personas que les tengo más confianza y que veo
que son acreedoras de esa confianza.
“Trata a tu cuerpo con caridad, pero no con más
caridad que la que se emplea con un enemigo traidor”, decía Escrivá en su libro
‘Camino’ del que se han editado 4,6 millones de ejemplares en 43 idiomas. ¿El
sufrimiento y el dolor son las razones de vivir?
No sólo para los
miembros de la obra, sino para todos los católicos y cristianos. Esto lo
predicó Cristo, quien dijo que aquel ‘que no toma mi cruz y me sigue, no es
digno de mi’, que son palabras ‘violentas’, exigentísimas, y cuando muchos se
acercaron al señor, él les pedía que abandonaran todo, que lo siguieran a costa
de lo que fuera. Entonces el dolor y el sacrificio son el camino del ser
humano. Nadie se puede sustraer al dolor, todas las personas sufren, pero lo
que es importante es que haya un motivo. Cuando hay un motivo, el sacrificio
tiene sentido. Si fuera solo el sacrificio por el sacrificio sería absurdo y
hasta puede ser una enfermedad mental.
El sacrificio
vale la pena por un motivo; para los católicos el amor de Dios. En el Opus Dei
se habla de que llevemos la cruz de Cristo viviendo con sacrificio la realidad
cotidiana en todo lo que ella nos exija sacrificio, para cumplir los deberes,
para vivir la ética y la moral, para ayudar a los demás.
El signo de los
cristianos es una cruz con un señor que está allá entregando su vida, con
clavos y lanzada. Cristo pide que nos sacrifiquemos a fondo por amor de él.
¿La sexualidad es un tema vedado en el Opus Dei?
De ninguna
manera. No puede serlo, como para ningún cristiano porque estas cosas no son
propias de la obra del Opus Dei. La obra sigue a la Iglesia Católica
en todos sus lineamientos. Para la Iglesia tampoco es un tema vedado la
sexualidad que, por el contrario, es un elemento esencial de la persona humana.
Pero como todo, la sexualidad debe ser manejada de un modo correcto. Incluso,
no me parece correcto hablar de sexualidad pensando en los humanos; debería
hablarse de afectividad humana y dentro de ella un componente importante es la sexualidad. Pero
si una ve la sexualidad, sin afectividad, la pone al nivel del instinto del
animal y el hombre es esencialmente diferente del animal.
Para la Iglesia,
y la obra con ella, la sexualidad debe ser ejercida según unos principios de
altísima dignidad. Quien ejerce la sexualidad es un ser humano y la ejerce con
otra persona que es también otro ser humano, ambos muy dignos y con una
vocación hacia Dios, por lo cual no es solo algo animalesco, sino algo
dignísimo.
El fundador de
la obra decía que la sexualidad es una bendición de Dios, que a veces los
hombres por nuestra debilidad la ensuciamos. La sexualidad no es una realidad como
para ocultar, pero exige mucha dedicación y mucho amor. El lecho matrimonial es
como un altar y no podemos convertirlo en un catre de burdel, decía el
fundador.
¿Los homosexuales pueden ir al cielo o están
condenados?
Están llamados a
la salvación plena. Si usted lee el apartado correspondiente en el catecismo de
la Iglesia Católica ,
dice que los homosexuales que vivan de manera adecuada esa condición pueden
alcanzar un grado muy alto de santidad, porque la homosexualidad es simplemente
una carencia, una dificultad, una limitación, como tantas limitaciones puede
encontrar una persona y todas las limitaciones que alguien pueda tener debe
vivirlas de cara a Dios. Una cosa es tener una tendencia y saberla manejar, y
otra es ofender a Dios con los actos.
¿En las casas del Opus Dei se les permite a las
mujeres interactuar con los hombres o deben estar marginadas?
Los centros del
Opus Dei son aparte: masculinos o femeninos, así que ordinariamente no hay
mujeres allí, van de visita porque son esposas, madres, hermanas de quienes
están allí, pero en general no están en el centro. Son sólo hombres o sólo
mujeres. Se exceptúa las personas que se encargan de la administración del
centro y que suelen ser numerarias de la obra. En los centros viven los miembros que se
llaman numerarios, que son la
minoría. Somos personas que vivimos el celibato apostólico,
que no nos casamos por amor a Dios y que organizamos las actividades de
formación y de motivación de todos los demás.
En los centros
de mujeres hay numerarias. La inmensa mayoría de los miembros son
supernumerarios, casados, que viven con sus hijos y vienen a los centros a las
actividades de formación.
Igualmente tenemos
las numerarias auxiliares, que se encargan de la administración de los centros,
también de los masculinos. Por ejemplo en este centro tenemos tres personas que
se encargan de eso, entonces con ellas se saluda y se tiene trato, pero muy
mínimo, no se promueve el trato porque desde la fundación misma san José María
vio que Dios le indicaba que fuera de esa manera. No porque no pueda haber
instituciones mixtas, pero en el Opus Dei él tuvo claro que debería haber esa
separación entre hombres y mujeres y así se ha vivido siempre.
¿Si en este instante entrara una mujer nos tocaría
escondernos debajo del lavadero?
No, estaríamos
locos. Todo lo contrario, las trataríamos con amabilidad y cortesía, máxime que
con las mujeres hay que ser especialmente delicados.
El cilicio, dormir en el suelo cuando hay colchones,
rezar de rodillas con los brazos en cruz, ¿son pruebas obligatorias o de libre
elección?
Están dentro de
lo que se vive ordinariamente, pero en la obra no solemos usar estos términos
que usted ha empleado. En la obra no vemos las cosas como obligaciones, como
que me toca o no me toca. En la obra se respeta mucho la libertad y siempre se
sugiere, se propone, y quizás por eso es que las cosas se viven mucho más.
En lugar de
decir ‘¡tiene que usar un cilicio todos los días de tal hora a tal hora!’, tal
vez yo me pondría un poco prevenido; en cambio si me dicen ‘es una cosa muy
buena, que te puede ayudar, úsalo’, tal vez lo voy a recibir mejor. Y así otra
serie de cosas como dormir en el suelo, pero es que a tanta gente en Colombia y
en el mundo le toca dormir en un cambuche, de pronto uno un día dormir así,
como un detalle de sacrificio, hasta le conviene para la columna vertebral.
En la obra no
hay ese tono de obligación, aunque a veces algunas personas lo pudieran ver
así. Lo digo yo que he sido director durante 35 años y sé que lo tenemos dentro
de nuestro estilo. En la orden el mandato más fuerte, y lo decía el fundador,
es ‘¡por favor!’. Quizás por eso hay mucha exigencia en las personas, porque lo
hacen porque quieren, que es mucho más eficaz que un grito.
¿De qué temas no se puede hablar en el Opus Dei?
De bajezas, de
cosas sucias, de abusos, de pornografía y cosas feas, indignas para el ser
humano, se evita. Así como en un hogar de familia un papá no permite que se vea
un programa de televisión que no es adecuado para sus hijos y su esposa, o una
revista que llega, o que les proponen un plan y se da cuenta que a su hijo no
lo llevaría como tampoco a su esposa. Cualquier cosa que un buen padre de
familia rechazaría, en la obra lo rechazaríamos. Procuramos ser una buena
familia cristiana.
¿Qué pasaría en esta casa si el cartero se equivoca de
puerta y deja una revista Soho o Don
Juan , con una mujer semidesnuda en la portada? ¿La
quemarían de una vez? ¿excomulgarían a quien la toque?
Se retira y
punto. Se mira si se puede destruir y echarla a la basura, o dársela a otra
persona, pero en la obra no se hacen escándalos de este estilo. Si sucediera
algo indebido, porque las personas del Opus Dei no somos súper hombres ni
ángeles, cometemos errores, si un día alguien cayera en cualquier cosa
censurable de ese estilo, se le tiene -como es el espíritu de Cristo- total
cariño, caridad y comprensión.
En la obra
vivimos lo que se llama la corrección fraterna, que es cuando cometo errores
importantes, serios, viene otro y me lo advierte, como hace cualquier padre con
su hijo, cualquier hermano mayor con otro hermano. Aquí nos corregimos pero nos
comprendemos, entonces a nadie se le hace escándalo.
Es más, si una
persona rechazara lo que se hace, también se procuraría dialogar. Si hubiera
una violencia sería por esa persona, pero a mí no me ha tocado. He tenido que
manejar por muchos años cosas de la obra y agradezco que las personas suelen ser
muy leales. Incluso cuando no están de acuerdo con algo, podemos estar en
desacuerdo, pero nos sabemos tratar con delicadeza y pedir perdón cuando sea el
caso.
¿A los miembros del Opus Dei les está permitido dudar?
No sólo les está
permitido, sino que dudamos muchas veces. Todos los seres humanos nos
enfrentamos a la duda. Eso no puede evitarlo ningún ser humano. Ahora, cuando
te enfrentas a una situación en la cual no sabes si lo que vas a hacer es bueno
o malo y estás en la duda, en principio si no hubiera algo que presionara la
decisión, deberías abstenerte hasta que absuelvas la duda y digas, como no sé
si lo que voy a hacer es bueno o malo, primero voy a preguntar, a leer, a
pensar y ya determino. También podrían darse circunstancias en las cuales tengas
que decidir y ahí viene la pericia tuya y tu formación y tu criterio para decir
‘¡miércoles! ¿qué hago?’. Si definitivamente no encuentras ningún medio para
quitar la duda, pues echas una moneda al aire y que Dios te ayude, pero esas
situaciones no se suelen dar. Uno siempre tiene la posibilidad de consultar a
otro o pensar.
¿El mundo para el Opus Dei es en blanco y negro o
aceptan la escala de grises?
Todos somos
grises. Yo diría que negro será el Diablo y blanco será Dios, pero los demás
somos todos grises y repito que los miembros de la obra no somos ni súper hombres
ni ángeles.
En el colegio
Saucará hay alumnos que a veces me dicen ‘a usted sí le toca muy duro’ y me
admiran. Y yo que me conozco bien digo, ‘si supiera este muchacho todas las
debilidades que a veces tengo en mi vida personal’, como todos los seres
humanos tenemos, cuando me dejo ganar de la pereza, de la soberbia, de la
sensualidad, que a todos nos pasa. A uno a veces lo admiran pero los de la obra
somos de carne y hueso y tan vulnerables como otros. Procuramos no caer, pero
es difícil.
¿Un numerario del Opus Dei se puede retirar en el
momento que quiera, o el solo hecho de pensarlo ya le significa una condena?
Hay un
procedimiento jurídico que está consagrado en los estatutos y unos espacios de
tiempo. Seis meses en primer lugar en que la persona debe volver a confirmar
que lo desea. Después hay un año más y se da lo que se llama la incorporación
temporal, entonces ahí tiene que volver a refrendar su deseo de seguir
comprometido a vivir el espíritu y la santidad que procuramos en el Opus Dei, y
los directores también.
Podrían los
directores decir ‘no te vemos’, pero en la obra cuando alguien va a iniciar el
proceso procuramos que ya esté totalmente convencido. Si no lo está, le decimos
‘¡espere! y sigue entrenándote, viviendo cosas, y cuando te sientas bien,
seguro y nosotros también, pues te admitimos’.
En resumen, son
seis meses primero, un año más después y luego cinco años en que se debe
renovar la
incorporación. El 19 de marzo de cada año cada uno
personalmente, no tiene que escribirle a nadie ni hablarle a nadie, tiene que
en su interior decir ‘Dios mío, aquí sigo’. A los cinco años si ha perseverado
entonces ya está en el Opus Dei como numerario.
Como se ve es un
proceso serio en el que concurren dos puntos de vista: el de la persona y el de
los directores que les corresponde decidir. No es algo a la carrera, pero si
después de ese tiempo una persona quisiera abandonar la obra tiene que pedir
dispensa al prelado.
Yo podría decir
‘me jarté, hasta luego, no quiero hablar con nadie y me fui’, pero no sería la
manera adecuada de hacer las cosas. Si no quisiera seguir, tengo que ser
dispensado jurídicamente por el prelado, porque si no sería una falta moral
irme sin cumplir las normas.
Si una persona
quisiera abandonar la obra después de seis años y medio, que no es un tiempo
corto, y a mi me ha tocado que alguien viene y me dice ‘estoy cansado, aburrido
o lo que sea’, trato de disuadirlo, a no ser que hubiera una circunstancia especial,
y le digo, ‘un momento, piénsalo, mira que un día tuviste claritica tu llamada
y tu vocación’. Porque en el Opus Dei se está con vocación, que es un requisito
indispensable, o sea, un llamado explícito de Dios.
Pero si pasado
un tiempo prudencial esa persona insiste en que quiere irse, entonces yo mismo
le tramito su salida ante el prelado. Le digo, ‘reverando padre, fulanito de
tal definitivamente no quiere seguir’. Probablemente el prelado le mandará una
carta o le dirá a alguien que hable con él, que lo disuada, pero no es que de
una se quiera ir y diga ‘hasta luego y muchas gracias’. No, porque es un
compromiso muy serio haber entrado al Opus Dei. Si definitivamente la persona
no quiere seguir, el prelado siempre lo dispensa porque no se puede retener a
una persona que no lo desea.
¿Qué le espera a alguien que decide marcharse del Opus
Dei? ¿enfermará de cáncer? ¿le caerán todas las desgracias a su familia? ¿o
puede seguir siendo un ser normal?
Totalmente. Está
llamado a la santidad y al cielo. Él vino a la obra considerando que tenía la vocación. Quiso
abandonarla y podrían decir que no la tenía, pero eso no lo puede decir nadie,
sólo Dios. Si él se va y si hizo una cosa buena o mala, Dios lo sabrá. Eso no
lo puede juzgar ni el Papa ni nadie en la obra.
Tenemos como
praxis en la obra tenerle mucha comprensión y afecto a las personas que no
perseveran; nunca asumimos una actitud ni de desprecio ni de indiferencia ni
nada. Obviamente si ya no está en la obra, no se le puede tratar como si lo
fuera; ni se puede ignorar que lo estuvo y ya no lo está. Pero con las personas
que han estado un día en la obra se mantiene alguna relación. No las seguimos
invitando como si fueran de la obra porque ya no lo son, pero hay un trato y
una deferencia, y desde el punto de vista de su vida cristiana pueden ser muy
santos. A lo mejor fue un error que cometieron como a todos nos puede pasar.
¿Qué le pasa a una persona que deja a su esposa y se va con otra? ¿ya por eso
se condenó? No, pues no necesariamente porque quién sabe qué pasó ahí, Dios
juzgará. Todos rezaremos para que ojalá vuelva con su esposa o al menos deje la
otra. ¿O qué pasa con un sacerdote que deja su sacerdocio y se dedica a otras
cosas? También abandonó su vocación. ¿Que eso ya lo pone en las puertas del
infierno? No, eso no lo sabe nadie. San Pablo lo dice: solo Dios juzga. Tampoco
se le puede despreciar.
Hay personas que
su salida de la obra les ha dado muy duro y de pronto los ha marcado. Es
comprensible, es humano, porque si a mí cuando me fuera a salir de la obra me
dicen ‘¡piénsalo! ¡analízalo! ¡tu puedes!’ y de todas maneras me voy, eso me va
a dejar muy marcado, puede ser que a otros no.
Y a los pecadores: ¿el infierno? ¿el purgatorio?
La doctrina de
la Iglesia es muy clara: se salva quien muere en gracia de Dios. Es decir, el
que no tiene pecado mortal y no lo tiene aquel que se ha confesado y está en
gracia de Dios. ¿Cuándo pierde uno la gracia de Dios? Cuando comete un pecado
grave, que es hacer algo indebido a conciencia. El que no está en gracia de
Dios se va al infierno.
El que muere en
gracia de Dios puede ir al cielo o al purgatorio. Al cielo si no tiene ninguna
pena por todos los pecados anteriores que ha cometido. Cosa bastante difícil, a
no ser que uno gane la indulgencia plenaria que da la Iglesia. Así que lo
más probable es ir al purgatorio, porque como uno muere en gracia de Dios pero
con pena por faltas cometidas antes, pues tiene que purgar, pero termina en el
cielo más pronto que tarde.
Pero sí, se
puede tener la desgracia de ir al infierno. Para eso pues las personas debemos
procurar mantenernos en gracia de Dios. No es que Dios porque uno perdió un día
su gracia ya se murió. No, Dios sabrá llevar la vida de tal manera que quien ha
luchado por estar en su gracia pues lo llevará en el mejor momento.
“Al Opus Dei se
viene es a luchar por ser santo en la vida cotidiana”.
“Si
deliberadamente no fuera a misa el domingo, eso es pecado mortal y tengo que
confesarme”.
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