Entrevista a la académica antioqueña que debió dejar su cargo por ‘cometer el error’ de invitar a un debate sobre la justicia a Robert Alexy, uno de los filósofos del Derecho más brillantes a nivel mundial.
Esta entrevista
(realizada en noviembre de 2011) empieza por el final. Por el instante en que al retratarla después de 37
minutos de conversación, María Cristina Gómez Isaza manifiesta que una de las
principales razones de su salida en agosto de 2011 de la Universidad Pontificia
Bolivariana (UPB) de Medellín fue el hecho de ser mujer.
Entonces activo
nuevamente la grabadora y afirma: “En el fondo de todo el proceso también hay
una persecución por un tema de género, no creer en las construcciones que hacemos
las mujeres de manera comprometida con la transformación de la sociedad y
tuvieron de alguna manera el prejuicio de creer que yo no tenía razones,
viéndome más como una persona que hacía daño que como una que quería aportar.
Entonces es un problema de género y de miedo a los cambios, que terminó
sacrificándome a mí particularmente no tanto pero a la institución la dejó muy
mal porque tiene que dar respuestas a futuro en torno a lo que pasó, y no se
puede quedar callada. En la medida en que permanezca callada, la universidad va
a terminar diluyéndose poco a poco”.
De contextura
menuda, esta abogada antioqueña con doctorado obtenido en la Universidad de
Navarra (España) -centro inspirado en la obra de José María Escrivá de
Balaguer, fundador de la Prelatura del Opus Dei-, acepta sin tapujos una
entrevista en la que explicará el nudo y el desenlace de un hecho que
apariencia no implicaba una herejía, pero que terminó costándole el puesto al
que había llegado en febrero de 2008.
El ‘disparate’ en el que incurrió fue el de organizar en Cartagena un debate a la justicia, a propósito de los 75 años de una facultad que cuenta entre sus egresados al ex presidente Belisario Betancur, e invitar a figuras de talla mundial como el alemán Robert Alexy, considerado uno de los más grandes filósofos contemporáneos del derecho, autoridad en argumentación jurídica y a quien le iban a conceder el doctorado honoris causa.
El ‘disparate’ en el que incurrió fue el de organizar en Cartagena un debate a la justicia, a propósito de los 75 años de una facultad que cuenta entre sus egresados al ex presidente Belisario Betancur, e invitar a figuras de talla mundial como el alemán Robert Alexy, considerado uno de los más grandes filósofos contemporáneos del derecho, autoridad en argumentación jurídica y a quien le iban a conceder el doctorado honoris causa.
Pero su idea se
esfumó cuando intempestivamente el rector, monseñor Luis Fernando Rodríguez
Velásquez, decidió cancelar el congreso internacional debido a que cinco de los
ponentes tienen ‘posturas públicas en contra de las orientaciones del
magisterio de la Iglesia respecto de la defensa de la vida humana en todas las
etapas de su desarrollo”. En otras palabras, están a favor de la
despenalización del aborto y su presencia no la iba a consentir la UPB, mucho
menos cuando la Corte Constitucional tuvo en cuenta argumentos de Alexy en la
sentencia que lo despenalizó en los casos de violación, malformación o riesgo
de muerte para la mujer.
“Me sorprende que
usted haya confundido un evento académico con las orientaciones del magisterio
de la Iglesia”, le respondió Gómez Isaza a su superior, insistiéndole en que no
podía permitir que “en el lugar donde me enseñaron a ser demócrata haya
censura” y que lo que sucedió “está basado en la sinrazón del miedo”.
¿Qué piensa hacer para quitarse este Inri?
Creo que la única
manera de quitarse ese estigma de abortista, que no lo soy; de anarquista, que
tampoco lo soy, es dejando que el tiempo muestre los resultados de un trabajo
que fue comprometido en la formación de abogados que buscábamos que estuvieran
más involucrados en las respuestas necesarias para solucionar los problemas
estructurales de nuestra sociedad en Antioquia y en el país. El tiempo deberá
pasar… eso no ayuda mucho ante la impaciencia del dolor, pero también creo que
volver a la Universidad de Antioquia a trabajar como académica, a volver a
revelar todos los procesos de formación de principios democráticos y tratar de
discutirlos, también me va a quitar ese estigma. Pero además la historia ha
venido rápido. Justamente el evento que quiso hacer la UPB y que no entendió el
fin, que era debatir la justicia y los problemas estructurales de la justicia
en Colombia porque no íbamos a hablar de la vida ni de los derechos
reproductivos, ahora lo tomó la Corte Constitucional y me deja muy tranquila
que más de 25 mil personas a nivel país están preocupadas por el tema de la
Constitución. Eso demuestra que el proceso que pasó en Bolivariana fue muy
limitado, de pocos, de ignorancia, de oscuridades, de malas interpretaciones y
todas ellas amañadas, y que este país está preparado para el debate
constitucional. Probablemente a la facultad le falte tiempo, pero tarde o
temprano llegará.
Me advirtió un amigo que lee libros de superación y que es
experto en ángeles, que no la entrevistara porque usted es un ‘demonio’, pero
en la conferencia que dictó en Bucaramanga le escuché hablar de tolerancia y de
justicia.
La verdad es que
este país que ha vivido en conflicto permanentemente y un conflicto armado que
es fuerte, ha utilizado el discurso de la teoría del Derecho para polarizar las
búsquedas en torno a la justicia y lo que yo planteo es que seamos tolerantes.
Tolerantes con el que piensa diferente, tolerantes con el que tiene otra
teoría, pero a veces sin quererlo uno cae en el juego de ellos porque te
invisibilizan tanto que entonces te defiendes y tratas de hablar tan duro como
ellos. El discurso de los derechos fundamentales, el discurso de una
Constitución que promueve la paz, es el discurso que cualquier colombiano,
independiente que estudie Derecho y que tenga una teoría del Derecho en uno u
otro sentido, debe buscar.
Cuando le propusieron ir a trabajar a la universidad en
la que usted cursó su carrera profesional y de donde fue expulsado Héctor Abad
Faciolince por haber escrito un artículo ‘irreverente’ contra el Papa, ¿usted
no previó un final como el que se dio?
Yo fui la primera
sorprendida de que en la facultad donde me formé se hubiese dado este tipo de
veto que ataca la libertad de pensamiento, la libertad de expresión y la
libertad de cátedra. No se puede hablar de autonomía universitaria cuando la
propia Ley 30 habla de la obligación que tienen las universidades de permitir
el debate abierto de todos los temas necesarios para la conformación de una
sociedad que sea cada vez más plural. Este es un momento de crisis que debe
buscar replantear a todas las instituciones que tienen su vocación religiosa,
que es muy respetable, en torno a en qué medida su visión y su misión como
universidades católicas puede limitar la apertura al conocimiento y a la
ciencia. Ese es el debate profundo que debían dar las universidades católicas y
particularmente la Bolivariana en un momento de gran crisis.
¿Sus estudiantes y colegas profesores la acompañaron o,
por el contrario, le dieron la espalda?
En estos episodios
de soledad, al contrario he tenido demasiado acompañamiento, pero no de parte
de la gente de la Bolivariana, sino más en Bogotá y es sorprendente el apoyo de
la Red Sociojurídica en la medida de lo amplio. No me sorprende por la vocación
teórica y misional que tiene la Red de defensa de la investigación, de la duda,
de la búsqueda de la verdad desde la tolerancia, pero en sí la propia facultad
de Derecho de la Bolivariana no ha tomado reflexiones profundas en torno a lo
que pasó. Parece como que lo que sucedió fue un hecho particular de una decana
que simplemente quiso plantear que no debería existir un veto en la
organización de un evento que iba a hablar de justicia. Hubiera hecho lo mismo
si hubiera sido sobre Derecho Penal o Derecho Procesal. ¿Yo por qué tengo que
preguntarle a un procesalista cuál es su ideología en torno al aborto o no, o
su planteamiento en torno al magisterio de la Iglesia? Las universidades en eso
tendrán su derecho a asumir sus posturas, pero tienen que dar la libertad para
ese debate. Ahí quede muy sola, pocos estudiantes de la facultad han
manifestado su dolor, aunque lo han hecho algunos, no muchos, y pocos profesores,
porque la mayoría quedó en la línea de callar y esperar. Eso lo entiendo,
porque reconocer lo doloroso del hecho de manera colectiva no es fácil, y es
mejor que el dolor recaiga siempre sobre una persona y no sobre un colectivo.
¿Con Dios de por medio se puede hablar de libertad de
cátedra en Colombia?
Creo que sí, porque
justamente Dios es el espacio donde han existido pluralidades de
interpretaciones acerca de su trascendencia. A pesar de que no lo parezca por
los sucesos, yo soy una mujer de una gran fe porque tengo una madre y una
abuela también paisa que me lo enseñaron, pero me enseñaron un Dios que no es
castigador, un Dios que no es perseguidor y un Dios que puede tener muchas
interpretaciones, desde las visiones orientales, las visiones occidentales más
radicales, las reformistas, la propia de la Fe Católica, Apostólica y Romana.
Dios debería ser el paradigma para el pluralismo, pero aquí parece que vieron
de manera sesgada el interés que su realidad trascendente podía enseñarnos, por
lo menos desde la perspectiva de la ética o la moral.
¿Usted se siente pecadora y cuando se encuentra alguien
cambia de acera? ¿O tiene la consciencia tranquila?
¡No! (sonríe) Yo
nunca me he sentido pecadora o que haya mancillado ningún principio de mi
formación, ni de mi familia, ni de mi facultad en la que me formé. Al
contrario, actué como en la época en que me enseñaron en la misma Bolivariana
que yo tenía que ser una demócrata. A mí me enseñaron como abogada que debería
defender el Estado de Derecho y éste justamente promueve la libertad de
pensamiento. Probablemente sí soy contraria a lo que la administración actual
quiere de la universidad, que obviamente tiene todo el derecho a interpretar
como quiere la vocación de una universidad como la Bolivariana que ha sido una
universidad pontificia con 75 años de formación de buenos profesionales. Este
es un momento de oscuridad y de una muy mala dirección en torno a lo que son
los principios de la propia universidad y creo que por no defender esos
principios dejaron que me persiguieran interpretaciones ignorantes, oscuras y
amañadas.
¿Con tantos escándalos de pederastia y manejo de finanzas
al interior de la Iglesia Católica, ésta puede tirar la primera piedra?
Como en todo, la
humanidad es frágil y los principios casi siempre, no digo perecen, pero sí
zozobran ante el miedo y la angustia. Una organización como la Iglesia tiene
personas que mientras sean seres humanos son probablemente personas débiles. La
debilidad siempre surge del miedo y evidentemente yo entiendo que el proceso
actual de la religión y la enseñanza está pasando por el miedo de tanto avance
científico que podría negar en un momento la evidencia de Dios, y si uno no
tiene fe podría llegar a concluir que Dios no existe. Ese es el reto de estas
universidades: que tengan buenos ideólogos, que tengan buenos académicos que
defiendan la fe desde los postulados del debate y no personas que estigmaticen
y digan quién es el bueno y quién es el malo. Esa es la parte trágica que está
pasando nuestra universidad: éste es bueno, éste es malo, éste tiene una mala
interpretación, éste no nos sirve, éste es amigo, éste enemigo… Yo soy
optimista y pienso que la universidad va a volver por lo que siempre fue, va a
plantear nuevamente los debates necesarios en torno a la vida, la
trascendencia, Dios, el tema de la ciencia y la forma como el individuo a la
naturaleza le ha encontrado muchas respuestas, más que para dominarla para
explicarla. Entonces si en eso va a estar la Iglesia ayudando al debate,
bienvenido sea; pero si va a evitar que las cosas avances, creo que vamos a
tener problemas de muchas oscuridades de ahora en adelante.
¿Las colombianas que deciden abortar en los tres casos
contemplados por la Corte, son criminales?
Los casos de
abortos en Colombia son tan dramáticos y cada uno tiene tantas connotaciones,
que uno no podría estigmatizar ni generalizar. Aparecen abortos no solo por
temas de la violencia, las violaciones, por el tema de malformaciones o por
mantener la vida misma, sino también por temas de tipo económico que
evidentemente establecen que una mujer no pueda tener más hijos. No se puede
juzgar en la medida en que no se haga un análisis del proceso social que vive
Colombia, justamente con mujeres que en medio del conflicto han mantenido la
estabilidad no solo institucional sino económica del país. La mayoría de ellas,
que viven en ciudades intermedia y pueblos, han soportado todos los horrores y
todas las radicalizaciones de la guerra, entonces hablar que ellas son unas
criminales en la medida en que el país todavía se mantiene, digamos que es
demasiado riguroso y yo diría que demasiado severo. Una vez discutamos el
proceso de la sociedad y el papel de la mujer en esta violencia, podríamos
decir en qué casos el aborto podría ser proscrito o no. Por ahora creo que la
Corte ha tomado las decisiones adecuadas en torno a la defensa de los derechos
reproductivos de la mujer.
¿Para usted quién es el procurador general Alejandro
Ordóñez Maldonado?
Es una persona
apasionada por lo que hace. Entiendo que tiene un gran compromiso por la
búsqueda de la moralidad administrativa y entiendo que para él debe ser muy
difícil sustraerse de sus opciones católicas al momento de juzgar o de fallar;
sin embargo, considero que como funcionario ha sido muy respetuoso de sus propias
teorías, en ocasiones muy radical enfrentando las teorías de otros, pero él es
una muestra fehaciente de las posturas plurales que tiene este país. Entonces
más que decir que está equivocado o no, lo que uno tendría que hacer es entrar
en el debate permanente con sus decisiones si no está de acuerdo y argumentar
el por qué no. El país debería hacer ese ejercicio de tolerancia hasta con el
mismo procurador Ordóñez.
¿Este es un país de camanduleros de doble moral? En su
Antioquia hay muchos devotos del beato Marianito Eusse que hacen unas
travesuras…
Este país ha tenido
dificultades para encontrar una ética alejada de la religión. Antioquia ha sido
un espacio en el que por obvias razones esa moral religiosa ha sido la que ha
promovido todo un proceso de expansión, de colonización y aún en el desarrollo
de la industria del mercado, los postulados de la moral han sido la religión.
Sin embargo la religión, como en todo, cuando ella da los postulados morales
terminan siendo revisados por las generaciones que vienen y esto no se queda de
manera estática. Creo que más que una doble moral, en mi región lo que ha
faltado es reconocer que esos procesos de adaptación de principios religiosos a
estas nuevas generaciones son distintos, y que el contenido no es el que tenía
mi abuelo o el que tiene mi mamá, sino que ya los antioqueños a pesar de tener
una sólida formación religiosa pensamos desde un cierta ética cosas diferentes.
Entonces más que una doble moral, lo que creo es que ha faltado volver visible
una nueva interpretación de lo que hemos creído que es nuestra fe, por lo menos
nuestra fe católica.
¿Qué le dijo el doctor Alexy cuando usted lo bajó del
avión? ¿Pensó que Colombia seguía en la Santa Inquisición?
A mí no me dieron
tiempo de hablar con el profesor Alexy. Yo solo pude hablar con él hasta ahora
y disculparme por algo que yo no quise. Lo que sucedió fue que me cancelan el
evento un sábado y el domingo me aceptan una renuncia que yo no había
formalizado. Entonces yo el lunes formalicé mi renuncia y no supe la
universidad cómo enfrentó la cancelación del evento. Lo que sí está claro es
que el profesor Alexy cuando se entera, porque las cartas del rector y la mía
fueron conocidas por una cantidad de personas vía correo electrónico, dice que
él no quiere el honoris causa de la
Bolivariana y que por obvias razones las que él planteaba como condiciones
iniciales no estaban dadas y él no iba a venir a Colombia. Yo llamo al
presidente de la Corte Constitucional, Juan Carlos Henao, a decirle que el
congreso estaba cancelado y él me dice de manera muy triste: ‘no me diga que
esta es la sociedad en la que estamos enseñando una Constitución y estamos
enseñando democracia’. Yo le respondí que sí y que a veces podía ser hasta
peor. Lo dije de manera muy dolorosa, pero lo bonito de todo es que Colombia
demostró y con la venida de Alexy en octubre, que le siguen importando los
debates constitucionales y que obviamente lo que pasó en Bolivariana fue una
cosa de ignorancia, de sinrazón, de persecución, muy espero que sea aislada,
porque el país no es así. Entonces Alexy ayer cuando me saludó y se enteró que
yo era la ex decana, me dijo que había que mantener una actitud de valentía
ante la democracia en momentos de dificultades, que se solidarizaba conmigo y
que él de todas maneras quería venir a Colombia porque entendía que en este
país había pluralismo.
¿Pero usted por qué razón no optó por la fácil: quedarse
callada como lo hacen tantos mediocres?
Hay cuatro
condiciones que no me lo permitían. Vengo de una formación familiar en la que
me enseñaron que uno lo único que tiene en la vida son los principios. La
plata, la fama, los títulos, los cargos, son cosas pasajeras. En este caso el
cargo de una decana era pasajero. En cuanto a mi formación personal como
constitucionalista, yo defiendo los principios de la libertad y la igualdad que
no me permitían quedarme callada. Yo formé una familia con un hombre que ha
sido además de valiente, una persona radical en la defensa de lo que es la
dignidad propia y yo tampoco me podía quedar ajena porque no tendría la manera
de seguir acompañándolo y sería inferior a este proceso que como pareja hemos
llevado. Y una cuarta razón por la que no me quise plegar fueron mis
estudiantes. He sido profesora por más de 20 años y siempre he enseñado que uno
debe defender los principios constitucionales, la libertad entre ellos, así que
con qué cara iba a volver a un aula a dibujar en un tablero una teoría
abstracta de la libertad si yo no la defendía. Además, en este país de
insolidaridades y de soledades si me quedaba callada mantendría la misma
actitud que durante tantos años hemos tenido, y yo soy la primera en criticar
esa situación de silencio, apatía y comodidad. Si me tocara volver a hacer lo
que me tocó hacer, lo haría.
“En la medida en que
veamos la libertad de expresión y de cátedra como un concepto abstracto, que
viene de libros, difícil de desarrollar, no van a existir. Por eso les digo a
mis colegas profesores: ¡no pueden dejarse vencer!, ¡no pueden mantener una
actitud pasiva! Si hay algún tipo de señalamiento por ideas que pueden ser
soportadas en la diferencia, tienen que mantenerse en esas ideas. Defender la
pluralidad, la igualdad, la tolerancia. Esa es la única manera que nos podremos
apropiar de la idea de una democracia de la que todavía nos falta mucho”,
asevera la ex decana antioqueña María Cristina Gómez Isaza.
Según la abogada
María Cristina Gómez, la sociedad colombiana no solo es intolerante, sino que
estigmatiza y “es tan ignorante y cerrada que puede interpretar cosas que no
son de una manera, que terminan siendo dañinas justamente para la libertad”.
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