Los tiempos de ‘Felipe Torres’ quedaron
atrás. Entrevista exclusiva a este bumangués que llegó a la cúpula del ELN,
cayó preso, pagó condena y hoy regresa al país para reconstruir su vida, sin
claudicar en sus ideas. (Primera parte)
La cita era a las 5
en punto de la tarde en el café OMA del Centro Andino, ni un minuto más ni un
minuto menos. Así que tuve la precaución de llegar cuatro minutos antes, pero
él ya estaba allí, sentado, apurando su tercer sorbo de un café expreso cuyo
aroma se esparcía por los pasillos hasta las escaleras eléctricas.
Atrás quedó ‘Felipe
Torres’, el guerrillero que llegó a formar parte del Comando Central del
Ejército de Liberación Nacional, ELN. La entrevista de hoy es con Carlos Arturo
Velandia Jagua, el bumangués de 59 años de edad que estudió en el Colegio
Santander y la UIS, se dejó seducir por las ideas de izquierda, recorrió palmo
a palmo las montañas del sur de Bolívar y el nordeste antioqueño, fue capturado
en 1994, pagó diez años de prisión, salió al exilio en España durante siete
años y hace tres meses regresó a sobrevivir en Bogotá.
La última vez que
lo había entrevistado fue en 1998, cuando al lado de ‘Francisco Galán’ estaba
recluido en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí (Antioquia) y los
dos fungían de portavoces del ELN, en tiempos en que el Gobierno del conservador
Andrés Pastrana Arango abría las compuertas para una eventual negociación con
la insurgencia y recibía el desplante de Manuel Marulanda en el Caguán. Por
esos días ‘Felipe Torres’ no le temía al encierro sino a lo que pudiera hacer
el narcotraficante Leonidas Vargas, archienemigo del ELN y ocupante de la celda
por la que cada mañana debían pasar los dos jefes ‘elenos’.
Hoy, 13 años
después Velandia Jagua muestra en su rostro las huellas de la vida, se protege
del frío con una chaqueta gringa marca Timberland y lo único que le acompaña es
una bolsa con un par de pantuflas.
Le advierto que si
le molesta alguna de las 38 preguntas que le voy a ‘disparar’, bien puede
pararse e irse. Empieza la entrevista.
¿Al mirarse en el espejo ver a una persona sensata o a un
cobarde?
La sensatez es una
característica que he tratado de cultivar. No siempre uno atina a actuar con
sensatez, pero en términos generales los actos de mi vida sí han estado en esa
línea. Fundamentalmente me he movido con convicciones muy sólidas.
¿Entonces dónde quedaron esas proclamas de ‘Revolución o
muerte’ y ‘Ni un paso atrás, siempre adelante’? ¿O eran simples frases de
batalla?
No, para nada. No
tiene nada que ver con que sea un eslogan. Esto lo lleva uno muy por dentro y
es como parte de los patrones con los que uno dirige su vida. Para mí siguen
teniendo tanta validez como desde el momento en que los asumí. No me los
aprendí; los asumí, los interioricé y los sigo conservando.
Traducción: ¿Adentro suyo sigue existiendo un ser
inconforme, un revolucionario?
Total. Soy un
revolucionario y un ‘eleno’ hasta la muerte. Ahora, hago la aclaración: ¿qué es
ser un ‘eleno’? Ser un ‘eleno’ es luchar y entregarse por una causa como la que
planteó el Ejército de Liberación Nacional con grandes transformaciones, la
construcción de un país más igualitario, con dignidad y como se dice
coloquialmente, donde podamos estar todos sin estorbarnos y sin estar
matándonos porque pensamos distinto. Por eso soy revolucionario, por eso soy
‘eleno’.
Ahora, la lucha
armada ha sido un periodo en mi vida. Ya no la desarrollo, no la ejerzo, pero
sigo siendo un ‘eleno’.
¿Ese galimatías lo entienden en el Comando Central, Coce?
¿Ese galimatías lo entienden en el Comando Central, Coce?
No lo he
preguntado, pero igual tengo y deseo que ellos me vean como el revolucionario
que siempre he sido, aunque no desarrolle la lucha armada.
¿Entonces usted no es un traidor?
Para nada. No he
traicionado absolutamente nada ni ninguna causa; solamente he dejado la lucha
armada.
¿Le da miedo que una noche le aparezca el espíritu del
‘Cura Pérez’ y le tire ‘las patas’ por no haberse vuelto al monte cuando quedó
en libertada padecer el rigor al que están expuestos sus compañeros?
No, de ninguna
manera. Ni el ‘Cura Pérez’ va a venir a halarme ‘las patas’ y si viniera
tampoco lo haría, porque sabría que ni he defeccionado de la lucha
revolucionaria, ni he pasado pues una vida tan cómoda como a veces se supone.
No necesariamente para pasar una vida de sacrificios hay que estar en la
montaña. He estado en la prisión durante diez años, he estado siete años en el
exilio y allí no es que se viva con mucha comodidad. He estado incluso aquí en
mi país en unas condiciones donde la seguridad es de una precariedad
impresionante. No tengo trabajo, no tengo comodidades, no tengo finca, no tengo
casa, no tengo carro… ¿De qué disfrute se puede estar hablando? ¿Cómo lo puedo
estar pasando bien? Lo paso bien es si encuentro amigos, escenarios, lugares
con los cuales pueda compartir la lucha por una Colombia mejor. Ahí sí la paso
bien.
¿Alberga entonces la posibilidad de morir de viejo y no
de ‘plomonía?
Ojalá me dejen,
pero tampoco me atormenta la idea de morirme de ‘plomonía’. Si fuese así, no
habría regresado a mi país.
Hay analistas que dicen que la guerrilla colombiana en un
comienzo tenía una ideología y unos principios, pero con el paso del tiempo
éstos se fueron desdibujando y hoy no son más que un grupo de antisociales?
¿Está de acuerdo con ese análisis?
Es totalmente
falso. Eso es una matriz que se ha creado y un discurso con el que
gratuitamente se quiere quitar toda noción política, ideológica e incluso
inteligente a quienes están luchando por transformaciones profundas. Es una
manera de animalizar al contradictor, y al mayor contradictor que existe para
este tipo de sistemas. Entonces dicen: ‘son brutos, perdieron toda ideología, y
lo único que son es unos criminales y unos terroristas’.
Hace cuatro años entrevisté en Costa Rica al presidente
de ese país y Premio Nobel de la Paz, don Óscar Arias, quien me preguntó si la
insurgencia colombiana sabría que el Muro de Berlín hace rato se cayó. ¿Usted
ya se notificó de este hecho o sigue pensando que persiste la ‘Guerra
Fría’?
Claro que lo
sabemos, pero el problema es que el hambre, las desigualdades que vive el
pueblo colombiano no tienen nada que ver con el Muro de Berlín. Éste se cayó
para los berlineses y bien por ellos, pero aquí tenemos unos muros insalvables
que aparentemente no son visibles, pero que existen, y es esa gran brecha entre
ricos y pobres, entre los que acumulan absolutamente todo y los que no tienen
absolutamente nada. Ese es el Muro de Berlín que yo sí quiero derribar.
Cuando estaban en la cárcel ustedes hablaban de la
‘Convención Nacional’ bajo el lema ‘Paz con justicia social’. ¿Ese
planteamiento sigue vigente?
Totalmente. La paz
con justicia social es el punto común donde podemos encontrarnos la totalidad
de los colombianos. ¿Cómo entendemos que podemos desarrollar unas relaciones de
convivencia justas, una economía justa y sobre todo con un sentido humano?
Igual una educación justa, una explotación de nuestros recursos justa. Tenemos
que encontrar el punto de equilibrio donde podamos sentirnos justamente como
colombianos echando este país para adelante.
¿Eso no significa refundar el país? ¿O cree que los
multimillonarios van a entregar parte de sus alforjas para que se las repartan
a los desarrapados? ¿Eso implicaría redistribuir la riqueza?
Totalmente, pero no
significa que el rico va a dejar de ser rico; simplemente que el rico va a
ganar lo que justamente debe ganar, no lo que exorbitantemente absorbe a costa
de los pobres. No, lo que estamos buscando es que los pobres puedan acceder a
lo que acceden los ricos.
¿El momento por el que está pasando el país es como para
sembrar semillas de paz?
¡Sí! Hace cerca de
año y medio las guerrillas de las Farc y ELN le ofrecieron al presidente
electo, Juan Manuel Santos, la rama de olivo y lo llamaron. ‘Alfonso Cano’ -recién
fallecido-, le dijo ‘hablemos’. El Comando Central, en la voz de ‘Gabino’
-Nicolás Rodríguez Bautista-, le dijo: ‘Retomemos los diálogos donde los
dejamos en el Gobierno anterior y démosles continuidad. El presidente Santos
habló de una puerta y de una llave. Se ha creado con ese intercambio de
voluntades la mayor oportunidad que es posible entender y ver que es cuando las
partes quieren hablar de paz. Yo sí creo que son tiempos para hablar de paz,
aunque en el escenario inmediato dadas las circunstancias de la muerte del
‘Comandante Cano’ pareciera que no.
¿En el caso del ELN tomaría la decisión de sentarse en
este mismo instante a levantar las bases de un eventual diálogo?
El ELN siempre ha
tenido esa disposición y esa voluntad de trabajar por la búsqueda de caminos
que conduzcan a la solución política del conflicto político, social y armado.
Obviamente para eso se necesita dialogar, y ellos tienen toda la disponibilidad
de hablar con todos los gobiernos. Desde la época de César Gaviria de manera
ininterrumpida se ha hablado con todos los gobiernos. Aun se habló con los dos
gobiernos del presidente (Álvaro) Uribe, que era considerado el ‘demonio’ y que
nadie quería hablar con él, pero el ELN mantuvo la disponibilidad de conversar
y conversó hasta donde la mesa se pudo sostener.
¿Qué pasó con esa amenaza que ustedes le hicieron a Uribe
Vélez al considerarlo ‘objetivo militar’ desde cuando era gobernador de
Antioquia?
Eso ya se diluyó en
el tiempo, y hoy en día son otras las preocupaciones y otra la manera de
entender las luchas políticas en el país. No, el ELN no está ya detrás de esa
situación y lo que está haciendo es formular propuestas muy interesantes para
el país, y obviamente en sus documentos es crítico sobre la situación que se
vive en el país y sobre la clase política gobernante, pero de ahí a que se
hagan anuncios de esa índole hay una gran distancia.
¿Qué es el ELN hoy? Se ha especulado que son 2.800 o a lo
sumo 3.000 hombres en armas. ¿Cuál es el peso real del ELN modelo 2011?
No, yo creo que eso
es irrelevante. No podría contestarlo porque en primer lugar no lo sé. Quienes
más presumen saberlo son los organismos de inteligencia militar. Recientemente
escuché al general Alejandro Navas -comandante de las Fuerzas Militares- en una
conferencia de prensa con motivo de la muerte del ‘Comandante Alfonso Cano’,
decir que el ELN tenía 2.200 hombres. Parece ser que si él tiene mucha
información, esa puede ser la cifra, pero no tengo información sobre eso.
¿Añora la Serranía de San Lucas (sur de Bolívar), en
donde usted se movía como pez en el agua?
Totalmente, y la
vida en el campo, en la montaña. Eso hace parte de las experiencias vitales y
esto queda muy marcado. A veces sueño e incluso a veces estando aquí hay
momentos de nostalgia y uno tiene sus añoranzas porque la vida en el monte la
disfruté a pesar de ser muy dura.
¿Los combates, los heridos, los muertos lo dejan dormir o
de vez en cuando tiene pesadillas?
De vez en cuando.
La guerra no es buena. La guerra es una circunstancia que tenemos que superar
los seres humanos y principalmente los colombianos que llevamos más de
doscientos años de manera ininterrumpida sin haber superado los conflictos
totalmente. No hay una sola generación, ni la suya ni la mía, que haya podido
nacer y morir en paz en Colombia en los últimos doscientos años. Desde los
bisabuelos hemos vivido en una zaga de violencia y esto no nos deja dormir a
todos los colombianos. El sueño de los colombianos no es tranquilo. Al menos el
mío intento que sea lo más sereno, pero no lo es. Me mortifica mucho la
situación de desamparo en que vive mucha gente; es que ni siquiera pueden
dormir. Al menos yo puedo dormir en una cama; muchos no pueden hacerlo.
¿Usted se hastió de la guerra? ¿Se ‘mamó’ de vestir
camuflado y cargar fusil?
No de esa manera.
La guerra en términos políticos y sociales, por nefasta que sea, tiene una
utilidad y tiene una razón de ser. A la guerra no se llegó únicamente por una
actitud guerrerista de unas personas, sino que es el tipo de situación que le
fue impuesta a una sociedad y fue para ese momento la respuesta única, el único
camino que quedaba cuando todas las vías legales se habían agotado. Lo había
dicho el padre Camilo Torres. Hay que preguntarse por qué el cura Camilo fue a
la guerra. Él tenía la convicción de que lo habían hecho por todos los lados, a
través de los votos, de las luchas legales, de memoriales, del Parlamento, por
todas las vías legales, con la cédula en la mano, pero por ningún lado fueron
escuchados. No tuvimos ni voz ni voto. Aquí fueron unas minorías las que se
empotraron en el poder y las que usufructúan absolutamente todo. Había que
buscar otras maneras, y estaban las vías de hecho, entonces la guerra fue impuesta.
Ahora, la desvinculación
de la guerra es una situación que solamente me comprometió a mí y fue una
decisión que tomé con toda consciencia
sobre todo porque sabía que esa lucha revolucionaria en la que ya no iba a
participar más, tiene otras vertientes y una de ellas es la lucha política. Yo
estoy en la lucha política y quiero estar muy junto al pueblo para trabajar
alternativas en democracia, bajo el marco de esta Constitución, haciendo
ejercicio de los derechos y cumpliendo con los deberes ciudadanos. Quiero
jugármela para trabajar por cambios estructurales en nuestro país.
¿Descartado de plano volverlo a ver con un AK-47 al
hombro?
¡Totalmente!
¿Cuál es el mejor homenaje que el ELN le puede rendir a
la memoria de ese luchador social al sacerdote Camilo Torres Restrepo, muerto
en Patio Cemento (Santander) en febrero de 1966 cuando apenas empuñaba su
primer arma?
El mejor homenaje
que puede hacerle el pueblo colombiano es trabajar por la revolución. La
revolución son las grandes transformaciones, con bondad. Aquí no se trata de
quitar a unos para montar a otros y usurparles sus bienes. De lo que se trata
es de acceder al poder para establecer los términos de la justicia social.
¿Para conseguir la paz a Colombia solo le queda la vía
armada o usted insiste en la necesidad de la negociación política? ¿O las dos
combinadas?
No, la
confrontación es la circunstancia que tenemos que superar y para eso debemos
acudir con la mayor prontitud posible al diálogo y establecer una mesa de
diálogo, y a través de él convenir y pactar los términos de superar la guerra
sobre la base de que se va a construir una nueva situación. Ese cambio tiene
que quebrar el statu quo imperante
hasta el momento y dar la apertura para establecer una relación más justa.
Nota: En la segunda parte de esta
entrevista, Carlos Velandia -exvecino del barrio Los Pinos de Bucaramanga-, hablará de los errores cometidos por el ELN, del
llamado que le hace al Coce para que busque contactos con el Gobierno Santos,
del significado de la muerte de ‘Alfonso Cano’ y la llegada de ‘Timochenko’ al
comando de las FARC.
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