Nicolás Landes fue el dueño de los bancos Andino y Popular, pero gracias a la persecución que algunas autoridades le montaron en Colombia para tapar la crisis del Banco del Pacífico y en la que se gastaron millones de dólares aduciendo que se había quedado con dineros provenientes de la recaudación de impuestos, paró en prisión y cayó en
A Nicolás Landes ya
no lo frecuentan los presidentes, ministros, políticos y ‘cacaos’ que lo
acechaban cuando era la cabeza del Banco Andino en Colombia y del Banco Popular
en Ecuador.
Menos lo hicieron
cuando Landes estuvo detenido en la cárcel ‘San Sebastián’ de San José de Costa
Rica o en el Penal ‘García Moreno’ de la capital ecuatoriana.
Perseguido,
desprestigiado, privado de la libertad, raquítico y en la ruina, Landes tuvo
que acostumbrarse a la soledad, aliviada con las visitas de sus pocos amigos
sinceros y ex colaboradores que aún hoy le siguen siendo fieles.
En la gélida celda de
la prisión ubicada en las laderas de Quito, Landes cursó a distancia la carrera
de Psicología y conoció a la periodista Caridad Vela, que no sólo abanderó su
reclamo de inocencia, sino con quien terminó enamorándose. Relación que nada le
gustó al dueño del Banco del Pichincha, que la desvinculó como organizadora de
la temporada taurina local, que es uno de los principales acontecimientos en
este país donde reina el miedo a denunciar y más en tiempos del presidente
Rafael Correa.
Ya en libertad después
de cuatro años de encierro por el delito de peculado y recuperándose de las
huellas dejadas por una década de sufrimiento que lo tuvo a punto de dejarse
morir por inanición, Landes aceptó esta entrevista exclusiva.
Paradójicamente estamos
en el noveno piso de un edificio llamado Euro, frente al parque La Carolina, al
otro lado del cual está la imponente construcción que perteneciera a su Banco
Popular y que al verlo por la ventana le hace brotar un par de lágrimas.
Como castigo
vitalicio, no podrá volver a ejercer ninguna actividad en entidades vigiladas
por la Superintendencia de Bancos. “Aquí todo es posible y quien tiene el poder
político o económico resuelve en la justicia lo que desee”, dice este hombre
que no tuvo más remedio que optar por el bajo perfil.
Está ‘arrimado’ en
una oficina que le cedió Caridad, quien allí tiene la sede de su revista “Clave”,
una publicación dedicada al sector de los bienes raíces.
No hay cuadros de Guayasamín,
ni esculturas costosas, sólo un computador, un escritorio, una mesa, tres
sillas y dos pocillos con una aromática que aquí llaman “Agua de viejas”. Ah, y
el ruido atronador de los aviones que aterrizan a pocas cuadras y al cual ya
están acostumbrados los quiteños.
¿Qué fue lo más duro de estar en la cárcel?
Lo primero es el
simple shock casi físico de estar
encerrado en un ambiente desconocido y potencialmente peligroso como el que me
tocó en Costa Rica en un pabellón de delincuentes comunes. Por suerte no me
pasó nada, pero sí tuve la sensación aguda de estar privado de la libertad. Uno
de los ingredientes es la falta de comunicación vista la limitación a las
visitas y a las llamadas telefónicas. Fuera de lo que es el contacto con el
abogado, uno está incomunicado con la familia y con quienes le puedan ayudar.
Luego viene una
sensación de gran impotencia al estar en una situación en la que la capacidad
propia pesa muy poco porque la vida de uno está en manos de terceros que poco o
nada están interesados en la situación personal. Es un sistema impersonal en el
que cada quien debe salvarse como pueda.
Y luego a medida que
uno sorprendentemente tiene una capacidad de adaptación mucho mayor a la que se
imagina y va superando esos primeros problemas, va sintiendo el problema a más
largo plazo que es la pérdida del tiempo y las oportunidades que uno tiene como
persona para seguir trabajando y para compartir con su familia. Me golpeó muy
fuerte el caso de mis hijos adolescentes, sabiendo que eran años que no los
podría recuperar, y sólo recién ahora estoy comenzando a restablecer vínculos
que se fueron aflojando porque el amor no desaparece, pero la relación humana
está basada en cierto grado de cotidianeidad y al no haberla pues hay un
alejamiento.
Se pierde también el
tiempo laboral, que es más grave a medida que uno se pone más viejo y sabe que
los años que le quedan son escasos.
¿Llevaba una cuenta de los días? ¿En algún momento
decidió no seguir haciéndola?
No, porque si uno
quiere sobrevivir sicológicamente no puede contar los días, ni los que ha
estado y peor los días que le faltan, porque en Ecuador la gente sabe cuándo
entra a la cárcel pero no tiene idea de cuándo vaya a salir. La ansiedad va
creciendo a medida que se acerca la supuesta fecha de recobrar la libertad,
pero que por demora en los trámites, por inoperancia burocrática o por
cualquier factor se va dilatando y eso causa una situación inmanejable. La
única manera de sobrevivir en ese tipo de situaciones es viviendo el día. Uno
tiene que centrarse en el presente, y para quien como yo por la trayectoria
laboral ha estado enfocado a la planificación, toca cambiar el casete y mañana
veremos qué pasa.
¿Sirvió para algo la huelga de hambre que hizo en
Costa Rica o fue una locura?
Efecto práctico,
realmente ninguno. Los sistemas carcelarios son totalmente impersonales y si no
hay un eco importante a nivel de medios de comunicación que ejerzan una
presión, que en mi caso no se dio, a las autoridades carcelarias o judiciales
no les hace el más mínimo efecto. Me sirvió como una prueba de fuerza de
voluntad y como un interesante descubrimiento de la capacidad de resistencia
del cuerpo y de lo increíblemente adaptable que es el ser humano. Si me lo
pregunta ahora, no vale la pena.
¿La palabra revancha está en su agenda?
¡No! En algún momento
de la fase inicial, parte por lecturas y reflexiones propias o por oír a otras
personas, se me hizo claro que incorporar ese sentimiento de revancha en la
vida diaria es perjudicial para uno mismo, y que estando en la cárcel toda la
energía emocional que uno tiene debe estar dirigida hacia mantenerse a flote y
sacar provecho en la medida que se pueda de ese periodo.
Eso no quiere decir
que uno no tenga las cuentas muy claras y que no conozca bien quiénes son los
deudores y cuánto le deben, pero es muy diferente de decir yo vivo para una
revancha porque la principal y mejor revancha es poder salir, recuperarse,
volver a disfrutar de las cosas que gozaba, reincorporar cosas que perdió… Ahí
está la principal revancha, pero eso no quiere decir que uno se olvide de las cuentas pendientes.
Alguien diría que usted salió de la cárcel a vivir de
lo que logró esconder. ¿De dónde saca su sustento?
Nunca me voy a
olvidar ni a cansar de repetir que los años que estuve preso, fui el
beneficiario de una expresión de lealtad y de cariño por parte de muchos ex
funcionarios del banco que colaboraron especialmente con plata para mi
mantenimiento, para ayudar a pagar los honorarios de mis abogados, incluyendo
los gastos que uno tiene así la vida de la cárcel sea muy austera, pero no es
gratuita.
A mi salida me
hicieron un homenaje que todavía me emociona al recordar que se juntaron casi
unos trescientos ex empleados de Quito y de todo el país para recibirme y
expresarme otra vez el cariño y su lealtad. De las pocas cosas provechosas que
uno saca es conocer quién es quién en la vida de uno y en este caso fue algo
que fue mucho más allá de cualquier expectativa que haya tenido.
En el día de hoy
trabajo como consultor, en la medida que me prohibieron por mandato judicial
trabajar en el sector financiero que es al que me he dedicado toda la vida. Lo
que estoy haciendo es poner en práctica mi experiencia como administrador, y
por suerte algunas empresas ecuatorianas me buscaron para que colabore como
asesor en formular sus estrategias de empresa.
Pasé por una sede abandonada del Banco Popular,
invadida por la maleza, que está a pocas cuadras de la Embajada de Colombia.
¿Qué siente cuando ve las ruinas de su emporio?
Aquí (coge la
grabadora y se levanta), frente a mi ventana, si ve ese edificio, el más
grande, el que tiene las columnas de concreto a la vista, esa era la sede del
Banco, así que está al frente mío todos los días. Ahí está ahora el Ministerio
de Educación y, para ironía de la vida, también el Ministerio de Justicia.
A nivel emocional yo
dejé atrás lo que fue y lo que pudo haber sido, pero sí me llama la atención la
cantidad de personas que directa o indirectamente, no solo funcionarios del
Banco sino también clientes y empresas que trabajaban con el Banco, todavía al
día de hoy, diez años más tarde aún lamentan que no exista la institución, sea
como lugar de trabajo, sea como banco que financiaba actividades empresariales,
entonces me da pena de cierta manera que la institución que se forjó dejó de
existir. La parte física no viene mucho al caso.
¿Qué hacer en ese desespero y desilusión para no
seguir aquel consejo de Joaquín Sabina de cortarse de un tajo las venas?
Ese paso sicológico
es algo que uno tiene que dar en la fase inicial de estar detenido, porque en
caso contrario uno cae en un pozo sin fondo donde vive atado al pasado, tanto
alo bueno que uno extraña como a lo malo que a uno le irrita y le causa
malestar y la sensación de tener que buscar la revancha. La única salida es
decir el pasado fue. Hay realidades que son irreversibles, hay que aceptarlas y
más bien poner la energía hacia el presente, y estando en libertad apuntar
hacia el futuro; mirar hacia atrás no aporta nada.
¿Caridad Vela fue un regalo de Dios? ¿Una casualidad?
¿Algo inexplicable?
Una feliz casualidad,
porque no hay ninguna duda que para quien está privado de su libertad y peor
cuando la familia está lejos, la presencia de una persona como ella con toda su
energía y su amor y su alegría, es un factor muy positivo. Fue una bendición,
un rayo de luz, en medio de todos los malestares y problemas que uno tiene
estando preso, y que más que compensa todo lo negativo que hay del otro lado.
¿Qué errores admite haber cometido?
Dependiendo del grado
de exigencia que uno se ponga puede hacer una larga retahila, pero el error
número uno es que yo fui ingenuo en estimar que se podía llevar adelante una
actividad bancaria importante sin participar en los juegos políticos que son
costumbre en nuestros países. Yo no digo en el sentido de ir a buscar
beneficios, prebendas o ventajas, pero simplemente en el sentido de comprar
protección, de tener una seguridad de que no va a ser la institución, uno y
todas las personas vinculadas víctimas el día de mañana de intereses ajenos, de
circunstancias políticas, que fue el caso tanto del Banco Andino en Colombia,
como del Banco Popular en el Ecuador.
Mirando para atrás a
nivel administrativo y financiero puedo identificar factores que uno con la
ventaja de la retrospectiva identifica claramente, pero ninguno de esos habría
causado… Uno dice qué fue el factor fundamental que causó toda esta situación y
es muy sencillo: en el caso nuestro fue este factor político del cual no tiene
justificación lo que nos hicieron. Pero la otra cara de la moneda es que debí
haber tomado una actitud más proactiva de crear defensas y protecciones a nivel
político para no ser vulnerable al tipo de tratos y actuaciones que nos
hicieron.
En los programas de reality eso lo llaman inmunidad.
¿Usted no la compró?
No, yo más bien tenía
la idea ingenua de que si uno operaba dentro del marco de la ley, cumpliendo
con las obligaciones que uno tiene tanto como empresario como ciudadano,
entonces hasta ahí llega la tarea que le corresponde, y si uno no está buscando
del Estado o de los políticos que le den algún tipo de ayuda o de ventaja
entonces simplemente no tiene que estar metido en ese mundo ni participar de
alguna manera en esas circunstancias.
¿De qué se arrepiente?
Mi
arrepentimiento vendría del hecho de que puse mis criterios y principios
personales por delante de la realidad de cómo se conducen los negocios en
Colombia y Ecuador, y que por culpa de eso entonces no solamente me perjudiqué
yo y mi familia, sino que se perjudicaron cientos de empleados del Banco
Popular en Ecuador, funcionarios del Banco Andino en Colombia que fueron
injustamente agredidos y procesados, y se perjudicaron también clientes que
trabajaban con el Banco y que se quedaron sin la institución con la cual
contaban. El arrepentimiento viene de las consecuencias de los actos que uno
hizo por omisión o comisión y que traen esas consecuencias, máxime cuando no
había razones fundamentales de carácter financiero o de carácter jurídico que
hayan llevado a la situación en la cual nos encontramos en Colombia y Ecuador.
En ese caso debíamos haber dicho que cometimos errores gruesos de mal manejo o
de un manejo doloso, pero ha quedado comprobado que no hubo ni lo uno ni lo
otro; lo que ha habido es simplemente una situación de abuso político con unas
consecuencias que a nivel humano para muchas personas ha sido muy doloroso.
Pero debo
decir que un factor que ha sido de agrado en estos meses que he estado libre es
encontrarme con muchos ex funcionarios del Popular que están ahora muy bien
ubicados como funcionarios en otras entidades o como empresarios por su propia
cuenta, que han tenido éxito profesional luego del bache cuando el Banco cerró
y que todos ellos atribuyen en algún grado su éxito a la experiencia y el
aprendizaje que obtuvieron durante se tiempo en el Popular. En ese sentido, la
sensación de la pérdida causada a ellos se compensa en algún grado por ver que
cuando fueron lanzados a la piscina pues sabían nadar y han salido adelante.
Recuperar el capital es prácticamente
imposible. ¿El nombre tampoco?
En el
sentido absoluto de la palabra, no, porque lo que sí es evidente es que cuando
se echa fango por más que se lave algo queda. En un área tan sensible como la
bancaria, el daño que se le hace a la reputación profesional de un banquero es
en alto grado irremediable, pero eso no quiere decir que no se pueda dejar
claro a través de sentencias judiciales que las acusaciones no tenían ningún
sustento y que desde el punto de vista jurídico y técnico no había razón alguna
para haber iniciado las acciones tanto judiciales como mediáticas que se
hicieron en contra mía. Tengo la intención y me dedicaré los años que sean
necesarios para limpiar mi nombre, pero a la vez he entendido que las
acusaciones son titulares de primera página y las rectificaciones son pequeñas
columnas de páginas interiores y nunca llegan a tener la misma difusión las
declaraciones de inocencia posteriores a las acusaciones originales.
¿Con qué ‘película’ de la crisis bancaria
se quedaron los ecuatorianos?
Durante
una década distintos gobiernos, políticos en general y muchos comentaristas han
repetido la cantaleta de que aquí lo que había era una banda de banqueros
corruptos que saquearon a sus instituciones, las quebraron y salieron ricos
dejando un hueco para que cargue con eso el Estado. Entonces ahí se aplica la
tesis de que las mentiras repetidas se convierten en verdades porque eso ha
sido el discurso y hecho con tal intensidad que impidió desde un inicio
cualquier análisis objetivo o cualquier versión alternativa, inclusive
cualquier distinción de caso, desde aquellos que pudiesen corresponder a esta
narrativa hasta aquellos que no corresponden para nada. Para todo el mundo se
aplicó la etiqueta ‘banquero corrupto’, con lo cual automáticamente se
determinó la culpabilidad de todos aquellos a quienes nos aplicaron esa
etiqueta sin derecho a réplica o análisis. Ese ha sido el mensaje de estos diez
años y la gran mayoría de la población, salvo unos pocos que han estado
enterados de lo que realmente sucedió, opina que efectivamente eso fue el tema
de la crisis.
Usted decía no revancha, pero tampoco
olvido. ¿A quiénes y qué cuentas no olvida de Colombia?
En
Colombia es corta y muy evidente esa lista. Quienes participaron de forma
directa, consciente y con mala intención en el inicio del proceso de la demanda
en Miami, que fue el factor que determinó la caída del Banco Popular en Ecuador
y que también fueron los responsables de iniciar el proceso penal contra
funcionarios del Banco Andino, fueron Juan Camilo Restrepo (ex ministro de
Hacienda) y Fanny Kertzman (directora de la DIAN). ¿Quiénes tuvieron una
participación, conocimiento y dieron luz verde a estas actuaciones? Fueron el
presidente Andrés Pastrana Arango y el entonces embajador en Washington, Luis
Alberto Moreno (hoy presidente reelecto del Banco Interamericano de Desarrollo,
BID). ¿Qué grado de participación directa tuvieron? Tal vez algún día lo
sepamos a través de instancias judiciales, pero estaban plenamente enterados,
conocían muy de cerca el caso del Banco Andino, me conocían personalmente,
sabían de quién estaban hablando, y no obstante eso pues dieron su luz verde a
actuaciones que el tiempo ha demostrado que eran a sabiendas, falsas y
maliciosas porque no hay mejor documento que la publicación que sacó la DIAN en
el año 2005, cuando reconoce que el Banco Andino a través del liquidador
nombrado por el propio Estado vía Fogafin, le pagó a la DIAN el ciento por
ciento de los impuestos que el Banco Andino le adeudaba en el momento en que
fue intervenido por la Superintendencia Bancaria, y paralelamente les devolvió
el ciento por ciento de los depósitos a sus clientes. En esa misma publicación
indican que a esa fecha el Banco del Pacífico había pagado a la DIAN un 50 por
ciento de sus obligaciones y lo mismo a sus depositantes. Entonces, cuál es la
ironía que el banco que fue objeto de tantos insultos por parte de Restrepo y
Kertzman ante los medios de comunicación, en los dos debates en el Congreso de
la República y a través de sus abogados en Miami, resulta que fue el banco que
les devolvió el ciento por ciento de lo adeudado en impuestos y en depósitos,
mientras que el banco que ellos protegieron, el banco del cual Luis Alberto
Moreno era presidente del directorio en Ecuador y del cual personas muy
allegadas eran miembros del directorio en Colombia, nunca pagó sino una
fracción a la DIAN y a los depositantes. El Banco del Pacífico fue protegido
por estos mismos personajes que mencioné.
Se le escapa el nombre del ex ministro del
Interior y de Justicia uribista, Fernando Londoño Hoyos. ¿Le corrió a usted
cierto fresco cuando condenaron a Londoño en el escándalo de las acciones de Invercolsa?
Las
actuaciones y lo que haya hecho Londoño Hoyos, ni me va ni me viene. Eso para
mí es irrelevante, pero bien que menciona su nombre porque él fue el presidente
de la junta directiva del Banco del Pacífico cuando fue intervenido o en todo
caso hasta pocos días antes, y lo más interesante es que siendo él ministro,
fue que Colombia anunció la intención de pedir mi extradición cuando yo estaba
en Estados Unidos, y lo curioso es que lo pide poco después que Estados Unidos
mediante nota diplomática le había negado al Ecuador el pedido de extradición
que había presentado el Gobierno ecuatoriano, justamente porque había revisado
el proceso penal que me armaron en Ecuador y la conclusión del Departamento de
Justicia de Estados Unidos era de que no había ningún sustento en el expediente
que envió el Ecuador a Estados Unidos. Es irónico y llamativo que Londoño haya
hecho eso.
¿Por qué se archivo la investigación
contra el Banco del Pacífico?
No puedo
responder eso de primera mano. Aquí me fijo en lo dicho por Alberto Donadío en
su libro “Los Farsantes”, que algunos interesados en Colombia trataron de
desvalorizar sus investigaciones incluyendo primerito al ex ministro de
Defensa, Juan Manuel Santos y ahora candidato presidencial que se lo dijo en
ocasión del segundo debate en el Congreso. Luego vino otro libro del cual nadie
podía decir que hubiera sido de alguna manera influenciado por mí, que fue el
de Gustavo Petro que por la época era congresista, titulado “El caso del Banco
del Pacífico”, en el cual es categórico en afirmar que eso se archivó
justamente para que no se fueran a desenterrar todos los esqueletos en el Banco
del Pacífico Colombia que involucraban a personajes muy cercanos al Gobierno de
Andrés Pastrana. Tanto así que Petro asegura que toda la acusación contra Banco
Andino y Banco Popular no era sino una cortina de humo para distraer a la opinión
pública mientras a través de un liquidador que no hiciera olas, simplemente
iban a archivar todo el tema del Banco del Pacífico. La prueba es que el Banco
del Pacífico no pagó y no sucedió nada. No hubo reclamos y ni siquiera una
investigación de ninguna especie, pasando a la historia de manera
desapercibida.
¿Volvería a invitar a su casa a ese Moreno o ese Pastrana que tanto le sobaban la
chaqueta en esa época?
¡Pues no!
Ambos han probado ser personas totalmente falsas, políticos interesados
únicamente en las maniobras que les rindan algún rédito a corto plazo, causando
los perjuicios que sean a terceros sin ningún tipo de preocupación o
remordimiento.
¿Le da urticaria ver por CNN la reelección
de Moreno en el BID, con el espaldarazo de Álvaro Uribe?
Uno no
puede vivir arrastrando las preocupaciones y malestares del pasado. Uno tiene
que poder ver eso, reírse y pensar que algún día de algún modo las cuentas se
ajustan. No creo en la tesis de que necesariamente hay justicia o compensación,
pero lo más probable es que las cuentas, más día menos día, se ajustan.
¿Piensa volver algún día a Colombia? ¿Al
menos con gafas oscuras y bufanda para que no lo reconozcan?
Si
regreso no va a ser de incógnito. Yo ya pasé una época de la vida exiliado y
prófugo y esa etapa no la voy a repetir en el sentido de estar escondido o
pasar desapercibido. Yo no tengo por qué esconderme ni por qué no mostrar la
cara en cualquier lado. Regresar a Colombia es un tema que está por verse. No
está en mis planes en un plazo previsible, peor tampoco lo descarto. Hay
demasiados imponderables y sorpresas en la vida como para decir que de esta
agua no beberé.
¿Cuánto dinero llegó a tener Nicolás
Landes y cuánto tiene ahora?
Nuevamente
hablando de ingenuidad, yo tomé la decisión cuando comencé con el Banco Popular
en Ecuador en 1987 que sólo me dedicaría a la actividad bancaria, de manera que
puse la plata que tenía en esa época, mis ahorros los metí en el Banco y ahí se
quedó. A medida que el Banco tuvo éxito y tuvo utilidades, pues ese patrimonio
iba creciendo pero yo no retiré dinero salvo para una casa en Quito y una casa
en Miami. Así que mi patrimonio a la época del cierre del Banco, en 1999, era
eso: mil acciones en el Banco y dos casas. ¿Cuánto valían esas acciones?
Difícil saberlo, porque eso no se sabe sino hasta el día que las pueda vender
porque mientras tanto son valores teóricos. Pero había llegado a ser una cifra
contablemente apreciable; eran algunas decenas de millones de dólares. Y en
esta década entre gastos judiciales y para mantener a mi familia, especialmente
a mis hijos que estaban en universidades en Estados Unidos, me quedé en la
calle. Salí de la cárcel sin un centavo y con deudas, entonces mi situación
patrimonial en este momento está en rojo. Voy a tener que trabajar algún tiempo
y tener algunas circunstancias favorables para poder volver siquiera a tener
alguna tranquilidad económica, muy lejos de poder aspirar a fortuna.
Simplemente volver a tener lo que puede cualquier persona aspirar a los sesenta
años y que le permita mirar hacia los años futuros.
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