Entrevista al director argentino y ganador en 2010 de la
estatuilla a la Mejor Película Extranjera por ‘El secreto de sus ojos’. Diálogo
con una estrella que podría estar en Hollywood pero que prefirió regresar a su
país y un día de estos venir a conocer Barichara, Girón y lo que queda de esta
ciudad.
Hay entrevistas que
van sin rodeos a las preguntas y respuestas. Y esta podría ser una de ellas,
pero por tratarse de unas circunstancias excepcionales debo empezar por
advertir que es la primera vez en los 389 años de historia de Bucaramanga que
el ganador de un Premio Óscar de la Academia pisa estos parajes ‘competitivos’
y ‘globales’.
Lo más cercano a
este encuentro del tercer tipo fue la visita que efectuara la actriz noruega Liv Ullman, nominada dos veces al
Óscar por sus películas ‘Los emigrantes’ y ‘Cara a cara’, pero estamos hablando
de 1985, cuando el Cine Club El Hormiguero vivía sus años de gloria y
Bucaramanga no había sufrido la embestida vallenata. Ella vino como embajadora de
buena voluntad de Unicef y hasta accedió a hablarme de su relación con Ingmar
Bergman.
También han pasado
los ‘actores’ de ‘Padres e Hijos’, los cuentachistes de Sábados Felices y hasta
Amparo Grisales, pero ellos están en otra categoría.
Esta vez, 26
años después, la cita fue con Juan José Campanella, el argentino que el 6 de
marzo de 2010 recorrió la alfombra roja del Teatro Kodak de Los Ángeles para
subir a la tarima y recoger el Óscar a la Mejor Película Extranjera.
Ya había sido
nominado en 2001 por su película ‘El hijo de la novia’, pero en esta ocasión sí
se alzaba con el más grande reconocimiento en la industria cinematográfica por
‘Los secretos de sus ojos’, la historia de un agente de la justicia federal que
investiga la violación y crimen brutal de una joven bonaerense. Una cinta que
con 2,5 millones de espectadores sólo en su país, se convirtió en la más
taquillera de Argentina en los últimos 35 años.
Así que el simple
hecho de que a un personaje de este calibre le dé por pasar dos días de
vacaciones en Bucaramanga y probar la carne oreada ya es una novedad, no
importa que por esta fecha las multitudes estén más afanadas por obtener un autógrafo
de ‘Los Tigres del Norte’.
Campanella ha
participado como director en series televisivas gringas como ‘Le ley y el
orden’, ‘Brothers and Sisters’ y ‘Dr. House’, además de haber recibido el
Premio Goya (España) y el Cóndor de Plata.
En chanclas, acompañado
por una taza de café y con sus ojos verdes clavados en un computador en el que
revisaba escenas de su próxima película en tercera dimensión, Campanella aceptó
con amabilidad esta entrevista (diciembre de 2011), gracias a los buenos oficios de una lectora de 15,
Cecilia Reyes de León, quien nos permitió el contacto en la terraza del Club
Campestre, mientras su esposa y su dos hijos se zambullían en la piscina.
‘El secreto de sus ojos’ es la primera película en la cual mi esposa no se duerme.
‘El secreto de sus ojos’ es la primera película en la cual mi esposa no se duerme.
(Sonríe) Bueno, me
alegra.
¿Cuál es el secreto de ‘El secreto de sus ojos’?
No sé. Si lo
supiera podría hacerlas todo el tiempo. En las películas siempre existe una
cuota también de suerte, donde los planetas se alínean, la química entre los
actores da, el estilo visual concuerda y el inconsciente colectivo está listo
para esa película. Por hay esa película hace diez años o dentro de diez años no
causaría lo mismo. Ojalá tuviera ese secreto.
Nostalgia, dramatismo, romanticismo, ironía, esperanza…
¿Qué otros ingredientes tiene su fórmula?
Humor. Eso sí que
está siempre presente. Además, personajes reales, personajes que uno reconoce.
Elementos que van en su aspiración de recobrar la
condición humana. ¿El cine se ha deshumanizado?
Sí, totalmente.
Pero no solamente el cine de Hollywood, que directamente no tiene ninguna
pretensión de ser sobre seres humanos sino sobre seres sobrenaturales; también
el cine arte, el cine de autor, con excepciones por supuesto, que en general son
ejercicios estilísticos o más que nada una búsqueda sobre el lenguaje
cinematográfico con personajes que no hablan durante toda la película o
búsqueda de montajes, ya sea por lo rápido o por lo lento. Eso es válido para
mucha gente, pero a mí particularmente como espectador no me interesa.
Ustedes los signo Cáncer son familiares, tímidos,
posesivos, imaginativos, románticos y navegan entre la melancolía y la alegría.
Encima a mí se me
complica porque en el horóscopo chino soy chancho (marrano). Así que soy eso
por partida doble.
¿Campanella en Bucaramanga es como Butch Cassidy en
Bariloche o Antoine de Saint Exupery en Trelew?
No, de vacaciones.
A Bucaramanga nos trajo Jorge Estrada Mora, que nos está haciendo un tour de Colombia. Empezamos por el
festival de cine de Santa Fe de Antioquia y de aquí vamos para Cartagena.
¿Dónde está en este instante el Óscar y la corbata negra
con que lo recibió?
El Óscar está en mi
estudio en Buenos Aires al lado de un Cóndor de Plata, el Ariel, un Emmy, un
premio de super ocho y el ‘Óscar Bonavena’ que me lo dieron los de la cancha de
Huracán en homenaje a los dos Óscar (el otro es el peso pesado ‘Ringo’ que en
1970 tiró a la lona a Mohammad Alí), en una entrega que fue más emotiva que la
de Los Ángeles. La corbata, junto con todo el traje, se los devolví al día
siguiente a los vestuaristas. (Sonríe)
Un tipo que se ganó el Óscar, que es argentino y porteño
para más señas, pero modesto. ¿Cómo compaginar todo eso para seguir siendo
sencillo?
Pobre por lo que me
toca de porteño. No sé si es una cuestión de personalidad o de crianza. Mi papá
era muy de decir: ‘Cuando te va bien, cerrá la boca’ o ‘Martín Fierro aconseja
cada lechón en su teta es el modo de mamar’. Además tuve la gran suerte cuando
empezaba como técnico, de trabajar con directores que quise mucho, que me
exigieron mucho y que despertaban lo mejor del equipo, pero también que empecé
con los fracasos fuertes y eso ayuda mucho. En ese momento no se vivía así,
pero mirando hacia atrás ayuda mucho. Yo sé que todos los que ahora me dicen
‘genio’ en twitter, ante la primera película que no les guste se dan vuelta.
Así que por qué me voy a agrandar.
¿En algún momento le dijeron que se olvidara de escribir
guiones o le cerraron la puerta diciéndole que de dirección no tenía ni idea?
Varias veces. Es
una experiencia muy fea, horrible. Esto me ocurrió en 1997, justo antes de ir a
Argentina, con mi segunda película. Fue un fracaso muy grande de público y de
crítica. Un año en el que se cerraron todas las puertas.
Si su carrera ha tenido más éxitos que tropiezos, ¿por
qué dice que si volviera a nacer lo pensaría meterse al cine?
Yo estoy contento
con mi vida. Me hubiera gustado que me vaya bien desde un poco antes, pero muy
la menor parte de mi carrera me está yendo bien… no es la mayor parte para
nada. Me refiero a que si yo naciera hoy, con las películas que se dan hoy, no
sé si se me hubiera despertado el amor al cine que se me despertó con las
películas de los años 60 y 70.
¿Usted es de los que dice que Hollywood es basura?
No, hay cosas que
hacen muy bien, pero Hollywood realmente ahora está en otro negocio. Le
interesa el cine-espectáculo. Como que tomó lo más superficial de Ben Hur (Charlton
Heston fue su protagonista) y lo explota al máximo. (Sonríe). Es un cine en el que
sus ejecutivos han abrazado a consciencia la masividad, entonces es un cine que es un entretenimiento
pasajero, que sería incapaz de cambiarle la vida a nadie. No es basura; es otra
cosa, y como es otra cosa lo hacen excelentemente bien. Decir que ‘El hombre
araña’ es basura, es muy pedante. Generalmente lo dice gente que no es capaz de
pegar dos tomas juntas. Es otra cosa; no es ‘Tarde de perros’, ‘Qué bello es
vivir’ o ‘El Padrino’, nada de ese cine de los años 70, que era realmente
maravilloso, entretenido y apasionante, y que tenía todos los resortes que
tenía que tener pero que además hacía comentarios sobre la vida.
¿Un tipo con tanta ‘madera’ qué hace en Buenos Aires
pensando como latino, en lugar de estar en Los Ángeles, si esto es más
productivo y le da más fama?
Los Ángeles me
parece abominable. La ciudad es fea como ella sola. Es chata, es deprimente, la
gente es amable pero no es una amabilidad como acá, sino en busca de la
propina. San Francisco menos, es lo mismo pero con barrancas. Si me decís Nueva
York, entonces estamos hablando de otra cosa. Viví allí 20 años y me siento
neoyorquino también.
¿En qué sector se ubica en este preciso instante?
Lo que me gustaría
es un loft en Soho, pero tengo mi
estudio en el Village. ¡Qué le vamos a hacer! Buenos Aires me encanta, soy
feliz en esa ciudad. No es una elección que me haya costado ningún sacrificio.
Al contrario, tengo amigos directores en Los Ángeles que les cuesta mucho hacer
la película que quieren. Casi-casi no la pueden, y yo en cambio puedo hacer la
película que quiero. Creo que cambiarían
mi posición por la de ellos.
¿Se puede hacer cine sin sexo y sin estar repitiendo
hijueputa o marica cada dos párrafos?
¡Sí! En mis
películas el sexo brilla por su ausencia, pero groserías y vulgaridades las
tienen. Trato de que sean siempre rescatando lo encantador que tienen en el
sentido de la música y de la emoción. Son palabras inventadas por los pueblos
para expresar una emoción que el lenguaje correcto no les daba. No es lo mismo
decirle a alguien ‘no me fastidies más’ que ‘andate a la concha de tu hermana’
(Se carcajea).
O sorete.
Claro, no es lo
mismo decirle inútil a una persona, que decirle sorete. Una nos hace reír y la
otra no. Además son sonidos que tienen que ver con la furia, son sonidos
explosivos. Mi película favorita, ‘Qué bello es vivir’, no tiene ni una, pero a
mí me gustan.
En este momento usted está trabajando en la película
animada en tercera dimensión llamada ‘Metegol’, inspirada en una historia del
‘negro’ Fontanarrosa. ¿Lo marcó mucho?
Yo le leía mucho
antes de que fuera conocido. Desde que él surgió en la revista Hortensia en los años 70 y me acuerdo de
los primeros Inodoro Pereyra y Boogie El Aceitoso. Es un estilo de humor que
nos ha marcado mucho.
¿‘Metegol’ es la deuda suya con la infancia?
No la veo en
términos de deuda. La hice porque tenía ganas de hacerla ahora. Me encanta el
cine de animación y de hecho la excepción a Hollywood es el cine de animación
hoy en día, porque las comedias con gente de Hollywood no me despiertan ni las
más mínima sonrisa. La animación me gustó siempre y desde hace 15 años para mí
está potenciada. Pero además me gusta mucho la fantasía tipo ‘Dimensión
desconocida’; no la ciencia ficción tanto. En el cine es muy difícil hacer eso
y me estoy dando cuenta que en la animación también.
¿Hace cine para el común de los mortales o para unos
señoritos que posan de intelectuales?
Para el común de
los mortales; ni para señoritos que posan de intelectuales ni para
intelectuales en serio ni para un grupo que no tenga nada de intelectual pero
que le guste ver como matan gente. Trato de que a mis películas las vea mucha
gente, porque para mí el cine es un medio, no es un fin. No me interesan las
películas que exploran la narrativa cinematográfica, que no quiere decir que
después no las analice ni las vea como profesional y ojo clínico, como el
médico que lee una revista de Medicina para ver qué cosas nuevas se inventaron
y uso lo que me sirve y lo que no, no.
Ahora, la historia
que contamos no la puede elegir el público. Uno tiene que contar la historia
que quiere. La manera de contar también la tiene que elegir uno. Hay ciertas
cositas que uno puede dar para el público. Yo de los dos primeros cortes hago
una muestra con gente que no haya visto nada de la película simplemente para
ver tempos, por ejemplo. Soy montajista y en el montaje se pierde mucho la
noción del tempo especialmente. También para ver cosas rítmicas. A veces me
caso con un chiste y hasta puedo llegar con una carcajada y sacrifico una
escena. Pero muchas veces me ha pasado que lo que para mí es una carcajada, no
se ríe nadie. Entonces no sacrifico la escena. Para eso me sirve verla con
público. Esas muestras con público hay que tomarlas con pinzas.
¿Ayuda la opinión de su esposa y sus hijos?
No, nada. Y en el
caso de mi esposa menos porque ella trabajó en la película, entonces está tan
falta de distancia como yo. Sin embargo me encanta que vean los adelantos.
En España utilizan la expresión ‘me la suda’. ¿A usted
‘se la sudan’ los críticos de cine?
Nunca es lindo leer
en letras de molde que alguien diga que uno es un estúpido. Con respecto a la
influencia que la crítica tiene en las películas, el tiempo ha demostrado que
realmente no la tiene.
Esto también va
disminuyendo con el tiempo. No es lo mismo cuando uno se sentía totalmente
inseguro al principio, que no sabes lo que estás haciendo demasiado, a cuando
vas teniendo cada vez convicciones más firmes.
¿Juan José le gastaría ‘dos pies’ de película a los
Kirchner que monopolizaron el poder en Argentina?
Replantéame la
pregunta (Sonríe). La respuesta es que no haría una película sobre los
Kirchner, pero planteada de esa manera es despreciativo. Es una historia en
ebullición, así que hacer ahora una película sobre los Kirchner, tanto si es a
favor como si es en contra, es propaganda, no es cine.
¿’Benjamín Espósito’ es un poco Juan José Campanella?
Es el personaje que
menos tiene de mí. Es un personaje que me encanta pero que no quiero ser. Me
acerqué a él más por el miedo que por la similitud. El miedo más grande de mi
vida es la vejez en soledad, y por ese lado me interesó el personaje.
¿Más que la muerte? Que es un tema en el que usted está
trabajando otra película.
Mucho más. Estoy
tratando de amigarme con la muerte, porque voy a tener que convivir con ella,
sí o sí, mejor hacerse amigo (Sonríe). Eso no la puede evitar uno, entonces la
aproximación tiene que ser distinta. La vejez en soledad sí se puede evitar y
hay que trabajar para eso. En la soledad y en la pobreza creo que entendería el
suicidio…
¿Cómo recrear la muerte en cine?
En eso estoy. La
muerte es un momento natural que ocupa un segundo. Es como echarse un polvo. La
cosa es cómo se prepara uno antes y lo que ocurre después (Sonríe). Ahora en el
cine yanqui vemos mil muertes por película. Hay muertes más interesantes que
otras. Me encantó en una película de David Mamet (guionista chicagüense de ‘El
cartero siempre llama dos veces’ y ‘Anna Frank’), que vi en Cannes pero que ni me acuerdo cómo se
llamaba, (se refiere a William H. Macy), a quien le pegan un tiro y estando en
brazos de Joseph (Joe) Mantegna, su última frase es: ‘¿Te acordás de la rubia
de aquel boliche en Chicago? Me encantó. Me gustan esas cosas que no es lo
convencional del género.
Porque la novela negra es una de sus pasiones.
Como lector; no
tanto como espectador de cine. En el cine negro hay algunas que me gustan
mucho, pero como género en general no me gusta. No están entre mis cien
favoritas. Yo ‘Casablanca’ (ganadora de tres Óscar con las estrellas Humphrey
Bogart e Ingrid Bergman) la considero cine negro. Por ahí entre las cien
entraría ‘Pacto de Sangre’ (de Willy Wilder), que tiene un diálogo y un humor
maravillosos. Pero sí soy muy lector de novela negra.
Si por sus pecados lo condenaran al exilio en la Luna,
¿qué película se llevaría?
Una de porno.
(Suelta una carcajada y menciona una película que después me pide que ni la
mencione). La película que más veces vi y que la veré muchas veces más es ‘Qué
bello es vivir’ (De Frank Capra con la actuación de James Stewart y Donna
Reed). Ya la vi 94 veces y me sigue gustando y emocionando. La última vez fue
hace dos semanas porque con esa película termino el curso de guión que dicto.
¿Cuándo piensa condecorar a su esposa por su paciencia?
Con ella la vi tres
veces nada más.
¿Cuáles son las condiciones que debe reunir un muchacho
que esté estudiando cine y televisión y que piensa que es quien va a cambiar la
historia del cine?
Primero piel de
rinoceronte, porque el camino es largo.
¿No tirar la toalla en el primer intento?
No, ni en el
décimo, y aguantar mucho rechazo, mucho ataque a la capacidad de uno, mucha
frustración, mucha indiferencia…
¿Usted sigue siendo un adolescente que cree en el amor?
Por supuesto. Soy
un viejo que cree en el amor. Ojalá fuera el adolescente. Ahora que las
treintañeras están tan alborotadas me encantaría ser adolescente (Sonríe).
¿Y a todas estas qué es el amor?
Cuando lo sientas,
te vas a dar cuenta. Existe, pero no creo en una cierta representación que
tiene que ver con la pasión desmedida que no te deja dormir y por el cual uno
mataría. Ese amor no sé si me gusta. Creo que existe… por hay no lo recomiendo.
Dijo que Santa Fe de Antioquia le encantó y que allí
podría poner la cámara en cualquier lugar porque saldría lo mejor. ¿Era un
cumplido o algo real?
Es así. Me pasó lo
mismo ayer en Barachira (Barichara), me pasa en Nueva York; Buenos Aires tiene
lugares hermosos para filmar, increíbles, pero hay que buscarlos; Venecia y
Praga son ciudades así, que han mantenido una coherencia arquitectónica. No
como otras ciudades en las que hay en la misma cuadra una casa hermosa de 1900
y un edificio de los años 60 que es una afrenta a los ojos. En ‘Vientos de
agua’, que fue una serie de época, si la cámara se movía un milímetro se nos
arruinaba la toma. Admiro las ciudades que cuidan su patrimonio arquitectónico
y que tienen gente que respeta las leyes, porque en Buenos Aires aunque las
hicieran la gente se caga en las leyes y está bien cagarse, según parece… Esa
es otra de las desgracias que nos dejó la dictadura: el pensar que cualquier
tipo de orden es facista.
Una nominación, un Óscar y la fama, ¿qué más quiere de la
vida? ¿O eso es una cosa pasajera?
Ningún premio es
una cosa pasajera, pero sí que no es una cosa que cambia la vida; porque no
viene ni con la próxima película producida, ni con tres ideas brillantes. Es un
reconocimiento muy bueno, pero un reconocimiento y nada más. Mi sueño es que
siga todo así, pero creo que de todos los sueños que tuve en la vida es el
único que no se va a cumplir. (Sonríe). El tiempo pasa y en algún momento esto
se acaba.
Además son 53 años de edad…
¡52! Ché, ¡pará!
Hasta el 18 de julio de 2012 tengo 52 años.
¿De esta ciudad al menos recordará el nombre?
Bu-ca-ra-man-ga.
Pero le contesto mañana porque la voy a conocer hoy.
“El peor camino es
planearlo”, dice Juan José Campanella al negar que obtener un Premio Óscar se
le haya convertido en una obsesión. Es el director de ‘El secreto de sus ojos’,
una película con una final sorpresa “que hay que verla más de una vez”. Para
este argentino, esta ‘hija’ fue una sorpresa porque de todas la que ha hecho fue
con la que menos presupuesto contó y la filmó en apenas siete semanas.
En 2010 y de manos
de un comité de 550 expertos, Juan José Campanella recibió en Los Ángeles el
Premio Óscar a la Mejor Película Extranjera, considerada por él como un género
americano pero con personajes y sensibilidad del cine italiano.
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