Candidato al Nobel de Economía analiza el espejismo de la gran minería, cuestiona a multinacionales y gobiernos como los de su país, y se suma a quienes defienden el sagrado Páramo de Santurbán.
Albert Berry no es
un guerrillero ni un terrorista, tampoco un cabeza hueca, un infiltrado o un
títere.
Por el contrario,
es un doctor en Economía de la
Universidad de Princeton, que ha sido profesor de las universidades de Yale,
Western y Toronto. También ha trabajado para la Fundación Ford, la comisión del
Plan Colombia, el Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina
(Cepal). Y, como si fuera poco, ha sido candidato al Premio Nobel de Economía
“por su teoría relacionada con el crecimiento económico de las naciones sobre
la base de lograr un futuro sostenible del campo, apoyado a su vez en los
cultivos producidos en las pequeñas unidades familiares, con la compañía de una
agricultura diversificada, que permita potencializar mejor la tierra y abrir
una gran posibilidad a la generación de empleo”.
No es un hombre
fornido, pero sí tiene la energía suficiente para enfrentarse con argumentos a
la ‘locomotora’ de la megaminería que con tanto músculo promocionan el
presidente Juan Manuel Santos, las multinacionales por supuesto y más de un
empresario, mandatario, dirigente gremial y hasta dueño de medio de
comunicación que aspiran a sacar su tajada, tapándose los ojos ante el desastre
ambiental que significan proyectos de esa envergadura.
Berry fue uno de
los invitados al II Foro ‘Riqueza hídrica vs. Minería subterránea’, realizado en la Universidad Santo Tomás con el auspicio de la Sociedad Santandereana de
Ingenieros, el Movimiento Cívico Conciencia Ciudadana, la Universidad Industrial de
Santander y Sistemas y Computadores, SYC.
Visiblemente
preocupado, Berry teme que Colombia termine pareciéndose más a Nigeria, el país
africano en el que la pobreza aumentó con el descubrimiento de las reservas de
petróleo, y mide las consecuencias de un eventual brote en estas latitudes de
la llamada ‘Enfermedad holandesa’.
Su enfoque, subraya,
es económico y no ambiental. Por esa razón es que inicia su análisis
advirtiendo que hay unos cuantos países en desarrollo, como Chile e Indonesia, a
los que les ha ido mejor que a los otros a la hora de jugársela por la minería
como sostén de su economía.
En cuanto a la ‘Enfermedad holandesa’, Berry aclara para aquellos que no tienen la más remota idea del tema, que no se trata de una plaga de los tulipanes, sino el fenómeno que afloró en años posteriores al desarrollo de la industria de las exportaciones de gas natural cerca al Mar del Norte en Holanda. “Se detectó que los sectores de la agricultura y la manufactura se achicaron después de la irrupción de las exportaciones de gas. Mientras más se produce minería, menor producción agrícola y manufacturera, por el mecanismo de que las divisas que se ganan a través de las exportaciones mineras se utilizan para importar productos que compiten con la producción doméstica y el resultado lógico es que disminuye la producción nacional”, asevera.
En cuanto a la ‘Enfermedad holandesa’, Berry aclara para aquellos que no tienen la más remota idea del tema, que no se trata de una plaga de los tulipanes, sino el fenómeno que afloró en años posteriores al desarrollo de la industria de las exportaciones de gas natural cerca al Mar del Norte en Holanda. “Se detectó que los sectores de la agricultura y la manufactura se achicaron después de la irrupción de las exportaciones de gas. Mientras más se produce minería, menor producción agrícola y manufacturera, por el mecanismo de que las divisas que se ganan a través de las exportaciones mineras se utilizan para importar productos que compiten con la producción doméstica y el resultado lógico es que disminuye la producción nacional”, asevera.
Y cita ejemplos: Venezuela
tiene un sector agrícola muy pequeño comparado con otros países y es el
resultado de ese fenómeno. En Arabia Saudita, la mayor potencia petrolera del
mundo, es casi imposible que haya un sector agropecuario.
Diagnóstico al que
le suma la denominada ‘Maldición de los recursos naturales’, que viene de hace
unos 20 años cuando estudios
comparativos entre países con alta producción minera y otros sin producción
minera les permitieron hallar a dos profesores de la Universidad de Harvard que
mientras más recursos minerales, menos crecimiento; es decir, el impacto sobre
el crecimiento, en promedio, era negativo. “Cualquier economista podría pensar
que entre más tenemos más rápido vamos a crecer, pero esto fue una excepción a
la regla”, dice Berry.
En su opinión, el impacto
promedio de un país rico en recursos mineros es negativo, cero o muy modesto, y
en todo caso muy lejos de lo que se espera. Sin embargo, el impacto varía entre
estos países con minería. “Los cinco países industrializados, y unos cuantos
más, sí han utilizado su recurso minero, pero en el otro extremo muchos países
han resultado afectados en términos negativos. El más conocido y el más
estudiado: Nigeria. Nadie duda ahora que ese país quedó peor de lo que hubiera
sido sin petróleo. Allí los pobres son más pobres y, eso sí, los ricos son más
ricos, porque han aprovechado mucho -como siempre-, pero en general el impacto
sobre la economía y en particular sobre los pobres, ha sido negativo”.
En esa gama de
experiencias, insiste, los peores han sido Nigeria y Venezuela, que no han
sabido aprovechar su petróleo. Los mejores: los cinco países desarrollados e
Indonesia.
Entonces Berry se
sumerge aún más en el análisis: “El impacto directo sobre la distribución de
ingresos es sin duda negativo. El problema está en que la minería genera
directamente, en promedio, muy pocos empleos, probablemente por los avances
tecnológicos. Hay excepciones pero muy pocas. En Venezuela, un país netamente
petrolero, el porcentaje de empleo total generado por el petróleo es entre 1 y
2 por ciento. O sea, casi nada. La minería no genera empleo en forma directa y
vía ‘Enfermedad holandesa’ sí desincentiva a otros sectores. Resulta que casi
todos los sectores que sufren un achicamiento por resultado de la ‘Enfermedad
holandesa’, tienen la capacidad de generar más empleo que la que tiene la
minería. Entonces: el impacto positivo directo de la minería es poco y el
impacto negativo indirecto es grande. En cuanto al impacto neto sobre demanda
de la mano de obre es negativo. En términos económicos simples el impacto sobre
el salario es negativo y con eso el impacto sobre la distribución de ingresos
es negativo. Si hay excepciones no las conozco. Eso no implica que todos los
países mineros hayan sufrido el incremento de su desigualdad, porque eso
también depende del uso que los países les den a esos recursos”.
A la pregunta: ¿Cuáles
son las políticas que diferencian los países exitosos en el aprovechamiento de
sus exportaciones mineras y los que no?, Berry responde: “Nadie conoce todas
las experiencias, pero mi conclusión es que se requiere tener en cuenta
elementos relacionados con la política y otros con la estructura del país para
alcanzar el éxito. En cuanto a estructura, si tenemos un país que no tiene
sectores capaces de generar mucho empleo y que se afianza principalmente en
fondos petroleros, entonces ese país es muy difícil que escape al impacto negativo
sobre ingresos y salarios. La pobreza en mitad de la bonanza no es ningún
accidente y eso lo podemos predecir en términos de la teoría económica en
minería. No debe ser una sorpresa; debe ser lo esperado si el gobierno no toma
medidas para contradecirlo. Claro que un gobierno puede evitar esos impactos
bajo ciertas condiciones de su estructura económica del país y utilizando
ciertas políticas. Ejemplo: Indonesia. Cuando vino el auge petrolero de los
años setenta, ese país con mucha corrupción -y eso me da cierto optimismo
porque un país no tiene que ser perfecto para aprovechar las exportaciones
mineras-, canalizó muchos de esos recursos a la pequeña agricultura y tuvieron
la buena suerte de coincidir con la ‘Revolución verde’, especialmente en arroz,
y su difusión en el país. Al mismo tiempo en que estaba exportando petróleo,
Indonesia se convirtió de importador a exportador de arroz y los ingresos de
los millones de pequeñas familias campesinas aumentaron. Un impacto muy
positivo. Indonesia es una de las excepciones a la regla de que la desigualdad
sube en presencia de este tipo de dependencia minera. Ese país a pesar de sus
deficiencias, contó con unos tecnócratas y un grupo alrededor del presidente
que sí tenía interés en el bienestar social.
¡Se puede!, dice
con relativo optimismo, pero la diferencia entre una Indonesia y una Nigeria es
grande en cuanto al resultado. “En el caso de Colombia hay que preguntarse
cuáles son las condiciones institucionales, de estructura y de políticas, para
saber si el resultado está más cerca del de Indonesia que del de Nigeria. Yo me
temo que hasta el momento se están aproximando más a Nigeria”.
Sin embargo, suma
un nuevo elemento al debate: “Los recursos mineros -propician- aumentan la
corrupción, por lo que hay tanto dinero y tan fácil. Un país necesita antes de
entrar a una fase minera, tener instituciones fuertes porque van a estar bajo
mucha presión cuando empiece la explotación. La corrupción ha aumentado en casi
todos los países mineros, así que en un país que de entrada tiene mucha
corrupción es muy difícil evitar la tentación en el caso minero”, y en ese
aspecto Colombia es un terreno abonado para esa plaga.
Algo menos obvio
que se ha encontrado es que en los países mineros la planeación económica es
más difícil. “Venezuela es un ejemplo porque han vivido como país petrolero
mucho tiempo. Si uno quiere planear el futuro en cuanto a generación de buenos
empleos, entonces debe buscar otros sectores que tienen capacidad de competir.
El problema es que el petróleo llega a dominar el sistema tanto que es difícil
identificar los otros sectores competitivos. Requiere una capacidad mayor por
parte de los tecnócratas y los empresarios. Por eso es que en muchos países
cuando la minería pierde su capacidad de generar ingreso, quedan estancados sin
alternativas porque no pusieron las bases para esos otros sectores que se van a
necesitar tarde o temprano, con la excepción de Arabia Saudita”, manifiesta.
Su lente gran
angular le da a Berry la ventaja de avizorar
la necesidad de todos los países en desarrollo de una política de empleo que no
suponga que este venga automáticamente a través del crecimiento. “Hay quienes
creen que la única variable que importa en el manejo de una economía es el
dinamismo en cuanto al Producto Interno Bruto (PIB) y con él automáticamente
viene el empleo bueno y decente. Eso es una locura que solo pasa por la cabeza
de unos ideólogos y unos perezosos mentales, porque toda la evidencia indica
que en algunos países es cierto que el crecimiento trae empleo decente, y son
países más que todo asiáticos y porque sus exportaciones son intensivas en mano
de obra. Taiwán tuvo una política de empleo, pero no la necesitaba porque el
crecimiento de por sí fue muy positivo en cuanto a su impacto sobre el empleo.
Un país minero está al otro extremo de las posibilidades porque es en ellos
donde menos se puede suponer que el crecimiento mismo va a traer empleo decente”.
Berry concluye que se
requiere una planeación ordenada, integrada y profunda en cuanto a la variable
empleo decente, que corresponde mucho a la variable desigualdad, porque donde
no hay mucho empleo decente, hay alta desigualdad.
¿Colombia como país
está tomando en serio en su política económica la variable empleo decente?
Berry no lo duda un segundo y dice: ¡No!, y no solamente para éste sino para
muchos otros países. “Lo cual en parte es culpa de la ideología neoliberal de
que el crecimiento automáticamente trae el empleo decente. Por otra parte, es
debido a que los economistas no dominamos en igual grado la variable empleo que
la variable crecimiento. Los determinantes del mercado de trabajo y sus
resultados son muy complicados, entonces estamos en un proceso de estudio sobre
esta variable. La otra razón de que países como Colombia realmente no tienen
políticas de empleo, es que una buena estrategia requiere integración entre
muchas instituciones. A gran diferencia de la política monetaria, que en este
país la maneja el Banco Central (de la República), sabemos quiénes son los
expertos, que pueden equivocarse pero ellos saben cómo manejar las variables
monetarias; pero la variable empleo decente es muchísimo más complicada y para
hacerlo bien uno requeriría la integración de esfuerzos entre mínimo diez
instituciones del Gobierno que corresponden a ministerios e institutos
descentralizados, por ejemplo, y en un país como Colombia la pequeña
agricultura y las Pymes, que generan mucho empleo. No tenemos una política que
integre el análisis de esos sectores y que prediga el resultado sobre la
demanda de mano de obra, en parte por razones ideológicas y en parte porque es
complicado”.
A donde va Berry es
que si un país es minero, el desafío de generar empleo decente y en número
suficiente, es más complicado que en un país como Taiwán. “Colombia se acerca
mucho más a Nigeria que a Taiwán en el grado del desafío de generar empleo
bueno, por eso necesita una política, estudios, estrategias mucho más refinadas
de las que han necesitado países asiáticos que tenían sus trayectorias
positivas en cuanto a empleo, casi por suerte. En Colombia no va a venir por
suerte y si viene un resultado bueno, será el fruto de esfuerzos serios y el
primer paso es que el Gobierno reconozca que tiene un problema. El plan actual
es grande (610 páginas), pero yo lo califico en cuanto al sector empleo como
una lista de deseos: queremos que este sector haga tal y tal cosa y en esa
condición va a generar tal cantidad de empleos, pero una lista de esperanzas no
es igual a un análisis”.
En este instante es
que Berry suelta su carga de profundidad: “Hablando como economista y
aprovechando la experiencia de otros países, lo mejor sería casi cerrar, con un
periodo de ajuste, la industria minera en Colombia porque su impacto neto
cuando uno mira todos los elementos económicos, ambientales, etcétera, es negativo
sobre el 80 o el 90 por ciento de la gente y solo es positivo para una minoría
de arriba, que sabemos quiénes son. Cuando uno recanaliza los recursos ahora
dedicados a la minería a las otras industrias que tiene Colombia, el impacto
sería mucho mejor. Resulta que este es un país muy diversificado si no en sus
exportaciones sí en sus capacidades, porque tiene regiones distintas y mucha
capacidad en sus manufacturas. No es un país como Arabia Saudita donde se trata
del petróleo o el desierto; Colombia es el contrario: el petróleo y la minería
o una serie de buenas posibilidades”.
Además, según
Berry, un argumento que utiliza mucha gente pensando en términos económicos es
que para el país típico las exportaciones -no importa su composición-, son
importantes. “Nadie duda eso, pero lo que quiero es hacer un contraste de la
Colombia de los años sesenta y ciertos periodos antes de ese en que hubo
escasez de divisas en el sentido de que la falta de exportaciones constituía
una barrera al desarrollo del país, especialmente en el sector manufacturero.
En los años sesenta había una teoría económica de que la falta de divisas era
una barrera para muchos países y de golpe era el caso de Colombia. Por esa
razón en ese momento había que tomar en serio esa teoría, pero desde esa época
Colombia ha resuelto y mucho más que resuelto ese tipo de insuficiencia de las
divisas. En esa época la preocupación era que por falta de divisas no podemos
importar los insumos que se necesitaban para que el sector manufacturero y agropecuario mantuvieran su plena utilización
y potencial, pero eso ya no es así. Contar con 10 por ciento más de divisas no
tiene un impacto positivo y si lo tiene es muy marginal, así que perder una
buena parte de esas divisas mineras para mí no sería problema, en primer lugar
porque se pueden sustituir fácilmente por productos manufactureros por ejemplo,
y porque no hay escasez como la tuvimos en otras épocas”.
Punto final en el
que no cabe más que una pregunta de mi parte: En enero pasado el cantautor
argentino León Gieco respaldó las protestas antimineras en La Rioja y dijo:
“Vamos a ver si a los putos canadienses (refiriéndose exclusivamente a las
empresas mineras) les encanta que vayamos a joderlos a ellos”. ¿Usted se siente
orgulloso de ser canadiense ahora que hay este debate no solo en Argentina sino
también Colombia sobre las aspiraciones de mineras de su país o le da un poco
de vergüenza?
“Bastante
vergüenza. Yo pasé en los últimos años de estar orgulloso de ser canadiense a
estar avergonzado, especialmente en Colombia, el país donde la presencia
canadiense está haciendo más daño… pero hay muchos paralelos entre algunos de
los Gobiernos colombianos y el actual Gobierno canadiense, que no entiende nada
de lo que hemos hablado acá o si lo entiende lo rechaza casi como si fuera una
cosa de terroristas ambientales o comunistas. Esos términos, más o menos, son
los que utiliza nuestro primer ministro actual (Stephen Harper) que viene de la
provincia que produce el petróleo y que es como la Texas del Canadá. Él no entiende
el daño… y sospecho que eso pasa entre los líderes canadienses, pero de ellos
no espero nada, porque es un Gobierno con calidades positivas en algunas cosas,
pero que rechaza totalmente la idea de que sus empresas están haciendo daños”.
Según Berry: “El
Gobierno colombiano tiene menos defensa, en cierto sentido, porque
supuestamente está al tanto de las protestas y algunos de los daños en términos
de derechos humanos, mientras que las empresas canadienses a veces tienen un
intermediario entre ellas y el mundo colombiano, que les dice que son
bienvenidas y que sí hay unos terroristas que van a protestar pero que no son
serios, y yo sé que ha habido casos de asesinato de curas (se refiere al
párroco de Marmato, Caldas, José Reinel Restrepo, quien lideraba un movimiento
cívico en contra de la explotación de oro a cielo abierto y fue tiroteado en
septiembre de 2011), pero creo que los culpables son los intermediarios que
facilitan la llegada de los canadienses y el canadiense ni se da cuenta de lo
que pasó y por qué pasó. No es una defensa, pero es una explicación de que no
se puede esperar ningún reconocimiento por parte de las empresas canadienses de
su impacto acá”.
Excelente nota, acá en la Argentina estamos pasando por un momento similar en varios puntos de la cordillera de los Andes, y los pueblos luchan día a día, en asamblea permanente, contra el flagelo de la minería extractiva, desechando otras industrias como el turismo, que según estudios que se han hecho, representaría (a modo de ejemplo, no recuerdo los números precisos) un empleo de 10 a 1 contra la megaminería (de 9 personas, 9 se benefician del turismo, y sólo 1 -y temporalmente- de la minería). ¡Gracias por la nota, comienzo a compartir por las redes sociales!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEn Colombia el presidente santos entrego el territorio, a las multinacionales y A esto lo llamo la locomotora minera. el CAJAMARCA TOLIMA se encuentra uno de los mayores en prendimientos minero del país, LA COLOSA una montaña a mas de 1600 metros de altura con más de 161 fuentes de agua, una fuente hídrica que sirve para el consumo humano de más de 800.000 tolimenses están en riesgo pues se pretende realizar minería a cielo abierto con cianuro, mercurio. Http://www.facebook.com/concienciacampesina?fref=ts es importante evitar esta tragedia porque están atentando con los derechos humanos la comunidad de CAJAMARCA TOLIMA RECHAZA este proyecto pero lo quieren imponer a las buenas o a las málas.
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