Al cierre de una velada de instalación en la
que desfilaron los estandartes de las logias congregadas, en los que
sobresalían sus símbolos del compás y la escuadra, el gobernador de Santander,
Horacio Serpa Uribe, manifestó en noviembre de 2008 que se sentía inmensamente feliz por la
realización en Bucaramanga del X Congreso Masónico Nacional, “y lo digo porque
conozco la orden, como quiera que hace varias décadas tuve la oportunidad de
ver la luz en territorio santandereano, con la muy especial ocasión de haber
conocido no solamente los fundamentos de la institución sino a muchos y muchas
de quienes integran la masonería colombiana”.
“Sé por eso que no hay mejor gente que quienes
forman parte de la orden. Los masones son serios, responsables, diligentes,
honrados, emprendedores, creen en un fundamento en el más allá, se integran con
su familia, aman profundamente la patria pero al mismo tiempo son demócratas.
Aman la libertad y en el mejor sentido de la palabra son tolerantes, una
palabra de la cual nos falta tanto por interpretar en nuestro país”, dijo el
mandatario seccional.
Señaló que en medio de tanto desarrollo
alcanzado se echan de menos muchos principios que deberían regir el devenir de
la sociedad, “tantas cosas que parecieren elementales pero que no hemos sido
capaces de consolidar”.
Reiteró entonces el significado de las
ejecutorias de los masones. “Qué importante que se pudiera conseguir con
nuestra presencia y esfuerzo que cada uno de los colombianos fuera una mujer o
un hombre libre y de buenas costumbres”.
Objetivos y atributos en los que Serpa Uribe
resumió las metas en las que “la masonería está llamada a cumplir un papel de
primer orden en el país”. Por esa razón manifestó que “es hora de que la
masonería salga definitivamente del clóset, que nos propongamos romper con
tantos estereotipos y que seamos capaces de expresar en todos los lugares del
continente lo que valen los fundamentos de la masonería, lo que ilumina el
pensamiento de la orden, lo que es un compromiso de cada uno de los que la
integramos”.
“Qué bueno que Colombia pudiera iluminarse con
ese espíritu de la masonería que hace falta”, afirmó, al tiempo que advirtió
que pese a los logros tecnológicos de un país que pasó de la mula al avión para
luego saltar a la Internet
y los teléfonos celulares, “qué poco hemos avanzado en los asuntos esenciales
del espíritu y de la vida misma, lo cual ha llevado a que en nuestra patria se
hayan degradado muchos conceptos”.
A manera de referencia recordó el reciente
episodio de la muerte de un niño en Chía (Cundinamarca), secuestrado y
asesinado por su padre, y reflexionó: “Observé con asombro que la reacción de
la mayoría de nuestros compatriotas fue pedir la pena de muerte, cuando menos
la cadena perpetua y san se acabó. Ahí quedamos tranquilos todos, como si ese
fuera realmente el fundamento que debiese inspirar nuestra actitud. ¿Acaso ese
monstruo y los otros monstruos que han estado asolando a nuestra patria son
solamente una escasísima excepción? ¿No será que algo está ocurriendo en el
seno de nuestra sociedad que produce esa clase de personas? ¿Acaso nuestra
obligación, en cambio de dedicarnos a la tarea fácil de pedir actitudes de
reproche que desde luego deben aplicarse y con toda severidad, no ha de ser la
de ponernos a pensar qué es lo que está pasando desde el nacimiento de nuestros
niños, qué pasa con la educación, cuál es el ejemplo que estamos dando y por
qué no hemos sido capaces de implantar en el país el verdadero sentido de la
democracia”.
Cuestionando luego por qué los colombianos no
aprecien la libertad y “cómo es posible que tengamos no sé cuántos centenares
de compatriotas sufriendo el cautiverio en nuestras selvas, sin hablar del
hambre y la violencia entre hermanos”.
Insistió en que “nuestro país está echando de
menos el protagonismo de la masonería para que enseñe y oriente. Para que al
lado de muchas otras personas y organizaciones que tienen planteamientos
semejantes, seamos capaces de obtener el país que merecemos pero que no somos
capaces de construir seguramente por falta de decisión y diálogo”.
Con su acostumbrado acento, Serpa Uribe
enfatizó que “ciertamente no queremos un país de guerrilla, ni de paramilitarismo,
ni de narcotráfico, ni de delincuencia común; pero tampoco queremos un país que
viole los derechos humanos. No queremos el país de las ‘pirámides’, ni el país
de los ‘falsos positivos’, sino un país en el que aplicando el más recto
criterio de la tolerancia pongamos en ejecución los bellos conceptos de la
libertad, la igualdad y la fraternidad”.
Y concluyó con el saludo masón: “¡Salud!,
¡Fuerza!, ¡Unión!”, ganándose el aplauso de sus hermanos masones, de sus
‘cuñadas’ -tal como denominan a las esposas de éstos- y de las ‘estrellas’,
como llaman a las mujeres que han ingresado a la orden masónica.
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