domingo, 23 de diciembre de 2012

Científico Emilio Yunis: "Hay que desterrar la 'malicia indígena'"

Afirma que Colombia optó por un proceso de blanqueamiento de la raza y dice que los santandereanos o los antioqueños no le pueden echar la culpa de lo que son a los genes sino a la historia y la cultura.

 
Si la palabra desoxirribonucleico le cuesta trabajo a muchas personas, Emilio Yunis Turbay en cambio está familiarizado con el ADN, las pruebas de paternidad, la clonación y la genética, ciencia de la que es su padre no sólo en Colombia sino en Latinoamérica.

Este médico sincelejano aparte de encerrarse días enteros a investigar en su laboratorio del barrio La Soledad de Bogotá, se ha dedicado a indagar las raíces de los colombianos, a quienes sin sonrojarse los clasifica como ladinos, un sinónimo de aprovechados, avivatos y de quienes únicamente piensan en encontrar atajos.

Yunis, autor de los libros ‘Por qué somos así’ y ‘Somos así’, cuestiona el carácter parroquial de los habitantes de este país, defiende la clonación terapéutica, habla de los fundamentos y posibilidades ilimitadas de la ciencia y dice que, a su pesar, sí será posible obtener la inmortalidad.

También manifiesta que existe la forma de establecer la identidad de los miles de restos óseos que cada día se encuentran en fosas a lo largo y ancho del territorio nacional, pero que se requiere ante todo de la voluntad para conocer la verdad.

Yunis, fundador del Instituto de Genética de la Universidad Nacional, fue uno de los invitados a la Feria del Libro Ulibro 2007 de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, UNAB.

Una de las mayores obsesiones del ser humano, en toda la historia, ha sido la búsqueda de la inmortalidad. ¿Es posible encontrarla o no es más que una vana ilusión?

Desafortunadamente la ciencia y la tecnología de hoy van a hacer que el hombre sea inmortal, pero esa inmortalidad va a estar ligada esencialmente sólo a segmentos de la sociedad, segmentos que tienen el poder económico, porque no será gratuito, sino muy costoso y si nosotros por ejemplo en Colombia no tenemos acceso a la salud elemental, mucho menos la población estará en capacidad de cubrir todo lo que implica ese recambio genético, celular y de órganos que significa lo que hoy llamo con toda propiedad ‘la búsqueda de la inmortalidad’. En mis libros señalo que sí se va a lograr, no que yo lo quiera.

Después de la clonación de la oveja Dolly y la definición del genoma humano, ¿se puede afirmar que la ciencia no tiene límites en este terreno?

Ni en este ni en otros. No creo que sea abusivo decir que la ciencia todo lo conocerá, a pesar de que haya pensamientos provincianos, dogmáticos, religiosos para tratar de bloquearlo, pero históricamente se puede decir que desde que el conocimiento afloró (año 1500, aproximadamente) y desde cuando comienza la investigación científica seria, el conocimiento ha sido incontenible y todo parece que va a culminar con que el ser humano, por intermedio de la ciencia y la tecnología, todo lo conocerá.

En el campo de la Medicina y la Biología, fue un hito el descubrimiento del genoma, pero en cierto sentido es equivalente la oveja Dolly y el fenómeno de la clonación, porque a pesar de que no se conozca absolutamente todo el funcionamiento del cuerpo humano y de todos los genes, las clonaciones, particularmente la clonación terapéutica con toda esta historia de las células madres es una historia que va a venir de manera progresiva y que todavía no la hay en Colombia donde se dicen tantas mentiras, como que ya estuviera a la orden del día y afirman que a fulanito le aplicaron células madre y miren cómo se curó. Eso es algo que vendrá poco a poco.

El futuro nunca es un panorama que esté allá lejos y que muestre un cuadro totalmente diferente al presente. El futuro se va haciendo progresivamente, de tal manera que uno pueda en 20 años decir finalmente ‘hace 20 años las cosas ocurrían de esta manera’.

La combinación de clonación, células madre, genoma, diagnóstico genético, recambio de genes va a llevar necesariamente a la inmortalidad del hombre.

¿La genética humana tiene límites éticos o que cada quien se encierre en su laboratorio a ensayar una pata de rana, un brazo de atleta, un cerebro de cantante vallenato?

La época tiene algo particular con relación a todos los momentos históricos anteriores y es que nunca antes se había tenido tantas herramientas a disposición de la ciencia y la tecnología como ahora. Pero hay otro ingrediente importante, y es que nunca antes se tenían los elementos para discutir anticipadamente lo que puede hacer el hombre en una sociedad ilustrada, del conocimiento; no en una sociedad parroquial, endogámica, cerrada, sin ver otras dimensiones que aquellas que le brindan sus ojos con lo que ven al frente.

Hace unos años se pensaba que hacer quimeras humano-animal era imposible y era un desastre moral y ético incomparable. Cualquiera que pensara que iba a hacer quimeras humano-animal, se decía que estaba en lo más bajo del pensamiento ético. Las academias de ciencias de Estados Unidos, el Gobierno de Gran Bretaña, todas las estructuras que más o menos pueden pensar a propósito de lo que les dicen los científicos, hoy concluyen algo que era completamente evidente: uno puede hacer quimeras humano-animal, que siempre serán temporales, nunca llevarán a ponerle los cuernos de una cabra al humano o hacer la quimera mitológica. De eso no se va a tratar nunca, porque además biológicamente es imposible que se desarrolle. Las quimeras humano-animal van a ser sólo experimentales, van a durar a los sumo 15 días y tendrán como finalidad poder derivar en un embrión de un animal -un óvulo de una vaca o una coneja al cual se le introduce el núcleo de una célula humana- células madre humanas, embrionarias sin que se esté trabajando con un embrión humano, con lo cual se sobrepasa buena parte del problema ético y moral con las religiones, por ejemplo.

En sus investigaciones usted caracteriza al colombiano como un ser ladino que está buscando el atajo por dónde colarse y que aplica el mandamiento no escrito de que “no hay que dar papaya”. ¿Por qué nos creemos que somos blancos? ¿Por qué los antioqueños piensan que son una raza distinta? ¿Los costeños no son tan corruptos?  ¿los santandereanos son los más orgullosos? ¿Por qué somos así?

Primero debo decir que esa frase de que los costeños no son tan corruptos hay que ponerla en un contexto general, porque toda Colombia es un territorio de la corrupción.

Este es un país fragmentado por la geografía tan bella que tenemos, que no une, sino desune. Todavía hay territorios y cordilleras infranqueables. La geografía fragmenta al país y la sociedad y la historia hicieron una sociedad dividida. ¿Por qué? Porque regionalizó la raza y puso a los negros en una parte, los mulatos en otra, los indígenas en otra, hizo regiones desequilibradas y dentro de ellas a los ciudadanos les dio diferentes categorías: unos de primera, de segunda y de tercera, de acuerdo con el escalafón nacional.

Algunos territorios como Santander fueron de poblamiento mucho más tardío; no fue el mismo que tuvo todo el núcleo central de la región andina. Aquí se pobló tardíamente y la base indígena desapareció casi totalmente y llegaron pobladores blancos. Pero además con la temática de regionalizar la raza, muchos departamentos como Antioquia y Santander tomaron como opción el blanqueamiento, querían ser cada vez más blancos.

Santander con esa herencia alemana, no porque hubiera venido una gran población, sino que bastaron dos docenas de jóvenes, buen mozos, regando de espermatozoides la región para que se hablara de la herencia alemana y es la herencia a partir del grupo de (Geo von) Lengerke, no la que vino con la Conquista con guerreros como (Nicolás de) Ferderman y (Ambrosio) Alfinger.

Colombia regionaliza la raza, hace regiones aisladas y cada una empieza a construir sus valores ideológicos, aislándose cada una de ellas. Entonces los santandereanos hablan de la raza comunera y todavía se lamentan del Estado Federal de Santander, los antioqueños hablan de la raza paisa y los costeños dicen que ellos son quienes mostraron la entrada de la civilización, la música y las letras, los chocoanos quedan en nada porque son ciudadanos de séptima categoría en Colombia y a los pastusos los tenemos en niveles sumamente bajos.

En ese cuadro se dibuja un contraste entre un federalismo natural y un centralismo ideológica y autoritariamente impuesto.

¿Un país donde sólo el 25 por ciento de la población trataría de ser justa con el prójimo?

Yo no hice esas encuestas y los créditos de quiénes las hicieron figuran en mi libro ‘Somos así’. Sí soy el creador de la noción de la cultura ladina, la cultura del aprovecha, del mimetízate, de ponle trabas a la justicia, de engañar, no ir de frente, buscar enredar las cosas para que ellas mismas se enmadejen, no tengan solución, como pasa con la justicia. Eso en Colombia se ha traducido bastante en lo que llaman ‘malicia indígena’. Soy enemigo de la ‘malicia indígena’ y digo que la película ‘La estrategia del Caracol’ es un canto a la ‘malicia indígena’, a esa cultura ladina que tiene que desterrarse. Afirmo que ‘Betty la fea’ es un tratado de derecho penal, que además un ex fiscal general fue quien lo dijo. Sí entiendo por qué ‘Los Reyes’ se vuelven tan importantes y ‘Pedro, el escamoso’, y toda esa basura.

Es la cultura de lo parroquial, de lo encerrado, lo endogámico, lo ladino, que además se presenta como un espectáculo y una noción para que todo el mundo imite. Vemos que hay comportamiento ladino desde la Presidencia de la República, manejo ladino del poder. Lo ladino es propio de los países colonizados como una estructura defensiva para buscar sobrevivir. El Estado es muy pequeño, no da muchas posibilidades, entonces hay que arañar lo que sea y buscar aprovecharse de las debilidades del amo para ver cómo se sobrevive y cómo sobrevive aquel que no tiene los medios. Pero mucho más grave es cuando desde la estructura de poder el comportamiento ladino también se da.

¿Cómo nos miran desde los países desarrollados?

Es algo increíble, porque además el nivel de discusión y análisis es sumamente limitado y parroquial. Si volvemos por ejemplo al tema de inmortalidad, nuestro nivel de discusión es primario, porque mientras el mundo está viviendo una crisis demográfica generalizada, que debería tener una significación particular para Colombia y ser un tema de debate ahora que se habla del Tratado de Libre Comercio por tener una población grande como la tiene este país, lo cual debería llevar a considerarla como un activo, ninguna de esas cosas se debate.

La mente ladina se termina circunscribiendo la discusión de los problemas a la medida de lo que le dan sus ojos. Los consejos comunales de Gobierno son una visión de lo parroquial, de la inmediatez del problema, del lote, del pedazo de carretera, pero no una visión para proyectar a Colombia ante el mundo.

Colombia tiene 160 mil kilómetros de carretera, de los cuales sólo 15 mil son la red primaria y de ella apenas está en buen estado un 50 por ciento, la red secundaria es muy pobre y la terciaria ni se diga. La comunicación entre los municipios y de una región a otra falta, lo cual da territorios aislados, débiles en educación, salud e infraestructura y fácilmente presas de cualquier tipo de delincuencia. En esos municipios dos señores matones armados van y establecen la ley, porque allí no la hay.

¿En esta Colombia que se gasta un grueso de su presupuesto en helicópteros, fusiles y militares, hay espacio para hacer ciencia?

Toda la vida dije que eso era así, pero hace años estoy pensando lo contrario. En el mundo no hay un solo país que haga investigación científica si no tiene excedentes económicos. Los desarrollos científicos son lujos para la sociedad, que tiene primero que nutrir, educar, darles salud a sus pobladores y si tiene excedentes económicos junto a una dirigencia capaz que mire hacia el futuro, logrará que esos excedentes se inviertan para producir más.

El problema serio de un país como Colombia es que la dirigencia debe saber, si no tuviera una mirada parroquial, que sólo puede crear excedentes económicos con la ciencia y la tecnología. Ella es la que genera los recursos. Si no hacen agroindustria y desarrollos tecnológicos, por ejemplo en Santander con la piña, el café o el cacao, mirando las potencialidades reales de la región, se quedarán celebrando los 150 años del Estado Federal de Santander y defendiendo la raza comunera, y ojo que no estoy en contra de los valores regionales, que deben permitir el acceso a la universalidad, porque de lo contrario se quedan encerrados como regionales y lamentando el olor de la guayaba.

O si están en otro país, aislándose del resto del mundo para rumiar la nostalgia de la arepa, el cabrito y la pepitoria, cuando eso uno puede tenerlo, disfrutar de ese gusto, y al mismo tiempo ser universal.   

Piense que está examinando a un colombiano promedio en su laboratorio. ¿Qué tanto tiene de indígena o de mestizo?

Eso es posible, pero con este agravante que es necesario decirlo: los genes no determinan la historia ni la cultura. La cultura no está en los genes; se construye a partir de una dotación biológica que tenemos pero afortunadamente el cerebro es mucho más que los genes. El cerebro como vehículo de la cultura, de la mente, de la creación, del conocimiento, es mucho más.

El colombiano en términos generales tiene una base de 65 por ciento de herencia caucasoide, un 20% de herencia indígena y un 15% de base negra, pero eso tomado globalmente porque de una región a otra el cuadro varía. Tenemos el contraste si miramos a Chocó y lo comparamos con Santander son como el reverso de la situación. Mientras allá hay un aporte negro asombrosamente mayoritario, aquí hay una aporte caucasoide mayoritario, porque esta es de las regiones que se conciben como blancas, entre otras cosas, porque en Santander no hubo minería y las zonas petroleras vinieron después.


 

Emilio Yunis Turbay es un científico nacido en Sincelejo (Sucre) que combina su investigación genética en los laboratorios con la indagación por la naturaleza de los colombianos, a los que define como ladinos, que están al acecho de una oportunidad para aprovecharse de los otros.

 
 
Que se sepa la verdad

¿Podremos conocer algún día la identidad de quienes están en la fosa común del Palacio de Justicia o de los cientos de muertos del 9 de abril?

Eso es posible hoy mismo. Lo primero que tendría que hacer el país, los gobernantes y las autoridades judiciales es partir de la base de que Colombia necesita de una manera irreductible acceder a la verdad en todo momento y para todas las cosas. Sin que se construya una justicia que aspire a la verdad y que por encima de todo defienda la verdad -eso es la política anticorrupción más positiva que puede haber-, no habrá nada.

Colombia tiene la estructura científica y los laboratorios para ese campo, competitivas a nivel internacional. Pero lo que se requiere es el convencimiento de que se debe buscar la verdad, no sólo en el Palacio de Justicia y el 9 de abril, sino que en estos días calculaban que podía haber 30 mil desaparecidos en Colombia. Eso supone un trabajo gigantesco para adoptar la verdad y para que las cosas se digan se digan no ladinamente, ‘usted quiere unos huesos, coja estos’, sino ‘si a usted le secuestraron o le desaparecieron un hijo o su marido, los estudios están demostrando que estos son los restos de esa persona’.

Esa labor tendría una gran recompensa: enderezar la justicia, habituarnos a la verdad, crear estructuras científicas poderosas que nos permitan dar un salto enorme.

1 comentario:

  1. Llanerísimo:
    Deacuerdo con lo que nos dice el científico Emilio J. Yunis, el problema del subdesarrollo no es por que genéticamente, seamos así, sino por nuestra incultura " malicia indigena". Entonces lo único que nos sacaría de esta situación, es que nuestros científicos,se preocupen por opinar e incursionar sanamente en política, hasta llegar al congreso, desplazando a los mal educados, egoistas, ambiciosos, Senadores y Representantes actuales.

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