miércoles, 19 de diciembre de 2012

Petro en la boca del lobo


El senador del Polo Democrático visitó un lugar del que había sido desterrado, enfilo sus baterías contra Convergencia Ciudadana y luego, atendió esta entrevista en octubre de 2008.
 
 
La motocicleta y las tres camionetas avanzan tan raudas como la carretera escarpada se los permite. Los 16 escoltas saben que la ruta al aeropuerto Palonegro no sólo está sembrada de cráteres, derrumbes y oscuridad, sino que sería el lugar propicio para que alguien intentara deshacerse de la persona a quien protegen.
 
Hablan en clave, encienden sus luces intermitentes y se abren paso para llevar sano y salvo y en el menor tiempo posible al senador Gustavo Petro Urrego, quien debe tomar el avión de las 7:28 de la noche.

Sentado junto a la ventanilla trasera derecha, sin el chaleco antibalas que se aburrió de cargar, este ex guerrillero del M-19 hoy convertido en uno de los principales opositores al régimen uribista, atiende esta entrevista sin dejar de mirar el espejo retrovisor ‘por si las moscas’ y con su mano derecha escarbando debajo de la silla en busca del tiquete que no encuentra.

Este zipaquireño de 48 años de edad no carga maletin, sino unos cuantos papeles enrollados y un celular que repica cada minuto. Tampoco se le nota el miedo y su única angustia es encontrarse con un ‘lagarto’ que el año pasado portaba una pancarta en el llamado desagravio al gobernador de Santander, Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo, y hoy pretende acomodarse en las toldas de Petro, precisamente el hombre que desde el Congreso de la República ha denunciado con más vehemencia los nexos entre paramilitares y políticos.

En menos de ocho horas estuvo en Piedecuesta y Floridablanca, visitó al gobernador Horacio Serpa Uribe, y entró al edificio de la carrera 27 con calle 34, una de las sedes del movimiento Convergencia Ciudadana y del Sindicato de Educadores de Santander.

Petro ingresó al auditorio y delante de unos 45 seguidores, refiriéndose al grupo político creado por el ex senador Luis Alberto Gil Castillo, dijo con tono firme: “Lo cierto es que una parte del movimiento sindical en el magisterio santandereano derivó hacia la conformación de un movimiento político mafioso. Y nos enfrentamos a la dramática realidad de ver cómo nuestros antiguos compañeros iban transitando hacia la construcción de verdaderos proyectos políticos mafiosos, que en muchas regiones del país constituyeron dictaduras totalitarias que asesinaron y descuartizaron a la población colombiana y son cómplices de ese genocidio”.

Sin que algunos de los asistentes terminaran de reponerse, continuó: “¿Cómo de nosotros mismos salió eso? Quizás habría que escribir libros, llamar sicólogos, sociólogos, filósofos, experimentar en nosotros mismos cómo es posible un devenir desde un proyecto democrático hasta un proyecto totalitario y mafioso como el que pasó”.

La última vez que Petro planteó el tema fue literalmente la ‘última vez’ que lo invitaron a ese céntrico lugar que algún día fue el búnker del parlamentario liberal Norberto Morales Ballesteros. Y prosiguió ante un público atónito: “Yo suponía que al interior de esas formaciones sindicales y políticas que nosotros mismos habíamos ayudado a forjar iban a salir las reservas que permitirían cambiar el rumbo, pero me equivoqué. El movimiento Convergencia Ciudadana llegó a aglutinar una verdadera bancada paramilitar para hacer leyes en Colombia”.

Tomó un sorbo de agua y siguió adelante con su recuento y reflexión sobre su lucha al lado de los maestros por unas reivindicaciones sociales democráticas: “¿Cómo pudo nacer de allí un aparato político que fue capaz incluso de pretender que hiciera leyes de la República un criminal de guerra como el general Rito Alejo del Río; que ayudó a consolidar un proyecto de dictadura paramilitar en Santander; que llenó a este departamento de fosas comunes; que consolidó acuerdos políticos con el narcotráfico en lo que yo llamé el Acuerdo de Puerto Berrío?”.

E instó a los pocos que quedaban a las 12:30 del mediodía: “Este es un momento de reflexión para la izquierda santandereana, pero también la nacional, porque por el hecho de ser de izquierda no estamos vacunados ni contra la corrupción, ni contra el clientelismo, ni contra su peor manifestación que es el genocidio sobre el pueblo colombiano”.

Entonces llamó la atención del público entre el que se contaba un camarógrafo que a estas horas de la intervención grababa el mantel y los pies de Petro porque el sueño lo había noqueado. “Los que pensaban que por ser de izquierda ya eso era sinónimo de democracia, de heroísmo y de luchas sanas alrededor de los derechos y libertades de la población, pues estaban equivocados. Nosotros no estamos vacunados contra eso”.  

Luego, en tono conciliador, señaló: “El instrumento político que nos puede permitir sacar a Colombia de la guerra, del hambre y del desempleo es pluralista, profundamente pacifista, propositivo y positivo”.

Después atendió esta entrevista en la que se mostró en desacuerdo con otros sectores de la izquierda nacional que “la quieren convertir en un aparato sectario, dogmático, inflexible, de oposición perpetua y funcional a la violencia”. “El Polo Democrático -subrayó- es diverso y en su diversidad es que hay que establecer su riqueza, porque la idea de una izquierda uniformada donde todo el mundo levanta la pierna a la misma altura y hace discursos con las mismas palabras, esa izquierda de las épocas del poder soviético no es la izquierda del siglo XXI, que es multitudinaria, que reconoce las diversidades de los seres humanos y por tanto no construye su unidad sobre la homogenización sino sobre las diferencias de los seres humanos”.

¿Qué sensación tuvo al retornar a un edificio construido con auxilios parlamentarios, que se convirtió en sede del sindicato del magisterio y luego en fortín del grupo Convergencia Ciudadana?

La sensación de que se han destruido unos poderes mafiosos y pasamos a la construcción de unos poderes democráticos. Pero ese edificio es simbólico en la construcción de un poder mafioso, que desgraciadamente surgió del mundo sindical y de la izquierda; no siempre surgió de las derechas. Igual que las extremas derechas, pues terminó vinculado al narcotráfico, al genocidio, a la articulación de la política con el crimen, al punto que eligió una bancada que contenía criminales de guerra, personas que estaban dispuestas a supeditar la ley al narcotráfico y  al genocidio en Colombia.

Convergencia Ciudadana es un pésimo recuerdo. Aspiro a que simbólicamente eso represente que la era de poderes mafiosos terminó definitivamente en Colombia y que se abre una halagüeña perspectiva de poderes democráticos, de una oportunidad democrática para el país.

Usted alborotó el avispero con la revelación del llamado ‘Pacto de Puerto Berrío’ entre paramilitares y ‘caciques’ políticos, incluidos varios santandereanos. ¿Ese escándalo terminó en algo?

Hace varios años fui el primero en hablar de la existencia de ese pacto entre el Bloque Central Bolívar y dirigentes políticos de Santander. Efectivamente ese pacto se verificó, lo que ha sucedido es que la Fiscalía no lo ha investigado. ‘Ernesto Baez’ le debe la verdad a Colombia y parte de esa verdad es narrar cómo se configuró el ‘Pacto de Puerto Berrío’. Él, que está en Colombia, no ha sido extraditado y aún está sometido a la Ley de Justicia y Paz, debería dar un paso alrededor de la confesión plena e integral de todos los hechos del paramilitarismo en Santander.

¿Por qué razón el escándalo de Parapolítica no ha tocado de lleno a los involucrados en este departamento?

La cuna del paramilitarismo en su versión como poder mafioso es el Magdalena Medio, con Puerto Boyacá en primer lugar, pero también del lado antioqueño Puerto Berrío, del caldense Doradal y del santandereano Cimitarra y el sur del Magdalena Medio, donde se originó esta cuna de poderes mafiosos. La cooptación del proyecto paramilitar hecho por el Ejército por parte del cartel de Medellín, y en esa medida la historia real de esta área geográfica es la más complicada para la política en Colombia. Mientras en Córdoba, Sucre y Cesar se afectan algunos dirigentes regionales costeños, aquí se afectan dirigentes nacionales y de una larga tradición en la vida política nacional, así que en realidad la labor investigativa ha sido mucho más escasa en los departamentos que tienen que ver con el Magdalena Medio que en los del Caribe o del Pacífico. Aquí la investigación llegaría realmente a las fuentes dentro del poder político del origen del paramilitarismo en Colombia.

¿Pero qué siente al verlos en Bucaramanga haciendo compras o tomándose un café, como si nada pasara?

No, yo no soy un partidario de la cárcel ni del dolor de las familias que observan que sus padres van rumbo a prisión; lo que mi interesa es la verdad. La verdad como una oportunidad para que no se repita, para que se abra un espacio democrático. Incluso soy partidario de aplicarles la Ley de Justicia y Paz a militares como Rito Alejo del Río, que podrían rebajar sus años de cárcel a condición de que confesaran todo.

Entonces más que alguien que busque que estas gentes pierdan su libertad, soy una persona que lo que busca es que aparezca la verdad.

¿Tan grave fue para afirmar, como usted lo hace, que ‘Santander es un departamento sembrado de fosas comunes?

Lo que hubo en Santander -en menor dimensión que Antioquia que es la región de mayor número de víctimas del país-, fue un proceso sanguinario, de destrucción de una buena parte de su tejido social en regiones concretas como el Magdalena Medio, Barrancabermeja y en límites con la zona palmera del sur de Cesar. Recordemos, por ejemplo, los más de 200 miembros de los sindicatos de la palma que fueron exterminados.

No es una cifra comparable a los 2.500 que murieron en el Urabá antioqueño, pero fue un verdadero genocidio, y cuando uno observa la estructura laboral de esas mismas empresas donde se desarrollaron esas masacres encuentra que los trabajadores fueron conducidos a una especie de estado de esclavitud nueva a través de las cooperativas de trabajo asociado con ingentes riquezas que amasaron los propietarios de las empresas de la palma.

No soy muy amigo de la producción de biocombustibles y preferiría ver esas tierras dedicadas a la producción de alimentos para seres humanos en forma intensiva y con una gran generación de empleo y prosperidad. Aun así, la existencia de empresas de palma africana en Colombia, cuya producción es lícita, debe tener una enorme responsabilidad social con el mundo laboral y el entorno santandereano y del sur del Cesar. La mejor reparación a las víctimas del genocidio de trabajadores de la palma que se cometió en las décadas de los 80 y 90, debe ser la reestructuración de las relaciones laborales de cara a la dignidad del trabajador y la eliminación de las cooperativas de trabajo asociado en las zonas palmicultoras.

Asumir las consecuencias de llamar “criminal de guerra” a un general del Ejército como Rito Alejo del Río, tener que vivir rodeado de guardaespaldas, enfrentar a los poderosos... ¿vale la pena tanto riesgo y que un día de estos lo maten y pase a la historia como un sepulcro más?

Pues todos vamos a pasar a la historia y es mejor hacer algo provechoso que no hacer nada. Ante la catástrofe humanitaria que vive Colombia, indudablemente hay que actuar, así que el mejor mensaje que podría entregarle a mis hijos, el recuerdo que quedaría en ellos de lo que pude haber hecho es actuar contra la ignominia, la injusticia y los crímenes de lesa humanidad cometidos en mi propio país y sobre mi propia sociedad.

Eso es lo que hay que hacer y entre más gente lo haga, más rápido lograremos la salida de esta época tan oscura y la reconstrucción democrática del país.

¿Se queda con la investigación de la Fundación Arcoiris que desenmascaró a tantos políticos socios de los criminales paramilitares o se conforma con la versión consignada en el libro del asesor presidencial José Obdulio Gaviria?

La investigación de Arco Iris es apenas un indicio, aún falta mucho por descubrir y confesar sobre la articulación de la política y el crimen. El panfleto de José Obdulio no es más sino el intento de quitarle peso a la enorme realidad, dramática, de la articulación de la política y el crimen dentro del ejercicio del poder en Colombia. José Obdulio lo tiene que hacer porque él mismo es un exponente de esa articulación de política y crimen. Es el entorno familiar de Pablo Escobar Gaviria -su primo- el que escribe el libro.

¿A qué obedece su llamado a la conciliación?

Tenemos que entendernos. Incluso dentro de esta situación de victimarios y víctimas en que millones de colombianos han quedado, la posibilidad del perdón de las víctimas al victimario -que es la otra manera de hablar de la reconciliación- pasa por una reestructuración del poder, que debe ser cedido por los victimarios y entregado a los ciudadanos, entre ellos las víctimas. Eso es lo que genera las condiciones objetivas que posibilitan que la víctima perdone definitivamente y por tanto que se instaure una posibilidad de entendimiento y reconciliación en Colombia.

¿La izquierda colombiana plantó en el millón de votos y se resignó a ser una fuerza de oposición, mas no de gobierno? ¿Es esa atomización de fuerzas que no se ponen de acuerdo ni para salir a una marcha?

La izquierda es aquel conjunto de ciudadanos que aspira a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad. Entre todos debemos construir del Polo Democrático una verdadera alternativa de gobierno y un instrumento que la sociedad colombiana pueda usar con eficacia para sacar al país de la guerra, del hambre y del desempleo. Pero la izquierda colombiana tiene que mirar las experiencias que vivimos para no repetir la deriva corrupta que terminó llevando a una parte de la izquierda santandereana hacia el paramilitarismo, ni repetir tampoco la deriva que llevó a un movimiento sindical (de la palma africana) al exterminio. Tenemos que aprender las lecciones para posibilitar la construcción de una verdadera alternativa democrática y de poder.

¿Hay peor insulto para usted que le griten “¡Petro uribista!”, por haber salido a la marcha contra las Farc del pasado mes de febrero?

(Sonríe) Esos son unos dogmáticos de la izquierda que no pueden entender que Petro se oponga a las Farc igual que se opone a los paramilitares, como si la política en Colombia tuviera que ser ‘fariana’ o paramilitar, cuando tiene que ser democrática y ciudadana.

Uribe 2010, 2014, 2018... ¿La hora de Petro presidente jamás llegará?

La hora de las mafias va a pasar. Si yo soy algún día soy presidente, ese será el día de la hecatombe de las mafias y de la resurrección de la democracia. Esperemos tranquilamente que la sociedad colombiana madure y reflexione, pero estoy convencido que no va a soportar ni tiranías ni se va a aguantar una guerra perpetua y que la hora de la democracia y la paz empieza a tocar la puerta.

¿Cuál es el capítulo del conflicto armado interno colombiano que más lo ha marcado?

Alguna vez vi a jefes de las Farc encima de la tumba de un hombre que ellos mismos habían asesinado delante de sus propios hijos, y los niños los estaban observando parados riéndose en la tumba del hombre asesinado. Este es uno de los hechos que me ha marcado en la crítica sobre lo que representaba la lucha armada y rebelde en Colombia, igual que me ha marcado ver a jóvenes, hombres y mujeres, que fueron capaces de entregar su vida por un mundo mejor y que nos demandan que sigamos lo que ellos hubieran querido hacer para la transformación social de Colombia.

¿Algún día se podrá quitar usted ese ‘san benito’ de que relacionen su nombre con la toma del Palacio de Justicia y de inmediato lo descalifiquen?

La verdad del Palacio de Justicia está apareciendo y los resultados de las investigaciones judiciales prácticamente han colocado al revés la historia oficial. Hoy se sabe quién quemó el Palacio, quién mató a los magistrados... y no fue el M-19. En esa medida cuando completamente esa verdad pueda aparecer, descubriremos que lo que pasó en el Palacio de Justicia es precisamente lo que pasó en los años sucesivos en cien palacios de justicia más, que eran veredas, que era Chengue, que era Trujillo, que era Mapiripán... Los mismos autores de la masacre sobre el Palacio de Justicia son los mismos que hoy quieren masacrar a la justicia colombiana para que no investigue los nexos entre la política y el narcotráfico.

El coronel Alfonso Plazas Vega, uno de los ‘héroes’ de la retoma al Palacio de Justicia, ayer era aplaudido y hoy está detenido. ¿Qué explicación tiene eso?

El coronel Plazas sabe que estaba al servicio del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha y que El Mexicano le prestaba sus haciendas para que entrenaran sus hombres de la Escuela de Caballería. Él, con el entonces coronel Rito Alejo del Río, es parte desgraciadamente de un sector de las Fuerzas Armadas de Colombia que se vendió al narcotráfico y que generaron un inmenso crimen sobre la sociedad colombiana.

¿Cómo le cae el decreto de conmoción interior?

Esta es la burla del gobierno a la justicia, que tiene varios eslabones: desde el intento de poner presos a los magistrados, de insultarlos, de acusarlos de terroristas, de no cumplir los fallos, de extraditar a los testigos, de acabar con la posibilidad de la verdad y la reparación de las víctimas, de meterles un caballo de Troya a través de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, nombrado exclusivamente por el uribismo que a partir de tutelas ha buscado sacar de la cárcel a congresistas y a políticos ligados al crimen.

Ahora el gobierno Uribe la emprende contra los trabajadores de base que demandan simplemente un justo salario que se merecen y que la ley ordena, y que en lugar de sacar la partida presupuestal que hoy se destina como subsidios directos a unos muy grandes empresarios de las flores y del banano por la caída del dólar, cuando ya el dólar ha subido -lo que hace innecesario el subsidio-, declara la conmoción interior que elimina garantías y libertades de los ciudadanos, en lo que llamo la hecatombe de la justicia.

¿Cómo definiría al presidente Álvaro Uribe Vélez?

Es un hombre rencoroso, que teniendo una gran oportunidad por el apoyo popular que tiene de usar el poder en función de sacar a Colombia de la guerra y hacer historia con ello, ha decidido usarlo para construir odios y confrontaciones entre los colombianos.

¿Y a Gustavo Petro?

Un tipo que ha luchado toda su vida, a quien vería en el gobierno si se convierte en un constructor de amores y de entendimientos; lo contrario de lo que produce Álvaro Uribe.

 
 
“Para sacar a Colombia de la guerra nos toca entendernos con todos los sectores de la sociedad, incluidos los que no nos gustan porque es un problema de eficacia política, no de gustos”.
 
“La dinámica de la izquierda no puede ser la oposición perpetua o por lo menos prolongada hasta que la agudización de la crisis del régimen dé la oportunidad de la toma del poder. No somos alternativa de oposición, sino alternativa de gobierno”.
 
“El efecto político de Convergencia Ciudadana sobre la sociedad colombiana ha sido profundamente negativo para la izquierda santandereana. Y la deriva clientelista de la Anapo dentro de Bucaramanga, también nos ha afectado en forma negativa, sin que tenga la misma gravedad de Convergencia Ciudadana porque no podemos acusar a la Anapo de haberse relacionado con el crimen como sí podemos acusar a Convergencia Ciudadana de haberlo hecho”, aseveró el senador Gustavo Petro.
 
El senador Gustavo Petro Urrego, acompañado del ex gobernador del Tolima Guillermo Alfonso Jaramillo,  advirtió que si el Polo Democrático quiere ser el partido que saque a Colombia de la guerra, “pues en medio de esas enormes diferencias de la sociedad colombiana tenemos que proponer el entendimiento y el acuerdo, y no ser sectarios y dogmáticos”.

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