Una obra que debe ser leída por niños y
adultos de estas zonas y su área de influencia, pero también por quienes siguen
hipnotizados con el espejismo de la megaminería en manos de las
multinacionales.
Tras cuatro años
de gestación, Brigitte LG Baptiste parió al que podría ser considerado
el más hermoso de sus hijos: ‘El gran libro de los páramos’.
Y no es para menos.
En una edición de lujo de 206 páginas a todo color, la directora del Instituto
de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt busca poner en
manos de profesores, estudiantes y comunidad paramera en general, el
conocimiento que investigadores y científicos han sistematizado, en el afán de
contribuir al reconocimiento del páramo como ecosistema estratégico de un país
llamado Colombia.
Se trata de “una
inmensa cantidad de miradas que sobre el páramo se han hecho desde el saber
local, la historia, la biología, la antropología y la geología, en un intento
por mostrar la complejidad de un ecosistema habitado desde hace más de
quinientos años y considerado por muchos como un paisaje cultural”, manifiesta
Baptiste.
“A medida que
fue desarrollándose como proyecto, se hizo evidente que hacía que todo aquel
que lo leyese sintiera de nuevo esa emoción privilegiada que nos ha dado el
roce húmedo y peludo de los frailejones, la sensación contradictoria de querer
estar frente a un fogón bebiendo agua de panela caliente al tiempo que enfrentando
la ventisca y la llovizna gélida, la maravilla de la niebla que abre y cierra
en segundos el universo de la montaña y que incita a conversar con los dueños
misteriosos de las alturas para ganarse el derecho a conocer el mundo desde los
picos helados”, dice la directora del Von Humboldt, a sabiendas de quien tenga
el mínimo contacto con el libro, encontrará “la excusa para ir a verificar en
persona lo absolutamente mágico que es tener páramos en Colombia”.
Pero así como
los habitantes de territorios sagrados como Santurbán o Almorzadero son los
directos destinatarios, esta ‘enciclopedia’ debe ser leída en serio por los
tomadores de decisiones y por todas aquellas personas interesadas en conocer de
primera mano y en un lenguaje accesible, las particularidades y maravillas de
la alta montaña ecuatorial de Colombia. También por aquellos ‘abogados del
diablo’ que se ponen del lado de las empresas auríferas sin saber, por ejemplo,
que el agua vale más que el oro.
El concepto
técnico emitido en 2011 por el Instituto Von Humboldt fue vital para que el
Páramo de Santurbán se salvara de las retroexcavadoras, volquetas, explosivos y
cianuro sódico que la multinacional canadiense Greystar Resources Ltd. (hoy Eco
Oro Minerals Corp.) pretendía utilizar en su Proyecto Angostura de minería a
cielo abierto.
Ahora esta
bióloga se luce con un trabajo que la consagra como “La escudera de Santurbán”
y de todos los páramos del país. La gracia y el valor del libro radican en que
permite comprender de una vez por todas que la maravillosa biodiversidad de
Colombia, “representada por la variabilidad de seres vivos, ya sean terrestres
o marinos y las estructuras ecológicas que los soportan como los bosques,
arrecifes, humedales, sabanas y páramos, es la que garantiza en gran medida
nuestra sostenibilidad como país”.
Sencillo: “Es
sobre los medios naturales que está soportada la producción de alimentos, la
provisión de agua, la materia prima de casi todos los productos de los que
dependemos y numerosos servicios ecosistémicos a menudos imperceptibles pero
fundamentales”.
Pueda ser que un
considerable porcentaje de colombianos haya disfrutado o al menos oído hablar
de los incomparables paisajes de los páramos, pero lo que este ‘Gran libro’
consigue es dejar al descubierto que en nuestro país aún desconocemos este
patrimonio natural, sus características y los servicios que brinda a
comunidades campesinas, indígenas y urbanas; a industrias y empresas, a
hidroeléctricas, por ejemplo. Una condición que no ayuda a valorarlo y a
cuidarlo.
Por esa razón es
que el lector se sorprenderá desde la primera a la última página con hechos y
cifras que jamás sospechó. Y es que los páramos colombianos albergan 4.700
especies de plantas, 70 de mamíferos, 154 de aves y 87 de anfibios, sin contar
los microorganismos. Además, la capacidad de sus suelos y vegetación para
almacenar y luego liberar reguladamente el agua, hace de estos ecosistemas el
lugar de origen de lagunas, quebradas y ríos. De allí que aproximadamente el 70% del agua que llega a las grandes ciudades de los Andes, provenga de
los páramos, incluyendo por supuesto a Bucaramanga y su área metropolitana que
sin ese suministro que le obsequia Santurbán, difícilmente podría sobrevivir. Y
Bogotá, a la que el Páramo de Chingaza le entrega 16 metros cúbicos de agua por
segundo, abasteciendo el 70% de la demanda de la capital de la
República.
Lo que igualmente
ignoran quienes con tanto ahínco defienden la ‘locomotora’ de la gran minería
que arrasa y solo deja grandes montañas de escombros, es que la vegetación de
los páramos, sus suelos y sobre todos sus turberas pueden retener 10 veces la
cantidad de carbono que un metro cuadrado de bosque tropical. De otra manera,
este carbono estaría en la atmósfera aumentando el calentamiento global,
advierten los autores.
Los páramos solo
se encuentran en la zona ecuatorial del planeta, en alturas generalmente
superiores a los 3.000 metros sobre el nivel del mar, y nuestros antepasados
indígenas veían en ellos la morada de dioses y espíritus creadores del mundo y
protectores del cosmos, aunque los invasores españoles y de otras
nacionalidades se empecinaran en convertirlos en enormes, tristes y helados
camposantos, en una especie de país de las nieblas.
En el páramo los
suelos generalmente son ‘jóvenes’ -comenzaron su formación entre el Plioceno, 5
millones de años atrás, y el Holoceno, 10.000 años atrás)-, delgados y
almacenan grandes cantidades de agua y nutrientes. El color negro se debe a la
acumulación de materia orgánica (en parte es carbono), que por las bajas
temperaturas se descompone muy lentamente. Estas características y la compleja
interacción de los elementos que lo forman, le dan a los suelos del páramo la
estupenda capacidad de recoger agua y regular su flujo. Sus suelos son como esponjas
de altísima calidad, explican los entendidos del Von Humboldt.
Una pista que
ayuda a comprender el valor del preciado líquido es que aunque éste ocupa cerca
del 70% de la superficie terrestre, solo el 3% es dulce, es
decir, es apta para el consumo humano, pero como si fuera poco, no toda ella
está disponible pues la mayoría se encuentra en los hielos polares, el suelo y
el subsuelo.
La regulación
del agua en los páramos se debe principalmente a que llueve con mucha
frecuencia pero con baja intensidad. Esto permite una entrada lenta del agua al
sistema y una acumulación así mismo lenta y regulada, favorecida por la buena
capacidad de infiltración de los suelos. Adicionalmente, la niebla, el rocío y
el agua atrapados por la vegetación agregan una cantidad importante de agua al
sistema hidrológico de la alta montaña.
Así como el río
Magdalena nace en el Páramo de las Papas, en los departamentos de Huila y
Cauca, el río Orinoco comienza a formarse en el Páramo de Chingaza
(Cundinamarca) y el río Arauca nace en el Páramo del Almorzadero (Santander).
En las alturas
de los páramos la temperatura diaria puede variar radicalmente desde el punto
de congelación (cero grados centígrados) hasta los 30 grados, por lo que la
constante es mucho calor en el día e intenso frío en la noche. Como quien dice,
“un verano cada día y un invierno cada noche”.
En sentido
estricto, señala ‘El gran libro’, los páramos son exclusivos de América
Ecuatorial y los encontramos en Venezuela, Colombia, Ecuador y al norte del
Perú en la Cordillera de los Andes, y en otros complejos separados: la Sierra
Nevada de Santa Marta, Costa Rica y Panamá. En otras partes del mundo como
África (Etiopía, Uganda, Kenia y Tanzania), Asia y Oceanía (Malasia, Taiwán, Indonesia
y Nueva Guinea) existen ecosistemas con características equivalentes a los
páramos americanos en términos de formas de crecimiento y estructura de la
vegetación, precisamente porque allá se dan las dos condiciones básicas: gran
altitud en la franja ecuatorial.
Colombia tiene
34 complejos de páramos: 16 en la Cordillera Oriental; 7 en la Central; 7 en la
Occidental y 3 entre los departamentos de Nariño y Putumayo. Suman un área
equivalente al 1,69% del territorio continental nacional (unos 19.330
kilómetros cuadrados).
El llamado
Distrito de Páramos de los Santanderes comprende los Complejos
Jurisdicciones-Santurbán (con una extensión de 82.664 hectáreas entre los 3.000
y los 4.290 metros sobre el nivel del mar, 85 lagunas y 441 hectáreas de turberas
asociadas a las lagunas), Tamá (7.110 hectáreas), Almorzadero (125.120
hectáreas) y Yariguíes (812 hectáreas).
El Distrito
Santanderes se considera una estrella fluvial pues aporta agua a las áreas
hidrográficas del Caribe, Magdalena, Cauca y Orinoco y es también el nacimiento
de ríos como el Zulia y el Lebrija. De aquí es que se surten de agua Cúcuta,
Bucaramanga y otros 17 municipios de Santander y Norte de Santander.
Para acabar de
maravillarnos, el Instituto Alexander von Humboldt precisa que la cuenca del
río Zulia oferta un caudal total (sector Santurbán) de 1.586 millones de metros
cúbicos por año (50,6 metros cúbicos por segundo), mientras que la cuenca del
río Lebrija (subcuenca Suratá), oferta un caudal total de 304 millones de
metros cúbicos por año (9,6 metros cúbicos por segundo).
El Distrito
Boyacá comprende el Complejo Pisba (81.481 hectáreas), cuya cuenca hidrográfica
más representativa es la del río Chicamocha, y el Complejo del Cocuy (268.783
hectáreas), ubicado entre el norte de Boyacá, el oriente de Santander, el
occidente de Arauca, el noroccidente de Casanare y el sur de Norte de
Santander. Al menos 8 de los 24 picos del Parque Nacional Natural El Cocuy han
perdido el glaciar (masa de hielo) en solo 12 años.
El ‘Gran libro’
admite que en los Andes es difícil establecer de manera exacta a qué altura
termina el bosque altoandino y se inicia el páramo, ya que estos ecosistemas
tienen zonas comunes determinadas por otros factores además de la altitud sobre
el nivel del mar, como la humedad, la orografía (descripción de las montañas) y
la actividad humana. Sin embargo, el páramo se considera el último cinturón de
vegetación en la montaña.
La cantidad de
lluvias puede variar entre 700 milímetros en los páramos más secos y 6.000
milímetros en los más húmedos. Durante el año se pueden presentar, según la
ubicación geográfica, dos tipos de distribución de lluvias: monomodal, con un
periodo seco y uno húmedo en el año, y bimodal, con dos estaciones y dos
húmedas. Existen otras condiciones físicas extremas, como altos niveles de
radiación ultravioleta del Sol, fuertes vientos, baja presión atmosférica y la
presencia de fuertes heladas.
Los páramos se
comportan como verdaderas islas, ya que su tamaño puede determinar el número de
especies que se encuentran en cada uno de ellos, en tanto que la distancia
entre estas ‘islas’ influye en el número de endemismos (especies que no se
encuentran en otro lugar). Mientras más aislado el espacio, más específicas sus
características y por lo tanto más exclusivas las especies que lo habitan.
En los páramos,
la riqueza de la vida se muestra en la particularidad de cada uno de ellos y en
la diversidad de las especies que los habitan, subraya el Von Humboldt. El
frailejón (excelente refugio de insectos) es tal vez su planta más reconocida y
su exclusividad se relaciona con el hecho de que sus semillas no tienen los
‘paraguas’ para ser distribuidas por el viento a grandes distancias y, por
consiguiente, la extensión de su presencia es restringida. Pero también hay
paja rabo de zorro, estrellitas, sietecueros arrosetado, plegaderas, achicoria
y puya de los montes. Entre los mamíferos más representativos están el puma, el
oso de anteojos, la danta, el venado de cola blanca y el conejo, que comparten
su hábitat con 11 especies de lagartos, 4 de serpientes, 87 de ranas y sapos,
154 especies de aves (cóndores, águilas y colibríes) y 130 de mariposas.
Las plantas se
han adaptado a las extremas condiciones del páramo y por ello generalmente son
de baja estatura para protegerse del frío y del viento, a excepción de una
especie de frailejón descubierta en Chingaza que alcanza hasta los 18 metros de
altura. Muchas tienen pelos que las ayudan a guardar el calor y las hojas
suelen ser gruesas, para evitar la pérdida de agua, y pequeñas, para exponer
una menor superficie a los rayos del Sol.
Sobre este
inmenso tesoro de los colombianos es que sobrevuela al acecho la gran minería
de las multinacionales, que en palabras de los expertos causa graves prejuicios
a las páramos ya que destruye la capa vegetal y el suelo, contamina las aguas
con residuos muchas veces tóxicos, provoca fuertes daños en los acuíferos
subterráneos y ocasiona la pérdida de la capacidad en los suelos para
almacenar, infiltrar y regular el agua que alimenta quebradas y ríos. También
la ganadería, que consume la vegetación y pisotea el suelo, alterando el ciclo
natural de los nutrientes, y la agricultura, especialmente por los cultivos de
papa que requieren altas cantidades de fertilizantes, insecticidas y fungicidas
químicos.
‘El gran libro
de los páramos’ es un esfuerzo del Instituto Alexander von Humboldt por poner
en manos de niños, profesores y
comunidad el conocimiento que científicos e investigadores empíricos locales
han producido sobre este ecosistema estratégico para Colombia.
La mitad de los
páramos del mundo se encuentra en Colombia. Estos
ecosistemas representan el 1,7% del territorio nacional y aportan
agua al 70% de los 46 millones de habitantes. Nuestro país se
considera uno de los 12 países megadiversos del mundo ya que, con una extensión
del 0,7% de la superficie del planeta, alberga cerca del 10% de la fauna y la flora mundiales. Por ejemplo, es primero en aves (1.885
especies) y orquídeas (4.010 especies), segundo en plantas (41.000 especies) y
anfibios (763 especies), tercero en reptiles (506 especies) y cuarto en
mamíferos (479 especies).
mmmmmm se supone que uno esta buscando el libro no un resumen
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