Como homenaje a Don Guillermo Cano Isaza, su colega
“Guillermo Cano no
aspiró a reemplazar a los que criticaba, no pensó en ser nombrado en ningún
cargo del gobierno o fuera del gobierno, por convicción y porque pertenecía a
la orden de clausura de los Cano”.
Esta es una de las
frases con las que Alberto
Donadio define al director de El Espectador por 34 años (1952-1986) y acribillado en la noche del
miércoles 17 de diciembre de 1986 cuando salía de las instalaciones de este
diario ubicadas en la carrera 68 con 23 de Bogotá.
“Don Guillermo fue
el faro de la buena fe en un país donde impera -y triunfa- la mala fe”, afirma
Donadio, uno de los padres del periodismo investigativo en Colombia -junto a
Daniel Samper y Gerardo Reyes-, y en la actualidad columnista de El Espectador.
Según el libro
“Guillermo Cano, el periodista y su libreta”, de Hombre Nuevo Editores, ‘Don
Guiller’ “era un patrimonio nacional, como Caño Cristales o la Sierra Nevada. Por
eso es importante preservar sus palabras, su testimonio, su apostolado”.
“Si no lo hubieran
asesinado, se puede apostar que no habría sido vocero ni defensor del
samperismo, ni del pastranismo, ni del uribismo, ni de ningún ismo. Habría
estado en la oposición crítica y fiscalizadora, ejerciendo el cuarto poder, sin
poner el periodismo al servicio del poder ejecutivo”, afirma Donadio.
Con este libro
además testimonia la gratitud que Silvia Galvis - su esposa- sintió por la familia Cano de El Espectador, donde la periodista
santandereana escribió de 1991
a 1998 la columna central dominical, debajo de las
caricaturas de Héctor Osuna. Ella, al recordar un momento grato de su vida,
decía: “Escribir en El Espectador, el
séptimo cielo de la tolerancia, el respeto a las ideas ajenas y la gallardía
personal”.
Esta es la
entrevista con Donadio, quien advierte que el libro es una “antología muy
personal, hecha por alguien que leyó los editoriales (y las ‘Libretas de
Apuntes’) en su momento, cuando estaban recién hechos, mientras deploraba los
que aparecían en el periódico donde escribía, El Tiempo”.
¿Qué lo llevó a escribir el libro “Guillermo Cano, el
periodista y su libreta”?
Rendir un homenaje
al periodista más admirado de la segunda mitad del siglo pasado. Don Guillermo
Cano escribió con pasión civil. No hubo nadie como él ni hay nadie como él.
Colombia no tiene actualmente un Guillermo Cano, un Alfonso Reyes Echandía ,
un Miguel Lleras Pizarro, ni un Andrés Holguín, ni tampoco un Enrique Caballero
Escovar.
¿Qué criterio aplicó para la selección de las columnas?
Las escogí tratando
de reflejar los temas del momento, pero sobre todo para rescatar frases y
párrafos que enseñan como se ejerce verdaderamente el cuarto poder, frente al
presidente de turno, frente a los militares, frente a los conglomerados
económicos.
¿Cuál de todas las ‘Libretas de Apuntes’ y editoriales
escritos por Don Guillermo le sigue sonando más?
Me encanta un
editorial de 1985 que dice que las fallas de la libertad “desaparecen con más
libertad y no con menos” y anota que en Colombia la democracia “ha sido un
recóndito miedo a la libertad”.
¿Qué concepto tenían usted y sus compañeros en El Tiempo sobre el trabajo que hacía Don
Guillermo en El Espectador?
En la Unidad Investigativa
de El Tiempo escribíamos contra y
pese al editorial del periódico, que cuando no era oficialista era lambón, y
alineados en cambio con el editorial de El
Espectador.
Para muchos periodistas nuestro más grande sueño era
trabajar en ‘El Espectador de Los Cano’.
¿Lo fue para Silvia
Galvis, su esposa?
La libertad, la
ausencia de censura, el espíritu crítico son el ambiente en que aspiran a
trabajar la mayoría de los periodistas. Por eso tantos veían en El Espectador el paraíso. Silvia Galvis como
columnista se encontró perfectamente a gusto en la casa de los Canos y les
agradeció siempre la generosa hospitalidad. Para ella fue providencial la
invitación que en el año 91 le formularon Juan Guillermo y Fernando Cano, que
eran los directores, y Marisol Cano y Juan Pablo Ferro.
¿Por qué es tan categórico cuando habla de Hernando
Santos y dice que en sus editoriales no hay “posiciones de principios” ni “un
mensaje a la posteridad”?
Hernando Santos no
estaba hecho para el cargo de director de El
Tiempo, para ejercer la fiscalización ante el gobierno. Era muy simpático
contertulio para recibir a los embajadores que visitaban el periódico, pero no
tenía talante ni temperamento de hombre de ideas, de hombre independiente, de
hombre reposado y reflexivo. Alejandro Galvis Galvis decía
que Hernando Santos era un bobo con suerte. Eso me lo contaba Silvia. A
Hernando lo único que se le ocurría decir en los editoriales era que había que
rodear al gobierno, rodear al presidente, rodear a las fuerzas militares.
Hernando Santos cuestionó que Don Guillermo abriera sus
páginas editoriales a columnistas ‘agudos’ y ‘cínicos’. ¿Ese fue un error de
Don Guillermo y esos espacios deben estar en manos de Fernandos Londoños y José
Obdulios Gavirias?
Al contrario. El
gran legado de los Canos en 100 años al frente de El Espectador fue decir las cosas como eran, sin tapujos, y además
abrir las páginas a opiniones despejadas. Cuando uno hace investigación
histórica sobre cualquier período del siglo XX, en El Espectador encuentra un abanico de opiniones y criterios, en El Tiempo se topa siempre con el
oficialismo y el gobiernismo.
¿Colombia valoró el coraje de Don Guillermo Cano?
¿Colombia valoró el coraje de Don Guillermo Cano?
Obviamente que sí lo
valoró. La voz de don Guillermo Cano reflejaba lo que pensaban los ciudadanos
asombrados y atemorizados en su propia patria.
¿Cuáles eran las principales cualidades de Don Guillermo?
Ponerse siempre de
parte del interés público. Ejerció la oposición con el linotipo. No tragó
entero. Defendió a la sociedad y al ciudadano, a la gente honrada. No fue ni
lopista, ni turbayista ni alvarista sino anti los tres. Denunció las torturas
de los militares en el régimen de Turbay Ayala. Defendió a los ahorradores
despojados por Jaime Michelsen Uribe. Era una persona de criterio, que utilizó
la tribuna de El Espectador sin
extremismos pero sin contemplaciones.
¿Ser persistente y testarudo era un defecto de Don
Guillermo Cano o, por el contrario, la excusa para que otros toleraran a los
corruptos?
La persistencia en
denunciar los abusos del Grupo Grancolombiano, que era hace treinta años el
principal poder económico en el país, es un capítulo honroso en la vida de don
Guillermo Cano, en la historia de El
Espectador. Don Guillermo fue el ariete que acabó con el Grupo. Hoy ningún
periódico dice ni mú sobre los grandes banqueros.
¿El país dejó solo a El
Espectador?
No solamente lo dejó
solo en la batalla contra el narcotráfico. Lo más grave es que los otros
periódicos lo dejaron solo frente a Jaime Michelsen. Pensar que en El Tiempo estaba prohibido publicar
cualquier cosa negativa contra Michelsen y el Grupo, que era un castillo de
naipes armado con autopréstamos y falsificaciones. Con qué frescura celebra El Tiempo cien años sin hablar de esta
llaga en su pasado.
Don Guillermo perdió
la batalla con Escobar, pero la que sí ganó fue aquella en que tras varios años
de clamar en el desierto sus advertencias y denuncias fueron reivindicadas
cuando Michelsen se vio obligado a renunciar a la presidencia del Banco de
Colombia a finales de 1983 y el Grupo Grancolombiano desapareció de la faz de
la tierra.
¿Qué impacto pretende lograr con este libro?
Generalmente se
escribe para rendir culto al pasado, a menos que uno se dedique a la ciencia
ficción. Hoy que los medios son casi todo el tiempo un negocio de
entretenimiento, como me decía hace poco el ingeniero antioqueño Luis Fernando Múnera López ,
bisnieto de don Fidel Cano, se trata con el libro de mostrar lo que eran en
otra época los grandes escritores públicos en Colombia. Cuando el país podía
admirar a figuras que no necesitaban asesores de imagen. Eran lo que eran, sin
maquillaje.
Sobre el asesino
(Pablo Escobar) se han escrito más de veinte libros, según el catálogo de la Biblioteca Luis
Ángel Arango del Banco de la República, que no registra ninguno sobre Guillermo
Cano en los últimos veinte años.
¿Los periodistas de hoy conocen y valoran el ejemplo que
dio Don Guillermo?
Tal vez no, porque
los Canos fueron únicos, irrepetibles.
Formidables
patriotas fueron don Fidel Cano, don Luis Cano, don Gabriel Cano y don
Guillermo Cano. Tenían una fuerza genética que no se puede clonar a otras
familias.
¿Se preocupan los periodistas por seguir los postulados o
ese tipo de periodismo es para otros tiempos y ahora ‘todo es válido’?
Los principios no
cambian, pero en ciertas épocas se renuncia más a ellos que en otras.
El 17 de diciembre de 1986 muchos dijeron que Colombia
había tocado fondo. ¿Sucedió eso y se nos olvidó?
No diría que tocó
fondo sino que desde esa fecha se refundó la patria y los narcotraficantes se
apoderaron completamente del país, en la medida de sus necesidades, que van
cambiando con el tiempo.
¿Qué lograron los narcotraficantes y los asesinos con la
muerte de Don Guillermo?
Primero suprimir
físicamente a quien pronosticaba el futuro del país en manos de los narcos. Y
simbólicamente allanar el camino para imponer la narcocracia y la paracocracia
que vivimos ahora.
¿Los narcotraficantes alcanzaron su cometido de adueñarse
del país?
Me parece que sí.
¿Qué pasó en Colombia en los últimos treinta años? Que los narcos y los
paramilitares se apoderaron del país. Esa es la realidad desde 1980. De 1970 a 1980 fue la fase
formativa del narcotráfico, relativamente clandestina y oculta. Ya en los
ochentas gracias a los narcos surgieron y se fortalecieron los paramilitares.
¿De qué valió la muerte de Don Guillermo si hay quienes
hoy están proponiendo la legalización de las drogas?
A don Guillermo Cano
lo mandó matar Pablo Escobar, financiado por millones de consumidores de
cocaína en Estados Unidos y en otros países. Colombia siempre tuvo asesinos
sanguinarios, como ‘Sangrenegra’, ‘Desquite’, ‘Chispas’ y Efraín González. Pero
sus armas, su poderío, su radio de acción, fueron limitadas. Pablo Emilio
Escobar Gaviria fue un bandido que alcanzó un poderío inconmensurable para
cualquier país, porque con aportes de a veinte dólares en veinte dólares lo
apoyaron millones de simpatizantes que tenía en los Estados Unidos.
“La lectura
progresiva de los editoriales y de las Libretas de Apuntes produce una
inevitable, trágica sensación de cuenta regresiva cuando se conoce antemano que
las palabras de Guillermo Cano son los ríos que van a dar a la mar que es el
morir prematuro e infame”, dice Alberto Donadio en su libro homenaje al director de El Espectador.
Facsímil de la
primera página del diario El Espectador
el 18 de diciembre de 1986, informando sobre el magnicidio de su director, don
Guillermo Cano Isaza, decano del periodismo colombiano.
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