domingo, 16 de diciembre de 2012

El periodista (Guillermo Cano) y su libreta




Como homenaje a Don Guillermo Cano Isaza, su colega Alberto Donadio publicó en diciembre de 2011 un libro en el que aparte de ubicar en la historia al inmolado director de El Espectador y resaltar su gesta, hace una selección de las columnas y editoriales del periodista que desenmascaró al jalador de carros, narcotraficante y asesino antioqueño, Pablo Emilio Escobar Gaviria.

“Guillermo Cano no aspiró a reemplazar a los que criticaba, no pensó en ser nombrado en ningún cargo del gobierno o fuera del gobierno, por convicción y porque pertenecía a la orden de clausura de los Cano”.

Esta es una de las frases con las que Alberto Donadio define al director de El Espectador por 34 años (1952-1986) y acribillado en la noche del miércoles 17 de diciembre de 1986 cuando salía de las instalaciones de este diario ubicadas en la carrera 68 con 23 de Bogotá.

“Don Guillermo fue el faro de la buena fe en un país donde impera -y triunfa- la mala fe”, afirma Donadio, uno de los padres del periodismo investigativo en Colombia -junto a Daniel Samper y Gerardo Reyes-, y en la actualidad columnista de El Espectador.

Según el libro “Guillermo Cano, el periodista y su libreta”, de Hombre Nuevo Editores, ‘Don Guiller’ “era un patrimonio nacional, como Caño Cristales o la Sierra Nevada. Por eso es importante preservar sus palabras, su testimonio, su apostolado”.

“Si no lo hubieran asesinado, se puede apostar que no habría sido vocero ni defensor del samperismo, ni del pastranismo, ni del uribismo, ni de ningún ismo. Habría estado en la oposición crítica y fiscalizadora, ejerciendo el cuarto poder, sin poner el periodismo al servicio del poder ejecutivo”, afirma Donadio.

Con este libro además testimonia la gratitud que Silvia Galvis -su esposa- sintió por la familia Cano de El Espectador, donde la periodista santandereana escribió de 1991 a 1998 la columna central dominical, debajo de las caricaturas de Héctor Osuna. Ella, al recordar un momento grato de su vida, decía: “Escribir en El Espectador, el séptimo cielo de la tolerancia, el respeto a las ideas ajenas y la gallardía personal”.

Esta es la entrevista con Donadio, quien advierte que el libro es una “antología muy personal, hecha por alguien que leyó los editoriales (y las ‘Libretas de Apuntes’) en su momento, cuando estaban recién hechos, mientras deploraba los que aparecían en el periódico donde escribía, El Tiempo”.

¿Qué lo llevó a escribir el libro “Guillermo Cano, el periodista y su libreta”?
Rendir un homenaje al periodista más admirado de la segunda mitad del siglo pasado. Don Guillermo Cano escribió con pasión civil. No hubo nadie como él ni hay nadie como él. Colombia no tiene actualmente un Guillermo Cano, un Alfonso Reyes Echandía, un Miguel Lleras Pizarro, ni un Andrés Holguín, ni tampoco un Enrique Caballero Escovar.

¿Qué criterio aplicó para la selección de las columnas?
Las escogí tratando de reflejar los temas del momento, pero sobre todo para rescatar frases y párrafos que enseñan como se ejerce verdaderamente el cuarto poder, frente al presidente de turno, frente a los militares, frente a los conglomerados económicos.

¿Cuál de todas las ‘Libretas de Apuntes’ y editoriales escritos por Don Guillermo le sigue sonando más?
Me encanta un editorial de 1985 que dice que las fallas de la libertad “desaparecen con más libertad y no con menos” y anota que en Colombia la democracia “ha sido un recóndito miedo a la libertad”.
¿Qué concepto tenían usted y sus compañeros en El Tiempo sobre el trabajo que hacía Don Guillermo en El Espectador?
En la Unidad Investigativa de El Tiempo escribíamos contra y pese al editorial del periódico, que cuando no era oficialista era lambón, y alineados en cambio con el editorial de El Espectador.

Para muchos periodistas nuestro más grande sueño era trabajar en ‘El Espectador de Los Cano’. ¿Lo fue para Silvia Galvis, su esposa?
La libertad, la ausencia de censura, el espíritu crítico son el ambiente en que aspiran a trabajar la mayoría de los periodistas. Por eso tantos veían en El Espectador el paraíso. Silvia Galvis como columnista se encontró perfectamente a gusto en la casa de los Canos y les agradeció siempre la generosa hospitalidad. Para ella fue providencial la invitación que en el año 91 le formularon Juan Guillermo y Fernando Cano, que eran los directores, y Marisol Cano y Juan Pablo Ferro.

¿Por qué es tan categórico cuando habla de Hernando Santos y dice que en sus editoriales no hay “posiciones de principios” ni “un mensaje a la posteridad”?
Hernando Santos no estaba hecho para el cargo de director de El Tiempo, para ejercer la fiscalización ante el gobierno. Era muy simpático contertulio para recibir a los embajadores que visitaban el periódico, pero no tenía talante ni temperamento de hombre de ideas, de hombre independiente, de hombre reposado y reflexivo. Alejandro Galvis Galvis decía que Hernando Santos era un bobo con suerte. Eso me lo contaba Silvia. A Hernando lo único que se le ocurría decir en los editoriales era que había que rodear al gobierno, rodear al presidente, rodear a las fuerzas militares.

Hernando Santos cuestionó que Don Guillermo abriera sus páginas editoriales a columnistas ‘agudos’ y ‘cínicos’. ¿Ese fue un error de Don Guillermo y esos espacios deben estar en manos de Fernandos Londoños y José Obdulios Gavirias?
Al contrario. El gran legado de los Canos en 100 años al frente de El Espectador fue decir las cosas como eran, sin tapujos, y además abrir las páginas a opiniones despejadas. Cuando uno hace investigación histórica sobre cualquier período del siglo XX, en El Espectador encuentra un abanico de opiniones y criterios, en El Tiempo se topa siempre con el oficialismo y el gobiernismo.


¿Colombia valoró el coraje de Don Guillermo Cano?
Obviamente que sí lo valoró. La voz de don Guillermo Cano reflejaba lo que pensaban los ciudadanos asombrados y atemorizados en su propia patria.

¿Cuáles eran las principales cualidades de Don Guillermo?
Ponerse siempre de parte del interés público. Ejerció la oposición con el linotipo. No tragó entero. Defendió a la sociedad y al ciudadano, a la gente honrada. No fue ni lopista, ni turbayista ni alvarista sino anti los tres. Denunció las torturas de los militares en el régimen de Turbay Ayala. Defendió a los ahorradores despojados por Jaime Michelsen Uribe. Era una persona de criterio, que utilizó la tribuna de El Espectador sin extremismos pero sin contemplaciones.

¿Ser persistente y testarudo era un defecto de Don Guillermo Cano o, por el contrario, la excusa para que otros toleraran a los corruptos?
La persistencia en denunciar los abusos del Grupo Grancolombiano, que era hace treinta años el principal poder económico en el país, es un capítulo honroso en la vida de don Guillermo Cano, en la historia de El Espectador. Don Guillermo fue el ariete que acabó con el Grupo. Hoy ningún periódico dice ni mú sobre los grandes banqueros.

¿El país dejó solo a El Espectador?
No solamente lo dejó solo en la batalla contra el narcotráfico. Lo más grave es que los otros periódicos lo dejaron solo frente a Jaime Michelsen. Pensar que en El Tiempo estaba prohibido publicar cualquier cosa negativa contra Michelsen y el Grupo, que era un castillo de naipes armado con autopréstamos y falsificaciones. Con qué frescura celebra El Tiempo cien años sin hablar de esta llaga en su pasado.
Don Guillermo perdió la batalla con Escobar, pero la que sí ganó fue aquella en que tras varios años de clamar en el desierto sus advertencias y denuncias fueron reivindicadas cuando Michelsen se vio obligado a renunciar a la presidencia del Banco de Colombia a finales de 1983 y el Grupo Grancolombiano desapareció de la faz de la tierra.
¿Qué impacto pretende lograr con este libro?
Generalmente se escribe para rendir culto al pasado, a menos que uno se dedique a la ciencia ficción. Hoy que los medios son casi todo el tiempo un negocio de entretenimiento, como me decía hace poco el ingeniero antioqueño Luis Fernando Múnera López, bisnieto de don Fidel Cano, se trata con el libro de mostrar lo que eran en otra época los grandes escritores públicos en Colombia. Cuando el país podía admirar a figuras que no necesitaban asesores de imagen. Eran lo que eran, sin maquillaje.
Sobre el asesino (Pablo Escobar) se han escrito más de veinte libros, según el catálogo de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, que no registra ninguno sobre Guillermo Cano en los últimos veinte años.
¿Los periodistas de hoy conocen y valoran el ejemplo que dio Don Guillermo?
Tal vez no, porque los Canos fueron únicos, irrepetibles.
Formidables patriotas fueron don Fidel Cano, don Luis Cano, don Gabriel Cano y don Guillermo Cano. Tenían una fuerza genética que no se puede clonar a otras familias.

¿Se preocupan los periodistas por seguir los postulados o ese tipo de periodismo es para otros tiempos y ahora ‘todo es válido’?
Los principios no cambian, pero en ciertas épocas se renuncia más a ellos que en otras.

El 17 de diciembre de 1986 muchos dijeron que Colombia había tocado fondo. ¿Sucedió eso y se nos olvidó?
No diría que tocó fondo sino que desde esa fecha se refundó la patria y los narcotraficantes se apoderaron completamente del país, en la medida de sus necesidades, que van cambiando con el tiempo.
¿Qué lograron los narcotraficantes y los asesinos con la muerte de Don Guillermo?
Primero suprimir físicamente a quien pronosticaba el futuro del país en manos de los narcos. Y simbólicamente allanar el camino para imponer la narcocracia y la paracocracia que vivimos ahora.
¿Los narcotraficantes alcanzaron su cometido de adueñarse del país?
Me parece que sí. ¿Qué pasó en Colombia en los últimos treinta años? Que los narcos y los paramilitares se apoderaron del país. Esa es la realidad desde 1980. De 1970 a 1980 fue la fase formativa del narcotráfico, relativamente clandestina y oculta. Ya en los ochentas gracias a los narcos surgieron y se fortalecieron los paramilitares.
¿De qué valió la muerte de Don Guillermo si hay quienes hoy están proponiendo la legalización de las drogas?
A don Guillermo Cano lo mandó matar Pablo Escobar, financiado por millones de consumidores de cocaína en Estados Unidos y en otros países. Colombia siempre tuvo asesinos sanguinarios, como ‘Sangrenegra’, ‘Desquite’, ‘Chispas’ y Efraín González. Pero sus armas, su poderío, su radio de acción, fueron limitadas. Pablo Emilio Escobar Gaviria fue un bandido que alcanzó un poderío inconmensurable para cualquier país, porque con aportes de a veinte dólares en veinte dólares lo apoyaron millones de simpatizantes que tenía en los Estados Unidos.


“La lectura progresiva de los editoriales y de las Libretas de Apuntes produce una inevitable, trágica sensación de cuenta regresiva cuando se conoce antemano que las palabras de Guillermo Cano son los ríos que van a dar a la mar que es el morir prematuro e infame”, dice Alberto Donadio en su libro homenaje al director de El Espectador.
Facsímil de la primera página del diario El Espectador el 18 de diciembre de 1986, informando sobre el magnicidio de su director, don Guillermo Cano Isaza, decano del periodismo colombiano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario