Sostiene que descendemos de personas que vinieron de España buscando un
territorio para iniciar una vida nueva y austera; así los conversos del judaísmo
y del islamismo echaron raíces en este departamento. Con su nueva novela “Donde
no te conozcan”, el autor lucha contra leyenda negra y bucea en las
profundidades del tiempo, invitando a indagar por la procedencia de los Rodríguez,
Gutiérrez, Martínez...
Enrique Serrano, para
fortuna de la literatura colombiana, logró escapar a tiempo de los tentáculos
de ese vallenato que contagia y adormece la vida de Barrancabermeja.
Nacido en 1960 y convertido
en una de las nuevas figuras de las letras de este país, Serrano ganó en 1996
el premio de cuento ‘Juan Rulfo’ otorgado por Radio Francia Internacional y en
1997 escribió ‘La marca de España’, de la que Gabriel García Márquez elogia “su
gran fuerza expresiva”.
De su pluma también
son el libro de cuentos ‘De parte de Dios’ y la novela ‘Tamerlán’, oficio que
sabe alternar con su trabajo de profesor de Relaciones Internacionales en
Bogotá, razón que lo incluye en la reducida baraja de quienes logran entender
los vaivenes de la cultura universal.
Lo entrevisté en 2007 a propósito de
su novela ‘Donde no te conozcan’, una obra llamada a generar controversia y
desazón entre quienes -como los avestruces-, hunden su cabeza en el suelo
cuando se les indaga qué somos o de dónde venimos.
Él es un estudioso,
por eso su última novela no es el fruto del ocio ni de la visita de una musa
extraviada. Se atrevió a escudriñar tiempos lejanos, consultar archivos
polvorientos y de ese trabajo es que resulta una novela histórica que emparenta
a los santandereanos de hoy con los judíos-españoles que huyeron a un
continente sin más nombre que “Tierra firme”, el cual 220 años después dieron
por bautizar como América.
Serrano,
considerado por algunos críticos como demente, está dispuesto a que le sigan
‘dando palo’ y no descarta que venga una segunda parte de su novela, que con el
sello editorial de Seix Barral, vio la luz el pasado 17 de agosto en la
Librería Catarsis, lugar que él mismo escogió para parir esta criatura
terminada en la Zapatoca del siglo XIX y rescatada por él de las fauces de ese
engendro mitad amnesia, mitad vergüenza.
¿Por qué hace el lanzamiento de su novela en Bucaramanga
y no en Bogotá, donde es más visible y tiene mayor despliegue?
Esta novela nació
hace muchos años a partir de reflexiones sobre ¿qué significa ser
santandereano? Y cómo esa particularidad tan fuerte ha venido marcando la
esencia de un pueblo inconsciente de sí. Esta novela se origina en la falta de
curiosidad. En el hecho de que la mayor parte del pueblo colombiano no se ha
preguntado jamás de dónde viene y en este caso particular, el pueblo
santandereano. Es difícil encontrar un pueblo en el entorno colombiano e
hispano tan característico como el santandereano desde el punto de vista de sus
peculiaridades sociológicas. Entonces el que no se pregunte por su origen, que
no se remita a sus fuentes, por qué habla como habla, por qué piensa como
piensa, por qué los refranes, todas esas condiciones que son tan fáciles de
percibir y sin embargo, tan misteriosas, son la esencia de este libro.
Esa es la razón por
la cual me pareció tan llamativo lanzar esta novela en Bucaramanga. En la
primera página postulo, por supuesto de manera ficticia, que en un viejo arcón
encontré los papeles que constituyen la esencia de este libro, escritos por un
presunto Efraín Pinto en 1811 en Zapatoca. Esa es la razón por la cual me
parece tan importante que nazca de aquí, porque es un alegato sobre el origen, es
una hipótesis desde la literatura y la novela histórica del origen de una
nación que jamás se ha preguntado por sí
misma y que tiene que ver con un larguísimo pasado anclado en el misterio y,
sobre todo, en una condición de renegado, de maldición sobre el misterio del
nacimiento colectivo de esa mentalidad y de ese talante que nos marca con tanta
fuerza.
Hay historiadores que defienden el concepto de
santandereanidad y dicen que ahí está la clave de una raza distinta y desde donde
podemos comprendernos. Otros le atribuyen poderes sobrenaturales al alemán Geo
von Lengerke y lo ponen a la altura de un semental que vino a regar su especie.
Unos más afirman que ante todo somos descendientes de los guanes. ¿Para usted,
de dónde venimos?
Primero, la
confusión más fuerte que es necesario empezar a despejar es entre lo racial y
lo étnico. Es evidente que en el orden racial no hay pureza y la población
santandereana, igual que el resto de Colombia y de América es producto de
niveles desiguales de mestizaje. Pero lo que constituye a un pueblo no es la
esencia racial sino la esencia étnica: su lengua, su religión, sus valores, sus
costumbres y sus prácticas, que se originan en un tipo particular de mundo del
que no hemos querido saber nada.
Sería absurdo que
cualquiera viniera a defender purezas raciales que no vienen al caso en un
mundo mestizo; de lo que se trata es de descifrar de la oscuridad el talante:
una forma particular de ser y de portarse. Eso no ha sido estudiado, las
academias de Historia le han sacado el cuerpo, no sólo en Santander sino en
Colombia, e historiadores como Armando Martínez y muchos otros no tienen una
contrahipótesis. Parece que la única salida para preguntarse por el origen
fuera el silencio. Cuando alguien aventura una respuesta, le caen encima para
desbaratarlo o para estudiar un poco soberbiamente la solidez de su hipótesis
sin tener ni siquiera un mito fundacional efectivo.
Hay varias
versiones de lo que somos, confundiendo siempre los niveles racial y étnico, y
lo que me interesa es el problema étnico; es decir, rastrear la forma de
hablar, la forma de fundar pueblos, de manejar el agua, de lavarse y de
limpiarse, la figura de la madre, la sexualidad, el alcohol… todo lo que
constituye desde un punto de vista antropológico la esencia de ser
santandereano.
¿Qué es ser santandereano?
Es una forma de la
hispanidad, cuyas raíces no han sido rastreadas con suficiencia ni precisión.
Esta novela me dio la ocasión de ir hasta la Chancillería de Valladolid y hasta
Simancas, para mostrar cómo se vivía en el siglo XIII y XIV una condición
judía-española -sefardí-, que después tuvo que ser modificada. Esos nombres que
figuran en aquellos registros fueron cambiados. Ya cuando aparecen en el
Archivo de Indias de Sevilla, en 1550-1565, el antiguo Moshé Ben Israel se
llama ahora Francisco Nuñez, y su hermano se llama Sebastián Martínez o Rodrigo
Gutiérrez. Es una estrategia colectiva de pérdida deliberada del rastro. Es
demostrable, que la identidad fue el gran problema de los siglos XV y XVI. Y
que además esa identidad cambiada, mutada de un modo tan intenso y tan
arquetípico, tenía como único tesoro conservar la lengua y el talante en un
sentido general, porque se sentía distinta de un africano de Marruecos o de
Esmirna. Algunos sujetos del judaísmo español fueron a dar a Amsterdam, otros a
El Cairo, pero está claro que la mayoría se convirtió en cristianos.
Esos cristianos
nuevos no pudieron permanecer en España. La tensión y la presión que se
ejercían sobre ellos en todos los frentes fue tan grande, que América fue el
refugio natural, especialmente aquella América tan poco trascendente, en donde
no había minas importantes, de modo que el imperio, las autoridades
inquisitoriales, nadie se iba a tomar el trabajo de ir a buscarlos o a
perseguirlos, porque ya no tenía sentido varios miles de kilómetros más allá y
varios años después.
Yo postulo, si se
quiere de manera tajante, que somos el fruto de una generación renegada, que
sabía cosas y tuvo que olvidarlas, que tenía un nombre y una identidad
definidas y tuvo que cambiarlos, que tenía un horizonte de vida y tuvo que
reducirlo a su mínima expresión, para resultar ser los fundadores de Zapatoca,
San Gil o Socorro, a unos mil metros-mil quinientos metros de altitud, porque
la temperatura y las condiciones de vida eran agradables, porque no había
persecución, porque la agricultura de pancoger daba para producir las judías y
el arroz, porque se podía comer algo parecido a lo que se comía antes pero
cuantos cerdos y cabros traídos todos de allá. Se sembraba tabaco, que aunque
es originario de América, estaba emparentado con formas de vida y de acción
propias del norte de África, de donde se trajo el café y una serie de productos
y prácticas que adaptadas a nuestro entorno dieron la arepa santandereana, el
tono de la vida de la Bucaramanga de 1850, del Socorro de 1820.
Es en ese contexto
en el que un pueblo se ignora a sí mismo, por alguna razón profunda, porque no
es una tontería. Sostengo que los hijos de los conversos son esencialmente
personas que no quieren reconocer exactamente quiénes son porque tienen miedo
al pasado, casi atávico, de descubrir algo peligroso, problemático, y que por
eso aunque sin mucho énfasis están lanzados hacia el futuro. Lo que importa son
las próximas generaciones, levantarse a las cinco de la mañana para hacer lo de
hoy, sin saber hacia dónde vamos, sin ese optimismo que caracteriza al
norteamericano, sin esa enjundia que marca a los pueblos indígenas como el
mexicano o el peruano. Se trata de una condición de vida que en la medianía,
intenta sacar adelante pequeños propósitos, como si estuviese atemorizado por
la victoria, por el vértigo que produce figurar, por estar emparentado aunque
sea espiritualmente con pueblos de Occidente, incluso con pueblos del Occidente
musulmán.
Tenemos un lejano
origen que está sin embargo muy cercano, desde el punto de vista antropológico,
y que nos configura, nos conforma en un sentido muy profundo en general. Esta
novela se llama por eso así: ‘Donde no te conozcan’, porque el afán del
converso e sir a donde no lo conozcan, iniciar una vida nueva, iniciarla además
de un modo relativamente estoico, incluso austero. Si uno mira, comparado con
la mayor parte de los lugares de América Latina, como Buenos Aires, México o
Caracas, Colombia es una nación modesta a la que no le gustan las grandes
plazas, nunca se preocupó por los monumentos, tiene un cierto sentido
parroquiano, un poco patético, de la grandeza, pero nunca ha entendido ningún
patrón de grandeza y en el fondo nunca ha aspirado a ella.
Alguna vez lo decía
el entrenador Alfio Basile, y es que la diferencia entre Colombia y Argentina en
el fútbol está referida a la miel de la victoria. Argentina la ha probado, la
ha perdido y lo lamenta, pero tiene la capacidad de volver a luchar por ella;
Colombia no sabe lo que es eso. Esto no lo refiero no solamente a la cuestión
anecdótica del orden deportivo. En todos los niveles hemos tenido una
figuración intermedia, que aspira, que tiene ciertas virtudes y talentos, pero
nunca cuajan ni se traducen en auténticas victorias, en grandeza, en algún tipo
de orgullo nacional. ¿Cuál es la posición de Santander dentro del orden
colombiano? Ha contribuido a algunas cosas, es llamativo e interesante, pero no
es de ninguna manera el eje de la nación.
¿Qué tanto pesa para ese ser santandereano habitar estas
montañas áridas?
Muchísimo. Es la
Extrema Dura, como se llama en España, trasladada a América. Es particular que
se busque una tierra, relativamente estéril, en la que sin embargo nadie
compitió. Por 300 años sobraba la tierra y cuando a alguien le disgustaba un
asunto sabía que se iba 10 ó 50 kilómetros más lejos y nadie lo iba a molestar.
La presencia indígena era prácticamente nula, luego el poblamiento se hace a
través de un modelo endogámico blanco o hispánico por lo menos, con algún nivel
de mestizaje, pero dentro de la más estricta ortodoxia católica.
Los historiadores nos han vendido la versión de que
quienes vinieron a América fueron aventureros o convictos. ¿En su investigación
se llevó alguna sorpresa?
La leyenda negra la
crearon Francia e Inglaterra con extraordinaria habilidad, en los siglos XVIII
y XIX, para acabar de apuntalar el despojo más cabal de España. Leyenda negra que
fue hábilmente vendida en Estados Unidos y en muchos otros lugares del mundo,
de modo que España llegó al siglo XX, y sobre todo el imperio español y la
hispanidad, en una condición cuasivergonzante. Lo hispánico no estuvo de moda
durante 200 años, el país no participó de la Revolución Industrial o llegó
tardísimo, hasta hace pocos años en medio de un estado de atraso y de
dictadura, que fueron considerados proverbiales en la propia Europa. Luego ser
hispánico, hasta hace 25 años, era casi una vergüenza. Entonces que la gente se
las arreglase bien con la idea de decir en español que los españoles fueron
unos violadores, que vinieron a abusar de las indias y a solazarse con un mundo
de riquezas no sólo es una injusticia con la empresa conquistadora, y sobre
todo con la Colonia, sino que además es de una ceguera respecto de cuál es
entonces la identidad de los más de 300 millones de hispanos que han quedado
dispersos en América.
Si uno mira en
Estados Unidos la hispanidad es más fuerte como raíz cultural que la condición
anglosajona. En todas partes la lengua española resuena con fuerza, no sólo por
su literatura, por sus gracias y sus glorias, sino porque fue moderna antes de
la modernidad europea, porque en la España medieval, morisca, cristiana y
judía, aunque hubiese una serie de problemas, había niveles de convivencia y de
calidad de vida que la propia Europa estaba muy lejos de obtener. La mayor
parte de los habitantes de Andalucía en el siglo XII eran letrados. Las
ciudades, porque había verdaderas ciudades, contaban con bibliotecas,
hospitales, calles empedradas, acueductos y alcantarillado -que es una palabra de
origen árabe-, por nombrar algunos aspectos.
La cuestión es que
América se hizo básicamente con conversos: conversos del judaísmo o del islam.
Por ejemplo sostengo que en la nación Caribe, que en árabe quiere decir cercano
y nada que tenga que ver con indígenas caribes ni un carajo, el bautizo de los
indígenas lo hicieron los andaluces que llegaron aquí. Es fácil demostrar que
la condición de lo que se llama la nación Caribe, es morisca. La condición de
relativa exogamia, el poco respeto de la monogamia, la forma de criar a los
niños y hasta la forma de hablar, con su énfasis y sonoridad, corresponden muy
bien a lo que se llama el imaginario morisco de los siglos XVII y XVIII.
Aquí la falta de
curiosidad hace que nadie sepa cuándo fueron fundados los pueblos, cuántas
personas tenían. No sólo quién los fundó, sino quiénes los poblaron en sus
originarias condiciones. ¿Cuál es el origen de los apellidos de Colombia? ¿Por
qué priman los Rodríguez, los Martínez, los Hernández, etcétera? ¿De dónde
proviene ese Rodríguez o ese Martínez sin toponímico? Al estudiar este problema
de los apellidos en España, se ve que los cristianos viejos, aquellos que
podían dar fe de su condición católica y la de sus padres y antepasados, tienen
apellidos con toponímico: Rodríguez de Guevara, Vásquez de Lara, Pérez de
Mendoza; en cambio el sólo Rodríguez o el sólo Hernández es fruto de un
bautismo colectivo, es decir, era propio de los conversos. Media España era
conversa y era la España más letrada, era la que se encargaba de la Medicina y
la salud pública, de los impuestos, esa España tuvo que arreglárselas para
esconderse durante más de 200 años y luego para marcharse, porque llamarse
simplemente Juan Rodríguez en 1580 era un problema, estaba cerca de una
ilegalidad peligrosa y de un posible linchamiento, del que habían sido objeto
familiares suyos.
Todas esas
condiciones, sumadas al hecho que no es anecdótico de que San Juan de la Cruz y
Santa Teresa de Jesús fueran hijos de conversos, y que todas las glorias del
Siglo de Oro tuviesen relaciones directas con esa cultura -el caso de Miguel de
Cervantes por citar uno-, demuestran que ese problema era angustioso en España
y que determinó en gran medida la fuerza de la empresa de América o de los
indianos.
Lo que resulta
absurdo es que ni en España, por acción de leyenda negra, ni en América se tenga
un estudio serio de este tema. Esta novela es por lo menos un llamado a las
facultades de Historia a abordar este problema con la seriedad que requiere. Entre otras, si es que estoy
equivocado para que me le demuestren, porque hasta ahora no lo han hecho y me
han sacado el cuerpo de un modo ni siquiera olímpico, sino más bien vulgar,
tosco, como ‘usted está equivocado, pero no sabemos por qué’. Esa perspectiva
es la que me parece no sólo peligrosa, sino problemática. Es más, es propio del
converso ocultar su origen. Y esto estaría reafirmando como argumento
sociológico y antropológico, el que hay algo oscuro, porque si uno de veras
duda de una cierta hipótesis es porque la ha investigado con minucia y sabe si
tal o cual persona está planteando algo en el vacío. No es mi caso y hay una
nebulosa histórica. La Nación, cualquiera que sea, no empezó en 1810 ni con el
establecimiento de la Real Audiencia en 1550, sino siglos antes, y no empezó
aquí. Lo que cada uno de nosotros somos, empezó siglos antes de venir a
América, en algún sitio entre África y Europa.
En 2007 hay quienes celebran los 150 años de la
santandereanidad, atribuyéndole los dones de la igualdad y la libertad a
quienes crearon el Estado de Santander. ¿Con cuáles trazos dibujaría usted este
cuadro?
Eso de la igualdad
y la libertad probablemente estos señores tengan sólidos motivos para
apuntalarlo, pero no es un rasgo constitutivo, algo de lo cual sentirse
orgulloso desconociendo el resto. Yo diría por ejemplo que el santandereano es
una persona que tiene grandes problemas con la relación alcohol y violencia, es
un personaje que tiene problema respecto a la sexualidad y la vivencia plena
del cuerpo. Ese tipo de cosas no han sido investigadas y están en la esencia de
su naturaleza individual y colectiva. El santandereano es una persona
fuertemente vinculada a la tradición y sin embargo, aparentemente renuente a ella.
Esta una sociedad conservadora en el sentido
pleno de la palabra y, sin embargo, con argumentos más bien manidos se
insiste en la defensa de la igualdad y la democracia en un momento en que eso
no era prioridad de nadie.
Lo que sí está
claro es que es una sociedad constituida para durar largo tiempo, de familias
inmensas y de una gran fuerza clánica, que tiene además una tendencia marcada a
la endogamia. En todo eso se parece a los judíos y a los conversos.
El respeto por la
lengua española es casi obsesivo, hay un proceso de vigilancia lingüística que
ha durado siglos y que nadie ha revisado, y tiene una serie de condicionamientos
en su alma, que lo remiten hacia una cierta añoranza de un pasado perdido, que
no sabe ni siquiera cuál es.
Los orgullos hay
que construirlos sobre los verdaderos pilares. El pueblo alemán, por ejemplo,
se constituye alrededor de una serie de baluartes vinculados a la tenacidad,
que sin embargo no pasan por alto la tendencia a la violencia. El pueblo alemán
no puede renegar de eso porque está ahí, en la historia. Que nosotros
hiciéramos algo parecido para asimilarnos con las buenas y las malas, así como
hemos sido, porque el pasado es lo que nos constituye. El nuestro es un pasado
de silencio, de nebulosa oscuridad, por decir lo menos. Los santandereanos no
conocen a sí mismos si están orgullosos de no conocerse, lo cual es escandaloso
en un mundo como éste. Las hipótesis que tienen sobre sí, incluso los
historiadores, aunque no sean incorrectas, son parciales. No hacen un retrato
cabal de quiénes somos, de por qué somos de esta o aquella manera. Hay ciertos
valores innegables del santandereano que no pretendo menoscabar, pero sus
características completas, como ser humano, no han sido descritas con la
suficiencia ni la imparcialidad necesaria. Además, está claro que una Academia
de Historia seria no tiene solamente historiadores santandereanos, sino que
trata de involucrar a gente de todas partes para que de una visión más sobria y
más neutral de lo que se ve de Santander, de su figuración en la Nación, de su
vocación de emigrante… de diez mil cosas a través de las cuales sería posible
sacar una pulpa mucho más sustanciosa y pulida que esa imprecisa imagen medio
patriotera que ha venido a surgir en los últimos años. En Colombia el
imaginario del santandereano está vinculado a la arbitrariedad y la violencia,
a una cierta condición de exageración, cierta vocación hiperbólica, un sujeto
aparentemente calmado, bien vestido, limpio, que resulta convertido en un ogro
furioso o que para mostrar su carácter a veces se pasa de la raya hasta cosas
absurdas. Esto puede ser hasta injusto, pero es así como es entendido un santandereano
en Colombia, sin que el imaginario del costeño o del antioqueño tampoco estén claros.
¿En su novela algún personaje encarna el machismo que se
le endilga al santandereano?
Sostengo que la
sociedad colombiana, igual que la sociedad judía, es más bien de un matriarcado
velado, y eso está retratado en la novela, porque quienes tomaban las grandes
decisiones eran las mujeres. En todas las sociedades mediterráneas el puesto
del hombre es lo público; el de la mujer lo privado, y está claro que la vida se
gobierna desde lo privado. También en este aspecto contrasto con el lugar común
de que son muy machistas, porque quién decidió dónde iban a vivir, cuántos
hijos iban a tener, cómo iba a vestirse el señor: ella, y lo hizo del modo más
natural, casi sin ejercer violencia.
He podido demostrar
que en nuestras sociedades el hombre está en constante estado de prueba, como
hombre. Es admitido si es bien recibido en la sociedad o si tiene trabajo y
reconocimiento. Ese cuento de que las mujeres árabes están oprimidas es
ignorancia de la más cabal de lo que es el mundo árabe. Ellas son las que
tienen el derecho jurídico, político y sociológico a optar por tal o cual
sujeto, siempre y cuando cumpla con ciertas condiciones. Ella está claramente
bajo el comando de la crianza, que es casi un espacio exclusivo de las madres y
abuelas hasta los 7 u 8 años.
Ya es hora de
empezar a revisar en qué consiste el machismo santandereano, porque lo que es
machista es la cultura, no los hombres. La madre es lo único sagrado que le queda
a una sociedad como esta. La delicadeza, la familiaridad, la cercanía a lo
íntimo, las costumbres respetuosas, la cortesía y hasta la hipocresía, están
matizadas por el rol femenino, mientras que el rol masculino goza de una
ampulosa precariedad.
El escritor
barramejo Enrique Serrano pretende cuestionar lugares comunes, poner en
entredicho asuntos espinosos que la sociedad santandereana no quiere plantear y
remover el pasado, así salga aporreado. Acaba de lanzar su novel “Donde no te
conozcan”, editorial Seix Barral.
Enrique Serrano
publica una novela cuya última página se escribe en la Zapatoca del siglo XIX.
Es la historia de miles judíos y moros que dejaron de saber lo que sabían
porque era problemático, y decidieron marcharse a donde nadie los conociera
para que su mundo y su cultura volvieran a florecer.
“La esencia de
nuestro ser es hispana, así que por qué vamos a renegar de ella, a considerarla
una maldición o a enseñarle a los niños a avergonzarse de su lengua, de su
idiosincrasia o de su ser en nombre de no sé qué pecados cometidos por sus
antepasados”.
un tema muy poco convencional, muy interesante,con muchísima tela de donde cortar.
ResponderEliminarsobre todo con muy buena narrativa,
soy mexicana y me apasiona el tema de nuestra raíces Hispanas y sus mitos y verdades...
Me parecen muy acertadas la mayoría de afirmaciones del autor sobre la hispanidad o la fuerte constitución matriarcal de la familia santandereana. Es revelador pensar en nuestra herencia hispana como judía y árabe. Definitivamente es una aproximación que debe explorarse con más profundidad. Sin embargo difiero enormemente con la forma como borra y hace casi invisible la herencia étnica guane. Somos tan hispanos como indígenas. Muchas mujeres guane tuvieron hijos de españoles. Sería interesante explorar esas dos herencias en igualdad de condiciones. Finalmente, no se puede negar que los españoles, por más conversos que fueran buscando un lugar seguro, llegaron a invadir, saquear y explotar a los indígenas en su propio territorio. Esa parte de la historia tampoco se puede negar.
ResponderEliminarYo soy otro Anonimo (Anonimo 3 digamos). Y estoy de acuerdo, efectivamente hay oscuridad en el origen de Santander. Yo soy santandereano por adopción y veo una buena descripcion de la sociedad santandereana en estas imagenes. Una explicacion de al menos parte de la verdad puede estar en esos origenes conversos. Pero tambien como dice "Anonimo" el 11 de Febrero, hay otra pieza que da luces, y puede ayudar a explicar esa oscuridad en el origen: el componente indigena. Estudios cientificos han mostrado que los genes indigenas predominan por el lado materno, mas de 80% en todo Colombia (y en muchas partes de latinoamerica)y quizas mas aun en Santander (ejemplo: Rojas et al., "Genetic make up and structure of colombian populations by means of uniparental and biparental DNA markers" American Journal of Physical Anthropology, 2010, 143, pp 13-20).
EliminarComo fue ese principio? Santander tuvo que tener sus particularidades y sin duda hay historia que investigar y contar. Hombres y mujeres, hijos, seguramente no muy bien vistos por la Iglesia o la Corona en esa epoca (mujeres indigenas y hombres conversos, por ejemplo...), que crearon una cultura y una sociedad, y que pueden explicar muchas cosas, incluyendo las verguenzas, pero tambien el vigor de este pueblo.
Hay algunas fuentes de esto?
ResponderEliminarHay algunas fuentes de esto?
ResponderEliminarSobre el origen nativo:
EliminarRojas et al., "Genetic make up and structure of colombian populations by means of uniparental and biparental DNA markers" American Journal of Physical Anthropology, 2010, 143, pp 13-20
¿Fuentes?
ResponderEliminar¿Fuentes?
ResponderEliminarHermoso relato de nuestro origen santandereano
ResponderEliminar