El mejor cronista de México
y uno de los principales intelectuales de Latinoamérica, Carlos Monsiváis, analiza
la situación de su país, opina sobre Hugo Chávez, Daniel Ortega y George Bush, y
hasta dice qué hará antes de morir.
La primera cosa
que Carlos Monsiváis Aceves hace cada mañana no es persignarse ni cepillarse
los dietes. Es recoger el periódico y revisar que su nombre no figure en la
lista de muertos de ese país llamado México en el que hace pocos días
aparecieron diez personas decapitadas en Yucatán.
Lo segundo que
hace Monsiváis pero de manera permanente, es ser a setenta años de edad el
maestro de la ironía. Es un iconoclasta a carta cabal, que dice que en su
último cumpleaños no hubo torta ni invitados porque lo celebró con su soledad,
aunque ni siquiera ella asistió.
Y lo tercero en
la vida de este hombre considerado uno de los cinco intelectuales más
importantes de América Latina, es no claudicar en su ideología de izquierda y
en la defensa de la democracia, así haya quienes lo vean como un comunista
irredimible y hasta insinúen que es ‘terrorista’.
Simpaticen o no
con él, Monsiváis es hoy un referente obligatorio en el pensamiento no sólo de
su país sino del continente.
De una extensa
producción literaria que incluye extensos reportajes al subcomandante Marcos,
héroe de la guerrilla zapatista de Chiapas, a Monsiváis le encanta la cultura
popular, tiene su propio museo sobre el tema, y no deja de darle ‘palo’ a los
‘dinosaurios’ del llamado Partido Revolucionario Institucional (PRI), que
durante más de medio siglo hicieron y deshicieron con México.
De no ser
escritor, le habría gustado trabajar en la Cámara de Diputados (Congreso) de
México, para levantarse y aplaudir cuando alguien dijera algo inteligente,
“pero podría quedarme días y días sentado...”.
Sin importarle
que los asistentes se fijaran en los huecos de la suela de su zapato derecho,
Monsiváis participó en la Feria del Libro de la UNAB, Ulibro 2008, donde para
hacer gala de sus dotes y su habilidad con el juego de palabras, dijo que venía
a la capital santandereana, porque ningún ser humano se puede morir sin antes
haber conocido Bucaramanga.
“Me invitaron a
la UNAB y pensé que no volvería a tener una oportunidad así. Luego que acepté
me pregunté en qué consistía la oportunidad que no pude rechazar, y el nombre
de Bucaramanga me invadió en tal forma que ya no quise racionar. Ir a
Bucaramanga y después morir, como se decía en el siglo XIX”, manifestó
Monsiváis.
‘Flor’ que
algunos se tomaron a pecho, mientras Monsiváis ponía a reflexionar y a la vez
divertía con su apuntes a más de 350 personas que abarrotaron el Auditorio de
Ingenierías, sin poderse creer que un personaje de su talla sacara el tiempo
para llegar hasta estas latitudes.
Luego de la
charla con el poeta Ricardo
Nieto, que en realidad fue una especie de autoentrevista en la que Monsiváis no se
calló durante 39 minutos, el autor de “Días de guardar”, “Amor perdido”,
“Entrada libre” y “Nuevo catecismo para indios remisos” -entro otras obras-
atendió esta entrevista exclusiva con el Periódico 15 en agosto de 2008.
No ve sucesores
de Gabriel García Márquez, “porque si alguien es sucesor de alguien no es un
autor importante. Gabo es un milagro
del idioma, Mutis es un gran poeta, y los que vengan en Colombia o en otros
lados serán igualmente irremplazables y en sí mismos consumirán su genealogía.
García Márquez viene de García Márquez y va a García Márquez”.
La única
pregunta que le molestó fue la última, pero sirvió para que le respondiera a
quienes lo consideran un peligro. De resto, Monsiváis habla sin desparpajo y no
teme que por sus columnas de prensa le vaya a pasar algo porque advierte con
desconsuelo que en su país no más del seis por ciento de los habitantes lee un
periódico.
Escribo,
declara, por la posibilidad de no ser entendido y la dignidad de ser
incomprendido, para devolverle la voz a los silenciados y atender a los parias
de la historia. Cada vez que puede consulta la Biblia, con lo cual acentúa a la
vez su espíritu religioso y su agnosticismo, dos conceptos que no sabe qué
hacer para combinarlos pero al fin de cuentas dice que “creo menos y siento
más”. Y lee, advierte, para tener la garantía de no estar perdiendo el tiempo
viendo telenovelas.
¿Ha intentado desenmarañar esa pregunta de qué son los
latinoamericanos?
Nunca he
intentado tal osadía, pero podría decir que somos aquellos la pregunta sabiendo
que la respuesta está oculta en un cofre en el fondo del mar y que sin embargo
vamos a seguir haciendo la pregunta, porque es más difícil abrir el cofre que
dejar de hacer la pregunta.
¿A qué país se imaginaba que estaba allegando?, porque
muchos colombianos que van a México piensan que todas las mujeres se llaman
María o Guadalupe y los hombres tienen sombrero de charro y van a caballo.
No era tan
específico como eso, que es una descripción por lo pronto acertada y veraz.
Cuando dije voy a Colombia, en primer lugar tuve la precaución de comprar
impermeables y paraguas porque me dijeron que llovía todo el tiempo. ¿No sé si
ha oído hablar de un departamento de Colombia que se llama Macondo? Me dijeron
que caía tanta agua que decidieron participar de ese beneficio al resto del
país.
Luego supe que
Colombia oscilaba entre la violencia y la paz, pero que tenía una inclinación profunda
por la paz y entonces eso me alentó.
Después supe que
hablaban el mejor español de América Latina, pero eso ya no me alentó tanto
porque no creo que sea muy difícil considerando lo que pasa en España.
Y un dato que sí
tenía en el imaginario colectivo: que todos los colombianos profesan la más
impresionante cortesía y que le hablen de usted a todos, hasta para rezar,
porque en ningún país del mundo le hablan de usted a Dios.
Hay más de veinte libros de su autoría, sin contar las
compilaciones y los prólogos. ¿Qué lo lleva a seguir escribiendo y tener una
obra tan grande como la suya?
El alguna vez
leer sin rubor lo que escribo. Yo le hablo de usted a lo que escribo y le
pregunto ‘¿y usted piensa que esto no me debe avergonzar? Como todavía no
obtengo respuesta por eso persisto.
¿Ha dejado de escribir de algún tema? ¿se ha
autocensurado?
Debo confesar
que a los ocho años le prometí a San Felipe de Jesús que no tendría relaciones
sexuales hasta que él me lo permitiese. De los ocho años en adelante he esperado
la respuesta, y aunque no le voy a decir qué ha pasado, pero eso me veda
referirme al tema de la sexualidad. Ese tema lo tengo absolutamente cancelado.
De las frases que ha escuchado o leído, usted dice que
las que más le han calado son: ‘El respeto al derecho ajeno es la paz’, ‘Dadme
la libertad o dadme la muerte’, y ‘Si el aborto se hubiese permitido en épocas
de nuestro señor Jesucristo, éste probablemente no habría nacido’, esta última
salida de los labios de un ex obispo. ¿Tanto como para tatuársela en su cuerpo
como lo insinuó en la charla?
Tatuármela no,
porque lo que he prometido tatuarme es la Constitución de mi país y eso es por
condimentar mi patriotismo con la seguridad de que cuando dirija la mirada a mi
brazo ahí estará el artículo 44.
La frase que
usted menciona la pronunció don Felipe de Jesús Cueto, obispo de Tlanepantla,
que es parte del Estado de México. No la quiero explicar porque si el lector de
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no la capta así en su profundidad, ya no captará nada jamás. Por eso la
llevo en la memoria como si fuera una canción muy inspirada, como decir ‘amor,
nació de mi, nació de ti, de la esperanza...’.
¿México se ‘colombianizó’ con el crimen y el
narcotráfico?
Esa es una
expresión que se ha usado mucho y que provocó que por lo menos tres embajadores
de Colombia protestaran, porque incluso un secretario de Gobernación llegó a
usar la frase y entonces el embajador protestó y me pareció justo que lo
hiciera. Dejó de usarse hace tiempo y ahora en algunos medios de comunicación,
de un modo ventajoso, se dice que ‘Colombia se está mexicanizando’.
No se trata de
esa influencia mutua de trasladar a la nacionalidad el impacto de algunos
tráficos. Lo que veo claro en el caso de México es la ‘colombianización’ de la
cumbia. Hay por lo menos dos barrios en Veracruz y Monterrey que se dicen
colombianos por la cumbia y el vallenato, que tienen una fuerza y una
impregnación enormes, que yo no recordaba desde el mambo. A eso se le suma la
presencia de escritores y las telenovelas que han trastocado el sentido de las
telenovelas mexicanas porque hace mucho que no hay una telenovela de mi país
con éxito y entonces han adaptado estructuras de Colombia.
Ahí debo
mencionar que un punto aparte es ‘Betty, la fea’, que ha ‘colombianizado’
parcialmente al mundo y es una telenovela que no acaba nunca porque después de
la versión colombiana vino la mexicana, luego la norteamericana... En el
momento en que pase la versión iraní ya veremos.
‘Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos’
¿México sigue siendo el ‘patio trasero’ de Washington?
Eso lo dijo
Porfirio Díaz, un dictador que procuró ir más allá de Dios en cuanto al tiempo
de permanencia en el poder y que también quiso reconciliarse con Estados Unidos
de tal manera que pudiera protegerse con las barras y las estrellas, como se
decía entonces. Lo de ‘patrio trasero’ lo usó un presidente de Estados Unidos
(Ronald Reagan) y no fue muy bien visto.
Lo que sí queda
claro es que estamos totalmente a disposición de la economía norteamericana,
que el racismo estadounidense que es abundante y últimamente particularmente
agudo, nos ha hecho un daño enorme, y que -entre otras cosas- por eso México no
ha tenido una relación fértil con el resto de América Latina por la obsesión de
concentrarlo todo en Estados Unidos, al grado de que en este momento se ven las
próximas elecciones de ese país como parte del repertorio político nacional.
El 1 de enero de 1994 estalló en las selvas de Chiapas
la revolución zapatista al mando del subcomandante
Marcos. ¿Qué quedó de esa ilusión de
revolución, de esa proclama por los derechos de esa gente tan abandonada
del sur de México?
Los dos o tres
primeros días no era una ilusión de revolución, sino un deseo de sacrificio,
iban a morir, porque el primer documento que era francamente estrepitoso terminaban
diciendo que iban a entrar al Zócalo (centro de la capital mexicana) gritando
‘viva la libertad’, pero ellos sabían que no iban a ir a ningún lado.
Cuando empieza
la resistencia nacional contra la decisión de bombardear y extinguirlos, es
cuando surge el movimiento. Eso es el 6 de enero cuando la sociedad civil se
lanza a las calles a decir ‘paz’. Entonces (Carlos) Salinas se vio obligado a
suspender la acción de exterminio y Marcos
tiene la posibilidad enorme de usar la inteligencia que de alguna manera el
anonimato le concedió y producir algunos de los mejores documentos que conozco
sobre la cuestión de la raza y del racismo. Sobre todo uno que dice ‘¿de qué
tenemos que pedir perdón?
Después de eso
suceden muchas cosas. En 2001 tienen una entrada apoteósica a la Ciudad de
México; el Senado promulga una ley indígena que va en contra de la sensatez; Marcos y el Ezln (Ejército Zapatista de
Liberación Nacional) se resienten y se hacen a un lado, y esa decisión de no
convertirse en un partido regional extingue casi todas las posibilidades del
movimiento.
¿Por qué razón usted defiende al ex candidato
presidencial Andrés
Manuel López Obrador (Partido Revolucionario Democrático,
PRD), quien en palabras de mi colega Joaquim Ibarz , “es un dirigente populista que quiere
acabar con las instituciones, ordena asaltar el Congreso durante 16 días y
busca la ingobernabilidad del presidente Felipe Calderón (PAN)?
No es la defensa
de López Obrador porque no la necesita, pero sí diré por qué apoyo un
movimiento crítico y es porque creo que el país lo necesita y porque López
Obrador no es el dirigente populista que están describiendo. Populistas lo son
todos los políticos mexicanos si entendemos por populismo un discurso que
intenta representar a como de lugar al pueblo.
No fue un asalto
de 16 días al Congreso porque eso suena como a una operación de película
norteamericana con Bruce Willis. Fue una decisión de los senadores y diputados
del PRD de presionar para que hubiese un debate sobre el asunto energético. Se
concedió el debate ampliamente y ha sido de las cosas más importantes que se
han dado en el país y lo ha reconocido gente como Carlos Slim (el hombre más
rico del planeta), que no es precisamente la representación de la izquierda
delirante. El apoyo a la exigencia de un debate era un deber ciudadano. Nunca
apoyé la toma de las tribunas. Es una atribución suya que me concede la
capacidad de desdoblarme.
En lo otro, no
creo que se haya planteado la ingobernabilidad. Para empezar hay una trampa.
López Obrado no dijo ‘Al Diablo con las instituciones’; dijo ¿al Diablo con sus
instituciones’, lo cual es una crítica al modo como han funcionado varias
instituciones y así lo han venido repitiendo gente del PRI y del PAN también.
Lo que no
esperaba de don Joaquim era un golpe tan absolutamente gratuito, innecesario y
francamente injusto como el de hablar del ‘terrorismo verbal’ que hemos
ejercido. Creo que defender puntos de vista de acuerdo a los derechos
constitucionales y defenderlos en público no es ‘terrorismo’, sino el mejor y
el más sano ejercicio de lo que está a nuestro alcance que es el uso de la
libertad de expresión.
Si se quiere
seguir viendo en López Obrador el origen de todas las desgracias, se tendrá una
razón siempre parcial porque el origen de todas las desgracias está en tantos
lados al mismo tiempo que ver a un monopolista en donde hay una cantidad de
causas es conceder demasiado.
Sin ir muy
lejos, el PRI. Setenta y un años de un mismo partido en el gobierno o de un
mismo grupo con sus relevos en el gobierno corrompió demasiado, creó un sistema
de acatamientos verbales fastidioso y con frecuencia repugnante. Encabezó la
producción masiva de dinastías ávidas, logreras, saqueadoras, y le quitó todo
sentido de espontaneidad, creatividad e imaginación al ejercicio de la
política.
Lo que sigue son
las derivaciones de una clase política que no ha logrado desprenderse de lo que
fue la era del PRI.
¿Cómo ha logrado usted sobrevivir en un México de
corruptos como los del PRI, donde han asesinado candidatos, cardenales y
periodistas?
¡Y los del PAN
(Partido de Acción Nacional) también! De cualquier manera hay un espacio para
la libertad de expresión y lo he logrado porque sin esa libertad de expresión
ya el país no se concebiría. México es un país mucho más democrático de lo que
se anuncia en las decisiones autoritarias, porque es una democracia que desde
abajo se ha ido ampliando. Hay crítica y un debate impresionante. No digo que
las decisiones básicas cambien pero es una sociedad que oscila entre un debate
devastador, al fin de cuentas provechoso, y una concentración autoritaria, y
uno puede sobrevivir, pero no a la situación económica que nos ha ahogado a
todos. Es una situación internacional y el desastre de la economía norteamericana
está afligiéndolo todo.
A distancia, ¿qué concepto tiene de las Farc?
Desde hace mucho
tiempo pienso que a nombre de los ideales revolucionarios no se puede
secuestrar a nadie, lo cual me quedó muy claro desde el secuestro de Aldo Moro
(en Italia). Sigo considerando que el secuestro es la forma más ignominiosa de
plantearse como grupo que intenta el cambio. El M-19 desde el asalto al Palacio
de Justicia me provocó un rechazo, sin estar atribuyéndole todo lo que sucedió
en esa tragedia, pero ciertamente hay acciones de audacia revolucionaria con
las que no estuve de acuerdo.
La crítica y la
movilización me parece importantísimo, pero despojar de su libertad a una
persona a nombre de ideales, no lo entiendo.
¿En la Latinoamérica de hoy es válido seguir definiéndose
como una persona de izquierda?
No es como yo me
defina. Puedo en este momento definirme como filántropo de la filatelia y da
igual.
En una región tan
asolada por la injusticia no estar en contra de ella todo lo activa, creativa y
conceptualmente que se pueda es inadmisible. Si estar en contra de la
desigualdad de una manera además no generalizada, sino puntual, es ser de
izquierda me parece que está bien.
Ser de izquierda
como entonador, por ejemplo, de las glorias de una dictadura que ya va a
cumplir cincuenta años, no; pero oponerme a la injusticia social y a la
impunidad de la clase gobernante, hoy tan neoliberal, es una obligación moral.
¿En ese triángulo Hugo Chávez-Evo Morales-Correa usted
ve el ‘Eje del mal’?
No veo ningún
‘eje del mal’; veo sí acciones con las que no estoy de acuerdo, especialmente
en el caso de Chávez, pero cuando noto la habilidad y la malicia con que se
reconcilia con el rey Juan Carlos, de España, y con la camiseta de ‘Por qué no
te callas’, encuentro que tiene por lo menos algunos méritos de comportamiento
político. No apruebo desde luego ese ‘socialismo o muerte’ que prodiga, ni sus
acciones autoritarias ni su empecinamiento en decidir que la última palabra
antes de la iluminación verbal del petróleo es la suya.
Pero el ‘eje del
mal’ no, y sobre todo viendo lo que le ha hecho al mundo George Bush
(presidente de Estados Unidos), que ha sido uno de los seres más dañinos de que
hemos tenido noticia. Entonces para llamar ‘eje del mal’ a otros gobernantes,
necesitaríamos medirlos con Bush.
¿Qué concepto tiene del mandatario colombiano Álvaro
Uribe Vélez?
El concepto que
tenga de Uribe no lo puedo decir en Bucaramanga porque tengo instrucciones en
Bogotá de que solo lo diga en Managua.
Entonces ya que estamos en Colombia y no en Nicaragua,
¿qué opina de su presidente Daniel Ortega, que tumbó al dictador Anastasio
Somoza y parece enloquecido?
Opino de él lo
que opinan nicaragüenses a los que admiro como Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal
y Carlos Mejía Godoy. No sé si gobernar del modo más desafortunado es
enloquecer, pero si esto es así ha enloquecido, es una persona que no respeta
en lo mínimo el voto que le fue conferido, que ha logrado hazañas como meter de
vicepresidente a uno de los ‘contras’ y que tiene además una política activa en
materia de bioética inadmisible, así como toda su palabrería religiosa que está
únicamente al servicio de un poder frenético que pueda llevar al adjetivo
enloquecido. Pero no quiero de Ortega un caso clínico; lo que es él es un
hombre que usa el poder de un modo abusivo.
¿Cuál es su clave para combinar con éxito sarcasmo y
argumentos?
Si me pongo a
contestarle equivaldría a admitir que tengo éxito y que combino. Si me pongo a
descifrar cuál es mi técnica y a creerme que esa técnica funciona, estaré
cayendo en el extremo opuesto, en el anegamiento por el ridículo.
¿Cuál es la peor herejía ha hecho o le gustaría hacer?
Aprenderme el nombre de todos los santos y
prolongar la agonía de tal modo que alcance a decirlos.
¿Que México lo recuerde cómo o por qué?
México recuerda
siempre a las personas y dizque su obra o su bondad. Quiero que me recuerde
como un obituario y que se preocupen por saber qué decía el obituario, y ya
nada más. El que hagan la pregunta sería el mejor recuerdo.
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