sábado, 15 de diciembre de 2012

Los secretos de la revista Semana

Su director, Alejandro Santos Rubino, comparte los fundamentos y pormenores de la principal revista que se edita en Colombia, así como su mirada al papel que cumple el periodismo, tanto en los aciertos como en las ‘metidas de pata’.
 
Alejandro Santos Rubino es un periodista ‘cachaco’ sin pelos en la cabeza y sin pelos en la lengua. Como director de la revista Semana ha tenido la oportunidad de destapar escándalos como el ‘Proceso 8.000’, la ‘Parapolítica’, las ‘chuzadas’ del DAS, ‘Tolemaida Resort’, los paramilitares que siguieron delinquiendo desde la cárcel de Itagüí o el fiscal general que casi se cae porque tenía de asesor a un brujo, fue descalificado públicamente por el entonces presidente Álvaro Uribe y, como si lo anterior no fuera suficiente, es quien pone la cara ante todos los líos y enemigos que se ganan por las publicaciones, renglón en el que ya suma 25 demandas y no recuerda cuántas tutelas.

Está al frente de la que es considerada la mejor revista de América Latina -según The Economist y The Washington Post-, es un convencido de los frutos del periodismo investigativo, le sobra olfato para acertar con las portadas y está buscando dos nuevos periodistas que le ayuden a olfatear cualquier exceso, irregularidad o acto de corrupción que pase en el Gobierno de su tío, Juan Manuel Santos Calderón, “con el apetito perverso y periodístico de que entre más grande sea el acto de corrupción y más alto llegue, mejor para nosotros… Hasta ahora no hemos encontrado nada y está siendo muy difícil por la coyuntura del cambio de gobierno empezar a buscar casos de corrupción, pero llegarán… estamos en Colombia”.

Santos Rubino estuvo de paso en Bucaramanga el pasado 17 de noviembre de 2011, invitado por Gas Natural Fenosa Colombia, y durante 89 minutos compartió con colegas de Santander, Boyacá y Bogotá -incluido este periodista- la experiencia asumir tamaña responsabilidad como lo es someterse al escrutinio de sus lectores por apenas los 10.900 pesos que cuesta cada ejemplar.

Su radiografía del país y del oficio de ser periodista en la ‘convulsionada democracia colombiana’ la comienza con una autocrítica: la ‘luna de miel’ que durante el primer año de gobierno tuvo Semana con Álvaro Uribe Vélez. “Yo me escribí un artículo en portada que se tituló ‘El año en que volvió la esperanza’. Un artículo de una lagartería espantosa y todo el mundo me llamaba a ver si estaba buscando una embajada, pero parte de un momento en que Uribe encarnaba liderazgo, franqueza, conocimiento del Estado, verraquera -todo lo anterior cierto- y estábamos obnubilados por el presidente, lo que pasa es que a Semana le duró un año, al país le duró siete”.

En su perspectiva, las tres grandes luchas que ha tenido que dar la prensa en los últimos 30 años empiezan por la recuperación ética, que no es más que la forma en que los medios de comunicación “han cerrado filas para defender a la sociedad de los violentos y como la prensa ha sido la punta de lanza de los colombianos por defender la institucionalidad, los valores democráticos y la ética pública’.

Tarea en la que fue pionero don Guillermo Cano Isaza, quien desenmascaró al congresista, narcotraficante y asesino Pablo Emilio Escobar Gaviria, quien de revancha lo mandó a asesinar el 17 de diciembre de 1986 frente a las instalaciones del diario en la Avenida 68 con calle 23 de Bogotá. “Aunque hoy en día suene insólito, muchos tildaron a Guillermo Cano como un fundamentalista moral, que no era capaz de reconocer empresarios generosos, algo exóticos y que tenían derecho a la movilidad social. Guillermo Cano encarnó él personalmente y con su vida lo que ha sido la lucha de la prensa en los últimos tiempos”, reflexiona.

Magnicidio al que se sumaron los crímenes de decenas de reporteros que se atrevieron a defender los valores democráticos contra el ‘Cartel de Medellín’, el ‘Cartel de Cali’ con el ‘Proceso 8.000’ durante la Administración del liberal Ernesto Samper Pizano, el surgimiento de los grupos paramilitares, el asedio de la guerrilla, la crisis de la justicia y la decisión inquebrantable de instituciones como la Corte Suprema de Justicia.

Causa a la que suma una lucha moral relacionada con las víctimas, “en una cultura casi de la muerte donde se revaloran la vida y la dignidad humana”. Campo en el que la prensa ha cumplido el papel de sensibilizar a la sociedad en cuanto a lo que pierde con el conflicto armado interno.

Santos Rubino, quien no cree en la objetividad pero sí en la honestidad y en la transparencia, dice que hay que entender el periodismo dentro de un contexto histórico donde la violencia tiene a miles de  personas en estado de vulnerabilidad e indefensión, “y donde la dinámica propia de los medios y de la condición humana en general tiende a exaltar al victimario, al poderoso y a dejar de lado al débil, al desterrado, al pobre”.

“No basta con que uno informe de manera veraz y rigurosa. Esa responsabilidad y ese profesionalismo periodísticos no son suficientes para que una sociedad sea capaz de superar la violencia. Es fundamental que los medios elaboren el contexto y las respectivas explicaciones para descubrir cuáles son las lógicas del poder detrás de todos los procesos de victimización, que logren mostrarles a las sociedades que la violencia no es un paisaje o un fenómeno natural, sino que tiene una explicación y que, por ejemplo, la barbarie de los paramilitares no es producto de unos desequilibrados mentales sino de un contexto político, de unas dinámicas económicas y sociales y de una lucha por el poder”, manifiesta.

Análisis con el que Santos Rubino pone a pensar aun más cuando dice que el desafío que se viene en materia de justicia, verdad y reparación, pasa por conocer qué pasó y si alguien puede contárselo al país son los periodistas.

La tercera lucha que destaca es en el terreno político con una prensa como contrapoder frente a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como frente al poder de las potencias extranjeras, de las organizaciones no gubernamentales y, por supuesto, de los grupos económicos y sus excesos. “Esa naturaleza crítica no puede provenir solamente de la opinión, sino de la investigación. Por un lado debemos tener periodistas que ‘tiren línea’, y estén criticando, sino también un brazo fiscalizador de investigación que destape todas las irregularidades y desbordamientos que cometen muchas personas en los callejos oscuros de este país”.

El éxito de Semana

A la hora de hablar del éxito de Semana, Alejandro Santos asegura que está soportado en la defensa de la independencia en un mundo capitalista donde el pez grande se sigue comiendo al chico y en el que los medios de comunicación no están exentos de convertirse en su manjar con fenómenos como la concentración de capitales.

“Por fortuna en Semana no tenemos esa relación con el Estado (vía licitaciones de canales de televisión o emisoras de radio), muy a nuestro pesar, ni tampoco tenemos intereses económicos distintos y en eso somos totalmente independientes”, advierte.

Otro factor es el espíritu crítico del poder en general, “que nos permite ser el contradictor natural de los gobiernos de turno, más allá de los vaivenes y de las ‘lunas de miel’ como la que tuvimos con Álvaro Uribe durante el primer año para después volvernos el más acérrimo crítico de la primera reelección, ni hablar de la segunda, y de todos los excesos de corrupción que se cometieron en ese intento de perpetuación en el poder del gobierno anterior”.

Sin dejar por fuera la capacidad de fiscalización que tiene Semana y cómo el periodismo de investigación se vuelve esencial en el carácter del periodismo que la revista pretende tener. “Valoramos profundamente el periodismo de investigación y eso cuesta plata. Desafortunadamente muchos medios no tienen dinero o no están dispuestos a invertir para escarbar qué hay detrás de los conciliábulos y de ciertos intereses. Hacer periodismo de investigación, como decía Daniel Samper, es como perforar en busca de petróleo, entonces muchas veces no se encuentra el pozo o éste es pequeño”.

Ingrediente de costos al que se agregan los riesgos que deben asumir los periodistas y el propio medio de comunicación, las demandas a las que están expuestos y las enemistades que se granjean. “Ser periodista independiente, ser un medio crítico y hacer periodismo de investigación no es nada fácil, pero gran parte del prestigio que tiene Semana ha sido gracias a eso”.

Excelencia que sólo es posible, según Santos Rubino, si se tiene un norte de “lo que uno es como medio de comunicación y como periodista. ¿Yo qué defiendo? ¿Yo en qué creo? Y no es ‘yo el dueño’ o ‘yo el director’, sino es el equipo. ¿Por qué estamos en esta sala de redacción tratando de informar, más allá de las diferencias ideológicas y de las subjetividades de cada uno? ¿Cuál es nuestro papel en una sociedad como la colombiana con tantos contrastes, tan apasionante y tan trágica?”.

Alejandro Santos tiene claro que los periodistas no pueden reaccionar automáticamente frente a lo que está pasando para informar de una manera taxativa, lo cual en su concepto está mandado a recoger cuando hay redes sociales como Internet y Twitter que informan instantáneamente. Y vuelve y se pregunta: “¿Qué papel juego como periodista en la realidad que estoy viviendo?

Su lectura pasa por el tema del talento, que es saber escoger a la mejor gente. “No hay unos mejores que otros; sino que hay que saber quién es bueno para qué. El arte de los editores es saber detectar ese talento y potenciar esas habilidades de cada uno”. Así como Semana tiene un Rodrigo Pardo que no se va levantar nunca una ‘chiva’ pero que sí tiene una gran capacidad de entender el país y el mundo, hay otros periodistas que como sabuesos están escarbando, buscando fuentes y ganándose su confianza para poder destapar un escándalo.

Le da también importancia a la honestidad intelectual de los periodistas y a la coherencia de que el medio debe ser como una casa de cristal para poder exigir transparencia pero dando ejemplo.

Menciona igualmente el trabajo en equipo y afirma que “uno de los grandes secretos del éxito de Semana es que nadie se las sabe todas y que nuestra estructura es muy horizontal”. En Semana, a diferencia de las oficinas de abogados donde a un estudiante las secretarias lo llaman doctor, no hay doctores.

“Tenemos debates muy de fondo, a veces acalorados porque hay temas muy sensibles, pero lo más interesante es abrir la discusión porque todo el mundo tiene una opinión”, para decir, por ejemplo, que la portada no la decide caprichosamente el director sino que en ese proceso intervienen los editores, los reporteros, los diseñadores y hasta las secretarias.

Semana también lucha contra un potente adversario: el espacio, ya que las páginas que tienen para escribir son menos que lo que tiene un periódico como El Tiempo los días martes, que circula casi raquítico. Y para ello debe tener capacidad de reinventarse ante el desafío de las nuevas tecnologías, de llegar de una manera que cautive a la gente. “Pensar diferente, como decía Steve Jobs, es muy difícil, y se los digo yo que dirijo una revista que tiene que anticipar los temas de la siguiente semana. La escogencia de los temas se vuelve crucial. El arte más importante para una revista como Semana es qué no entra, porque hay cien temas y caben apenas diez. ¿Es más importante que Colombia clasifique al mundial de fútbol o una masacre de 30 indígenas en el Cauca? Todo tiene una explicación y cada uno tiene una razón distinta”.

Los grandes hitos

Origen, seguimiento, verificación, empaquetamiento (presentación y forma de contar las cosas), publicación y el ‘coletazo’ son los seis grandes momentos que Santos Rubino y su equipo deben superar cada vez que se sientan a hacer la revista.

Grandes historias que han empezado por un periodista inquieto “que tira la pita de unas fuentes que tienen otras fuentes, que a su vez tienen otras fuentes que tienen la evidencia de un gran escándalo, proceso en el cual es crucial el tiempo. Los grandes escándalos necesitan tiempo y plata para investigarse”.

Ahí es cuando Santos Rubino pasa de la referencia al caso Watergate que le terminó costando el puesto al presidente estadounidense Richard Nixon (1974) por las denuncias de The Washington Post, al de las ‘chuzadas’, “que nació de unos detectives de tercer rango del DAS que fueron a Semana a denunciar el desfalco de un contrato de 80 millones de pesos de unas cafeteras y de cómo después de oírlos, más la información que teníamos de paramilitares que nos habían contado cómo estaba de corrompido el DAS, pudimos armas la historia que nos demoró ocho meses en los cuales pudimos tener de diez a doce fuentes directas que nos contaron que hicieron grabaciones ilegales y otro tanto que no fueron testigos presenciales de las escuchas ilegales pero que nos dieron un contexto”.

Pero ninguna de las fuentes les dio la cara y las dos o tres que se dejaron grabar no permitieron la utilización de su vez, así que los periodistas tuvieron que verificar cada uno de los datos, ‘descontaminar’ la información de verdades a medias, para poder hacer una denuncia clara y contundente, así algunos periodistas de otros medios los dejaran solos durante más de cinco meses y pensaran que se habían dejado meter los dedos en la boca o que se habían excedido en imaginación porque ‘a quién se le iba a ocurrir que el DAS chuzara a magistrados, defensores de derechos humanos y periodistas’.

Por destapar casos como este y a pesar de las precauciones en materia de seguridad, Semana ha recibido amenazas, seguimientos, interceptaciones telefónicas, irrupción en las casas de los periodistas y “más de 50 coronas”. Descontando la ‘vaciada’ que en televisión le pegó Álvaro Uribe Vélez a Alejandro Santos Rubino, cuando “entró en cólera profunda”, reprochándole que ‘Semana era irresponsable (en el caso de la Parapolítica), que no era posible que jugaran con la democracia diciendo que las instituciones estaban penetradas por la mafia’. El periodista no le respondió porque “no podía creer que el presidente estuviera tan fuera de sí y que en ese mesianismo en el que entró gran parte de los colombianos, Semana fuera una irresponsable”.

Otra revelación, relacionada con el caso de las ‘chuzadas’, ocurrió con la portada titulada: “La Corte asediada”. Ese día fue el único momento en el cual el dueño de Semana, Felipe López, “se asustó y subió a mi oficina” preocupado por el asedio de la Corte Suprema de Justicia por parte del DAS, que depende de la Presidencia de la República…

Alejandro Santos Rubino tuvo tiempo y disposición hasta para atender una pregunta de 15: ¿Cómo se explica que en la familia Santos haya personas tan brillantes como usted pero también haya Francisco Santos (ex vicepresidente de la República y director de noticias de RCN Radio, quien pensó que lo mejor era aplicar descargas de energía a los estudiantes que se oponen a la reforma a la Ley de Educación Superior)?

Y Santos Rubino responde: “¿Francisco qué? (Sonríe) Yo quiero mucho a Francisco porque es una de las personas más maravillosas y más humanas que yo conozco, y de una nobleza absolutamente increíble y de una honestidad y una ética a toda prueba, y eso me parece que es muy valioso… Ahora, ¿por qué dijo lo que dijo? Hay que preguntarle, porque quedé igual de sorprendido a usted, absolutamente aterrado con esas declaraciones”.

Esa es la forma de pensar de un periodista que tiene claro que así como Álvaro Uribe es “una persona de derecha… bien a la derecha”, Semana es una revista de concepción liberal que está a favor de la restitución de tierras y de las víctimas, del aborto en los casos contemplados por la Corte, de las uniones entre parejas del mismo sexo y de la despenalización de la droga.

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