Su director, Alejandro Santos Rubino, comparte los fundamentos y pormenores de la
principal revista que se edita en Colombia, así como su mirada al papel que
cumple el periodismo, tanto en los aciertos como en las ‘metidas de pata’.
Alejandro Santos
Rubino es un periodista ‘cachaco’ sin pelos en la cabeza y sin pelos en la
lengua. Como director de la revista Semana
ha tenido la oportunidad de destapar escándalos como el ‘Proceso 8.000’, la
‘Parapolítica’, las ‘chuzadas’ del DAS, ‘Tolemaida Resort’, los paramilitares
que siguieron delinquiendo desde la cárcel de Itagüí o el fiscal general que
casi se cae porque tenía de asesor a un brujo, fue descalificado públicamente
por el entonces presidente Álvaro Uribe y, como si lo anterior no fuera
suficiente, es quien pone la cara ante todos los líos y enemigos que se ganan
por las publicaciones, renglón en el que ya suma 25 demandas y no recuerda
cuántas tutelas.
Está al frente de
la que es considerada la mejor revista de América Latina -según The Economist y The Washington Post-, es un convencido de los frutos del periodismo
investigativo, le sobra olfato para acertar con las portadas y está buscando
dos nuevos periodistas que le ayuden a olfatear cualquier exceso, irregularidad
o acto de corrupción que pase en el Gobierno de su tío, Juan Manuel Santos
Calderón, “con el apetito perverso y periodístico de que entre más grande sea
el acto de corrupción y más alto llegue, mejor para nosotros… Hasta ahora no
hemos encontrado nada y está siendo muy difícil por la coyuntura del cambio de
gobierno empezar a buscar casos de corrupción, pero llegarán… estamos en
Colombia”.
Santos Rubino
estuvo de paso en Bucaramanga el pasado 17 de noviembre de 2011, invitado por Gas
Natural Fenosa Colombia, y durante 89 minutos compartió con colegas de
Santander, Boyacá y Bogotá -incluido este periodista- la experiencia asumir
tamaña responsabilidad como lo es someterse al escrutinio de sus lectores por apenas
los 10.900 pesos que cuesta cada ejemplar.
Su radiografía del
país y del oficio de ser periodista en la ‘convulsionada democracia colombiana’
la comienza con una autocrítica: la ‘luna de miel’ que durante el primer año de
gobierno tuvo Semana con Álvaro Uribe
Vélez. “Yo me escribí un artículo en portada que se tituló ‘El año en que
volvió la esperanza’. Un artículo de una lagartería espantosa y todo el mundo
me llamaba a ver si estaba buscando una embajada, pero parte de un momento en
que Uribe encarnaba liderazgo, franqueza, conocimiento del Estado, verraquera
-todo lo anterior cierto- y estábamos obnubilados por el presidente, lo que
pasa es que a Semana le duró un año,
al país le duró siete”.
En su perspectiva,
las tres grandes luchas que ha tenido que dar la prensa en los últimos 30 años
empiezan por la recuperación ética, que no es más que la forma en que los
medios de comunicación “han cerrado filas para defender a la sociedad de los
violentos y como la prensa ha sido la punta de lanza de los colombianos por
defender la institucionalidad, los valores democráticos y la ética pública’.
Tarea en la que fue
pionero don Guillermo Cano Isaza, quien desenmascaró al congresista, narcotraficante
y asesino Pablo Emilio Escobar Gaviria, quien de revancha lo mandó a asesinar
el 17 de diciembre de 1986 frente a las instalaciones del diario en la Avenida
68 con calle 23 de Bogotá. “Aunque hoy en día suene insólito, muchos tildaron a
Guillermo Cano como un fundamentalista moral, que no era capaz de reconocer
empresarios generosos, algo exóticos y que tenían derecho a la movilidad
social. Guillermo Cano encarnó él personalmente y con su vida lo que ha sido la
lucha de la prensa en los últimos tiempos”, reflexiona.
Magnicidio al que
se sumaron los crímenes de decenas de reporteros que se atrevieron a defender
los valores democráticos contra el ‘Cartel de Medellín’, el ‘Cartel de Cali’
con el ‘Proceso 8.000’ durante la Administración del liberal Ernesto Samper
Pizano, el surgimiento de los grupos paramilitares, el asedio de la guerrilla,
la crisis de la justicia y la decisión inquebrantable de instituciones como la
Corte Suprema de Justicia.
Causa a la que suma
una lucha moral relacionada con las víctimas, “en una cultura casi de la muerte
donde se revaloran la vida y la dignidad humana”. Campo en el que la prensa ha
cumplido el papel de sensibilizar a la sociedad en cuanto a lo que pierde con
el conflicto armado interno.
Santos Rubino,
quien no cree en la objetividad pero sí en la honestidad y en la transparencia,
dice que hay que entender el periodismo dentro de un contexto histórico donde
la violencia tiene a miles de personas
en estado de vulnerabilidad e indefensión, “y donde la dinámica propia de los
medios y de la condición humana en general tiende a exaltar al victimario, al
poderoso y a dejar de lado al débil, al desterrado, al pobre”.
“No basta con que
uno informe de manera veraz y rigurosa. Esa responsabilidad y ese
profesionalismo periodísticos no son suficientes para que una sociedad sea
capaz de superar la violencia. Es fundamental que los medios elaboren el
contexto y las respectivas explicaciones para descubrir cuáles son las lógicas
del poder detrás de todos los procesos de victimización, que logren mostrarles
a las sociedades que la violencia no es un paisaje o un fenómeno natural, sino
que tiene una explicación y que, por ejemplo, la barbarie de los paramilitares
no es producto de unos desequilibrados mentales sino de un contexto político,
de unas dinámicas económicas y sociales y de una lucha por el poder”,
manifiesta.
Análisis con el que
Santos Rubino pone a pensar aun más cuando dice que el desafío que se viene en
materia de justicia, verdad y reparación, pasa por conocer qué pasó y si
alguien puede contárselo al país son los periodistas.
La tercera lucha
que destaca es en el terreno político con una prensa como contrapoder frente a
los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como frente al poder de las
potencias extranjeras, de las organizaciones no gubernamentales y, por
supuesto, de los grupos económicos y sus excesos. “Esa naturaleza crítica no
puede provenir solamente de la opinión, sino de la investigación. Por un lado
debemos tener periodistas que ‘tiren línea’, y estén criticando, sino también
un brazo fiscalizador de investigación que destape todas las irregularidades y
desbordamientos que cometen muchas personas en los callejos oscuros de este
país”.
El éxito de Semana
A la hora de hablar
del éxito de Semana, Alejandro Santos
asegura que está soportado en la defensa de la independencia en un mundo
capitalista donde el pez grande se sigue comiendo al chico y en el que los
medios de comunicación no están exentos de convertirse en su manjar con
fenómenos como la concentración de capitales.
“Por fortuna en Semana no tenemos esa relación con el
Estado (vía licitaciones de canales de televisión o emisoras de radio), muy a
nuestro pesar, ni tampoco tenemos intereses económicos distintos y en eso somos
totalmente independientes”, advierte.
Otro factor es el
espíritu crítico del poder en general, “que nos permite ser el contradictor
natural de los gobiernos de turno, más allá de los vaivenes y de las ‘lunas de
miel’ como la que tuvimos con Álvaro Uribe durante el primer año para después
volvernos el más acérrimo crítico de la primera reelección, ni hablar de la
segunda, y de todos los excesos de corrupción que se cometieron en ese intento
de perpetuación en el poder del gobierno anterior”.
Sin dejar por fuera
la capacidad de fiscalización que tiene Semana
y cómo el periodismo de investigación se vuelve esencial en el carácter del
periodismo que la revista pretende tener. “Valoramos profundamente el
periodismo de investigación y eso cuesta plata. Desafortunadamente muchos
medios no tienen dinero o no están dispuestos a invertir para escarbar qué hay
detrás de los conciliábulos y de ciertos intereses. Hacer periodismo de
investigación, como decía Daniel Samper, es como perforar en busca de petróleo,
entonces muchas veces no se encuentra el pozo o éste es pequeño”.
Ingrediente de
costos al que se agregan los riesgos que deben asumir los periodistas y el
propio medio de comunicación, las demandas a las que están expuestos y las
enemistades que se granjean. “Ser periodista independiente, ser un medio
crítico y hacer periodismo de investigación no es nada fácil, pero gran parte
del prestigio que tiene Semana ha
sido gracias a eso”.
Excelencia que sólo
es posible, según Santos Rubino, si se tiene un norte de “lo que uno es como
medio de comunicación y como periodista. ¿Yo qué defiendo? ¿Yo en qué creo? Y
no es ‘yo el dueño’ o ‘yo el director’, sino es el equipo. ¿Por qué estamos en
esta sala de redacción tratando de informar, más allá de las diferencias
ideológicas y de las subjetividades de cada uno? ¿Cuál es nuestro papel en una
sociedad como la colombiana con tantos contrastes, tan apasionante y tan
trágica?”.
Alejandro Santos
tiene claro que los periodistas no pueden reaccionar automáticamente frente a
lo que está pasando para informar de una manera taxativa, lo cual en su
concepto está mandado a recoger cuando hay redes sociales como Internet y
Twitter que informan instantáneamente. Y vuelve y se pregunta: “¿Qué papel
juego como periodista en la realidad que estoy viviendo?
Su lectura pasa por
el tema del talento, que es saber escoger a la mejor gente. “No hay unos
mejores que otros; sino que hay que saber quién es bueno para qué. El arte de
los editores es saber detectar ese talento y potenciar esas habilidades de cada
uno”. Así como Semana tiene un Rodrigo
Pardo que no se va levantar nunca una ‘chiva’ pero que sí tiene una gran capacidad
de entender el país y el mundo, hay otros periodistas que como sabuesos están
escarbando, buscando fuentes y ganándose su confianza para poder destapar un
escándalo.
Le da también
importancia a la honestidad intelectual de los periodistas y a la coherencia de
que el medio debe ser como una casa de cristal para poder exigir transparencia
pero dando ejemplo.
Menciona igualmente
el trabajo en equipo y afirma que “uno de los grandes secretos del éxito de Semana es que nadie se las sabe todas y
que nuestra estructura es muy horizontal”. En Semana, a diferencia de las oficinas de abogados donde a un
estudiante las secretarias lo llaman doctor, no hay doctores.
“Tenemos debates
muy de fondo, a veces acalorados porque hay temas muy sensibles, pero lo más
interesante es abrir la discusión porque todo el mundo tiene una opinión”, para
decir, por ejemplo, que la portada no la decide caprichosamente el director
sino que en ese proceso intervienen los editores, los reporteros, los
diseñadores y hasta las secretarias.
Semana también lucha contra un
potente adversario: el espacio, ya que las páginas que tienen para escribir son
menos que lo que tiene un periódico como El
Tiempo los días martes, que circula casi raquítico. Y para ello debe tener
capacidad de reinventarse ante el desafío de las nuevas tecnologías, de llegar
de una manera que cautive a la gente. “Pensar diferente, como decía Steve Jobs,
es muy difícil, y se los digo yo que dirijo una revista que tiene que anticipar
los temas de la siguiente semana. La escogencia de los temas se vuelve crucial.
El arte más importante para una revista como Semana es qué no entra, porque hay cien temas y caben apenas diez.
¿Es más importante que Colombia clasifique al mundial de fútbol o una masacre
de 30 indígenas en el Cauca? Todo tiene una explicación y cada uno tiene una
razón distinta”.
Los grandes hitos
Origen,
seguimiento, verificación, empaquetamiento (presentación y forma de contar las
cosas), publicación y el ‘coletazo’ son los seis grandes momentos que Santos
Rubino y su equipo deben superar cada vez que se sientan a hacer la revista.
Grandes historias
que han empezado por un periodista inquieto “que tira la pita de unas fuentes
que tienen otras fuentes, que a su vez tienen otras fuentes que tienen la
evidencia de un gran escándalo, proceso en el cual es crucial el tiempo. Los
grandes escándalos necesitan tiempo y plata para investigarse”.
Ahí es cuando
Santos Rubino pasa de la referencia al caso Watergate que le terminó costando
el puesto al presidente estadounidense Richard Nixon (1974) por las denuncias
de The Washington Post, al de las
‘chuzadas’, “que nació de unos detectives de tercer rango del DAS que fueron a Semana a denunciar el desfalco de un
contrato de 80 millones de pesos de unas cafeteras y de cómo después de oírlos,
más la información que teníamos de paramilitares que nos habían contado cómo
estaba de corrompido el DAS, pudimos armas la historia que nos demoró ocho
meses en los cuales pudimos tener de diez a doce fuentes directas que nos
contaron que hicieron grabaciones ilegales y otro tanto que no fueron testigos
presenciales de las escuchas ilegales pero que nos dieron un contexto”.
Pero ninguna de las
fuentes les dio la cara y las dos o tres que se dejaron grabar no permitieron
la utilización de su vez, así que los periodistas tuvieron que verificar cada
uno de los datos, ‘descontaminar’ la información de verdades a medias, para
poder hacer una denuncia clara y contundente, así algunos periodistas de otros
medios los dejaran solos durante más de cinco meses y pensaran que se habían
dejado meter los dedos en la boca o que se habían excedido en imaginación
porque ‘a quién se le iba a ocurrir que el DAS chuzara a magistrados,
defensores de derechos humanos y periodistas’.
Por destapar casos
como este y a pesar de las precauciones en materia de seguridad, Semana ha recibido amenazas,
seguimientos, interceptaciones telefónicas, irrupción en las casas de los
periodistas y “más de 50 coronas”. Descontando la ‘vaciada’ que en televisión
le pegó Álvaro Uribe Vélez a Alejandro Santos Rubino, cuando “entró en cólera
profunda”, reprochándole que ‘Semana
era irresponsable (en el caso de la Parapolítica), que no era posible que
jugaran con la democracia diciendo que las instituciones estaban penetradas por
la mafia’. El periodista no le respondió porque “no podía creer que el
presidente estuviera tan fuera de sí y que en ese mesianismo en el que entró
gran parte de los colombianos, Semana
fuera una irresponsable”.
Otra revelación,
relacionada con el caso de las ‘chuzadas’, ocurrió con la portada titulada: “La
Corte asediada”. Ese día fue el único momento en el cual el dueño de Semana, Felipe López, “se asustó y subió
a mi oficina” preocupado por el asedio de la Corte Suprema de Justicia por
parte del DAS, que depende de la Presidencia de la República…
Alejandro Santos
Rubino tuvo tiempo y disposición hasta para atender una pregunta de 15:
¿Cómo se explica que en la familia Santos haya personas tan brillantes como
usted pero también haya Francisco Santos (ex vicepresidente de la República y
director de noticias de RCN Radio, quien pensó que lo mejor era aplicar
descargas de energía a los estudiantes que se oponen a la reforma a la Ley de
Educación Superior)?
Y Santos Rubino
responde: “¿Francisco qué? (Sonríe) Yo quiero mucho a Francisco porque es una
de las personas más maravillosas y más humanas que yo conozco, y de una nobleza
absolutamente increíble y de una honestidad y una ética a toda prueba, y eso me
parece que es muy valioso… Ahora, ¿por qué dijo lo que dijo? Hay que
preguntarle, porque quedé igual de sorprendido a usted, absolutamente aterrado
con esas declaraciones”.
Esa es la forma de
pensar de un periodista que tiene claro que así como Álvaro Uribe es “una
persona de derecha… bien a la derecha”, Semana
es una revista de concepción liberal que está a favor de la restitución de
tierras y de las víctimas, del aborto en los casos contemplados por la Corte,
de las uniones entre parejas del mismo sexo y de la despenalización de la
droga.
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