A 27 años de la
toma y retoma del Palacio de Justicia, habla la periodista bumanguesa Ana María
Hanssen, coautora del libro ‘Holocausto en el silencio’, un trabajo de seis
años de investigación que adelantó con su colega Adriana Echeverry.
El 6 y 7 de
noviembre de 1985 el movimiento guerrillero M-19 se tomó a sangre y fuego el
Palacio de Justicia de Bogotá (costado norte de la Plaza de Bolívar). Luego
vino la retoma por parte de las Fuerzas Militares. El saldo: más de cien
personas muertas, incluidos el presidente de la Corte Suprema de Justicia, y
once desaparecidos, entre ellos una subversiva.
“Mucho se ha
dicho sobre los hechos, pero pocos han cuestionado lo que pasó después”, dice Ana
María Hanssen, consciente de que con su libro “Holocausto en el silencio”
(Planeta-Semana), reabrió las puertas para que los colombianos sigan teniendo
presente este trágico capítulo de la historia nacional, por lo menos hasta que
se esclarezca lo acontecido y todos los responsables.
¿Lo que ha sucedido desde la publicación del libro
en 2005 hasta la fecha da para una reedición?
Yo sí creo que
daría para una nueva edición; el tema sería si están interesados más allá de
nosotros los periodistas en la parte editorial.
Cuando lo publicamos en noviembre de 2005, que era el aniversario número
veinte, en ese momento ya estaban pasando muchas cosas porque es una noticia
que no termina y que no va a terminar hasta que se sepa la verdad,
específicamente en el caso de los desaparecidos. Han pasado muchas cosas que
tienen que ver con ese caso, con el juicio al coronel (Luis Alfonso) Plazas
Vega (condenado a 30 años de prisión el delito de desaparición forzada
agravada), los testimonios que dio el coronel (Edilberto) Sánchez Rubiano,
miles de pruebas que han aparecido, la apertura del caso por parte de Ángela
María Buitrago… Habría que hacer parte dos porque no esto no parará hasta que
haya respuestas definitivas para los casos que están abiertos o que no se
abrieron nunca desde ese momento.
Al final de su libro se dice que están los hechos y
las denuncias, pero es como si nada pasara: unos porque no quieren investigar y
otros porque saben y no les interesa hablar.
Es un tema muy
sensible. En mi opinión, es como el paradigma de violencia en Colombia lo que
pasó en el Palacio de Justicia, porque reunía todos los elementos que hay en la
violencia hasta hoy en día: primero, la guerrilla que todavía existe; todo el
tema del narcotráfico que aunque ya no está en la misma estructura del ‘Cartel
de Medellín’ o la guerra de carteles, sigue vivo; el tema de la guerra no
declarada contra la Justicia, porque en este país la Justicia está atada de
pies y manos ya sea porque otros agentes no la dejan funcionar o porque el
mismo aparato judicial no cuenta con la gente que puede practicar lo que sería
justicia.
Este es un tema que
a mucha gente no le conviene que se resuelva porque quedan mal parados muchos
personajes que están vigentes en la vida política y mucha gente que ha tenido
protagonismo y que los colombianos no saben cuál fue su papel claramente en
este episodio. Por ejemplo nos pasó con Antonio Navarro Wolff, que la primera
vez que fuimos a entrevistarlo cuando era congresista, no quiso hablar.
Llegamos a su despacho y le planteamos que queríamos oír su versión, porque si
bien él no estuvo en el Palacio sí era uno de los personajes principales del
M-19 en su momento, y él simplemente agachó la cabeza, no nos miró a los ojos,
se levantó, nos abrió la puerta y nos dijo: ‘Se pueden ir por acá’. En esos
días había habido un debate en el Congreso de la República y me acuerdo que
(Carlos) Moreno de Caro les había dicho a Navarro Wolff y a otros exmiembros
del M-19 que ellos no tenían las agallas para hablar del Palacio de Justicia
porque también tenían manchadas las manos de sangre, entonces en un pequeño
acto de osadía estudiantil yo le dije a Antonio Navarro: ‘Usted nos está
echando porque le da miedo y como dijo Moreno de Caro, usted ‘tiene las manos
manchadas de sangre’. De todas maneras no sacó de taquito pero como a la semana
recibí una llamada de la secretaria del despacho de Navarro Wolff para decirnos
que ahora sí nos quería recibir. Yo le respondí que ya no nos interesaba hablar
con él. En principio la página de Navarro Wolff iba en blanco, porque eso
también dice mucho, pero finalmente cuando salió el libro él ya se interesó en
dar su parte y cuando se editó la segunda vez apareció el testimonio de él.
Aunque lo que dice es por los lados, lo mismo que Horacio Serpa Uribe, que fue
miembro de la Comisión de Acusaciones y él nunca nos dio respuestas concretas a
las preguntas que le hicimos. Serpa Uribe es ‘muy político’ y siempre se fue
por los lados. Para mí es un enigma por qué veintisiete años después no dicen
qué fue lo que pasó.
Un país tiene
que saber lo que pasó para poder seguir adelante, ¿porque si no entonces vamos
a durar cincuenta años averiguando esto? ¿O ni siquiera porque se va a perder
el interés y no habrá periodistas que se interesen? ¿O que nos acostumbremos al
aniversario cada 6 y 7 de noviembre y punto?
¿Será que ‘perro viejo late echado’?
Sí, en el caso
de Serpa Uribe podría pensar para qué se compromete a estas alturas y también
para qué empieza a hablar de algo que puede perjudicarlo en sus intereses
actuales, porque él es una persona que sigue vigente en la vida política del
país y seguramente cualquier cosa que diga es ‘alborotar el avispero’.
En el lanzamiento del nuevo partido uribista en el
club El Nogal de Bogotá, en julio pasado, el exministro Fernando Londoño Hoyos
dijo que él sabe con precisión dónde está el cadáver de Cristina Guarín -una
de las desaparecidas del Palacio- y que la Justicia no ha querido hacer nada al
respecto ¿Eso a qué puede llevar a pensar?
Por mucho tiempo
el proceso estuvo quieto, pero los familiares de los desaparecidos pusieron
todos los recursos posibles, hasta con la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos para que se ordenaran excavaciones y que se fuera a revisar en el
Cantón Norte, y obviamente eso lo impidió el aparato militar. Después de que se
reabrió el caso de los desaparecidos con la fiscal Ángela María Buitrago, ese
fue el foco. Entonces que no se hayan interesado, no es verdad. Pero decir eso
en un acto como el de El Nogal tiene una responsabilidad inmensa y después no
decir nada más. Cuando ese anuncio de Londoño se produjo, salió un comunicado
de los familiares de los desaparecidos, en especial de René Guarín -hermano de
Cristina-, exigiéndole al exministro que por favor dijera dónde está, porque ha
sido un juego de ‘él sabe’, pero ninguno dice más nada.
A estas alturas
lo que les interesa a los familiares de los desaparecidos es que ahí están los
huesos de su hermana o de su hijo. Han perdido tanto la fuerza en esa lucha,
que a ellos ya ni siquiera les interesa si X o Y va a la cárcel, sino
simplemente tener la paz de decir: ahí está… es más un acto de humanidad.
¿A quién creerle: a dos reporteras jóvenes como
usted y su amiga Adriana Echeverry, o a dos avezados periodistas como Plinio
Apuleyo Mendoza y Francisco Santos, que dicen lo contrario?
¿Pero a quién le
preguntamos a quién creerle? Eso sí, como nosotras dos dijimos desde el
comienzo: el tema nos llamó la atención y lo investigamos sin ningún interés,
siendo dos estudiantes de la Universidad Javeriana sin ningún contacto en
ningún lado, simplemente porque nos interesó ese hecho. Lo hicimos tomando un
poco de distancia pero al tiempo queriendo saber qué pasó, sin que mediara ningún
interés de ningún tipo. Ahí entendimos que en este país las instituciones y
sobre todo las Fuerzas Armadas tienen como un halo casi sagrado, que no se
puede decir nada malo de ellos porque en ese momento e incluso ahora, los
militares son considerados como unos héroes y unos dioses. Nadie desconoce lo
que hacen los soldados, pero más que ello de lo que estamos hablando es de una
institución que en su momento se gobernaba sin ningún ‘tatequieto’ por nadie.
También es hora de que el país se de cuenta de cuánto poder han tenido las
Fuerzas Militares y mucho más que en otros países donde hubo dictaduras, que no
estoy diciendo que es mejor eso, pero era abiertamente que allí mandaban los
militares. Colombia es un país muy particular porque nunca tuvo una dictadura
per sé como la que tuvieron los países del Cono Sur, pero aquí también
gobernaban los militares.
¿Para qué revolcar el pasado en un país que se ufana
de ser el ‘más feliz del mundo’?
Porque uno no
puede construir un país viable si no reconoce lo que sucedió; es como el que se
confiesa y luego sale y sigue haciendo lo mismo. No querer ver una parte de la
historia nos impedirá construir el país que muchos queremos y en el que exista
alguna posibilidad de lo que se llama paz, que es algo súper complejo, pero que
haya un compromiso de la gente de que lo que suceda hoy no se dejen pasar
veinte años para resolverse.
Lo del Palacio
de Justicia sucedió en 1985 y todo lo que ha venido aconteciendo desde entonces
ha sido igual. Yo estoy segura que dentro de veinte años vamos a seguir
hablando de las masacres, de los ‘falsos positivos’ -ejecuciones
extrajudiciales-, de los paramilitares y de Álvaro Uribe Vélez, porque no
existe el compromiso de establecer la verdad. Así que el para qué, es para
poder construir un país digno y decente.
Hay un punto en el que ustedes coinciden con el
exfiscal Alfonso Gómez Méndez y es por qué se retiró la seguridad que había en
el Palacio de Justicia y quién tomó esa decisión horas previas a la toma y a
sabiendas de las amenazas que había contra la Corte Suprema que en ese momento
estaba estudiando la extradición de colombianos a Estados Unidos. ¿Este es un
factor clave para algún día entender lo que pasó en la toma y retoma del
Palacio?
Sí. Ese es uno
de los puntos sobre el cual hay muchas versiones, pero muchos de los
testimonios coinciden en que particularmente ese día se quitó la vigilancia y
uno puede atar cabos. Se sabe que sucedió y hay muchas cosas que nos hicieron
pensar que era sospechoso porque el director de la Policía, que era el general
Víctor Delgado Mallarino, nos contó que el mismo magistrado Alfonso Reyes
Echandía (por entonces presidente de la Corte Suprema) había pedido que se
quitara la vigilancia porque ellos se sentían asediados, y que él mismo en una
reunión había dicho que por favor retiraran la vigilancia del Palacio. Pero
resulta que eso no es verdad porque en esa fecha precisamente Reyes Echandía
estaba aquí en Bucaramanga y él no había podido estar en esa reunión en la que
dijeron que estaba. El hijo de Reyes Echandía -Yesid Reyes- nos contó que
después de muerto el papá le habían achacado un montón de cosas, pero existen testimonios
y pruebas de que él jamás dijo eso. Además los magistrados no iban a dejar el
Palacio sin seguridad, sabiendo que no son solamente ellos sino toda la gente
que trabaja allí. Era como siempre queriendo echarles la culpa a quienes ya no
pueden decir nada. Ese es un facto clave porque indica mucho de lo que se sabía
en ese momento.
¿Sin los desaparecidos a esta historia ya le habrían
echado tierra definitivamente para que jamás se sepa qué fue lo que pasó?
Eso es lo que lo
mantiene vigente, porque la toma y retoma del Palacio de Justicia queda
registrada como un hecho terrible de la historia, pero si no existieran esas
personas pues ya cada quien enterró a sus muertos, indultaron e hicieron la
payasada del momento, pero ese tema sigue vigente porque no tiene ninguna
respuesta y los familiares de los desaparecidos han sido suficientemente
persistentes y valientes para seguir preguntando qué pasó y qué pasó y qué
pasó, porque como siempre les han querido decir que no pasó nada. Pero ellos
tienen las pruebas, el caso se reabrió, y para ellos el juicio contra el
coronel Plazas Vega es un pequeño triunfo porque alguien ya está acusado de la
suerte de estas personas. Ahora este es el corazón de la historia y es por eso
que se sigue hablando del tema.
En la página 248 ustedes afirman que: “Este
infructuoso encuentro (del magistrado Manuel E. Daza y otros cuatro magistrados
con el entonces Presidente de Colombia) resume sin duda alguna la actitud de un
gobierno que no existió a la hora de tomar las decisiones que le correspondían
y plantea de manera vehemente la responsabilidad por omisión del presidente
(Belisario) Betancur, quien reconoce hoy, a pesar de contradecir su alocución
televisada el día de los hechos, que fue un simple espectador durante la retoma
del Palacio”.
El mismo
Betancur reconoció que fue un simple espectador, ¿y cuando uno es el presidente
y es un simple espectador, no está actuando por omisión? Yo creo que sí, ante
esos hechos. Y obviamente porque obtuvimos los testimonios de quienes estaban
en el Consejo de Ministros -del entonces ministro de Justicia, Enrique Parejo
por ejemplo-, de las actas de lo que se habló allí, del general Delgado
Mallarino que estaba a cargo de muchas decisiones de la retoma y que se le
informaban al presidente Betancur después. También consta en las grabaciones de
los militares, que ellos tomaban las decisiones y si acaso después le decían al
presidente, es que entró un tanque o pasó tal cosa, pero ellos estaban a cargo
de la operación. En el Consejo de Ministros muchos dijeron que el presidente se
vio con las manos atadas. No sabemos qué hay debajo de todo eso, no sabemos qué
estaba pasando más allá, pero Belisario Betancur no tuvo autoridad para decir
paren esto o hagan esto.
¿Pero si eso sucedió como ustedes aseveran, cómo se
explica que Belisario Betancur siga gozando de reconocimiento para un grueso
del país, lo inviten a conferencias y pocos le reprochen su conducta?
No sé. Para mí
ese es un enigma. Mucha gente que lo conoce dice que él fue víctima de todo
eso, y no sabemos qué estaba sucediendo realmente en su cabeza y en su corazón,
así como con las relaciones que él tenía con los paramilitares, pero a estas
alturas de la vida Betancur tiene que salir a contar la verdad. Mucha gente
todavía lo venera o le tiene un respeto porque es expresidente y le perdonaron
que él fue víctima de un golpe de Estado por el tiempo que duró la retoma, como
dice el exministro Parejo.
¿Habrá que esperar a leer el libro que Betancur
prometió para cuando muera?
Sí, y si es que
lo escribe porque esa fue una respuesta como tan… Es que eso de que nadie me
puede venir a preguntar ni a decir nada… Para mí fue una respuesta tan cobarde
de una persona que estuvo al frente del país en ese momento. Fue una gran decepción y no porque fuera una
admiradora de él, pero sí porque uno piensa que alguien que estuvo en ese
puesto de Presidente de la República, que por lo menos hubiera tenido la
dignidad de acercarse a la gente y decir lo que pasó. A estas alturas no creo
que lo vayan a meter a la cárcel. El único que mencionó algo alguna vez fue el
juez español Baltasar Garzón que iba a llamar a Betancur a rendir cuentas, pero
no pasó nada.
Hay quienes afirman que la condena contra el coronel
Plazas Vega es un asomo de justicia, pero otros en cambio manifiestan que es
una gran injusticia. ¿Usted qué piensa?
Es un asomo de
justicia. Como siempre con todos los hechos no hay una sola versión, pero
Plazas Vega él solo no era el aparato militar. Desde ese punto puede ser que es
una injusticia que sea el único que haya sido llamado a juicio y que esté
pagando lo que sea, porque ya otros se murieron y a otros ni los llamaron.
Plazas Vega no es responsable por todo el aparato militar de un país en su momento, pero él si
fue una figura muy importante durante la retoma y que hay muchos testimonios y
pruebas que demuestran el papel que tuvo en ese momento. Plazas Vega era
responsable que salieran las personas y rescatarlas, y él siempre ha dicho que
rescató no sé cuántas personas, pero dentro de ellas hay once que no aparecen,
entonces quién responde por esas personas. Hay un testimonio de un militar que
tuvo que irse del país y él habla que recibió órdenes de Plazas Vega, entonces
hay una conspiración de alguien que se pensaba era un súper militar en su
momento o… Cada quien podrá pensar lo que quiera, pero en mi opinión es un asomo
de justicia que llamen a rendir cuentas a alguien que estaba a cargo de las
personas que hoy no sabemos dónde están.
El general Delgado Mallarino también prometió
escribir un libro con su versión de los hechos.
Creo que fue una
simple promesa por salir del paso. Él tenía también muchas incongruencias en lo
que nos dijo y en mi opinión también a él se le salió de las manos el operativo
de rescate. Él era el mejor amigo del magistrado Reyes Echandía y como nos dijo
su hijo Yesid, no salvó a su amigo. Está muy claro que en el cuarto piso que
era donde estaba la mayoría de magistrados estaban también guerrilleros, hay
una llamada de una emisora al comandante Luis Otero en la que dice que: ‘Aquí
no les estamos haciendo nada a ellos, pero si viene el Ejército nos morimos
todos’. Según la versión de Delgado Mallarino es que los guerrilleros habían
empezado a disparar en contra de la Policía y Ejército y ahí murieron los
magistrados del cuarto piso, pero en la autopsia de muchos de ellos las balas
que había eran de la Fuerza Pública. Entonces esa teoría es cuestionable
también.
La autora
Ana María
Hanssen (Bucaramanga, 1977), coautora del libro ‘Holocausto en el silencio’, recuerda cuando de
niña vio las imágenes de la toma y retoma del Palacio, que poco después le
dieron consciencia de vivir en un país en guerra. Bachiller del colegio Cantillana y comunicadora de
la Javeriana, deplora y siente tristeza por el desinterés que muchos jóvenes
colombianos -incluidos universitarios- tienen por los cruentos hechos de
noviembre de 1985. Hoy vive en Miami (Estados Unidos), casada con un publicista
argentino, y escribe para la revista Poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario