miércoles, 12 de diciembre de 2012

Palacio de Justicia, la pesadilla no ha terminado


A 27 años de la toma y retoma del Palacio de Justicia, habla la periodista bumanguesa Ana María Hanssen, coautora del libro ‘Holocausto en el silencio’, un trabajo de seis años de investigación que adelantó con su colega Adriana Echeverry.

 
El 6 y 7 de noviembre de 1985 el movimiento guerrillero M-19 se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia de Bogotá (costado norte de la Plaza de Bolívar). Luego vino la retoma por parte de las Fuerzas Militares. El saldo: más de cien personas muertas, incluidos el presidente de la Corte Suprema de Justicia, y once desaparecidos, entre ellos una subversiva.

“Mucho se ha dicho sobre los hechos, pero pocos han cuestionado lo que pasó después”, dice Ana María Hanssen, consciente de que con su libro “Holocausto en el silencio” (Planeta-Semana), reabrió las puertas para que los colombianos sigan teniendo presente este trágico capítulo de la historia nacional, por lo menos hasta que se esclarezca lo acontecido y todos los responsables.


¿Lo que ha sucedido desde la publicación del libro en 2005 hasta la fecha da para una reedición?

Yo sí creo que daría para una nueva edición; el tema sería si están interesados más allá de nosotros los periodistas en la parte editorial.  Cuando lo publicamos en noviembre de 2005, que era el aniversario número veinte, en ese momento ya estaban pasando muchas cosas porque es una noticia que no termina y que no va a terminar hasta que se sepa la verdad, específicamente en el caso de los desaparecidos. Han pasado muchas cosas que tienen que ver con ese caso, con el juicio al coronel (Luis Alfonso) Plazas Vega (condenado a 30 años de prisión el delito de desaparición forzada agravada), los testimonios que dio el coronel (Edilberto) Sánchez Rubiano, miles de pruebas que han aparecido, la apertura del caso por parte de Ángela María Buitrago… Habría que hacer parte dos porque no esto no parará hasta que haya respuestas definitivas para los casos que están abiertos o que no se abrieron nunca desde ese momento.


Al final de su libro se dice que están los hechos y las denuncias, pero es como si nada pasara: unos porque no quieren investigar y otros porque saben y no les interesa hablar.

Es un tema muy sensible. En mi opinión, es como el paradigma de violencia en Colombia lo que pasó en el Palacio de Justicia, porque reunía todos los elementos que hay en la violencia hasta hoy en día: primero, la guerrilla que todavía existe; todo el tema del narcotráfico que aunque ya no está en la misma estructura del ‘Cartel de Medellín’ o la guerra de carteles, sigue vivo; el tema de la guerra no declarada contra la Justicia, porque en este país la Justicia está atada de pies y manos ya sea porque otros agentes no la dejan funcionar o porque el mismo aparato judicial no cuenta con la gente que puede practicar lo que sería justicia.

Este es un tema que a mucha gente no le conviene que se resuelva porque quedan mal parados muchos personajes que están vigentes en la vida política y mucha gente que ha tenido protagonismo y que los colombianos no saben cuál fue su papel claramente en este episodio. Por ejemplo nos pasó con Antonio Navarro Wolff, que la primera vez que fuimos a entrevistarlo cuando era congresista, no quiso hablar. Llegamos a su despacho y le planteamos que queríamos oír su versión, porque si bien él no estuvo en el Palacio sí era uno de los personajes principales del M-19 en su momento, y él simplemente agachó la cabeza, no nos miró a los ojos, se levantó, nos abrió la puerta y nos dijo: ‘Se pueden ir por acá’. En esos días había habido un debate en el Congreso de la República y me acuerdo que (Carlos) Moreno de Caro les había dicho a Navarro Wolff y a otros exmiembros del M-19 que ellos no tenían las agallas para hablar del Palacio de Justicia porque también tenían manchadas las manos de sangre, entonces en un pequeño acto de osadía estudiantil yo le dije a Antonio Navarro: ‘Usted nos está echando porque le da miedo y como dijo Moreno de Caro, usted ‘tiene las manos manchadas de sangre’. De todas maneras no sacó de taquito pero como a la semana recibí una llamada de la secretaria del despacho de Navarro Wolff para decirnos que ahora sí nos quería recibir. Yo le respondí que ya no nos interesaba hablar con él. En principio la página de Navarro Wolff iba en blanco, porque eso también dice mucho, pero finalmente cuando salió el libro él ya se interesó en dar su parte y cuando se editó la segunda vez apareció el testimonio de él. Aunque lo que dice es por los lados, lo mismo que Horacio Serpa Uribe, que fue miembro de la Comisión de Acusaciones y él nunca nos dio respuestas concretas a las preguntas que le hicimos. Serpa Uribe es ‘muy político’ y siempre se fue por los lados. Para mí es un enigma por qué veintisiete años después no dicen qué fue lo que pasó.

Un país tiene que saber lo que pasó para poder seguir adelante, ¿porque si no entonces vamos a durar cincuenta años averiguando esto? ¿O ni siquiera porque se va a perder el interés y no habrá periodistas que se interesen? ¿O que nos acostumbremos al aniversario cada 6 y 7 de noviembre y punto? 


¿Será que ‘perro viejo late echado’?

Sí, en el caso de Serpa Uribe podría pensar para qué se compromete a estas alturas y también para qué empieza a hablar de algo que puede perjudicarlo en sus intereses actuales, porque él es una persona que sigue vigente en la vida política del país y seguramente cualquier cosa que diga es ‘alborotar el avispero’.


En el lanzamiento del nuevo partido uribista en el club El Nogal de Bogotá, en julio pasado, el exministro Fernando Londoño Hoyos dijo que él sabe con precisión dónde está el cadáver de Cristina Guarín -una de las desaparecidas del Palacio- y que la Justicia no ha querido hacer nada al respecto ¿Eso a qué puede llevar a pensar?

Por mucho tiempo el proceso estuvo quieto, pero los familiares de los desaparecidos pusieron todos los recursos posibles, hasta con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que se ordenaran excavaciones y que se fuera a revisar en el Cantón Norte, y obviamente eso lo impidió el aparato militar. Después de que se reabrió el caso de los desaparecidos con la fiscal Ángela María Buitrago, ese fue el foco. Entonces que no se hayan interesado, no es verdad. Pero decir eso en un acto como el de El Nogal tiene una responsabilidad inmensa y después no decir nada más. Cuando ese anuncio de Londoño se produjo, salió un comunicado de los familiares de los desaparecidos, en especial de René Guarín -hermano de Cristina-, exigiéndole al exministro que por favor dijera dónde está, porque ha sido un juego de ‘él sabe’, pero ninguno dice más nada.

A estas alturas lo que les interesa a los familiares de los desaparecidos es que ahí están los huesos de su hermana o de su hijo. Han perdido tanto la fuerza en esa lucha, que a ellos ya ni siquiera les interesa si X o Y va a la cárcel, sino simplemente tener la paz de decir: ahí está… es más un acto de humanidad. 


¿A quién creerle: a dos reporteras jóvenes como usted y su amiga Adriana Echeverry, o a dos avezados periodistas como Plinio Apuleyo Mendoza y Francisco Santos, que dicen lo contrario?

¿Pero a quién le preguntamos a quién creerle? Eso sí, como nosotras dos dijimos desde el comienzo: el tema nos llamó la atención y lo investigamos sin ningún interés, siendo dos estudiantes de la Universidad Javeriana sin ningún contacto en ningún lado, simplemente porque nos interesó ese hecho. Lo hicimos tomando un poco de distancia pero al tiempo queriendo saber qué pasó, sin que mediara ningún interés de ningún tipo. Ahí entendimos que en este país las instituciones y sobre todo las Fuerzas Armadas tienen como un halo casi sagrado, que no se puede decir nada malo de ellos porque en ese momento e incluso ahora, los militares son considerados como unos héroes y unos dioses. Nadie desconoce lo que hacen los soldados, pero más que ello de lo que estamos hablando es de una institución que en su momento se gobernaba sin ningún ‘tatequieto’ por nadie. También es hora de que el país se de cuenta de cuánto poder han tenido las Fuerzas Militares y mucho más que en otros países donde hubo dictaduras, que no estoy diciendo que es mejor eso, pero era abiertamente que allí mandaban los militares. Colombia es un país muy particular porque nunca tuvo una dictadura per sé como la que tuvieron los países del Cono Sur, pero aquí también gobernaban los militares.


¿Para qué revolcar el pasado en un país que se ufana de ser el ‘más feliz del mundo’?

Porque uno no puede construir un país viable si no reconoce lo que sucedió; es como el que se confiesa y luego sale y sigue haciendo lo mismo. No querer ver una parte de la historia nos impedirá construir el país que muchos queremos y en el que exista alguna posibilidad de lo que se llama paz, que es algo súper complejo, pero que haya un compromiso de la gente de que lo que suceda hoy no se dejen pasar veinte años para resolverse.

Lo del Palacio de Justicia sucedió en 1985 y todo lo que ha venido aconteciendo desde entonces ha sido igual. Yo estoy segura que dentro de veinte años vamos a seguir hablando de las masacres, de los ‘falsos positivos’ -ejecuciones extrajudiciales-, de los paramilitares y de Álvaro Uribe Vélez, porque no existe el compromiso de establecer la verdad. Así que el para qué, es para poder construir un país digno y decente.


Hay un punto en el que ustedes coinciden con el exfiscal Alfonso Gómez Méndez y es por qué se retiró la seguridad que había en el Palacio de Justicia y quién tomó esa decisión horas previas a la toma y a sabiendas de las amenazas que había contra la Corte Suprema que en ese momento estaba estudiando la extradición de colombianos a Estados Unidos. ¿Este es un factor clave para algún día entender lo que pasó en la toma y retoma del Palacio?

Sí. Ese es uno de los puntos sobre el cual hay muchas versiones, pero muchos de los testimonios coinciden en que particularmente ese día se quitó la vigilancia y uno puede atar cabos. Se sabe que sucedió y hay muchas cosas que nos hicieron pensar que era sospechoso porque el director de la Policía, que era el general Víctor Delgado Mallarino, nos contó que el mismo magistrado Alfonso Reyes Echandía (por entonces presidente de la Corte Suprema) había pedido que se quitara la vigilancia porque ellos se sentían asediados, y que él mismo en una reunión había dicho que por favor retiraran la vigilancia del Palacio. Pero resulta que eso no es verdad porque en esa fecha precisamente Reyes Echandía estaba aquí en Bucaramanga y él no había podido estar en esa reunión en la que dijeron que estaba. El hijo de Reyes Echandía -Yesid Reyes- nos contó que después de muerto el papá le habían achacado un montón de cosas, pero existen testimonios y pruebas de que él jamás dijo eso. Además los magistrados no iban a dejar el Palacio sin seguridad, sabiendo que no son solamente ellos sino toda la gente que trabaja allí. Era como siempre queriendo echarles la culpa a quienes ya no pueden decir nada. Ese es un facto clave porque indica mucho de lo que se sabía en ese momento.


¿Sin los desaparecidos a esta historia ya le habrían echado tierra definitivamente para que jamás se sepa qué fue lo que pasó?

Eso es lo que lo mantiene vigente, porque la toma y retoma del Palacio de Justicia queda registrada como un hecho terrible de la historia, pero si no existieran esas personas pues ya cada quien enterró a sus muertos, indultaron e hicieron la payasada del momento, pero ese tema sigue vigente porque no tiene ninguna respuesta y los familiares de los desaparecidos han sido suficientemente persistentes y valientes para seguir preguntando qué pasó y qué pasó y qué pasó, porque como siempre les han querido decir que no pasó nada. Pero ellos tienen las pruebas, el caso se reabrió, y para ellos el juicio contra el coronel Plazas Vega es un pequeño triunfo porque alguien ya está acusado de la suerte de estas personas. Ahora este es el corazón de la historia y es por eso que se sigue hablando del tema.


En la página 248 ustedes afirman que: “Este infructuoso encuentro (del magistrado Manuel E. Daza y otros cuatro magistrados con el entonces Presidente de Colombia) resume sin duda alguna la actitud de un gobierno que no existió a la hora de tomar las decisiones que le correspondían y plantea de manera vehemente la responsabilidad por omisión del presidente (Belisario) Betancur, quien reconoce hoy, a pesar de contradecir su alocución televisada el día de los hechos, que fue un simple espectador durante la retoma del Palacio”.

El mismo Betancur reconoció que fue un simple espectador, ¿y cuando uno es el presidente y es un simple espectador, no está actuando por omisión? Yo creo que sí, ante esos hechos. Y obviamente porque obtuvimos los testimonios de quienes estaban en el Consejo de Ministros -del entonces ministro de Justicia, Enrique Parejo por ejemplo-, de las actas de lo que se habló allí, del general Delgado Mallarino que estaba a cargo de muchas decisiones de la retoma y que se le informaban al presidente Betancur después. También consta en las grabaciones de los militares, que ellos tomaban las decisiones y si acaso después le decían al presidente, es que entró un tanque o pasó tal cosa, pero ellos estaban a cargo de la operación. En el Consejo de Ministros muchos dijeron que el presidente se vio con las manos atadas. No sabemos qué hay debajo de todo eso, no sabemos qué estaba pasando más allá, pero Belisario Betancur no tuvo autoridad para decir paren esto o hagan esto.


¿Pero si eso sucedió como ustedes aseveran, cómo se explica que Belisario Betancur siga gozando de reconocimiento para un grueso del país, lo inviten a conferencias y pocos le reprochen su conducta?

No sé. Para mí ese es un enigma. Mucha gente que lo conoce dice que él fue víctima de todo eso, y no sabemos qué estaba sucediendo realmente en su cabeza y en su corazón, así como con las relaciones que él tenía con los paramilitares, pero a estas alturas de la vida Betancur tiene que salir a contar la verdad. Mucha gente todavía lo venera o le tiene un respeto porque es expresidente y le perdonaron que él fue víctima de un golpe de Estado por el tiempo que duró la retoma, como dice el exministro Parejo.


¿Habrá que esperar a leer el libro que Betancur prometió para cuando muera?

Sí, y si es que lo escribe porque esa fue una respuesta como tan… Es que eso de que nadie me puede venir a preguntar ni a decir nada… Para mí fue una respuesta tan cobarde de una persona que estuvo al frente del país en ese momento.  Fue una gran decepción y no porque fuera una admiradora de él, pero sí porque uno piensa que alguien que estuvo en ese puesto de Presidente de la República, que por lo menos hubiera tenido la dignidad de acercarse a la gente y decir lo que pasó. A estas alturas no creo que lo vayan a meter a la cárcel. El único que mencionó algo alguna vez fue el juez español Baltasar Garzón que iba a llamar a Betancur a rendir cuentas, pero no pasó nada.


Hay quienes afirman que la condena contra el coronel Plazas Vega es un asomo de justicia, pero otros en cambio manifiestan que es una gran injusticia. ¿Usted qué piensa?

Es un asomo de justicia. Como siempre con todos los hechos no hay una sola versión, pero Plazas Vega él solo no era el aparato militar. Desde ese punto puede ser que es una injusticia que sea el único que haya sido llamado a juicio y que esté pagando lo que sea, porque ya otros se murieron y a otros ni los llamaron. Plazas Vega no es responsable por todo el aparato  militar de un país en su momento, pero él si fue una figura muy importante durante la retoma y que hay muchos testimonios y pruebas que demuestran el papel que tuvo en ese momento. Plazas Vega era responsable que salieran las personas y rescatarlas, y él siempre ha dicho que rescató no sé cuántas personas, pero dentro de ellas hay once que no aparecen, entonces quién responde por esas personas. Hay un testimonio de un militar que tuvo que irse del país y él habla que recibió órdenes de Plazas Vega, entonces hay una conspiración de alguien que se pensaba era un súper militar en su momento o… Cada quien podrá pensar lo que quiera, pero en mi opinión es un asomo de justicia que llamen a rendir cuentas a alguien que estaba a cargo de las personas que hoy no sabemos dónde están.


El general Delgado Mallarino también prometió escribir un libro con su versión de los hechos.

Creo que fue una simple promesa por salir del paso. Él tenía también muchas incongruencias en lo que nos dijo y en mi opinión también a él se le salió de las manos el operativo de rescate. Él era el mejor amigo del magistrado Reyes Echandía y como nos dijo su hijo Yesid, no salvó a su amigo. Está muy claro que en el cuarto piso que era donde estaba la mayoría de magistrados estaban también guerrilleros, hay una llamada de una emisora al comandante Luis Otero en la que dice que: ‘Aquí no les estamos haciendo nada a ellos, pero si viene el Ejército nos morimos todos’. Según la versión de Delgado Mallarino es que los guerrilleros habían empezado a disparar en contra de la Policía y Ejército y ahí murieron los magistrados del cuarto piso, pero en la autopsia de muchos de ellos las balas que había eran de la Fuerza Pública. Entonces esa teoría es cuestionable también.

 

La autora
Ana María Hanssen (Bucaramanga, 1977), coautora del libro ‘Holocausto en el silencio’, recuerda cuando de niña vio las imágenes de la toma y retoma del Palacio, que poco después le dieron consciencia de vivir en un país en guerra. Bachiller del colegio Cantillana y comunicadora de la Javeriana, deplora y siente tristeza por el desinterés que muchos jóvenes colombianos -incluidos universitarios- tienen por los cruentos hechos de noviembre de 1985. Hoy vive en Miami (Estados Unidos), casada con un publicista argentino, y escribe para la revista Poder.

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