miércoles, 12 de diciembre de 2012

Minería o 'el ratón cuidando el queso llamado Ambiente'




 El experto Gregorio Mesa Cuadros se pronuncia sobre el debate generado por la ‘locomotora’ que pretender extraer oro y plata del Páramo de Santurbán y quienes insisten en defender esta reserva natural.
Está probado que la minería es la actividad más depredadora y contaminadora, afirma sin titubeos el abogado boyacense Gregorio Mesa Cuadros.

A quienes defienden el Páramo de Santurbán, Mesa Cuadros les recomienda: “Persistir y resistir proactivamente en una lucha que seguramente va a ser de largo aliento. Los problemas humanos, incluyendo este tipo de conflicto ambiental, requieren un trámite especial que implica una sociedad comprometida en un espíritu de defender elementos sustantivos de la vida”.

Investigador de la Universidad Nacional y doctor en Derecho con tesis sobresaliente cum laude sobre “Derechos ambientales en perspectiva de integralidad: concepto y fundamento de nuevas demandas y resistencias actuales hacia el ‘Estado ambiental de derecho’ (Universidad  Carlos III de Madrid,  España), sostiene que los santandereanos no solo deben discutir abiertamente el tema, sino acompañar a las autoridades ambientales y los organismos de control, e incluso denunciar a quienes no estén haciendo la tarea de cuidar y conservar, como también a los que estén contaminando y dañando el medio ambiente.

¿Cómo se mide y cómo se castiga el daño ambiental?
El daño ambiental tiene múltiples formas de medir o de valorar. Las valoraciones jurídicas en materia ambiental son, como en múltiples aspectos, medidas de acuerdo a las visiones y a las teorías que los actores sociales, políticos y académicos tenemos.


¿Eso qué significa?
Que dependiendo de la teoría, así se valora. Hay una manera de valorar el ambiente y los daños ambientales desde teorías que afirman que los daños que causamos los seres humanos son mínimos o ningunos. Incluso hay una obra conocida llamada “El ecologista escéptico”, de Bjorn Lomborg, quien es partidario de la interpretación de que los problemas del mundo contemporáneo, que algunos teorizan como cambios climáticos, no son causa de acciones humanas sino que son causas de la naturaleza. La Tierra se recalienta o se enfría históricamente, y ahora lo que estamos pasando -dicen ellos- es un recalentamiento de La Tierra y por eso es que el clima está así. Esa teoría lo único que está haciendo es desconocer otro tipo de visiones cuyos experimentos y valoraciones físicas, químicas, biológicas y ecológicas han encontrado que efectivamente por supuesto que La Tierra naturalmente se recalienta y se enfría en sus procesos geológicos, pero que buena parte de los problemas ambientales del último tiempo tienen su causa principal en las acciones de las actividades humanas, especialmente productivas como generación de gases y destrucción de los bosques, etcétera, que son los que impiden que el gas carbónico (CO2) que incorporamos en la atmósfera se recicle por sí mismo y si no se recicla la contaminación se acumula y esa acumulación es la que lleva a que el clima esté loco, como dicen los campesinos y los indígenas. Y por eso los huracanes y las tormentas son mucho más frecuentes y más violentos.

Entonces, valorar el año y el impacto ambiental pasa necesariamente por unas teorías, y las que están dominando son unas teorías que en primer lugar dicen que el ser humano no es el responsable sino la naturaleza, y si es así pues cóbrele usted a la naturaleza. Esa teoría lo único  que hace es escudar a las empresas y a los seres humanos que contaminan e impactan negativamente en el ambiente, y por lo tanto esa teoría es muy funcional a los intereses de los empresarios y del Estado, que dice que hay que hacer cualquier cosa para producir y sacar riquezas de la naturaleza sin importar el daño.
Pero hay otras teorías que dicen que hay que valorar de manera mucho más rigurosa y juiciosa eso que llamamos el daño o impacto ambiental, y esas valoraciones tienen diversos nombres. Por ejemplo en Economía Ecológica se llaman las valoraciones multicriterio, donde uno ya no solamente mide una sola cosa. Es distinto cuando yo voy a un territorio tome una fotografía instantánea, que cuando vaya al mismo lugar y tome un video de larga duración. Puedo que en esa instantánea no salga nada del daño, porque pueda que el daño se produzca al segundo siguiente.
Así que valorar los impactos ambientales debería ser algo así como tomar un video de larga duración; es decir, múltiples visitas en el día, en la noche, en el amanecer, en el invierno, en el verano, y que múltiples expertos -biólogos, ecólogos, ingenieros, zoólogos, economistas, administradores, antropólogos, juristas, sociólogos y médicos incluso- analicen, porque hay que tener en cuenta si hay personas viviendo hay una manera de cómo se construyen las relaciones humanas en esos lugares. También hay que mirar si la salud humana y la salud del ambiente terminan siendo afectadas. De manera que esos daños ambientales son de diverso tipo y además deberían ser analizados por múltiples miradas para  tener un diagnóstico juicioso de lo que está pasando.




El daño ambiental, curiosamente hay teóricos en el Derecho y en las demás disciplinas que dicen o que es chiquito y es poquito, justamente porque no encontraron nada o si encontraron algo fue poquito el daño, olvidando que seguramente el impacto puede estar desplazado en el tiempo futuro y además puede estar ‘dormido’ y se despierta en tres días, un año, cien años… Uno no puede jugar con eso porque puede estar en juego la vida y la salud de muchas personas, incluso de seres humanos que no han nacido pero que van a nacer con problemas y malformaciones físicas, porque esos impactos ambientales en todo caso van a hacer daños en la salud humana y en los elementos del ambiente como el agua, el bosque, la fauna, el suelo, el aire, etcétera.

Hace dos años un portavoz peruano de la multinacional minera canadiense Greystar (hoy Eco Oro Minerals Corp), aseguró que descartaban cualquier accidente en sus minas del Páramo de Santurbán. ¿Es posible hablar de cero accidentes en zonas de alta montaña donde además se utilizan explosivos y químicos en gran escala?
Para una teoría que considera que los mineros, la actividad minera y las empresas mineras son dioses y ángeles, seguramente se excluye el daño; pero somos seres humanos y como seres humanos podemos fallar en nuestras acciones pero además los instrumentos y herramientas de los cuales nos valemos, también fallan porque son hechos por humanos: se cae la grúa o se cae el bidón donde está contenida una sustancia, y eso ha pasado históricamente.
En Derecho eso se llama ‘daño contingente’, que puede ocurrir o que no, pero a veces ocurre y puede ser muy grave. También existe el ‘Principio de Prevención’, que si uno les pregunta a los abuelos qué es la prevención ellos responden que es mejor prevenir que tener que lamentar. El Derecho Ambiental ha avanzado en construir algunas razones y argumentos a favor de que si uno piensa hacer una actividad productiva, incluyendo la minería, debe tener cuidado para hacer las cosas, y está demostrado científicamente por múltiples Estados y por muchos especialistas en la materia de que la minería es la actividad humana más peligrosa e insostenible, que ni siquiera en países con altos estándares ambientales la minería es sostenible.
Es decir, que si uno sigue haciendo minería durante tantos años, el deterioro es gravísimo porque ya de entrada la minería a cielo abierto, por ejemplo, es de un desastre total porque los primeros afectados van a ser las aguas y la salud de las personas que tomen esas aguas, incluyendo los peces -si es que los hay- y los demás recursos hidrobiológicos.
La idea de que estemos ‘curados’ frente a los daños e impactos no es cierta en materia ambiental y menos en la minería, porque cualquier cosa puede pasar, incluso un derrumbe o un terremoto.
Lo que falta justamente es precisar la cantidad de daños y eso no se ha dicho en algunos escenarios; y lo otro es que no podemos olvidar que cada quien habla del baile según le vaya y según pretenda defender una determinada posición sobre el baile. En este caso el baile es pues los amigos de la exploración y la explotación pues dicen que no pasa nada, que no hay ningún daño y que por el contrario se van a generar beneficios que pasan por el empleo, pero eso en todo caso es una presentación de muy corto plazo. ¿Estamos pensando solamente para el hoy? En Derecho Ambiental deberíamos pensar siempre no solo en el hoy sino también y especialmente en el futuro, y cuando uno empieza a hacerlo se da cuenta que hay que hacer las cosas con cuidado. Cuando uno hace las cosas con cuidado, puede en algún momento ser exitoso; de resto no.

¿Una empresa minera responde solo hasta el día que hasta en la zona? ¿Quién pone la cara por el impacto ambiental que deje o las secuelas que aparezcan con el paso de los años?
En Derecho Ambiental se ha avanzado poco en el ejercicio y le ha faltado mayor creatividad, pero por ahora ha copiado o trasladado del Derecho Financiero, Civil y Comercial algunas figuras. La primera sería el Seguro Ecológico, que significa que cualquier empresa o persona que pretenda desarrollar una actividad que pueda generar un daño o un impacto en el ambiente y en la salud de las personas, debe comprar previamente un seguro ecológico que garantice que si eventualmente pasa algo en el corto, en el mediano y sobre todo en el largo plazo, esas personas que resulten afectadas y esos elementos del ambiente que resulten afectados puedan ser compensados, mitigados, restaurados, recuperados y vuelto al estado anterior las circunstancias en las cuales empieza. Por lo tanto esa es una figura que hay que aprovechar y hay que decirle a la empresa, la que sea, ¿ya adquirió usted el seguro ecológico? Y no lo adquirió por un monto bajitico, porque es lo que acostumbrará a decir la empresa, sino es usted va a asegurar los derechos de los asociados hasta las dos, tres, cinco, diez generaciones próximas, y no serán solamente los dos millones de personas para poner el ejemplo de Bucaramanga y de los que viven del agua del Páramo de Santurbán, sino multiplique esos dos millones por las próximas cinco, diez, veinte generaciones.
Dicen los expertos que por ejemplo el cianuro y el mercurio depositados en las aguas y mezclados con otras sustancias especiales de los suelos de Santurbán pueden tardar incluso más de diez mil años. Entonces en diez mil años hay quinientas generaciones y alguien debería pagar ese seguro ecológico, y con certeza que no tienen que ser los perjudicados sino aquellos que van a dañar e impactar porque en Derecho Ambiental existe el principio de responsabilidad que no es más que el deber y obligación que tienen las personas y las empresas cuando usan el ambiente de una determinada manera, para que prevean, compensen, mitiguen y restauren los daños e impactos ambientales.

Viene siendo como un iceberg del que a simple vista solo asoma una mínima proporción.
Claro, es un tema con un trasfondo mucho más grande, y uno podría medir las diferentes capas submarinas como metros y cada metro podría significar una generación siguiente, subsiguiente, subsiguiente hasta una cantidad X.
Otras figuras del Derecho Ambiental en términos de los daños e impactos ambientales están referidas a tasas de uso, tasas retributivas y tasas compensatorias. Esta otra segunda forma es muy exclusiva del Derecho Ambiental y dice que el uso de algún elemento del ambiente que puede ser el agua, el suelo, el aire y demás, cuando se usen en una actividad productiva, yo debo pagar por ese uso. Porque es distinto que yo los deje allá en el suelo, quietos y cumpliendo una función, a que yo empiece a sacarlos y a transformarlos, y como estoy obteniendo un beneficio económico debo pagar, compensar y mitigar por ese uso.
Las tasas retributivas están asociadas a la retribución que el uso del ambiente o de ese elemento implica. Las compesatorias son esas tasas que se cobran por la renovabilidad del recurso. Por ejemplo, yo estoy usando el agua y esta se está reduciendo y agotando, y lo que debo hacer es destinar unos nuevos recursos para tratar de recuperar el agua. ¿Y cómo se recupera? Seguramente reforestando, mejorando los suelos… múltiples actividades. Y lo mismo con el suelo, que es el caso de la minería donde se remueve muchísimo suelo.
Estos son elementos muy importantes, pero cuál es el problema: que en Colombia y en el mundo todavía las tasas siguen siendo baratas. ¿Y por qué son baratas? Porque no olvidemos que quien hace la norma es el actor llamado legislador material y el legislador material no son más que los lobistas o los que hacen cabildeo desde los grupos de interés, y uno de los principales grupos de interés son las empresas.

¿Pero dónde están el Estado y los funcionarios que deberían vigilar y asegurar que toda esa legislación se cumpla? ¿Qué se puede esperar de organismos de control politizados como la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (Cdmb) o del alcalde de un pueblo minero cuya elección fue patrocinada por las mismas empresas exploradoras y explotadoras?
La situación es muy compleja y muy difícil, porque pareciera que en el último tiempo hemos puesto al ratón a cuidar el queso llamado ambiente, y entonces las autoridades ambientales que están encargadas y tienen como su función y su competencia constitucional y legal proteger el ambiente y proteger los derechos ambientales de los asociados, se están convirtiendo en los autorizadores mediante licencias y permisos que no tienen nada de ambiental, para la depredación y la contaminación. Uno elige a los gobernantes y ellos en lugar de cuidar, lo que hacen es ayudar a contaminar y a dañar. El Derecho Ambiental tiene reglas para sancionar incluso a los servidores públicos que no cumplen su función.

¿Qué hacer con este tipo de circunstancias?
Lo primero es conocer adecuadamente qué está pasando, por qué está pasando y difundirlo en la Academia y en los medios de comunicación sensibles e independientes, porque también hay una Academia que no le interesa o que seguramente está favoreciendo solo el interés de las empresas.
Yo estuve hace unos días en Bucaramanga conversando con personas interesadas en la idea de proteger el Páramo de Santurbán y me comentaban cómo en el último tiempo se le viene pagando de tal magnitud a técnicos, de la disciplina que sean, biólogos, ecólogos, antropólogos, ingenieros, administradores, economistas… una millonada que nadie creería y nadie se resiste a eso. Me decían que no conseguían ni siquiera un abogado que les ayude a pensar en esa causa porque todo el mundo termina siendo contratado por las empresas mineras.
También hay instrumentos administrativos-ambientales que tienen que ver con derechos de petición y denuncias ambientales que se pueden aplicar. Y de otro lado, acciones judiciales tipo acción de tutela, acción popular, acción de cumplimiento en asuntos ambientales, que son herramientas que en algunos casos toman tiempo, pasando por unos filtros y a veces la decisión judicial no resuelve los asuntos.
Nos queda una vía, que en todo caso es una vía que junto a la de construir conocimiento y socializarlo, permita generar movilizaciones sociales, colectivas y masivas para defender intereses generales y comunes. Porque está claro que la minería no es más que una actividad humana que defiende un interés particular.

Y que eso no significa, como dicen algunos aliados de las mineras, que se les esté haciendo el juego a los grupos armados ilegales.
Se ha acostumbrado deslegitimar la actividad de movimientos sociales, incluyendo a los ambientalistas y ecologistas, que son usualmente acompañantes de movimientos populares como el campesinado, indígenas, juventudes, mujeres y cívicos, que no son más que movimientos que tratan de construir lo público de otra manera, porque en ocasiones se reduce lo público solo a lo estatal. La autoridad ambiental ya no es una entidad pública en el estricto sentido porque si otorga licencias y permisos sin el lleno de los requisitos, está defendiendo el interés privado y particular y no el interés general. Es decir, lo público no siempre sale del Estado.
En efecto, uno encuentra evidencias probadas de que lo estatal termina siendo privado y no construye política pública, como debería ser, sino que construye política privada por las presiones de los grupos de interés, entre ellos las grandes empresas.
Yo sí creo que los movimientos sociales tienen la capacidad mediante la denuncia, la movilización, mediante conocer y difundir qué está pasando, la idea de defender intereses generales. En este caso, es de interés general que el Páramo de Santurbán se cuide, que las aguas en el Páramo se cuiden, que la cuenca hidrográfica de esa región termine siendo protegida, porque lo que está en juego es una serie de ecosistemas esenciales por ejemplo el bosque alto andino, el bosque andino y las aguas todas. Lo que está en juego no es solo el Páramo de Santurbán, sino un complejo ecosistémico que involucra aguas, suelos, bosques, fauna y demás elementos que requieren ser cuidados y conservados, y en cualquier caso si se usa debe ser con sumo cuidado, y está probado que la minería es la actividad más depredadora y contaminadora. Que incluso si se hiciera por ejemplo en socavón, si no tiene unos estándares ambientales altísimamente rigurosos, los daños van a ser gravísimos en el corto, en el mediano y en el largo plazo.

¿Si las mineras no están causando un daño ambiental en el Páramo de Santurbán, entonces por qué no dejan que la sociedad civil observe qué es lo que están haciendo?
Hay un temor de las empresas de caer en la evidencia histórica de que siempre la minería, ya sea a cielo abierto o en socavón, causa serios daños e impactos ambientales graves. Eso existe en todo el mundo, desde Canadá hasta Perú, pasando por Colombia y México, o Suráfrica o Europa, y no olvidemos que los europeos ya prohibieron el cianuro.
Está probado eso, pero hay la persistente argumentación de que eso no causa daño o que si causa daño es chiquito y que además ese daño siendo chiquito lo que hay del otro lado es una serie de beneficios como el empleo, que por fin va haber plata, y porque pagan impuestos entonces hay infraestructura y por fin vamos a salir del subdesarrollo. La minería es una actividad que si es por ejemplo gran minería requiere poquísima mano de obra. La minería moderna no quiere seres humanos porque para eso están las máquinas, y no genera empleo. Lo que hace es generar unos ingresos para quienes producen las máquinas, y con certeza no serán empresas colombianas las que estén produciéndolas.
Lo otro tiene que ver con la sindicación de que por el hecho de que determinado ser humano defienda una determinada posición es amigo de los violentos o de las guerrillas. Esos señalamientos no ayudan mucho a la idea de poder construir colectivamente unas respuestas a esos problemas. Amigos y enemigos en algún momento tendrán que sentarse a conversar y a discutir cuál es el tipo de relación que se quiere con el ambiente en la región. Algunos llaman a esa relación sociedad-ambiente o sociedad-naturaleza, y eso se puede discutir, solo que habría que construir el escenario en el cual conversar, porque a veces se programan audiencias públicas ambientales y la empresa habla durante cinco horas, mientras que a la comunidad afectada le dan siete minutos. Eso no ayuda mucho porque entonces lo que se hace es reiterar. Incluso pueden invitar a un gran personaje nacional o internacional a que eche una ‘carreta’ y le pagan un poco de dólares, y el tipo viene y dice que la minería no causa ningún daño, y la gente dice: ‘¡Ve que sí!’. No olvidemos que todas las afirmaciones que los seres humanos hacemos están asociadas a una teoría y esa teoría usualmente está asociada a un interés particular.

¿Qué hace que usted siga defendiendo estas ‘causas perdidas’, según la óptica de los amigos de las ‘locomotoras’, y no se haya dejado fletar por las multinacionales mineras a cambio de un sueldo millonario?
Estoy aquí respondiendo esta entrevista justamente por no haber aceptado la oferta de una empresa trasnacional que hace quince años me ofreció mucha plata por ayudar a convencer a un pueblo indígena de que permitiera la exploración y la explotación petrolera en si territorio.
Tengo una relativa larga experiencia en este tipo de trabajo y me gusta el ejemplo de las causas perdidas, pero diría que no son del todo perdidas. Yo he estado en la defensa de los indígenas U’wa contra la trasnacional Occidental de Colombia Incorporated, y no creo que haya sido una causa perdida si uno la ve en el largo plazo porque los U’wa en todo caso todavía están vivos y están defendiendo y peleando con dignidad su territorio, su cultura y lo que son. Ellos se resisten a creer que pueden ser eliminados por una forma productiva que considera que el petróleo hay que sacarlo, y ellos desde su posición sensata culturalmente hablando -que afirma que el petróleo es la sangre de la tierra- dicen: ‘Yo no puedo autorizar ni aceptar que se le saque la sangre a mi madre, que es un ser vivo que me da la vida’. Eso me parece muy sensato.
Yo he ido a la universidad y tengo títulos de maestría y doctorado, pero estos indígenas nos están dando buenos ejemplos de dignidad humana, reflejada en que están pensando no solo en el presente -en lo que llamaríamos sus derechos de hoy-, sino están pensando en el futuro.
La gente que está movilizada alrededor de la protección del ecosistema Santurbán, el bosque andino, el bosque altoandino y la cuenca hidrográfica de la región, están defendiendo no solo el presente sino especialmente el futuro. Eso significa que hay seres humanos que se atreven a pensar de manera distinta y eso está protegido por la Constitución Nacional, y en todo caso ser muy creativos para entender ese lenguaje que nos pretenden decir aquellos que dicen que la minería causa daño, porque causa daño.
Durante los últimos veinte años me he dedicado a defender a pueblos indígenas, comunidades campesinas, pueblos afrodescendientes y comunidades urbanas marginadas -incluyendo los recicladores-, porque estas comunidades a pesar de lo que dicen algunas teorías, son seres humanos que piensan, que tienen derechos como cualquier otro ser humano, y son seres humanos que están pensando de otra manera lo que somos y lo que hacemos, y le están apostando a una idea básica de para qué tener tanto y acumular tanto si yo puedo vivir tranquilo, en mi territorio, usando lo que hay en el ambiente, pero usándolo con cuidado y pensando en que los otros también necesitan y habría que guardarles cuando sean seres humanos. El Derecho convencional siempre se ha preocupado por el hoy, pero hay otros seres humanos que piensan distinto y dicen: Deberíamos pensar no solo en el hoy, sino en el mañana y en el pasado mañana. En eso veo una posibilidad de buscar nuevas respuestas, desde otras miradas y otros lugares, a los problemas humanos.
Estamos caminando por un camino bastante deteriorado y contaminado, y creo que los juristas, los periodistas, los economistas, los ingenieros y los biólogos, deberíamos empezar a tratar de construir y caminar otros caminos. No es gratuito por qué tenemos tantos y tan graves problemas ambientales. No es porque Dios así lo quiso; es porque los seres humanos estamos haciendo alguna cosa mal y habrá que ver qué está pasando, por qué está pasando, quién es el responsable de eso y seguramente llamarle la atención a ése que está haciendo mal y llamar la atención significa en algunos casos: ‘Oiga, usted se tiene que ir para la cárcel porque está contaminando’.
La Constitución Política de Colombia y el Código Penal establecen delitos ambientales, pero hay muy pocos sancionados por eso. Incluso hace unas semanas no dejaron entrar a una comisión de la Contraloría y la Fiscalía a los predios de Eco Oro en California (Santander). ¿Por qué pasa eso en Colombia? Porque hay unos poderes tan fuertes y tan grandes, que incluso le impiden al Estado y a los funcionarios del Estado cumplir sus funciones constitucionales, y eso es muy grave. ¡Eso solo pasa en este país!

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