El experto
Gregorio Mesa Cuadros se pronuncia sobre el debate generado por la ‘locomotora’
que pretender extraer oro y plata del Páramo de Santurbán y quienes insisten en
defender esta reserva natural.
Está probado que
la minería es la actividad más depredadora y contaminadora, afirma sin titubeos
el abogado boyacense Gregorio Mesa Cuadros.
A quienes
defienden el Páramo de Santurbán, Mesa Cuadros les recomienda: “Persistir y
resistir proactivamente en una lucha que seguramente va a ser de largo aliento.
Los problemas humanos, incluyendo este tipo de conflicto ambiental, requieren
un trámite especial que implica una sociedad comprometida en un espíritu de
defender elementos sustantivos de la vida”.
Investigador de la Universidad
Nacional y doctor en Derecho con tesis sobresaliente cum laude sobre “Derechos
ambientales en perspectiva de integralidad: concepto y fundamento de nuevas
demandas y resistencias actuales hacia el ‘Estado ambiental de derecho’ (Universidad Carlos III de Madrid, España), sostiene que los
santandereanos no solo deben discutir abiertamente el tema, sino acompañar a
las autoridades ambientales y los organismos de control, e incluso denunciar a
quienes no estén haciendo la tarea de cuidar y conservar, como también a los
que estén contaminando y dañando el medio ambiente.
¿Cómo se mide y cómo se castiga el daño ambiental?
El daño
ambiental tiene múltiples formas de medir o de valorar. Las valoraciones
jurídicas en materia ambiental son, como en múltiples aspectos, medidas de
acuerdo a las visiones y a las teorías que los actores sociales, políticos y
académicos tenemos.
¿Eso qué significa?
Que dependiendo
de la teoría, así se valora. Hay una manera de valorar el ambiente y los daños
ambientales desde teorías que afirman que los daños que causamos los seres
humanos son mínimos o ningunos. Incluso hay una obra conocida llamada “El
ecologista escéptico”, de Bjorn Lomborg, quien es partidario de la
interpretación de que los problemas del mundo contemporáneo, que algunos
teorizan como cambios climáticos, no son causa de acciones humanas sino que son
causas de la naturaleza. La Tierra se recalienta o se enfría históricamente, y
ahora lo que estamos pasando -dicen ellos- es un recalentamiento de La Tierra y
por eso es que el clima está así. Esa teoría lo único que está haciendo es
desconocer otro tipo de visiones cuyos experimentos y valoraciones físicas,
químicas, biológicas y ecológicas han encontrado que efectivamente por supuesto
que La Tierra naturalmente se recalienta y se enfría en sus procesos
geológicos, pero que buena parte de los problemas ambientales del último tiempo
tienen su causa principal en las acciones de las actividades humanas,
especialmente productivas como generación de gases y destrucción de los
bosques, etcétera, que son los que impiden que el gas carbónico (CO2) que
incorporamos en la atmósfera se recicle por sí mismo y si no se recicla la
contaminación se acumula y esa acumulación es la que lleva a que el clima esté
loco, como dicen los campesinos y los indígenas. Y por eso los huracanes y las
tormentas son mucho más frecuentes y más violentos.
Entonces,
valorar el año y el impacto ambiental pasa necesariamente por unas teorías, y
las que están dominando son unas teorías que en primer lugar dicen que el ser
humano no es el responsable sino la naturaleza, y si es así pues cóbrele usted
a la naturaleza. Esa teoría lo único que
hace es escudar a las empresas y a los seres humanos que contaminan e impactan
negativamente en el ambiente, y por lo tanto esa teoría es muy funcional a los
intereses de los empresarios y del Estado, que dice que hay que hacer cualquier
cosa para producir y sacar riquezas de la naturaleza sin importar el daño.
Pero hay otras
teorías que dicen que hay que valorar de manera mucho más rigurosa y juiciosa
eso que llamamos el daño o impacto ambiental, y esas valoraciones tienen
diversos nombres. Por ejemplo en Economía Ecológica se llaman las valoraciones
multicriterio, donde uno ya no solamente mide una sola cosa. Es distinto cuando
yo voy a un territorio tome una fotografía instantánea, que cuando vaya al
mismo lugar y tome un video de larga duración. Puedo que en esa instantánea no
salga nada del daño, porque pueda que el daño se produzca al segundo siguiente.
Así que valorar
los impactos ambientales debería ser algo así como tomar un video de larga
duración; es decir, múltiples visitas en el día, en la noche, en el amanecer,
en el invierno, en el verano, y que múltiples expertos -biólogos, ecólogos,
ingenieros, zoólogos, economistas, administradores, antropólogos, juristas,
sociólogos y médicos incluso- analicen, porque hay que tener en cuenta si hay
personas viviendo hay una manera de cómo se construyen las relaciones humanas
en esos lugares. También hay que mirar si la salud humana y la salud del
ambiente terminan siendo afectadas. De manera que esos daños ambientales son de
diverso tipo y además deberían ser analizados por múltiples miradas para tener un diagnóstico juicioso de lo que está
pasando.
El daño
ambiental, curiosamente hay teóricos en el Derecho y en las demás disciplinas
que dicen o que es chiquito y es poquito, justamente porque no encontraron nada
o si encontraron algo fue poquito el daño, olvidando que seguramente el impacto
puede estar desplazado en el tiempo futuro y además puede estar ‘dormido’ y se
despierta en tres días, un año, cien años… Uno no puede jugar con eso porque
puede estar en juego la vida y la salud de muchas personas, incluso de seres
humanos que no han nacido pero que van a nacer con problemas y malformaciones
físicas, porque esos impactos ambientales en todo caso van a hacer daños en la
salud humana y en los elementos del ambiente como el agua, el bosque, la fauna,
el suelo, el aire, etcétera.
Hace dos años un portavoz peruano de la
multinacional minera canadiense Greystar (hoy Eco Oro Minerals Corp), aseguró
que descartaban cualquier accidente en sus minas del Páramo de Santurbán. ¿Es
posible hablar de cero accidentes en zonas de alta montaña donde además se
utilizan explosivos y químicos en gran escala?
Para una teoría
que considera que los mineros, la actividad minera y las empresas mineras son
dioses y ángeles, seguramente se excluye el daño; pero somos seres humanos y
como seres humanos podemos fallar en nuestras acciones pero además los
instrumentos y herramientas de los cuales nos valemos, también fallan porque
son hechos por humanos: se cae la grúa o se cae el bidón donde está contenida
una sustancia, y eso ha pasado históricamente.
En Derecho eso
se llama ‘daño contingente’, que puede ocurrir o que no, pero a veces ocurre y
puede ser muy grave. También existe el ‘Principio de Prevención’, que si uno
les pregunta a los abuelos qué es la prevención ellos responden que es mejor
prevenir que tener que lamentar. El Derecho Ambiental ha avanzado en construir
algunas razones y argumentos a favor de que si uno piensa hacer una actividad
productiva, incluyendo la minería, debe tener cuidado para hacer las cosas, y
está demostrado científicamente por múltiples Estados y por muchos
especialistas en la materia de que la minería es la actividad humana más
peligrosa e insostenible, que ni siquiera en países con altos estándares
ambientales la minería es sostenible.
Es decir, que si
uno sigue haciendo minería durante tantos años, el deterioro es gravísimo
porque ya de entrada la minería a cielo abierto, por ejemplo, es de un desastre
total porque los primeros afectados van a ser las aguas y la salud de las
personas que tomen esas aguas, incluyendo los peces -si es que los hay- y los
demás recursos hidrobiológicos.
La idea de que
estemos ‘curados’ frente a los daños e impactos no es cierta en materia
ambiental y menos en la minería, porque cualquier cosa puede pasar, incluso un
derrumbe o un terremoto.
Lo que falta
justamente es precisar la cantidad de daños y eso no se ha dicho en algunos
escenarios; y lo otro es que no podemos olvidar que cada quien habla del baile
según le vaya y según pretenda defender una determinada posición sobre el
baile. En este caso el baile es pues los amigos de la exploración y la
explotación pues dicen que no pasa nada, que no hay ningún daño y que por el
contrario se van a generar beneficios que pasan por el empleo, pero eso en todo
caso es una presentación de muy corto plazo. ¿Estamos pensando solamente para
el hoy? En Derecho Ambiental deberíamos pensar siempre no solo en el hoy sino
también y especialmente en el futuro, y cuando uno empieza a hacerlo se da
cuenta que hay que hacer las cosas con cuidado. Cuando uno hace las cosas con
cuidado, puede en algún momento ser exitoso; de resto no.
¿Una empresa minera responde solo hasta el día que
hasta en la zona? ¿Quién pone la cara por el impacto ambiental que deje o las
secuelas que aparezcan con el paso de los años?
En Derecho
Ambiental se ha avanzado poco en el ejercicio y le ha faltado mayor
creatividad, pero por ahora ha copiado o trasladado del Derecho Financiero,
Civil y Comercial algunas figuras. La primera sería el Seguro Ecológico, que
significa que cualquier empresa o persona que pretenda desarrollar una
actividad que pueda generar un daño o un impacto en el ambiente y en la salud
de las personas, debe comprar previamente un seguro ecológico que garantice que
si eventualmente pasa algo en el corto, en el mediano y sobre todo en el largo
plazo, esas personas que resulten afectadas y esos elementos del ambiente que
resulten afectados puedan ser compensados, mitigados, restaurados, recuperados
y vuelto al estado anterior las circunstancias en las cuales empieza. Por lo
tanto esa es una figura que hay que aprovechar y hay que decirle a la empresa,
la que sea, ¿ya adquirió usted el seguro ecológico? Y no lo adquirió por un
monto bajitico, porque es lo que acostumbrará a decir la empresa, sino es usted
va a asegurar los derechos de los asociados hasta las dos, tres, cinco, diez
generaciones próximas, y no serán solamente los dos millones de personas para
poner el ejemplo de Bucaramanga y de los que viven del agua del Páramo de
Santurbán, sino multiplique esos dos millones por las próximas cinco, diez,
veinte generaciones.
Dicen los
expertos que por ejemplo el cianuro y el mercurio depositados en las aguas y
mezclados con otras sustancias especiales de los suelos de Santurbán pueden
tardar incluso más de diez mil años. Entonces en diez mil años hay quinientas
generaciones y alguien debería pagar ese seguro ecológico, y con certeza que no
tienen que ser los perjudicados sino aquellos que van a dañar e impactar porque
en Derecho Ambiental existe el principio de responsabilidad que no es más que
el deber y obligación que tienen las personas y las empresas cuando usan el
ambiente de una determinada manera, para que prevean, compensen, mitiguen y
restauren los daños e impactos ambientales.
Viene siendo como un iceberg del que a simple vista
solo asoma una mínima proporción.
Claro, es un
tema con un trasfondo mucho más grande, y uno podría medir las diferentes capas
submarinas como metros y cada metro podría significar una generación siguiente,
subsiguiente, subsiguiente hasta una cantidad X.
Otras figuras
del Derecho Ambiental en términos de los daños e impactos ambientales están
referidas a tasas de uso, tasas retributivas y tasas compensatorias. Esta otra
segunda forma es muy exclusiva del Derecho Ambiental y dice que el uso de algún
elemento del ambiente que puede ser el agua, el suelo, el aire y demás, cuando
se usen en una actividad productiva, yo debo pagar por ese uso. Porque es
distinto que yo los deje allá en el suelo, quietos y cumpliendo una función, a
que yo empiece a sacarlos y a transformarlos, y como estoy obteniendo un
beneficio económico debo pagar, compensar y mitigar por ese uso.
Las tasas
retributivas están asociadas a la retribución que el uso del ambiente o de ese elemento
implica. Las compesatorias son esas tasas que se cobran por la renovabilidad
del recurso. Por ejemplo, yo estoy usando el agua y esta se está reduciendo y
agotando, y lo que debo hacer es destinar unos nuevos recursos para tratar de
recuperar el agua. ¿Y cómo se recupera? Seguramente reforestando, mejorando los
suelos… múltiples actividades. Y lo mismo con el suelo, que es el caso de la
minería donde se remueve muchísimo suelo.
Estos son
elementos muy importantes, pero cuál es el problema: que en Colombia y en el
mundo todavía las tasas siguen siendo baratas. ¿Y por qué son baratas? Porque
no olvidemos que quien hace la norma es el actor llamado legislador material y
el legislador material no son más que los lobistas o los que hacen cabildeo
desde los grupos de interés, y uno de los principales grupos de interés son las
empresas.
¿Pero dónde están el Estado y los funcionarios que
deberían vigilar y asegurar que toda esa legislación se cumpla? ¿Qué se puede
esperar de organismos de control politizados como la Corporación Autónoma para
la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (Cdmb) o del alcalde de un pueblo minero
cuya elección fue patrocinada por las mismas empresas exploradoras y
explotadoras?
La situación es
muy compleja y muy difícil, porque pareciera que en el último tiempo hemos
puesto al ratón a cuidar el queso llamado ambiente, y entonces las autoridades
ambientales que están encargadas y tienen como su función y su competencia
constitucional y legal proteger el ambiente y proteger los derechos ambientales
de los asociados, se están convirtiendo en los autorizadores mediante licencias
y permisos que no tienen nada de ambiental, para la depredación y la
contaminación. Uno elige a los gobernantes y ellos en lugar de cuidar, lo que
hacen es ayudar a contaminar y a dañar. El Derecho Ambiental tiene reglas para
sancionar incluso a los servidores públicos que no cumplen su función.
¿Qué hacer con este tipo de circunstancias?
Lo primero es
conocer adecuadamente qué está pasando, por qué está pasando y difundirlo en la
Academia y en los medios de comunicación sensibles e independientes, porque
también hay una Academia que no le interesa o que seguramente está favoreciendo
solo el interés de las empresas.
Yo estuve hace
unos días en Bucaramanga conversando con personas interesadas en la idea de
proteger el Páramo de Santurbán y me comentaban cómo en el último tiempo se le
viene pagando de tal magnitud a técnicos, de la disciplina que sean, biólogos,
ecólogos, antropólogos, ingenieros, administradores, economistas… una millonada
que nadie creería y nadie se resiste a eso. Me decían que no conseguían ni
siquiera un abogado que les ayude a pensar en esa causa porque todo el mundo
termina siendo contratado por las empresas mineras.
También hay
instrumentos administrativos-ambientales que tienen que ver con derechos de
petición y denuncias ambientales que se pueden aplicar. Y de otro lado,
acciones judiciales tipo acción de tutela, acción popular, acción de
cumplimiento en asuntos ambientales, que son herramientas que en algunos casos
toman tiempo, pasando por unos filtros y a veces la decisión judicial no
resuelve los asuntos.
Nos queda una
vía, que en todo caso es una vía que junto a la de construir conocimiento y
socializarlo, permita generar movilizaciones sociales, colectivas y masivas
para defender intereses generales y comunes. Porque está claro que la minería
no es más que una actividad humana que defiende un interés particular.
Y que eso no significa, como dicen algunos aliados
de las mineras, que se les esté haciendo el juego a los grupos armados
ilegales.
Se ha
acostumbrado deslegitimar la actividad de movimientos sociales, incluyendo a
los ambientalistas y ecologistas, que son usualmente acompañantes de
movimientos populares como el campesinado, indígenas, juventudes, mujeres y
cívicos, que no son más que movimientos que tratan de construir lo público de
otra manera, porque en ocasiones se reduce lo público solo a lo estatal. La
autoridad ambiental ya no es una entidad pública en el estricto sentido porque
si otorga licencias y permisos sin el lleno de los requisitos, está defendiendo
el interés privado y particular y no el interés general. Es decir, lo público
no siempre sale del Estado.
En efecto, uno
encuentra evidencias probadas de que lo estatal termina siendo privado y no
construye política pública, como debería ser, sino que construye política
privada por las presiones de los grupos de interés, entre ellos las grandes
empresas.
Yo sí creo que
los movimientos sociales tienen la capacidad mediante la denuncia, la
movilización, mediante conocer y difundir qué está pasando, la idea de defender
intereses generales. En este caso, es de interés general que el Páramo de
Santurbán se cuide, que las aguas en el Páramo se cuiden, que la cuenca hidrográfica
de esa región termine siendo protegida, porque lo que está en juego es una
serie de ecosistemas esenciales por ejemplo el bosque alto andino, el bosque
andino y las aguas todas. Lo que está en juego no es solo el Páramo de
Santurbán, sino un complejo ecosistémico que involucra aguas, suelos, bosques,
fauna y demás elementos que requieren ser cuidados y conservados, y en
cualquier caso si se usa debe ser con sumo cuidado, y está probado que la
minería es la actividad más depredadora y contaminadora. Que incluso si se
hiciera por ejemplo en socavón, si no tiene unos estándares ambientales
altísimamente rigurosos, los daños van a ser gravísimos en el corto, en el
mediano y en el largo plazo.
¿Si las mineras no están causando un daño ambiental
en el Páramo de Santurbán, entonces por qué no dejan que la sociedad civil
observe qué es lo que están haciendo?
Hay un temor de
las empresas de caer en la evidencia histórica de que siempre la minería, ya
sea a cielo abierto o en socavón, causa serios daños e impactos ambientales
graves. Eso existe en todo el mundo, desde Canadá hasta Perú, pasando por
Colombia y México, o Suráfrica o Europa, y no olvidemos que los europeos ya
prohibieron el cianuro.
Está probado
eso, pero hay la persistente argumentación de que eso no causa daño o que si
causa daño es chiquito y que además ese daño siendo chiquito lo que hay del
otro lado es una serie de beneficios como el empleo, que por fin va haber
plata, y porque pagan impuestos entonces hay infraestructura y por fin vamos a salir
del subdesarrollo. La minería es una actividad que si es por ejemplo gran
minería requiere poquísima mano de obra. La minería moderna no quiere seres
humanos porque para eso están las máquinas, y no genera empleo. Lo que hace es
generar unos ingresos para quienes producen las máquinas, y con certeza no serán
empresas colombianas las que estén produciéndolas.
Lo otro tiene
que ver con la sindicación de que por el hecho de que determinado ser humano
defienda una determinada posición es amigo de los violentos o de las
guerrillas. Esos señalamientos no ayudan mucho a la idea de poder construir
colectivamente unas respuestas a esos problemas. Amigos y enemigos en algún
momento tendrán que sentarse a conversar y a discutir cuál es el tipo de
relación que se quiere con el ambiente en la región. Algunos llaman a esa
relación sociedad-ambiente o sociedad-naturaleza, y eso se puede discutir, solo
que habría que construir el escenario en el cual conversar, porque a veces se
programan audiencias públicas ambientales y la empresa habla durante cinco
horas, mientras que a la comunidad afectada le dan siete minutos. Eso no ayuda
mucho porque entonces lo que se hace es reiterar. Incluso pueden invitar a un
gran personaje nacional o internacional a que eche una ‘carreta’ y le pagan un
poco de dólares, y el tipo viene y dice que la minería no causa ningún daño, y
la gente dice: ‘¡Ve que sí!’. No olvidemos que todas las afirmaciones que los
seres humanos hacemos están asociadas a una teoría y esa teoría usualmente está
asociada a un interés particular.
¿Qué hace que usted siga defendiendo estas ‘causas
perdidas’, según la óptica de los amigos de las ‘locomotoras’, y no se haya
dejado fletar por las multinacionales mineras a cambio de un sueldo millonario?
Estoy aquí
respondiendo esta entrevista justamente por no haber aceptado la oferta de una
empresa trasnacional que hace quince años me ofreció mucha plata por ayudar a
convencer a un pueblo indígena de que permitiera la exploración y la
explotación petrolera en si territorio.
Tengo una
relativa larga experiencia en este tipo de trabajo y me gusta el ejemplo de las
causas perdidas, pero diría que no son del todo perdidas. Yo he estado en la
defensa de los indígenas U’wa contra la trasnacional Occidental de Colombia
Incorporated, y no creo que haya sido una causa perdida si uno la ve en el
largo plazo porque los U’wa en todo caso todavía están vivos y están
defendiendo y peleando con dignidad su territorio, su cultura y lo que son.
Ellos se resisten a creer que pueden ser eliminados por una forma productiva
que considera que el petróleo hay que sacarlo, y ellos desde su posición
sensata culturalmente hablando -que afirma que el petróleo es la sangre de la
tierra- dicen: ‘Yo no puedo autorizar ni aceptar que se le saque la sangre a mi
madre, que es un ser vivo que me da la vida’. Eso me parece muy sensato.
Yo he ido a la
universidad y tengo títulos de maestría y doctorado, pero estos indígenas nos
están dando buenos ejemplos de dignidad humana, reflejada en que están pensando
no solo en el presente -en lo que llamaríamos sus derechos de hoy-, sino están
pensando en el futuro.
La gente que
está movilizada alrededor de la protección del ecosistema Santurbán, el bosque
andino, el bosque altoandino y la cuenca hidrográfica de la región, están
defendiendo no solo el presente sino especialmente el futuro. Eso significa que
hay seres humanos que se atreven a pensar de manera distinta y eso está
protegido por la Constitución Nacional, y en todo caso ser muy creativos para
entender ese lenguaje que nos pretenden decir aquellos que dicen que la minería
causa daño, porque causa daño.
Durante los
últimos veinte años me he dedicado a defender a pueblos indígenas, comunidades
campesinas, pueblos afrodescendientes y comunidades urbanas marginadas
-incluyendo los recicladores-, porque estas comunidades a pesar de lo que dicen
algunas teorías, son seres humanos que piensan, que tienen derechos como
cualquier otro ser humano, y son seres humanos que están pensando de otra
manera lo que somos y lo que hacemos, y le están apostando a una idea básica de
para qué tener tanto y acumular tanto si yo puedo vivir tranquilo, en mi
territorio, usando lo que hay en el ambiente, pero usándolo con cuidado y
pensando en que los otros también necesitan y habría que guardarles cuando sean
seres humanos. El Derecho convencional siempre se ha preocupado por el hoy,
pero hay otros seres humanos que piensan distinto y dicen: Deberíamos pensar no
solo en el hoy, sino en el mañana y en el pasado mañana. En eso veo una
posibilidad de buscar nuevas respuestas, desde otras miradas y otros lugares, a
los problemas humanos.
Estamos
caminando por un camino bastante deteriorado y contaminado, y creo que los
juristas, los periodistas, los economistas, los ingenieros y los biólogos,
deberíamos empezar a tratar de construir y caminar otros caminos. No es
gratuito por qué tenemos tantos y tan graves problemas ambientales. No es
porque Dios así lo quiso; es porque los seres humanos estamos haciendo alguna
cosa mal y habrá que ver qué está pasando, por qué está pasando, quién es el
responsable de eso y seguramente llamarle la atención a ése que está haciendo
mal y llamar la atención significa en algunos casos: ‘Oiga, usted se tiene que
ir para la cárcel porque está contaminando’.
La Constitución
Política de Colombia y el Código Penal establecen delitos ambientales, pero hay
muy pocos sancionados por eso. Incluso hace unas semanas no dejaron entrar a
una comisión de la Contraloría y la Fiscalía a los predios de Eco Oro en
California (Santander). ¿Por qué pasa eso en Colombia? Porque hay unos poderes
tan fuertes y tan grandes, que incluso le impiden al Estado y a los
funcionarios del Estado cumplir sus funciones constitucionales, y eso es muy
grave. ¡Eso solo pasa en este país!
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