miércoles, 12 de diciembre de 2012

Mucho más que una filarmónica (Entrevista a Helena Barreto)


La Fundación Bolívar Davivienda alienta un enorme proyecto musical con hondas raíces sociales. Su directora ejecutiva, Helena Barreto, hace un llamado para la próxima convocatoria.

El auditorio ‘Luis A. Calvo’ de la UIS parecía hecho a la medida de las novecientas noventa y nueve personas que en la noche del pasado 24 de julio concurrieron a escuchar la Filarmónica Joven de Colombia, un costoso invento de la Fundación Bolívar Davivienda y su mecenas, don Alejandro Cortés.

Con una disciplina pocas veces vista en estas breñas, los noventa muchachos salieron a la tarima y sincronizadamente se acomodaron en sus puestos, abrumados por la respuesta de los bumangueses que con curiosidad les observaban sus tenis de colores y sus inusuales instrumentos: fagot, corno francés, tuba y arpa, entre otros.

Después aparecieron su director, Andrés Orozco Estrada -un paisa de 35 años educado en Austria y con recorrido por Europa-, y la solista estadounidense Yuri Namkung, una violinista de traje brillante que con su sensibilidad conmovería a los asistentes que le aplaudieron hasta más no poder.

Y luego, un concierto solladísimo, como se diría en la década de los setenta. Obertura El carnaval romano, de Héctor Berlioz; Concierto para violín, de Jean Sibelius; Obertura-Fantasía sobre Romeo y Julieta, de Piotr Illich Tchaikosky; Capricho Español, de Nikolay Rimsky-Korsakov, y por último la solicitada ñapa, con el porro ‘Colombia tierra querida’ del maestro Lucho Bermúdez, precisamente en el centenario de su natalicio.

Desenlace: un público iniciado en estas lides de la música culta y otro tanto de legos y curiosos, vitoreando al unísono una presentación hecha con el talento de un grupo de estudiosos, pero sobre todo con la pasión y el alma de Laura del Sol, Andersson Stiven, Catalina, Pablo Sebastián, Crismary y Yadilton, y sus demás compañeros, jóvenes todos provenientes de las más variopintas capitales y provincias.

Pero antes de que ella hiciera la presentación de la Filarmónica Joven de Colombia y pidiera infructuosamente que los asistentes apagaran los celulares, este fue el diálogo con Helena Barreto, su directora ejecutiva, una música forjada en la Universidad Pedagógica Nacional que tan pronto supo que por estas tierras anduvo su compañero de clase, Jesús Alberto Rey Mariño (fallecido en 2009), se le aguaron sus ojos.

Como si estuviera ensayando en voz alta lo que iría a decir bajo los reflectores, Helena enfatiza que la Filarmónica Joven de Colombia “es un proyecto social capaz de articular la pasión y energía desbordante de nuestros muchachos, los esfuerzos de sus familias y el aporte de las instituciones educativas, para liderar un proyecto artístico y cultural que se constituye como referente nacional en la construcción del patrimonio”, y agrega: “En la perspectiva visionaria de la Fundación Bolívar Davivienda, esta Filarmónica se propone hacer posible proyectos de vida a través del arte, sentando un precedente con profundas implicaciones sociales”.

Revestida de un entusiasmo que contagia, Helena explica que la riqueza de la música sinfónica genera curiosidad e interés, y tener 90 músicos en tarima despierta un impacto extraordinario. “Eso lo tienen claro los integrantes de la Filarmónica Joven de Colombia, quienes saben que para el común de la gente este tipo de música puede resultar algo ajeno, solemne y elitista, pero ellos -que están familiarizados con la salsa, el pop, la champeta y el metal, y vibran en la misma frecuencia de cualquiera de sus contemporáneos- le ponen un ingrediente a la Orquesta que es la energía y la pasión, como si fuera su única oportunidad de tocar”.

Tres buses, instrumentos, equipos y un avión de Avianca casi exclusivamente para traerlos a Bucaramanga, ¿Por qué apostar de una forma tan decidida a un proyecto tan costoso?

Porque la cultura es el futuro de los ciudadanos. La cultura es lo que cohesiona a los grupos humanos, y la cultura enfatizada e impulsada desde el arte nos está hablando no solamente de un reconocimiento de nuestros usos, gustos y espacios de esparcimiento, sino de aspectos de profunda significación en el alma humana.

¿Qué criterios aplican para la escogencia de los integrantes de la orquesta? ¿O son todos Urrutia y Pombo, de las más rancias familias bogotanas?

Muy poquitos. La escogencia es, no diría democrática, pero sí incluyente porque se abre una convocatoria nacional vía Internet -a pesar de tantas limitaciones en algunas regiones del país la Internet sí es una alternativa para llegar a muchos-. Esta convocatoria tiene una extensión de tres meses, a través de la cual los jóvenes que deben tener dos condiciones: ser colombianos y estar en una edad entre los 16 y 24 años, pueden presentarse.

En detalle lo que primero hacen es que envían unos documentos. En el caso de los menores de edad incluyen un permiso notariado por parte de sus padres. Una vez que se tiene clara la seriedad de la propuesta, que casi siempre se trata de aprender a manejar un primer dossier, se les envía un repertorio propio de un concurso de orquesta, el cual cada aspirante debe estudiar, memorizar y presentar en un formato de video que no esté editado y que no tenga pausas. La convocatoria se abre en el mes de noviembre y la fecha límite de entrega de estos videos vía Internet (www.filarmonicajovendecolombia.org) es a las cinco de la tarde de un 5 de febrero, por decir una fecha.

Acto seguido todas estas grabaciones se someten a un proceso de evaluación a cargo de un jurado internacional que proviene de dos los contactos que hemos adquirido a través de la Orquesta de las Américas, uno de nuestros aliados fundamentales en este proceso, y de la tradición que a lo largo de estos tres años hemos ido construyendo con el equipo docente que viene a apoyar estas residencias. Hay un jurado por instrumento y su papel es no solo ranquear estas audiciones, sino ofrecer unos comentarios de retroalimentación a estos jóvenes. Y a partir de los primeros diez o veinte, entonces se hace la selección para la orquesta de acuerdo con las necesidades propias del repertorio planificado para la respectiva temporada.

¿Es suficiente con tener ganas o lo que prima es la calidad?

Lo que prima es la calidad, porque de lo que se trata es de armar una Selección Colombia, ya que así como en el deporte uno sabe que el equipo está conformado por los jugadores más destacados, en el caso nuestro evidentemente pretendemos trabajar con los más destacados músicos del país. De ahí la inversión, porque los muchachos que han adquirido por mérito su ingreso a esta agrupación provienen de todas partes del país y para cada residencia la organización asume los costos del joven, desde que sale de su casa hasta que lo devuelve a sus padres. Es una inversión enorme.

¿Qué le queda a un muchacho después de su paso por la Filarmónica?

Le queda la percepción de lo que significa trabajar profesionalmente, de lo que significa asomarse a un mundo de excelencia artística, y de lo que significa también unas condiciones de trabajo y de práctica intensas, exigentes, disciplinadas pero dignas.

¿Se vuelve un empleado de la Filarmónica?

No se vuelve un empleado porque la Filarmónica no remunera a sus jóvenes integrantes, lo que hacemos es asumir los costos de la participación de este joven. La retribución consiste en dar la oportunidad de abordar una práctica musical de otro nivel, y a mí me gusta ese término porque lo escucho mucho entre los jóvenes que cuando llegan a la residencia por primera vez, dicen: ‘Uy, esto es de otro nivel’. Sí, es de otro nivel y está pensado en términos de primer mundo, por decirlo de alguna manera.

¿Cómo cambiarles el ‘disco duro’ a esos estudiantes de música que están acostumbrados a cobrar cien o doscientos mil por cada ‘toque’ y hacerles entender que este proyecto va mucho más allá?

Parte de la transformación es esa y es comprender que la vida profesional implica una capacidad de organización, de estructuración, de crecimiento permanente como persona en el desarrollo de sus valores y de su conciencia social en términos de la manera como yo convivo con mis compañeros en una situación de orquesta, así como la noción clarísima -que todos la tienen-, de retribuir a sus comunidades lo que están recibiendo. No es algo que nosotros predicamos, sino algo que brota espontáneamente de ellos. No es que sean místicos, es que esta labor de la práctica musical implica una entrega y una pasión que congenia de una manera idónea con la situación de enseñanza-aprendizaje a otros.

Ayer mismo tuvimos la experiencia de contar con unos jóvenes que vinieron de distintas universidades y centros de práctica musical a tomar un taller de distintos instrumentos sinfónicos, y cuando hicimos la selección de los nuestros que iban a dar los talleres y otros que iban a cumplir otras tareas, había cierta resistencia a ‘dar clase’, pero después de haber estado en contacto con las realidades de Bucaramanga y de los muchachos de carne y hueso de acá, salieron transformados, entusiastas, con una percepción de ‘aquí tenemos mucho que hacer’, ‘cuándo volvemos’, ‘esto me gustó’, ‘yo no quiero parar’…

¿Quien clasifica se puede dormir en los laureles?

Esta convocatoria es anual. Quiere decir que anualmente los jóvenes se ganan el derecho de estar en la Orquesta y eso permite que la Filarmónica se oxigene y que el proceso mantenga su carácter incluyente. Lo que sí ocurre es que la relación personal uno a uno con tantos docentes que vienen a apoyar las cuatro residencias que tenemos en el año, se constituyen en contactos importantes para su proyección hacia el posgrado. Todos estos muchachos están estudiando un pregrado en cualquiera de las 47 facultades de música que hay en el país y están próximos a terminar sus estudios o están tratando de detectar los lugares donde les interesaría dar continuidad a sus estudios. De manera que a través de la convivencia con los docentes adquieren contactos importantes, consejos y percepciones.

Otra cosa es que ocurre es que cuando tienen la oportunidad de tocar con alguno de los solistas de talla mundial, reciben una lección abrumadora porque la convivencia con él les habla de disciplina, de entrega, de concentración e idoneidad, y con mucha frecuencia nos hemos encontrado con un lugar común y es que entre mayor trascendencia y mayor recorrido tiene esta figura de talla internacional -sea un director o un solista-, se encuentran con personas más sencillas, más generosas, más entregadas, y esto produce un profundo impacto en los jóvenes.

¿Entonces no basta con lucirse a la hora de tocar tal o cual instrumento si detrás de cada quien no hay un excelente ser humano?

Es que si uno no florece, el arte para qué.

¿Alguien ha ‘tirado la toalla’?

No, pero usted toca un tema que es muy importante, y es que las residencias son unos espacios de alto rendimiento, en donde hay una práctica muy intensa y en donde los jóvenes desarrollan un esfuerzo físico grande, y en parte por sus propios hábitos físicos, por tensiones o por expectativas se pueden generar fatigas musculares e incluso lesiones, de manera que en la residencia vamos acompañados de un equipo técnico que atiende distintos frentes, entre los que están fisioterapeutas y de personas que están pensando en la salud del cuerpo para cumplir dos funciones: una preventiva, insistiendo en las calistenias y en los ejercicios preparatorios para la salud del cuerpo, así como para atender las contingencias que se producen por la fatiga de esta práctica.

Arrancar de cero implica un alto riesgo. ¿El nivel se mantiene o va en alza?

El nivel se eleva de una manera impresionante. El maestro Mateo Hazelwood (fallecido en 2012), que fue quien diseñó este proyecto artístico, hacía el símil con la situación del avión: primero el carreteo, después del decolaje y finalmente la velocidad de crucero. Esos son momentos que ocurren en micro en el proceso de residencia de los jóvenes, pero también en macro en los tipos de repertorio que se han escogido en nuestra planeación artística que ha sido de tres años.

Este año la planeación está centrada en unas obras focales que plantean de una parte un aspecto de expresión musical y de búsqueda de un sonido característico de una orquesta latinoamericana que queda en la mejor esquina, que es Colombia; a la vez que un recorrido en el logro técnico para poder abordar obras de una determinada complejidad. Los programas de repertorio que se han escogido tienen una curva cuidadosamente estudiada, que se apoya en una obra focal alrededor de la cual giran y se complementan otras obras. En el primer año fue (Ludwig van) Beethoven, en el segundo (Gustav) Mahler y en el tercer año fue el concierto para orquesta de (Béla) Bartók, y alrededor de ellas hay unas obras de diverso calibre que alimentan bien sea el carácter estilístico que se quiere abordar o el carácter técnico que se quiere superar o cultivar.

Hay otro aspecto importante que es enseñarle a la orquesta cómo trabajar en el acompañamiento de una figura solista. Por esa razón en todas las temporadas hemos tenido oportunidad de acompañar figuras muy destacadas, tanto en el campo internacional como colombianos. En el primer año la Orquesta acompañó a Joshua Bell (violinista estadounidense) en Cartagena y después al pianista Eduardo Rojas y al clarinetista Guillermo Marín, entre tantos otros, y este año estamos trabajando con Yuri Namkung y el fin de semana pasado tuvimos el privilegio de tocar con la violinista (estadounidense de origen coreano) Sarah Chang (considerada por Yehudi Menuhin “la violinista más ideal que he escuchado”).    

¿Estaban tan desprogramados que por eso escogieron a Bucaramanga para este concierto? ¿Qué los trajo por ‘la nueva capital del vallenato’?

Las primeras dos temporadas de la Filarmónica Joven hicieron su énfasis en la Costa Atlántica y el Eje Cafetero y bajaron hasta Cali, pasando por Ibagué y Villavicencio, cubriendo una buena parte del país. La primera fue una gira de once conciertos por once ciudades, y la segunda de nueve conciertos por siete ciudades. Pero no habíamos venido al oriente, y esta es una plaza muy importante. Bucaramanga es la sede de insignes músicos, no solo en la composición sino en la dirección, y además es un centro que perfectamente puede atraer a los departamentos de Boyacá y Norte de Santander, donde está la Universidad de Pamplona que a su vez atrae a muchos estudiantes del Litoral Atlántico. En la Filarmónica tenemos algunos músicos que provienen de Santander pero que no están radicados aquí actualmente, y hemos observado que la respuesta de los departamentos está directamente ligada a la presencia de la Orquesta y a la capacidad no solamente de impacto sino de motivación; de decir: ‘¡yo quiero estar ahí!’.

 
 
 
El poder de la música

La música cuando está bien interpretada mueve espíritus y corazones, pero además la música sinfónica también tiene la capacidad de abrir horizontes y de ofrecer entradas a unos universos diversos y más amplios, afirma Helena Barreto, directora ejecutiva de la Filarmónica Joven de Colombia. 
 
El sobresalto del público que tiene la dicha de asistir a las presentaciones gratuitas de la Filarmónica Joven de Colombia, como el llevado a cabo en el auditorio ‘Luis A. Calvo’ de la UIS el 24 de julio, es la mayor recompensa para los 90 muchachos que se entregan al máximo, con un derroche de técnica, gracia y pasión. La lluvia de aplausos va por descontada.

 

 

Leyenda 3

Helena Barreto, directora ejecutiva de la Filarmónica Joven de Colombia, una obra artística y cultural de la Fundación Bolívar Davivienda que genera capital social. / FOTO PASTOR VIRVIESCAS GÓMEZ

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