jueves, 13 de diciembre de 2012

'Colombia no puede seguir cultivando la desmemoria': Alfonso Gómez Méndez



El ex fiscal y ex procurador general formula serios cuestionamientos sobre el holocausto del Palacio de Justicia, a 27 años de los hechos. Un punto de vista crítico que clama porque el país al fin conozca la verdad, ya que hasta ahora “no se ha permitido”.
 
En esta nación de amnésicos, Alfonso Gómez Méndez no para de repicar la invitación a escarbar y esclarecer de una vez por todas los hechos del Palacio de Justicia y otros tantos capítulos en los que gran parte de este país ha pasado de agache.

Consciente de que esta es una sociedad calculadora, a la que le gusta “el agua tibia en totuma”, este tolimense aprovecha cada espacio que le brindan para pedir la verdad y nada más que la verdad de la toma y retoma ocurridas el 6 y 7 de noviembre de 1985 con un saldo de 95 muertos, 11 desaparecidos y una Corte Suprema de Justicia inmolada, con su presidente Alfonso Reyes Echandía a la cabeza.

Invitado a la apertura de la celebración de los 40 años de la Facultad de Derecho de la UNAB, Gómez Méndez atendió esta entrevista, en la que dice que los fallos de la justicia son para acatarlos y que el único partido que existe en Colombia “es el de los puestos”.

¿Veintisiete años después, lo dejan dormir los ‘fantasmas’ del holocausto del Palacio de Justicia?

Debe ser a otros a quienes no debe dejar dormir los fantasmas del Palacio, particularmente al presidente de la época (Belisario Betancur Cuartas) que desoyó la voz del magistrado (Alfonso) Reyes Echandía. Esa frase del presidente de la Corte Suprema de Justicia, ‘¡que cese el fuego, por favor!’, debe taladrar mucho los oídos en las madrugadas del presidente Betancur cuando siendo él un hombre de paz, por esas cosas del destino, lo llevaron a tomar o a no poder tomar una decisión que hubiese podido impedir, como dijo el magistrado Reyes Echandía en palabras que todo el mundo ha olvidado, ‘¡aquí va a haber una hecatombe!’.

Son muchos los que no pueden dormir, no es mi caso. No podrán dormir los guerrilleros del M-19, que tomaron la estúpida decisión política de tomarse el Palacio, porque solamente alguien que no conociera este país, podía llegar a pensar que el establecimiento se iba a mover por sus jueces. Lo había hecho en el pasado. Lo hizo cuando Carlos Lleras Restrepo le dio la orden al Ejército para que despejara una zona del departamento de Caldas para que pudieran liberar a Fernando Londoño y Londoño; lo hizo cuando Julio César Turbay Ayala en la toma de la Embajada Dominicana donde hubo diálogo y negociación para que no les pasara nada a los diplomáticos; después del Palacio de Justicia se hizo en el Gobierno de César Gaviria Trujillo para salvarle la vida a Álvaro Gómez Hurtado, y en esas seguimos… Los guerrilleros cometieron esa estupidez política, que supone no conocer este país.

Tampoco pueden dormir los miembros de la Fuerza Pública que enfurecidos por esa especie de estado de ira e intenso dolor en que entraron por todas las acciones del M-19, porque Betancur en concepto de ellos les había dado demasiadas largas al M-19, por las subrepticias entrevistas de Belisario con el M-19 en Madrid, por el hecho de que se hubiera dado una amnistía amplia sin contar con los militares… enfurecidos por eso, probablemente, entraron allí con una política de tierra arrasada, sin darse cuenta que estaban matando a unos magistrados. Claro, mataron también a  los guerrilleros, que desde luego era su objetivo aparentemente legítimo, pero igualmente mataron a unos magistrados y a una Corte que se había formado en el curso de muchos años y que con razón fue llamada como ‘Corte admirable’. No es fácil rehacer una Corte Suprema, porque uno puede improvisar ministros, pero no puede improvisar no magistrados ni generales.

No podrán dormir tranquilos que precipitaron que se archivara la investigación contra el presidente Betancur y sus ministros, y que le concedieron anticipadamente una amnistía al M-19 sin que se les hubiera exigido realmente la verdad sobre lo que pasó.

No podrán dormir tranquilos ciertos sectores de los medios de comunicación que acallaron las voces críticas que surgieron en ese momento, y que en cierta forma contribuyeron a que se generara esa especie de lo que yo he llamado: ‘El pacto de silencio’.

¿Quién tiene la última palabra en el caso del Palacio de Justicia?

Va ser muy difícil porque hay hechos históricos que probablemente no se van a clarificar muy bien sino en el curso de los años. En cuanto a los procesos, el vigente lo tiene la Corte Suprema de Justicia cuando hay una acción concreta que es la sanción al coronel (Alfonso) Plazas Vegas y no sé si vendrán otras decisiones en ese sentido. Pero la última palabra la debería tener el pueblo colombiano para no seguir cultivando la desmemoria y así evitar que cosas de esta naturaleza se vuelvan a presentar en el futuro.

¿Para que sirvió el informe que en tal sentido hizo hace un par de años la Corte Suprema, con la participación del magistrado santandereano Nilson Pinilla? Por ejemplo el ex ministro Jaime Castro dijo que el documento es ‘sesgado’.

Es un informe por cierto bastante completo y muchas de las cosas que allí se dicen las había dicho yo cuando hice el primer debate como representante a la Cámara en 1986. La comisión arranca con por qué se retira la vigilancia del Palacio de Justicia, que es el punto de partida y sería lo que esclarecería en verdad qué fue lo que pasó. Tenemos que saber algún día quién dio la orden de retirar la vigilancia. También por la existencia de desaparecidos, el exceso de fuerza, las torturas… la comisión hizo una buena aproximación y una buena labor de recopilación.




¿Le parece a usted sensato que conocido el fallo del Tribunal de Bogotá contra el coronel Plazas Vega, el presidente Juan Manuel Santos salga a pedirle perdón al ex presidente Betancur y a los militares, en lugar de hacerlo con los familiares de las víctimas?

Yo hubiera preferido una actitud distinta del presidente; hubiera preferido que el presidente como en otros casos lo ha hecho, guardara discreto silencio de respeto hacia las decisiones judiciales, así no las comparta. Porque no es lo mismo una opinión en contra de un ciudadano común, que una opinión en contra de un presidente de la República, en un país donde el presidente es el centro de la vida política de la Nación. Hay un ejemplo que es muy diciente de ver cómo el presidente influye en todo. Cuando el episodio del técnico ‘Bolillo’ Gómez, la Federación de Fútbol estaba pensando en dejarlo, hasta que habló el presidente Santos, dijo que había que cambiarlo  y que había que poner técnico extranjero, y terminaron poniendo técnico extranjero (el argentino José Néstor Pékerman). Eso nos da una idea del peso que tiene un presidente en Colombia y por esa misma razón uno preferiría de los presidentes una actitud de respeto, no solamente de Santos porque también el presidente (Álvaro) Uribe fue incluso mucho más fuerte en contra de decisiones de la Corte Suprema, de los jueces y tribunales.

Hay quienes todavía dicen en Colombia que si la guerrilla cometió tales o cuales prácticas prohibidas, por qué el Ejército y la Policía no pueden hacer lo mismo.

Ahí también puede haber un falso dilema porque los guerrilleros son delincuentes, así sean políticos, y en el caso del Palacio de Justicia eran delincuentes y cometieron un acto terrorista, pero es que uno no puede equiparar en la acción a quienes están en contra del Estado de quienes están defendiendo el Estado. La gran diferencia radica en una aparente debilidad. La debilidad es que los agentes estatales no pueden usar sino métodos legales. Es una debilidad pero aparente, porque en ella radica su fuerza. El día en que el Estado utilice los mismos métodos de los delincuentes, esto se nos convertirá en una lucha entre dos organizaciones criminales.

También se podría pensar en que un episodio de esta magnitud, una herida que no se ha cerrado precisamente por ese ‘pacto de silencio’ y ¿por qué veintiséis años después hablando de lo mismo? Porque en su momento la justicia política, la del Congreso de la República, no permitió que actuara la justicia real. Pero ya metidos en estas y frente a una situación diferente porque los guerrilleros fueron indultados y están en cargos del Estado, mientras que los militares están en la cárcel, lo cual la gente probablemente no lo entienda, yo he insistido en que debemos saber la verdad, que nos cuenten dónde están los desaparecidos, qué ocurrió con ellos, y en ese caso podríamos pensar en una salida parecida a la que hizo (Gustavo) Rojas Pinilla en 1954 cuando en plena guerra entre conservadores y liberales y también de tropelías por parte del Estado, sacó un decreto de amnistía tanto para quienes habían atacado el Estado como para quienes en defensa del Estado habían cometido excesos. Pero esta es una decisión que ojalá se pudiera someter por ejemplo a un referendo.

¿El coronel Plazas Vega es un héroe incomprendido, un convicto con privilegios o un delincuente más?

Ninguna de las anteriores, como dicen en el colegio. No es un delincuente porque hasta ahora está amparado por la presunción de inocencia mientras no esté ejecutoriada la sentencia en su contra. Yo no sé qué tan héroe pueda ser si realmente en la defensa del Estado pudo haber cometido excesos o exabruptos. Desde luego que tampoco yo lo calificaría de villano. Creo que fue un oficial que probablemente tomó decisiones equivocadas y que se pudo dejar llevar de la emoción y seguramente del peso que tenía él al interior de las Fuerzas Militares por su condición de pariente del ministro de Defensa de la época, pero su conducta hay que mirarla con el paso de los años con serenidad, sin agresividad, pero tampoco sin falsos halagos.

¿En qué instante el presidente Betancur perdió el control de la situación en el Palacio?

Yo les he recomendado a los colombianos, lo lamentable es que no leen mucho, que se lean el libro de Germán Castro Caycedo sobre lo que pasó en el Palacio. Ahí están los testimonios incluso de personas como Bernardo Ramírez, cercanas a Betancur y que trabajaban con él en la Casa de Nariño, en donde dicen que en esas veintiocho horas el presidente no tuvo el control de la situación. Hablan incluso de que estuvo prácticamente aislado y que no pudo tomar decisiones.

Yo, como representante a la Cámara, dije en 1986 que en esas veintiocho horas hizo crisis el concepto del manejo civil del orden público. Enrique Parejo González, ministro de Justicia de Betancur, ha dicho que el presidente fue desoído, y haber sido desoído eso se llama desobediencia. La Corte Suprema incluso creo que alcanzó a adelantar un proceso contra el general (Víctor) Delgado Mallarino  (director de la Policía Nacional) precisamente por esa desobediencia.

El coronel Plazas Vega insiste en que no hay desaparecidos en el caso del Palacio de Justicia. ¿Pretende tapar el Sol con un dedo?

Uno lo entiende, claro, porque el coronel Plazas Vega es un hombre procesado, además ad portas de una sentencia que puede significar la cadena perpetua para una persona de su edad, y uno entiende que ese sea un mecanismo de defensa, pero desconocer que hubo desaparecidos en el Palacio de Justicia es como pensar que no hay pobreza en Colombia. Muchos tribunales, entre ellos el tribunal especial que creó el presidente Betancur, estableció que sí hubo desaparecidos; el Consejo de Estado también muchas veces; el propio Betancur en una declaración en 1986 dijo que se había enterado que hubo personas que salieron con vida. Entendible la actitud del coronel Plazas Vega como individuo, como ser humano, pero eso naturalmente no es verdad.

¿Ahora resulta que los ‘malos del paseo’ son los magistrados del Tribunal de Bogotá?

En eso también la sociedad colombiana no ha querido entender el papel de los jueces y a estos magistrados sí los han puesto como villanos. Ahora, es posible que hayan tomado decisiones un poco equivocadas. Yo personalmente no hubiera enviado al presidente Betancur a la Corte Penal Internacional entre otras cosas porque eso es inútil y porque no creo que allá se ocupen de estos poetas. Tampoco hubiera hecho lo de ordenarle a los militares pedir perdón, aun cuando se ha hecho en otros casos como en la masacre de Trujillo (Valle) y por orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero al margen de eso, es una decisión sólida, que está fundada en las pruebas y que la gran mayoría de quienes la critican creo que no se han leído ni el cinco por ciento de la providencia, que por cierto es bastante larga.

¿Cuándo cicatrizarán las heridas del Palacio de Justicia?

Las heridas cicatrizan cuando se conoce la verdad, y el problema es que hasta ahora no se ha conocido la verdad y no se ha permitido que se conozca la verdad. En cierta forma yo fui un poco víctima de eso. Cuando como procurador general en 1990 se sancionó ni siquiera penalmente sino disciplinariamente al general (Jesús Armando) Arias Cabrales, se me vino todo el país encima, incluidos El Tiempo, El Espectador, El Siglo, Álvaro Gómez, Misael Pastrana… Yo tengo archivadas todas las caricaturas y columnas que se escribieron contra mí y me graduaron como enemigo de las Fuerzas Militares, porque precisamente es una sociedad que no quiere saber su verdad y por eso es que no cicatrizamos.

¿Usted es de quienes cada vez que se habla de Gustavo Petro Urrego (alcalde de Bogotá), le saca a relucir su pasado como militante del M-19 para descalificarlo?

No, a Petro no se le puede descalificar por haber sido guerrillero, porque pues la sociedad lo indultó y lo amnistió. Inclusive Álvaro Uribe Vélez fue uno de los proponentes de la segunda amnistía para el M-19, y ya si el Estado tomó esa decisión hay que respetarla. A Petro se le puede cuestionar por otras cosas, por sus actitudes políticas, pero no por su condición de ex guerrillero porque entonces en ese caso hubiese sido mejor no indultarlo, pero si la sociedad lo indultó y lo amnistió, ya para qué. Eso es como en los matrimonios, que si una señora le perdona al marido algún desliz que haya tenido, pues para qué se lo recuerda el resto de la vida y sigue con él, o plantéele el divorcio.

¿Por qué Alfonso Gómez Méndez se atreve a meterse con ‘vacas sagradas’ como Belisario Betancur?

Yo he sido así desde chiquito.

¿Pendenciero?

Pendenciero no; soy una persona frentera y probablemente por eso no he servido mucho para la política porque no soy calculador, en un país en  donde lo que prima es la desmemoria y el cálculo. ‘No hago esto porque eso me puede dañar mañana’, entonces como que a la sociedad lo que le gusta es las aguas tibias… el agua tibia en totuma; pero yo no sirvo para eso, simplemente.

¿Le corrió un fresco a usted el día que el Supremo de España sacó de la ‘carrera’ al juez Baltasar Garzón?

¡Ningún fresco! Me parece que Baltasar Garzón jugó un papel importante. Probablemente cometió algunos errores y ese exceso de protagonismo mediático pudo hacerle daño. Yo soy más de la escuela de mi paisano Darío Echandía, quien decía que los jueces debían hablar por sus providencias. El propio Alfonso Reyes Echandía fue presidente de la Corte Suprema de Justicia y si apareció tres veces en los medios en el año que estuvo en ese cargo, fue mucho.

¿Un liberal como usted apoya a un ‘godo’ como Alejandro Ordóñez Maldonado en su propósito de reelección como procurador general?

Como yo no voto, entonces no cuenta lo que diga (sonríe). A estas alturas de la vida no puedo determinar el voto de nadie. En general soy anti-reeleccionista y el país tiene mal diseñado todo este tema de la reelección. ¿Qué ocurrió? La Constitución de 1991 prohibió todas las reelecciones y por equivocación, por andar en las carreras como en la canción, se le olvidó el Defensor del Pueblo y el Procurador General. Pero uno se pregunta: ¿Qué razón hay para que se permita la reelección del procurador y no se permita la del fiscal o la del contralor o la de los magistrados, que también está prohibida. Lo que hay que tomar es una decisión: ¡O todos en la cama o todos en el suelo! Reelección para todo el mundo o no reelección para todos.

Por principio, independientemente de la gestión del procurador Ordóñez que en muchas ocasiones he apoyado en público, yo preferiría que no hubiera reelección en ningún caso: ni del presidente, ni de los alcaldes, ni de los gobernadores… Todo aquello que implique utilizar el poder que se tiene en un momento determinado para permanecer en él, me parece que no es conveniente.

¿Luis Carlos Restrepo, ex comisionado de paz del Gobierno Uribe Vélez, es un perseguido político o un prófugo de la justicia?

Es un psiquiatra equivocado que cambió de look y ahora aparece con esa luenga barba, como si fuera alguien en la clandestinidad. En el caso de la desmovilización del bloque ‘Cacica Gaitana’, evidentemente cometió equivocaciones; lo que está por establecer es si realmente él estuvo al tanto de eso o fue engañado, cosa que puede ser perfectamente posible.

Lo que creo es que él tarde o temprano va a reflexionar y alguno de sus colegas puede ayudarle a enderezar la mente y que entonces reflexione y le ponga la cara al proceso, donde por lo demás no le puede ir tan mal. En estos días una juez ordenó su captura aparentemente porque no se había presentado, pero desechó los cargos de la Fiscalía. Yo creo que le han aconsejado mal quienes le han pedido que se vaya. Él que es psiquiatra sabe que los duelos se manejan mejor in situ. Cuando a uno se le muere el papá es mejor quedarse donde el papá murió y no irse al exterior a rumiar el duelo.

¿La nostalgia de los uribistas por Uribe tiene límites?

No, porque ésos son oportunistas. Aquí el único partido que existe es el partido de los puestos. No es sino mirar la historia: A Horacio Serpa lo derrotan por el fracaso del Caguán, que no fue de él sino de Andrés Pastrana, y los pastranistas y muchos liberales se fueron para donde Álvaro Uribe, se volvieron furiosos uribistas, apoyaron la primera reelección y algunos como Germán Vargas Lleras se bajaron pero ya en el último año porque estuvo siete años aprovechando de la burocracia oficial, y hoy esos que ayer eran uribistas hoy son santistas, y seguramente que si el presidente mañana fuera ‘Tino’ Asprilla, pues serían fervorosos partidarios del ‘Tino’ Asprilla porque el único partido que hay es el de los puestos.

¿Cuándo se le acabará la ‘luna de miel’ al presidente Juan Manuel Santos?

(Alfonso) López Michelsen decía que la popularidad es como una chequera contra la cual hay que girar, y hay que girar para tomar decisiones. De hecho ya está teniendo contradictores por una causa noble como es defender a los desposeídos de Colombia. Me parece muy bien que Juan Manuel Santos se dé esa ‘pela’ y que si eso le cuesta popularidad, pues bienvenida la impopularidad si es a costa por ejemplo de pelear con los terratenientes y  empresarios que despojaron a los campesinos. Lo otro son los presidentes que gobiernan solamente con las encuestas, para decirle a cada quien lo que quiere oír.

¿Es demasiado atrevido de Santos autodenominarse el ‘Presidente de los campesinos’?

Seguramente a alguna gente le parecerá raro que el sobrino-nieto de Eduardo Santos se coloque como en la posición de (Jorge Eliécer) Gaitán, pero ahí no importa; lo que importa es que haga las cosas, y hasta ahora ha dado muestras de que lo está haciendo.

¿Usted ha podido regresar a su natal Chaparral (Tolima) o extraña la ‘Seguridad Democrática’?

Claro que voy con frecuencia y eso de la ‘Seguridad Democrática’ es un cuento, porque toda ‘seguridad’ no puede ser sino democrática en un Estado de Derecho. Esa es una de las grandes mentiras que le vendieron a este país como un gran logro de Uribe Vélez; todo Estado tiene que proveer la seguridad.

¿En qué instante Alfonso Gómez Méndez se volvió el gurú de El Tiempo y por lo tanto intocable?

No, yo sí que soy tocable, porque conmigo sí se mete mucha gente. Yo lo que he sido es un combatiente. Pensaba en estos días, a propósito de lo que ha pasado con la fiscal Viviane Morales, que eso no es la décima parte de lo que me pasó como procurador general y usted Pastor debe recordar lo que pasó en 1989 cuando El Tiempo me pidió la renuncia a los ocho días y El Espectador ni se diga porque me cobraba una vieja deuda por haber sido abogado de Jaime Michelsen (banquero que asfixió a ese periódico por denunciar sus negociados) y me cobraba haber ejercido la profesión. También Álvaro Gómez, Misael Pastrana y pensar que los censores morales míos fueron Fabio Valencia Cossio y Alberto Giraldo. Lo que pasa es que me he curtido en la lucha. Yo no busco las peleas, pero tampoco las evito, y sobre todo cuando se trata de defender principios. Creo que simplemente me ofrecieron esa columna en El Tiempo, no hago parte de los círculos de poder de este país y a veces me siento como un provinciano colado en esos medios bogotanos, pero nunca he dejado de ser lo que soy ni he dejado de expresar lo que tengo que decir, ni he perdido mi autenticidad.

Hace unos años entrevisté a Fernando Londoño Hoyos y le pregunté que si lo peor que le han gritado en la calle es ‘¡abogado de Fernando Botero! ¿Lo peor que le han gritado a usted es ¡abogado de Jaime Michelsen Uribe!? ¿Se arrepiente de haber defendido a ese sujeto?

No, de ninguna manera. Él necesitaba un abogado penalista y además Jaime Michelsen en su época era pues el dueño del país, nada menos. Los amigos de Michelsen eran otros. Belisario Betancur era amigo íntimo, también Alfonso López y todo el establecimiento de este país. A mí muchas veces me han maltratado, sobre todo por haber hecho alianza con la Unión Patriótica en 1986 en el Tolima, en un proceso legítimo en el que varios partidos tradicionales hicieron alianza con un partido legítimo nacido de los acuerdos de paz de Betancur y con eso sí han tratado de ofenderme a  veces.

¿Alfonso Gómez Méndez tiene ‘rabo de paja’?

Pecados como todo ser humano, pero creo que me puedo arrimar a la candela.

      


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