domingo, 16 de diciembre de 2012

"¡Quintín Lame sigue vivo!"


Entrevista al dirigente indígena del Cauca, Gilberto Yafue, quien habla de cómo los Nasa (Páez) han hecho respetar su territorio en medio del conflicto armado interno colombiano y a 519 años de la invasión española. Más de 600 muertos han tenido que poner estos pueblos sedientos de justicia social.

A Manuel Quintín Lame Chantre (1880-1967), el líder indígena más importante de Colombia en el siglo XX, le violaron a su hermana Licenia (muda) en la guerra de 1885 y le mutilaron a machetazos y asesinaron a su hermano Feliciano en la Guerra de los Mil Días. Nació en El Borbollón (Cauca) y murió en Ortega (Tolima). Dedicó su vida a la defensa de los indígenas del Cauca (donde tuvo más de 50 mil seguidores), Tolima, Valle, Huila y Nariño, trabajó para terratenientes que no le pagaban un solo centavo, luchó por crear una ‘República Chiquita de Indios’ en oposición a la ‘República Grande de Blancos’, reclamó la tierra de sus ancestros, pagó más de seis años de prisión en una mazmorra (atados los pies con grilletes e incomunicado), protagonizó reiterados intentos de levantamientos armados, fundó escuelas, escribió libros, no le dio pena reclamar sus derechos como indígena y entregó su vida por la causa.

Pero 44 años (2011) después de su muerte, Manuel Quintín Lame sigue vivo. Eso al menos es lo que asegura Gilberto Yafue, directivo del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), quien enarbola las banderas de “resistencia y lucha en defensa de la unidad, autonomía, tierra y cultura”.

Yafue vino a Bucaramanga el 30 de agosto con el propósito de participar en el taller nacional ‘Mediaciones e intermediaciones en el conflicto armado colombiano’, organizado por Pensamiento y Acción Social, Unión Europea, Diócesis de Quibdó, Fundación Cultura Democrática y la Universidad Autónoma de Bucaramanga, UNAB.

Entrevista a este indígena caucano que es considerado por la Unesco como “Maestro en Sabiduría” y quien porta la voz de más de un cuarto de millón de esos otros colombianos a los que los blancos miramos con desdén.

¿El CRIC es una aliado de cuál de los actores del conflicto? ¿O es una organización que se hace respetar y no se deja involucrar en la guerra?

El CRIC es una organización indígena, más o menos de enfoque gremial, que recoge las banderas de lucha de muchos años, dirigido a tres derechos: la defensa del territorio, la defensa de la identidad y la búsqueda permanente de mejores niveles de autonomía y autodeterminación. Hablamos de autonomía de pueblos diversos, y en consecuencia no nos hemos casado con ningún grupo armado e incluso con ninguna política del Gobierno porque siempre hemos sido atropellados en la construcción de esta Colombia y más han sido las leyes de despojo que a nuestro favor. Lo poco que hemos ganado, lo hemos obtenido a través de la movilización y de la lucha constante.

No somos solo una organización indigenista, y eso lo demostramos en la movilización de 2008 donde también sentimos en nuestro corazón y en nuestra piel que el pueblo colombiano tiene unas necesidades insatisfechas y que hay unas políticas lesivas que nos juntan y que nos ayudan a sentir esa crisis que hay en este país.

¿Cómo hicieron para decirle a la guerrilla, a los paramilitares y al Ejército que su territorio es sagrado y que no se metan con ustedes?

Enfatizando mucho ese derecho de pueblos originarios, peleando derechos particulares diferenciados. Poco a poco hemos ido ganando en términos legales y constitucionales unos derechos particulares. En términos de un marco fuerte de identidad y sentido de pertenencia, a los territorios indígenas los consideramos como unas casas en donde habitamos y uno cuando se siente propietario de su casa, a un ladrón nunca le abre las puertas. Por el contrario, si hay dignidad, identidad y sentido de pertenencia, al que viene a hacer daño hay que sacarlo a garrote.

¿A cuánta gente representa el CRIC?

Mal contados somos 264 mil indígenas que corresponden a siete pueblos plenamente identificados y otros tres más que están en proceso de identificación. Tenemos una cobertura de área geográfica de 544 mil hectáreas, de tres millones y un poco más que tiene el Cauca, haciendo claridad con esa cifra de que no somos terratenientes como se ha dicho. Esas 544 mil hectáreas corresponden a tierras que no nos hemos dejado despojar, así que desmentimos eso que dice el Gobierno que ‘generosamente nos ha dado’. Nadie puede dar de lo que nunca ha sido suyo. Esa tierra la hemos conservado bajo la figura protectora de los resguardos, figura que se instauró en la época de la Colonia. Hoy en día somos 79 resguardos y 111 cabildos. Cuando el CRIC empezó solamente éramos seis cabildos.

¿Cuál es el costo que ustedes han tenido que pagar por esta causa?

En términos de víctimas es doloroso porque cualquier proceso fuerte como en el caso de nosotros que hemos confrontado a la insurgencia, especialmente a las Farc, y al Gobierno en términos de políticas lesivas, la estrategia más cercana es eliminar los cuadros políticos visibles. La lista es interminable y podemos contar más 600 compañeros asesinados, sin contar los desaparecidos. Mujeres, jóvenes, gobernadores… la lista es larga, sin contar las amenazas, el desplazamiento y el despojo territorial del cual hemos sido víctimas.

Uno de los casos más sonados es el de Edwin Legarda, esposo de la consejera mayor Aída Quilcué, muerto por disparos de miembros del Ejército de Colombia en 2008.

El caos fue cogido en flagrancia. La Fuerza Pública en una emboscada ultima al esposo de la compañera Quilcué. Nosotros lo asumimos como una retaliación del Gobierno porque eso fue posterior a la minga de resistencia social de 2008. Demostramos en estrados judiciales esa situación en la que por lo pronto han declarado culpables a unos pobres soldados, que en últimas son los que ponen el pecho en el conflicto, pero la verdad tiene que darse para determinar quién es el autor intelectual de este crimen. Detrás de ellos hay unos mandos y hay un Gobierno que nosotros consideramos son los responsables y los pensadores de esta estrategia de generar miedo a cualquier espacio de movilización.

En 2010 entrevisté a su compañero dirigente Feliciano Valencia, quien a su regreso a la zona fue detenido. ¿Qué pasó en ese caso?

En la minga de resistencia social y comunitaria en La María-Piendamó, el Gobierno infiltró un militar y la guardia indígena en su ejercicio de control identificó a esta persona, la puso a disposición de la comunidad y el cabildo mediante un debido proceso le aplicó unos remedios propios del movimiento indígena, y luego se le entregó al Gobierno a través de delegados de la ONU. Sin embargo, el Ejército y el soldado contrademandaron, acusando al movimiento indígena en cabeza del compañero Feliciano, de secuestro y tortura. Nosotros nos estamos defendiendo ante la justicia, pero creemos que esta es otra forma de estigmatizar y menospreciar la jurisdicción especial indígena vía artículo 246 de la Constitución Nacional, que nos ganamos en la Carta Magna. Al soldado se le respetó su vida y su integridad; lo que hicimos fue aplicar un derecho. Si no es por la guardia que lo protege, las cosas habrían pasado a mayores.

Por tradición los blancos hemos observado a los indígenas con menosprecio. ¿Ustedes cómo nos miran?

De esa situación son culpables la educación y el modelo económico implementado aquí, donde el que sabe es el doctor o el licenciado, y ahí pare de contar. A quienes no tenemos estudio o se nos dificulta el idioma español, porque hablamos nuestro propio idioma, no podemos relacionarnos.

Para el caso de cómo los vemos a ustedes, la sociedad mayoritaria no indígena, hoy estamos ante el reto de una modernidad y una interculturalidad. Lo que hay que afirmar es que ambos nos necesitamos. Ambos tenemos valores, tenemos conocimientos y fortalezas, y compartimos un territorio. Aquí no puede haber situaciones de menosprecio, de desigualdades en términos del color de la piel o del pensamiento. No podemos olvidar tantos años de olvido, de marginamiento y atropello, pero seguramente la gente del común no es culpable. Los culpables son los gobiernos que impulsan políticas sectarias o egocentristas, inclusive el mismo racismo. Yo no culpo a la mayoría de la sociedad colombiana; aquí nos tenemos que ayudar y saber que todos somos necesarios y que podemos convivir pacíficamente.

En cuanto al tema de la avasallante minería, ¿para ustedes qué significa la Tierra?, ¿Por qué defender la naturaleza?

En su sabiduría, la madre Tierra como ser vivo está dispuesta a generar sus mejores frutos sin distinción de ningún conocimiento. Para nosotros es particular el hecho de que sustraerle algún elemento, sea agua o un mineral, pues estamos contribuyendo a que pierda su razón de ser y se generen desequilibrios. Cuando uno concibe una madre y ella le da el sustento diario, uno tiene que retribuirle en su protección integral porque dependemos de ella. Nuestro futuro es de agua y oxígeno, más que de oro y petróleo, Ningún petróleo, ningún oro va a suplir nuestras necesidades básicas. El tema minero se agudiza y no nos oponemos a la minería artesanal, pero en lo que tiene que ver con la minería a gran escala y a cielo abierto, que arrasa cualquier forma de vida y sobre todo donde se afecten sitios sagrados de producción de agua, ningún grupo humano va a cambiar el oro por dos elementos vitales que son su agua y su oxígeno.

No solamente los indígenas sino todo grupo humano que propenda por seguir existiendo y dejarle a las futuras generaciones unas condiciones mínimas de vida, tenemos que oponernos a las multinacionales y a la gran minería.

¿Cómo es que un tipo con apenas quinto grado de primaria y sin ninguna maestría o doctorado, es considerado Maestro en Sabiduría?

Lo importante aquí es poner a su pueblo en su corazón, sentir la piel de la gente. Se trata de sensibilidad, de afectos, de sentimientos, de entender que la gente tiene derecho a profesionalizarse, pero el hecho es que uno siempre esté al seno de su gente. Hay que salir a conocer otros mundos y otras experiencias, porque eso enriquece, pero lo importante es identificarse con su gente y ayudarla. Que uno tenga esa confianza y esa credibilidad, y en cualquier escenario defender a su pueblo. No pensemos con el cerebro, pensemos con el corazón, porque el corazón genera sentimientos, pero también razón y sustentación. El valor de la palabra hoy en día se ha perdido y el principal legado de los mayores es el respeto a la palabra y el respeto a las ideas. Eso lo aprendí escuchando a los mayores y hoy en día la gente se puede reír de eso, pero era una forma de educarlo a uno.

Con ese largo camino recorrido por ustedes los indígenas, ¿la salida al conflicto armado interno colombiano es a punta de bala, por la vía de la negociación o que venga otro ‘mesías’ parecido a Álvaro Uribe?

Las opciones de la vía militar arrasante de la derrota no es posible, porque la sangre es sangre y una víctima va a dejar sentimientos de venganza y resentimiento. Los indígenas estamos convencidos que la paz o la armonización del país, el equilibrio de las fuerzas, se logra es a través del diálogo, de los argumentos, de la palabra. No podemos desconocer que en Colombia hay unas razones estructurales por las cuales se argumenta el conflicto, pero ningún ser humano puede tolerar la degradación donde se ponga en riesgo la vida. Frente a eso, la palabra, el diálogo, las ideas, son la mejor ruta para desarmar el corazón y buscar una salida civilizada, propugnando porque estas desigualdades que son el caldo de cultivo del conflicto se vayan subsanando. Se necesitan mejores gobiernos y gente nueva. Tenemos que salir de esas élites que han gobernado el país, porque aquí hay gente buena pero el problema es que no nos han dejado participar.

¿Las Farc hoy en día les tienen respeto o los miran con desconfianza?

Al igual que el Gobierno, nos ven como una piedra en el zapato. Para ellos somos una dificultad, porque cuando empezamos a hablar de sitios de asamblea permanente -otros los llaman sitios de paz o de convivencia-, donde rechazamos la violencia, entonces nos ubican como traidores o ajenos a esa causa. En la actualidad hay cierto grado de respeto, pero más que respeto nos siguen mirando desconfiadamente porque no somos afines a esa política, porque hablamos de autonomía. Pero de igual forma nos mira el Gobierno colombiano.

Ante tantos problemas, ¿por qué no se 'asila' en Bogotá o Cali?

¡No! Es una opción errada porque yo sigo viviendo en el campo y nuestra concepción de la Tierra es muy particular. No es aconsejable la ciudad. En el campo hay oportunidades. Yo soy agricultor, me gusta trabajar la tierra. Ahora estamos sembrando café e inicialmente lo hicimos con el fique y la cabuya. Pero indígena, campesino o afrodescendiente que no tenga su huertica para asegurar su comida diaria, ¡está jodido! De ahí en adelante lo que hay que buscar es fuentes que nos generen otros ingresos para los temas de salud, la educación y la vivienda, pero la Tierra es bendita, la Tierra produce. Es nuestra principal fuente de ingresos y debemos ser agradecidos y no abandonarla. Por muy fuerte que sea la violencia, tenemos que hacer todo lo posible por enraizarnos y quedarnos en nuestra tierra. No hay opción. Los guerreros precisamente lo que buscan es que abandonemos el campo. El futuro nuestro, así usted no tenga estudio o no tenga plata, es el campo. La Tierra es bendita y siempre nos dará de qué comer.

Tengo una esposa, tres hijos y una nietica. La tierra es poca, entre lo que heredamos mi señora y yo por parte de papá y mamá, pero es suficiente para sostener a una familia. A diferencia mía, hay gente que no tiene tierra, y por eso luchamos. Por ahora no me quejo porque con lo poco que tenemos nos podemos sostener.

¿Quintín Lame quedó en el olvido?

Para nosotros no. ¡Quintín Lame sigue vivo! La sociedad colombiana lo recuerda como un personaje que se levantó en armas, no para tomarse el poder sino para defender a nuestros dirigentes que nos estaban matando. Casi fue una obligación. Hay una enseñanza de que es un error tomar las armas porque un arma en la mano es para matar, pero es bueno aclarar que Quintín Lame no lo debemos recordar como un actor armado. Para nosotros Quintín Lame fue la persona que dignificó el ser indígena. Él nos decía: ‘no se avergüencen de ser indígenas, hablen su lengua, rescaten sus valores, fortalezcan su tierra’. Nosotros lo seguimos recordando como un indígena que nos hizo sentirnos orgullosos de ser indígenas y hoy en día vemos que el indígena va en cualquier parte del mundo y habla su lengua, se identifica como indígena y no le da vergüenza sea cual fuere el espacio al que lo llamen.

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