viernes, 21 de diciembre de 2012

"Las cuentas pendientes no se olvidan": banquero Nicolás Landes



Nicolás Landes fue el dueño de los bancos Andino y Popular, pero gracias a la persecución que algunas autoridades le montaron en Colombia para tapar la crisis del Banco del Pacífico y en la que se gastaron millones de dólares aduciendo que se había quedado con dineros provenientes de la recaudación de impuestos, paró en prisión y cayó en la ruina. Entrevista exclusiva (abril de 2010) con este banquero que sigue alegando su inocencia.
A Nicolás Landes ya no lo frecuentan los presidentes, ministros, políticos y ‘cacaos’ que lo acechaban cuando era la cabeza del Banco Andino en Colombia y del Banco Popular en Ecuador.
Menos lo hicieron cuando Landes estuvo detenido en la cárcel ‘San Sebastián’ de San José de Costa Rica o en el Penal ‘García Moreno’ de la capital ecuatoriana.
Perseguido, desprestigiado, privado de la libertad, raquítico y en la ruina, Landes tuvo que acostumbrarse a la soledad, aliviada con las visitas de sus pocos amigos sinceros y ex colaboradores que aún hoy le siguen siendo fieles.
En la gélida celda de la prisión ubicada en las laderas de Quito, Landes cursó a distancia la carrera de Psicología y conoció a la periodista Caridad Vela, que no sólo abanderó su reclamo de inocencia, sino con quien terminó enamorándose. Relación que nada le gustó al dueño del Banco del Pichincha, que la desvinculó como organizadora de la temporada taurina local, que es uno de los principales acontecimientos en este país donde reina el miedo a denunciar y más en tiempos del presidente Rafael Correa.
Ya en libertad después de cuatro años de encierro por el delito de peculado y recuperándose de las huellas dejadas por una década de sufrimiento que lo tuvo a punto de dejarse morir por inanición, Landes aceptó esta entrevista exclusiva.
Paradójicamente estamos en el noveno piso de un edificio llamado Euro, frente al parque La Carolina, al otro lado del cual está la imponente construcción que perteneciera a su Banco Popular y que al verlo por la ventana le hace brotar un par de lágrimas.
Como castigo vitalicio, no podrá volver a ejercer ninguna actividad en entidades vigiladas por la Superintendencia de Bancos. “Aquí todo es posible y quien tiene el poder político o económico resuelve en la justicia lo que desee”, dice este hombre que no tuvo más remedio que optar por el bajo perfil.
Está ‘arrimado’ en una oficina que le cedió Caridad, quien allí tiene la sede de su revista “Clave”, una publicación dedicada al sector de los bienes raíces.
No hay cuadros de Guayasamín, ni esculturas costosas, sólo un computador, un escritorio, una mesa, tres sillas y dos pocillos con una aromática que aquí llaman “Agua de viejas”. Ah, y el ruido atronador de los aviones que aterrizan a pocas cuadras y al cual ya están acostumbrados los quiteños.
¿Qué fue lo más duro de estar en la cárcel?
Lo primero es el simple shock casi físico de estar encerrado en un ambiente desconocido y potencialmente peligroso como el que me tocó en Costa Rica en un pabellón de delincuentes comunes. Por suerte no me pasó nada, pero sí tuve la sensación aguda de estar privado de la libertad. Uno de los ingredientes es la falta de comunicación vista la limitación a las visitas y a las llamadas telefónicas. Fuera de lo que es el contacto con el abogado, uno está incomunicado con la familia y con quienes le puedan ayudar.
Luego viene una sensación de gran impotencia al estar en una situación en la que la capacidad propia pesa muy poco porque la vida de uno está en manos de terceros que poco o nada están interesados en la situación personal. Es un sistema impersonal en el que cada quien debe salvarse como pueda.
Y luego a medida que uno sorprendentemente tiene una capacidad de adaptación mucho mayor a la que se imagina y va superando esos primeros problemas, va sintiendo el problema a más largo plazo que es la pérdida del tiempo y las oportunidades que uno tiene como persona para seguir trabajando y para compartir con su familia. Me golpeó muy fuerte el caso de mis hijos adolescentes, sabiendo que eran años que no los podría recuperar, y sólo recién ahora estoy comenzando a restablecer vínculos que se fueron aflojando porque el amor no desaparece, pero la relación humana está basada en cierto grado de cotidianeidad y al no haberla pues hay un alejamiento.
Se pierde también el tiempo laboral, que es más grave a medida que uno se pone más viejo y sabe que los años que le quedan son escasos.
¿Llevaba una cuenta de los días? ¿En algún momento decidió no seguir haciéndola?
No, porque si uno quiere sobrevivir sicológicamente no puede contar los días, ni los que ha estado y peor los días que le faltan, porque en Ecuador la gente sabe cuándo entra a la cárcel pero no tiene idea de cuándo vaya a salir. La ansiedad va creciendo a medida que se acerca la supuesta fecha de recobrar la libertad, pero que por demora en los trámites, por inoperancia burocrática o por cualquier factor se va dilatando y eso causa una situación inmanejable. La única manera de sobrevivir en ese tipo de situaciones es viviendo el día. Uno tiene que centrarse en el presente, y para quien como yo por la trayectoria laboral ha estado enfocado a la planificación, toca cambiar el casete y mañana veremos qué pasa.
¿Sirvió para algo la huelga de hambre que hizo en Costa Rica o fue una locura?
Efecto práctico, realmente ninguno. Los sistemas carcelarios son totalmente impersonales y si no hay un eco importante a nivel de medios de comunicación que ejerzan una presión, que en mi caso no se dio, a las autoridades carcelarias o judiciales no les hace el más mínimo efecto. Me sirvió como una prueba de fuerza de voluntad y como un interesante descubrimiento de la capacidad de resistencia del cuerpo y de lo increíblemente adaptable que es el ser humano. Si me lo pregunta ahora, no vale la pena.
¿La palabra revancha está en su agenda?
¡No! En algún momento de la fase inicial, parte por lecturas y reflexiones propias o por oír a otras personas, se me hizo claro que incorporar ese sentimiento de revancha en la vida diaria es perjudicial para uno mismo, y que estando en la cárcel toda la energía emocional que uno tiene debe estar dirigida hacia mantenerse a flote y sacar provecho en la medida que se pueda de ese periodo.
Eso no quiere decir que uno no tenga las cuentas muy claras y que no conozca bien quiénes son los deudores y cuánto le deben, pero es muy diferente de decir yo vivo para una revancha porque la principal y mejor revancha es poder salir, recuperarse, volver a disfrutar de las cosas que gozaba, reincorporar cosas que perdió… Ahí está la principal revancha, pero eso no quiere decir que uno se olvide de las cuentas pendientes.
Alguien diría que usted salió de la cárcel a vivir de lo que logró esconder. ¿De dónde saca su sustento?
Nunca me voy a olvidar ni a cansar de repetir que los años que estuve preso, fui el beneficiario de una expresión de lealtad y de cariño por parte de muchos ex funcionarios del banco que colaboraron especialmente con plata para mi mantenimiento, para ayudar a pagar los honorarios de mis abogados, incluyendo los gastos que uno tiene así la vida de la cárcel sea muy austera, pero no es gratuita.
A mi salida me hicieron un homenaje que todavía me emociona al recordar que se juntaron casi unos trescientos ex empleados de Quito y de todo el país para recibirme y expresarme otra vez el cariño y su lealtad. De las pocas cosas provechosas que uno saca es conocer quién es quién en la vida de uno y en este caso fue algo que fue mucho más allá de cualquier expectativa que haya tenido.
En el día de hoy trabajo como consultor, en la medida que me prohibieron por mandato judicial trabajar en el sector financiero que es al que me he dedicado toda la vida. Lo que estoy haciendo es poner en práctica mi experiencia como administrador, y por suerte algunas empresas ecuatorianas me buscaron para que colabore como asesor en formular sus estrategias de empresa.
Pasé por una sede abandonada del Banco Popular, invadida por la maleza, que está a pocas cuadras de la Embajada de Colombia. ¿Qué siente cuando ve las ruinas de su emporio?
Aquí (coge la grabadora y se levanta), frente a mi ventana, si ve ese edificio, el más grande, el que tiene las columnas de concreto a la vista, esa era la sede del Banco, así que está al frente mío todos los días. Ahí está ahora el Ministerio de Educación y, para ironía de la vida, también el Ministerio de Justicia.
A nivel emocional yo dejé atrás lo que fue y lo que pudo haber sido, pero sí me llama la atención la cantidad de personas que directa o indirectamente, no solo funcionarios del Banco sino también clientes y empresas que trabajaban con el Banco, todavía al día de hoy, diez años más tarde aún lamentan que no exista la institución, sea como lugar de trabajo, sea como banco que financiaba actividades empresariales, entonces me da pena de cierta manera que la institución que se forjó dejó de existir. La parte física no viene mucho al caso.
¿Qué hacer en ese desespero y desilusión para no seguir aquel consejo de Joaquín Sabina de cortarse de un tajo las venas?
Ese paso sicológico es algo que uno tiene que dar en la fase inicial de estar detenido, porque en caso contrario uno cae en un pozo sin fondo donde vive atado al pasado, tanto alo bueno que uno extraña como a lo malo que a uno le irrita y le causa malestar y la sensación de tener que buscar la revancha. La única salida es decir el pasado fue. Hay realidades que son irreversibles, hay que aceptarlas y más bien poner la energía hacia el presente, y estando en libertad apuntar hacia el futuro; mirar hacia atrás no aporta nada.
¿Caridad Vela fue un regalo de Dios? ¿Una casualidad? ¿Algo inexplicable?
Una feliz casualidad, porque no hay ninguna duda que para quien está privado de su libertad y peor cuando la familia está lejos, la presencia de una persona como ella con toda su energía y su amor y su alegría, es un factor muy positivo. Fue una bendición, un rayo de luz, en medio de todos los malestares y problemas que uno tiene estando preso, y que más que compensa todo lo negativo que hay del otro lado.
¿Qué errores admite haber cometido?
Dependiendo del grado de exigencia que uno se ponga puede hacer una larga retahila, pero el error número uno es que yo fui ingenuo en estimar que se podía llevar adelante una actividad bancaria importante sin participar en los juegos políticos que son costumbre en nuestros países. Yo no digo en el sentido de ir a buscar beneficios, prebendas o ventajas, pero simplemente en el sentido de comprar protección, de tener una seguridad de que no va a ser la institución, uno y todas las personas vinculadas víctimas el día de mañana de intereses ajenos, de circunstancias políticas, que fue el caso tanto del Banco Andino en Colombia, como del Banco Popular en el Ecuador.
Mirando para atrás a nivel administrativo y financiero puedo identificar factores que uno con la ventaja de la retrospectiva identifica claramente, pero ninguno de esos habría causado… Uno dice qué fue el factor fundamental que causó toda esta situación y es muy sencillo: en el caso nuestro fue este factor político del cual no tiene justificación lo que nos hicieron. Pero la otra cara de la moneda es que debí haber tomado una actitud más proactiva de crear defensas y protecciones a nivel político para no ser vulnerable al tipo de tratos y actuaciones que nos hicieron.
En los programas de reality eso lo llaman inmunidad. ¿Usted no la compró?
No, yo más bien tenía la idea ingenua de que si uno operaba dentro del marco de la ley, cumpliendo con las obligaciones que uno tiene tanto como empresario como ciudadano, entonces hasta ahí llega la tarea que le corresponde, y si uno no está buscando del Estado o de los políticos que le den algún tipo de ayuda o de ventaja entonces simplemente no tiene que estar metido en ese mundo ni participar de alguna manera en esas circunstancias.
¿De qué se arrepiente?
Mi arrepentimiento vendría del hecho de que puse mis criterios y principios personales por delante de la realidad de cómo se conducen los negocios en Colombia y Ecuador, y que por culpa de eso entonces no solamente me perjudiqué yo y mi familia, sino que se perjudicaron cientos de empleados del Banco Popular en Ecuador, funcionarios del Banco Andino en Colombia que fueron injustamente agredidos y procesados, y se perjudicaron también clientes que trabajaban con el Banco y que se quedaron sin la institución con la cual contaban. El arrepentimiento viene de las consecuencias de los actos que uno hizo por omisión o comisión y que traen esas consecuencias, máxime cuando no había razones fundamentales de carácter financiero o de carácter jurídico que hayan llevado a la situación en la cual nos encontramos en Colombia y Ecuador. En ese caso debíamos haber dicho que cometimos errores gruesos de mal manejo o de un manejo doloso, pero ha quedado comprobado que no hubo ni lo uno ni lo otro; lo que ha habido es simplemente una situación de abuso político con unas consecuencias que a nivel humano para muchas personas ha sido muy doloroso.
Pero debo decir que un factor que ha sido de agrado en estos meses que he estado libre es encontrarme con muchos ex funcionarios del Popular que están ahora muy bien ubicados como funcionarios en otras entidades o como empresarios por su propia cuenta, que han tenido éxito profesional luego del bache cuando el Banco cerró y que todos ellos atribuyen en algún grado su éxito a la experiencia y el aprendizaje que obtuvieron durante se tiempo en el Popular. En ese sentido, la sensación de la pérdida causada a ellos se compensa en algún grado por ver que cuando fueron lanzados a la piscina pues sabían nadar y han salido adelante.
Recuperar el capital es prácticamente imposible. ¿El nombre tampoco?
En el sentido absoluto de la palabra, no, porque lo que sí es evidente es que cuando se echa fango por más que se lave algo queda. En un área tan sensible como la bancaria, el daño que se le hace a la reputación profesional de un banquero es en alto grado irremediable, pero eso no quiere decir que no se pueda dejar claro a través de sentencias judiciales que las acusaciones no tenían ningún sustento y que desde el punto de vista jurídico y técnico no había razón alguna para haber iniciado las acciones tanto judiciales como mediáticas que se hicieron en contra mía. Tengo la intención y me dedicaré los años que sean necesarios para limpiar mi nombre, pero a la vez he entendido que las acusaciones son titulares de primera página y las rectificaciones son pequeñas columnas de páginas interiores y nunca llegan a tener la misma difusión las declaraciones de inocencia posteriores a las acusaciones originales.
¿Con qué ‘película’ de la crisis bancaria se quedaron los ecuatorianos?
Durante una década distintos gobiernos, políticos en general y muchos comentaristas han repetido la cantaleta de que aquí lo que había era una banda de banqueros corruptos que saquearon a sus instituciones, las quebraron y salieron ricos dejando un hueco para que cargue con eso el Estado. Entonces ahí se aplica la tesis de que las mentiras repetidas se convierten en verdades porque eso ha sido el discurso y hecho con tal intensidad que impidió desde un inicio cualquier análisis objetivo o cualquier versión alternativa, inclusive cualquier distinción de caso, desde aquellos que pudiesen corresponder a esta narrativa hasta aquellos que no corresponden para nada. Para todo el mundo se aplicó la etiqueta ‘banquero corrupto’, con lo cual automáticamente se determinó la culpabilidad de todos aquellos a quienes nos aplicaron esa etiqueta sin derecho a réplica o análisis. Ese ha sido el mensaje de estos diez años y la gran mayoría de la población, salvo unos pocos que han estado enterados de lo que realmente sucedió, opina que efectivamente eso fue el tema de la crisis.
Usted decía no revancha, pero tampoco olvido. ¿A quiénes y qué cuentas no olvida de Colombia?
En Colombia es corta y muy evidente esa lista. Quienes participaron de forma directa, consciente y con mala intención en el inicio del proceso de la demanda en Miami, que fue el factor que determinó la caída del Banco Popular en Ecuador y que también fueron los responsables de iniciar el proceso penal contra funcionarios del Banco Andino, fueron Juan Camilo Restrepo (ex ministro de Hacienda) y Fanny Kertzman (directora de la DIAN). ¿Quiénes tuvieron una participación, conocimiento y dieron luz verde a estas actuaciones? Fueron el presidente Andrés Pastrana Arango y el entonces embajador en Washington, Luis Alberto Moreno (hoy presidente reelecto del Banco Interamericano de Desarrollo, BID). ¿Qué grado de participación directa tuvieron? Tal vez algún día lo sepamos a través de instancias judiciales, pero estaban plenamente enterados, conocían muy de cerca el caso del Banco Andino, me conocían personalmente, sabían de quién estaban hablando, y no obstante eso pues dieron su luz verde a actuaciones que el tiempo ha demostrado que eran a sabiendas, falsas y maliciosas porque no hay mejor documento que la publicación que sacó la DIAN en el año 2005, cuando reconoce que el Banco Andino a través del liquidador nombrado por el propio Estado vía Fogafin, le pagó a la DIAN el ciento por ciento de los impuestos que el Banco Andino le adeudaba en el momento en que fue intervenido por la Superintendencia Bancaria, y paralelamente les devolvió el ciento por ciento de los depósitos a sus clientes. En esa misma publicación indican que a esa fecha el Banco del Pacífico había pagado a la DIAN un 50 por ciento de sus obligaciones y lo mismo a sus depositantes. Entonces, cuál es la ironía que el banco que fue objeto de tantos insultos por parte de Restrepo y Kertzman ante los medios de comunicación, en los dos debates en el Congreso de la República y a través de sus abogados en Miami, resulta que fue el banco que les devolvió el ciento por ciento de lo adeudado en impuestos y en depósitos, mientras que el banco que ellos protegieron, el banco del cual Luis Alberto Moreno era presidente del directorio en Ecuador y del cual personas muy allegadas eran miembros del directorio en Colombia, nunca pagó sino una fracción a la DIAN y a los depositantes. El Banco del Pacífico fue protegido por estos mismos personajes que mencioné.
Se le escapa el nombre del ex ministro del Interior y de Justicia uribista, Fernando Londoño Hoyos. ¿Le corrió a usted cierto fresco cuando condenaron a Londoño en el escándalo de las acciones de Invercolsa?
Las actuaciones y lo que haya hecho Londoño Hoyos, ni me va ni me viene. Eso para mí es irrelevante, pero bien que menciona su nombre porque él fue el presidente de la junta directiva del Banco del Pacífico cuando fue intervenido o en todo caso hasta pocos días antes, y lo más interesante es que siendo él ministro, fue que Colombia anunció la intención de pedir mi extradición cuando yo estaba en Estados Unidos, y lo curioso es que lo pide poco después que Estados Unidos mediante nota diplomática le había negado al Ecuador el pedido de extradición que había presentado el Gobierno ecuatoriano, justamente porque había revisado el proceso penal que me armaron en Ecuador y la conclusión del Departamento de Justicia de Estados Unidos era de que no había ningún sustento en el expediente que envió el Ecuador a Estados Unidos. Es irónico y llamativo que Londoño haya hecho eso.
¿Por qué se archivo la investigación contra el Banco del Pacífico?
No puedo responder eso de primera mano. Aquí me fijo en lo dicho por Alberto Donadío en su libro “Los Farsantes”, que algunos interesados en Colombia trataron de desvalorizar sus investigaciones incluyendo primerito al ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos y ahora candidato presidencial que se lo dijo en ocasión del segundo debate en el Congreso. Luego vino otro libro del cual nadie podía decir que hubiera sido de alguna manera influenciado por mí, que fue el de Gustavo Petro que por la época era congresista, titulado “El caso del Banco del Pacífico”, en el cual es categórico en afirmar que eso se archivó justamente para que no se fueran a desenterrar todos los esqueletos en el Banco del Pacífico Colombia que involucraban a personajes muy cercanos al Gobierno de Andrés Pastrana. Tanto así que Petro asegura que toda la acusación contra Banco Andino y Banco Popular no era sino una cortina de humo para distraer a la opinión pública mientras a través de un liquidador que no hiciera olas, simplemente iban a archivar todo el tema del Banco del Pacífico. La prueba es que el Banco del Pacífico no pagó y no sucedió nada. No hubo reclamos y ni siquiera una investigación de ninguna especie, pasando a la historia de manera desapercibida.
¿Volvería a invitar a su casa a ese  Moreno o ese Pastrana que tanto le sobaban la chaqueta en esa época?
¡Pues no! Ambos han probado ser personas totalmente falsas, políticos interesados únicamente en las maniobras que les rindan algún rédito a corto plazo, causando los perjuicios que sean a terceros sin ningún tipo de preocupación o remordimiento.
¿Le da urticaria ver por CNN la reelección de Moreno en el BID, con el espaldarazo de Álvaro Uribe?
Uno no puede vivir arrastrando las preocupaciones y malestares del pasado. Uno tiene que poder ver eso, reírse y pensar que algún día de algún modo las cuentas se ajustan. No creo en la tesis de que necesariamente hay justicia o compensación, pero lo más probable es que las cuentas, más día menos día, se ajustan.
¿Piensa volver algún día a Colombia? ¿Al menos con gafas oscuras y bufanda para que no lo reconozcan?
Si regreso no va a ser de incógnito. Yo ya pasé una época de la vida exiliado y prófugo y esa etapa no la voy a repetir en el sentido de estar escondido o pasar desapercibido. Yo no tengo por qué esconderme ni por qué no mostrar la cara en cualquier lado. Regresar a Colombia es un tema que está por verse. No está en mis planes en un plazo previsible, peor tampoco lo descarto. Hay demasiados imponderables y sorpresas en la vida como para decir que de esta agua no beberé.
¿Cuánto dinero llegó a tener Nicolás Landes y cuánto tiene ahora?
Nuevamente hablando de ingenuidad, yo tomé la decisión cuando comencé con el Banco Popular en Ecuador en 1987 que sólo me dedicaría a la actividad bancaria, de manera que puse la plata que tenía en esa época, mis ahorros los metí en el Banco y ahí se quedó. A medida que el Banco tuvo éxito y tuvo utilidades, pues ese patrimonio iba creciendo pero yo no retiré dinero salvo para una casa en Quito y una casa en Miami. Así que mi patrimonio a la época del cierre del Banco, en 1999, era eso: mil acciones en el Banco y dos casas. ¿Cuánto valían esas acciones? Difícil saberlo, porque eso no se sabe sino hasta el día que las pueda vender porque mientras tanto son valores teóricos. Pero había llegado a ser una cifra contablemente apreciable; eran algunas decenas de millones de dólares. Y en esta década entre gastos judiciales y para mantener a mi familia, especialmente a mis hijos que estaban en universidades en Estados Unidos, me quedé en la calle. Salí de la cárcel sin un centavo y con deudas, entonces mi situación patrimonial en este momento está en rojo. Voy a tener que trabajar algún tiempo y tener algunas circunstancias favorables para poder volver siquiera a tener alguna tranquilidad económica, muy lejos de poder aspirar a fortuna. Simplemente volver a tener lo que puede cualquier persona aspirar a los sesenta años y que le permita mirar hacia los años futuros.

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