viernes, 14 de diciembre de 2012

El geólogo Julio Fierro vs. el rey Sadim



Trasnacionales y grandes mineros nacionales pueden tener el poder económico y político, pero los ciudadanos tienen la razón, afirma este analista que vino a defender el agua y el Páramo de Santurbán.
“Viendo la cantidad de actores mineros que especulan con el oro que está dentro del Páramo de Santurbán, la minería subterránea sería la entrada y no debemos dejarlos pasar”. Esta frase salió de la boca de Julio Fierro Morales, un experto en geotecnia, quien en lugar de estar al servicio de unos amos extranjeros, se ha puesto la camiseta de las comunidades sobre las que ronda el fantasma de la gran minería.

Profesor de las universidades Javeriana y Nacional, Fierro es un cotizado analista de las políticas mineras en Colombia y su impacto, que es consultado por los medios de comunicación. También ha laborado para el Ministerio del Medio Ambiente, Acción Social de la Presidencia de la República, Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y la Alcaldía de Bogotá. En la actualidad está vinculado a la Contraloría General de la República.

“Yo no entiendo el miedo de la autoridad ambiental a cumplir con la ley”, dice Fierro, apuntando hacia las corporaciones autónomas regionales y la propia Procuraduría.

El presidente Juan Manuel Santos le chutó el balón al Instituto Alexander von Humboldt para que establezca a partir de qué altitud se debe considerar que es  páramo, pero expertos afirman que metros más, metros menos, en esas zonas no debe haber minería.

Hay que trascender el tema del páramo y pensar en términos de una cuenca abastecedora de agua. Los páramos son sitios que para muchas de las culturas indígenas del país eran sagrados, y hay que recuperar esa sacralidad. Los páramos en términos biofísicos y espirituales son lugares sagrados, y como yo no manejo el tema espiritual, voy a hablar de lo biofísico. Los páramos tienen una serie de particularidades que hacen que sean fundamentales en términos hídricos y esas particularidades los recorren desde las nubes, que son un montón de gotitas que bailan con la brisa, luego vamos bajando y llegamos a la vegetación que puede capturar cerca del 50% del total de agua que capta el páramo, interceptando esas gotitas. Los que hemos estado en páramos sabemos que podemos quedar mojados muy rápidamente sin que esté lloviendo. Así que si uno quita la vegetación ya está causando un impacto bastante fuerte en términos del agua que recorre todo el páramo.

Siguiendo hacia abajo llegamos a un ‘suelo’ conformado por restos muertos de raíces y hojas, pero lo interesante del páramo es que debido a sus características climáticas toda esa vegetación muerta, que se denomina necromasa, no se pudre y la relación de materia viva versus materia muerta puede ser de 1 a 10. Es decir, uno puede tener fácilmente el 90 por ciento en necromasa y lo que se conforma allí es una esponja de tejidos; sin embargo el hecho de que haya tanta materia vegetal allí hace que el agua se acidifique levemente y se produce una maravilla con esa leve acidificación, explicando que si el agua lluvia tiene en promedio de pH 5,5, los suelos y las aguas del páramo tienen pH entre 5 y 5,5.

¿Cuál es la consecuencia de esa pequeña diferencia en acidez?

Cuando uno ve aguas turbias, la turbiedad está dada por las arcillas, que son minerales de muy pequeño tamaño que tienen químicamente una carga negativa superficial y la acidez no es más que cargas positivas que están en algún exceso dentro del agua. Cuando se tiene ese pequeño exceso de cargas positivas, de iones H+, esto va a permitir que las cargas negativas de las arcillas se neutralicen de manera que las partículas de arcilla puedan pegarse unas con otras, formar unos agregados y precipitarse. Todo ello que llamamos la turbiedad, se precipita de manera natural dados estos pequeños pH y entonces tenemos aguas cristalinas.

Así que vamos sumando de una atmósfera cargada en agua de manera muy finita, luego una vegetación que también por causa de una gran área superficial de estos arbustos la intercepta, la lleva a un suelo que es poroso, esponjoso y que además le confiere una leve acidez. Por debajo de ello están suelos con pequeñas cantidades de cenizas volcánicas que los vuelven agroecológicamente, pero en particular ecológicamente, muy ricos. Y por debajo de todas estas rocas que si están fracturadas o son porosas se convierten en esponjas que captan agua y la transmiten, llamadas acuíferos.

Este recorrido que hemos hecho me sirve para decir que el páramo no es solamente una cáscara, sino que ya estamos pensando en términos de profundidad, la cual está totalmente relacionada con el agua.

¿Entonces qué sucede si al páramo se le mete papa?

Que tengo que quitar la vegetación y estoy influyendo negativamente en esa adaptación ecosistémica a un ecosistema que capta agua. Si le meto ganadería entonces quito la vegetación y además compacto los suelos, entonces estoy causando otro proceso negativo.

¿Y si le mete minería a cielo abierto, como pretenden algunas multinacionales?

Pues que tengo que quitar la vegetación, los suelos y el subsuelo, lo cual es absolutamente inconveniente, y si además la minería es de oro o de carbón, pues peor. Y es peor porque el oro se asocia a sulfuros y esos sulfuros están allá dentro de la roca en un equilibrio geoquímico, pero una vez uno saca esas rocas y las expone a la atmósfera, al aire y al viento, comienzan a surgir unos procesos de transformación y los sulfuros se oxidan, se transforman en sulfatos y en ese proceso de manera íntima e inevitable las aguas se acidifican, pero ya no es una leva acidez como la que da esa vegetación muerta en el páramo, sino que es una acidez absolutamente tóxica. Así que si estábamos en rangos de 5 a 5,5, sabiendo que 5,5 es el pH del agua, ahora estaríamos en pH de 2 o 3, y cuando uno tiene esas aguas ácidas además van a diluir una cantidad de metales que eran los que estaban asociados con el sulfuro y quedan libres el zinc, el plomo, el arsénico y el cadmio, y todo eso va a diluirse en esas aguas ácidas y por lo tanto las quebradas y ríos, que son una fuente de vida, ahora se vuelven por un toque del Rey Sadim, que todo lo que toca lo destroza al contrario del Rey Midas que todo lo que toca lo convierte en oro. El toque de estos ‘reyes’ lo que hace es contaminar el agua y que todos esos elementos químicos lo que toquen lo convierten en veneno. Entonces los ríos que son una bendición ahora se convierten en una maldición por lo que se vuelven ya no en un río sino en un drenaje de ácido de mina.

Definitivamente no podemos permitir que la maravilla de la naturaleza, que la sacralidad de los páramos, ahora se vuelvan un lugar de contaminación. Esos lugares que hoy vemos con rellenos sanitarios de basura y que son terriblemente impactantes en términos de olores, por ejemplo, ahora los tenemos por obra y gracia de la minería además en la alta montaña, encima del agua nuestra. ¿Uno permitiría que alguien llegue a su casa y coja el lugar donde tiene el agua y le eche químicos y contaminantes? ¡No! ¡Ni por todo el oro del mundo!

¿Qué les responde a quienes dicen que los páramos son solo frailejones, ovejas y papa, y que por lo tanto nada se pierde?

Pues ahí sí infortunadamente son personas que no tienen ni idea de las características ecosistémicas de un páramo. Son personas que no tienen idea de cómo estos ecosistemas son fundamentales para la provisión del agua de todos los colombianos. Son personas que no tienen idea que el 70 por ciento del agua se genera en la alta montaña. El páramo y el bosque alto andino son una transición que debería ser protegida y absolutamente intocable.

Cuando expertos como Orlando Vargas, Thomas van der Hammen y Orlando Rangel hablen de que los páramos son solamente eso, pues les creeré porque se han pasado su vida entera estudiando los páramos; pero cuando es una persona que lo que le interesa es un filón de oro o un oro diseminado, pues no tiene ni idea de los páramos. Hay algunos geólogos que se han atrevido a decir que los páramos son unos matorrales y que la palabra páramo tiene una connotación negativa, pues qué pena, pero discutir con un geólogo minero de qué es un páramo no tiene ningún sentido. Lo que hay en este debate son opiniones faltas de fundamento y cuando la discusión es que alguien dice que los ambientalistas somos terroristas y que estamos diciendo que los páramos son como paraísos terrenales, pero no me dicen es que tal estudio fundamenta que los páramos no captan agua o no tienen ninguna importancia ecosistémica, pues es una controversia muy desigual porque nosotros sí estamos fundamentando todo, a pesar de que la carga de la prueba la tiene quien quiere dañar estos páramos. Cuando las posiciones no están sustentadas, lo que hay es una visceralidad y una opinión de parte de ellos. Todos tenemos opiniones pero cuando se trata del agua no se puede tener una opinión sin fundamento y lo que está campeando en el lado de quienes quieren dañar los páramos, no solamente para minería sino para otras actividades, es la mala fe.  

Hay quienes dicen que son las compañías mineras quienes deben realizar los estudios con los que demuestren que no harán daño, y no que se establezca qué es páramo y el resto pueda ser destruido.

Yo no estoy muy de acuerdo con eso. La Corte Constitucional ha dicho que el Principio de Precaución necesita tener unas dudas fundamentadas, y no sé qué más quieren de fundamentar dudas si ya hemos visto en el estudio de impacto ambiental de Greystar (hoy Eco Oro Minerals Corp.) las transformaciones que ha generado la exploración minera en términos de acidificación de agua.

No sé qué más quieren, para aplicar el Principio de Precaución, si estamos en la cuenca que les abastece agua a un millón doscientas mil personas. No sé qué más quieren cuando tenemos datos de lo que ha sucedido con minas en diversos lugares del mundo en términos de acidificación de pH y de liberación de tóxicos. No sé qué más quieren si ya tenemos todos los datos de que el país más biodiverso del mundo es Colombia y que la minería es una actividad terriblemente impactante, tanto que no hay ninguna excepción en términos de que cualquier proyecto minero necesita licenciamiento ambiental. No sé qué más quieren para demostrar que el Páramo de Santurbán y toda esa zona es intocable y que en términos del agua lo que hay que asegurar es que los ecosistemas, los geosistemas y los hidrosistemas continúen generando un agua de calidad para un millón doscientas mil personas.

Así que no se necesita que los señores mineros nos vengan a decir qué es páramo y qué no es páramo; lo que se necesita es cumplir con las leyes que dicen que el uso prioritario del agua es el consumo humano, que dicen que las zonas de recarga de acuíferos y los páramos además de ser objeto de protección, también son de utilidad pública y de interés social.

Lo que se necesita es cumplir con las leyes en términos de que hay una prelación de los derechos colectivos sobre los derechos de carácter particular como un título minero. Aquí lo que es claro es que en esta cuenca y en las cuencas que le den agua a cualquier ciudad o población de más de mil personas, no deben tener minería de oro y plata a cielo abierto ni minería de carbón porque es mucho más importante la provisión de agua para miles de personas que el hecho de que una compañía trasnacional o nacional, de grandes o mineros microscópicos se gane un dinero.

En términos de política pública lo que hay es que brindar una seguridad de que las decisiones de esa política van a generar un beneficio para una población inconmensurablemente mayor. Entonces cuántos son los señores pequeños, grandes, nacionales o trasnacionales que pueden ganarse una plata con la minería en comparación con el millón doscientas mil personas que son los beneficiados por el agua. Yo no entiendo el miedo de la autoridad ambiental a cumplir con la ley. No entiendo cómo una Procuraduría que se dice ambiental esté haciendo unos conceptos totalmente en contra de lo que es su función y vamos a ver quién es el que tiene que velar porque la Procuraduría también cumpla sus funciones. Es decir, quién ronda al que ronda.   

¿Qué autoridad es la que se hará cargo de que las empresas mineras respeten las normas y el clamor de la sociedad? ¿Eso es un sueño para un país como Colombia?

No, no es un sueño. El hecho de que aquí haya habido una empresa trasnacional que ha pretendido hacer un proyecto de minería a cielo abierto y ese proyecto ya no se vaya a hacer, eso lo que significa es que volvemos a lo que se denomina el constituyente primario y es que como Nación, como comunidad, como seres que hacemos parte de una democracia, somos los que tenemos las decisiones en nuestras manos. Hay un triángulo normativo en el que están la Constitución y unos compromisos adquiridos por el país en términos de tratados internacionales que están vigentes y que algunos de ellos en ciertas interpretaciones están por encima de la misma Constitución y son los tratados que hemos en términos de derechos humanos, uno de los cuales es el 169 de la OIT que habla de la necesidad de proteger a los indígenas y pueblos tribales.

Para asegurarse que haya esa gradación normativa, pues están las altas cortes, y para asegurarse que las leyes nunca estén en contra de la Constitución está la Corte Constitucional que ha reiterado mil veces la prelación de los derechos colectivos, como el derecho al ambiente, sobre los derechos individuales, y muchas de las sentencias de la Corte Constitucional han girado alrededor de minería.

Minería en zonas indígenas, entonces está la sentencia T-769 de 2009, en donde en la zona de los Emberas un proyecto de minería de oro fue detenido. En cuanto a minería de oro en comunidades negras está el caso de La Toma, en Suárez (Cauca), la sentencia 1045-A de 2010. La sentencia C-339 de 2002, que define que los páramos, los bosques aluviales, los bosques secos y las selvas amazónicas son biomas objeto de protección.

Así que no es solamente lo que el Código de Minas dice y aquí hay que hablar de cómo fue desafortunado pero necesario incluir aspectos ambientales dentro de un código sectorial. ¿Entonces si ahora sale el Código de Desarrollo Rural nos toca volver a recoger todas las normas ambientales y meterlas en el de Desarrollo Rural, y meterlas en el Código Petrolero? ¿Y si sacan un código de construcción, entonces nos toca meter todas las normas ambientales? ¡No! Ya existía un cuerpo orgánico de normas ambientales. Desde 1974 hay un Código de Recursos Naturales y luego la Ley 99 de 1993 establece todos los principios generales ambientales. Pero como las corporaciones autónomas regionales habían tapizado de licencias ambientales los páramos, tocó meter una prohibición explícita en un código sectorial. Eso no es deseable. No es deseable que el ordenamiento minero sea el que defina los ordenamientos ambientales y territoriales.

Esta Procuraduría que ha sido inquisitorial con cierta parte del espectro político y uno ve con mucha preocupación esos conceptos avalando la ilegalidad del Ministerio de Minas. Es imperdonable e indignante que una entidad que tiene que velar por los derechos, es la primera que se pone del lado de los poderosos para violar los derechos de las comunidades.

El presidente de los industriales agremiados en la Andi, Luis Carlos Villegas, dijo que si personas como usted siguen molestando con la defensa del medio ambiente, se van a ir de Colombia las multinacionales mineras.

¡Uy, Dios lo oiga!

¿Usted es un enemigo del desarrollo? ¿Un aliado de las Farc? ¿Un profesor universitario que sabe del tema y por eso se atreve a opinar?

Yo soy geólogo. Tengo en mi haber la coordinación de un estudio para la Unidad de Planeamiento Minero-Energético, que se llamó ‘Promoción de la exploración y explotación del oro en Colombia’. Fui asesor de entidades mineras. También hice fiscalización minera para Minercol. Haber trabajado con minería me tiene aquí, de este lado, y creo que hay unos materiales que son necesarios para el desarrollo del país, como los materiales de construcción, calizas para hacer cemento, hierro… sal. Necesitamos esos materiales y entonces sobre esa minería tiene que haber la discusión de dónde, cómo y quién la hace, pero cuando me dicen que la apuesta minera es carbón y oro, y que de ese carbón el 95 por ciento se exporta, entonces digo ¡no!

Y me opondré como persona, como geólogo y como un profesional que además estudió en una universidad pública y que sabe que tiene una deuda con la sociedad en su conjunto. Me opondré a que eso suceda. Por supuesto puede sonar quijotesco o de una terrible vanidad. No sé cómo suene. Y que me digan que soy ‘terrorista ambiental’ o que soy un talibán, pues tengo que decirles a esas personas que yo sí tengo fe, pero a diferencia de los talibanes, yo sí tengo datos, y que invito al que sea a que hagamos una discusión técnica porque a pesar de mi fe en los procesos sociales, a pesar de mi fe en las montañas y en el agua, esta es una discusión técnica. Soy una persona que cree profundamente en que hay que combatir las asimetrías y en el caso de la minería y del petróleo no hay mejor ejemplo para ilustrar la asimetría. Me siento orgullosísimo de ser geólogo y me paro en mi conocimiento para hacer unos análisis y para sustentar con datos una postura que por supuesto tiene una muy fuerte implicación política y por eso no trabajaré más con empresas mineras.

¿Entonces no le venderá el alma al ‘diablo’?

De alguna manera se la vendí cuando no tenía tan clara la implicación política de mi ejercicio profesional, pero les prometo que no lo vuelvo a hacer. Cuando me dicen que tengo que ser propositivo, les digo que el 99,9 por ciento de los geólogos está siendo lo más de propositivo con la industria minera, así que por qué no dejan que diez geólogos, a lo sumo, estemos tratando de defender el agua, las montañas y las comunidades que las habitan.

¿Los ‘deschavetados’ o ‘fundamentalistas’ como usted lograrán detener las ‘locomotoras’ del presidente Juan Manuel Santos y a los magnates de las multinacionales mineras?

Nosotros somos como una serie de personas que tenemos la suerte de llegar a ciertos espacios de opinión. Yo he acompañado comunidades en Cauca, Valle, Antioquia, Caldas, Tolima, Boyacá, Guajira y Santander, y somos simplemente los que ponemos la cara, y desde lo que sabemos y podemos generamos cierto conocimiento, pero este es un proceso maravillosamente exponencial al que cada día se suman más y más ciudadanos indignados y en resistencia. Me asombra cómo cada vez hay más comunidad de base y más gente como Manuel Rodríguez Becerra, Álvaro Pardo, Guillermo Rudas, Mauricio Cabrera, Maria Elvira Samper, Rodrigo Pardo… que hacen reparos a la minería.

A quienes me dicen que esto es quijotesco, les respondo que la discusión técnica es fácil es porque las multinacionales no tienen nada que decir y ningún argumento ni en lo ambiental ni en lo sociocultural ni en lo económico para defenderse. Ellos tendrán todo el poder político y económico; nosotros tenemos el poder que nos da la razón. Lo único que tenemos es eso: la razón.

El senador Jorge Robledo les dijo a habitantes de la provincia de Soto Norte que con la gran minería, “lo único que les va a quedar es el hueco”.

María Victoria Duque (razonpublica.com) siempre dice que: ‘Yo con la minería soy como los pesimistas con el roscón, sólo veo el hueco’. Gustavo Wilches Chaux dice que el negocio de la minería en Colombia es vender los riñones para comprar una máquina de diálisis. Sí, al final del día nos queda el hueco y el agua contaminada. Los huecos de la megaminería son para siempre. Correr los ríos es para siempre. Contaminar el agua es para siempre. Por eso hay que ser muy cuidadosos en la toma de decisiones. ¿Les parece que ahora el Gobierno de Juan Manuel Santos diga que la Agencia Nacional de Licencias Ambientales  tiene que tomar la decisión en noventa días luego de que la información del proyecto se considere surtida? ¿Les parece que noventa días es suficiente para tomar la decisión de correr un día para siempre o de poner una montaña de contaminantes de un kilómetro de altura, generando aguas ácidas y liberando metales pesados para siempre?

Hay una irresponsabilidad gigantesca en estos gobiernos neoliberales, y neoconservadores como el de Álvaro Uribe, en términos de esta apuesta de desarrollo. Aquí hay una gigantesca corrupción o una gigantesca omisión, pero de lo que uno puede tener certeza es que hay una gigantesca irresponsabilidad, y no sé qué vaya a pasar además con ciertas argumentaciones como las del ministro de Ambiente (Frank Pearl), quien se muestra preocupado porque en El Quimbo (Huila) había estudiantes de las universidades de Neiva; entonces si yo vengo a Santurbán a defender el agua de los santandereanos, ¿eso significaría que soy un guerrillero o que a mi me mueven qué intereses? ¿Cómo es que estos señores tienen la irresponsabilidad de decir que las personas preocupadas por su región son guerrilleros o infiltrados? ¿Será que Álvaro Pardo, Albert Berry o yo seremos parte de un concierto conspiratorio? Algunos irresponsables de los gremios mineros han dicho que a nosotros nos mueven intereses oscuros. Los intereses nuestros son tan oscuros como el agua del páramo cuando no han entrado los mineros.

Nuestro gran ministro de Hacienda (Juan Carlos Echeverry) dijo que estaba contentísimo porque así como hace 500 años llegaron los españoles, ahora llegaron los canadienses. ¿Les parece responsable eso de un ministro de Estado colombiano? ¿Cómo ven ellos la historia? ¿Les parece maravillosa la expoliación y el asesinato de la empresa española?

¿Las marchas no sirven para nada y lo mejor es “conciliar”?

Quien diga eso que mejor le pregunte a los de Greystar (hoy Eco Oro) o a los ministros de Ambiente y de Minas de los últimos años, si las marchas no sirven para nada. Aquí lo que hay es ciertas elites que se unen con los poderes económicos dominantes para expoliar al resto. A esas personas les acompaña algún interés económico o un increíble desconocimiento de la realidad de su agua. ¿Qué es lo que se concilia? ¿Será que medio se puede dañar el agua? ¿Será que medio vamos a permitir que dañen el Páramo de Santurbán? ¿Será que medio se puede explotar una montaña para sacar el oro? Ese es el problema de la minería en general, y sobre todo la que es a cielo abierto, y es que aquí no hay medias tintas. Hay que ser radicales, y la montaña se deja o se explota. No hay un término medio. ¿Cuál será el término medio para los ‘conciliadores’ cuando El Cerrejón dice que para continuar con su minería hay que correr 26 kilómetros un río? ¿Que solo lo corra 13? ¡Qué pena! Es que aquí es una respuesta de sí o no.

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