sábado, 15 de diciembre de 2012

Brigitte LG Baptiste, la escudera de Santurbán



Habla la directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, experta en páramos y defensora del medio ambiente.

El concepto técnico emitido por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt fue clave para que el Páramo de Santurbán se salvara de las retroexcavadoras, volquetas, explosivos y cianuro sódico que la multinacional canadiense Greystar Resources Ltd. (hoy Eco Oro Minerals Corp.) pretendía utilizar en su Proyecto Angostura de minería a cielo abierto.

Entrevista realizada en agosto de 2011 a su directora, la científica Brigitte Luis Guillermo Baptiste, quien desde niña tiene claro que los páramos son sagrados e intocables, como lo aprendiera de los pioneros ambientalistas y de los frecuentes recorridos con su familia a los lugares de la geografía colombiana donde el desvencijado Renault 12 de su padre accediera a llevarlos para acampar y disfrutar la naturaleza.

Baptiste es una bogotana de 47 años que estudió Biología, cursó una maestría en estudios latinoamericanos en Estados Unidos, fue docente de la Universidad Javeriana en el área de desarrollo rural y gestión ambiental, se convirtió en experta en uso sostenible de la biodiversidad en la región andina y está concluyendo un doctorado en Barcelona (España). Por encargo de MinAmbiente revisó la Política Nacional de Biodiversidad, también participó en la elaboración del mapa ecológico del altiplano cundiboyacense y acompañó el proceso de creación del Instituto Humboldt, del cual es su directora desde el pasado mes de diciembre. Está casada con Adriana Vásquez con quien tienen dos niñas. La periodista María Jimena Duzán considera a Baptiste “el transgenerista más famoso de Colombia”.

¿Por qué el Instituto Humboldt emitió ese categórico concepto que sirvió para que MinAmbiente le diera el No a la Greystar, contrariando la lógica de un país en donde muchos funcionarios se acomodan en beneficio de los grandes capitales?

Porque es un precedente importantísimo. En la medida en que la ley le pide al Instituto que hable, la forma en que el Humboldt construye su manera de hablarle al público y a las autoridades ambientales va a ser determinante de los actos que siguen, y el tono también. Para el Instituto es muy importante que lo reconozcan como una autoridad científica, que tenga legitimidad y que lo que diga realmente contribuya al debate. La ventaja es que nosotros no somos autoridad ambiental como tal, entonces nuestros conceptos no son vinculantes. Somos un instituto de investigación nacional, que tiene un ámbito y un alcance grandes en cuanto a su responsabilidad, pero no necesariamente los tomadores de decisiones tienen que tomar el curso que recomienda el Humboldt. Eso es muy importante en el concierto de las instituciones, así como hay separación de poderes. La presencia de una ciencia independiente a veces puede ser molesta y producir rasquiña o generar conceptos conflictivos es tan importante como que la Corte Suprema de Justicia difiera en sus conceptos del Ejecutivo porque el debate se necesita.

En este caso la solicitud había sido explícita. El Ministerio nos lo pidió y creímos que lo más conveniente era mostrar nuestra posición, incluso sabiendo que el debate se iba a prolongar. Es un concepto que reúne muchas voces, no es la opinión de un científico, sino el resultado de unas consultas a mucha gente. El Instituto está conformado por varias universidades, por académicos y por representantes de organizaciones no gubernamentales reconocidas, entonces cuando hacemos eso también es darle voz a un sector de la academia muy grande que de manera independiente probablemente no tendría la capacidad de hacerlo.




¿Les ha traído dolores de cabeza? ¿Han sufrido presiones? ¿El Gobierno de Juan Manuel Santos le ha ordenado que sean más suaves?

No, afortunadamente no y fue bien recibido por todas las partes. Fue además hecho de acuerdo a las condiciones de la ley y en el momento en que se debía hacer y podíamos hacerlo. Las personas han entendido que ese tipo de manifestaciones es muy importante. En otras circunstancias probablemente nos habrían presionado un poco más; pero en este caso y también como dado todo el contexto, incluso nos abrió las puertas para participar de una manera constructiva en un debate que tiene un alcance más grande.

¿Por qué los páramos son tan importantes para un país como Colombia si apenas ocupan 1,7% del total de su territorio y hay quienes lo presentan como una pataleta de ‘tres gatos’ ambientalistas?

Los páramos son enclaves donde se concentran, tal vez por la misma conformación de archipiélago y por ser la punta de los Andes, una gran cantidad de procesos y de funciones de los ecosistemas. Son como un centro vectorial. Entonces los páramos pese a que son muy pequeños en extensión, tienen una gran intensidad de relaciones ecológicas y por eso mismo operan como focos de regulación de todos estos procesos. Son como puntos calientes de la geografía. Si uno hiciera como el homúnculo de la Edad Media, tendría que poner los páramos en un mapa desproporcionadamente grandes respecto al área real.

Así que en absoluto esto no es un capricho ni una pataleta. Cada día tenemos más evidencias de cómo operan los páramos en ese sentido, como reguladores de procesos.

¿Estamos tarde en la defensa de los páramos?

¡No! Hay algunos páramos muy deteriorados, pero todavía tenemos márgenes de resiliencia. Los páramos han mostrado también capacidad de recuperación. Los estudios por ejemplo en Venezuela que han sido pioneros desde hace unos treinta años con Maximina Monasterio estudiando temas de recuperación, sucesión y ciclos de nutrientes, han mostrado que con el tiempo y el manejo adecuado los páramos pueden recuperar sobre todo su funcionalidad, que es lo que más nos interesa.

Con medidas adecuadas de restauración y unas inversiones que no son a la larga tan costosas como uno pensaría, porque por ejemplo no hay que reforestarlos -eso se pensaba en los años 80 y llenamos los páramos de pino, que fue un desastre-. No, en general los páramos los podemos manejar dejándole a la regeneración natural muchas cosas, manejando un poco el régimen hídrico, recuperando la capacidad de retención de agua de las turberas, protegiendo puntos dentro del páramo de manera muy estricta para que no sean pastoreados, ni utilizados por la agricultura ni contaminados, y tendríamos en 20 ó 25 años páramos en muy buenas condiciones.

Un argumento al que le han echado mano algunas empresas mineras y sus defensores de oficio es que para qué defender ‘unos peladeros donde sólo hay frailejones, unas matas de papa y unas ovejas’.

Eso fue lo que los españoles cuando llegaron hace 500 años y vieron un paisaje muy similar al de Castilla. Pero hay que entender el páramo en su ciclo de vida y es mucho más que unos frailejones y unos pajonales. Un páramo tiene tres dimensiones. Por ejemplo las lagunas son apenas la puntica del témpano de toda la capacidad de retención de agua, pero tiene unos sistemas de filtración que no se ven y que son esos pantanos además terribles en los que uno si va a caminar se entierra, pero que tienen a veces decenas de metros de profundidad y que son los que nos ahorran toda la plata que hay que invertir en depuración. Si el agua está filtrada por semejante colchón, pues para qué nos vamos a poner a empuercarla para volverla a limpiar. Esa es una función de las muchas que el páramo nos está prestando. La otra es la de reservorio genético, esas planticas chiquitas que están regadas por ahí entre las piedras y que muchas veces están llenas de metabolitos, sustancias químicas y genes, tienen un potencial muy importante en la ingeniería genética. Entonces ahí hay un tema de bioprospección que no se ha desarrollado, y no solo plantas, también microorganismos y bacterias. El páramo por estar expuesto a esas variaciones de temperatura, a esa luminosidad y a esos rayos ultravioletas, puede tener ‘superbacterias’ que no han sido exploradas. Ahí hay un reservorio genético que por la ceguera de no saber verlo está en riesgo.

Si usted no fuera la directora del Instituto Humboldt, sino una habitante más de esta ciudad que fantasea con ser ‘competitiva y global’, ¿Saldría a las marchas que faltan? ¿Le preocuparía el Páramo de Santurbán? ¿O se haría la desentendida?

Yo saldría, marcharía y estaría muy activa, pero participaría un poco más allá. Trataría de documentarme mejor, de entender cómo se está haciendo el manejo del páramo, de vincularme a algún grupo o a una instancia de negociación para que realmente mi voz pudiese tener un lugar en una mesa de negociaciones. Independientemente de si estoy a favor o no de la presencia de una empresa, de un gremio o de una actividad productiva, lo importante sería que yo tengo derecho a saberlo, a evaluar las implicaciones y a votar porque tengo una relación vinculante con el páramo real. Incluso más allá de la protesta inicial de que no me han consultado nada y están tomando decisiones por mí, quiero garantizar que puedo expresarme.

¿Cuándo se superará la discusión de cuál es la altura sobre el nivel del mar necesaria para que determinada área sea considerada páramo?

Cuando llevemos todos esos elementos de discusión a una mesa y sosegadamente los expongamos, evaluemos los datos que los sustentan, los vacíos de información que tenemos, y reconozcamos qué cosas no sabemos y qué tan urgente es tomar las decisiones. En ese momento podemos entrar francamente en la negociación por el límite del páramo y decir tracémoslo por acá bajo estas condiciones; tratemos de cómo en toda negociación política de llegar a acuerdos en los que todos quedemos medianamente satisfechos. No se trata ni de darle gusto a todos, ni tampoco que salga uno esquilmado. Y sobre esa base comencemos a trabajar, distribuyamos responsabilidades, hagamos que pasen cosas… A veces es mucho más importante llegar a un acuerdo que de manera fundamentalista trazar una línea y no movernos de ahí. Ya pasó el momento de establecer nuestros principios, porque eso ya está claro y nosotros no queremos que se destruya el páramo, ahora sentémonos a conversar con bases científicas, biológicas, económicas, sociales, esas diferencias que ya no son tan grandes sobre dónde en particular están los conflictos. El 90 por ciento de las áreas de páramo no vamos a tener que pelear mucho; son ciertos puntos muy calientes de la geografía donde necesitamos negociación. Lo que pasa es que no hay esos espacios. No es tan claro quién los convoca, y si le corresponde a la Gobernación, al Ministerio de Ambiente, a la Corporación Autónoma… los intereses están todos en juego y una mesa de concertación sobre el límite del páramo en el municipio de California no está tan claro cómo se construye. Tal vez habría que buscar apoyo de Naciones Unidas o de algunas instancias internacionales que pudieran hacer esa facilitación, y sería chévere porque esos son temas de negociación interna pero que son constructivos. No estamos hablando de negociaciones en términos tan álgidos como en orden público.

Pero en últimas se parece a esos procesos llevados a cabo en El Salvador y Guatemala, que salieron adelante gracias a la labor de un interlocutor internacional, respetado por las partes, como fue la ONU. Usted afirma que una de las conclusiones más importantes de toda esta discusión es que la delimitación final será una decisión científico-política sujeta a evaluación y ajuste, pero el riesgo debe ser distribuido entre los diferentes actores.

Sí, es muy parecido a una instancia de ese tipo, y por ejemplo hoy en día decisiones complejas de este orden están siendo tomadas en la Unión Europea con este tipo de mecanismos. Lo que pasa es que la UE tiene esa atribución de ayudarle a resolver a las partes ese tipo de conflictos nacionales o dentro de las naciones. La Comunidad Andina trató de jugar ese papel y de proponer unos lineamientos en general para los temas ambientales, pero la CAN está tan debilitada que realmente le cuesta mucho trabajo cumplir con esta función. No es un tribunal, es un mecanismo de facilitación. Naciones Unidas tiene instancias ambientales específicas como la Agencia para el Desarrollo (Pnud) o la Agencia para el Medio Ambiente (Pnuma), quienes eventualmente estarían muy contentos de apoyarnos y no es ni costoso ni extremadamente difícil para ellos hacerlo.

¿Pero será que le estamos pidiendo ‘peras al olmo’ a la hora de tratar de convencer a unos parlamentarios y a unos alcaldes que están pensando más en los intereses de quienes los financian o en los votos para reelegirse o reelegir a sus parientes que en la defensa de un páramo?

También comienzan a contar los votos del público que está pensando en términos ambientales, entonces ya los políticos tienen que hacer una evaluación muy cuidadosa de a quiénes quieren representar, y por eso es importante marchar y expresarse abiertamente porque ya no estamos siendo minorías los que creemos que requerimos un mejor nivel de representación en los cuerpos colegiados. Los intereses van a seguir actuando, pero también es un reto para nosotros mostrar que no estamos pidiendo cosas a 10 ó 25 años, que son plazos en los cuales el calendario electoral no va ayudar, sino cómo proponerle a los candidatos en este momento que hagan explícitas sus visiones sobre el páramo, sobre la minería, sobre los proyectos agroindustriales, para uno poder tomar decisiones un poco más transparentes, y si les camina o no, porque eso cuenta y cada día va a contar más.

Viene la Consulta Popular de las elecciones de octubre, aprobada ya por la Asamblea Departamental, para que la gente se pronuncie si definitivamente hará respetar el páramo o cederá a las presiones de las multinacionales. ¿Invitaría a que al menos lean de qué se trata y si lo consideran voten?

Por supuesto. Todos los mecanismos de participación por tímidos que sean, que recojan la expresión de la comunidad, son muy importantes. De hecho, en Colombia nos falta mucho ese tipo de herramientas con las cuales enriquezcamos la práctica de la democracia. Si están pensando en hacer la Consulta, ojalá que la puedan hacer, ojalá que la formulación de las preguntas sea bien cuidadosa para realmente recoger distintas versiones del sentimiento popular y con base en ello, como las consultas son instrumentos que orientan la acción de nuestros elegidos, pues que la tengan en cuenta posteriormente.

¿Le angustia que MinAmbiente vaya a una velocidad tan lenta en temas como el de Santurbán, en el que se ha caracterizado por su parsimonia?

Yo estoy muy cercana al Ministerio y participo mucho entonces tendría que echarme la culpa también de esa lentitud. En el Gobierno actual lo que he visto es un interés muy genuino en que se hagan las cosas bien. Lo que pasa es que hay muy poca gente participando, como que llegamos a un punto de deterioro en la gestión ambiental del Estado tan grande que hay que reconstruir incluso equipos de gente, hay que repensar la normatividad…

¡Que vuelva a funcionar un Ministerio específico del Medio Ambiente!

Debo reconocer que es un poco frustrante que el Ministerio de Ambiente no se haya podido instaurar la semana pasada, que era como se había previsto, porque necesitamos ese Ministerio y necesitamos un grupo de personas capaces de sentarse con toda la autoridad en el Consejo de Ministros. Y no sucede, creo yo, por estas dificultades de volver a pensar lo ambiental con la jerarquía que se requiere. Tan pronto el Gobierno vuelva a estudiar y considere el rumbo que debe tomar el Ministerio va a ser una decisión con todo el peso que el presidente Santos ha manifestado que quiere darle al tema.

¿Le preocupa morir arrollada por una locomotora minera, de estas cinco a las que Santos tanta fuerza les hace?

(sonríe) Hay tantas locomotoras andando locas por todas partes… Tal vez ahora me angustia más porque tengo más conciencia de que puede suceder, pero en el pasado sucedía sin que uno ni siquiera se enterara. Yo he trabajado en muchas regiones del país donde el deterioro producido por malas iniciativas de desarrollo es gigantesco, como por ejemplo la minería en Zaragoza, en el Bajo Cauca, en ciertas partes del Cesar, es realmente desastroza. Me acuerdo siempre del profesor Gonzalo Palomino y de cómo nació el movimiento ambiental colombiano, luchando contra las dragas de oro del Saldaña y de Ataco, y digo otra vez la historia nos vuelve a poner frente a esto. Ojalá hayamos aprendido algo, ojalá los gremios de la producción también hayan aprendido. Creo que sí porque hasta ahora las manifestaciones que han hecho en general son de buena disposición. Hay un Ministerio de Minas con una gran reforma por delante, un Ingeominas también completamente que viene, entonces por lo menos con esta locomotora se puede conversar con el maquinista y al menos hay un poco más de tiempo. Entonces tengo angustia, pero al mismo tiempo tengo esperanzas.

Una excusa que han esgrimido algunas mineras es que Vetas, California y Suratá desde la época de la invasión española e incluso antes eran zonas mineras, y que por lo tanto su destino es vivir del oro porque sí.

Hay que recordar la historia y la tradición, pero por supuesto que no podemos ser deterministas en ese sentido y saber sobreponernos a las limitaciones que eso representa. Eso puede representar dos caminos: Uno de aprendizaje para hacer una minería realmente responsable, que produzca bienestar a la población, sobre todo a los obreros que son quienes siempre están en las peores condiciones. El inversionista mueve su capital de un lado al otro y si no puede invertir hoy porque las normas ambientales son demasiado estrictas se va para otro país donde las hayan ablandado. Lo que puede ser interesante son esos movimientos locales que se repiensen, que reciban apoyo y que decidan hacer las cosas de otra manera.

El segundo camino ya es de una reconversión mucho más profunda. Es decir: dediquémonos a otra cosa, cambiemos de actividad. Se ha planteado por ejemplo el turismo como una opción para estas regiones. Eso requiere estudios más cuidadosos y mucho más apoyo, pero tampoco es imposible. Se ha hecho en otras partes del mundo y es una opción que hay que plantear porque la sociedad requiere siempre crearles caminos a los ciudadanos, no cerrárselos.

Pero también debo advertir que la minería sustentable no existe y hay que tener claro cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar si de lo que se trata es de disfrutar de sus ganancias.

¿Le quedaría claro al país que la minería a cielo abierto está prohibida en los páramos?

¡Absolutamente!

Por último, ¿usted es de quienes se horrorizó cuando vio como el mapa de los títulos mineros que tenía unos cuantos puntos en el gobierno de Andrés Pastrana, terminó ‘manchado’ por la ‘generosidad’ registrada en los ocho años de Álvaro Uribe Vélez?

Sí, a mi me sorprendió tremendamente. Sobre todo enterarme después que el proceso no fue en nada transparente. Si eso obedece a las fuerzas de la globalización y a las dinámicas internacionales que hacen que todo el mundo se esté volviendo minero otra vez, pues uno lo entiende más, pero sí ese mapa causó mucho impacto. Ya luego uno empieza a entender que el hecho de tener un título minero no implica el derecho a explotar, que requiere planes de manejo y un proceso de negociación cuidadoso, y que ese mapa en la práctica, si se vuelve de explotaciones mineras, va a ser sustancialmente distinto. Pero después me gustó, porque es un mapa que ha servido mucho para llamar la atención sobre el fenómeno y crear conciencia en la ciudadanía de qué es lo que está pasando con su subsuelo.

¿Me jura que esta defensora a ultranza de los páramos no va a usar esa puerta giratoria por la que se han colado tantos funcionarios del Gobierno Uribe que hoy trabajan para multinacionales?

Se lo puedo asegurar porque yo soy una enamorada de la academia en primer lugar, y porque se necesitan personas que mantengan independencia de criterio así sigamos siendo pobres.

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