sábado, 15 de diciembre de 2012

María Cristina, la decana que escapó de la caverna



Entrevista a la académica antioqueña que debió dejar su cargo por ‘cometer el error’ de invitar a un debate sobre la justicia a Robert Alexy, uno de los filósofos del Derecho más brillantes a nivel mundial.


Esta entrevista (realizada en noviembre de 2011) empieza por el final. Por el instante en que al retratarla después de 37 minutos de conversación, María Cristina Gómez Isaza manifiesta que una de las principales razones de su salida en agosto de 2011 de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) de Medellín fue el hecho de ser mujer.
Entonces activo nuevamente la grabadora y afirma: “En el fondo de todo el proceso también hay una persecución por un tema de género, no creer en las construcciones que hacemos las mujeres de manera comprometida con la transformación de la sociedad y tuvieron de alguna manera el prejuicio de creer que yo no tenía razones, viéndome más como una persona que hacía daño que como una que quería aportar. Entonces es un problema de género y de miedo a los cambios, que terminó sacrificándome a mí particularmente no tanto pero a la institución la dejó muy mal porque tiene que dar respuestas a futuro en torno a lo que pasó, y no se puede quedar callada. En la medida en que permanezca callada, la universidad va a terminar diluyéndose poco a poco”.

De contextura menuda, esta abogada antioqueña con doctorado obtenido en la Universidad de Navarra (España) -centro inspirado en la obra de José María Escrivá de Balaguer, fundador de la Prelatura del Opus Dei-, acepta sin tapujos una entrevista en la que explicará el nudo y el desenlace de un hecho que apariencia no implicaba una herejía, pero que terminó costándole el puesto al que había llegado en febrero de 2008.



El ‘disparate’ en el que incurrió fue el de organizar en Cartagena un debate a la justicia, a propósito de los 75 años de una facultad que cuenta entre sus egresados al ex presidente Belisario Betancur, e invitar a  figuras de talla mundial como el alemán Robert Alexy, considerado uno de los más grandes filósofos contemporáneos del derecho, autoridad en argumentación jurídica y a quien le iban a conceder el doctorado honoris causa.

Pero su idea se esfumó cuando intempestivamente el rector, monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, decidió cancelar el congreso internacional debido a que cinco de los ponentes tienen ‘posturas públicas en contra de las orientaciones del magisterio de la Iglesia respecto de la defensa de la vida humana en todas las etapas de su desarrollo”. En otras palabras, están a favor de la despenalización del aborto y su presencia no la iba a consentir la UPB, mucho menos cuando la Corte Constitucional tuvo en cuenta argumentos de Alexy en la sentencia que lo despenalizó en los casos de violación, malformación o riesgo de muerte para la mujer.

“Me sorprende que usted haya confundido un evento académico con las orientaciones del magisterio de la Iglesia”, le respondió Gómez Isaza a su superior, insistiéndole en que no podía permitir que “en el lugar donde me enseñaron a ser demócrata haya censura” y que lo que sucedió “está basado en la sinrazón del miedo”.

¿Qué piensa hacer para quitarse este Inri?

Creo que la única manera de quitarse ese estigma de abortista, que no lo soy; de anarquista, que tampoco lo soy, es dejando que el tiempo muestre los resultados de un trabajo que fue comprometido en la formación de abogados que buscábamos que estuvieran más involucrados en las respuestas necesarias para solucionar los problemas estructurales de nuestra sociedad en Antioquia y en el país. El tiempo deberá pasar… eso no ayuda mucho ante la impaciencia del dolor, pero también creo que volver a la Universidad de Antioquia a trabajar como académica, a volver a revelar todos los procesos de formación de principios democráticos y tratar de discutirlos, también me va a quitar ese estigma. Pero además la historia ha venido rápido. Justamente el evento que quiso hacer la UPB y que no entendió el fin, que era debatir la justicia y los problemas estructurales de la justicia en Colombia porque no íbamos a hablar de la vida ni de los derechos reproductivos, ahora lo tomó la Corte Constitucional y me deja muy tranquila que más de 25 mil personas a nivel país están preocupadas por el tema de la Constitución. Eso demuestra que el proceso que pasó en Bolivariana fue muy limitado, de pocos, de ignorancia, de oscuridades, de malas interpretaciones y todas ellas amañadas, y que este país está preparado para el debate constitucional. Probablemente a la facultad le falte tiempo, pero tarde o temprano llegará.

Me advirtió un amigo que lee libros de superación y que es experto en ángeles, que no la entrevistara porque usted es un ‘demonio’, pero en la conferencia que dictó en Bucaramanga le escuché hablar de tolerancia y de justicia.

La verdad es que este país que ha vivido en conflicto permanentemente y un conflicto armado que es fuerte, ha utilizado el discurso de la teoría del Derecho para polarizar las búsquedas en torno a la justicia y lo que yo planteo es que seamos tolerantes. Tolerantes con el que piensa diferente, tolerantes con el que tiene otra teoría, pero a veces sin quererlo uno cae en el juego de ellos porque te invisibilizan tanto que entonces te defiendes y tratas de hablar tan duro como ellos. El discurso de los derechos fundamentales, el discurso de una Constitución que promueve la paz, es el discurso que cualquier colombiano, independiente que estudie Derecho y que tenga una teoría del Derecho en uno u otro sentido, debe buscar.

Cuando le propusieron ir a trabajar a la universidad en la que usted cursó su carrera profesional y de donde fue expulsado Héctor Abad Faciolince por haber escrito un artículo ‘irreverente’ contra el Papa, ¿usted no previó un final como el que se dio?

Yo fui la primera sorprendida de que en la facultad donde me formé se hubiese dado este tipo de veto que ataca la libertad de pensamiento, la libertad de expresión y la libertad de cátedra. No se puede hablar de autonomía universitaria cuando la propia Ley 30 habla de la obligación que tienen las universidades de permitir el debate abierto de todos los temas necesarios para la conformación de una sociedad que sea cada vez más plural. Este es un momento de crisis que debe buscar replantear a todas las instituciones que tienen su vocación religiosa, que es muy respetable, en torno a en qué medida su visión y su misión como universidades católicas puede limitar la apertura al conocimiento y a la ciencia. Ese es el debate profundo que debían dar las universidades católicas y particularmente la Bolivariana en un momento de gran crisis.

¿Sus estudiantes y colegas profesores la acompañaron o, por el contrario, le dieron la espalda?

En estos episodios de soledad, al contrario he tenido demasiado acompañamiento, pero no de parte de la gente de la Bolivariana, sino más en Bogotá y es sorprendente el apoyo de la Red Sociojurídica en la medida de lo amplio. No me sorprende por la vocación teórica y misional que tiene la Red de defensa de la investigación, de la duda, de la búsqueda de la verdad desde la tolerancia, pero en sí la propia facultad de Derecho de la Bolivariana no ha tomado reflexiones profundas en torno a lo que pasó. Parece como que lo que sucedió fue un hecho particular de una decana que simplemente quiso plantear que no debería existir un veto en la organización de un evento que iba a hablar de justicia. Hubiera hecho lo mismo si hubiera sido sobre Derecho Penal o Derecho Procesal. ¿Yo por qué tengo que preguntarle a un procesalista cuál es su ideología en torno al aborto o no, o su planteamiento en torno al magisterio de la Iglesia? Las universidades en eso tendrán su derecho a asumir sus posturas, pero tienen que dar la libertad para ese debate. Ahí quede muy sola, pocos estudiantes de la facultad han manifestado su dolor, aunque lo han hecho algunos, no muchos, y pocos profesores, porque la mayoría quedó en la línea de callar y esperar. Eso lo entiendo, porque reconocer lo doloroso del hecho de manera colectiva no es fácil, y es mejor que el dolor recaiga siempre sobre una persona y no sobre un colectivo.

¿Con Dios de por medio se puede hablar de libertad de cátedra en Colombia?

Creo que sí, porque justamente Dios es el espacio donde han existido pluralidades de interpretaciones acerca de su trascendencia. A pesar de que no lo parezca por los sucesos, yo soy una mujer de una gran fe porque tengo una madre y una abuela también paisa que me lo enseñaron, pero me enseñaron un Dios que no es castigador, un Dios que no es perseguidor y un Dios que puede tener muchas interpretaciones, desde las visiones orientales, las visiones occidentales más radicales, las reformistas, la propia de la Fe Católica, Apostólica y Romana. Dios debería ser el paradigma para el pluralismo, pero aquí parece que vieron de manera sesgada el interés que su realidad trascendente podía enseñarnos, por lo menos desde la perspectiva de la ética o la moral.

¿Usted se siente pecadora y cuando se encuentra alguien cambia de acera? ¿O tiene la consciencia tranquila?

¡No! (sonríe) Yo nunca me he sentido pecadora o que haya mancillado ningún principio de mi formación, ni de mi familia, ni de mi facultad en la que me formé. Al contrario, actué como en la época en que me enseñaron en la misma Bolivariana que yo tenía que ser una demócrata. A mí me enseñaron como abogada que debería defender el Estado de Derecho y éste justamente promueve la libertad de pensamiento. Probablemente sí soy contraria a lo que la administración actual quiere de la universidad, que obviamente tiene todo el derecho a interpretar como quiere la vocación de una universidad como la Bolivariana que ha sido una universidad pontificia con 75 años de formación de buenos profesionales. Este es un momento de oscuridad y de una muy mala dirección en torno a lo que son los principios de la propia universidad y creo que por no defender esos principios dejaron que me persiguieran interpretaciones ignorantes, oscuras y amañadas.

¿Con tantos escándalos de pederastia y manejo de finanzas al interior de la Iglesia Católica, ésta puede tirar la primera piedra?

Como en todo, la humanidad es frágil y los principios casi siempre, no digo perecen, pero sí zozobran ante el miedo y la angustia. Una organización como la Iglesia tiene personas que mientras sean seres humanos son probablemente personas débiles. La debilidad siempre surge del miedo y evidentemente yo entiendo que el proceso actual de la religión y la enseñanza está pasando por el miedo de tanto avance científico que podría negar en un momento la evidencia de Dios, y si uno no tiene fe podría llegar a concluir que Dios no existe. Ese es el reto de estas universidades: que tengan buenos ideólogos, que tengan buenos académicos que defiendan la fe desde los postulados del debate y no personas que estigmaticen y digan quién es el bueno y quién es el malo. Esa es la parte trágica que está pasando nuestra universidad: éste es bueno, éste es malo, éste tiene una mala interpretación, éste no nos sirve, éste es amigo, éste enemigo… Yo soy optimista y pienso que la universidad va a volver por lo que siempre fue, va a plantear nuevamente los debates necesarios en torno a la vida, la trascendencia, Dios, el tema de la ciencia y la forma como el individuo a la naturaleza le ha encontrado muchas respuestas, más que para dominarla para explicarla. Entonces si en eso va a estar la Iglesia ayudando al debate, bienvenido sea; pero si va a evitar que las cosas avances, creo que vamos a tener problemas de muchas oscuridades de ahora en adelante.

¿Las colombianas que deciden abortar en los tres casos contemplados por la Corte, son criminales?

Los casos de abortos en Colombia son tan dramáticos y cada uno tiene tantas connotaciones, que uno no podría estigmatizar ni generalizar. Aparecen abortos no solo por temas de la violencia, las violaciones, por el tema de malformaciones o por mantener la vida misma, sino también por temas de tipo económico que evidentemente establecen que una mujer no pueda tener más hijos. No se puede juzgar en la medida en que no se haga un análisis del proceso social que vive Colombia, justamente con mujeres que en medio del conflicto han mantenido la estabilidad no solo institucional sino económica del país. La mayoría de ellas, que viven en ciudades intermedia y pueblos, han soportado todos los horrores y todas las radicalizaciones de la guerra, entonces hablar que ellas son unas criminales en la medida en que el país todavía se mantiene, digamos que es demasiado riguroso y yo diría que demasiado severo. Una vez discutamos el proceso de la sociedad y el papel de la mujer en esta violencia, podríamos decir en qué casos el aborto podría ser proscrito o no. Por ahora creo que la Corte ha tomado las decisiones adecuadas en torno a la defensa de los derechos reproductivos de la mujer.

¿Para usted quién es el procurador general Alejandro Ordóñez Maldonado?

Es una persona apasionada por lo que hace. Entiendo que tiene un gran compromiso por la búsqueda de la moralidad administrativa y entiendo que para él debe ser muy difícil sustraerse de sus opciones católicas al momento de juzgar o de fallar; sin embargo, considero que como funcionario ha sido muy respetuoso de sus propias teorías, en ocasiones muy radical enfrentando las teorías de otros, pero él es una muestra fehaciente de las posturas plurales que tiene este país. Entonces más que decir que está equivocado o no, lo que uno tendría que hacer es entrar en el debate permanente con sus decisiones si no está de acuerdo y argumentar el por qué no. El país debería hacer ese ejercicio de tolerancia hasta con el mismo procurador Ordóñez.

¿Este es un país de camanduleros de doble moral? En su Antioquia hay muchos devotos del beato Marianito Eusse que hacen unas travesuras…

Este país ha tenido dificultades para encontrar una ética alejada de la religión. Antioquia ha sido un espacio en el que por obvias razones esa moral religiosa ha sido la que ha promovido todo un proceso de expansión, de colonización y aún en el desarrollo de la industria del mercado, los postulados de la moral han sido la religión. Sin embargo la religión, como en todo, cuando ella da los postulados morales terminan siendo revisados por las generaciones que vienen y esto no se queda de manera estática. Creo que más que una doble moral, en mi región lo que ha faltado es reconocer que esos procesos de adaptación de principios religiosos a estas nuevas generaciones son distintos, y que el contenido no es el que tenía mi abuelo o el que tiene mi mamá, sino que ya los antioqueños a pesar de tener una sólida formación religiosa pensamos desde un cierta ética cosas diferentes. Entonces más que una doble moral, lo que creo es que ha faltado volver visible una nueva interpretación de lo que hemos creído que es nuestra fe, por lo menos nuestra fe católica.

¿Qué le dijo el doctor Alexy cuando usted lo bajó del avión? ¿Pensó que Colombia seguía en la Santa Inquisición?

A mí no me dieron tiempo de hablar con el profesor Alexy. Yo solo pude hablar con él hasta ahora y disculparme por algo que yo no quise. Lo que sucedió fue que me cancelan el evento un sábado y el domingo me aceptan una renuncia que yo no había formalizado. Entonces yo el lunes formalicé mi renuncia y no supe la universidad cómo enfrentó la cancelación del evento. Lo que sí está claro es que el profesor Alexy cuando se entera, porque las cartas del rector y la mía fueron conocidas por una cantidad de personas vía correo electrónico, dice que él no quiere el honoris causa de la Bolivariana y que por obvias razones las que él planteaba como condiciones iniciales no estaban dadas y él no iba a venir a Colombia. Yo llamo al presidente de la Corte Constitucional, Juan Carlos Henao, a decirle que el congreso estaba cancelado y él me dice de manera muy triste: ‘no me diga que esta es la sociedad en la que estamos enseñando una Constitución y estamos enseñando democracia’. Yo le respondí que sí y que a veces podía ser hasta peor. Lo dije de manera muy dolorosa, pero lo bonito de todo es que Colombia demostró y con la venida de Alexy en octubre, que le siguen importando los debates constitucionales y que obviamente lo que pasó en Bolivariana fue una cosa de ignorancia, de sinrazón, de persecución, muy espero que sea aislada, porque el país no es así. Entonces Alexy ayer cuando me saludó y se enteró que yo era la ex decana, me dijo que había que mantener una actitud de valentía ante la democracia en momentos de dificultades, que se solidarizaba conmigo y que él de todas maneras quería venir a Colombia porque entendía que en este país había pluralismo.

¿Pero usted por qué razón no optó por la fácil: quedarse callada como lo hacen tantos mediocres?

Hay cuatro condiciones que no me lo permitían. Vengo de una formación familiar en la que me enseñaron que uno lo único que tiene en la vida son los principios. La plata, la fama, los títulos, los cargos, son cosas pasajeras. En este caso el cargo de una decana era pasajero. En cuanto a mi formación personal como constitucionalista, yo defiendo los principios de la libertad y la igualdad que no me permitían quedarme callada. Yo formé una familia con un hombre que ha sido además de valiente, una persona radical en la defensa de lo que es la dignidad propia y yo tampoco me podía quedar ajena porque no tendría la manera de seguir acompañándolo y sería inferior a este proceso que como pareja hemos llevado. Y una cuarta razón por la que no me quise plegar fueron mis estudiantes. He sido profesora por más de 20 años y siempre he enseñado que uno debe defender los principios constitucionales, la libertad entre ellos, así que con qué cara iba a volver a un aula a dibujar en un tablero una teoría abstracta de la libertad si yo no la defendía. Además, en este país de insolidaridades y de soledades si me quedaba callada mantendría la misma actitud que durante tantos años hemos tenido, y yo soy la primera en criticar esa situación de silencio, apatía y comodidad. Si me tocara volver a hacer lo que me tocó hacer, lo haría.


“En la medida en que veamos la libertad de expresión y de cátedra como un concepto abstracto, que viene de libros, difícil de desarrollar, no van a existir. Por eso les digo a mis colegas profesores: ¡no pueden dejarse vencer!, ¡no pueden mantener una actitud pasiva! Si hay algún tipo de señalamiento por ideas que pueden ser soportadas en la diferencia, tienen que mantenerse en esas ideas. Defender la pluralidad, la igualdad, la tolerancia. Esa es la única manera que nos podremos apropiar de la idea de una democracia de la que todavía nos falta mucho”, asevera la ex decana antioqueña María Cristina Gómez Isaza.
 
Según la abogada María Cristina Gómez, la sociedad colombiana no solo es intolerante, sino que estigmatiza y “es tan ignorante y cerrada que puede interpretar cosas que no son de una manera, que terminan siendo dañinas justamente para la libertad”.

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