(Esta nota la publiqué en el informativo Vivir la UNAB, edición del 22 de septiembre de 2014)
Como los
sancochos de pescado que los lugareños preparan en las orillas del Magdalena o
del San Jorge y ‘hacen levantar hasta un muerto’, los Gaiteros de San Jacinto (Bolívar)
desde la primera nota musical provocaron una reacción en cadena en la
presentación realizada el pasado jueves 11 de septiembre en el Auditorio Mayor
‘Carlos Gómez Albarracín’ de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB).
Y es que Jeiver
Rodríguez Villalba con su gaita macho, Freddy Arrieta Rodríguez (gaita hembra),
Sergio Rodríguez Villalba (tambora), los percusionistas Carlos Javier Yaspe
Vega y Rafael Gustavo Quiroz Ortega, así como el vocalista Rafael Antonio
Castro Fernández, a pesar de haber tenido que madrugar para tomar el vuelo
Cartagena-Bucaramanga con una larga escala en Bogotá, aterrizaron con la
energía suficiente para poner a aplaudir y casi de inmediato incitar a bailar a
los 850 asistentes.
Por eso fue que
con la mejor disposición llegaron a la UNAB, descargaron sus instrumentos, hicieron
la prueba de sonido, se vistieron de blanco con pañuelo rojo amarrado al cuello,
se calzaron sus abarcas ‘trespuntá’, terciaron sus mochilas, ajustaron su
sombrero vueltiao e interpretaron un variado repertorio de porros, puyas,
cumbias, bullerengues, maestranzas y gaitas corridas, en el que por supuesto no
pudo faltar esa especie de himno compuesto por ‘Toño’ Fernández y que lleva por
nombre “Candelaria”.
Los ganadores
del Grammy Latino 2007 por su álbum “Un fuego de sangre pura” (Smithsonian Folkways),
apenas tuvieron tiempo para calentar sus gargantas con un par de tragos cortos
de güisqui y bajo un atronador aplauso de bienvenida ir de “María” y “La Ceiba”
a “Tres golpes” y “Fanny Rosa”, pasando por “La Bajera” y concluyendo con
“Candelilla brava” y “El fin del mundo”, como si casi dos horas de música y
folclor caribeño no fueran suficientes para calmar las penas del alma y rendir
un tributo a las mujeres, elemento primordial en las canciones de los enamorados
Gaiteros de San Jacinto.
Invitados por el
Área Cultural del Banco de la República, la Cámara de Comercio de Bucaramanga y
la Universidad Autónoma de Bucaramanga, estos seis juglares dieron una fiel
demostración de que el canto, el sabor contagioso y la tradición ancestral que
a comienzos del siglo XX tomaron forma y cuerpo de la mano de Miguel Antonio
‘Toño’ Fernández, hoy siguen más latentes que nunca.
Sonidos de
gaitas, maracas y tambores han visto pasar a cinco generaciones que en una
transmutación maravillosa e increíble ha permitido esa fusión entre la cultura
de los negros traídos de África, los aborígenes, los mestizos y los mulatos
conformando lo que los expertos califican como “la expresión viva de una
historia latinoamericana de fuerza, sobrevivencia y pasión”.
Esos aires
autóctonos que les han valido el reconocimiento en Las Vegas (Nevada), pero
también en festivales y conciertos en lugares tan remotos como Bélgica,
Polonia, la antigua Unión Soviética, China e Italia y en el vecindario de Perú,
Brasil, Chile, México y Jamaica, a donde fueron de la mano de los hermanos
Manuel y Delia Zapata Olivella.
Su música, dicen
los que saben del asunto, lleva “la cadencia de los mares y el recuerdo de
otras tierras”; el tambor, que marca el compás y hace las veces de ‘llamador’,
causa “un efecto hipnótico que hace bailar hasta al más arrítmico” e incluso
lleva a que un periodista no esperado se cuele en su camerino para tratar
descifrar su magia, para comprender el lenguaje de miradas y versos que van
aflorando con tanta espontaneidad, mientras apuran otro trago corto y le piden
al cantante que no deje de anunciar que trajeron mochilas, maracas y discos
para que los santandereanos conserven el recuerdo.
Minutos antes de
subir al escenario, dialogué con el ‘Viejo Rafa’, quien sin darse a rogar dio muestra de por qué es
hijo de Pascual Manuel Castro Matera, ‘Pascua’, decimero, compositor y gaitero
que le heredó esa manía de no quedarse quieto, de reírse por alguna picardía,
de estar tarareando viejas canciones o improvisando un piropo en forma de
verso, porque a sus setenta y tantos años tiene motivos de sobra para
pavonearse como un mozuelo.
¿Cuál es el secreto de los Gaiteros de San Jacinto?
La gracia es
ponerle amor a nuestra música, porque si uno no siente la música y no le pone
amor, no se vive nada. Por eso los Gaiteros de San Jacinto hemos tenido esa
riqueza de llevar nuestro folclor en las venas, en la sangre y en el alma,
cantándolo con aprecio, poniéndole el sentimiento y haciendo sonar las gaitas y
los demás instrumentos con el encanto que lo hacemos.
¿Dónde está la semilla de esta clase de música?
En los maestros
que nos dejaron este tesoro, como ‘Toño’ Fernández, a quien nosotros lo
reconocemos como el fundador porque fue el hombre que le puso el canto a la gaita,
Juan Lara, José Lara, ‘Mañe’ Mendoza, Gabriel Torregrosa, Pedro Nolasco Mejía y
Eliécer Mejía. Somos una descendencia de gaiteros porque cada uno de nosotros
de nuestros padres, tíos, primos o abuelos que fueron gaiteros. Somos los
embajadores de San Jacinto dentro de Colombia y fuera de nuestro país, y a
donde vamos decimos que nos sentimos orgullosos de ser colombianos.
¿A los niños de hoy les interesa este 'cuento' o va a morir con ustedes esta tradición?
En San Jacinto
hay escuelas para niños que lo están aprendiendo. Mis compañeros Carlos Javier
y Jeiver son algunos de sus maestros. Tenemos un semillero y estamos
convencidos que esta música no se va a morir. Cuando yo tenía como veinticinco
años creí que cuando falleciera ‘Toño’ Fernández y su generación, todo se iba a
acabar, pero por fortuna me equivoqué y hoy quedamos más gaiteros, y vienen
nuestros hijos y nietos. Si uno le pone amor a nuestro folclor, nunca se muere.
Ese legado tan lindo tenemos que representarlo ante el mundo con mucho cariño y
aprecio, y respetando lo que nos dejaron.
¿La gaita es más lamento que alegría?
Es una música
bastante melancólica que al mismo tiene un embrujo, porque cuando a uno le
gusta la gaita, se enamora tanto que es difícil olvidarla. De joven me gustaba
el acordeón y hacía paseos y merengues, pero hoy me siento tan apasionado por
ella que considero que la música más rica y linda del mundo es la gaita.
¿Si es así, ustedes le cantan a esa maldita
violencia que se ha ensañado con esa región de donde son oriundos?
Yo he hecho
muchas canciones sobre ese tema y pidiéndole a Dios por la paz con el lamento
de la gaita. Gané el Festival de San Jacinto en el año 2004 con una canción que
titulé “De rodillas”. Tengo otra llamada “Orgullo colombiano”, en la que digo:
Yo soy sabanero, esa es la verdad y quiero a mi suelo, no lo puedo negar. De
ser colombiano orgullo me da, abracémonos hermanos ya dejemos de pelear. Con
eso nada ganamos, vamos a vivir en paz. Si todos somos hermanos, gocemos la
libertad”.
O cuando canto:
Voy a hacer esta canción con el alma y alegría, dedicada a mi folclor y a mi
bella artesanía. Voy a invitar los gaiteros y a todos los compositores al
festival de mi pueblo, al de gaitas y tambores. Y quiero ver las muchachas en
el bello festival, bailando cumbia en la plaza gozaremos sin parar. Por eso a
mi tierra adorada nunca la puedo olvidar. De rodillas pido yo noche y día a mi
Dios bendito, porque la fe tengo en Dios que acabe con el conflicto. Él es
grande y poderoso, y nos tiene que ayudar. Él es el padre de nosotros y esta
guerra puede acabar. Y estamos tan confundidos pidiéndolo solo a él, ven y
escúchame Dios mío, tú eres gran y tienes poder. Porque con tu poderío, todo lo
puedes vencer (canta emocionado el ‘Viejo Rafa’ y sus compañeros lo observan
con el respeto que infunde el cacique en su tribu).
¿Un ‘cachaco’ puede ser gaitero o gustarle la gaita?
Esta música de
gaita es universal y en Bogotá hay una cantidad de ‘cachacos’ gaiteros, porque
esta es una música universal. La gaita fue la primera música colombiana que
logró traspasar fronteras, cuando el vallenato estaba en ‘pañales’.
¿Por qué “Candelaria” es tan conocida?
Esa es la canción
más famosa que ‘Toño’ Fernández le hizo a una mujer. Es una canción romántica
en gaita y muy bonita. Fíjese en los versos: Yo tenía mi Candelaria, yo tenía
mi Candelaria, con ella me divertía, llegó y me dejó llorando, ay, adiós
Candelaria mía… (Concluye el ‘Viejo Rafa’, poniéndose de pies como un resorte
porque ya les están anunciando y ‘están que se tocan’).
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