viernes, 26 de septiembre de 2014

Esas gaitas que embrujan

(Esta nota la publiqué en el informativo Vivir la UNAB, edición del 22 de septiembre de 2014)

Como los sancochos de pescado que los lugareños preparan en las orillas del Magdalena o del San Jorge y ‘hacen levantar hasta un muerto’, los Gaiteros de San Jacinto (Bolívar) desde la primera nota musical provocaron una reacción en cadena en la presentación realizada el pasado jueves 11 de septiembre en el Auditorio Mayor ‘Carlos Gómez Albarracín’ de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB).

Y es que Jeiver Rodríguez Villalba con su gaita macho, Freddy Arrieta Rodríguez (gaita hembra), Sergio Rodríguez Villalba (tambora), los percusionistas Carlos Javier Yaspe Vega y Rafael Gustavo Quiroz Ortega, así como el vocalista Rafael Antonio Castro Fernández, a pesar de haber tenido que madrugar para tomar el vuelo Cartagena-Bucaramanga con una larga escala en Bogotá, aterrizaron con la energía suficiente para poner a aplaudir y casi de inmediato incitar a bailar a los 850 asistentes.

Por eso fue que con la mejor disposición llegaron a la UNAB, descargaron sus instrumentos, hicieron la prueba de sonido, se vistieron de blanco con pañuelo rojo amarrado al cuello, se calzaron sus abarcas ‘trespuntá’, terciaron sus mochilas, ajustaron su sombrero vueltiao e interpretaron un variado repertorio de porros, puyas, cumbias, bullerengues, maestranzas y gaitas corridas, en el que por supuesto no pudo faltar esa especie de himno compuesto por ‘Toño’ Fernández y que lleva por nombre “Candelaria”.

Los ganadores del Grammy Latino 2007 por su álbum “Un fuego de sangre pura” (Smithsonian Folkways), apenas tuvieron tiempo para calentar sus gargantas con un par de tragos cortos de güisqui y bajo un atronador aplauso de bienvenida ir de “María” y “La Ceiba” a “Tres golpes” y “Fanny Rosa”, pasando por “La Bajera” y concluyendo con “Candelilla brava” y “El fin del mundo”, como si casi dos horas de música y folclor caribeño no fueran suficientes para calmar las penas del alma y rendir un tributo a las mujeres, elemento primordial en las canciones de los enamorados Gaiteros de San Jacinto.

Invitados por el Área Cultural del Banco de la República, la Cámara de Comercio de Bucaramanga y la Universidad Autónoma de Bucaramanga, estos seis juglares dieron una fiel demostración de que el canto, el sabor contagioso y la tradición ancestral que a comienzos del siglo XX tomaron forma y cuerpo de la mano de Miguel Antonio ‘Toño’ Fernández, hoy siguen más latentes que nunca.

Sonidos de gaitas, maracas y tambores han visto pasar a cinco generaciones que en una transmutación maravillosa e increíble ha permitido esa fusión entre la cultura de los negros traídos de África, los aborígenes, los mestizos y los mulatos conformando lo que los expertos califican como “la expresión viva de una historia latinoamericana de fuerza, sobrevivencia y pasión”.

Esos aires autóctonos que les han valido el reconocimiento en Las Vegas (Nevada), pero también en festivales y conciertos en lugares tan remotos como Bélgica, Polonia, la antigua Unión Soviética, China e Italia y en el vecindario de Perú, Brasil, Chile, México y Jamaica, a donde fueron de la mano de los hermanos Manuel y Delia Zapata Olivella.

Su música, dicen los que saben del asunto, lleva “la cadencia de los mares y el recuerdo de otras tierras”; el tambor, que marca el compás y hace las veces de ‘llamador’, causa “un efecto hipnótico que hace bailar hasta al más arrítmico” e incluso lleva a que un periodista no esperado se cuele en su camerino para tratar descifrar su magia, para comprender el lenguaje de miradas y versos que van aflorando con tanta espontaneidad, mientras apuran otro trago corto y le piden al cantante que no deje de anunciar que trajeron mochilas, maracas y discos para que los santandereanos conserven el recuerdo.

Minutos antes de subir al escenario, dialogué con el ‘Viejo Rafa’, quien sin darse a rogar dio muestra de por qué es hijo de Pascual Manuel Castro Matera, ‘Pascua’, decimero, compositor y gaitero que le heredó esa manía de no quedarse quieto, de reírse por alguna picardía, de estar tarareando viejas canciones o improvisando un piropo en forma de verso, porque a sus setenta y tantos años tiene motivos de sobra para pavonearse como un mozuelo.

¿Cuál es el secreto de los Gaiteros de San Jacinto?
La gracia es ponerle amor a nuestra música, porque si uno no siente la música y no le pone amor, no se vive nada. Por eso los Gaiteros de San Jacinto hemos tenido esa riqueza de llevar nuestro folclor en las venas, en la sangre y en el alma, cantándolo con aprecio, poniéndole el sentimiento y haciendo sonar las gaitas y los demás instrumentos con el encanto que lo hacemos.

¿Dónde está la semilla de esta clase de música?
En los maestros que nos dejaron este tesoro, como ‘Toño’ Fernández, a quien nosotros lo reconocemos como el fundador porque fue el hombre que le puso el canto a la gaita, Juan Lara, José Lara, ‘Mañe’ Mendoza, Gabriel Torregrosa, Pedro Nolasco Mejía y Eliécer Mejía. Somos una descendencia de gaiteros porque cada uno de nosotros de nuestros padres, tíos, primos o abuelos que fueron gaiteros. Somos los embajadores de San Jacinto dentro de Colombia y fuera de nuestro país, y a donde vamos decimos que nos sentimos orgullosos de ser colombianos.

¿A los niños de hoy les interesa este 'cuento' o va a morir con ustedes esta tradición?
En San Jacinto hay escuelas para niños que lo están aprendiendo. Mis compañeros Carlos Javier y Jeiver son algunos de sus maestros. Tenemos un semillero y estamos convencidos que esta música no se va a morir. Cuando yo tenía como veinticinco años creí que cuando falleciera ‘Toño’ Fernández y su generación, todo se iba a acabar, pero por fortuna me equivoqué y hoy quedamos más gaiteros, y vienen nuestros hijos y nietos. Si uno le pone amor a nuestro folclor, nunca se muere. Ese legado tan lindo tenemos que representarlo ante el mundo con mucho cariño y aprecio, y respetando lo que nos dejaron.

¿La gaita es más lamento que alegría?
Es una música bastante melancólica que al mismo tiene un embrujo, porque cuando a uno le gusta la gaita, se enamora tanto que es difícil olvidarla. De joven me gustaba el acordeón y hacía paseos y merengues, pero hoy me siento tan apasionado por ella que considero que la música más rica y linda del mundo es la gaita.

¿Si es así, ustedes le cantan a esa maldita violencia que se ha ensañado con esa región de donde son oriundos?
Yo he hecho muchas canciones sobre ese tema y pidiéndole a Dios por la paz con el lamento de la gaita. Gané el Festival de San Jacinto en el año 2004 con una canción que titulé “De rodillas”. Tengo otra llamada “Orgullo colombiano”, en la que digo: Yo soy sabanero, esa es la verdad y quiero a mi suelo, no lo puedo negar. De ser colombiano orgullo me da, abracémonos hermanos ya dejemos de pelear. Con eso nada ganamos, vamos a vivir en paz. Si todos somos hermanos, gocemos la libertad”.

O cuando canto: Voy a hacer esta canción con el alma y alegría, dedicada a mi folclor y a mi bella artesanía. Voy a invitar los gaiteros y a todos los compositores al festival de mi pueblo, al de gaitas y tambores. Y quiero ver las muchachas en el bello festival, bailando cumbia en la plaza gozaremos sin parar. Por eso a mi tierra adorada nunca la puedo olvidar. De rodillas pido yo noche y día a mi Dios bendito, porque la fe tengo en Dios que acabe con el conflicto. Él es grande y poderoso, y nos tiene que ayudar. Él es el padre de nosotros y esta guerra puede acabar. Y estamos tan confundidos pidiéndolo solo a él, ven y escúchame Dios mío, tú eres gran y tienes poder. Porque con tu poderío, todo lo puedes vencer (canta emocionado el ‘Viejo Rafa’ y sus compañeros lo observan con el respeto que infunde el cacique en su tribu).

¿Un ‘cachaco’ puede ser gaitero o gustarle la gaita?
Esta música de gaita es universal y en Bogotá hay una cantidad de ‘cachacos’ gaiteros, porque esta es una música universal. La gaita fue la primera música colombiana que logró traspasar fronteras, cuando el vallenato estaba en ‘pañales’.

¿Por qué “Candelaria” es tan conocida?

Esa es la canción más famosa que ‘Toño’ Fernández le hizo a una mujer. Es una canción romántica en gaita y muy bonita. Fíjese en los versos: Yo tenía mi Candelaria, yo tenía mi Candelaria, con ella me divertía, llegó y me dejó llorando, ay, adiós Candelaria mía… (Concluye el ‘Viejo Rafa’, poniéndose de pies como un resorte porque ya les están anunciando y ‘están que se tocan’).

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