martes, 16 de septiembre de 2025

Jaime Garzón, el duelo imposible

(Esta nota la escribí para el periódico Vanguardia (Bucaramanga) y fue publicada el 18 de mayo de 2025)

En una bellísima y conmovedora novela gráfica está el más sentido homenaje al periodista y humorista bogotano acribillado por pronunciar tantas verdades incómodas.

"Que este libro conceda a Jaime el deseo de no morir para la historia”. Esta es la dedicatoria que escribe Verónica Ochoa Sánchez después de mirarme fijamente, observar durante siete u ocho lentísimos segundos la hoja en blanco y empuñarcon firmeza su estilógrafo.

Ella y Alfredo Garzón Forero son los autores de “Jaime Garzón, el duelo imposible”, una joya de libro hecho con el alma y el arte de estos dos seres que entre su amabilidad esconden el dolor no solo por el asesinato de su cuñado y hermano, respectivamente, sino por la impunidad que ha campeado sobre este crimen de lesa humanidad cometido aquella desgraciada mañana del 13 de agosto de 1999.

El Consejo de Estado condenó al Ministerio de Defensa (Ejército Nacional y extinto DAS) por su responsabilidad agravada en el homicidio deJaime. La Sección Tercera del alto tribunal probó que el exsubdirector de Inteligencia del DAS, José Miguel Narváez Martínez, y el exjefe de Inteligencia de la Brigada XIII del Ejército, general Jorge Eliécer Plazas Acevedo, no solo realizaron seguimientos contra Jaime, sino que compartieron la información con el excomandante paramilitar Carlos Castaño Gil, a quien sugirieron ordenar el homicidio y éste a su vez conminó a miembros de la banda criminal “La Terraza” para que cometieran el magnicidio.

Durante cinco años Verónica y Alfredo, con la ayuda de Laura Nepta, Álvaro Duarte, Sergio Palacio, Alejandro Guarín, Daniel Martín, Lucía Duarte y Juliana Ocampo se metieron de lleno a documentar para luego escribir y dibujar una historia que comienza donde el lenguaje no alcanza o quizás en esa carpeta verde en la que reposan, entre tantas cartas e imágenes, el informe forense y las fotografías del cuerpo de Jaime el día que el terror pretendió silenciar el sentido de las palabras.

Son 564 páginas sobre estos dos hermanos que crecen durante el Frente Nacional, que luego se hacen maestros de escuela con el sueño de cambiar el sistema de cosas, las cuales fueron editadas por Rotundo Vagabundo, una asociación que al descrédito de las ideas y al imperio de la emoción opone el humor como herramienta argumentativa, capaz de dispersar las más tóxicas cortinas de humo.

“Buscamos expandir la mirada e indagar en prácticas que desencadenen la alegría, la escucha, la solidaridad y la construcción de utopías”, confiesan, al tiempo que afirman que “somos una partida de vagos hacendosos que se ocupan de dar forma a propuestas que mezclan humor con política y de poner en pie espacios de pensamiento e investigación que den vueltas en torno a la comedia como herramienta para el cambio narrativo, la construcción de imaginarios de futuro y el levantamiento de bancos de semillas de memoria”.

“No es pasar la página”

Alfredo es el responsable de los “Cartones de Garzón” que cada domingo durante los últimos 43 años han puesto a pensar a los lectores del diario El Espectadorechando mano del silencio y la síntesis.Con su voz pausada que conserva de aquellos tiempos de jesuita que recorría las calles del barrio San Martín, de Bucaramanga, el hermano de Jaime manifiesta que en principio pensó hacer una novela policíaca pero optó por este formato de novela gráfica que fue presentado con gran acogida en la reciente Feria Internacional del Libro de Bogotá.La razón tiene que ver precisamente con la eficacia de la imagen como elemento para la comunicación, explica.

Luego afirma: “Nuestra verdad no es la verdad judicial, en donde no hubo justicia para Jaime porque hay dos condenados solamente. Uno de ellos fue Carlos Castaño, que cuando lo condenaron por lo de Jaime ya tenía encima 26 condenas y no había estado un solo día en la cárcel. El otro es José Miguel Narváez, que hoy en día tampoco está tras las rejas porque vive repartiendo su doctrina en el Batallón de Comunicaciones del Ejército en Facatativá (Cundinamarca). Hemos hecho todo lo posible a través de los grupos de abogados que nos han ayudado en esta lucha para que él vaya a una cárcel normal y no ha sido posible. Todos los que desviaron la investigación, el director del DAS en Antioquia y diez agentes más, andan campantes por la calle”.Eso sin hablar de la cantidad de muertos del lado de la delincuencia y de testigos que hablaban de una élite empresarial y política determinadora del crimen de Jaime y de otros defensores de derechos humanos, eliminados para ocultar las conexiones por lo alto, señala.

Hastiado de ese sistema que parece diseñado para garantizar la impunidad, Alfredo enfatiza: “nosotros como artistas decidimos contar la historia de una manera bella y poética, y de esta forma sembrar esperanza para que esta sea una sociedad de derechos”.

A su turno, Verónicaseñala que “el duelo no consiste en dejar ir y pasar la página, sino en convocar a los muertos, volverlos a escuchar, rescatar los rituales que hagan que sus voces estén presentes”.

Su aspiración es que cada persona que lo tenga en sus manos sea atravesada por el libro. “Cada vez que eso ocurra estaremos venciendo a los asesinos y haciendo justicia”, dice con su voz quebrada.

“Cada día sin justicia es un día más en que Jaime es asesinado, un día más en que los asesinos vencen… Y aquí los asesinos no han parado de vencer”. Esta sentencia –que acompañauna viñeta en la que aparece la fachada del Cementerio Central de Bogotá con la frase “La vida es sagrada”–, da paso a un recorrido no solo por la vida y los personajes creados por Jaime Garzón, sino también por el acontecer nacional con capítulos tan dolorosos como la masacre de tres líderes de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) y de la periodista Silvia Duzán, cometida por paramilitares en Cimitarra (Santander) en 1990, con la complicidad de un canasto de manzanas podridas en las filas del Ejército y la Policía.

Apesadumbrado, pero jamás resignado con la desaparición de su amado hermano, Alfredo cierra: “Este libro es una forma de justicia. Es la justicia que yo puedo ofrecerle”.

Jaime, ayudado por Heriberto de la Calle, Dioselina Tibaná, Néstor Elíy hasta por Godofredo Cínico Caspa, ha movido su cadena de afectos para que “El duelo imposible” sea un éxito editorial.

Sergio Rodolfo Marchi, el confidente de Charly García y Gustavo Cerati

El periodista argentino Sergio Rodolfo Marchi tira la piedra y no esconde la mano. Es un fiel exponente del género ‘periodismo de apnea’, en el que el reportero se sumerge a las profundidades insondables de la persona sobre la cual va a escribir, sin dejar de explorar uno solo de los recovecos que tienen esos seres incomprendidos llamados músicos.

Marchi ha sido el confidente de sus archifamosos paisanos Charly García y Gustavo Cerati –estrellas del rock latinoamericano–y del británico Roger Waters, para solo citar tres nombres. De ellos ha publicado con Editorial Aguilar los libros “No digas nada”, “Algún tiempo atrás” y “El cerebro de Pink Floyd”, respectivamente.

Baterista por naturaleza y periodista de 62 años con 42 de trayectoria, Marchi combina la brevedad con la gracia, cualidades que al subirse a la tarima de la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga entran en ebullición y atrapan a un público de todas las edades que goza cada uno de sus apuntes y se asombra con la chispa que va diciendo cosas, revelando secretos o soltando mensajes entre líneas para que los más avispados capten de qué está hablando. “No es necesario mencionar la palabra cocaína, pero está entre líneas… o entre rayas”, acota.

Por ejemplo, de Charly García afirma que “necesitaba un libro loco porque él es un poco loco”, acompasado por una narración que va hacia adelante, hacia atrás y hacia los costados. Windows 95 se le apareció como un ángel de la guarda y resultó definitivo para pasar de lleno de la máquina de escribir al computador. Ese sistema operativo le permitió cortar y pegar, así como guardar en archivos. “Aluciné. Y dije: cortar y pegar es lo que hace Charly con la música, que agarra una cosa de acá otra de allá, las mezcla, y les pone un piano, un bajo… Eso es lo que yo puedo hacer con la escritura. Entré en trance y en seis meses el libro estuvo listo”, recuerda.

“Cada libro tiene su propia vida y te va pidiendo determinadas cosas o vos te vas dando cuenta qué falta y qué sobra. Entendí que es perdido buscar un modelo patrón o un metro para adaptarlo a un libro que uno esté haciendo.Tenés que encontrar tu estilo y tu modo. Yo no sé cuál es mi estilo; yo simplemente escribo. No tengo nunca el síndrome de la hoja en blanco, producto de los años de periodismo, porque no soy un escritor sino un periodista quehace libros. Escritor es el que hace ficción e inventa un mundo y eso ya lo estoy haciendo, pero los mundos me salen un poco chuecos, así que tengo que practicar un poco más. El instinto es muy importante en esto”, explica sin alardes de grandeza.

De su paso por los medios impresos, radiales y televisivos aprendió una lección que debería servir a tantos colegas y novatos: en los periódicos y revistas jamás publicarán excusas, así que más le vale a cada quien hacer su trabajo, regresar con lo que le encargaron y plasmarlo de la mejor forma.

¿Cómo logra ensamblar esas historias para construir un relato no solamente desde los recuerdos sino también desde los testimonios?, le pregunta su interlocutor Diego Londoño. “No tengo la más puta idea…”, responde y sonríe como un niño que acaba de hacer una travesura delante de más de 200 asistentes.

Entonces cómo hace para no perder en la narración al ser hombre y dejarse llevar por el mito difícil de alcanzar, le repregunta. “Ahí está la distancia que se debe tomar. Yo escribí un montón de historias de músicos, porque me interesaba desde el punto de vista musical, pero después me interesé por el punto de vista humano. Porqué tantos músicos terminan arruinados, muertos, presos, en el manicomio, por qué se pegan tantos tiros en los pies, porqué se autosabotean”, señala, precisando que esas figuras tienen los mismos problemas de las demás personas y entendiendo eso el mito es el mito.

Advierte Marchi que desde 1993 se convirtió en la sombra de Charly García y de esa aventura donde lo vio todo y lo vivió todo, haciendo las veces de confidente, baterista, mánager, psicólogo y enfermero, resultó una biografía diversa, divertida y divergente que sirve para descifrar al genio llamado Carlos Alberto García Moreno, ese volcán que es considerado junto a su compatriota Luis Alberto Spinetta como una de las figuras musicales más sobresalientes que ha parido este continente. No por error García fundó la banda Sui Generis e integró agrupaciones como “La máquina de Hacer Pájaros” y “Serú Girán”, que se convirtió en una piedra en el zapato para los dictadores que abundaban por esa época del siglo XX en el país austral.

Las biografías escritas por Sergio Marchi son para leer con el libro en una mano, una copa de vino en la otra y al fondo el sonido de “Rasguña las piedras”, “Canción para mi muerte”, “Demoliendo hoteles”, “Yo no quiero volverme tan loco”, “Los dinosaurios”, si es por el lado de Charly García, o “De música ligera”, “En la ciudad de la furia”, “Cuando pase el temblor”, “Prófugos” y “Trátame suavemente”, si la onda está del lado de Gustavo Adrián Cerati, el guitarrista, vocalista y compositor de la banda Soda Stereo, que el 14 de septiembre de hace 11 años dijo “Adiós”… y se marchó para siempre.

Sergio confiesa que quedó traumado de los boleros y “las orquestas espantosas de música ligera” que oía su madre melancólica, pero fue la película “Help”, de los Beatles, que se convirtió en los años setenta en la puerta de entrada a un mundo del que no ha podido salir y,a la vez, en su antidepresivo. The Rolling Stones y Led Zeppelin le darían el empujón que faltaba y el remate fue oír cantar a sus vecinos las tonadas de Sui Generis, descubriendo que había rock argentino. “Y así, como quien no quiere la cosa, terminamos acá”.

Por primera vez está de paso por Colombia y le vienen los recuerdos de cuando de joven leyó a Gabriel García Márquez y “Cien años de soledad”. También de las clases de geografía y la sonoridad de palabras como Aracataca, Tamalameque o Bucaramanga. “Y ahora que estoy acá me gusta la gente, el café, las mujeres… me gusta todo. Así que pórtense bien y no hagan que mi fantasía se diluya”, apunta.

Sabía y tararea que Santa Marta tiene tren pero no tiene tranvía y que el caimán se va para Barranquilla porque las escuchaba en las emisoras de Buenos Aires–, lo cual alimentó su ilusión por conocer este país.

Dice que las aventuras de Sandokán, escritas por el italiano Emilio Salgari, sirvieron de inspiración para las 622 páginas de la biografía sobre Charly García, que se planteó como un libro de acción…de piratas. Tardó mucho en entender a Jorge Luis Borges, pero fueron Julio Cortázar y el estadounidense Henry Miller quienes primero lo atraparon.El rock, por su parte, le dio muchas herramientas y lo educó.

Aprovecha para aclarar que la gente piensa con frecuencia que los músicos se sientan al piano, les viene una ola de felicidad y componen sus grandes obras. “No, el músico sufre como un hijo de puta y yo también sufro cuando hago mis libros. Porque no conseguí a fulano, porque no me sale bien esta frase, porque esto que escribí es muy estúpido, porque esto es muy rebuscado o porque es muy larga la oración”.

Con estos brochazos se pinta el retrato de quien en su más reciente edición de “No digas nada” expresa: “Continúo vistiendola camiseta del afecto para con Charly, pero ya lejos de su hechizo veo las cosas diferentes, con menos distorsión y con la experiencia que te dan los años. No me confunda, señor, por favor. Yo solo soy uno más bajo el sol. Y el astro rey de estas páginas es Charly García”.

Sergio es de quienes en este mundo de hipocresía, trapisondas y cambalaches aún creen que la mejor manera de ser amigo de alguien es no mintiéndole. “Que yo me haya distanciado de Charly no significa que le pierda afecto”.

Charly García (que en octubre cumplirá 74 años), Gustavo Cerati (q. e. p. d.) y Sergio Rodolfo Marchi, su biógrafo, seguirán brillando. 

De Dolores Reyes y libros censurados en Argentina

Cada palabra, cada frase, cada párrafo que sale de la boca de Dolores Reyes transmite dolor, impotencia, angustia, denuncia y verdad. Por esa razón es que esta escritora, profesora y feminista argentina resulta tan incómoda para quienes no quieren a oír o de plano niegan el aberrante delito de los feminicidios, las agresiones y el acoso a las mujeres.

Dolores, nacida en Buenos Aires hace 47 años, está en la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga, hablando de sus libros “Cometierra” y “Miseria” (Editorial Alfaguara), novelas que han provocado la ira del presidente de Argentina, Javier Milei, de su vicepresidenta Victoria Villarruel, y de su séquito que no cesa con sus alaridos de “¡Viva la libertad, carajo!”.

Esos ‘libertarios’ no soportan que Dolores Reyes haya puesto el dedo en la llagade la violencia de género, ligada a una sobredosis de impunidad. El suplemento cultural Babelia, del periódico El País (España), la catalogó como una “revelación lectora” y un medio del calibre del estadounidense The New York Times ha dicho que se trata de dos de las mejores novelas latinoamericanas recientes.

“El secretario de Cultura de la Nación (Leonardo Javier Cifelli) dijo en conferencia de prensa que ‘Cometierra’ es un libro degenerado y para degenerados. Cuando los periodistas le repreguntaron sostuvo que en realidad no lo había leído”, asevera Dolores.Una estigmatización que se convirtió en un búmeran para el régimen, llevando a popularizar estas obras e incluso que las personas del común las compren para obsequiar a sus amigos o que sean leídas en aulas de escuelas y universidades.

De Milei sostiene que es “un payaso que emula muy espantosa y burdamente todo que lo hace el rey del norte” y afirma que su vicepresidenta la acusó en las redes sociales de escribir pornografía infantil e incluso citó fragmentos que no son de su pluma sino de “Las aventuras de la china Iron”, de su compatriota Gabriela Cabezón Cámara (quien visitó Ulibro en 2024). De paso, se produjeron más de 600 intimidaciones y amenazas de muerte: “Te vamos a quemar a vos y a tu libro. Me mandaban fotos de la puerta de mi casa. Me decían que esto se termina con un balazo para mí y para mis hijos. Una virulencia que pocas veces vi y me hizo entrar en schock”, dice Reyes, con la voz quebrada, en su conversación de Ulibro 2025 con la periodista Claudia Morales Medina.

Una campaña de desprestigio con la que pretendieron meterle miedo a ella, a sus lectores y a los docentes que mencionen estos libros, pero –como dicen en Charalá– ‘tacaron burro’.

Visceral y urgente

“‘Cometierra’‘ha elegido dos cosas: un barrio nuevo y no volver a usar su poder adivinatorio nunca más. Rodeada de desconocidos, va saliendo poco a poco de su encierro y aprende a manejarse en su nuevo entorno, al tiempo que aguarda el nacimiento de su sobrino, hijo de su hermano Walter y de la novia de este, Miseria. Es precisamente esta última quien, al ver en el don de ‘Cometierra’ un lucrativo potencial económico, la anima a recuperar las visiones que le permitían encontrar a gente desaparecida. Para ello, tendrá que resolver casos recientes y antiguos, desvelar secretos de su historia familiar y poner su vida en las manos de una bruja más poderosa que ella”, dicen las elogiosas reseñas de esta mujer que es madre de siete hijos y le saca tiempo al tiempo para escribir sobre una cruda realidad que se da en Argentina, pero también en México, Colombia y otras latitudes.

“Una novela redonda en la que Reyes vuelve a ofrecernos una prosa visceral y poética, unas imágenes bellas y desgarradoras, una literatura comprometida con la comunidad”, dijeron en el periódico español El Mundo. “(Reyes) abrió desde la literatura un potente camino para hablar de la lacra de feminicidios que asola el mundo desde universos simbólicos tan sugerentes como femeninos. La tierra, la magia, los saberes tradicionales de la adivinación sustituyen, en esta metáfora infinita, a los métodos científicos y forenses”, consignó la revista Vogue.

Tal es el compromiso y valor de esta mujer nacida en la terrorífica época de la dictadura de Jorge Rafael Videla y la Junta Militar, que Dolores Reyes tiene tatuada en su pierna izquierda un revólver y la frase “¡Basta ya de chic@smuert@s!”.

Las mujeres son las protagonistas de una novela como “Miseria”, en la que los hombres, a menudo ejercen la violencia, abandonan o adquieren matices monstruosos.“Me había jurado no volver a comer tierra y ahora me quema la lengua y me ruge el estómago reclamándola. La tierra está llena de secretos, pero no para mí. Vuelco la botella arriba de la mesa y levanto un puñado para llevármela a la boca y me voy llenando de saliva. Mi corazón hierve de amor a la tierra pero también de miedo. Cierro los ojos y dejo una mano apoyada sobre ella. (...) Siento sus ojos desesperados fijos en mí mientras la tierra se va apoderando de mi cuerpo como una droga. Trago otro puñado y ya empiezo a sentir que quiere contarme. Me arrastra. El negro absoluto empieza a iluminarse y se arman sombras nuevas. Me acerco y veo mejor, hay dos pibes chiquitos. Se persiguen, se empujan, juegan carreras. Escucharlos es un alivio enorme. ¡Escondidas!, propone el mayor, que empieza a contar apoyándose en una pared que no había visto hasta ahora. Como si ese muro fuera la espalda de una persona, ni bien lo toca alguien grita desde adentro. (...) Abro los ojos y antes de anunciarle a la Tina que sus hijos están vivos, sigo disfrutando del gusto y el peso de la tierra. Con la lengua busco sus restos adentro de mi boca para saborearla un rato más”.

Cuando era una niña, Cometierra tragó tierra y supo a través de una visión que su madre había muerto asesinada por su padre. A esa revelación le siguieron muchas más, y con cada cucharada de tierra engullida, Cometierra fue descubriendo el trágico destino de muchas mujeres desaparecidas que, como su madre, eran víctimas de la violencia, pero también, del silencio institucional y la injusticia. Pero tener un don adivinatorio implica una responsabilidad difícil de sobrellevar: conocer la verdad y saber qué hacer con ella. Es por eso que, después de haberse llenado el estómago de tierra, y los días y las noches con las brutales visiones de las desaparecidas, Cometierra elige marcharse de su barrio y no volver a usar su poder, relata en sus 336 páginas este éxito literario que ha sido traducido a más de 15 idiomas.

Prosa elegante con elementos de realismo mágico, visceral, urgente… Así es el estilo de Dolores Reyes, quien con frecuencia ha sido vista en una cafetería de su barrio bonaerense machacando las teclas de su computador, derramando una y otra lágrima, secando sus mejillas, tomando un aliento y regresando a casa donde le esperan sus siete hijos que ahora esperan el regalo que les lleve su madre desde Bucaramanga y la próxima novela que hará despelucar a ese energúmeno Javier Gerardo Milei que odia a sus padres, pero que clonó a su mastín inglés Conan, del que obtuvo cinco cachorros a los que llama sus “hijos de cuatro patas”.

Una historia paralela que está contada en “El Loco”, un libro publicado por Editorial Planeta y en el que Juan Luis González revela las charlas del ‘libertario’ con el animal muerto a través de una médium y de su hermana telépata (Karina Elizabeth) y las conversaciones con seres muertos y con “el número Uno”, como llama a Dios, el que le encargó ‘la misión’ de ser presidente de Argentina y con ello le habría concedido los poderes para condenar al infierno a Dolores Reyes y sus novelas, en un país austral en el cual durante la dictadura el 30 de agosto de 1980 en un baldío de Sarandí quemaron un 1,5 millones de libros, pretendiendo extirpar el comunismo y silenciar la libertad de pensamiento. Una hoguera que ardió durante tres días seguidos…

“Por eso yo entiendo que al Gobierno de Milei le molesten tanto mis libros, porque nuestra vicepresidenta hace campaña activa por liberar a los genocidas de la dictadura que están presos por crímenes de lesa humanidad… Un libro que tiene un personaje que busca desaparecidos les molesta muchísimo”, concluye Dolores.

Las heridas y el perdón del cura Antún, sobreviviente de la masacre de Bojayá (Chocó)

“Mi nombre es Antún Ramos Cuesta. La primera vez nací en Bagadó, Chocó, el 28 de agosto de 1973, hijo de César Ramos y Carmelina Cuesta. La segunda vez nací en Bellavista, Bojayá, el 2 de mayo del 2002, a mis 28 años, hijo de un Cristo roto, de una iglesia destruida y de niños y mujeres y hombres muertos”.

Así, con un estilo descarnado e hipnótico, narra en su libro “Bojayá. Relato del sacerdote que sobrevivió a la masacre” (Editorial Sin Fronteras) los combates entre guerrilla y paramilitares que se produjeron del 1 al 4 de mayo de ese año, los cuales desencadenaron en la destrucción de la iglesia del pueblo y la muerte de 79 personas –la JEP habla de más de cien contando los hechos precedentes y posteriores– tras la explosión de una pipeta bomba lanzada por las Farc. Es la guerra de la que no quiso huir, sino a la que le ha dado la cara.

La iglesia, dice, no solo como templo sino como todos los seres humanos que llegaron a refugiarse del cruce de disparos de fusil, entre ellos los asesinados “y enterrados en una fosa común que no escucharon los llantos de despedida, que no tuvieron un rezo, a quienes les fueron negados incluso los ritos del adiós final”.

Ese año 2002, además le trajo a Ramos Cuesta otras dos desgracias: el fallecimiento de su madre a causa de un infarto durante un hostigamiento de las Farc y el secuestro de su hermano Álvaro, por cuya liberación el ELN pedía 300 millones de pesos y terminaron tranzando por 40 millones que ayudaron a pagar amigos y vecinos.

Sin clériman que lo identifique como religioso, pero con una réplica del Cristo negro y mutilado de Bojayá ante la cual oró el Papa Francisco en su visita a Colombia en septiembre de 2017, el corpulento cura Antún vino a la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga donde se refirió sin tapujos a la barbarie y el drama acontecidos en su pueblo, así como a la maldita violencia que no cesa en este país y en otros rincones del planeta como Palestina.

“Me encontrarán siempre en la tierra que amo, que se llama Chocó. Me encontrarán siempre en la casa de Dios. Y espero que me hayan encontrado aquí, en esta historia que nunca puede repetirse”, reza el último párrafo de su libro de 186 páginas, en cuyo prólogo el columnista Ricardo Silva Romero señala: “La masacre de Bojayá resumió una cultura aniquiladora que ha permitido que las personas sean reducidas a daños colaterales”.

Ramos Cuesta –hoy oficiando en el poblado de Tutunendo (Chocó)–, conversó durante una hora con el docente de la Universidad UNAB, Javier Augusto Ferreira, contó lo que fue tal como fue, sacudió los corazones del centenar de asistentes y luego de plasmar sentidas dedicatorias en los ejemplares vendidos, se tomó un capuchino y concedió esta sobrecogedora entrevista que dejará horrorizado a más de uno.

¿Para qué atormentarse leyendo su libro?

Este libro atormenta y es doloroso, pero también es esperanzador y está lleno de optimismo y frente a todo lo que se está viviendo en el país, la convulsión que podemos estar experimentando aquí y en otras partes del mundo, mi libro es un bálsamo para toda esta situación.

A un joven que tenga menos de 23 años al que se le mencione la masacre es probable que nunca haya escuchado la más mínima referencia. ¿El país ya se olvidó de Bojayá?

Yo diría más bien que la clase política. Las víctimas hemos tratado de no dejar que Bojayá muera, no tanto por revictimizarnos ni por generar lástima, sino porque estos hechos dolorosos hay que tenerlos sobre el tintero para que no se repitan.

¿Cuál fue la razón principal que lo llevó a atreverse a escarbar los fantasmas del pasado?

El libro es una terapia sanadora que yo hago y que invito a otras personas que lo hagan, porque quien lea el libro no es igual después de hacerlo. Nosotros nos quejamos de cosas menores: que si llueve, que no tengo que comer, que no tengo ropa, que tengo deudas, las cuales son cosas menores frente a lo que se narra en él. Frente a todo lo que pasa allí, Antún y su comunidad es resiliente. Nosotros logramos sobreponernos a todas las dificultades y por ello no hay que dejar que Bojayá muera. Ahora estamos dando cátedra de paz y de reconciliación a través de este libro.

¿Cómo toma la iglesia Católica, que por momentos es tan ortodoxa para no decir que goda, su osadía de cuestionar a políticos y actores armados y hasta se atreva a ventilar conductas de expresidentes de Colombia y de generales? ¿Ya lo excomulgaron o está a punto de que le den el empujón?

No, yo sigo siendo sacerdote activo y actual. Creo que siempre y cuando estemos hablando con claridad, no mintiendo y no diciendo lo que no es, la crítica es también a lo interno. Hemos criticado incluso presupuestos de la iglesia y ahora con la muerte de un senador hubo mucho amor y mucha fraternidad, lo que no se ve con las víctimas del común, así sean cincuenta o cien. No puede ser que la iglesia se preste para que haya víctimas de primera, de segunda y de tercera clase. Las víctimas deben dolernos todas, independientemente de que sean políticos o nietos de expresidentes.

¿Hablar en ese tono aquí en Bucaramanga pero tener que volver a su olvidada y selvática región le genera temor de que al regresar de uno de estos viajes lo ‘borren del mapa’?

Siento que el miedo es el que nos mantiene a ratos mudos e inermes en cuanto a lo que está pasando. Yo trato de ser prudente, pero mi prudencia no me puede hacer cobarde. Yo estoy en medio de los actores y trato de mediar estando en el lugar, pero también si algo se viniera pues también se asume.

¿Cuál es la imagen del bombazo que por más que haya intentado no ha podido borrar de su mente?

Que la primera persona que me viene a pedir socorro es alguien balbuceante que me dice: “Padre, ¡ayúdeme¡ ¡ayúdeme!” y era hermano de un guerrillero. Su hermano en su libre albedrío decidió meterse a la guerrilla, pero éste era un muchacho trabajador de ahí del pueblo. Murió porque tenía la cabeza abierta. Entonces era muy irónico que las Farc lancen la pipeta y al primero al que golpee sea el hermano de un combatiente.

¿Usted ha superado el estrés postraumático? ¿Puede dormir o con frecuencia lo despiertan esas pesadillas?

Sufrí. Por mucho tiempo sufrí de estrés. En Bojayá hay mucha gente que después de la caída de la pipeta no ha logrado reponerse, mucha gente que perdió la fe, mucha gente que no volvió a Bojayá y mucha gente que está enferma. Yo, a Dios gracias, tuve acompañamiento de psicólogos, psiquiatras, sacerdotes, gente del común y además estuve interno. Entonces siento que eso agilizó un poco mi recuperación y no quedé tan loco.

Hay quienes con facilidad hablan de perdón, justicia, reparación y no repetición. Usted es sacerdote y en el seminario le enseñaron a perdonar, pero hay otros seres que están en todo su derecho y no perdonarán jamás.

Yo perdono e invito a que perdonemos. El perdón es un camino, más que una decisión. Y hay gente que lo puede hacer en un mes y otros que se demorarán años, pero hay que comenzar el proceso. Nosotros no perdonamos porque el otro se merezca ese perdón. Yo perdono porque quiero estar en paz conmigo mismo. Desde la fe entendemos que quien llena su corazón de rencor está enfermo. Uno lleno de rencor no fluye, no progresa, no se sana y las pastillas no hacen mucho efecto. Entonces haciendo la suma es mejor sanarnos y perdonar, así se mire como un acto de cobardía. Sanar no quiere decir olvidar, pero la sanación debe partir desde lo más profundo para sobreponernos a todo lo que venga.

Usted apunta algunas críticas al entonces presidente Andrés Pastrana Arango y asevere que hizo caso omiso de las alertas tempranas. ¿El expresentador de televisión se hizo el tonto?

Más que eso. Pastrana fue muy irresponsable y no hizo nada. Porque si a ti te llegan al despacho diez advertencias y tú puedes hacer algo… pero el Ejército llegó cinco días después de la masacre. Nosotros la primera alerta la mandamos el 19 de abril y de ahí para allá durante los diez días antes de la masacre estuvimos enviando alertas tempranas porque la guerrilla decía que iba a atacar y los paramilitares también decían que habían venido a posicionarse ahí. Eso lo hicimos para que el propio Estado nos protegiera como población. Nosotros con nuestra propia mano, más allá de la palabra que es nuestra herramienta de confrontación, no tenemos como sacar a ningún actor, pero el Estado sí lo puede hacer por las buenas o por las malas. Pero en este caso, bajo la Presidencia de Andrés Pastrana poco o nada se hizo por nuestra gente.

¿Qué papel cumplieron las Fuerzas Militares de Colombia en cuanto a la masacre?

Nosotros decimos que hay una responsabilidad tripartita: los primeros responsables son las Farc porque fueron quienes lanzaron la pipeta, con la advertencia que les hizo mucha gente de que no lo hicieran. Porque cuando vieron que estaban armando los tatucos les dijeron que no lo hicieran porque en la iglesia había gente. Lo hicieron con conocimiento de causa y después en La Habana (Cuba) ellos dijeron que la peor acción que cometieron en los 51 años de combate fue la masacre de Bojayá. Los paramilitares también fueron responsables en la medida en que nos toman como escudos humanos, como rehenes. Y el Estado también es responsable porque los paramilitares que llegaron a Bojayá salieron de Turbo, Apartadó, Chigorodó y Carepa, donde hay bases militares, y esas lanchas están prohibidas en el Atrato. También es responsable el Estado por su negligencia y por no haber protegido a la población.

¿Algún enemigo suyo lo tildará de guerrillero o paramilitar o que odia al Ejército o que es comunista? ¿Usted, aparte de cura, es algo de eso?

En mi corazón no hay espacio para el odio. Yo soy de la comunidad. No odio a la guerrilla, no odio a los paramilitares, no odio al Ejército. Sigo esperando que con todas estas reformas que le están haciendo a la Fuerza Pública encontremos un Ejército más civilizado, más humano y más cercano a la gente.

¿Le han dado la espalda algunas personas por decir lo que piensa o por atreverse a cuestionar la versión que con tanta facilidad repiten algunos periodistas desde la comodidad de Bogotá?

Yo invito a mi feligresía a que tengamos criterio. Cuando uno escucha medios tradicionales se da cuenta que no hay nada que escoger, porque uno ve que hay una narrativa de querer mostrarnos un país donde uno no puede salir a la calle. Bojayá pasó hace 23 años, cuando los que están hoy gobernando no lo eran. Hay que revisarnos y buscar un equilibrio de mostrar cosas malas pero también lo bueno que se está haciendo, sin querer decir que esto es Suiza o que estamos en paz. Faltan muchas cosas, pero se está caminando en una buena dirección.


Yannis Palavós, el griego loco que escribe cuentos

Quienes acudieron con la expectativa de toparse a un señor de barba y túnica blanca que hablara de Platón y nadie más, quedaron viendo un chispero. En su lugar se encontraron con un inquieto cuarentón, lampiño, calvo, de tenis color naranja y unas vistosas medias de nubes azules, amarillas y grises, que de su compatriota seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles no dijo ni mu.

El escritor, guionista y traductor griego Yannis Palavós viajó 10.323 kilómetros desde la cuna de la civilización occidental y de la democracia con el propósito de participar en la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga y aterrizar en un terreno no apto para quienes sufren de bibliofobia (miedo a los libros y la lectura): responder por qué contar cuentos en el siglo XXI.Que fue la misma pregunta que le plantearon en el Festival de Literatura en Atenas el pasado mes de junio.

Con frecuencia le ha sucedido que al caminar por las calles de su natal Tesalónica o Heraclión, aquellos que conocen su obra lo abordan y lo felicitan por su seudónimo Palavós, pero él de inmediato les explica que así esa palabra signifique loco, es su apellido paterno. Otros le indagan cuándo va a pasar de los cuentos a escribir algo ‘más sesudo’ como una novela o un voluminoso ensayo, como si este fuera un género menor o una especie de Cenicienta. A estos últimos les dice que los cuentos son en realidad una forma muy difícil de literatura, que está mucho más cercana a la poesía que a la novela o a la prosa larga. “Es un lugar privilegiado y es lo suficiente corto para que lo puedas disfrutar y después ir a tomarte un café”.

La materia prima de su literatura proviene del norte de su país, donde creció, que no es necesariamente la Grecia estereotípica que podemos conocer por Anthony Quinn y Zorba, el griego, o por otras obras de la cultura popular, sino que es específico de esa zona. Entonces lo que hace es traer esa experiencia local y regional para comunicar un sentimiento universal.Palavós viene de las montañas y si se atreviera a nadar en el mar lo más probable es que se ahogaría.

El campo en el que se mueve como pez en el agua es tomando lo provincial y cavando profundo para llegar a las cosas básicas que constituyen su experiencia, como son la esperanza, el duelo, la nostalgia, la desilusión, el gozo y la alegría, así como los procesos impostergables de la vida: nacer, crecer y morir.

“La razón para contar cuentos en el siglo XXI ha sido la misma que en toda la historia, porque los cuentos y las historias en general se tratan de dos cosas: el corazón humano y el lenguaje. Y si el lenguaje cambia de un lugar a otro, por fortuna están los traductores allí. Mientras que el corazón humano, por el contrario, siempre es el mismo. Si un cardiólogo estuviera aquí podría identificar nuestro corazón con el mismo del Homo sapiens, que vino después del Neandertal hace milenios”, contextualiza Palavós.

¿Pero para qué escribir cuentos en un tiempo en que tantos adultos y niños no leen, sino que están subyugados por las redes sociales? Yannis asevera que “la gente lee cada vez menos porque hay una competencia creciente contra la literatura que no existía hace 50 años, pero la literatura sigue siendo la mejor manera para entenderte a ti mismo y dar sentido a tu experiencia y al mundo. La principal herramienta de la literatura es el lenguaje y este no es solamente una herramienta que usamos, sino toda la estructura de nuestro pensamiento”.

Palavós, que atravesó medio mundo y llegó a una ciudad tan caótica como la capital griega para realizar esta charla en la Sala Editorial con el docente Leonardo Gil Gómez, sostiene queaunque tengamos sustanciales distancias de tiempo o espacio y seamos tan diferentes, el color de la sangre que corre por las venas de un ateniense y de un bumangués es el mismo y la experiencia humana es la misma. “Queremos entender, queremos dar sentido, queremos consolar…”.

Palavós no habla ruso ni nació en siglo XIX, pero cuandolee al cuentista y dramaturgoAntón Chéjovse ve a sí mismo.Lo mismo le pasa con el checo Franz Kafka o con el novelista estadounidense William Faulkner.

Sin incomodarse cuando se le interroga si su país es primer mundo’, Palavós expresa que “Grecia posa de ser primer mundo y así se presenta ante los demás, pero en realidad no lo es. Grecia está mucho más cercana en términos culturales, sociales y económicos a los países de los Balcanes o de Oriente Medio, pero los griegos trabajan muy duro para esconder esa realidad”.

Advierte que no es que tenga nada contra los países balcánicos o los de Oriente Medio, que de por sí son pueblos culturalmente ricos y diversos, pero que lo ocurre con los griegos es que hay un complejo de inferioridad que les hace voltear a mirar a sus ancestros y quedarse en el pasado o a sus vecinos ricos de Europa para mirarse en ellos.

La contraseña robada

De la cantera de Palavóses el cuento “Contraseña”, para el que no tomó ni una letra de la Inteligencia Artificial, sino que en su totalidad es fruto de la Inteligencia Humana. “Durante dos veranos enteros cuando me iba al pueblo de vacaciones le robaba Internet al vecino. Al principio lo tenía abierto, sin clave. Cuando descubrió que alguien se lo robaba, le puso contraseña. Un día, en la cafetería, le pregunté por su fecha de nacimiento con la excusa de que quería saber su signo del zodíaco. Volví a casa y tecleé los números. Dos veranos estuve descargándome música. Hasta pensé en mandarle una tarjeta de felicitación por su cumpleaños. Hoy, 12 de junio de 2009, en cuanto me han dado permiso en el trabajo he cogido el autobús para ir al pueblo. Llego y veo en la casa de enfrente un ataúd. Le hablo por señas a mi madre. Lo atropelló un coche, dijo. Una injustica. ¡Tan joven! Subí a mi habitación, encendí el ordenador y tecleé la contraseña… seguía funcionando”.

Yannis señala que en el momento de escribir no se puede decir qué se quiere decir o qué se está haciendo, porque es algo de lo que quien lo hace se da cuenta en retrospectiva, ya que cada quien está creando. “Lo que sabía que quería trabajar en la historia era esta tensión entre tragedia y comedia, y cómo a través de ella se podía hablar de los momentos en los que la vida puede tener poco significado y a partir de cosas aleatorias. Pero hay algo de verdad en esta historia y es que cuando yo era joven e iba a visitar a mis padres, que son granjeros y no tenían Internet y nuestro vecino sí contaba con ese servicio porque era rico, yo trataba desesperadamente de robarle Internet. En la vida real nunca pude encontrar la contraseña correcta, así que en la ficción lo maté en venganza”.

Palavós es un loco por la literatura, pero también un confeso ladrón de contraseñas que no les da consejos a quienes se atreven a ‘cometer’ cuentos y solo repite lo que suele decir el cantautor, poeta y novelista canadiense Leonard Norman Cohen cuando le preguntan de dónde saca sus excelentes melodías y álbumes: “No sé. Si supiera de qué lugar vienen las buenas canciones iría más seguido a esa fuente”.

Pero como queda tentado, el irónico y melancólico Yannis recalca que hay que leer mucho y estar perdidamente enamorado del lenguaje como para querer narrar la vida a través de la escritura. Y le agrega dos condimentos: la manera en que se remata un cuento, que puede subvertirtoda la estructura de la narración, así como que hay que ir directo a lo creativo, porque intentar ser intelectual con la escritura puede convertirse en un obstáculo en ese trasegar entre lo trágico, lo cómico y lo absurdo.

Estudió comunicación de masas y sus cuentos son leídos en las escuelas de su país, pero no pierde ni un minuto al día con las redes sociales, alejándose de paso del espectáculo. Así que las 78 fotografías de la jornada se irán al correo electrónico de su editor por si quiere publicarlas y de paso conservar la memoria de esta charla en una tierra donde uno de los últimos que habló de Platón –aupado por su hermano filósofo autodidacta– estuvo a un ‘pelo’ de ser elegido presidente de Colombia, pero hace un año viajó al otro mundo.

A lo mejor algún día Palavósse anime a escribir un cuento sobre el monte mitológico consagrado a Apolo y las Musas, del que insospechadamente halló una referencia en estas bravas tierras de Santander: el barrio El Parnaso, fuente de inspiración de tantos barranqueños no con las tonadas de la lira que tocaba el dios adivino de las artes, la música, la poesía y la luz, pero sí acompasados por la caja, la guacharaca y el acordeón del realismo mágico.

Nota: “Thankyou so much” al profesor del Programa de Literatura de la Universidad UNAB, Leonardo Gil Gómez, y al traductor Juan Diego Villamil por hacer posible la conversión del inglés al español, sin la cual esta nota –en otras manos–, no hubiese tenido más escapatoria que pasarla por una de esas tantas herramientas modernas que intentan hacer el trabajo de los humanos. 

Un llamado a recobrar el aliento del periodismo investigativo

“Silvia Galvis los mandaría a investigar a la calle con una sonrisa y su humor sarcástico: ‘El periodismo no necesita pelmazos’”.

Con esta contundente frase y una previa reflexión sobre el oficio en estos tiempos en que tantos colegas se conforman con que la Inteligencia Artificial les haga la tarea de documentarse y redactar o hacer todo por teléfono,Nelson Fredy Padilla Castro cerró el breve discurso que pronunció tras recibir el Premio de Periodismo Silvia Galvis 2025 en la Categoría Trayectoria.

En la ceremonia de la octava edición del Premio Silvia Galvisllevada a cabo en el Auditorio de Neomundo donde se cumple del 22 al 31 de agosto la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga–, Padilla Castro aprovechó la oportunidad “para invitar a las nuevas generaciones de periodistas a leer la rica obra de Silvia Galvis y a recobrar el aliento del periodismo investigativo en un país malogrado por violentos y corruptos”.

Manifestó que la responsabilidad de quienes escogieron ser periodistas en un país tan complejo es enorme y los exhortó a que no la sientan como una carga. “Es más un llamado inspirador para ser iguales o mejores que Silvia Galvis. El próximo 24 de noviembre ella cumpliría 80 años y seguramente les heredaría a los estudiantes el lema con el que llamó su recordada columna en Vanguardia: Vía Libre. Muchachas y muchachos, les aseguro que en la era multimedia tienen una vía libre tan grande que los puede llevar más lejos profesionalmente. Tómensela. Aprovéchenla”.

Nelson Fredy se desempeña desde 2008 como editor dominical del diario El Espectador y docente de la Universidad de la Sabana, luego de haber laborado en la Agencia Colombiana de Noticias Colprensa,en las revistas Cambio y Cromos, y como corresponsal del periódico argentino Clarín. También ha recibido los premios Simón Bolívar y Rey de España.

Recordó que fue en Vanguardia Liberalcomo abonado de Colprensa–, donde publicaron sus primeras crónicas hace 35 años. Una de ellas sobre el decomiso de 10 toneladas de cocaína en Córdoba y cómo un capitán de la Policía llegó a los narcotraficantes siguiendo las pistas de las cartas de la baraja española con las que marcaban cada kilo del alcaloide.

“Desde entonces me dediqué no solo a reportar noticias de guerra, sino a entender las historias que había detrás, a descubrir el país que no conocía a través de personajes de carne y hueso. Hoy siento que estoy en Bucaramanga recogiendo mis pasos y reivindicando el periodismo que se hace desde las regiones, que no se reconoce lo suficiente a pesar de ser el más amenazado y desprotegido”, dijo Padilla Castro y subrayó que Silvia Galvis fue un ejemplo admirable de cómo investigar y narrar haciendo equilibrio en la triple frontera ideal: periodismo, literatura e historia. “Lo hacía sin exhibirse como exigen en el mundo de las comunicaciones actuales”, acotó el autor de los libros “Fallas de origen” y “Vivir un Mundial”.

Lo único que se le olvidó a Nelson Fredy Padilla fue explicar qué significa pelmazo, palabra que en sus dos acepciones avaladas por la RAE le cae como anillo al dedo a aquellas personas tardas en sus acciones y también a quienes son molestos, fastidiosos e inoportunos.

Los demás ganadores

La apertura del evento corrió por cuenta del rector de la Universidad UNAB, Juan Camilo Montoya Bozzi, quien afirmó que la memoria de Silvia Galvis –quien fuera directora de Vanguardia Liberal entre 1989 y 1991 y dirigiera el Departamento Investigativo– “inspira a las nuevas generaciones y nos recuerda la necesidad de ejercer un periodismo comprometido con la verdad y al servicio de la sociedad”.

Señaló Montoya Bozzique este Premio honra su valentía y ratifica el compromiso de la Universidad UNAB con un periodismo ético. Dijo que en esta oportunidad se recibieron 50 postulaciones provenientes de medios de comunicación y universidades de la Guajira, Norte de Santander, Magdalena, Valle del Cauca, Boyacá, Atlántico y Santander, entre otros departamentos.

“Este abanico de procedencias confirma que el Premio Silvia Galvis ya es un referente nacional y que las historias que cuentan los periodistas son tan diversas como el país que nos inspira”, agregó, precisando que se valoró el rigor investigativo, la capacidad de ir más allá del boletín oficial y la búsqueda de historias profundas que defienden el interés público.“Sigamos narrando vidas, investigando con rigor, cuestionando con valentía y defendiendo la verdad”, concluyó el rector Montoya Bozzi.

También intervino el periodista Alberto DonadioCopello, esposo de Silvia Galvis, quien entregó una mención especial y reconocimiento público a Guillermo Sierra Barreneche“por su valor civil y ejemplo”. Este marino socorrano es autor de los libros “Gloria y Naufragio de un Coloso” y “Tres décadas flotando a la deriva”, en los que revela con lujo de detalles y pruebas el origen, crecimiento, hundimiento y desaparición de la Flota Mercante Grancolombiana, así como las condiciones económicas en que quedaron cientos de pensionados y sus familias tras el cierre de la empresa que hizo ondear la bandera de nuestro país en los mares del mundo.

“Guillermo no es periodista sino ingeniero y oficial de la Escuela Naval de Cartagena y fue jefe ingeniero de buques en la FMG durante seis años, pero ha realizado una labor de denunciacomo si fuera un experimentado periodista de investigación… Cuando desapareció la Flota en los años 90 los medios de comunicación no hicieron la autopsia correspondiente, esa tarea la realizó Guillermo”, afirmó el columnista de la revista Semana y mentor honorífico del Premio Silvia Galvis.

En Periodismo de Opinión el ganador fue Andrés Felipe Velásquez Ibarra, con la columna “Desaparecidos”, mientras que los nominados fueron Arcesio Romero Pérez, con “El feudo de las 4x4; Prado, Lexus y fortificaciones de vanidad”, así como Jacobo Ernesto Solano Cerchiaro por “Mi encuentro con el papa Francisco, un cubrimiento histórico”.

Los nominados en la Categoría Periodismo Joven fueron Cristian David Gutiérrez Ramírez, con “El dilema de comprar un libro en Colombia, y Juan Esteban Cabrera Quintero, con “Una barca que flota sobre la locura”. Los ganadores en esta modalidad fueron María Paula Gómez Sarmiento y Juan Sebastián Zambrano Cañón con “Verdades veladas, derechos rotos”.

Y en la Categoría Periodismo Regional el Premio fue otorgado a Angy Isabel Cueto Martínez, por “Acuatráfico en Santa Marta: mafias del agua venden el líquido hasta por $15.000 la hora”. Los nominados fueron Eduardo Antonio Bermúdez Pérez con “Turistificación en el barrio Manila de Medellín”, y Leonardo Oliveros, Laura Rojas y Carlos Ramírez con “El enemigo que nunca fue: cóndor andino, de ‘amenaza’ a guardián del páramo”.

El jurado del Premio Silvia Galvis en esta ocasión estuvo conformado por Pedro Viveros, Víctor García Perdomo y Javier Ramos Zambrano.

A sus 76 años, Francisco Maturana sigue tan campante y medio enamorado del Atlético Bucaramanga

Con su afro colonizado por las canas, vistiendo saco y corbata, y reposado como los tequilasde colección, el hijo de Marceliano Maturana e Hilda García asoma por la tarima del Gran Salón de Ulibro 2025 y de inmediato estalla un aplauso de reconocimiento para quien es considerado uno de los grandes referentes en la historia del fútbol colombiano.

Francisco Antonio Maturana García –‘Pacho’ para sus amigos y seguidores–, es un ‘comeaños’, que si en ese preciso instante estuviera saltando a una cancha a lo mejor tendría más energía que sus contertulios, el longilíneo hincha del Santa Fe y vicerrector académico de la Universidad UNAB, Franz Dieter Hensel Riveros, y el dicharachero periodista Felipe Antonio Zarruk, fanático del Atlético Bucaramanga y quien se declaró “más maturanista que Maturana”.

Maturana, el victorioso técnico de la Selección Colombia que se coronó campeona de la Copa América en 2001 contra México y uno de los protagonistas del legendario empate 1-1 contra Alemania en el Mundial de 1990, acaparóla atención el domingo 24 de agosto en la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga.

Con la cortesía y modales que lo han caracterizado, aparte de la cualidad de superar con creces los monosílabos de su amigo Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, Maturana accedió a realizar un repaso de su vida desde que era un mozuelo que soñaba con convertirse en futbolista e integrar la Selección Antioquia, sin siquiera sospechar que años más tarde entraría por la puerta grande del Atlético Nacional, que el 27 de agosto de 1972 debutaría en el partido que quedó 2-1 ante el Bucaramanga y que en 1973 sería escogido como ‘el mejor jugador de Colombia’, con su equipo llevándose la segunda de las 18 estrellas que acumula ese equipo en el rentado nacional.

Hensel Riveros le dio la bienvenida afirmando: “Narramos la vida y la vida habilita también la narración. Con ‘Vidas Narradas’, el tema que nos convoca en Ulibro 2025, queremos explorar este lazo constitutivo entre vida y narración y quién más puede ilustrar tan bien el poder de la vida narrada que este especial invitado”.

Maturana (Quibdó, 1949)empezó fijando posiciones y subrayó que no quería aparecer como el dueño de la verdad. Contó que de la capital chocoana y apenas cuando tenía cinco años, su familia se trasladó a la Comuna 13 de Medellín debido a que su papá era promotor de salud. “El jugador de fútbol nace; no se hace. Si se hiciera esa fábrica estaría riquísima. Hay que descubrirlo y terminarlo de pulir, pero el talento no se negocea (sic)”, dijo, al tiempo que rememoró que cada mañana camino a la escuela pasaba frente a la casa de Humberto ‘El Turrón’ Álvarez, de quien la leyendaargentinaAlfredo Di Stéfano opinó que el paisa jugaba mejor que él.

“En ese tiempo los jugadores éramos muy vagos, pero en 1976 llegó el técnico (Osvaldo Juan) Zubeldía y ‘paró el carro’ poniéndonos a entrenar a las 7 de la mañana y a las 4 de la tarde”, admitiendo que con ese giro los profesionalizó.

Entre videos que invocaron la nostalgia como el gol de Freddy Rincón contra el arquero BodoIllgner y el de Andrés EscobarSaldarriaga en 1988 ante Inglaterra en un partido amistoso en el estadio de Wembley, Maturana reconstruyó su sorpresiva llegada en 1981 al Bucaramanga, traído por el empresario Reynaldo Rueda, donde vivió el episodio dramático de la tarde del 11 de octubre de 1981 cuando el Estadio Alfonso López se convirtió en un cementerio tras los disparos que soldados realizaron contra hinchas que reclamaban un penalti que habría cometido el rival Junior.

El tiempo apremiaba y brincaron a la Copa América de 1993, en la que Colombia dirigida por Maturana obtuvo el tercer puesto derrotando a Argentina, y luego en 2001 ganó ese anhelado trofeo que no disputaron los gauchos aduciendo razones de seguridad debido a que dos meses antes los capos del narcotráfico hicieron estallar dos carrobombas en Cali y Medellín.

Luego echaron reversa a 1989 cuando con Maturana el Nacional de ‘los puros criollos’ logró la hazaña de ganar la Copa Libertadores de América, venciendo a Olimpia (Paraguay) y contando entre sus filas con Alexis García, René Higuita, Leonel Álvarez, Albeiro ‘Palomo’Usuriaga y John Jairo ‘La Turbina’Tréllez, entre otros. Eran tiempos de violencia desmadrada en los que el narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria amenazó de muerte a las ternas arbitrales argentinas tanto en la semifinal como en la final que el equipo verdolaga conquistó en los cobros desde el punto blanco.

Más que sus pupilos corran como locos, Maturana dice que la clave está en la mente y el corazón, así como en que “antes de un equipo de fútbol hay que armar un grupo de amigos y a un grupo de amigos no le gana nadie”, diferenciando entre animación y motivación personal que para el también odontólogo es lo realmente importante–.

‘El Profe’ fue elegido miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 a nombre del partido Alianza Democrática M-19 y dice que de su bolsillo pagaba los pasajes para venir desde España donde dirigía al Real Valladolid. Antes de abandonar ese servicio a la patria, Francisco Antonio alcanzó a proponer el rescate de los principios morales perdidos y el desarrollo de la dignidad humana por medio del derecho al trabajo, la igualdad y el deporte.

Estuvo tan entretenida la conversa,que desobedeciendo la paleta de los ‘árbitros’ se extendió 11 minutos de los 60 programados y hasta recalaron en la trillada expresión de “perder es ganar un poco”, la cual se convirtió en el sambenito que ha tenido que cargar desde que empezó a ser juzgado por la Santa Inquisición criolla. ‘Pacho’ ha declarado en su defensa que esa frase pronunciada después de la debacle del Mundial de Estados Unidos 1994donde Colombia cayó eliminada en la primera ronda, ya la habían empleado unos tales Confucio, William Shakespeare y Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco.

Maturana, que ya va por los 76 años y seis meses, en lugar de embejucarse o mandarles un canillazo a los moderadores, les respondió inspirado en el puertorriqueño Héctor Lavoe que “ni para allá miro”. Dijo sí, a modo de contexto, que cuando España ganó su primer Mundial en Sudáfrica 2010 de la mano del técnico Vicente del Bosque, al arribar al aeropuertoBarajas de Madrid le preguntaron en qué momento ganaron el campeonato y éste respondió que cuando perdieron 0-1 contra Suiza en el primer partido. “… y nadie se burló de él. Perdieron pero ganaron”, acotó.

Luego citó al Nobel Gabriel García Márquez con su dicho de que “la madre lo pare a uno una vez, pero después uno tiene que parirse muchas veces”. Que en su interpretación es caer-llorar-levantarse. “De las cosas malas lloramos, pero nos levantamos y uno en cada momento tiene que ser cada vez mejor”, reflexionó, y concluyó con la salsa de su paisano Jairo Varela el del Grupo Niche, específicamente en aquella estrofa de que “no puedo evitar que los ojos se me agüen”. “Lloremos adentro todo y después salimos más fuertes”, expresó.

No llegaron las preguntas del público debido a que de la primera fila del Gran Salón se paró como un resorte Diego Barragán–quien trabajó como su preparador físico–, subió a la tarima, saludó a su “padre, maestro y amigo” y le abrazó emocionado, para luego pedirle una fotografía con los delfines de un equipo sub-15 que poco después tendrían un partido en la cancha Marte. “Nadie triunfa solo y uno tiene que tener amigos mejores que uno para que lo ayuden a ser mejor”, les alentó el hijo de Hilda y Marceliano, obsequiándoles un apretón de manos y el retrato anhelado.

Sin embargo, alguien más tomó el micrófono para indagarle qué sintió cuando el Atlético Bucaramanga obtuvo su primera estrella en 2024, después de 75 años de sequía. “Más allá de que soy un aprendiz permanente, soy un agradecido permanente y siempre quiero lo mejor para lo que hace parte de mi sentimiento. Lo que pasó, pasó, y es motivo de orgullo, pero yo estoy como medio enamorado de la forma como juega el Bucaramanga. De pronto pueden decir que mi concepto está viciado por lo que representa sentimentalmente pero no, yo veo muchas cosas buenas… para mí el equipo que mejor juega es el Bucaramanga”, reconoció quien ha formado parte de las directivas del Independiente Medellín y del Nacional.

“Me voy feliz y quedo super agradecido con ustedes porque en mi condición de aprendiz permanente hoy aprendí mucho. Siempre mi cariño y mi respeto. Voy a tener que seguir viniendo porque esto es como medicina para mí”, manifestó con nostalgia, mientras pasaban por su mente las imágenes de aquellos días que vivió en el barrio Cabecera del Llano.

Este encuentro en Ulibro con el ‘doctor’ Maturana será un acontecimiento que esos muchachos, y los asistentes en general, seguramente jamás olvidarán.

Tributo a Don Guillermo Cano Isaza, un periodista de los que ya poco se ven

Han transcurrido 38 años y ocho meses desde que un sicario enviado por el capo del narcotráfico Pablo Emilio Escobar Gaviria disparó en repetidas ocasiones y acabó con la vida de Don Guillermo Cano Isaza (1925-1986) en la Avenida 68 de la capital colombiana, pero tanto su obra como los principios que defendió siguen vigentes para quienes dicen ser periodistas (de los más encopetados a los ‘cargaladrillos’) o aquellos que sueñan serlo.

Este 12 de agosto se cumplieron los 100 años del natalicio de este periodista bogotano que escribía con tanta firmeza, convicción, pruebas y decencia que hizo temblar a los más poderosos, tanto en el mundo de la delincuencia como en el de la corrupción y la política.

“Solo la independencia, el carácter, la objetividad y el buen criterio del periodista y de los medios pueden vencer estas tormentas terribles en el nuevo mundo amenazado por todas partes de la libre información” y “Necesitamos la paz para vivir civilizadamente y dejar de morir a destiempo y como salvajes”, escribía el autor de la columna dominical “Libreta de Apuntes” y responsable de muchos de los editoriales con los que El Espectador le plantó cara a quienes reiteradamente atacaban con palabras y/o bala y bombas a toda aquel que perteneciera a la redacción de este periódico que es el más antiguo de los que actualmente se publican en el país y que en 1994 fue considerado por el francés Le Monde como uno de los ocho mejores del mundo.

Precisamente con motivo del primer centenario del nacimiento de Don Guillermo, la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga rindió este sábado 23 de agosto un sentido homenaje en el que intervinieron dos de los principales estudiososy salvaguardas del legado de Cano Isaza.

Con conceptos, acontecimientos y frases precisas que conmovieron a quienes concurrieron a la Sala Editorial de Ulibro 2025 “Vidas Narradas”, los periodistas e investigadores Maryluz Vallejo Mejía y Jorge Cardona Alzate. Ella se ha desempeñado como profesora en las Universidades de Antioquia y Javeriana y es autora de libros como “A plomo herido. Una crónica del periodismo en Colombia 1880-1980” y “Xenofobia al rojo vivo en Colombia”. Cardona además de ser quien escribió los libros “Diarios del conflicto” y “Días de memoria”, ha sido docentes de la Javeriana y Los Andes, habiendo laborado durante tres décadas en El Espectador como redactor judicial, editor de esa sección y por 16 años como su editor general, tarea que fue recompensada en 2016 por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) con la entrega del galardón a un editor colombiano ejemplar.

Ellos aprovecharon su breve estadía en la capital santandereana para presentar el Premio Relatos de País, un concurso que busca honrar el legado de Don Guillermo y su profunda conexión con la vida en las regiones. Con él, la Fundación Guillermo Cano Isaza pretende construir una imagen de Colombia desde la mirada ciudadana que, a través de la escritura, resalte la diversidad cultural, las costumbres, tradiciones y el sentir regional que forman parte de nuestra identidad colectiva. Los participantes deberán compartir crónicas que no hayan sido publicadas ni parcial ni totalmente. Esos trabajos deben tener entre 6 y 10 páginas, enviarse en formato Word al correo fundacionguillermocano@gmail.com, anexando copia del documento de identidad, con fecha límite de recepción el 12 de noviembre de 2025.

Vallejo y Cardona también se refirieron a los tres volúmenes que la Biblioteca Nacional de Colombia editó recientemente como parte de la colección “El País de Guillermo Cano”. Son tres volúmenes: “Don Guillermo”, una biografía ilustrada en cómic; “El periodista”, una compilación de sus escritos; y “El maestro”, que explora diversas facetas de su vida y obra, incluyendo su defensa de la libertad de prensa. La colección está siendo distribuida gratuitamente en las bibliotecas públicas y se encuentra disponible para descarga libre en el sitio web de la Biblioteca Nacional que es www.bibliotecanacional.gov.co/es-co/colecciones/bibliografica/libro-digital 

En “Don Guillermo”, por ejemplo, convergen las sensibilidades, las miradas, los trazos y el estrecho vínculo que tienen sus autores -dirigidos por Pablo Guerra y Laura Valentina Álvarez-, quienes asumieron el bello desafío de interpretar gráficamente la cotidianidad del periodista y el país que le tocó vivir, reportear, interpretar y valorar, según ha destacado la entidad oficial.

Por su parte, “El periodista” es unaselección curada por Cardona Alzate de crónicas, columnas y editoriales escritos entre 1949 y 1986, que permite recorrer la historia contemporánea del país a través de la mirada aguda de Cano Isaza, el bachiller del Gimnasio Moderno que incursionó a los 18 años y desde abajo untándose de tinta, ese fiel hincha del Independiente Santa Fe y jugador de bolos, consagrado como uno de los más fervientes defensores a nivel nacional tanto del medio ambiente como de los derechos humanos, a la vez que como coordinador del Magazín Dominical y quien asumiría la dirección de El Espectador en septiembre de 1952, a pocos días del asalto e incendio de ese medio y de El Tiempo cuando el presidente designado era el conservador Roberto Urdaneta Arbeláez.

“El maestro” fue escrito por Vallejo y presenta siete perfiles que retratan las distintas facetas de Don Guillermo, desde su rol como editor riguroso hasta su defensa inquebrantable de la libertad de prensa.

En la charla de una hora se habló a profundidad de ese hombre que con disciplina y por vocación escribía a máquina, como en la que hizo lo propio el Nobel García Márquez cuando pasó por esa redacción. También del corajudo ser que no claudicó ante la tenaza del Grupo Grancolombiano con Jaime Michelsen Uribe a la cabeza y que desenmascaró al criminal Escobar Gaviria y a otros de su calaña como Carlos Lehder Rivas, Evaristo Porras y el clan Ochoa. Del periodista que puso en evidencia tanto a Alberto Santofimio Botero como a otros granujas del Congreso y que no se calló para denunciar los horrores del llamado “Estatuto de Seguridad” en los tiempos del presidente liberal Julio César Turbay Ayala o del grupo Muerte A Secuestradores (MAS) convertido en germen del paramilitarismo.  

Maryluz Vallejo manifestó que “Don Guillermo fue un hombre muy generoso, sencillo, y transparente, pero también muy severo y crítico. Él no era de los que estaba dando todo el día palmaditas y por eso a veces le tenían tanto miedo en la redacción a sus reacciones cuando se dejaban chiviar, porque él era muy decente y nunca subía la voz, pero ese ‘mijito, qué le pasó ayer’ ponía a temblar a los redactores y editores”.Un tipo dulce y suave, pero también duro cuando había que ser estricto y pedir cuentas.

A su turno, Jorge Cardona señaló que para él siempre será un gusto hablar de Cano Isaza (cuyos hijos Fernando y Juan Guillermo Cano Busquets asumieron la dirección del periódico después del magnicidio), en su criterio y en el de muchos colegas uno de los diez periodistas más importantes de Colombia en el siglo XX. “Un nombre fundamental al momento de hablar de la paz, de las memorias de la lucha contra la corrupción y de la defensa de los derechos humanos sin medias tintas. Guillermo Cano es un emblema del periodismo de este país y con orgullo vengo a Bucaramanga para hablar de su memoria y de la memoria que nos traza El Espectador en la accidentada vida de Colombia”, subrayó.

Maryluz concluyó: “Don Guillermo fue un tipo íntegro y honesto, que no tenía ambiciones políticas y entregado al oficio como un apostolado, porque para él el periodismo fue un servicio público”. Y Jorge sentenció: “Sin periodismo libre no hay democracia, no hay justicia, no hay paz, no hay derechos humanos, no hay libertad. Esta es una sociedad que tiene que defender el periodismo”.

Estos invitados especiales a Ulibro 2025 igualmente hicieron un reconocimiento a aquellos periodistas santandereanos que formaron parte de la historia de El Espectador: Silvia Galvis, Olga Marín Arango, Mike Forero Nougués, Clemente Forero, Luis de Castro Niño y sus hermanos Flavio y Humberto, Alberto Galvis Ramírez, Rafael Mendoza Quiñónez, Alonso Heredia Durán, Eulogio Uscátegui, Gloria Castrillón, Julio César Niño y César Mauricio Olaya Corzo.

La charla fue moderada por el reportero Pastor Virviescas Gómez, integrante de la Oficina de Comunicación Organizacional de la Universidad UNAB y quien en la última década del siglo XX ocupara el cargo de editor internacional y del tema del día del periódico de la familia Cano, que luego pasó al control de la Familia Santodomingo a través del holding Valorem S.A.

Escribir lo que no se nombra, el oficio de Brenda y Arianna

Lo que no se nombra no existe y hay demasiados fenómenos y situaciones de las que no se dice nada -o muy poco- simplemente porque el miedo, el tabú, la autocensura o la violencia misma imponen su ley. Pero en la XXIII Feria del Libro de Bucaramanga dos invitadas de honor se encargaron de esa difícil tarea bajo la moderación de la docente Jennifer Paola Umaña Serrato. Ellas fueron la mexicana Brenda Navarro y la venezolana Arianna de Sousa-García.

Navarro (Ciudad de México, 1982) ha sido redactora, guionista, reportera, editora, colaboradora de organizaciones defensoras de derechos humanos, fundadora del proyecto “Enjambre Literario” -que publicaobras de mujeres- y es autora de las novelas “Casas vacías” -que ha sido traducida a siete idiomas- y “Ceniza en la boca”.

De Sousa-García (Puerto La Cruz, 1988) es una periodista exiliada en Chile, que se desempeña como editora, librera y promotora de cultura. Es autora de “Atrás queda la tierra”, una conmovedora novela sobre el dolor que provocan el despojo y la violencia. “La historia de millones de venezolanos, pero también de todo quien haya tenido que sufrir el exilio… es el testimonio de la catástrofe de una nación que una madre le intenta contar a su hijo, un pequeño niño que no se siente parte de ningún país, sino de todos al mismo tiempo”.

Arianna compara esa misión de la escritura con el juego del gato y el ratón, persiguiendo las palabras para poder narrar hechos dolorosos como el de la migración, un camino que han debido tomar ella y millones de sus compatriotas que han tenido que cruzar las fronteras de su país en la búsqueda de un mejor futuro para sus familias. “Fue muy difícil y demandó mucho trabajo. Tuve que buscarlas mucho, pero cuando venían lo hacían en montón”, dice, contando que se demoró cinco años largos escribiendo su libro. “Forma parte de esa búsqueda de la palabra más cercana a lo que uno quiere referirse, a la construcción de la imagen más similar y en mi caso también al sonido, porque me gusta que el texto tenga una musicalidad y un ritmo que marque la lectura”. De Sousa-García lleva a cabo un ejercicio de cautelosa aproximación que por más que avance no termina.

En contraposición, Brenda piensa de partida en lo que sí se nombra. En sus dos novelas parte de hechos como la desaparición, en la primera, y el suicidio de un niño, en la segunda. “Todo lo que no se nombra es justamente lo que queda. A mí eso es lo que me interesa… lo que no parece trascendental de un acto público y cómo se vive”.

Navarro va detrás de esas cosas que no se nombran y que cuando ello se hace es poniéndole una etiqueta tipomigración, racismo o xenofobia. Lo que hace es dar un paso adelante para hablar del duelo, del descubrimiento de la crueldad de la vida y de cómo las relaciones de amistad y de familia son las que sostienen a una persona mediante la ternura. Es más fácil y llamativo quedarse en esos hechos, insiste, invisibilizando todo lo que está a su alrededor.

De la experiencia migratoria en concreto, Brenda señala que las narrativas oficiales han dichoque es un derecho humano porque todos tenemos la libertad de transitar por el mundo, pero por otro lado la migración tiene que ver con las fronteras y éstas son un negocio específico que permite que muchos estados-nación sobrevivan gracias a la explotación de las personas que migran. “Todo esto nos lo cuenta la narrativa oficial para generarnos miedo de migrar y nos ponen imágenes de gente sufriendo, de gente siendo asesinada y de gente que pierde a su familia, con lo cual nos están diciendo que migrar es malo y mejor quédate en tu lugar. El proceso migratorio viene de la propia condición humana y de cómo la condición humana ha hecho que el ser humano se quiera mover. Nos moveremos siempre y que nos nieguen esa naturaleza cultural es lo que me parece que hay que problematizar en la literatura y en todas las disciplinas artísticas”, contextualiza.

“La vida es movimiento y no podemos dejar que nos metan la idea de que las fronteras existen porque tienen que existir, y existen porque son un verdadero negocio”, afirma Navarro, quien pone en entredicho enunciados como que quien migra es criminal o que solamente cierta gente puede traspasar fronteras. “El lenguaje, las palabras, lo que no se nombra es lo que nos permite poder narrar esa experiencia migratoria que cuando la vivimos cuesta mucho relatar cómo lo hicimos y tiene que pasar mucho tiempo”, asevera.

Arianna comenta que cuando lo que está en juego es la vida y lo que sucede es el hambre, la desaparición y la muerte, su novela y las de su colega mexicana persiguen lo mismo: esa necesidad de nombrar lo que no ha podido ser nombrado.

De los cambios concretos que pueda generar una obra como la suya, De Sousa-García es escéptica. “Todo lo que podemos hacer desde la literatura tiene que ver con esa insistencia en nombrarlo”, acota, a la espera de que en realidad los gobernantes de turno generen políticas públicas que encaren y brinden soluciones efectivas.

“Casas vacías” le enseñó a Brenda Navarro que hay un dolor muy grande en el hecho de que alguien desaparezca y que las madres de los desaparecidos salieron a las calles a buscar a sus hijos con el afán de encontrarles vivos o, al menos, recuperar sus cuerpos. “Ahora tenemos en México una sociedad lo suficientemente consciente de que sabemos sobrevivir y de que debemos dejar de esperar en el sentido de la esperanza y de desesperar y salir a buscar otras formas de querer vivir. Son las madres de las personas desaparecidas en mi país quienes han puesto en jaque no solo al Gobierno y las narrativas oficiales, sino también lo que significan conceptos como justicia y dolor”.

“Con esperanza de darte una vida en la que pudieras bañarte, tomar la fórmula adecuada para tus alergias y tu hambre, porque en esos días ya comíamos poco y mal y de mi pecho brotaba cada vez menos leche, cada vez menos dulce, y tú llorabas de hambre y yo lloraba contigo hasta que encontrábamos alguna zanahoria y hacíamos ese colado que tanto te di o sucedía un milagro como ese día cuando salía del trabajo que vi una torre de peras de venta en una esquina. Hacía meses, quizás años, que no veía una. Pensé en ti. Ya tenías un año y nunca habías olido una pera, probado una pera, mordido una pera, nunca su jugo generoso había resbalado de tu boca…”, lee Arianna, con voz sentida,pensando en su hijo que leerá la novela cuando cumpla sus 15 años y marcada por la nostalgia que le generan grandes ausencias como la de su abuelo, a quien todos los días echa de menos.

De Sousa-García no calcula qué pueden decir sus lectores con respecto a lo que escribe, porque su encrucijada es entre el libro y ella. En él cuenta qué ocurre al interior de las casas y de las familias, aunque recupera noticias sobre la migración venezolana “para hacer notar algo que parecía que solo nos dolía a nosotros y llevarlo a un formato que sea más duradero que las redes sociales”.

Brenda también accede a la invitación de la moderadora y lee un fragmento para el público que llenó la Sala Editorial de Ulibro 2025 “Vidas Narradas” en su primer día de actividades. “Yo entendí a Diego. Desde que llegamos a España estábamos como amputados, pero sin diagnóstico. Como que nos faltaba algo, pero todos lo negaban. ¿Faltarnos algo? Al contrario, si lo habíamos conseguido todo: casa, papeles, mamá, qué nos podían amputar. Pues México, pensaba yo, nos amputan México. Pero México no como país, sino como lo que dicen que es saudade. Te da saudade, te enfermas, te mueres un poco. Cómo no iba a entender a Diego. ¿Qué es lo que más te encabrona de vivir aquí?, le pregunté una vez. Que ya no puedo bailar, me dijo un día. Ya no bailamos, y era verdad. Ya no bailábamos. Ya no había casa de los abuelos ni lugar para poner música a todo volumen, ni comida caliente, ya no había infancia. Habíamos dejado de ser…”.

Una escritora mexicana y una venezolana que se atreven a buscar palabras para relatar sus vivencias, que son las de tantos que puedan mirarse en sus libros convertidos en espejos. Una literatura que quiebra al más impasible o apático; unas novelas que por deber ético rompen con todo. Que escarban y exploran las heridas en lugar de esconderlas con curitas adhesivas.

Brenda y Arianna afirman que optaron por no hacerse las tontas al poner estos temas sobre la mesa, “aunque los tontos también son bienvenidos en el mundo y los necesitamos”.