(Esta nota la escribí para el periódico Vanguardia (Bucaramanga) y fue publicada el 18 de mayo de 2025)
En una bellísima y conmovedora novela
gráfica está el más sentido homenaje al periodista y humorista bogotano
acribillado por pronunciar tantas verdades incómodas.
"Que este libro conceda a Jaime el deseo de no morir para la historia”. Esta es la dedicatoria que escribe Verónica Ochoa Sánchez después de mirarme fijamente, observar durante siete u ocho lentísimos segundos la hoja en blanco y empuñarcon firmeza su estilógrafo.
Ella y Alfredo Garzón Forero son
los autores de “Jaime Garzón, el duelo imposible”, una joya de libro hecho con
el alma y el arte de estos dos seres que entre su amabilidad esconden el dolor
no solo por el asesinato de su cuñado y hermano, respectivamente, sino por la
impunidad que ha campeado sobre este crimen de lesa humanidad cometido aquella
desgraciada mañana del 13 de agosto de 1999.
El
Consejo de Estado condenó al Ministerio de Defensa (Ejército Nacional y extinto
DAS) por su responsabilidad agravada en el homicidio deJaime. La Sección
Tercera del alto tribunal probó que el exsubdirector de Inteligencia del DAS,
José Miguel Narváez Martínez, y el exjefe de Inteligencia de la Brigada XIII
del Ejército, general Jorge Eliécer Plazas Acevedo, no solo realizaron seguimientos
contra Jaime, sino que compartieron la información con el excomandante paramilitar
Carlos Castaño Gil, a quien sugirieron ordenar el homicidio y éste a su vez
conminó a miembros de la banda criminal “La Terraza” para que cometieran el magnicidio.
Durante
cinco años Verónica y Alfredo, con la ayuda de Laura Nepta, Álvaro Duarte,
Sergio Palacio, Alejandro Guarín, Daniel Martín, Lucía Duarte y Juliana Ocampo
se metieron de lleno a documentar para luego escribir y dibujar una historia
que comienza donde el lenguaje no alcanza o quizás en esa carpeta verde en la
que reposan, entre tantas cartas e imágenes, el informe forense y las fotografías
del cuerpo de Jaime el día que el terror pretendió silenciar el sentido de las
palabras.
Son
564 páginas sobre estos dos hermanos que crecen durante el Frente Nacional, que
luego se hacen maestros de escuela con el sueño de cambiar el sistema de cosas,
las cuales fueron editadas por Rotundo Vagabundo, una asociación que al
descrédito de las ideas y al imperio de la emoción opone el humor como
herramienta argumentativa, capaz de dispersar las más tóxicas cortinas de humo.
“Buscamos
expandir la mirada e indagar en prácticas que desencadenen la alegría, la
escucha, la solidaridad y la construcción de utopías”, confiesan, al tiempo que
afirman que “somos una partida de vagos hacendosos que se ocupan de dar forma a
propuestas que mezclan humor con política y de poner en pie espacios de
pensamiento e investigación que den vueltas en torno a la comedia como
herramienta para el cambio narrativo, la construcción de imaginarios de futuro
y el levantamiento de bancos de semillas de memoria”.
“No
es pasar la página”
Alfredo
es el responsable de los “Cartones de Garzón” que cada domingo durante los
últimos 43 años han puesto a pensar a los lectores del diario El Espectadorechando
mano del silencio y la síntesis.Con su voz pausada que conserva de aquellos
tiempos de jesuita que recorría las calles del barrio San Martín, de
Bucaramanga, el hermano de Jaime manifiesta que en principio pensó hacer una
novela policíaca pero optó por este formato de novela gráfica que fue
presentado con gran acogida en la reciente Feria Internacional del Libro de
Bogotá.La razón tiene que ver precisamente con la eficacia de la imagen como
elemento para la comunicación, explica.
Luego
afirma: “Nuestra verdad no es la verdad judicial, en donde no hubo justicia
para Jaime porque hay dos condenados solamente. Uno de ellos fue Carlos
Castaño, que cuando lo condenaron por lo de Jaime ya tenía encima 26 condenas y
no había estado un solo día en la cárcel. El otro es José Miguel Narváez, que
hoy en día tampoco está tras las rejas porque vive repartiendo su doctrina en
el Batallón de Comunicaciones del Ejército en Facatativá (Cundinamarca). Hemos
hecho todo lo posible a través de los grupos de abogados que nos han ayudado en
esta lucha para que él vaya a una cárcel normal y no ha sido posible. Todos los
que desviaron la investigación, el director del DAS en Antioquia y diez agentes
más, andan campantes por la calle”.Eso sin hablar de la cantidad de muertos del
lado de la delincuencia y de testigos que hablaban de una élite empresarial y
política determinadora del crimen de Jaime y de otros defensores de derechos
humanos, eliminados para ocultar las conexiones por lo alto, señala.
Hastiado
de ese sistema que parece diseñado para garantizar la impunidad, Alfredo
enfatiza: “nosotros como artistas decidimos contar la historia de una manera
bella y poética, y de esta forma sembrar esperanza para que esta sea una
sociedad de derechos”.
A
su turno, Verónicaseñala que “el duelo no consiste en dejar ir y pasar la
página, sino en convocar a los muertos, volverlos a escuchar, rescatar los
rituales que hagan que sus voces estén presentes”.
Su
aspiración es que cada persona que lo tenga en sus manos sea atravesada por el
libro. “Cada vez que eso ocurra estaremos venciendo a los asesinos y haciendo
justicia”, dice con su voz quebrada.
“Cada
día sin justicia es un día más en que Jaime es asesinado, un día más en que los
asesinos vencen… Y aquí los asesinos no han parado de vencer”. Esta sentencia –que
acompañauna viñeta en la que aparece la fachada del Cementerio Central de
Bogotá con la frase “La vida es sagrada”–, da paso a un recorrido no solo por
la vida y los personajes creados por Jaime Garzón, sino también por el
acontecer nacional con capítulos tan dolorosos como la masacre de tres líderes
de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) y de la
periodista Silvia Duzán, cometida por paramilitares en Cimitarra (Santander) en
1990, con la complicidad de un canasto de manzanas podridas en las filas del
Ejército y la Policía.
Apesadumbrado,
pero jamás resignado con la desaparición de su amado hermano, Alfredo cierra:
“Este libro es una forma de justicia. Es la justicia que yo puedo ofrecerle”.
Jaime,
ayudado por Heriberto de la Calle, Dioselina Tibaná, Néstor Elíy hasta por
Godofredo Cínico Caspa, ha movido su cadena de afectos para que “El duelo
imposible” sea un éxito editorial.