jueves, 7 de marzo de 2013

Nadie se puede parar de la mesa (Lecciones de la paz salvadoreña)

 
El excomandante guerrillero Germán Cienfuegos, hoy -1994- diputado Eduardo Sánchez, explica la necesidad de una voluntad política de las partes para poder lograr la paz. Así lo demuestra la experiencia salvadoreña donde gobierno y guerrilla se echaron todas las culpas y apesar de ello llegaron a un acuerdo que es una realidad. (Esta entrevista la realicé en 1994 y salió publicada en el diario El Espectador del martes 15 de noviembre de 1994).

Atrás quedaron los días del Germán Cienfuegos que parecía un lince en las montañas salvadoreñas. Con los acuerdos de paz, de los que él se siente orgulloso de su paternidad, el excomandante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) colgó el fusil y el traje de fatiga, para enfundarse el esmoquin de miembro de la Asamblea de Diputados.
 
Como dirigente de Resistencia Nacional (RN), una de las cinco facciones que conforman el FMLN, Cienfuegos ha llegado a ocupar un lugar en la junta directiva bajo su verdadero nombre: Eduardo Sánchez. Y desde aquí expresa la importancia de que con voluntad política las partes en contienda se sienten al diálogo, donde en aras del proceso no es permitido echar cortinas de humo y pararse ante la menor diferencia.
 
¿Qué fue lo más traumático del proceso de paz salvadoreño?
 
Al pasar de la guerra a crear un nuevo sistema político no hay duda de que se pasa por un proceso traumático: reunirse los grupos antagónicos de nuevo con nuevas reglas de juego políticas. Eso es lo que cuesta entender y causa traumas tanto a la ultraderecha como a la ultraizquierda. Creo que todavía no tenemos una reconciliación total porque se dan nuevos fenómenos que no estaban previstos. El encuentro de reconciliación es el primer paso para llegar a la negociación, es decir, la voluntad de firmar la paz. Después viene el proceso real de reconciliación, que es el de aceptar las reglas del juego político. En El Salvador lo que ha ocurrido es que sí se cambió el sistema político, aquí ha habido una revolución democrática, aunque el problema es que la clase política no lo entendido así.
 
¿Le pasó algún día por la cabeza verse sentado junto a la derecha recalcitrante?
 
El hecho de estar junto a los adversarios es parte del paisaje, aunque todavía están satanizadas las situaciones en que aparecen juntas las personas que estuvieron en antagonismo. Todavía hay manipulación al salir en una foto juntos y no faltan los sectores de izquierda o ultraderecha que manifiestan que eso es demasiado o una blasfemia, pero la imagen del país es que hay una reconciliación y la demostración es que esta es una Asamblea plural. La crisis de los partidos políticos plantea un nuevo reto, porque a veces la sociedad civil está más avanzada que los políticos, y en este país está ocurriendo eso. La politiquería barata es una especie en extinción, entonces estamos tratando de crear una nueva forma de hacer política. Este es una lenguaje que la izquierda no tenía, porque hasta ahora la izquierda se ha opuesto a todo, al sistema, a las leyes, y aquí ya no se puede hacer eso. Si nosotros somos protagonistas, gestores y hechores de este sistema, todas las instituciones creadas son nuestros hijos y tienen una paternidad sin sexo. Las imperfecciones son imperfecciones nuestras y no se le puede echar la culpa solo a la derecha. El problema con los partidos es que no plantean un proyecto nacional, y siguen con sus programas partidistas, mientras la sociedad civil sí ve ese proyecto nacional.
 
Cuando el FMLN sale a hacer proselitismo, ¿qué le ofrece a la gente?
 
Todavía hay resabios populistas en los partidos y en el FMLN también, y por otro lado la demagogia. Todos estamos en esa transición, pero nos falta definir qué es lo que se puede hacer y qué no. Cuáles son los límites para ofrecer y cuáles para hacer obras. Porque ofrecer, yo ofrezco el paraíso. No podemos estar abstrayéndonos de la crisis social, la avalancha delictiva y el narcotráfico.
 
¿Y cómo hacer para que en esa carrera los ortodoxos y los reformadores vayan de la mano y no terminen autodestruyéndose, como está ocurriendo con el sandinismo?
 
Todo momento de transición tiene sus crisis y estos reacomodos y redefinición estratégica de los propósitos nacionales que están ocurriendo sirven para que no se audestruyan los partidos, aunque los partidos existirán mientras haya elecciones. Los partidos, por inercia histórica, han sido creados para repartirse el poder, entonces no definen la etapa electoral y la no electoral. El Estado salvadoreño se está modernizando y debemos reconocerlo y defenderlo porque es de todos nosotros y porque no somos antisistema.
 
¿Qué contradicciones ha descubierto entre su época de hombre de armas tomar y el legislador que es ahora?
 
Lo que hemos avanzado en El Salvador es que ahora se goza de tales libertades que cualquiera pueda decir cualquier cosa. Lo importante es que ya no se puede ocultar nada, ni la pobreza. Todo tiene que ser transparente y entonces no sólo se debe solucionar el problema de las contradicciones sino el de las prioridades,, y como que la clase política no está bateando todavía con la pelota adecuada. A veces los partidos políticos juegan béisbol con una pelota de básquet.
 
¿Qué papel han cumplido los medios de comunicación?
 
Los medios están llamados a participar más en la explicación de todos los cambios que se están dando. Aquí hemos hecho cien leyes, han cambiado todas las instituciones, se han disuelto otras, pero la gente en la crisis social pierde la memoria histórica de un día para otro y entonces lo que interesa es resolver.
 
La otra condición es la institucionalidad. En un país donde nadie ha sido respetado en su dignidad humana y las instituciones no han servido, este es un momento contradictorio porque la gente no cree mucho en las leyes e instituciones. Esto hay que verlo con claridad porque cuando se pierde la credibilidad del proceso, se perdió todo.
 
Aquí tampoco faltan aquellos medios que no son ultrareaccionarios, sino perversos. Ahí sí está Satán, son una mierda. Despertar el odio y el resentimiento es lo más fácil. Hay unos pocos periódicos que nos odian, pero nosotros no los odiamos, porque aprendimos en la guerra a no buscar resentimientos, y eso que aquí tuvimos setenta mil muertos.
 
¿Cómo ve el conflicto colombiano?
 
El Estado, en cualquier lugar del mundo, tiene la obligación institucional de buscar todas las formas de acercamiento y solución. Cuando el Estado no quiere resolver, sigue la guerra. Todas las partes tienen que hacer un esfuerzo, pero el Estado es el que tiene más peso, porque la paz no es un problema de concesiones, sino de obligaciones. Yo aprendí que en un proceso de paz no se puede culpar al uno o al otro, porque eso es hacer politiquería de la paz. Si el proceso no ha terminado es porque las dos partes tienen su responsabilidad, y en eso no se pueden echar cortinas de humo. Aquí hubo paz porque las dos partes tenían la voluntad de hacerla.
 
¿Quién debe llevar la iniciativa?
 
Lo que hay que hacer es crear el ambiente de voluntad política, porque puede ser que no haya propuestas, pero si hay voluntad política se encuentra más fácil la propuesta o se construye entre los dos. Si se quiere ver como quién se gana la medalla de la paz, tal vez no se logre la paz. Lo principal es la voluntad política de sentarse, si ésta no existe tampoco hay mesa. Puede haber mesa con mantel, pero no comensales de la negociación. Hay que hacer todas las mesas necesarias, con comensales, para conseguir la paz. Nuestra experiencia nos enseñó que la primera sentada es la expresión de voluntad, pero una vez que se sienta uno y hay voluntad política, hay que echarse las culpas entre las dos partes pero sin salirse de la mesa. Eso es lo que falta en Colombia y es ahí donde se elige la agenda. Hay tantos problemas en Colombia que este es el momento de buscar una salida negociada.
 
¿Definitivamente la guerrilla en América Latina está bloqueada para acceder al poder por las armas?
 
Lucas armadas pueden existir medio siglo o un siglo y la lucha armada puede existir por sí sola. El problema es si la lucha armada lleva a una solución política. Yo creo que puede ayudar, pero en los casos como Colombia donde la guerra tiene más de cuarenta años, se agota la lucha armada. Es el momento de la lcuha política y ese espacio hay que ganarlo. La guerra en El Salvador pudo haber seguido diez o veinte años más, peor no hubiera logrados los propósitos políticos de la lucha armada. Nosotros ya teníamos un proyecto de revolución democrática respaldado por la lucha armada, pero al firmar la paz se prescinde de la lucha armada y se pasa a establecer las reglas de juego de la revolución política. La izquierda armada colombiana, que en mi opinión es demasiado sectaria, yo creo que no nos entiende y nos deben ver como una pequeña burguesía absorbidos por el sistema.

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