sábado, 9 de marzo de 2013

Arturo Pérez Reverte o las batallas del cuarto mosquetero

 
Arturo Pérez Reverte es respetado por ser uno de los más osados corresponsales de guerra, porque no se ha perdido una desde Yom Kipur hasta Sarajevo, porque lo ha hecho con profesionalismo y porque está vivo para contar el cuento. Una lección de periodismo para las nuevas generaciones, del autor de 'La tabla de Flandes'. (Esta nota la publiqué en el diario El Espectador el viernes 29 de abril de 1994).
 
Arturo Pérez Reverte muy probablemente no va a morir por un disparo de mortero o al pisar una mina antipersona. Un indicio de sus siete vidas es que puede contar que ha estado presente en casi todas las guerras de las últimas dos décadas a donde ha ido, primero en plan de aventurero y soñador, y después como uno de los periodistas más reconocidos en su género. Seguramente Pérez Reverte morirá de viejo en la Cartagena de España donde -subraya- fue criado para ser caballero pero le correspondió por desgracia un mundo de canallas.
 
Y si las batallas y los atentados terroristas le dejan tiempo, se lo dedica a escribir novelas, algunas de las cuales como 'El Club Dumas' o 'La tabla de Flandes' se han convertido en éxitos editoriales en Europa y ahora en América. Para Pérez Reverte sus obras literararias son el medio "para ajustar cuentas con el mundo. Son una forma de recobrar la cordura y mantener ese hilo con el mundo del que vengo, de la serenidad, de la reflexión. Es una forma de reordenar el mundo como uno quisiera verlo". Y es que en sus obras sus héroes no están a gusto en el mundo en que viven y escogen disciplinas como el ajedrez, la esgrima, la pintura y se buscan patrias y banderas que sustituyen aquellas que han perdido.
 
Pérez Reverte vino a Colombia a promocionar sus personajes en la Feria del Libro de Bogotá, pero aprovechó la ocasión para hablar de su coraza de corresponsal, de esos que no se pierde ningún conflicto importante, ya sea porque es su obligación estar en las trincheras, porque le da comezón no ir a donde están sus colegas o para que sencillamente no piensen que es un cobarde.
 
Su frialdad, aunque a veces hay personas o preguntas que le hacen hervir la sangre, simplemente asombra. "Cuando voy a una guerra, no voy por ayudar a la humanidad, porque esa no es mi misión. Para eso sería médico o hermanita de la caridad, pero voy porque soy un periodista al que le pagan para que cuente lo que está ocurriendo". Y repite una frase de su camarógrafo: "es que si yo lloro, no puedo enfocar".
 
"Cuando uno va como periodista, uno debe asumir que ese es su papel. Es evidente que a veces uno no puede aguantarse y entonces deja la cámara y ayuda a sacar niños de Sarajevo heridos por una bomba. Pero uno intenta tener al menos un minuto para el noticiero antes de empezar a sacar niños", advierte.
 
Sin duda es una condición bastante difícil y una lucha moral que tanto para Pérez Reverte como para sus colegas de los medios internacionales es materia de largas discusiones en los cuartos de los hoteles de Bagdad o Kigali. "Nunca se ha llegado a establecer qué se debe hacer y qué no. Pero bueno, uno al final asume que la guerra es así y que su trabajo es ese, e intenta comportarse de acuerdo a su papel: el militar de disparar, el asesino de degollar, el periodista de informar... cada uno tiene su misión en la vida".
 
Su forma de pensar ha dado un giro significativo desde su juventud hasta hoy. Cuanto tenía veinte años, Pérez Reverte se nombraba abanderado de las causas perdidas, de las mujeres, de las guerras, de palestinos y guerrilleros, de los buenos y de los malos.
 
De la guerra ha aprendido a valorar las cosas de la vida y ha conocido las injusticias humanas. Ha visto la muerte de cerca y de lejos y en todas sus expresiones, desde la emboscada en El Salvador, el fusilamiento en Nicaragua, hasta el descuartizamiento en las batallas africanas "donde no existe la piedad a la hora de exterminar a la otra tribu". (La orgía de sangre que se vive en Ruanda entre tutsis y hutus es una muestra de esa realidad.
 
¿Cómo se la lleva con la muerte?, le pregunto. "Sobre todo sin dramatismo, porque decir que la muerte es mi compañera suena muy terrible y dramático, y realmente la muerte es un inconveniente incómodo que prefiero evitar siempre que puedo. La muerte forma parte de este trabajo y es algo que uno asume como parte de la vida. No me recreo en decir que la muerte me ha rozado. Yo prefiero que mueran los demás".
 
Pérez Reverte sabe que en la guerran perecen militares y civiles, y por supuesto los periodistas, y que ésta llega por azar. "Ante esa ley invulnerable -dice-, lo que he hecho es desarrollar una serie de tácticas de supervivencia. Procuro mantenerme a distancia de la muerte a base de estar despierto... es como practicar esgrima y manetener el enemigo lejos".
 
Se quedó en ese mundo alucinante, "porque aunque es terrible, a su vez es fascinante. es la condición humana en todos sus aspectos. La guerra fue una escuela de lucidez, retorcida pero extraordinaria, y aprendí prácticamente todo lo que sé".
 
En su cabeza siempre está dando vueltas aquella regla de que en toda guerra la primera baja es la verdad, y sabe que aunque es una frase bonita, no siempre es así. En consecuencia, se califica como un periodista honesto y normal, "porque no se necesita ser un dechado de virtudes", que intenta decir la verdad "porque la gracia es contar las cosas como son, aunque no siempre es posible, y uno vive con esas limitaciones".
 
A sus 42 años, piensa que tiene que dejar de lado los adjetivos y los adverbios y dice: "He visto tantas veces apóstoles y salvadores de la humanidad y periodistas comprometidos, que un día dije me niego a ser responsable de la gente. Desde entonces sólo intento mostrar cómo amaneció Sarajevo, y que sean ustedes quienes miren la pantalla y saquen sus consecuencias".
 
¿Usted es un analista político?, le requiero. "Yo soy un reportero, no un analista. Lo que me hace independiente y libre, y decirlo de la manera que me apetece, es que hablo de lo que sé, de las pocas cosas que sé y llamo al pan pan y al vino vino en aquello que sé. Pero en aquellos planteamientos que escapan a mi capacidad, prefiero dejárselos a los señores de corbata, a los analistas, a los intelectuales, para que establezcan sus teorías del horror".
 
En ese sentido, anota, yo no quiero ser responsable y no quiero decir éste es el bueno, éste es el malo, porque hace mucho tiempo que descubrí que no hay buenos ni malos. Que siempre en las guerras hay un desgraciado con un fusil frente a otro desgraciado, y muy lejos de allí hay alguien que está ganando dinero. La guerra es un negocio de generales y tenderos, y no quiero participar en eso".
 
"Si cuando estallan las bombas me pongo a jugar a ser enfermero, pues sería moralmente delicioso y humanamente encomiable, pero sería un desastre y tendría que dedicarme a servir el café a los compañeros de la redacción".
 
Se atreve a declarar que de cobarde no tiene un pelo y a la petición de unos consejitos para no caer herido, sencillamente apunta: "Con mucho cuidado...".
 
Los Tres Mosqueteros han sido sus amigos desde niño. Por sus manos han pasado cientos de libros, pero en la obra de Alejandro Dumas, Pérez Reverte encuentra el amor, la venganza, el dolor, la traición, la muerte, el ocaso... "Todo está ahí". El otro Pérez Reverte, el novelista, tiene una máxima: "Uno es lo que lee, más lo que vive, más lo que sueña"... así le haya tocado vivir en un mundo de canallas.
 
 
 
 
 
 
 
 

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