Más claro no canta un gallo. El Tribunal Administrativo de Santander se atrevió a llevarle la contraria al gobernador Richard Alfonso Aguilar Villa, a su amigo Carlos Fernando de Jesús Sánchez Aguirre (exdirector de Panachi y eventual candidato a la Gobernación) y al coro de seguidores que viajaron hasta el mismísimo Vaticano a contarle al Papa Francisco que entre las veredas Casino Bajo y Helechales –de Floridablanca–, están construyendo una figura colosal a la que dieron por llamar: ‘Santísimo’.
La magistrada ponente Solange Blanco Villamizar y sus colegas Rafael Gutiérrez Solano y Francy del Pilar Pinilla Pedraza, no se comieron el cuento de que la palabra Santísimo es un acrónimo derivado de Sant –proveniente de la palabra Santander– y el sufijo Ísimo –que expresa una característica en su grado máximo–, haciendo alusión entonces a una pretendida grandeza del Departamento de Santander, como fue lo que en su momento se dijo desde la Gobernación.
Según la sentencia de segunda instancia proferida el pasado 2 de febrero, el Tribunal estableció que la figura de 33 metros con la que Aguilar Villa anhela que vengan turistas de los cinco continentes, es nada más y nada menos que la representación de Cristo y eso no está permitido en un Estado laico como el que es Colombia desde la Constitución de 1991, así algunos se empeñen en consagrarlo al Sagrado Corazón.
En términos del Tribunal: “…las autoridades departamentales se alejaron de los postulados y prohibiciones derivados de los principios de laicidad, pluralismo religioso y deber de neutralidad del Estado”, determinando que “la colosal esfinge del proyecto ecoturístico correspondía a la de una deidad de una tradición religiosa en particular”.
La Gobernación y el escultor Juan José Cobos Roa –experto en representación del arte católico– alegaron que la mole blanca que se divisa incluso desde la meseta de Bucaramanga: “…Es la figura humana de un hombre solemne con su mano izquierda en el pecho y con la mano derecha irradiando protección para todo el área metropolitana y el país. Tiene un rostro sereno que está basado en iconografías clásicas, entre egipcias y persas, que no tiene llagas ni corona de espinas y muestra más humanidad porque está a pie descalzo y muestra parte del torso, el pecho y la espalda mirando al piso, al pueblo”; pero los magistrados –corriendo el riesgo de que los califiquen de ‘masones liberales’ o que el propio procurador general Alejandro Ordóñez Maldonado los condene al más profundo de los infiernos–, dictaminaron que: “La figura representa a quien histórica y socialmente se reconoce como Jesús de Nazareth, deidad que ha generado diversos movimientos religiosos a su alrededor, aquellos que corresponden a la tradición judeo-cristiana”.
Así que ese hombre de barba cerrada, cabello suelto y ondulado, vestido con una túnica y parado sobre una fuente de agua escalonada no es más ni menos que Cristo, y no otra deidad o ‘ser superior’.
El fundamento jurídico del Tribunal es que “la esfinge del Cristo en la eucaristía no representa a todas las religiones que tienen cabida en la Constitución de 1991 y en la sociedad colombiana, por lo que no cumple con la condición prevista en la Sentencia C-817 de 2011 para que la actuación del Estado – Departamento sea válida”.
El Cristo en eucaristía es el elemento central del proyecto ‘Ecoparque Cerro El Santísimo’, lo cual le permite al Tribunal afirmar que el Departamento de Santander y los demás demandados “conocían la antijuridicidad (antilaicidad y deseo de no honrar el deber de neutralidad) del proyecto a desarrollar y trataron de ocultarla”.
El Tribunal también señala que la parte demandada “es responsable de la violación del derecho colectivo al patrimonio público por su destinación a trasgedir el valor del pluralismo religioso y los principios de laicidad y deber de neutralidad del Estado – Departamento de Santander”, precisando que esta violación se predica sobre los 3.525 millones de pesos gastados en la esfinge de Jesús, mas no en los 41.496 millones restantes destinados al parque que también tendrá oratorio, zoológico, teleférico, hotel, restaurantes y plazoletas, entre otros.
Una obra con la que espera pasar a la historia Aguilar Villa –hijo de Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo, exgobernador condenado a nueve años de prisión por sus vínculos con los grupos paramilitares–, pero que en concepto del analista Manuel Francisco Azuero Figueroa ya alcanza los 58.000 millones de pesos y un retraso superior a los ocho meses.
El fallo
El Tribunal Administrativo de Santander condenó al Departamento de Santander no solamente a cambiar el nombre del ‘Santísimo’, “por otro que identifique realmente el carácter cultural y la grandeza del pueblo santandereano, sin asociar el complejo turístico con religión alguna en especial”, sino que le obliga a “abstenerse de realizar actos oficiales y privados en los que quede comprometida la conducta oficial de servidores públicos dentro del complejo turístico”.
Igualmente la administración del parque deberá devolver al Departamento “los 3.525 millones de pesos que le costó el monumento de Cristo”, con el 30% de los dineros percibidos por la entrada de público y en pagos trimestrales que deberán estar disponibles al control de cualquier ciudadano.
La severidad –o el optimismo– de los magistrados les llevó a compulsar copias de esta sentencia a la Fiscalía General y a la Procuraduría General de la Nación para que, si lo consideran procedente, adelanten las investigaciones disciplinarias y penales a que haya lugar”.
Esta Acción Popular fue presentada por Miguel Ángel Pedraza Jaimes, Rodrigo Javier Parada Rueda, Andrés Mauricio Niño Arenas, Manuel Francisco Azuero Figueroa y Omar Alejandro Alvarado Bedoya, quien manifestó que “este es un triunfo para el ejercicio de la ciudadanía activa y un precedente de que las cosas en Santander tienen que cambiar de rumbo. Hay que seguir vigilando el uso de los recursos públicos, porque no se pueden gastar de una manera irracional e irregular, sin tener en cuenta que este departamento tiene necesidades insatisfechas que debe atender primero que este tipo de proyectos”.
En la memoria de los demandantes quedará la respuesta que al iniciarse el alegato en 2013 les dio el juez segundo laboral de Bucaramanga, al señalar que como no se sabía si el ‘Santísimo’ iba a ser ‘un chivo, un Buda, un Cristo o un diablo, tenían que esperar a que la obra se construyera’. Ya con la esfinge terminada no cabe ninguna duda de que sí se trata de un Cristo, aunque la Corte Constitucional siga creyendo en el argumento rebuscado de la Gobernación de que no es una obra de carácter religioso sino un ‘Gran Santander’.
Empero, Aguilar Villa no se resigna a tener que acatar esta sentencia y ya buscó al exfiscal Mario Germán Iguarán Arana para que ‘patalee’ hasta donde sea posible y logre reversar esta decisión que ha generado una lluvia de ideas en cuanto al nuevo nombre de este Cristo criollo –“majestuoso y único”, según la Gobernación– que pretende competir con el de Corcovado en Río de Janeiro (Brasil).
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