(Columna de Manolo Azuero Figueroa publicada en el periódico Vanguardia Liberal el domingo 26 de octubre de 2014)
Carlos Fernando Sánchez renunció hace días a la Corporación Parque Nacional del Chicamocha, después de una larga y cómoda estadía en esa entidad que manejó por 10 años a su antojo. Renunció para aspirar a la gobernación de Santander bajo el ala presa pero aún poderosa del coronel Hugo Aguilar. Si Sánchez llega a salir elegido - algo probable en un departamento que eligió a Richard Aguilar-, su más reciente trayectoria es un lamentable augurio para el porvenir del presupuesto público del Palacio Amarillo. La etapa de planeación de su último legado, el Cerro del Santísimo, es un caro desatino que está pasando de agache.
Además de la escultura del cristo, que costó 3.525 millones, la obra civil del Santísimo se contrató en marzo de 2013 por 19 mil millones de pesos. Su ejecución se inició en mayo y tenía que estar lista en un año. Sin embargo, el contratista pidió dos meses adicionales porque tuvieron que ajustar el diseño de la construcción del pedestal. La entrega, entonces, quedó para agosto pasado pero tampoco cumplieron. Y ese mes no sólo pidieron cinco meses más de plazo, también la módica suma de 8.957 millones adicionales al monto original. ¿La razón? Una modificación en el “urbanismo”. ¿El porqué de la razón? Un detalle no menor: en la otra obra multimillonaria del proyecto, la del teleférico, por la inestabilidad del terreno y el impacto ambiental de la construcción, tuvieron que modificar las especificaciones técnicas del Cable Aéreo y su trazado original. Era necesario para no arrasar con el bosque nativo de esa zona. Corregir la improvisación, por supuesto, también trajo consigo un adorno para ese otro contrato, que tenía un valor original de 20.909 millones: le sumaron 5.804 millones de pesos más.
Los estudios y diseños iniciales para desarrollar estas obras fueron responsabilidad de la Corporación Panachi en cabeza de Sánchez y no previeron estos costos.
Él dice que era imposible tal previsión, porque cada proveedor de teleféricos ofrece características únicas que afectan las especificaciones de obra y de incluirse en la licitación, la amarrarían.
En todo caso, por ese “imposible” este alfil salta al ruedo electoral con el lastre de planear un proyecto que se va a entregar tarde y nos va a costar a los santandereanos mucho más de los 45 mil millones que nos habían dicho.
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