miércoles, 26 de febrero de 2014

Gervasio Sánchez o una lección de periodismo sin pelos en la lengua


El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Perú, Colombia, Chile, Argentina, antigua Yugoslavia, Kosovo, Ruanda, Burundi, Congo, Angola, Sierra Leona, Sudán, Afganistán, Irak…  ¿En qué guerra o país con graves violaciones a los derechos humanos no ha estado el fotoreportero español Gervasio Sánchez?

De 54 años y ganador de los prestigiosos premio Ortega y Gasset, Rey de España y Nacional de Fotografía –entre más de una docena de distinciones–, Sánchez estuvo en la UNAB el pasado lunes 17 de febrero hablándoles a 120 estudiantes y profesores, contándoles su experiencia de 30 años ejerciendo el periodismo y esquivando a la muerte.

Invitado por el Periódico 15 y la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), batió el récord de atención captada por una charla al tener atento y sin consultar tabletas o celulares, a un público que durante tres horas y media vio sus desgarradoras imágenes al tiempo que Sánchez dictaba una cátedra de ética, periodismo, historia y geopolítica, pronunciando nombres que algunos de los asistentes no habían oído jamás.



“Las guerras se acaban cuando las consecuencias de la guerra se superan”, manifestó, para advertir que los colombianos no pueden soñar con que una eventual firma de acuerdos de paz entre Gobierno y Farc en La Habana pondrá fin a tanto dolor, así como los españoles no pueden asegurar que el capítulo de la guerra civil española –1936 a 1939– esté cerrado porque el destino de miles de desaparecidos aún no se ha determinado.

Llamando a los criminales, tiranos, corruptos y cínicos por su nombre, más uno que otro  calificativo de esos que suelen usar quienes hablan español castizo, Sánchez relató aspectos personales como que tuvo que pagarse sus estudios en Barcelona trabajando de mesero y que ha corrido con la suerte de conservar una familia a pesar de sus permanente viajes, hasta horrores como la destrucción de Sarajevo –1992 a 1996– o la barbarie cometida por los hutus contra más de 800 mil tutsis masacrados a machete y los tres millones y medio de exiliados o desplazados que dejó el conflicto en Ruanda en 1994, mientras los países poderosos se hacían los de la vista gorda y el lago Victoria se tapizaba de cadáveres.

“No soy un periodista comprometido, porque periodismo y compromiso son términos redundantes. Simplemente, soy un periodista”. Esa es una de las frases del corresponsal de guerra andaluz que conoce a este país como la palma de su mano y por ello se atreve a decir que “Amo a Colombia desde que la conocí hace veinticinco años, pero me duelen sus niveles de clasismo, racismo, intolerancia, corrupción e impunidad”. De hecho, acaba de recorrer cientos de kilómetros del Magdalena Medio documentando las exhumaciones que llevan a cabo agentes de la Fiscalía General y por la que tan poco o nada se interesan los medios de comunicación colombianos.

Sofía y Alia / Foto Gervasio Sánchez

Luego de la charla en la que expresó su esperanza de que algún día las altas autoridades implicadas en los ‘falsos positivos’ –ejecuciones extrajudiciales– en Colombia sean juzgadas por tribunales internacionales, Sánchez concedió esta entrevista, no sin antes aseverar que todo periodista debe mirarse cada día en el espejo y revisar si lo está haciendo bien, o que desde primer semestre hay que aprender a decir no a todo lo que vaya en contra de los principios que rigen el oficio periodístico.

Para más señas, ‘Gerva’ –como le llama el profesor Roberto Sancho– fue quien al recoger el Premio Ortega y Gasset en 2008, tuvo los ‘calzones’ para lanzar esta carga de profundidad: “Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercr mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos. Pero, como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un Gobierno Español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte”.

“Hay que meterse al terreno, untarse de barro, y no quedarse en los salones”, o “Quejarse no sirve para una mierda. Hay que trabajar intensamente y querer lo que hacemos… Somos periodistas las veinticuatro horas del día”. ¿Esas serían las claves para alguien que estudia periodismo y pretende tener algún futuro en un mercado laboral tan competido?
La clave es tener claro que este es un oficio. Un oficio en el que hay que tener un gran deseo de realizarse en él, y luego una gran paciencia y saber que vas a tener por delante un camino de obstáculos en el que vas a tener que tomar decisiones a veces incluso complicadas, si quieres mantenerte de alguna manera de la forma más cercana a los que yo considero que son los principios básicos del periodismo: esa independencia, esa necesidad de fiscalizar la labor de los gobernantes y de los empresarios. Eso es básico para la sociedad; el periodismo es tan importante como la educación y la salud. Una sociedad sin buen periodismo, como la española que no tiene buen periodismo o la colombiana –con el permiso de los colombianos– que tampoco tiene buen periodismo, claramente está condenada al fracaso y a la manipulación.

O sea, periodistas que se conviertan en la piedra en el zapato de los poderosos y no en miembros de comités de aplausos, cuando no sus cómplices.
Evidentemente. Los periodistas deben ser, decía (Ryszard) Kapuscinski, certeros en su impertinencia. Deben ser siempre impertinentes con el poder. Nunca deben dejarse sobornar por el poder, que está agazapado de muchas formas y puedo comprar al periodista de muchas maneras: un puesto laboral, una plaza en un medio de comunicación, pueden ser formas. Debes saber que si tú te adecúas a los intereses del medio, eres pusilánime, aceptas maniobras veladas, puede que tu ascenso sea mayor, que si actúas de manera crítica con el poder, con lo cual puedes tener muchas dificultades. Debes tener claro que te van a aparecer en tus narices suculentas promesas, formas de intentar corromperte, y tu posición debe ser muy firme. No se puede ser periodista y luego aceptar cualquier tipo de componendas con el poder. Eso no es periodismo. Eso es otra cosa que no tiene nada que ver con el periodismo en el que yo creo.


¿Echó de para atrás la ‘película’ y se sintió como unos de esos jóvenes que atendían su charla en el Auditorio Menor?
Cuando fui a la universidad y asistía a charlas de personas mayores, recuerdo que uno se sentaba en un sitio y rápidamente sabía si la persona que estaba hablando era sincero o era un hipócrita, si lo que estaba diciendo conectaba con lo que él creía o simplemente estaba contando un cuento. Yo he llegado a la conclusión que ante el público, sea universitario, infantil o maduro, hay que ser muy claro en la manera de presentarse y de dar a conocer tus intereses. Que quede claro qué estás contando y para qué se lo estás contando, y no buscar formas de embaucarles con mentiras. A veces incluso hay que arriesgarte a decir cosas que pueden molestar, y yo soy muy provocador. La honestidad es muy importante. El ser capaz de transmitir que este oficio no tiene nada que ver con ir subiendo en el escalafón quizás pisando a la gente, y que es preferible mantener una línea de trabajo y saber exactamente los obstáculos que vas a tener. Soy sincero y además tengo la suerte a mi favor, porque al ser un fotógrafo les puedo decir lo que estoy haciendo y se los puedo demostrar con imágenes en el mismo momento. Les puedo hablar de que el periodismo debe ser esto, esto y esto, y aquí está mi trabajo para demostrarlo.

Además hay algo importante en el tema de la fotografía y sobre todo en lo relacionado con las nuevas generaciones: los niños aprenden primero a leer imágenes que a leer palabras. Cuando empiezan en el colegio a decir la B con la A es BA, ya están hartos de entender imágenes en movimiento e imágenes fijas, con lo cual es muy fácil impactarlos con imágenes. Esa generación de chicos como los que me encontré en la UNAB, entre 17 y 23 años, son hijos de la imagen, con lo cual mis imágenes les permiten entrar rápidamente como en una especie de trance que coincide con mi discurso. Esa relación ante las imágenes y el discurso si ellos lo perciben como algo sincero, se hacen rápidamente tus amigos.

                                          Foto Gervasio Sánchez.

El que quiere ser astronauta debe ir hasta Cabo Cañaveral (Estados Unidos) y al menos puede tocar un cohete espacial. Pero usted afirma que quien por ejemplo en Santander quiera ser periodista, aquí mismo tiene el mejor laboratorio.
Hay una ONG en Cataluña que cada año hacemos talleres donde hubo la gran matanza de Srebrenica (en julio de 1995 el Ejército serbio con la ayuda del grupo paramilitar ‘Los Escorpiones’ asesinaron a unos 8.000 bosnios en una zona protegida por cascos azules de la ONU). Vamos a ese lugar con los muchachos durante una semana y en lugar de hablarles de lo que pasó en la guerra de Bosnia, les hacemos enfrentarse a la realidad de Bosnia actual.

¿Qué haría yo si fuera el decano de la Facultad de Comunicación de la UNAB? Les obligaría a cada uno de ellos a hacer un trabajo de campo en el Magdalena Medio. O sea, ustedes en los ocho semestres tienen que elaborar un trabajo de campo que comenzarán desde el primer día de clases y en octavo semestre se evalúa, y si este trabajo no está bien hecho usted no pasa, no se gradúa. Es decir, les obligaría en cuatro años a buscar una forma de interpretar la realidad, cada uno de la manera que él quiera, y ayudándoles evidentemente. Enfrentarse a su realidad, enfrentarse a su mundo, y cuando estamos hablando del Magdalena Medio también me refiero a Bucaramanga y sus alrededores, donde han ocurrido muchos hechos graves dentro del conflicto armado interno que vive este país. Que se vayan a las bibliotecas y busquen los periódicos de hace diez, veinte, cincuenta años, para que vean cómo ha sido la evolución de la violencia en Bucaramanga, en Santander o en el sur de Bolívar.

Uno de los momentos más importantes para mi vida estudiantil fue cuando en tercer curso de carrera elegí Historia Contemporánea de Cataluña con uno de los profesores más duros que he tenido, de los mejores, sabiendo que este profesor me podía reprobar en la asignatura. Él, el año anterior a hacer el curso, nos juntó a quienes queríamos hacer clase con él y nos dijo que nos preparáramos porque iba a ser un año durísimo y tenéis que elegir un trabajo y durante todo el curso tenéis que estudiarlo para presentarlo al final. Yo elegí la Semana Trágica de Barcelona (78 muertos, más de 500 heridos y 112 edificios incendiados que dejó una enconada protesta antibelicista que luego mutó a anticlerical en el año 1909), y me tiré meses y meses yendo a los archivos del Ayuntamiento de Barcelona a buscar los diarios de la época, en los que basé mi investigación, para contar en ochenta páginas ese capítulo de la historia. Y aprendí un ‘huevo’, hablando claro de periodismo, de historia y de manera de confrontar fuentes de información, etcétera, etcétera. Eso haría aquí en Bucaramanga. El primer día les diría: Dejáos de gilipolleces y al campo, a trabajar, que cada uno elija una parte, una zona, una historia… Hay mil historias que hacer aquí, desde los derechos de la tierra, pasando por la situación de la violencia, de por qué en Colombia se mata como se mata, quién ha matado… Sería un laboratorio periodístico impresionante. Yo si fuera director de un diario no estaría todo el día hablando con los políticos, sino que estaría obligando a mis periodistas a hacer periodismo de investigación.

                                          Biblioteca de Sarajevo. Foto Gervasio Sánchez.

No se hace dinero, se corren riesgos, no se puede cambiar el mundo como uno sueña cuando está joven… ¿Cuál es la gracia de ser periodista?

Creer en que una sociedad con buen periodismo, es menos manipulable que una sociedad con periodismo pésimo. Una sociedad que comenta su historia, tiene menos posibilidades de volver a repetirla. Una sociedad que intenta mostrar a las nuevas generaciones el desastre de las viejas generaciones, dispone de más posibilidades de no repetirla. Una sociedad que se enfrenta a sus fantasmas, va a crecer democráticamente mejor. Quizás sean banalidades y estupideces dichas por alguien que a pesar de que lleva treinta años trabajando en zonas de conflicto sigue creyendo en el PERIODISMO, con mayúsculas, y soy muy crítico con el periodismo, pero es muy importante para una sociedad. Un periodista que se arriesga a escudriñar la realidad, como hay algunos en Colombia y cito a Jesús Abad Colorado y Hollman Morris, es la demostración palpable de que el periodismo sigue vivo y que los medios de comunicación han dejado de ejercer el periodismo pero hay periodistas que están dispuestos a seguir trabajando.

                                          Foto Gervasio Sánchez.

1 comentario:

  1. Siempre nos da Gerva una bocanada de aire fresco, tan necesaria en el ambiente periodistico viciado que padece mi pais, España. Gracias Jose Miguel L

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