miércoles, 26 de febrero de 2014

Carlos Bohórquez, un bumangués al servicio del trabajo humanitario en el mundo


Cuando el pasado domingo 2 de febrero  Jorge Eduardo Lamo Gómez se levantó temprano a desayunar y leer el diario El Tiempo, se llevó una sorpresa de las más satisfactorias que  ha tenido como decano de Derecho.

La razón es que debajo del titular: “Colombianos que nos dejan muy en alto en el exterior”, la asociación Fusionarte y Marca País escogieron cien historias de vida y entre ellas –abriendo página– estaba la de Carlos Bohórquez.

“Lleva cinco de sus 33 años trabajando en apoyo de situaciones de conflicto armado y emergencia en Oriente Medio y en África. Trabajó con la Unicef en zonas de conflictos étnicos y culturales en el Congo y coordinó el sistema de protección de niños víctimas del reclutamiento forzado, violencia sexual y hambruna en Somalia. Hoy tiene a su cargo uno de los programas de protección de refugiados en Siria, liderado por la ONG danesa DRC. Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), luego, Derecho Internacional Público en la Universidad de París y, posteriormente, Derecho Internacional Humanitario en Ginebra. En el libro, afirma: ‘Como colombiano, me siento legitimado para entender el conflicto armado y tengo el compromiso de aliviar el sufrimiento y los efectos de la guerra”.

Esta noticia fue el tema número uno del lunes siguiente en la Universidad y durante los días siguientes. Desde entonces, decano, profesores y secretarias tienen un recuerdo de Carlos Bohórquez, ese muchacho que estudió 13 años en el colegio Quinta del Puente y se graduó de bachiller en el Nuevo Cambridge.

Lo localicé en Beirut (Líbano), desde donde gustoso accedió a esta entrevista, pocas horas antes de escuchar a la distancia el estallido de dos carros-bomba que dejaron un saldo de cuatro muertos y más de 100 heridos, luego de ser accionados por kamikazes de un grupo próximo a la red fundamentalista Al Qaeda en el sur de esa capital, en pleno corazón de un bastión de la milicia chiita pro iraní Hezbolá. 



¿Por qué estudio en la UNAB?
Porque era la Universidad en Santander que me ofrecía un currículo interesante, una muy buena metodología y contaba con muy buenos profesores.

¿Por qué lo marcaron tanto las enseñanzas de sus profesoras Osilda Ramírez Ramírez y Aída Elia Fernández de los Campos?
¿A cuál estudiante que haya pasado por la Facultad de Derecho de la UNAB no lo han marcado estas dos grandes personas y excelentes profesoras? Con Osilda, mi experiencia fue muy particular. Los estudiantes tenían la oportunidad de escoger materias y yo escogí Derecho Constitucional con ella. Como la gente le tenía miedo, el primer día de clase llegamos solamente tres personas. Una se asustó y se retiró a las dos semanas, así que apenas quedamos dos. Osilda no canceló el curso, y quede prácticamente en clases privadas con ella. Eso fue todo un privilegio y creo que por eso pasé mi preparatorio relajado, pues había aprendido tanto con ella y estaba simplemente en otro nivel.

Aída me marcó muchísimo, pues tiene una experiencia internacional muy importante y estudió en buenas universidades en Europa y otros lugares. Aída me ayudó a encontrar una universidad en París, y me dio excelentes cartas de recomendación para las becas e inscripciones. Ella siempre ha estado entre mis referencias personales para cualquier trabajo o estudio que haga.

¿Cuál es el sello que tiene por ser abogado UNAB?
En primer lugar,  la UNAB inculca una deontología aplicada al estudio de los derechos y deberes, más precisamente enfocados al ejercicio de la profesión de abogado. Además, creo que me ayudó mucho el enfoque que tiene mi Universidad sobre los Derechos Humanos y la dignidad de las personas. Por último, la UNAB les permite a sus estudiantes interpretar de una forma práctica el Derecho en Colombia o el Derecho Internacional por igual.

¿Por qué no se contentó con el título de pregrado y decidió estudiar en Francia y Suiza?
Desde antes de comenzar mis estudios de universidad, ya sabía que me quería ir a continuar mis estudios de posgrado en el extranjero y más precisamente en Europa. Siempre fue parte de mis objetivos personales y profesionales.

¿Cuándo o por qué decidió no conformarse con una oficina en un edificio de lujo de Bucaramanga y, en cambio, meterse en esos conflictos en los que ha ido a parar?
Le tengo pavor a la rutina. Con el solo hecho de imaginarme ir todos los días a la misma oficina o que el día de hoy se va a parecer al de ayer, me enfermo. La profesión que escogí (trabajador humanitario), no tiene un día normal y ningún día se parece al anterior. Cada día está repleto de historias humanas, que a veces son tristezas pero también muchas historias bonitas.

¿Cuál ha sido la cronología de sus trabajos y lugares en los que ha estado?
Mi primera oportunidad con la Organización de Naciones Unidas (ONU) fue una práctica que realicé en La Haya (Holanda) en la Corte Internacional de Justicia, la misma corte que recientemente dictó sentencia en el proceso entre Colombia y Nicaragua. Como colombiano me tocó firmar un documento de confidencialidad para trabajar por tres meses en la Corte.  Luego de regreso a París realicé otra práctica con la delegación colombiana ante la Unesco. De Francia me mudé a Ginebra (Suiza) para continuar mis estudios en Derecho Internacional Humanitario y antes de terminarlos me contactaron para trabajar en la sede de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). De ahí pasé rápidamente al terreno, pues estuve como oficial de protección con Acnur durante dos años en Chad (África). Después me fui a vivir al Congo (África) para trabajar con Unicef en el campo de la protección de la infancia y con programas de reintegración de niños asociados con grupos armados.

Tras casi dos años, continué el mismo trabajo con Unicef pero esta vez en Somalia. Luego de tan solo tres semanas de estar trabajando con la operación en Somalia, se desató la hambruna y la crisis del ‘Cuerno de África’ del año 2011. Desde hace un año me encuentro trabajando con Danish Refugee Council (Consejo Danés para los Refugiados), que es la ONG internacional con el programa más grande de respuesta a la crisis actual de Siria, en el Líbano. Soy el responsable del equipo y del programa de protección.

Dicen los que saben del tema que no es cierto que en la guerra como en el amor todo valga. ¿De qué horrores ha tenido que ser testigo?
No me gusta esta pregunta.

¿Entonces cuál es la experiencia más desgarradora que ha tenido que enfrentar y en qué circunstancias?
He vivido muchas experiencias difíciles, pero creo que lo que más me ha parecido duro han sido las visitas a los hospitales donde conducía misiones de monitoreo y veía cosas muy tristes. Los servicios de salud en la mayoría de lugares de África donde trabajé eran demasiado precarios. Un día vi cómo un doctor amigo estaba tratando de salvarle la vida a un niño de seis años que pisó una mina antipersonal. No disponía de anestesia ni de la compañía de un cirujano.

¿Por qué suceden atrocidades como la carnicería que está viviendo Siria y al mundo pareciera no importarle cinco centavos?
La humanidad no ha aprendido sobre los horrores de la guerra. En 1859 Henry Dunant vivió y escribió sus memorias sobre la batalla de Solferino. Ese libro inspiró la creación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en 1863 y luego las Convenciones de Ginebra en 1964. La idea original era la de aliviar los horrores de la guerra y proteger a la población civil. Hoy, 150 años después, las cosas están peor que en ese entonces. La guerra en Siria es una atrocidad más de la humanidad.

Si eso pasa en Siria, ¿qué no estará sucediendo en el Congo cuya guerra más de seis millones de muertos?
Cada guerra tiene sus orígenes y sus causas. La guerra en el Congo creo que tiene sus causas en cuestiones puramente económicas. Es uno de los países más ricos del planeta en relación con los recursos naturales, pero desafortunadamente y desde hace muchos todos sus recursos han sido explotados por varias potencias mundiales y por compañías multinacionales. La guerra y la inestabilidad política son la forma más simple de perpetuar la explotación.

¿Está hastiado de los conflictos armados? ¿O tiene energía suficiente para seguir asistiendo a los más afectados por los conflictos, que casi siempre es la población civil que nada tiene que ver?
Todavía tengo mucha energía, pero seguro tengo menos que hace siete años cuando llegué por primera vez a África.

¿Piensa algún día regresar a su país a hacer su aporte a la solución del conflicto armado interno? ¿O cree que ese momento jamás llegará?
Sí, claro. Es la pregunta que siempre me he hecho y siempre ha estado como una opción. El problema es que no he encontrado la oportunidad o el proyecto que me haga volver.

¿Qué consejo les da a quienes empiezan a estudiar Derecho en la UNAB?

Que aprovechen la oportunidad que tienen de estudiar en una excelente institución, pero que además valoren la ocasión tan grande que tienen simplemente de poder estudiar. Millones de personas en Colombia y en todo el mundo no tienen la misma suerte.

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