"Tres tristes trinos transparentes totearon trampa tapada", dijo en Twitter el caricaturista y periodista Vladimir Flórez, quien a través de las redes sociales le reveló al país el mayor escándalo financiero de los últimos años en Colombia, el de Interbolsa.
Ese abominable
hombre de las caricaturas autodenominado Vladdo, fue ‘el primero que vio la
mecha’ del escándalo de Interbolsa.
Con su cara de
seminarista quindiano, Vladimir Flórez se encargó de destapar -vía Twitter-,
esa olla podrida del mundo financiero colombiano en la que se han esfumado
miles de millones de pesos. “Pasó de presunto responsable de un delito a ser el
vigía más alerta del sistema financiero”, dice de él Alberto Donadio en el
libro “El cartel de Interbolsa. Crónica de una estafa financiera”.
Esta es la
entrevista de 15 no con el padre de Aleida, sino con el periodista que tuvo
la osadía de arriesgar su pellejo y su reputación a cambio de soltar esta
‘chiva’.
¿Qué lo llevó a meter el dedo en la llaga de Interbolsa?
Si uno tiene una
información que afecta a la comunidad de alguna manera y teniendo en cuenta que
el callar esa información es más perjudicial que divulgarla, uno no tiene otra
salida que divulgarla. Si uno pretende que el periodismo sea un servicio
público, un servicio social o cívico, como se le quiera llamar, si uno pretende
ejercerlo desde esa perspectiva en estos casos es cuando esa intención se pone
a prueba y si la información está verificada uno no debe guardársela.
¿Conocía la magnitud de la ‘bomba’ que tenía entre
sus manos?
Yo tenía
bastante claro que era un tema muy delicado. Cuando uno habla del 34 por ciento
del mercado accionario del país pues es una cosa preocupante, pero tenía
también la convicción de que si lo que yo decía no era como lo decían mis
fuentes, ese podía ser como un estrellón de mi carrera profesional y de mi credibilidad
contra una pared. Entonces era consciente de que era una cosa muy grande, pero
indudablemente salió mucho más grande y más complejo de lo que llegué a
imaginar inicialmente.
¿Cuántas milésimas de segundo transcurrieron entre
el envío su primer ‘trino’ y el momento en que sintió culillo?
No, desde antes
estaba bastante nervioso, precisamente por eso, porque inclusive con algunas de
las fuentes que hablé antes de publicar el primer ‘trino’, cuando le pregunté
¿esto qué?, me dijo ‘eso es gravísimo’. Yo le dije esa no es la pregunta, es
¿qué credibilidad le puedo dar? Y me respondió: ‘Eso es verdad, pero si usted
publica eso mucha gente se puede quedar sin trabajo’. Le insistí: ¿Pero es
verdad o no? Y me dijo ‘¡sí!’, y es una persona que conoce el sector. Eso me
dio tranquilidad, pero cuando uno tiene una gran noticia se alcanza a sentir
vértigo.
¿Atreverse a denunciar ‘pesos pesados’ lo puso a dudar
si soltarla o no, sobre todo calculando que después se la cobren?
No porque yo no
tengo negocios de inversiones ni de nada. Mis únicos ingresos provienen de mi
trabajo como caricaturista, ilustrador, diseñador, conferencista y presentador
de un programa de televisión, pero no provienen de ningún negocio. No manejo ni
negocios de usura, ni soy intermediario financiero de nada, ni le pido favores
a nadie, ni le he pedido ningún puesto ni le debo nada a ningún político, ni a
ningún empresario que yo diga es que estoy en deuda con fulano de tal. Entonces
eso me dejaba tranquilo y me deja tranquilo siempre mi trabajo. Yo no tengo
compromisos con absolutamente nadie. Alguna yo hablaba con el Presidente de la
República y le decía: Usted no se preocupe que nunca le voy a pedir un puesto,
ni le voy a pasar hojas de vida, y por eso me siento en libertad de hablar con usted,
cara a cara, sin echarle cepillo o sin dejar de criticarlo para ver si usted de
alguna manera me retribuye para que yo deje de decir lo que sea… Yo digo las
cosas porque las creo y punto.
Uno de los principales implicados en este escándalo
es Juan Carlos Ortiz, esposo de Viena Ruiz, presentadora de televisión. ¿Por
ese lado tampoco le dio temor que ella pueda apelar a sus amistades en el mundo
de la farándula y lo ‘destruyan’?
Lo que pasa es
que en el trecho inicial de la investigación de Interbolsa, Juan Carlos Ortiz
ha podido o pudo de alguna forma sortear la cosa porque él estaba peleado con
la gente que estaba manejando Interbolsa, entonces él no estaba llevando los
destinos de esa firma y hacía rato no estaba involucrado directamente. Pero más
allá de eso, yo en esos momentos hago a un
lado mis amistades y mis posibles relaciones con gente afectada, porque
quiero mucho a mis amigos, pero quiero más al periodismo y quiero más a la
verdad.
Si uno se pone a
pensar en cada cosa a quién conoce, no puede hacer nada; porque si hace una
caricatura entonces resulta que él es amigo de fulano de tal, primo,
relacionado, cercano… y entonces siempre termina uno conociendo al incriminado
y le toca a uno quedarse dedicado a mirar pa’l techo. Yo no pienso en esas
cosas.
Ver la caricatura que usted hizo del barco de
Interbolsa zozobrando, en la tapa del libro “El cartel de Interbolsa” -de
Alberto Donadio-, ¿le llevó a pensar que su trabajo tiene un impacto mayor al
de una caricatura que a la semana siguiente ya está archivada?
Hay caricaturas
que tienen tal impacto que eso hace que trasciendan en el tiempo y que
permanezcan en la memoria del lector. Entonces cada tanto hay unos temas que
son de tanta relevancia para la comunidad y para los colegas, que se lo recuerdan
a uno. Por ejemplo la caricatura de un marranito de alcancía con la cara de
(Ernesto) Samper, que tiene una ranura en el espinazo y dice: “Si entró dinero
de los narcos fue a mis espaldas”. Esa caricatura hoy en día todavía mucha
gente la tiene súper bien catalogada. Pero es por el impacto y por el tamaño
del tema que esas cosas se quedan, entonces cuando Alberto Donadio me pidió que
le colaborara con esa caricatura pues me sentí muy complacido y de una vez
hicimos el trámite para que la revista Semana
la autorizara.
¿Pararán los escándalos financieros en Colombia?
Una de las
características del fenómeno de Interbolsa es que ellos siempre, y ha sido
también una ‘cualidad’ de Juan Carlos Ortiz, han estado en el límite de lo
permitido, en el límite de lo prohibido, en el límite de lo legal… y entonces
qué pasa: aquí tendemos a decir que hecha la ley, hecha la trampa, y si no hay
ley pues con mayor razón es más factible que haya trampa. Parece que en el
mundo financiero se aplica mucho aquello de que todo lo que no está prohibido,
está permitido. Entonces si yo puedo ir hasta cierto punto, por qué no, y esa
es la vida de ellos: es especular, es ‘cañar’, es como un póker permanente.
Creo que cada
vez irán legislando más sobre ciertos temas para ejercer controles, pero
siempre habrá algún hueco, algún vacío, una interpretación confusa, que esta
gente que se dedica a hacer plata a como dé lugar, la aprovecha para sacar
adelante sus planes y sus negocios.
¿Quienes invirtieron su dinero en Interbolsa son
inocentes, ingenuos, ambiciosos, ‘aviones’…?
Creo que hay de
todo, porque hay inversiones que Interbolsa hizo contándole a la gente que
había un riesgo, pero sabían, y además si a uno le pagan tanto es como el
famoso cuento del bobo: de esto tan bueno nunca dan tanto. Entonces por qué
éste me paga tantos intereses y allí no me pagan tanto, entonces yo meto la
plata más bien en Interbolsa porque estos me dan más. ¿Y por qué? La gente dirá
que ni siquiera se lo pregunta.
Los que tenían
plata en cuentas en el exterior, que no tenían declaradas aquí, obviamente
estaba obrando a conciencia y sabían los riesgos que podían correr a pesar de
que probablemente quienes les recibieron el dinero les dijeron que no había
ningún problema, pero sabían que estaban jugando con candela.
Y por otra
parte, con la reputación que había cultivado Interbolsa en la última década
sobre todo, para mucha gente era difícil sospechar que hubiera una sombra de
duda.
Entonces hay de
todo. Hubo gente ingenua como este último grupo; hubo gente ‘aviona’, y hubo
gente engañada a la que le dijeron vamos a hacer esto y en realidad estaban
haciendo otra cosa con su plata.
¿Para qué leer “El cartel de Interbolsa”?
El principal
motivo por el cual es bueno leer “El cartel de Interbolsa” es ver la debilidad
del Estado frente a ciertas conductas que son ambivalentes en cuanto al control
que deben ejercer las entidades financieras, y porque plantea el interrogante
de la puerta giratoria -que se ve en muchos sectores, no solamente en el
financiero- entre la empresa privada y el sector público, entonces uno ve
personas que fueron por ejemplo ministros de Minas, adquirieron una cantidad de información y
terminan trabajando en una multinacional minera. O señores que fueron fiscales,
jueces, magistrados, y después terminan de abogados de tal o cual personaje,
asesorando jurídicamente a empresas o personas cuestionadas. Esa puerta
giratoria se ve acá con varios funcionarios que eran cercanos al Gobierno
actual y al Gobierno anterior, que conocían, que sabían y que uno no sabe hasta
qué punto ‘se hicieron los de las gafas’.
A mí me da
curiosidad y me parece complicado el hecho de que alguien como Frank Pearl, por
ejemplo, hubiera estado prestando sus buenos oficios como intermediario entre
Interbolsa y Davivienda a ver si le daban una mano a Interbolsa, y él mientras
tanto está de negociador con las Farc. Eso no tiene presentación.
Cuando hablé con
él a propósito de lo de Interbolsa, me dijo: “No, es que no soy funcionario del
Gobierno”. Puede que legalmente no sea empleado del Gobierno pero está
prestándole servicios al Gobierno, está asesorando al Presidente de la
República, y listo, si antes había trabajado con Interbolsa vaya y venga, pero
estando en esta función y seguir en lo otro a mí no parecía de muy buena
presentación, por decir lo menos.
Esa puerta
giratoria se cuestiona en el libro, y por qué no hubo controles, por qué le
falto a tal o a cual funcionario estar más vigilante sobre una materia, y es
muy difícil saber si eso tenía que ver con su relación anterior con Interbolsa
o con amigos de Interbolsa, o no. Es bastante complicado.
Como esta grabadora no se desactiva sin hablar del
‘innombrable’, ¿será que él ya perdió sus cabales?
Ha llegado a una
situación patética. Hasta cierto punto como muchos dirigentes políticos que son
generadores de opinión, pero él ya terminó convertido en ‘degenerador’ de
opinión. Me parece que ese interés y ese deseo de llevarse por delante al
presidente (Juan Manuel) Santos, lo ha empujado a una situación en la que no
mide las consecuencias de nada de lo que dice, y está siguiendo su ejemplo
Francisco Santos, a quien la Sexta División del Ejército le tuvo que desmentir
la masacre de 33 soldados en el Putumayo anunciada hace unos días en Twitter
por el exvicepresidente, y el Ministerio de Defensa tener que cuestionar: “Con
la vida y la sangre de nuestros soldados NO se juega. ¿A quién beneficia
publicar información falsa sobre supuestas muertes en emboscadas?”. Pero a
ellos ya no les importa, no verifican nada, no revisan nada. Pongámosle que se
tiran el proceso de paz con las Farc, van a seguir es por Juan Manuel Santos, y
si en el camino se tienen que llevar la economía, la institucionalidad del
país, la unión relativa que puede haber alrededor del proceso de paz, la buena
atmósfera que se pueda respirar, a ellos no les importa.
Ese primero de noviembre
Desde su cuenta
de Twitter Vladdo lanzó la primera alerta en la mañana del primero de noviembre
de 2012: “La firma corredoras Interbolsa, que maneja el 34% del mercado de
acciones en Colombia, está en serios problemas”. Tres minutos más tarde
escribió: “Fuentes que conocen el caso me dicen que podría anunciarse el cese
de operaciones de Interbolsa el día de hoy, por problemas de iliquidez”. Luego
remató así: “Al parecer Interbolsa trata de que Davivienda la adquiera para
salvarse de un cierre”.
Rodrigo
Jaramillo Correa, el presidente del grupo Interbolsa, inicialmente desmintió
los pronósticos de Vladdo y los calificó de “irresponsables”. En diálogo con Portafolio, Jaramillo dijo a ese diario
que estaba estudiando la posibilidad de demandar al caricaturista por pánico
económico, delito consagrado en el Código Penal. Por Twitter también hubo quien
consideró que Vladdo, que en una entrevista de 2006 -con el Periódico
15 de la UNAB- se declaró “antiuribista purasangre”, había incurrido en
ese delito, en lo cual luego insistieron otras voces. En ese momento, diez de
la mañana, ese jueves primero de noviembre, la acción de Interbolsa solamente
perdía un 7%. Hacia las dos de la tarde el grupo reconoció las dificultades en
este comunicado: “La sociedad
comisionista de bolsa afronta una restricción temporal de liquidez, frente a lo
cual de manera responsables y proactiva se encuentra explorando todas las
alternativas a su alcance para atender esta situación lo más pronto posible”.
Según El Espectador: Fue a partir de
ese momento cuando el mercado entró en pánico y la acción de este emisor
terminó derrumbándose 30% hasta los $980”. En mayo y junio había bordeado los
$3.000.
El comunicado de
Interbolsa también descartó el cierre de operaciones y señaló que se encuentra
“operando normalmente, cumpliendo todas sus obligaciones con el mercado”.
Además, maneja “un nivel de solvencia de 21,72% muy por encima del 9% exigido
por las autoridades”. Los medios de comunicación recordaron que Interbolsa
“tiene un activo de $1,9 billones y patrimonio de $139.470 millones, de acuerdo
con el informe a septiembre de este año, que reposa en la Superintendencia
Financiera de Colombia”.
La primera
información que se divulgó sobre lo que en poco tiempo se confirmaría como el
mayor descalabro bursátil ocurrido en Colombia fue, pues, un tweet o tuit o
trino de Vladdo, fundador del periódico antiuribista www.unpasquin.com A partir de ese
primero de noviembre explotó un escándalo financiero de proporciones todavía no
totalmente conocidas, que por su magnitud solamente puede compararse con la
crisis financiera que estalló en junio de 1982 en las postrimerías del gobierno
de Julio César Turbay Ayala, cuando fue intervenida Financiera Furatena de
Félix Correa Maya, el financista antioqueño que tenía un ojo de vidrio.
Desde cuando
Vladdo lanzó el primer tuit, el escándalo de Interbolsa se fue convirtiendo en
una serie de explosiones todas graves y algunas gravísimas que dejaron en
estado de pánico y de shock a los veinte mil clientes de la más grande
comisionista de bolsa en Colombia y causaron una conmoción entre todos los
clientes de las entidades financieras del país como no se veía desde 1982,
cuando tras la intervención de Furatena se quebró el Banco Nacional y casi
veinte compañías financieras más, al punto que en esos tiempos preInternet y
preTwitter la gente temía abrir el periódico de la mañana porque ese día
también podía anunciarse otra nueva quiebra. Apartes del
libro “El cartel de Interbolsa. Crónica de una estafa financiera”, de Alberto
Donadio (Editorial Sílaba).
Totalmente de acuerdo ese señor Ortiz es un ladrón y de los peores del mundo.Han tenido todo, y quieren obtener más, y de la manera sencilla.
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