Segunda parte de la entrevista al periodista Alberto Donadio, quien investigó el mayor escándalo financiero de los últimos años en Colombia y acaba de publicar el libro “El cartel de Interbolsa. Crónica de una estafa financiera”.
“Esta
vez los truhanes no tienen los mismos antecedentes de los de hace 30 años: sus
familias no son de ‘cunas humildes’; no tienen ojos de vidrio; no cenan en
restaurantes venidos a menos; sus oficinas no quedan en edificios de mal gusto,
construidos en zonas deterioradas del centro. Son señoritos y señores nacidos
en ‘nobles cunas’; criados en casas lujosas; educados en los mejores colegios;
miembros de los clubes sociales más aristocráticos; sus problemas de salud son
atendidos por los mejores especialistas en el exterior; cenan en ‘Andrés Carne
de Res’. Visten trajes de Armani. Y a veces, en las mañanas, viajan a Miami en
jets privados a jugar un partido de golf y regresan en la tarde”.
Esto lo dice
Juan José Hoyos en su columna “Unos hampones bien vestidos”, del diario El Colombiano, al referirse a los
protagonistas del escándalo de Interbolsa, desenmascarados por el periodista
investigativo Alberto Donadio en su más reciente libro “El cartel de
Interbolsa. Crónica de una estafa financiera” (Editorial Sílaba, 175 páginas),
el cual fue presentado en la UNAB el pasado 29 de abril.
Y prosigue
Hoyos: “Sin embargo, sus operaciones
fraudulentas con el dinero ajeno parecen copiadas de los hampones del Grupo
Colombia que estafaron a miles de pensionados y viudas. Ellos, como sus
antecesores, recibían a manos llenas miles de millones de pesos de ahorradores
a los que les prometían el oro y el moro. Unos y otros se enamoraron de
Fabricato para especular con sus acciones. Ciertas historias de la vida se
viven primero como comedia y luego se repiten como tragedia”.
Donadio, junto a Daniel Samper y Gerardo Reyes, fundó la Unidad Investigativa
del diario El Tiempo, es columnista
de El Espectador, responsable del
blogs.elespectador.com/interbolsa/ y autor de libros como “Banqueros en el
banquillo”, ¿Por qué cayó Jaime Michelsen?, “Los Farsantes”, “Los hermanos del
presidente”, “El Uñilargo: la corrupción en el régimen de Rojas Pinilla” y
“Guillermo Cano, el periodista y su libreta”.
“El tema parece
muy complejo y no muchos periodistas se le miden. Hay poquita competencia. Por
eso hasta un periodista de la tercera edad en Bucaramanga puede meter la
cucharada. Gracias al blog sobre Interbolsa en El Espectador, pude entrar en contacto con clientes, abogados,
gente del mercado de valores, fuentes que querían contar cosas. Claro que ayuda
haber escrito sobre la crisis financiera de 1982 y el escándalo de los fondos
de inversión de Jaime Michelsen. Y haber visto actuar a gente recia como don
Hernán Echavarría Olózaga y Germán Botero de los Ríos, exgerente del Banco de
la República. Figuras de esa rectitud no hay hoy en Colombia”, manifestó
Donadio al ser abordado por la revista Semana.
Usted suelta cifras de 70 mil millones de pesos, 300
mil millones, 50 millones de dólares… si tuviera que sumar, ¿a cuánto llegaría
el ‘tumbilis’?
¡Un millón de
millones!, y es posible que sea más. Y luego hay por ejemplo otra estafa que es
gravísima, que fue la que se cometió el año pasado cuando Rodrigo Jaramillo
empezó a decir que iban a vender la comisionista, como han vendido partes de
comisionistas en Colombia a bancos chileños y brasileros y como Interbolsa iba
a bien y como era la firma más grande, muchos inversionistas pequeños que
tenían veinte millones, cincuenta millones, compraron acciones. Toda la
información pública que se daba a conocer sobre Interbolsa era buena. Si se
vendía obviamente esa inversión iba a valer más y ahora resulta que eso fue
parte de la estafa. Interbolsa no se iba a vender, tenía la soga al cuello con
el problema de Fabricato, pero si uno repasa la prensa económica del año pasado
hasta en el mes de septiembre hay una entrevista donde Rodrigo Jaramillo dice
que ya hay una valoración y que la firma se puede vender por cuatrocientos
treinta millones de dólares. Ahora el liquidador dice que le quedaron seis mil
millones de pesos, o sea tres millones de dólares. ¿Dónde se evaporaron cuatrocientos veintisiete millones de
dólares? Y mucha gente, pequeños accionistas, fueron engañados y creo yo estafados
también, porque la información que hay en el mercado tiene que ser confiable.
No puede haber información engañosa porque para eso existe un sistema de
información pública y cualquier cosa que le pasa a una entidad financiera se
puede conocer a través de la página de la Superintendencia. Todo lo que afecte
el valor de un banco o de cualquier institución financiera, tiene que
informarlo esa institución al público y los de Interbolsa estaban avisando que
venía una noticia muy buena: la venta por una gran cifra. Ahí engañaron a mucha
gente en cuantías pequeñas pero que globalmente son muy grandes.
En el último capítulo de su libro, usted cita a Juan
Manuel Santos cuando dice “Donde ponemos el dedo… sale pus”, y lo titula “El Presidente
tuvo la culpa”. ¿Esta parte se la ayudó a escribir Álvaro Uribe para cobrársela
a Santos o por qué usted se atreve a asegurar que la culpa es del primer
mandatario?
Me lo ayudó a
escribir la Corte Constitucional. Hay sentencias de la Corte donde dice que la
función de la Superintendencia es evitar los hechos criminales en el sector
financiero y evitar que haya conductas irregulares o riesgosas. Entonces como
el Presidente de la República tiene por la Constitución la misión de vigilar y
cuidar el ahorro privado, pues no la cumplió. ¿Y esa misión de vigilar para qué
es? ¡Pues para que no se roben el ahorro privado! No es para someter a las
instituciones financieras a que manden balances y papeles y archivarlos; es
precisamente porque como están manejando recursos del público, el Estado les
ofrece esa protección, y en este caso el Presidente no cumplió con su deber. Y
era una situación que se fue agravando, que no ocurrió en tres o seis meses,
venía desde 2009. La mantuvieron en secreto. La Superintendencia parcialmente
la conoció, entonces es responsable como también por lo que no conoció. Ahora
han venido algunos a decir que cómo podía la Superintendencia enterarse si un
delincuente lo primero que hace es esconder su delito para que no lo cojan,
pero es que el problema es al revés, que la Superintendencia no puede dejar que
un delincuente esté en el sector financiero. Puede haber un delincuente como
David Murcia (DMG) en el Putumayo o donde sea que haga operaciones fuera del
sector financiero no vigilado, que son más difíciles de detectar, pero dentro
del sector financiero no puede haber alguien que les ofrezca a los clientes una
cosa y haga otra. Eso está prohibido, eso es un abuso, pero el Gobierno les
dejó hacer eso. Entonces la responsabilidad es por ahí. Venir a exculpar al
Gobierno porque estos tipos eran unos delincuentes… ¿y quién los dejó
posesionar y quién los dejó actuar? Nadie puede ser nombrado en el sector
financiero si no le da posesión el superintendente, ¿y qué tiene que vigilar?
La honorabilidad y moralidad de esa persona, o sea que no se robe la plata.
Esas demandas van todas a triunfar, dentro de muchos años, pero la
responsabilidad es clarísimamente del Gobierno, y eso explica la diferencia que
ha habido entre las muchas declaraciones que dio Juan Manuel Santos en el caso
de David Murcia y las poquísimas que ha dado ahora porque se siente
naturalmente culpable de la omisión del Gobierno. Esto sucedió no desde el
Gobierno de (Andrés) Pastrana y desde el Gobierno de (Álvaro) Uribe como lo de
Nicaragua y San Andrés, sino que sucedió únicamente en su Gobierno. Se gestó en
su Gobierno y el Gobierno pudo haberlo frenado a tiempo, y la Bolsa de Valores
también, que tenía la obligación de proteger a la propia comisionista para que
no se quebrara. Ellos sabían que esos repos estaban en niveles astronómicos, pero
no hicieron nada y ahora vienen a decir que estaban en niveles normales. ¡No
estaban en niveles normales! Si ellos hubieran frenado esas operaciones a
tiempo no solamente salvan a miles y miles de inversionistas, sino a la propia
comisionista que era un deber de la Bolsa evitar un escándalo que les estalló a
ellos allá y que es más grave que el escándalo de David Murcia, porque este
tipo es alguien que opera al margen de la ley, pero estos señores de Interbolsa
estaban dentro de la ley y por eso su estafa es más grave porque engañan dentro
del sistema financiero a unos particulares de buena fe, que no son los
responsables de que los hayan engañado ya que fueron a una firma sólida,
grande, la más importante, confiaron en el consejo que allá les dieron, y los
engañaron. Hicieron con la plata una cosa que no estaba autorizada.
En los años noventa había un guerrillero que montaba
retenes en la vía Bogotá-Villavicencio cada vez que quería, y la gente se
preguntaba cómo era posible que las Fuerzas Militares no supieran dónde se
escondía ‘Romaña’, pero los periodistas sí lo localizaban. ¿Cómo es posible que
la Superintendencia se haga la de ‘vista gorda’ pero un caricaturista como
Vladdo termine destapando el escándalo?
Lo que hizo
Vladdo muestra que en el sector financiero se sabía lo que estaba pasando. Se
sabía que Interbolsa se iba a reventar y es absurda la explicación que ha dado
el Gobierno de que ellos solo podían actuar cuando Interbolsa entrara en
cesación de pagos, pero es que hay otra función de la Superintendencia que es
evitar que una firma en entre en iliquidez o en cesación de pagos. Hay una
cantidad de medidas previas. La Superintendencia es la única entidad en
Colombia que puede decirle al presidente de una entidad financiera: ‘Usted no
me gusta. ¡Se retira ya!’. Eso no lo puede hacer el Gobierno frente al
presidente de ninguna otra compañía en Colombia. La Superintendencia tiene
plenos poderes precisamente porque tiene que proteger el ahorro privado.
¿Entonces cómo permitieron que se hiciera esa apuesta de Fabricato durante
tanto tiempo, con tanto riesgo para la firma y riesgo para la clientela? ¿Por
qué no frenaron eso cuando se podía frenar? La responsabilidad clarísima aquí
es del Gobierno, del presidente Santos y del superintendente. Este superintendente
(Gerardo Hernández) por las declaraciones que ha dado, le parece a uno que
sería un excelente superintendente partiendo de la base de que todo el sistema
financiero es manejado por ángeles, por personas perfectas, correctas y
honorables, y eso no se puede decir en ningún país del mundo porque siempre hay
unos que se saltan las reglas y que violan la ley. Entonces este señor viene a
decir que ellos se enteraron después de la intervención. ¡Pues ahí está la
culpa! Tenían que enterarse antes de la intervención y actuar con suspicacia
porque hay gente que quieres hacer operaciones que están prohibidas o son
demasiado arriesgadas y hay que frenarlas para que no causen estos desastres.
Si hubieran actuado antes, esto no pasaba. Era perfectamente evitable este
traumatismo tan grande para tanta gente y tan injusto, porque muchos clientes
son personas de recursos limitados que tenían cien, doscientos o trescientos
millones, pero no es que en otra parte tenían otros quinientos y en otra mil
millones más. Fue un engaño hecho a personas de clase media, y aunque hay
algunos inversionistas de más envergadura que perdieron mucha plata. Pero la
mayoría de los cuatro mil clientes de la cartera donde se robaron setenta mil
millones, son personas mayores de cincuenta o sesenta años, jubilados, que
tenían alguna herencia o habían vendido una casa y puesto ahí la plata y
esperaban su cheque del cinco o el seis por ciento. No eran inversionistas
arriesgados y perdieron mucho porque eso era lo que tenían. Fue un desastre causado
por la tolerancia y la indolencia del Gobierno.
¿Qué tanto influyó en su motivación para escribir el
libro el blog que le propuso Fidel Cano -director de El Espectador- una vez estalló el escándalo?
Totalmente,
porque las historias de los damnificados me permitieron conocer el caso, y la
motivación de escribir el libro es contar lo que le pasó a esta gente, que
además el Gobierno no la protegió a tiempo y ahora los está tildando de
evasores fiscales, les está diciendo que vayan a reclamar a Curazao y los sigue
desprotegiendo. Es para darles una voz a esas personas, que son miles en el
país, que fueron estafadas dentro del sistema financiero. Mantener el caso
vivo, porque el Gobierno quiere enterrar el caso de Interbolsa y por eso los
anuncios de que ya devolvieron, pero ellos hablan de lo que devolvieron a los
que no perdieron, pero no hablan de lo que no se les ha devuelto a los que sí
perdieron. El Gobierno tiene mucho afán por su responsabilidad en este desastre
y tiene mucho afán de dar por finalizado este ‘incidente’, cuanto esto no es un
incidente. El valor de las acciones negociadas en la bolsa en febrero cayó un
cuarenta y cinco por ciento frente al mes de febrero del año pasado. Eso es un
desastre. En estos días daban la estadística de que la producción industrial en
febrero cayó el cero coma cinco por ciento. ¡Eso no es nada! Una caída de las
negociaciones en un cuarenta y cinco por ciento es un desastre debido a
Interbolsa, porque le quitó la confianza a los clientes, y eso es gravísimo
porque la confianza había retornado después de muchísimos años en que los
pequeños inversionistas no se metían a la bolsa por las estafas y escándalos
del Grupo Grancolombiano hace treinta años. Llevaban casi diez años los
inversionistas otra vez con confianza en la bolsa desde que salieron las
acciones de ISA, de Ecopetrol, y entró mucho inversionista pequeño. Pero ahora
resulta que ese inversionista le tiene miedo porque si lo estafan en la firma
más grande de la Bolsa de Valores, qué no le puede pasar en otra que ni
siquiera tiene ese tamaño.
¿Su próximo libro será “La novela de Alessandro
Corridori, el ‘vaciado’ que se volvió multimillonario”?
Podría ser
porque ahí hay ribetes novelescos en lo que hizo Corridori con Fabricato. Una
persona que llega ‘limpia’ a Colombia y termina con plata ajena apoderándose de
Fabricato y moviéndose en unos círculos de miles de millones de pesos. ¿Cómo lo
hizo? ¿’Cuál fue la habilidad que tuvo para llegar a donde llegó? Es una cosa
casi cinematográfica.
Jaime Michelsen Uribe, Félix Correa, David Murcia,
Interbolsa… ¿Colombia es un terreno fértil para este tipo de escándalos
financieros?
Colombia es
terreno fértil para escándalos financieros pero este de Interbolsa es solamente
comprable con lo que hizo Michelsen y el Grupo Grancolombiano con los fondos de
inversión, porque era también dentro del sistema financiero, fondos ofrecidos
por un grupo financiero muy importante y de mucho prestigio, pero que hacía
trampas y que estafó a la gente. Las otras comparaciones no son iguales porque
Félix Correa era un señor que ofrecía intereses muy altos para atraer clientes,
y en Interbolsa no estaban ofreciendo eso. La comparación es con la estafa que
se hizo con los fondos de inversión en que para apoderarse de unas empresas
usaron el ahorro privado, idéntico a lo que hicieron aquí que se querían
apoderar de una empresa para luego revenderla, embolsillarse la ganancia y
devolverle a los clientes la plata que habían cogido. No les resultó, entonces
es plata se perdió.
¿Para qué tiene que servir el libro “El cartel de
Interbolsa”?
Para que se
terminen de conocer todos los pormenores de la estafa, que hasta el momento no
se conocen, y toda la participación de todas las personas que tienen una
responsabilidad penal o administrativa en esto, porque eso es lo que el
Gobierno quiere evitar: que el escándalo se agrande, y el escándalo solo se va
a conocer cuando se someta al rigor de la investigación penal a los
administradores de esta plata que la desviaron. Tiene que servir para que no se
trate a unos estafadores con privilegios y a otros con arbitrariedad, como fue
el caso de David Murcia que porque operaba en La Hormiga (Putumayo) a él sí lo
meten preso y lo extraditan en días, y aquí los otros estafadores tienen unos
privilegios de estarse reuniendo con el Gobierno y prometiendo que ellos van a
responder y a pagar con su propio bolsillo, y a reunirse con sus abogados. ¿Por
qué? Si hubo el mismo fenómeno que fue el abuso de la confianza.
(Recuadro)
Unos hampones bien
vestidos
Juan
José Hoyos, en su columna del diario El
Colombiano, dice: “Interbolsa era un cartel con fachada de comisionistas,
los más importantes de Colombia. Su presidente era al mismo tiempo el
presidente de la junta directiva de la Bolsa de Valores de Colombia. Su
maniobra de engaño fue, pues, mayor y más grave su golpe a la confianza
pública.
La mayoría de sus clientes eran de Medellín,
donde Interbolsa era el rey. Aquí tenía su sede principal, vaya una paradoja,
en la misma trágica esquina de la Avenida Oriental con La Playa, donde
funcionaba el siniestro Grupo Colombia.
Según Donadio, Interbolsa rompió todos los
récords delincuenciales. Defraudaron escuelas de altas finanzas como la
Universidad Eafit; bancos; conventos; colegios religiosos; grandes empresas concesionarias
de carreteras, y miles de ahorradores, como María
Kamila Pineda, una estudiante de
Bogotá de 21 años que perdió a su padre e invirtió en Interbolsa el seguro de
vida que él les dejó a sus hijos para financiar sus estudios”.
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