Apoyado en la estrategia de su hermano Gabriel, el constructor piedecuestano capitalizó el inconformismo de los ciudadanos y aplastó la maquinaria liberal encarnada por Carlos Ibáñez y el actual alcalde Luis Francisco Bohórquez.
Foto tomada del Facebook de Rodolfo Hernández Suárez.
Con una campaña sin mucha alharaca y que tenía como sede su propio apartamento en un sector de estrato seis (carrera 37 con calle 51), el ingeniero civil Rodolfo Hernández Suárez volvió añicos las encuestas, le dio un mazazo a la destartalada maquinaria del Partido Liberal, enterró las aspiraciones del candidato del Partido de La U y se llevó el ‘premio gordo’ de las elecciones en la capital santandereana.
Recogiendo 130 mil firmas a nombre del “Movimiento Lógica, Ética y Estética”, que se ‘craneó’ en compañía de su principal asesor que es su hermano Gabriel, Hernández Suárez llegó finalmente a los 77 mil votos y dejó ‘con los crespos hechos’ al liberal Carlos Arturo Ibáñez Muñoz y al concejal de La U, Jhan Carlos Alvernia, quienes a pesar del millonario despliegue propagandístico que hicieron tuvieron que resignar sus aspiraciones ante un candidato poco convencional que capitalizó el voto de los inconformes y de quienes en algún momento alcanzaron a superar el 40 por ciento en su intención de votar en blanco. Hernández Suárez es visto como un tipo adinerado que llevándole la contraria a su esposa y dejando a un lado su empresa constructora (HG), se obstinó en ser el alcalde de la quinta ciudad del país.
Su caballo de batalla fue la lucha contra la corrupción y en todo foro o barrio que visitó desde hace dos años y medio que se embarcó en la lucha proselitista, no dejó de repetir que: “La inseguridad es consecuencia de la corrupción con que han manejado a Bucaramanga. La inseguridad es hija de la corrupción. Los primeros que hay que meter a la cárcel cuando hay inseguridad son los politiqueros que nos han venido gobernando y han traicionado el interés colectivo”.
También utilizó expresiones cuestionadas como: “yo me comprometo de alcalde a hacerme el pingo (bobo)” frente al transporte informal o ‘pirata’, uno de los problemas más graves de Bucara- manga, más si se tiene en cuenta el calamitoso estado en que se encuentra el sistema de transporte masivo Metrolínea que no llega a los sector marginados de Ciudad Norte ni al vecino municipio de Girón, que forma parte del Área Metropolitana. “Nunca en Bucaramanga había habido tantos niveles de corrupción como en este gobierno de Luis Francisco Bohórquez. Eso viene de tres gobiernos atrás, pero se ha acentuado en éste... Hay que darle nocaut a la corrupción y se acaban los problemas”, dijo Hernández Suárez en el foro organizado por El Espectador el pasado 1 de octubre, en el que además manifestó con su tono desabrochado de piedecuestano que habría que “coger a plomo, a bolillo y a palo” a los exalcaldes liberales Honorio Galvis Aguilar y Fernando Vargas Mendoza a la hora de buscar los responsables por el caos en la movilidad y la crisis de Metrolínea.
Rodolfo Hernández no cree que la solución a la inseguridad sea instalar más cámaras de vigilancia, disponer de más policías o aplicar más represión. “Hay que atacar la causa real, y es que se roban toda la plata de los programas para aplicarles a la gente pobre. Lo que les hacen en equipamiento comunal y capacitación son verdaderas porquerías, pero a precios de Palacio de Versalles. Debe haber inclusión, reconocimiento y programas serios de resocialización. Si hay seguridad, hay convivencia”, ha dicho.
El interrogante que ahora se abre es con qué tipo de personas conformará su gabinete un alcalde que no contará con ningún concejal elegido a su nombre y sí, por el contrario, con la oposición del liberalismo y La U, más preocupados por amarrar órdenes de prestación de servicios y cargos en la Administración que en echarse al hombro los problemas de esta capital. ¿Qué tanto mar- gen de maniobra tiene y cómo serán los próximos cuatro años? Estas son otras de las preguntas que hay que hacerse, pero mientras tanto la capital santandereana empieza a digerir el remezón que significa que un ‘independiente’ tome las riendas, en momentos en que multimillonarias obras como el tercer carril en la autopista Bucaramanga-Floridablanca y los intercambiadores del Mesón de los Búcaros y la Avenida Quebradaseca con Carrera 15 no alcanzaron a ser terminadas por el alcalde Bohórquez, que en cambio le deja un enorme endeudamiento al Municipio.
Ya tendrá Hernández Suárez que borrar de la mente de los ciudadanos los tratos que tuvo con el cuestionado exdirector de la Cdmb y hoy parlamentario Fredy Anaya, así como su apoyo y financiación en 2011 al alcalde saliente, de quien terminó por distanciarse y convertirse en un acérrimo crítico. Al igual que su amistad con personas como Norberto Morales Ballesteros, José Luis Mendoza Cárdenas, Ignacio Vega y Juan Manuel González.
“Yo asaltaría si no tuviera trabajo. Yo asaltaría si me viera abandonado por el Estado”, ha sido otra de las frases de un empresario que tiene en el desarrollo urbano una de sus principales preocupaciones y que no necesitó de los políticos tradicionales como Horacio Serpa Uribe, Édgar Gómez Román o Bernabé Celis Carrillo para convertirse a sus 70 años de edad en un alcalde que tendrá que demostrar que sí le interesa la conservación de los cerros orientales y que no cederá ante la voracidad de empresas constructoras a las que hace años se les quedó pequeña la meseta de Bucaramanga. Igualmente deberá ratificar que echará para atrás las fotomultas y que hará realidad las 20 mil casas que prometió para los sectores desprotegidos.
Aunque la senadora ‘verde’ Claudia López y el expresidente Álvaro Uribe lo respaldaron, según Gabriel Hernández no pidieron nada a cambio y el nuevo alcalde tampoco está dispuesto a ceder en esa materia, porque su consigna es luchar contra todas las formas de clientelismo.
Recogiendo 130 mil firmas a nombre del “Movimiento Lógica, Ética y Estética”, que se ‘craneó’ en compañía de su principal asesor que es su hermano Gabriel, Hernández Suárez llegó finalmente a los 77 mil votos y dejó ‘con los crespos hechos’ al liberal Carlos Arturo Ibáñez Muñoz y al concejal de La U, Jhan Carlos Alvernia, quienes a pesar del millonario despliegue propagandístico que hicieron tuvieron que resignar sus aspiraciones ante un candidato poco convencional que capitalizó el voto de los inconformes y de quienes en algún momento alcanzaron a superar el 40 por ciento en su intención de votar en blanco. Hernández Suárez es visto como un tipo adinerado que llevándole la contraria a su esposa y dejando a un lado su empresa constructora (HG), se obstinó en ser el alcalde de la quinta ciudad del país.
Su caballo de batalla fue la lucha contra la corrupción y en todo foro o barrio que visitó desde hace dos años y medio que se embarcó en la lucha proselitista, no dejó de repetir que: “La inseguridad es consecuencia de la corrupción con que han manejado a Bucaramanga. La inseguridad es hija de la corrupción. Los primeros que hay que meter a la cárcel cuando hay inseguridad son los politiqueros que nos han venido gobernando y han traicionado el interés colectivo”.
También utilizó expresiones cuestionadas como: “yo me comprometo de alcalde a hacerme el pingo (bobo)” frente al transporte informal o ‘pirata’, uno de los problemas más graves de Bucara- manga, más si se tiene en cuenta el calamitoso estado en que se encuentra el sistema de transporte masivo Metrolínea que no llega a los sector marginados de Ciudad Norte ni al vecino municipio de Girón, que forma parte del Área Metropolitana. “Nunca en Bucaramanga había habido tantos niveles de corrupción como en este gobierno de Luis Francisco Bohórquez. Eso viene de tres gobiernos atrás, pero se ha acentuado en éste... Hay que darle nocaut a la corrupción y se acaban los problemas”, dijo Hernández Suárez en el foro organizado por El Espectador el pasado 1 de octubre, en el que además manifestó con su tono desabrochado de piedecuestano que habría que “coger a plomo, a bolillo y a palo” a los exalcaldes liberales Honorio Galvis Aguilar y Fernando Vargas Mendoza a la hora de buscar los responsables por el caos en la movilidad y la crisis de Metrolínea.
Rodolfo Hernández no cree que la solución a la inseguridad sea instalar más cámaras de vigilancia, disponer de más policías o aplicar más represión. “Hay que atacar la causa real, y es que se roban toda la plata de los programas para aplicarles a la gente pobre. Lo que les hacen en equipamiento comunal y capacitación son verdaderas porquerías, pero a precios de Palacio de Versalles. Debe haber inclusión, reconocimiento y programas serios de resocialización. Si hay seguridad, hay convivencia”, ha dicho.
El interrogante que ahora se abre es con qué tipo de personas conformará su gabinete un alcalde que no contará con ningún concejal elegido a su nombre y sí, por el contrario, con la oposición del liberalismo y La U, más preocupados por amarrar órdenes de prestación de servicios y cargos en la Administración que en echarse al hombro los problemas de esta capital. ¿Qué tanto mar- gen de maniobra tiene y cómo serán los próximos cuatro años? Estas son otras de las preguntas que hay que hacerse, pero mientras tanto la capital santandereana empieza a digerir el remezón que significa que un ‘independiente’ tome las riendas, en momentos en que multimillonarias obras como el tercer carril en la autopista Bucaramanga-Floridablanca y los intercambiadores del Mesón de los Búcaros y la Avenida Quebradaseca con Carrera 15 no alcanzaron a ser terminadas por el alcalde Bohórquez, que en cambio le deja un enorme endeudamiento al Municipio.
Ya tendrá Hernández Suárez que borrar de la mente de los ciudadanos los tratos que tuvo con el cuestionado exdirector de la Cdmb y hoy parlamentario Fredy Anaya, así como su apoyo y financiación en 2011 al alcalde saliente, de quien terminó por distanciarse y convertirse en un acérrimo crítico. Al igual que su amistad con personas como Norberto Morales Ballesteros, José Luis Mendoza Cárdenas, Ignacio Vega y Juan Manuel González.
“Yo asaltaría si no tuviera trabajo. Yo asaltaría si me viera abandonado por el Estado”, ha sido otra de las frases de un empresario que tiene en el desarrollo urbano una de sus principales preocupaciones y que no necesitó de los políticos tradicionales como Horacio Serpa Uribe, Édgar Gómez Román o Bernabé Celis Carrillo para convertirse a sus 70 años de edad en un alcalde que tendrá que demostrar que sí le interesa la conservación de los cerros orientales y que no cederá ante la voracidad de empresas constructoras a las que hace años se les quedó pequeña la meseta de Bucaramanga. Igualmente deberá ratificar que echará para atrás las fotomultas y que hará realidad las 20 mil casas que prometió para los sectores desprotegidos.
Aunque la senadora ‘verde’ Claudia López y el expresidente Álvaro Uribe lo respaldaron, según Gabriel Hernández no pidieron nada a cambio y el nuevo alcalde tampoco está dispuesto a ceder en esa materia, porque su consigna es luchar contra todas las formas de clientelismo.
Gabriel -director del Área Metropolitana en la Administración del alcalde Alberto Montoya Puyana-, es el hombre que logró que el ‘alto ejecutivo con mentalidad de rico’ de su hermano cambiara la idea de que a este mundo se viene con el único propósito de hacer plata y hoy día declare que hay que preocuparse por los demás. “Más que haber ganado, el logro más grande fue haber cambiado a Rodolfo”, dice su asesor, quien sin cobrarle un peso por su trabajo, ha podido convencerlo hasta de que no ande diciendo “hijueputa” y “malparido” cada vez que le saquen ‘la piedra’ y se preocupe más por descifrar el pensamiento de filósofos alemanes como Immanuel Kant o Federico Nietzsche, referencias obligatorias a la hora de aproximarse a la nuez de esa cosa llamada “Movimiento Cívico Lógica, Ética y Estética”.
La frustración más grande que se llevaría Gabriel, sería que el nuevo alcalde no invirtiera al menos el 70% de los recursos en los pobres; porque ante la posibilidad de dejarse tentar por lo que tanto ha criticado, sostiene con tono rotundo que ‘no creo que Rodolfo sea tan bruto de volverse corrupto’.
La frustración más grande que se llevaría Gabriel, sería que el nuevo alcalde no invirtiera al menos el 70% de los recursos en los pobres; porque ante la posibilidad de dejarse tentar por lo que tanto ha criticado, sostiene con tono rotundo que ‘no creo que Rodolfo sea tan bruto de volverse corrupto’.
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