viernes, 10 de julio de 2015

Serpa (Columna de Manolo Azuero Figueroa)


(Columna de Manolo Azuero Figueroa publicada en el periódico Vanguardia Liberal el domingo 5 de julio de 2015)

Horacio Serpa es el político más influyente de Santander, en Bogotá. Ante la gran prensa nacional, desde siempre, se ha vendido como un estadista con sentido social; un liberal de izquierda, un socialdemócrata con ideas para alcanzar la paz y reivindicar las oportunidades y los derechos del pueblo, de lo más pobres. Más o menos ese es el cuento, desde antes del FILA hasta hoy. Montado en ese libreto ha sido concejal, congresista, constituyente, ministro, candidato presidencial, vicepresidente de la Internacional Socialista, gobernador, y ahora otra vez senador y co-presidente del Partido Liberal. Desafortunadamente, para el país, a tan significativa trayectoria no ha asistido una convicción elemental: que gestionarlo público exige gobernantes responsables, transparentes y eficientes, que sirvan a los intereses y anhelos de la gente—de los colombianos pobres que Horacio Serpa dice representar—y no a turbias roscas.

No hay que ir muy lejos, aunque lejos de Santander también sobren casos. Serpa ha sido entusiasta promotor, y si no al menos cómplice silente, de dirigentes que han llevado a cabo, como líderes o como principales subalternos, proyectos políticos y gobiernos mediocres. Mediocres por mal gastar recursos públicos y hasta por corruptos. En Bucaramanga, ahí está el caso del corrupto exalcalde Héctor Moreno, que Serpa designó. Y el de su antecesor, Fernando Vargas, a quien Serpa “absolvió” después de que la Procuraduría lo destituyó. Y el de su sucesor, Lucho Bohórquez, que Serpa aún defiende a pesar de todos los abusos que conocemos.

También para la muestra están sus principales candidatos en Santander, Carlos Ibáñez y Didier Tavera. Estos ‘doctores’ tienen en común el haber servido en cargos clave a los ‘turnos’ del clan Aguilar, ambos cuestionados por la dudosa transparencia en la contratación. El primero al del hijo, el segundo al del padre. Didier, además, carga con el lastre de ser el hijo de un fallecido narcotraficante y sobre todo de haber militado en Convergencia Ciudadana cuando ésta sirvió como albergue de la parapolítica.

Viviane Morales ya le dijo no a la hipocresía serpista que rige en el liberalismo. Nosotros, santandereanos, ¿cuándo?


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