(Esta nota la publiqué en la edición número 447 de Vivir la UNAB,
en circulación desde el 24 de abril de 2016. Segunda parte)
Por
Pastor Virviescas Gómez
Aunque ya eran las 12 del mediodía, la
mayor parte de las 450 personas que acudieron a la cita en el Auditorio Mayor
‘Carlos Gómez Albarracín’ se quedaron para escuchar la charla que Alberto
Donadio Copello y Daniel Samper Pizano sostenían con Vivir la UNAB sobre ese oficio en el que son reconocidos como dos
grandes maestros: el Periodismo Investigativo.
He aquí la segunda parte del diálogo con
los creadores de la Unidad Investigativa del diario El Tiempo, que tantos casos de corrupción, delitos y barbaridades
destapó en esa Colombia de las décadas de los 70 y 80, protagonizados por
tantos personajes siniestros muchos de los cuales lograron reciclarse o caminan
orondos ante la amnesia de la sociedad.
El periodista Daniel Samper Pizano. (Foto Jesús David Carrillo Aranda)
¿Qué
les dicen a ustedes los nombres de Daniel Coronell, Gonzalo Guillén, Ignacio
Gómez y Ricardo Calderón?
A.D.C.: Todos
periodistas independientes que han hecho denuncia muy importantes, con mayor
mérito para ellos individualmente que para los medios donde escriben pero no
los han apoyado tanto como deberían.
D.S.P.: Cuando nosotros
nos fuimos pues perdió el sustento de los ‘abuelos’, pero después la Unidad Investigativa
de El Tiempo con Martha Soto ha hecho
algunas investigaciones que valen la pena, quien ha resistido duramente
presiones y lo sé porque a veces me llama a consultarme cosas. Y agregaría a
Cecilia Orozco Tascón, quien en los fines de semana Noticias Uno ha hecho con
mucho valor denuncias excelentes, así como en El Espectador con su columna. Todos ellos son periodistas que
procuran mantener en alto la bandera del Periodismo de Investigación. Y por
supuesto Gerardo Reyes, quien ha hecho una carrera internacional como
periodista de investigación (periódico Nuevo
Herald y canal Univisión) y ha
publicado libros. Él es uno de los más notables periodistas de investigación en
el país.
¿Y
qué les dice el nombre de Vicky Dávila?
A.D.C.: Sin entrar a
hablar de ese caso, yo tengo muchas dudas de la explotación que hacen los
funcionarios de su derecho a la intimidad, que lo tienen en cuanto a su esfera
privada, porque muchas veces ellos revelan cosas de su intimidad cuando les
conviene y solo cuando se hace una revelación –y no me refiero a esta concreta–
que les molesta entonces enarbolan la bandera del derecho a la intimidad. Por
supuesto todo lo que tenga que ver con la vida privada y la historia clínica de
las personas es reservado para los particulares y para los funcionarios, pero
no al extremo de que estas figuras públicas son intocables. Por eso existe esa
jurisprudencia tan importante de la Corte Suprema de Estados Unidos, del año
1964 en el caso de The New York Times
contra Sullivan, que dice que según el Derecho Común americano se incurre en
calumnia o injuria cuando hay una acusación maliciosa y deliberada. O sea que
quien es figura pública, sea el presidente, los ministros o los propios
magistrados de la Corte, por estar en esos cargos ya están cediendo parte de
sus derechos, cosa que no sucede con un ermitaño que se va a vivir por su
cuenta y que no quiere que la sociedad lo vea. Entonces, para que frente a esos
personajes haya una calumnia se requiere que la acusación del periodista sea
deliberadamente maliciosa.
Con
todos los peligros que implicaría que se dedicara a investigar la ‘Comunidad
del Anillo’, ¿usted se le mediría?
D.S.P.: No porque de
golpe me dan por ‘ahí’. (Sonríe con su característica picardía). Hay dos
circunstancias distintas: A mí me tiene sin cuidado qué opción sexual escoge
cada quien. Es más, favorezco el homosexualismo de los varones porque nos va
dejando más campito a los que vamos quedando por ahí. Odio la discriminación
que se hace contra una persona porque es católica, porque es musulmana o porque
no es católica ni musulmana, porque es mujer, porque es homosexual, porque es
negro o porque es calvo, repudio cualquier discriminación. Ahora bien, hay que
distinguir dos casos distintos: El problema del homosexualismo en la Policía
Nacional ya es complicado porque uno no está acostumbrado a ver ese tipo de
conductas en la imagen de un policía, pero ese es otro problema. Si eso es en
el nivel absolutamente privado y hay un tenienteque le gusta un mayor y eso no
afecta para nada la seguridad de los ciudadanos ni la limpieza de la Policía,
no tengo ningún inconveniente y eso es problema de ellos. Ahora bien, cuando
esto empieza a convertirse en un elemento que perturba el debido funcionamiento
de la Policía, que es una institución que todos sostenemos, ya es preocupante.
Y creo que en el caso del ‘Anillo’, así como no publicaría jamás el vídeo que
publicó Vicky, hay una intervención de ese tipo de relaciones privadas en la
cosa pública. Ascensos, promociones, etcétera, allí sí estaban tocando
directamente una cuestión pública. Háganlo porque les den dinero, o porque
cantan en la misma estudiantina, o porque son homosexuales o porque no lo son,
pero eso sí toca ya la cosa pública, no es simplemente el área privada.Por otra
parte, ahora mismo hay algunas dudas sobre hasta qué punto puede llegar el
silencio o el sigilo del periodista con sus fuentes. Yo he sido partidario, y
con seguridad Alberto también porque hemos tenido que manejar fuentes muy
delicadas, de que habría dado la vida de Alberto por no revelar una fuente,
pero hay algunos planteamientos jurídicos que dicen que determinadas fuentes,
válida para los médicos, los sacerdotes, los periodistas y todas las
profesiones que tienen que guardar un secreto, hay valores que desbordan ese
secreto. Concretamente la eterna pregunta que se hacen los periodistas: si me
dan unas informaciones secretas sobre las nuevas autopistas de Bogotá y quiénes
se van a beneficiar, yo guardo reserva; pero si un tipo me dice que acaba de envenenar
el agua de esa ciudad pero que le guarde la reserva, yo salgo a gritarlo por
todos lados, es mi deber, es un valor superior al de guardar un secreto. Hace
poco vi una noticia en el sentido de que determinadas enfermedades que pueden
provocar contagios sexuales o de otra índole, si un médico se da cuenta de que
determinado enfermo está en condiciones de esparcir la enfermedad, tendría que
decirlo a las autoridades que sea. Eso ya plantea determinadas discusiones
interesantes y nuevas.
El periodista Alberto Donadio Copello. (Foto PVG)
Jaime
Garzón Forero, asesinado por esa alianza de narcotraficantes, paramilitares y
miembros de las Fuerzas Militares y servicios de inteligencia, decía: “Señor
periodista, ¡hágase bachiller!”. ¿Cuáles consideran ustedes que son esos
requisitos y esa formación que debe tener un reportero que esté arrancando en
el oficio y que quiera dedicarse de lleno al Periodismo de Investigación?
A.D.C.: La calidad de escéptico, de
descreer, de dudar siempre, es más importante que muchas características que se
aprenden en el oficio. Es muy frecuente atribuir las deficiencias de los medios
de comunicación a los periodistas, pero realmente son los medios los que contratan
y los que tienen una redacción buena, mala o regular. De modo que el triángulo
que hay hoy en día no me parece muy bueno porque hay mucha gente en la base y
muy pocas personas arriba que tienen experiencia, y obviamente en cualquier
organización pues hay gente que entra abajo y que se va formando, pero aquí en
los medios la experiencia se ha vuelto despreciable. Es como echarle la culpa a
un mal piloto de que se caigan los aviones, porque son quienes dirigen la
aerolínea los que tienen que asegurarse de que los pilotos son muy buenos.
El
periodista español Miguel Ángel Bastenier clasifica a los periodistas en dos
clases: Los que son y lo que no lo son. Con
lo cual es en el día a día que se establece quién tiene fibra para este oficio
y quién no.
D.S.P.: Alberto dice
que una de las características es que debe tener una vocación, que no es la
vocación de ser hoy periodista, mañana cantante de rock y pasado mañana no sé
qué. Este es un oficio y es una vocación, como ser torero o tantas cosas que
implican riesgos y conductas. El escepticismo es una de las condiciones
básicas. La independencia es otra, al igual que el amor por la verdad, que
aunque parezca un cura que está predicando me refiero a creer que hay unas
cosas que se pueden esclarecer así la verdad filosófica no exista, porque uno
sí puede llegar a aclarar qué es lo que pasa con el magistrado (Jorge Ignacio)
Pretelt (Chaljub). ¿Ha obrado indebidamente o no? Eso se puede aclarar. No hay
que acudir a Aristóteles para esas cosas. Buscar y persistir hasta tratar de
aclarar la verdad a la que podemos llegar los periodistas; la otra Dios dirá.
Tener la voluntad de hacerlo, tener los pantalones para resistirse cuando se
pueda o se le quiera desviar, y no tener puesta la mira en progresar de otra
manera que no sea como periodista. Aquellos que quieren llegar a ser buenos
periodistas políticos para pasar a ser jefes de información de Palacio y luego
si los echan volver al periodismo, me he opuesto siempre a ese tipo de
actividades, como me opongo a los periodistas que están en las listas de
elecciones por un partido o por el otro. El periodista no puede estar en listas
electorales, debe votar y debe decir por quién vota si es columnista, porque
eso forma parte de sus derechos como ciudadano y los periodistas somos
ciudadanos también, pero el periodista que se matricula en una lista se está
desviando de lo que es su misión. Y diría que es muy importante la formación
que tenga el periodista en muchos órdenes y no solamente en las técnicas de
periodismo. Tiene que tenerla en Historia, en Literatura, en redacción. Es
vergonzoso el nivel de redacción al que se llega ahora en los periódicos. La
redacción que se tenía en segundo bachillerato antes es la que tienen ahora muchos
universitarios –los que están aquí no porque son todos muy buenos– (dice
sonriendo). Es una redacción penosa para alguien que quiera vivir y que
necesite vivir de la lengua. Que haya un dentista o un sastre que es así, a
ellos se les pide otras cosas, pero un periodista no puede darse el lujo de no
escribir con decoro. No digo que sean (Gabriel) García Márquez, pero sí con
decoro. Y agrego algo: el conocimiento de la Historia no solamente da
información, sino que también da formación, y la ignorancia que hay sobre la
Historia de Colombia por lo menos en los periodistas jóvenes que yo conozco es
asombrosa. Hice un experimento en El
Tiempo que fue reunir a los muchachos de la redacción virtual (del .com),
como quince o veinte, y les dije vamos a hacer un ejercicio. Todos ustedes van
a tratar de hacer la lista de los presidentes de Colombia desde el que está
ahora hasta el de 1930 cuando asume el Partido Liberal, cambia algo el país y
la Iglesia Católica sale un poquito del Gobierno. Ya (César) Gaviria les
parecía que estaba lejísimos. No les digo Carlos Lleras (Restrepo) porque
pensaban que era un tipo de la Independencia. De verdad que eso le pase a un
ganadero vaya y venga, pero a un periodista no. No le digo que sepa las fechas
o con quién era casado y no necesita recitar el Gabinete, pero tiene que tener
una idea relativamente clara sobre esas cosas, sin buscarla en Google. Saber
sabiendo, como decía un profesor mío.
Al
menos esa fórmula de “un océano de conocimiento con ocho centímetros de
profundidad”.
D.S.P.: ¿Ocho? ¡Dos!
Charla con los periodistas Alberto Donadio Copello y Daniel Samper Pizano. (Foto Jesús David Carrillo Aranda)
¿Qué
queda de ese periodismo valiente de don Guillermo Cano Isaza y de Fabio
Castillo, entre otros, de ese Espectador que a pesar de la presión de Jaime
Michelsen Uribe o del criminal Pablo Emilio Escobar, sobrevivió y sigue
contando el cuento para hacerle contrapeso a El Tiempo?
A.D.C.: Quedan esas
páginas honrosas, pero obviamente la eliminación física de don Guillermo Cano,
de Luis Carlos Galán, de Rodrigo Lara Bonilla, que fueron tres personas que se
opusieron al narcotráfico y a la manera corrupta de hacer política, pues fue un
golpe para todos los colombianos y sigue siendo un duelo que vivimos y una
ausencia que sentimos.
¿Cómo
así que la muerte del exministro de Justicia, como lo dice usted en su más
reciente libro –“El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla. La verdad que no se
conocía”–, “no es un crimen de Estado pero sí un crimen oficial” y que esto
venga a saberse 32 años después?
A.D.C.: Se sabe muy
tarde pero las cosas hay que contarlas en algún momento. Yo sé que ha sido
sorpresivo y ha asombrado a mucha gente, incluyendo a muchos colegas que dicen
pero ya teníamos esa historia ‘chuliada’, ya sabíamos que había sido Pablo
Escobar que contrató un sicario y por qué nos están cambiando ahora la
película, pero ahí están las pruebas que indican que la versión de los escoltas
que fueron los únicos testigos de ese asesinato no cuadra con las pruebas
técnicas que hay en la necropsia, y se trata de replantear eso. Tal vez en ese
momento el país no creyó que las personas que debían proteger al ministro
hubieran podido facilitar el atentado, como sí hay sospechas desde que mataron
a Luis Carlos Galán Sarmiento cinco años después. Pero el propósito es contar
la historia y hacer la rectificación, porque aquí muchas veces las denuncias
hay que hacerlas veinte o treinta años después porque o es muy peligroso
hacerlo en el momento o no se sabe, entonces cuando se puedan contar las cosas
hay que contarlas.
¿Hasta
cuándo cree usted que su amigo Alberto Donadio seguirá ‘jodiendo la vida’ con
tanta denuncia y memoria de asuntos que el país ignora o ha olvidado
deliberadamente?
D.S.P.: Yo creo que Alberto va a seguir
molestando mucho tiempo más, y además tiene escuela y tiene ganas. Esas canas
no son de vejez sino de experiencia. Y agrego algo sobre el libro de Alberto
que no solo es una ‘chiva’ en sí mismo porque está contando algo que desvía la
creencia general de que Lara Bonilla había muerto por culpa simplemente, que ya
es bastante grave, de las mafias del narcotráfico, e involucra en ello al DAS
(Departamento Administrativo de Seguridad). Pero además, es una radiografía de
la crisis lamentable en que está nuestra prensa. Digamos que la generación
nuestra no era de grandes periodistas, pero jamás se nos habría pasado una
noticia de estas. Alguien habría leído el libro, más sabiendo que Alberto es el
mejor periodista de investigación que hay en Colombia, habría dicho a ver qué
es lo que tiene que contar Alberto y habría hecho una noticia de esto. Esto con
seguridad habría salido en El Espectador
y El Tiempo tres días después. Aquí
pasó un mes y ningún periodista se cuenta de lo que estaba pasando y de que
estaba cambiando la Historia de Colombia. ¿Y por qué lo digo? Porque
evidentemente Rodrigo Lara murió por culpa del narcotráfico, pero aquí Alberto
ha tocado algo que puede ser una de las historias más terribles y colosales de
la reciente Historia colombiana, que es la injerencia del DAS en los grandes
crímenes como el de Galán, el de Lara Bonilla, el de (José) Antequera porque
hay una investigación que muestra que el líder de la Unión Patriótica (UP)
murió por disparos que le hicieron desde atrás, no los que sabíamos le habían
hecho desde el frente. Y están (Carlos) Pizarro y varios candidatos y políticos
muertos con el concurso del DAS. Esa es una noticia de un tamaño
extraordinario. Es decir, el DAS metido en los magnicidios colombianos. Este es
un toque de aviso para los periodistas de investigación: aquí hay una cosa muy
gorda. ¿Va a pasar el tiempo sin que se averígue?
La
columnista Paola Ochoa escribió el 9 de marzo en El Tiempo que en Brasil meten a la cárcel a quien viole la ley, no
importa si es dueño del país. Luego cuenta la historia de Odebrecht, que es el
principal constructor de Latinoamérica y quien ya fue condenado a 19 años de
cárcel. Y después se refiere al expresidente Luis Inácio Lula de Silva, que
aunque sacó a 30 millones de compatriotas de la pobreza está a punto de ir a
prisión por el escándalo de Petrobras. Pero termina diciendo que “la historia
de la impunidad en Colombia es larga. Jaime Michelsen no
pagó un solo día de cárcel, a los Lloreda nunca los tocaron y hoy viven en
Miami por todo lo ancho y Jaime Lara –con circular roja de la Interpol– se
pasea por los clubes sociales bogotanos. A los pillos de la élite colombiana no
los tocan. Somos el país de los intocables”. Entonces ver a un
AlessandroCorridori diciendo que se considera víctima del escándalo Interbolsa
o a un Rodrigo Jaramillo Correa pagando prisión domiciliaria en un apartamento
de 800 metros cuadros, ¿aparte de rabia e impotencia usted qué más siente?
A.D.C.: Por eso es tan
importante que la prensa ejerza su función fiscalizadora para que por lo menos
los ciudadanos se enteren y por lo menos se deje la constancia de las fechorías
que se cometieron. La actuación de la Fiscalía y el Poder Judicial no siempre o
casi nunca es igual a los crímenes que se han cometido, pero si perdemos esta
última instancia que es la de la condena social, la de la denuncia, pues ya
caemos en un abismo del cual no hay salvación. Y en toda la Historia de
Colombia afortunadamente, aún en las dictaduras, ha habido gente que escribe y
que habla, de modo que yo creo que esa tradición colombiana va a continuar,
pero sí es un hecho que la desconfianza de los ciudadanos en los organismos de
control es prácticamente total, y que fuera de ser unos enormes entes
burocráticos muy pocas veces cumplen con su misión de una manera imparcial,
objetiva e independiente, y eso lo lamentamos todos. De modo que este es el
último dique que queda: la sanción social.
¿Qué
consejo les daría a los dueños de esos medios de comunicación que hay en este
país que prefieren gastar en el cubrimiento del reinado de Cartagena y no en un
periodista de un poco más de un millón y medio que investigue cómo se robaron
tal obra pública?
D.S.P.: Es difícil darles consejos ya
porque no hay periodistas entre todos ellos. Con todos sus defectos los
periódicos en los que crecimos trabajando nosotros eran de familias dedicadas a
un oficio, el de la prensa. Los Cano, los Santos, los Galvis, en algunos casos
con algunas veleidades políticas porque El
Tiempo siempre estuvo apoyando al Partido Liberal y a algunos jefes de ese
partido, pero ahora lo que ha ocurrido es que ya no existen esas familias. Así
como ataqué y de frente cuando se pretendía ejercer censuras sobre la Unidad
Investigativa, que especialmente las ejercía Enrique Santos Castillo a quien
admiro mucho como periodista porque fue un extraordinario sabueso de noticias
pero tenía una vinculación social por ser de la oligarquía colombiana que lo llevaba
a proteger a algunos de sus amigos,
siempre nos enfrentamos hasta el punto de decir que si nos censuraban lo
contaríamos en público y así lo hicimos. Después de decir todo esto, digo que
sin embargo se podía trabajar. Me fui de El
Tiempo hace un año pudiendo decir que nunca, salvo una vez por una
circunstancia absurda, me censuraron una columna. Nunca me dijeron esta columna
ataca a un anunciador porque ataqué a miles de anunciadores, o a un personaje
político muy caro para El Tiempoporque
ataqué a muchos, y lo tengo que decir porque es verdad. Me fui a los cincuenta años de trabajar sin
ese tipo de cortapisas. Es más, agrego porque es verdad, que en los dos años
que estuve con el nuevo dueño –el banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo–que
tiene intereses en veinte actividades económicas distintas, tampoco padecí
ningún problema y el día que se anunció que compraba El Tiempo escribí una de las columnas más violentas que he escrito
contra los banqueros y contra él. No pasó nada. Algunos dicen que era mi seguro
de vida y que después de eso no me podía tocar. Ahora es difícil darles
consejos a los dueños de los periódicos, porque ya El Espectador y El Tiempo,
así como emisoras y canales de televisión son de conglomerados económicos y son
apenas un mínimo satélite que gira en la órbita de ese planeta central que es
el dinero, en el que lo que interesa allí básicamente es el dinero. El único
consejo que podría dar y que lo di cuando escribí esta columna sobre el
desembarco de Sarmiento Angulo, es que tuviera la inteligencia de entender que
el mayor capital de un periódico no está representado en sus terrenos y
edificios, ni en el dinero que acumula por la publicidad sino en su
credibilidad, y que la credibilidad solo se salva haciendo periodismo bueno,
independiente, de calidad, con periodistas que respeten su profesión. Es mejor
inversión tener buenos periódicos o buenas cadenas de radio y televisión, que
la gente respete y crea en ellos y quiera incluso, que convertirlos en alfiles
de su ajedrez económico.
Leo
en la revista Semana un informe sobre
el largo camino judicial que le espera al exalcalde de Bogotá, y dice: “A
Samuel Moreno Rojas lo hundió el
testimonio de su secretario de Salud, Héctor Zambrano, quien para rebajar su
pena aceptó su responsabilidad en ese desfalco y testificó contra su jefe.
Aseguró que este había recibido 6.000 millones de pesos de soborno para
direccionar ese contrato, suma que correspondería al 10 por ciento del monto
total”. ¿Esto quiere decir que al menos el nieto del dictador Gustavo Rojas
Pinilla sí se apega a los cánones del 10 por ciento de ‘mordida’ y no como
otros granujas que aspiran al 20 o al 30 por ciento y hasta más?
A.D.C.: Me contaban
hace poco una frase que es extraordinaria, que la dijo el doctor Alfonso Gómez
Gómez, persona muy cercana a la UNAB y que fue ministro de Gobierno, hablando
de la época en que fueron detenidos los hermanos Samuel y Néstor Iván Moreno
Rojas. Él decía: alguna generación tenía que pagar. Ante la impunidad del
general Rojas Pinilla, de María Eugenia Rojas (la mamá), de Samuel Moreno Díaz
(el papá), éstos pagaron por lo que hicieron ellos y probablemente por toda la
impunidad familiar. Y hay un comentarista político de Vanguardia Liberal, Raúl Pacheco Blanco, que ha dicho también una
cosa muy cierta y es que en la defensa de Samuel y su hermano Néstor Iván
deberían alegar que son inimputables porque de sus padres y de su abuelo lo
único que aprendieron fue a robar.
¿Les
cree usted a aquellos uribistas que afirman que Enrique Santos Calderón -hermano
del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón-, es “el verdadero
comandante de las Farc”?
D.S.P.: Yo creo que
Enrique, quien ha sido mi amigo a pesar de mil vicisitudes en que hemos estado
en terrenos opuestos y siempre hemos logrado sacar adelante nuestra amistad, ha
sido un gran periodista y fue un gran columnista que ahora milita en el extremo
centro y ya ahí no compartimos muchas cosas, pero él ha hecho un papel muy
importante en este proceso. No sé si sea el comandante de la guerrilla, ojalá
fuera Enrique porque habría una paz más garantizada que con Timochenko, pero sí sé que ha habido
momentos críticos en que Enrique ha actuado y ha salvado la situación, lo cual
le ha valido toda suerte de insultos. Aquí voy a decir solo una cosa y es que
yo entiendo en él la dificultad que tiene de ser uno periodista y tener un
hermano en un alto cargo político.
Su
amigo el columnista y cronista taurino Antonio Caballero respondiéndoles a los
enemigos de los diálogos en La Habana, el 12 de marzo escribió: “¿Y por qué iba a ser comunista Juan Manuel
Santos, oligarca donde los haya y derechista más que probado?”. ¿Quién es Juan
Manuel Santos? ¿Un cómplice los castro-chavistas? ¿Es el mismo perro con
distinta guasca como dice el senador Jorge Robledo? Ayúdenos a descifrar quién
es el Presidente de Colombia.
A.D.C.: Si se refiere a
las conversaciones en Cuba, yo creo que la influencia ideológica y política de
su hermano Enrique es visible. No sé si esas son las palabras, pero pienso que
Enrique que es una persona de sólida formación política, que fue tal vez el
mejor comentarista político que hubo en la prensa en Colombia durante mucho
tiempo, debió decirle a su hermano: usted que fue presidente por chiripazo
-porque Juan Manuel Santos no tiene un solo voto y no hay una persona que se
haga matar por Santos en el país, no tiene fanáticos, no hay gente que se
levanta de la mesa a defenderlo- y usted nunca habría sido presidente, haga una
cosa importante. Entonces creo que esa es la gestión que ha hecho Enrique
Santos muy benéfica para el país de meter a su hermano derechista que nunca por
su cuenta habría llegado a esa posición, de influir en él para que cambiara de
rumbo y si algo bueno sale de ahí hay que darle la paternidad a Enrique Santos
Calderón.
Ben
Bradlee, el famoso editor del diario The
Washington Post en los tiempos del escándalo Watergate, decía que el primer
mandamiento en el Periodismo Investigativo es. “Sigue el dinero”. ¿Para usted
cuál es?
D.S.P.: Así como
(Lionel) Messi es mi modelo en fútbol, Bradlee es mi modelo como editor de
periódico. Es muy importante para un periódico tener buenos reporteros de
investigación, pero un gran editor de investigación. Un tipo que sepa respaldar
el trabajo de sus reporteros y al mismo tiempo exigirles, mandarlos,
orientarlos, consolarlos cuando se equivocan… es un poco ser mamá, ser papá,
ser hermano, ser jefe. Es un oficio muy delicado el de editor. Los editores son
poquitos en Colombia y a eso se debe en parte de que nuestro periodismo no sea
todo lo que quisiéramos nosotros. Bradlee es un modelo en esa materia y llegó
al punto de que siendo miembro de la oligarquía de Estados Unidos y amigo de
los Kennedy, cuando tuvo que publicar cosas que perjudicaban a los Kennedy no
lo dudó y al final no acabó en buenas relaciones con ellos. Hay que seguir el
dinero, como decía Bradlee, pero algunas veces hay seguir las faldas, como
dicen los franceses. Muchos de los líos se crean por razones sexuales o
románticas. Sin embargo posiblemente el motivo principal de las fechorías que se
cometen es el dinero o llegar al poder, incluso sin dinero. Uno ve personas que
no tienen dineroni les interesa mucho el dinero, pero les interesa el poder. La
Iglesia Católica y las iglesias en general están llenas de esos ejemplos. El
poder que les da sobre la gente el esgrimir unos símbolos metafísicos. De modo
que yo diría que el sexo, el poder y el dinero serían los tres móviles
principales que tiene que mirar un periodista de investigación.
¿Como
fanático del actual campeón de la Copa Sudamericana qué recomendación les haría
a los hinchas de esos equipos que nunca han ganado ni ganarán nada, y si quiere
cuente a Millonarios que hace rato no gana nada?
D.S.P.: Me llama la atención el nombre que usted pronuncia. ¿Millonarios existe aún? Yo hace rato le perdí la pista. Lo que pasa es que Santa Fe está ahora en un nivel en que no mira mucho al llano sino las grandes alturas… Yo invitaría a los que son aficionados a equipos que han luchado mucho y son muy meritorios como Bucaramanga y tal, a que se hicieran hinchas de otros equipos, que tengan un equipo que sí gane.
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