martes, 19 de noviembre de 2013

Clara López insiste en ser presidenta de Colombia

Entrevista a la candidata presidencial del Polo Democrático Alternativo, quien defiende la búsqueda de una salida negociada al conflicto y propone un giro en la relación Estado-mercado.


Podría estar en un club jugando buraco -como hacen las esposas de tantos multimillonarios en Colombia-, o calentando un cargo burocrático en la embajada de Colombia en México, pero hoy está en Bucaramanga analizando con un grupo de médicos la reforma a la salud, mañana se reunirá con dirigentes campesinos en Chocó, pasado con sindicalistas en el Valle del Cauca…

Esa mujer es Clara Eugenia López Obregón (62 años), la exauditora general de la República, exalcaldesa de Bogotá (tarea que concluyó con el 78% de aprobación) y candidata presidencial por el Polo Democrático Alternativo, a quien ser nieta del presidente Alfonso López Pumarejo, sobrina del presidente Alfonso López Michelsen y prima de Felipe López (dueño de la revista Semana) no le sirvió de nada en un céntrico club de la capital santandereana donde por no ser socia un mesero se negó a venderle una gaseosa dietética. Sin embargo no perdió la compostura ni con ese gesto tan santandereano, ni con las preguntas de esta entrevista exclusiva con 15, entre las que por supuesto una tiene que ver con sus examigos anapistas, los hermanos Samuel y Néstor Iván Moreno Rojas, nietos del dictador Gustavo Rojas Pinilla y hoy tras las rejas por el escándalo del 'Carrusel de la contratación'..

Estructurada y pausada, esta economista de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), abogada de la Universidad de los Andes y candidata a doctora en Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Salamanca (España), figuró en la más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría con el siete por ciento de preferencias de cara a las elecciones de 2014, por debajo de Juan Manuel Santos (34%), Enrique Peñalosa y Óscar Iván Zuluaga (con el 14%), y Antonio Navarro Wolff (9%).

Casada con el exconcejal por Bogotá, Carlos Romero, como alcaldesa tuvo los pantalones para prohibir la venta de alcohol en los alrededores de las universidades e instaló una cámara en la puerta de su despacho para que cualquier ciudadano revisara por Internet que allí no seguían entrando los cerebros y mecánicos del ‘Carrusel de la Contratación”.

Ahora se baja de un avión y se sube a otro, se trepa a una camioneta o asiste a una manifestación en el teatro Corfescu, donde predominan los jóvenes que la aúpan casi tanto como al senador Jorge E. Robledo, su compañero de giras.


Después de la delicada operación que le hicieron en el cerebro para extirparle un tumor y tras su recuperacióne exitosa, ¿usted sigue con la chifladura de convertirse en la primera presidenta de Colombia?

Definitivamente es chifladura, pero yo percibo que las mujeres en este país se están despertando, que la gente de trabajo se está quitando el velo de los ojos y que todos a una estamos pensando que podemos tener un país mejor, y que definitivamente eso no vendrá de la mano de los mismos que han gobernado a Colombia desde que tenemos memoria. Tenemos que buscar un camino distinto, un camino participativo y desde luego un camino que respete por encima de las cosas, a la gente. Creo que por eso encuentro tanto entusiasmo y tanto espíritu de colaboración entre las mujeres. Tenemos esas almas gemelas y sabemos que con firmeza podemos poner la casa en orden y con cariño, con cuidado y con lo que sabemos hacer mucho las mujeres, que es escuchar, llegar a esos consensos que se necesitan para gobernar un país tan complejo como Colombia.

¿Clara López tiene ese dilema de ser leal a una burguesía de la que procede o, por el contrario, darse la pela por tanta gente que está jodida y sin esperanzas?

A veces me pregunto lo mismo: ¿por qué salí diferente? Y la realidad es que tuve una educación privilegiada en mi hogar. Mis padres fueron personas que nos sembraron la inquietud de la injusticia social. Mi madre fue ecologista antes de que existieran los ecologistas, y feminista antes de que existiera el movimiento de las mujeres. A mí me enseñaron a ser independiente, y cuando ya en mi edad adulta ejercí esa independencia casándome con un hombre de un barrio pobre de la ciudad de Santa Marta, un hombre de izquierda cabal, sí me miraron mal, pero quiero decirle Pastor que me respetaron mis decisiones. Yo tomé mis decisiones desde muy joven cuando en las luchas estudiantiles defendía los derechos de los trabajadores, cuando desde mi trabajo político terminé siendo candidata de la Unión Patriótica a la Alcaldía de Bogotá en la primera elección popular en 1998, cuando estar asociado a la UP era ponerse una lápida en el cuello. Entonces sí, yo tengo una lealtad superior a la lealtad con las casas de mis mayores, que es la lealtad por mi patria y de mi patria hacen parte todos. Sí soy de las personas que creen que un gobernante no puede gobernar ni para una clase ni para un sector, sino para todos los colombianos. Ese fue mi acierto en la Alcaldía de Bogotá.

¿Alcanzó a temer que este país se lo fueran a rifar entre dos primos Santos (Juan Manuel y Francisco)?

Yo estaba casi segura, pero la verdad es que se lo van a rifar entre dos proyectos que son la misma cosa. La falsa polarización que se está estructurando entre el uribismo y el santismo, es para que puedan seguir gobernando como siempre, pero el país no quiere que sigan gobernando como antes. Desde luego que tienen la diferencia de la conducción del proceso de paz de La Habana (Cuba), pero cualquier ser racional sabe que todo dirigente tiene una obligación suprema con su país y es la de conseguir la paz. Así es que si el presidente Juan Manuel Santos no firma la paz, pues tengan la seguridad de que yo sí la voy a poder firmar. Una paz digna, una paz seria, una paz que nos permita a todos los colombianos consensuadamente sacar adelante las reformas estructurales que le den justicia social a este país. La violencia si ha servido para algo es para profundizar las diferencias y para concentrar el ingreso y el capital. El solo despojo de seis millones de hectáreas y cinco millones de desplazados de los campos, le muestra a cualquiera la verdadera finalidad de esa violencia, que fue la misma de la violencia anterior, interpartidista entre liberales y conservadores, a tal punto que Alberto Lleras Camargo cuando fue el primer presidente (1958-1962) de la República del Frente Nacional, tuvo que promover una reforma del Código Civil para dejar sin validez los títulos de intercambio de tierras firmados durante ‘La Violencia’ bajo el poder de las armas.


¿Qué le ofrece usted a un país que ya sueña con el postconflicto pero que a la vez presencia cómo crece la brecha entre ricos y pobres?

Uno ofrece no lo que piensa una persona, sino el proceso de construcción colectiva de un programa que estamos realizando en cumbres temáticas en todo el país. Me he reunido con los mineros, con las mujeres, me vuelvo a reunir con ellas el 25 de noviembre en el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, me reuniré con estudiantes y profesores, luego con trabajadores de la salud… Lo que puedo garantizar es que el programa que estamos confeccionando es un programa de cambio, pero un cambio consensuado con la sociedad, un cambio que le de un viraje a Colombia hacia la convivencia, hacia la reconciliación y hacia la justicia, para que el país sea más nuestro, sea más de todos nosotros. Lo que ha pasado en Colombia durante los últimos años es que el país parece haber sido entregado a los intereses limitados de solo un sector de la sociedad, y nosotros sabemos que la gran empresa tiene mucho que contribuir, pero también tienen mucho que contribuir los demás colombianos, y esa va ser la esencia del cambio, que el país que es suficientemente grande para todos tenga el apoyo del Estado de manera afirmativa para los que necesitan ese apoyo.

He venido sosteniendo de que no funcionó la tesis de que el mercado lo decidía todo; tampoco funcionó antes la tesis de que el Estado se metía en todo. Hay que buscar un equilibrio entre Estado y mercado para garantizar por ejemplo, de manera muy seria, la protección del medio ambiente. En Colombia tenemos ya en peligro los ecosistemas vitales para la producción del agua del futuro. La naturaleza no es infinita y frente al crecimiento infinito del capital tenemos que encontrar un término, y el término es proteger de manera decidida los humedales, los páramos, los ecosistemas frágiles. Diciendo ‘minería sí, pero no así’, no como la están pretendiendo hacer.

¿La cuestionada administración del alcalde Gustavo Petro Urrego le está cerrando las puertas a la izquierda en Colombia?

No, yo no iría tan lejos. Creo que la gente ya empieza a distinguir entre las personas y las ideas. Desde luego no le hace bien porque a él lo eligió un sector de los bogotanos y está gobernando solamente para ese sector, mientras que el gobierno consiste en ser elegido por un sector de la población pero para gobernar en función de los intereses de todos. Yo le critico a Gustavo Petro, por ejemplo, el haber cerrado 276 comedores comunitarios que eran empresas surgidas de la comunidad, la mayor parte de ellas compuestas por mujeres. Encontraron una manera más barata, entregándoles una bolsa de mercado a los adultos mayores, yo no sé si a los niños o a sus madres, pero es que el comedor era un centro social, era una comida caliente, balanceada y era una empresa que le daba sustento a varias familias. Entonces me parece que sinceramente el gobierno de Petro se ha quedado en las consignas ideológicas y no ha penetrado en el cambio diario de la vida de las personas, que es lo que aspira a ser todo gobierno que se dice democrático. Me duele mucho porque de todas maneras hay muchas cosas positivas en el programa de Gustavo Petro, unas que se han logrado avanzar, otras que no, por su mismo estilo de gobierno, porque no ha logrado todavía conformar un gabinete estable.

En lo que no puedo estar de acuerdo tampoco es en que los que no lo eligieron sean los que estén promoviendo la revocatoria de su mandato o que el señor procurador (Alejandro Ordóñez Maldonado) lo vaya a destituir, no porque Gustavo Petro esté por encima de la Ley, y no puede estarlo ningún ciudadano, sino porque pienso que esa es una facultad que en mala hora se le entregó a una autoridad administrativa. Quitarle el mandato popular a cualquier persona elegida debería tener un procedimiento mucho más riguroso y desde luego no pertenecer a una autoridad administrativa sino por lo menos a una de carácter colegiado y judicial como el Consejo de Estado con la pérdida de investidura. Lo que pasa es que ya van 800 alcaldes sancionados y el único que ha criticado es Gustavo Petro el proceso en el que él se ha visto inmerso entonces eso le quita cierta autoridad moral a su petición de algo que consideramos justo, que es que el procurador no debería ser quien para quitarle la investidura a una persona que ha sido elegida popularmente.

Si estuviera perdida en el desierto y su sobrevivencia dependiera de alguien que pasa en un camello y se llama Álvaro Uribe o de otro que cruza con un camello y se llama Alejandro Ordóñez, ¿se le subiría a alguno de ellos o prefiere dejarse morir de inanición?

La muerte nunca es la opción para un ser humano. No pienso que Uribe ni Ordóñez sean el diablo, sino que uno tiene que acudir a la humanidad de cada cual y desde luego creo que la gente puede redimirse y cambiar. Lo que pasa es que en este país es muy difícil porque la deliberación pública es muy poco crítica, la crítica es muy poco constructiva y el espíritu democrático no ha penetrado en esas alturas del poder. No, yo no me dejaría morir.

¿Qué haría en el hipotético caso de que el exagente de la Central de Inteligencia Americana (CIA), Edward Snowden, filtrara una conversación de cinco segundos nada más en la que Clara López le dijera a Iván Moreno Rojas: “Honorable senador”?

No sé si alguna vez le dije eso o no a Iván Moreno o a tantos senadores, el 35 por ciento que resultó fatídica la cifra que dieron a conocer Salvatore Mancuso y Carlos Castaño como los que ellos eligieron al Congreso de la República por parte del paramilitarismo. Yo le diría a Snowden, amplíe la cita, porque lo que nunca ha salido de mi boca es ningún anuncio comprometedor con absolutamente nadie.

¿El Polo mantiene sus reservas con respecto al proceso de La Habana? ¿Si usted es elegida presidenta el 7 de agosto manda a bombardear a las Farc o, por el contrario, insiste en que hay que buscar una salidad negociada al conflicto armado interno?

El Polo no tiene reservas con los diálogos en Cuba. Es más, la salida negociada al conflicto armado figura en nuestro programa desde la fundación del Partido, así es que nosotros somos amigos y apoyamos la negociación de paz de La Habana, y en caso de que llegue a ser Presidente de la República honrraré todos los compromisos que haya asumido el presidente Juan Manuel Santos en esos diálogos, y si no han terminado tengan la seguridad de que yo sí los puedo llevar a feliz término dentro de las condiciones de una sociedad diversa, donde hay distintas opiniones, pero donde el grueso del pueblo colombiano está reclamando la paz.


Usted fue una de las primeras personas que salió a denunciar los llamados ‘falsos positivos’ (ejecuciones extrajudiciales en las que estaban involucrados miembros de las Fuerzas Militares de Colombia) y algunos la tildaron de exagerada. ¿La historia terminó dándole la razón?

Tristemente, pero la historia ya venía en curso cuando yo hice la denuncia. A mí me criticaron mucho porque fue una conclusión que saqué de 17 casos de jóvenes desaparecidos de Soacha (Cundinamarca) y Bogotá que estábamos tratando de identificar y buscar. Eran muchos más los perdidos, pero cuando tuvimos noticia de que en Ocaña (Norte de Santander) había aparecido un joven que necesitaba ser traído a Bogotá, mandé a un funcionario de nuestro programa de víctimas, y la información que él envió concatenada con las fechas que aparecían en la Defensoría del Pueblo, pude concluir que se trataba de esa aberración que creo que la gente no pensaba que pudiera haber algo peor de lo ya sucedido. A mí me preguntó Dario Arizmendi por Caracol que si yo pensaba como el personero de Soacha que eso era reclutamiento ilegal, y le dije que eso era algo mucho más grave. Una degradación peor, si la cabe en el conflicto armado interno colombiano. Esto es desaparación forzada con fines de homocidio. Por ejemplo un muchacho Johan aparecía en la Defensoría del Pueblo reportado por su madre como desaparecido en una fecha 19 e ingresado a Medicina Legal como ‘N.N.’ en Ocaña el día 20. Hay trece horas entre Bogotá y Ocaña. Eso fue que lo bajaron del bus y de una vez lo fueron fusilando. Otros dos muchachos tenían tres días de diferencia y el que más tenía era quince días. Usted entiende que reclutamiento forzado no puede ser sin entrenamiento previo que lo disfracen y lo manden al campo de batalla. Además, muchos de los jóvenes se veía claramente por los antecedentes familiares que eran gente de bien. Uno incluso tenía empleo, otro era discapacitado mental. Así es que este es un caso de los que más me ha conmocionado en la vida, porque hasta allá ha llegado la mercantilización en esta sociedad: pagar por matar gente.

¿La guerrilla de las Farc, como en las dos anteriores elecciones, terminará decidiendo quién es el próximo presidente?

Pienso que no. Aquí quien decide quién es el próximo Presidente de la República tampoco es el pueblo. Desafortunadamente en Colombia hemos caído en una formalidad de la democracia. El dinero influye mucho en la manera como se reportan las noticias, la plata en las campañas políticas es un tema cuestionable y exagerado, y desde luego la falta de pulcritud en la organización electoral. No fue posible que se implementara el voto electrónico a pesar de que la Ley lo ordena desde hace más de siete años. Todo eso nos indica que hay andamiajes estructurados para impedir el cambio en el país, pero vamos a apelar a los ciudadanos porque ellos son los que tienen el poder y el voto. Esperemos que sea la ciudadanía la que finalmente se quite el velo de los ojos y vote bien, para que la gobiernen bien.

¿A usted le angustia el Páramo de Santurbán -en un país en el que el 70% del agua proviene de esos ecosistemas- o lo que le interesa es traer inversión al costo que sea y tomarse la foto con los ‘místeres’ de las multinacionales?

Me duele mucho el Páramo de Santurbán y me duele el Páramo de Sumapaz y la cadena de páramos alrededor de Bogotá. Siendo alcaldesa tuve la fortuna de poder concretar un estudio para la protección de todos los páramos de los cuales vive la capital de la República para su agua y de los cuales viven los pocos campesinos que todavía quedan en el territorio del Distrito para sus cosechas. No dudé en proteger esos páramos. La tesis es que las ‘locomotoras’ tienen una desgracia: están en un riel y no tienen cómo frenar para evitar espichar a un niño. No creo que la economía colombiana esté para la ‘locomotora’ minera, porque está generando demasiadas víctimas. Sí creo que necesitamos la minería, que es un enorme recurso que tiene como propietario a todo el pueblo colombiano y que se tiene que distribuir equitativamente para generar bienestar, para sembrarlo en justicia social. Así que repito la frase que ya se ha vuelto un dicho en el movimiento democrático en Colombia: “Minería sí, pero no así”. Tienen que pagar impuestos, tienen que respetar el medio ambiente, tienen que respetar las cláusulas laborales de los pliegos que firman con los sindicatos, en fin, tienen que respetar las reglas que han hecho del mundo una civilización que hasta hace poco estaba avanzando, hasta que se empezó a echar por tierra el Estado de Bienestar en Europa, ese que no hemos podido todavía construir en estas tierras.

¿Usted es tan ‘macha’ que fue capaz de darles la patada a los Moreno Rojas?

Soy una persona de una firmeza de convicciones profundas y una persona que no me tiembla la mano para hacer lo correcto. No he dicho que le haya dado la patada ni a los Moreno ni a los distintos sectores que en este país han hecho daño; la Justicia es la que tiene que hacer esas cosas. Lo que sí fui capaz de demostrar es que se puede gobernar y gobernar bien. Esa es la peor patada que le puede dar uno a todos los que están incursos en inconsecuencia política y en corrupción.

Por último, ¿qué les responde a quienes para descalificarla la tildan de ‘mamerta’?


Como no pertenezco a la generación de los epítetos. Soy una mujer de izquierda sin lugar a dudas; una mujer de profundas convicciones democráticas y quiero decirle Pastor que el problema en Colombia es que es tan pobre la deliberación pública que aquí se considera comunista a todo el que busca la justicia social y, algo peor, se considera delincuente a todo el que expresa de manera civilizada la inconformidad social y política en este país de desigualdades. A ellos les tengo que contestar que en el mundo civilizado una persona como yo es considerada una persona normal, porque eso es lo que dicta la ética, esa es la palabra de Jesús en el Evangelio y es la palabra que va a sacar adelante a este país, hacia salidas pacíficas de convivencia. Eso es lo único que puedo decir en mi defensa.


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