viernes, 1 de febrero de 2013

"América Latina es una ficción": historiador Armando Martínez Garnica


Armando Martínez Garnica no es de esos obnubilados que repiten como loros lo que leyeron en un par de cartillas. Es, por el contrario, un investigador que escarba, toma distancia y desmitifica la historia.

Si no le ofende la comparación, es la versión masculina de Diana Uribe, quien desde los micrófonos de Radionet y Caracol les ha dibujado a los colombianos una retrospectiva fácil e interesante de digerir.

Pues Martínez Garnica, con todos los estudios y títulos en su materia, director de la maestría de Historia de la UIS, ex presidente de la Academia de Historia de Santander y autor de 24 libros, fue el invitado al ‘Foro Calidad de la Educación 1810-2010, Aprendiendo con el Bicentenario’, realizado por el Ministerio de Educación y Departamento de Estudios Socio-Humanísticos de la UNAB en mayo de 2010

¿Hay razones para celebrar o para llorar?
Hay tantas razones para celebrar que yo ya tengo dos botellas de champaña francesa en mi nevera para destaparlas el 20 de julio. En el caso de la educación hay muchos motivos, porque pasamos de una educación basada en el privilegio a una educación para todos los ciudadanos, y esa es un revolución educativa que trajo la independencia, lo cual amerita una celebración.

¿Y si es así, por qué entonces no lo hace con chicha o guarapo que son más criollos?
No porque se me infla el estómago y a mi edad no puedo hacer esas gracias.

Con una América Latina dividida a más no poder, con presidentes que ni se saludan, con fronteras cerradas al comercio, ¿valió la pena luchar por la independencia?
Sí porque las independencias fueron nacionales, no latinoamericanas. Todas las antiguas Audiencias se convirtieron en estados nacionales. Es decir, la desintegración del imperio hispánico en América produjo 19 estados nacionales nuevos. De modo que el proyecto es nacional, porque la idea fue construir naciones y estados nacionales. Los proyectos de creación de confederaciones latinoamericanas como el proyecto anfictiónico de Panamá, fue un fracaso, boicoteado por los peruanos no por Estados Unidos. Así que nadie tuvo realmente un proyecto de crear un estado supranacional. Eso no cabía en la cabeza de nadie en el siglo XIX. O sea que los intereses nacionales son muy fuertes desde el comienzo y cada estadista mira los intereses de su estado nacional; no está mirando en el conjunto. Yo no creo en América Latina; eso es una ficción.

¿Entonces eso de las naciones hijas del Libertador Simón Bolívar fue el invento de alguien?
Eso fue inventado. Por ejemplo: ¿Por qué existe Bolivia? Ese no fue un proyecto del Libertador; fue un proyecto contra el Libertador, porque Bolívar originalmente quería que eso volviera a ser el Alto Perú y fuera del Perú. Lo que pasa es que los abogados de La Paz convencieron al mariscal Sucre que los separara de Buenos Aires y de Lima y les diera la oportunidad de ser un estado nacional. Sucre les dijo que sí, pero cuando le contó a Bolívar, éste no lo podía creer y Bolívar tuvo que adaptarse. Bolivia no es una hija de Bolívar. Por eso el boliviano no permite que le digan Alto Perú, porque ese es un sueño del Perú.
Igual con la conversión de la Audiencia de Quito en la República del Ecuador, era un proyecto que había agenciado el Barón de Carondelet cuando fue presidente de la Audiencia de Quito, o sea que es un proyecto de la elite quiteña. Bolívar lo que hizo fue irse acomodando y su virtud fue haber hecho la liberación con los ejércitos colombianos pues sin eso nadie hubiera arrancado. Por eso el título verdadero de él es El Libertador; eso nadie se lo niega.

¿Bolívar y Francisco de Paula Santander fueron los próceres que nos enseñaron en primaria o un par de ‘changüitas’ que ni nos imaginamos?
Los dos son hombres excepcionales y así lo vieron sus contemporáneos. Hay una colección de miradas al Libertador y todos los que lo vieron, incluidos marineros irlandeses y franceses, frente a él notaban un hombre especial, muy corajudo, de mucha voluntad, que no se arredraba ante ninguna dificultad y que hizo cosas que eran impensables para el momento. Sus campañas militares fueron fruto de una gran voluntad. La persona que lo conoció más de cerca, que fue Manuelita Sáenz, cuando ella vivía en su vejez en Paita (Perú) los visitantes extranjeros la buscaban para que les contara y ella siempre les hablaba de lo maravilloso que había sido él; para ella era el gran hombre.
Santander también fue visto por sus paisanos como el gran hombre. A pesar de que estaba en el exilio, el Congreso de la Nueva Granada decide que él sea el presidente y todos sabían que él era el único capaz de conducir la Nueva Granada después del desastre.
Para sus contemporáneos, los dos eran hombres fuera de serie.

¿Revolucionarios unos hombres y mujeres que gritaban “¡Que viva el Rey y muera el mal gobierno!”?
Ahí no hay ninguna revolución. Para que haya revolución hay que decir: ¡Abajo el Rey! Si no se dice ¡Fuera el Rey!, no se es revolucionario, porque es que el rey es el soberano y la única de ser revolucionario es quitarle la soberanía y pasársela a cuerpo imaginario llamado la Nación. Eso solamente pudo ocurrir en 1810, antes de esa época es impensable porque es que las revoluciones dependen de la crisis monárquica cuyo agente principal fue Napoleón Bonaparte, y esa circunstancia excepcional solo se dio en 1808. Antes de eso es impensable quitarle al rey la soberanía porque se juega uno la cabeza. Hacerlo configura el delito de lesa majestad y eso se paga en la horca.

Si Hugo Chávez es la reencarnación de Bolívar, ¿Álvaro Uribe es la de quién?
Chávez está demasiado lejos de ser la reencarnación de Bolívar y no se le parece en nada. Uribe tampoco es la reencarnación de nadie. Uribe es un típico estadista colombiano en las tradiciones neogranadinas.

¿Les levantaría usted un monumento a los curas doctrineros que vinieron a imponer su religión al costo que fuera?
Pues no porque es una violencia mental. Por ejemplo, Fray Diego de Landa, doctrinero franciscano de la provincia de Yucatán. Después de que él ordenó destruir todos los códices de la provincia de Maní, en un momento de su vida se arrepintió y se dio cuenta de la destrucción cultural que había hecho, y decidió sentarse a escribir una crónica para remediar de algún modo la destrucción que él había hecho. Muchos se dieron cuenta que habían destruido, y lo hicieron por sus prejuicios resultado de su ética cristiana porque les parecía cosas del diablo. Por lo tanto se equivocaron demasiado y no ameritan que uno les haga una estatua.

Un momento, ¿entonces los habitantes de este continente sí tenemos alma?
Yo que soy un desalmado, creo que los colombianos no tenemos alma. Somos todos unos desalmados.

¿Bicentenario de discursos, bailes, gastronomía y pólvora, como ha cuestionado Carlos Monsiváis, o esta fecha servirá para algo más?
Esta ha sido la oportunidad para una gran creación cultural exuberante, y pongo un ejemplo: el 20 de julio de 2010 en la Plaza Cívica de Bucaramanga la Orquesta Sinfónica de la UNAB va a estrenar tres obras nuevas que no existían. Una de ellas se llama “Canto a Bucaramanga”, que fue escrita por el compositor colombiano vivo más importante, nacido en Bucaramanga, que se llama Jesús Pinzón Urrea; y las otras dos por distinguidísimos profesores del Programa de Música de la UNAB, que son las grandes promesas de la composición colombiana. Mucha gente está produciendo nuevas obras de teatro, nuevas pinturas, todas las formas culturales están inventando, por lo tanto ha sido la oportunidad para que salte la creatividad colombiana en todo lugar. Esto no tiene nada de militarista como han dicho algunos. Cuál militarista si el concierto del Bicentenario empieza a las 12:05 del 20 de julio y acaba a las nueve de la noche. En todo el país habrá un concierto llamado “Voces del Bicentenario” y todos lo que tengan algo que ver con el arte estarán en escena. ¡Es una cosa maravillosa! 

Como veo que se emociona, ¿dígame hasta cuándo nos seguiremos creyendo ese cuento de la “raza santandereana” o es que la ‘bestia’ soy yo?
La raza es un concepto peligrosísimo como lo demostró la Segunda Guerra Mundial. Es una palabra que no se debe pronunciar, no debe salir del cerco de los dientes, como las palabras miedo, pereza o cansancio. Deben ser proscritas de los diccionarios.
Desde hace 200 los que vivimos en estos territorios fuimos declarados ciudadanos y la ciudadanía solamente tiene como atributos la libertad y la igualdad. Por lo tanto si hay libertad e igualdad como base de la organización política, esos conceptos de etnia y raza pertenecen a la necrología ideológica que debe ir al basurero de la historia.

¿Reconoce que se han equivocado los historiadores en tratar de que sus alumnos digieran esta especie de emulsión de Scott con hígado de bacalao? ¿O la historia es eso: repetir y no cuestionar?
No solamente de pan vive el hombre. El hombre necesita representaciones que le den sentido a su vida; por eso las religiones existen, porque eso le da sentido a la vida de la gente. La historia es un relato y un relato que le da sentido a la existencia en el cuerpo político. La historia existe desde los tiempos de Herodoto y existirá por donde quiera que haya humanidad, porque donde quiera que haya un grupo humano siempre se preguntará: ‘¿yo qué hago aquí?’. Y la historia es un relato que le permite por qué está aquí. Si yo pregunto qué somos los colombianos, tengo que contar la historia de 200 años cuando empezamos a existir como colombianos.
Los profesores de historia nunca se equivocan cuando cuentan la historia; se equivocan en el contenido cuando no está fundamentado en las mejores fuentes posibles a las que su generación tuvo acceso.

Aparte de un hueco en el presupuesto de la cultura, ¿qué quedará de este Bicentenario de la Independencia?
Va a quedar una representación mucho más rica que la que tuvimos hace 100 años. Hace un siglo la representación fue básicamente la de Henao y Arrubla; este año tenemos una representación muy rica porque cada localidad se ha preguntado: ‘¿yo qué hice hace 200 años?’. Y se lo han preguntado en San Andrés, en Leticia y en Pinchote. Este año sabemos que el proceso fue muy distinto y variado en cada lugar. No es lo mismo la independencia en Leticia que en Mompox o Pinchote, y la conducta política fue muy distinta. Para los pardos de las sabanas de Tolú la independencia fue una cosa muy distinta que para los criollos cartageneros. Este año hemos tenido un relato de muchísimas voces que han querido decir qué pasó en esos años. Hace 10 años eso no fue posible porque solo tuvimos la voz de Bogotá. Entonces, este año nos va a dejar un a representación muy rica y polifacética de nuestra historia.

¿Es paradójico que Estados Unidos y Haití hayan sido los dos primeros países en obtener la independencia y el primero sea una potencia y el segundo el más pobre del hemisferio, o un designio divino?
Es el resultado de dos historias muy distintas: porque los Estados Unidos se separaron de Inglaterra e inmediatamente establecieron relaciones comerciales. Es decir, su antigua potencia se convirtió en su aliado comercial. Nosotros nos equivocamos y 100 años peleamos con quien podía ser nuestro socio comercial.
El caso de Haití es distinto, porque aunque declara su independencia de su antigua potencia que era Francia, Francia hizo hasta lo imposible por cobrárselo ahogándola en términos económicos. Las imposiciones que Francia le puso al Haití independiente prácticamente la asfixiaron. Es la peor relación entre un grupo humano liberado con lo que le hizo su antigua potencia.

¿Tiene sentido que Colombia invite a España, su antiguo verdugo, a la celebración del Bicentenario?
Tiene sentido porque estamos hablando de circunstancias históricas distintas. Además, nosotros no nos independizamos de España porque España no existía. La nación española nació en 1812 en las Cortes de Cádiz. Nosotros nos independizamos fue de una familia, la de los Borbones españoles, fue de una corona, por lo tanto no debemos tener resentimiento porque la nación española nace al mismo tiempo que está naciendo la nación colombiana. Somos hermanas de nacimiento y ambas venimos de cuerpos constituyentes; ellos vienen de Cádiz y nosotros de Cúcuta, y las constituciones son similares y de espíritu liberal. ¿Por qué tiene que haber resentimiento si nosotros no estábamos peleando con los españoles, sino para ser independientes de una familia que estaba presa en Bayona?

¿Prosperó o se marchitó, como tantos proyectos del alcalde Fernando Vargas Mendoza, el Parque del Bicentenario en reemplazo del Parque Centenario?
Eso murió.

¿Quién lo ‘mató’?
Eso nació muerto. Mejor dicho, ni nació.

Cuando usted pasa por la esquina noroccidental del Parque García Ropvira y ve ese esperpento de escultura que hay allí de un español acorazado, un cura venido del más allá y un indio patirrajado, ¿con quién se identifica?
Con ninguno, porque yo me identifico con Colombia y Colombia es un cuerpo universal de ciudadanos. Esas son figuras del antiguo régimen. Ahora, esa estatua no debía estar en Bucaramanga porque la historia de esta ciudad es distinta. Yo sugeriría que se la regaláramos a Tunja, por ejemplo, e incluso a Pamplona donde hubo conquista española, pero Bucaramanga no es resultado de una conquista española sino de una congregación de indios muy tardía. Esa estatua está fuera de lugar.

¿Entonces mandaría a hacer para la sala de su casa una réplica de la hoja de tabaco y los personajes que hay en Panachi?
No, y no porque esa estatua corresponde a un relato de Germán Arciniegas y yo no lo comparto. Es uno de los posibles relatos del movimiento de 1781, pero yo tengo otra documentación que me permitiría encontrar otro relato y el escultor solamente tuvo en cuenta el relato de Arciniegas.
Los historiadores contamos la historia con las fuentes que tuvimos a nuestra disposición, y Germán Arciniegas por muy maestro que sea, tiene que ser superado por sus discípulos.

¿Tantos jóvenes que no saben dónde están parados entenderán eso de que “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”?
Esa proposición no tiene ningún sentido. Cada generación se enfrenta al mundo acabado de nacer y las decisiones que la gente toma normalmente no consultan la experiencia de las generaciones anteriores, desafortunadamente, porque así son las cosas. Cada generación sale a hacer el mundo a su imagen y semejanza y no quiere tomar las tradiciones, entonces todos se tienen que equivocar y es imposible que eso no ocurra. Tendrían que ser unos ancianos quienes condujeran la sociedad, pero esos ancianos no se darían cuenta que el mundo cambia y no estarían preparados para los retos.
Uno necesita la historia para que le de sentido a qué hace en el mundo, pero el mundo que vendrá uno lo tiene que imaginar de otra manera porque han cambiado las circunstancias. Imaginar la Colombia que viene es unas decisiones nuevas para un mundo nuevo que no necesariamente tienen que ser iluminados por el pasado porque hay que tomar decisiones nuevas y las decisiones son innovadoras. Uno no puede repetir la tradición, que apenas sirve como contexto de qué conviene hacer, pero hay que innovar y en la innovación uno está solo aventurando proyectos en los cuales se puede equivocar o que le salgan bien, pero son decisiones para construir un mundo nuevo.

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