Armando Martínez Garnica no es de esos
obnubilados que repiten como loros lo que leyeron en un par de cartillas. Es, por el contrario, un investigador que escarba,
toma distancia y desmitifica la historia.
Si no le ofende la comparación, es la versión
masculina de Diana Uribe, quien desde los micrófonos de Radionet y Caracol les
ha dibujado a los colombianos una retrospectiva fácil e interesante de digerir.
Pues Martínez Garnica, con todos los estudios
y títulos en su materia, director de la maestría de Historia de la UIS , ex presidente de la Academia de Historia de
Santander y autor de 24 libros, fue el invitado al ‘Foro Calidad de la Educación 1810-2010,
Aprendiendo con el Bicentenario’, realizado por el Ministerio de Educación y
Departamento de Estudios Socio-Humanísticos de la UNAB en mayo de 2010
¿Hay razones
para celebrar o para llorar?
Hay tantas razones para celebrar que yo ya
tengo dos botellas de champaña francesa en mi nevera para destaparlas el 20 de
julio. En el caso de la educación hay muchos motivos, porque pasamos de una
educación basada en el privilegio a una educación para todos los ciudadanos, y
esa es un revolución educativa que trajo la independencia, lo cual amerita una
celebración.
¿Y si
es así, por qué entonces no lo hace con chicha o guarapo que son más criollos?
No porque se me infla el estómago y a mi edad
no puedo hacer esas gracias.
Con una
América Latina dividida a más no poder, con presidentes que ni se saludan, con
fronteras cerradas al comercio, ¿valió la pena luchar por la independencia?
Sí porque las independencias fueron
nacionales, no latinoamericanas. Todas las antiguas Audiencias se convirtieron
en estados nacionales. Es decir, la desintegración del imperio hispánico en
América produjo 19 estados nacionales nuevos. De modo que el proyecto es
nacional, porque la idea fue construir naciones y estados nacionales. Los
proyectos de creación de confederaciones latinoamericanas como el proyecto
anfictiónico de Panamá, fue un fracaso, boicoteado por los peruanos no por
Estados Unidos. Así que nadie tuvo realmente un proyecto de crear un estado
supranacional. Eso no cabía en la cabeza de nadie en el siglo XIX. O sea que
los intereses nacionales son muy fuertes desde el comienzo y cada estadista
mira los intereses de su estado nacional; no está mirando en el conjunto. Yo no
creo en América Latina; eso es una ficción.
¿Entonces
eso de las naciones hijas del Libertador Simón Bolívar fue el invento de
alguien?
Eso fue inventado. Por ejemplo: ¿Por qué
existe Bolivia? Ese no fue un proyecto del Libertador; fue un proyecto contra
el Libertador, porque Bolívar originalmente quería que eso volviera a ser el
Alto Perú y fuera del Perú. Lo que pasa es que los abogados de La Paz convencieron al mariscal
Sucre que los separara de Buenos Aires y de Lima y les diera la oportunidad de
ser un estado nacional. Sucre les dijo que sí, pero cuando le contó a Bolívar,
éste no lo podía creer y Bolívar tuvo que adaptarse. Bolivia no es una hija de
Bolívar. Por eso el boliviano no permite que le digan Alto Perú, porque ese es
un sueño del Perú.
Igual con la conversión de la Audiencia de Quito en la República del Ecuador,
era un proyecto que había agenciado el Barón de Carondelet cuando fue
presidente de la Audiencia
de Quito, o sea que es un proyecto de la elite quiteña. Bolívar lo que hizo fue
irse acomodando y su virtud fue haber hecho la liberación con los ejércitos
colombianos pues sin eso nadie hubiera arrancado. Por eso el título verdadero
de él es El Libertador; eso nadie se lo niega.
¿Bolívar
y Francisco de Paula Santander fueron los próceres que nos enseñaron en
primaria o un par de ‘changüitas’ que ni nos imaginamos?
Los dos son hombres excepcionales y así lo
vieron sus contemporáneos. Hay una colección de miradas al Libertador y todos
los que lo vieron, incluidos marineros irlandeses y franceses, frente a él
notaban un hombre especial, muy corajudo, de mucha voluntad, que no se
arredraba ante ninguna dificultad y que hizo cosas que eran impensables para el
momento. Sus campañas militares fueron fruto de una gran voluntad. La persona
que lo conoció más de cerca, que fue Manuelita Sáenz, cuando ella vivía en su
vejez en Paita (Perú) los visitantes extranjeros la buscaban para que les
contara y ella siempre les hablaba de lo maravilloso que había sido él; para ella
era el gran hombre.
Santander también fue visto por sus paisanos
como el gran hombre. A pesar de que estaba en el exilio, el Congreso de la Nueva Granada decide que él sea
el presidente y todos sabían que él era el único capaz de conducir la Nueva Granada después del
desastre.
Para sus contemporáneos, los dos eran hombres
fuera de serie.
¿Revolucionarios
unos hombres y mujeres que gritaban “¡Que viva el Rey y muera el mal
gobierno!”?
Ahí no hay ninguna revolución. Para que haya
revolución hay que decir: ¡Abajo el Rey! Si no se dice ¡Fuera el Rey!, no se es
revolucionario, porque es que el rey es el soberano y la única de ser
revolucionario es quitarle la soberanía y pasársela a cuerpo imaginario llamado
la Nación. Eso
solamente pudo ocurrir en 1810, antes de esa época es impensable porque es que
las revoluciones dependen de la crisis monárquica cuyo agente principal fue
Napoleón Bonaparte, y esa circunstancia excepcional solo se dio en 1808. Antes
de eso es impensable quitarle al rey la soberanía porque se juega uno la
cabeza. Hacerlo configura el delito de lesa majestad y eso se paga en la horca.
Si Hugo
Chávez es la reencarnación de Bolívar, ¿Álvaro Uribe es la de quién?
Chávez está demasiado lejos de ser la
reencarnación de Bolívar y no se le parece en nada. Uribe tampoco es la
reencarnación de nadie. Uribe es un típico estadista colombiano en las
tradiciones neogranadinas.
¿Les
levantaría usted un monumento a los curas doctrineros que vinieron a imponer su
religión al costo que fuera?
Pues no porque es una violencia mental. Por
ejemplo, Fray Diego de Landa, doctrinero franciscano de la provincia de
Yucatán. Después de que él ordenó destruir todos los códices de la provincia de
Maní, en un momento de su vida se arrepintió y se dio cuenta de la destrucción
cultural que había hecho, y decidió sentarse a escribir una crónica para
remediar de algún modo la destrucción que él había hecho. Muchos se dieron
cuenta que habían destruido, y lo hicieron por sus prejuicios resultado de su
ética cristiana porque les parecía cosas del diablo. Por lo tanto se
equivocaron demasiado y no ameritan que uno les haga una estatua.
Un
momento, ¿entonces los habitantes de este continente sí tenemos alma?
Yo que soy un desalmado, creo que los
colombianos no tenemos alma. Somos todos unos desalmados.
¿Bicentenario
de discursos, bailes, gastronomía y pólvora, como ha cuestionado Carlos
Monsiváis, o esta fecha servirá para algo más?
Esta ha sido la oportunidad para una gran
creación cultural exuberante, y pongo un ejemplo: el 20 de julio de 2010 en la Plaza Cívica de Bucaramanga la Orquesta Sinfónica
de la UNAB va a
estrenar tres obras nuevas que no existían. Una de ellas se llama “Canto a
Bucaramanga”, que fue escrita por el compositor colombiano vivo más importante,
nacido en Bucaramanga, que se llama Jesús Pinzón Urrea; y las otras dos por
distinguidísimos profesores del Programa de Música de la UNAB , que son las grandes
promesas de la composición colombiana. Mucha gente está produciendo nuevas
obras de teatro, nuevas pinturas, todas las formas culturales están inventando,
por lo tanto ha sido la oportunidad para que salte la creatividad colombiana en
todo lugar. Esto no tiene nada de militarista como han dicho algunos. Cuál
militarista si el concierto del Bicentenario empieza a las 12:05 del 20 de
julio y acaba a las nueve de la noche. En todo el país habrá un concierto
llamado “Voces del Bicentenario” y todos lo que tengan algo que ver con el arte
estarán en escena. ¡Es una cosa maravillosa!
Como
veo que se emociona, ¿dígame hasta cuándo nos seguiremos creyendo ese cuento de
la “raza santandereana” o es que la ‘bestia’ soy yo?
La raza es un concepto peligrosísimo como lo
demostró la Segunda Guerra Mundial.
Es una palabra que no se debe pronunciar, no debe salir del cerco de los dientes,
como las palabras miedo, pereza o cansancio. Deben ser proscritas de los
diccionarios.
Desde hace 200 los que vivimos en estos
territorios fuimos declarados ciudadanos y la ciudadanía solamente tiene como
atributos la libertad y la
igualdad. Por lo tanto si hay libertad e igualdad como base
de la organización política, esos conceptos de etnia y raza pertenecen a la
necrología ideológica que debe ir al basurero de la historia.
¿Reconoce
que se han equivocado los historiadores en tratar de que sus alumnos digieran
esta especie de emulsión de Scott con hígado de bacalao? ¿O la historia es eso:
repetir y no cuestionar?
No solamente de pan vive el hombre. El hombre
necesita representaciones que le den sentido a su vida; por eso las religiones
existen, porque eso le da sentido a la vida de la gente. La historia es un
relato y un relato que le da sentido a la existencia en el cuerpo político. La
historia existe desde los tiempos de Herodoto y existirá por donde quiera que
haya humanidad, porque donde quiera que haya un grupo humano siempre se
preguntará: ‘¿yo qué hago aquí?’. Y la historia es un relato que le permite por
qué está aquí. Si yo pregunto qué somos los colombianos, tengo que contar la
historia de 200 años cuando empezamos a existir como colombianos.
Los profesores de historia nunca se equivocan
cuando cuentan la historia; se equivocan en el contenido cuando no está
fundamentado en las mejores fuentes posibles a las que su generación tuvo
acceso.
Aparte
de un hueco en el presupuesto de la cultura, ¿qué quedará de este Bicentenario
de la Independencia ?
Va a quedar una representación mucho más rica
que la que tuvimos hace 100 años. Hace un siglo la representación fue
básicamente la de Henao
y Arrubla; este año tenemos una representación muy rica porque cada localidad
se ha preguntado: ‘¿yo qué hice hace 200 años?’. Y se lo han preguntado en San
Andrés, en Leticia y en Pinchote. Este año sabemos que el proceso fue muy
distinto y variado en cada lugar. No es lo mismo la independencia en Leticia
que en Mompox o Pinchote, y la conducta política fue muy distinta. Para los
pardos de las sabanas de Tolú la independencia fue una cosa muy distinta que
para los criollos cartageneros. Este año hemos tenido un relato de muchísimas
voces que han querido decir qué pasó en esos años. Hace 10 años eso no fue
posible porque solo tuvimos la voz de Bogotá. Entonces, este año nos va a dejar
un a representación muy rica y polifacética de nuestra historia.
¿Es
paradójico que Estados Unidos y Haití hayan sido los dos primeros países en
obtener la independencia y el primero sea una potencia y el segundo el más
pobre del hemisferio, o un designio divino?
Es el resultado de dos historias muy
distintas: porque los Estados Unidos se separaron de Inglaterra e
inmediatamente establecieron relaciones comerciales. Es decir, su antigua
potencia se convirtió en su aliado comercial. Nosotros nos equivocamos y 100
años peleamos con quien podía ser nuestro socio comercial.
El caso de Haití es distinto, porque aunque
declara su independencia de su antigua potencia que era Francia, Francia hizo
hasta lo imposible por cobrárselo ahogándola en términos económicos. Las
imposiciones que Francia le puso al Haití independiente prácticamente la asfixiaron. Es la
peor relación entre un grupo humano liberado con lo que le hizo su antigua
potencia.
¿Tiene
sentido que Colombia invite a España, su antiguo verdugo, a la celebración del
Bicentenario?
Tiene sentido porque estamos hablando de
circunstancias históricas distintas. Además, nosotros no nos independizamos de
España porque España no existía. La nación española nació en 1812 en las Cortes
de Cádiz. Nosotros nos independizamos fue de una familia, la de los Borbones
españoles, fue de una corona, por lo tanto no debemos tener resentimiento
porque la nación española nace al mismo tiempo que está naciendo la nación
colombiana. Somos hermanas de nacimiento y ambas venimos de cuerpos constituyentes;
ellos vienen de Cádiz y nosotros de Cúcuta, y las constituciones son similares
y de espíritu liberal. ¿Por qué tiene que haber resentimiento si nosotros no
estábamos peleando con los españoles, sino para ser independientes de una
familia que estaba presa en Bayona?
¿Prosperó
o se marchitó, como tantos proyectos del alcalde Fernando Vargas Mendoza,
el Parque del Bicentenario en reemplazo del Parque Centenario?
Eso murió.
¿Quién
lo ‘mató’?
Eso nació muerto. Mejor dicho, ni nació.
Cuando
usted pasa por la esquina noroccidental del Parque García Ropvira y ve ese
esperpento de escultura que hay allí de un español acorazado, un cura venido
del más allá y un indio patirrajado, ¿con quién se identifica?
Con ninguno, porque yo me identifico con
Colombia y Colombia es un cuerpo universal de ciudadanos. Esas son figuras del
antiguo régimen. Ahora, esa estatua no debía estar en Bucaramanga porque la
historia de esta ciudad es distinta. Yo sugeriría que se la regaláramos a
Tunja, por ejemplo, e incluso a Pamplona donde hubo conquista española, pero
Bucaramanga no es resultado de una conquista española sino de una congregación
de indios muy tardía. Esa estatua está fuera de lugar.
¿Entonces
mandaría a hacer para la sala de su casa una réplica de la hoja de tabaco y los
personajes que hay en Panachi?
No, y no porque esa estatua corresponde a un
relato de Germán
Arciniegas y yo no lo comparto. Es uno de los posibles
relatos del movimiento de 1781, pero yo tengo otra documentación que me permitiría
encontrar otro relato y el escultor solamente tuvo en cuenta el relato de
Arciniegas.
Los historiadores contamos la historia con las
fuentes que tuvimos a nuestra disposición, y Germán Arciniegas por
muy maestro que sea, tiene que ser superado por sus discípulos.
¿Tantos
jóvenes que no saben dónde están parados entenderán eso de que “Quien no conoce
su historia está condenado a repetirla”?
Esa proposición no tiene ningún sentido. Cada
generación se enfrenta al mundo acabado de nacer y las decisiones que la gente
toma normalmente no consultan la experiencia de las generaciones anteriores,
desafortunadamente, porque así son las cosas. Cada generación sale a hacer el
mundo a su imagen y semejanza y no quiere tomar las tradiciones, entonces todos
se tienen que equivocar y es imposible que eso no ocurra. Tendrían que ser unos
ancianos quienes condujeran la sociedad, pero esos ancianos no se darían cuenta
que el mundo cambia y no estarían preparados para los retos.
Uno necesita la historia para que le de
sentido a qué hace en el mundo, pero el mundo que vendrá uno lo tiene que
imaginar de otra manera porque han cambiado las circunstancias. Imaginar la
Colombia que viene es unas decisiones nuevas para un mundo nuevo que no
necesariamente tienen que ser iluminados por el pasado porque hay que tomar
decisiones nuevas y las decisiones son innovadoras. Uno no puede repetir la
tradición, que apenas sirve como contexto de qué conviene hacer, pero hay que
innovar y en la innovación uno está solo aventurando proyectos en los cuales se
puede equivocar o que le salgan bien, pero son decisiones para construir un
mundo nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario