Habla el fotoperiodista español Gervasio Sánchez, quien se la pasa de guerra en guerra retratando sus horrores pero a la vez denunciando a opresores y gobernantes cómplices.
Allí donde hay un
conflicto armado, Gervasio Sánchez Fernández es uno de los primeros en aparecer
con su cámara fotográfica y su olfato periodístico que le han merecido el
reconocimiento internacional. Salvo Chechenia, no se ha perdido guerra en
América, Asia, Europa o el corazón de África.
Su colega Arturo
Pérez-Reverte -el autor español que más libros vende-, lo describe en
“Territorio comanche” con su destrozado chaleco caqui de reportero sobre el
antibalas de segunda mano tratando de convencer a un camarógrafo para que se refugiara
en los orinales de un hotel en el cerco de Sarajevo mientras a pocos metros
‘llovían’ las bombas de los serbios y media docena de soldados croatas
observaban a esos ‘insensatos’ llamados corresponsales de guerra. “Si me matan
esta noche -decía Gervasio- no te lo perdonaré nunca”.
De paso por
Colombia (junio de 2010), donde fue jurado del Premio Cemex de Fotografía, El Espectador lo abordó con
una ráfaga de interrogantes que revelan el talante de este hombre de 51 años,
nacido en Córdoba (España), autor de una docena de libros y quien tiene cinco
hijos: uno –Di ego- con su esposa Choco Maldonado y cuatro adoptados.
Sí, cuatro: la mozambiqueña Sofía Elface
Fumo (ver foto), el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la niña colombiana
Mónica Paola Ojeda, quien quedó ciega a los ocho años tras ser blanco de una explosión.
“Sí, con mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte,
he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les
aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la
guerra perseguir la felicidad”, confiesa.
‘Gerva’, como le llaman
sus amigos, conoce a este país no por películas o relatos, sino porque se la ha
recorrido de cabo a rabo. Uno de los temas por los que se dejó atrapar es el de
las víctimas civiles de las minas antipersona, razón por la que ha montado el
proyecto “Vidas Minadas” con que el muestra este drama en el que Colombia
figura en los primeros puestos del deshonroso escalafón.
Enviado Especial de
la Unesco por la Paz , colaborador del Heraldo de Aragón, el Magazine de La
Vanguardia (Barcelona), la revista Tiempo , la cadena británica BBC y la Cadena SER , ha ganado los
premio Ortega y Gasset y Rey de España, entre una docena de distinciones. En un par de semanas
presentará en la
antigua Yugoslavia un reportaje conmovedor con imágenes de
personas en el fragor del conflicto y luego en la posguerra tomando como
referencia el mismo sitio.
Como el ruido ensordecedor de un cañón de
¿Qué razones lo llevaron a ser periodista y no chef o
criador de toros de lidia?
A veces uno intenta
saber por qué ha hecho una cosa y no ha hecho otra. Tiene que ver quizás con
los primeros años de vida, porque cuando tenía diez años una de las cosas que
más me gustaba hacer era coleccionar sellos postales y aprenderme capitales de
países. Una de mis ilusiones era viajar y conocer sitios. Siempre tuve mucho
interés por la geografía y la historia, menos por las matemáticas, y llegó un
momento a los 14 años que pensé que si quería viajar tenía dos posibilidades:
ser piloto de avión o ser periodista. Lo cual es sorprendente porque ni los
pilotos de avión viajan, ya que lo que hacen es ir de aeropuerto en aeropuerto,
ni los periodistas en su mayoría viajan. De hecho, cuando acabé el bachillerato
me fui a hacer el servicio militar voluntario y cuando volví después de veinte
meses todavía mantenía esa idea de seguir el periodismo. Ahí empecé.
¿Alguna frustración en el tiro al blanco lo condujo a
buscar refugio tras una cámara fotográfica?
No, yo hice el
servicio de paracaidista, que en España sigue siendo una de las unidades de las
fuerzas especiales, y fue una ‘mili’ durísima porque transcurrió entre 1977
(dos años después de morir el dictador Francisco Franco) y 1979, por lo que
había un ejército muy a la antigua usanza. Rápidamente me di cuenta que me
había metido en un lío gordo, pero me sirvió mucho porque hice cursos de
supervivencia, salté de aviones, disparé, estuve en maniobras de fuego real,
cosas que luego me han servido mucho en mi especialidad de periodismo. Una de
las primeras cosas que se aprende es saber cuándo es un disparo de entrada o de
salida, si viene o si va, qué tipo de proyectil están disparando, conocer las
armas porque ese conocimiento puede salvar la vida. Salí cansado,
pero no arrepentido.
¿Y qué es servir en las filas de un tirano como Franco?
No estaba Franco
pero era el ejército de Franco. Yo tenía apenas 17 años y de alguna forma uno
acaba perdonando aquellas cosas que ha hecho y que sorprenden. Cuando la gente
que me conoce se entera que fui caballero legionario paracaidista, se
sorprenden mucho.
¿Pero por qué no mejor ser corresponsal en Finlandia,
donde poco o nada pasa, o cubrir farándula?
Lo que tengo muy
claro es que quise ser periodista para ir a los conflictos. Es verdad que me
gustaban los deportes y hacer análisis; también hice crítica de cine, pero lo
mío es esto y nada más.
¿Fue una decisión osada? ¿irresponsable? ¿consecuente?
Cuando uno tiene
esa edad, todas las decisiones que toma son osadas y aventureras. De hecho sigo
diciéndoles a los jóvenes periodistas si quieren ir a la guerra, que lo piensen
bien porque la guerra no tiene nada de aventura ni es un espectáculo; es
simplemente el desastre. Sin embargo, entiendo que un joven de veinte años
quiera ir a la guerra como aventura. Por suerte
rápidamente me di cuenta que si quería trabajar en zonas de conflicto
tenía que ser por razones mucho más profundas que por el hecho de divertirme.
La guerra es el fracaso total y sus consecuencias se pagan a muy largo plazo, por
generaciones. Pasó con la Guerra Civil
Española y todavía agobiados por el tema, y pasará en
Colombia, aunque hoy día ya no hubiese más guerra habría generaciones y
generaciones que estarían bajo la influencia de todo el desastre de la guerra:
los desaparecidos, la violencia, los análisis de por qué se mata y cómo se
mata…
Tanto que le ha costado la persecución y el puesto al
juez Baltasar Garzón, por atreverse a escarbar en esos horrores que hoy muchos
quieren echarles tierra.
Garzón ha intentado
hacer algo que era necesario en España porque en mi país la clase política ha
sido muy cobarde en tratar el tema de la búsqueda de los desaparecidos de la Guerra Civil. En
noviembre hará 35 años que murió Franco, no murió ayer, y ha habido suficiente
tiempo para que todos los partidos políticos hubiesen planteado una estrategia
y solucionar este problema para siempre. Hace veinte años hubiera sido el
momento para hacerlo, pero no se hizo. El tema es que la mayoría de los
familiares quieren buscar a los desparecidos y ya no se van a conformar con
promesas falsas. Garzón, con su prestigio y también porque estaba sensibilizado
por este tema, intentó romper la baraja pero en España tenemos claramente un
poder judicial que le falta mucho por avanzar en lo que se llama la democratización. Es
sorprendente que el poder judicial en mi país pueda permitir aberraciones,
brutalidades, violencia y corrupción, y en cambio intente cargarse a un juez
porque simplemente está buscando la verdad.
No he estado en
Chechenia y Argelia, pero sí he estado en demasiados. Desde cuando empecé a
viajar en 1980 no he parado. Esto no es mejor ni es peor. Durante muchos años
me iba de un conflicto a otro; ahora me dedico más a hacer las consecuencias de
la guerra a largo plazo. Hasta que cumplí los cuarenta años me dediqué a saltar
de un lado para otro y había años en que estaba en diez o doce sitios, siempre
conflictivos.
¿Qué diferencia hay entre un fotoperiodista como usted y
un mercenario que olfatea guerras?
Los mercenarios
están mucho mejor pagados e incluso los periodistas mejor pagados están mucho
peor pagados que los mercenarios bien pagados, y las razones son un poco
distintas, porque el periodismo es algo tan importante para una sociedad como
la cultura o la
educación. Es importante que haya buen periodismo en un país
para que este país sea más independiente, más crítico, que su población sea
menos fácil de manipular. Los países que no tienen buen periodismo son más
fáciles de manipular y como periodista creo que es importante denunciar a
través de la cámara o de un reportaje todo ese tipo de cosas que ocurren en esa
nebulosa que produce la guerra y que a veces a no ser que la tengas delante de
tu morro no la ves. En Colombia
muchas personas creen que conocen la guerra, pero en realidad la conoce quien la vive. La gente de las
capitales que vive en los barrios bonitos les ha afectado alguna vez por un
coche-bomba, pero en la guerra las consecuencias, el desplazamiento masivo, la
desaparición forzosa y los combates, los protagonistas son casi siempre los
sectores más endebles de la sociedad, en un lado y en el otro, los soldados
como los guerrilleros, mientras que la mayoría de la gente que vive bien no se
entera ni sabe lo que es.
¿Entregar la vida por una foto o hasta allá no llegaría?
No. Eso es
complicado pero lo que está claro es que tanto yo como mis mejores amigos
siempre hemos intentado por todos los medios hacer las cosas con una lógica. Si
estás en un lugar donde no sabes lo que está pasando, lo mejor es retroceder, y
yo siempre lo he hecho. Casi siempre he coincidido con los mejores fotógrafos y
los mejores periodistas, y así lo hemos hecho. Es importante tomar decisiones
valientes, no yendo a lugares donde no sabes lo que está pasando. Lo cobarde e irresponsable
sería tirar para adelante sin saber lo que está sucediendo. Lo que pasa es que a
veces, incluso haciendo las cosas bien hechas, te pueden matar. Varios de mis
mejores amigos están muertos habiendo hecho las cosas bien hechas. Incluso hay
algunos que han muerto por no ir a los sitios. En el año 2003 el hijo de Julio
Anguita (Julio Anguita Parrado) decidió estando a la entrada de Bagdad (Irak)
no ir con una unidad operacional que estaba luchando contra los iraquíes cuando
se anunciaban combates fuertes en los que podría morir, y se quedó en la base y
estando allí cayó un proyectil y lo mató. A pesar de lo joven que era tomó una
decisión muy valerosa y responsable, pero murió. O el caso de José Couso que
estaba en el Hotel Bagdad y lo mataron tropas estadounidenses que dijeron que
lo habían confundido con una bazuka. O el caso de Julio Fuentes en Afganistán,
hablando de periodistas españoles, pero también en Colombia ha muerto mucha
gente en este conflicto, a veces porque
aquí las reglas de juego son distintas. Aquí en Colombia te puede matar
cualquier persona por el hecho de haberle criticado en una crónica o en una
entrevista.
¿Qué le ha permitido seguir contando el cuento: una estampa de la virgen, una oración, un talismán, el sentido de supervivencia…?
Las personas que
como yo hemos sobrevivido a tantos lugares conflictivos y que además hemos
perdido a buenos amigos, somos conscientes de que ha sido un tema de suerte.
Nosotros hemos tenido suerte y ellos no la han tenido. Quizás uno sigue trabajando
por la necesidad de reivindicar a estos amigos muertos. Yo estoy seguro que si
en vez de morir Julio Fuentes, José Couso o Miguel Gil, me hubieran matado a mí
ellos seguirían trabajando y se acordarían de mí.
¿Cuál es la vez que la muerte ha estado más cerca de
usted y se la ha rebajado?
Cuando trabajas en
lugares como los que he trabajado, en Centroamérica o en ciudades cercadas de
los Balcanes con mucha artillería o con francotiradores sabiendo que uno de éstos
en cualquier momento podía alcanzarte, varias veces las balas chocaron contra
mi coche. A veces llevaba coches con blindaje y por eso no había un miedo a ser
alcanzado, pero en otras las balas sí han alcanzado a coches que no tenían
blindaje, y de repente cae una granada de mortero y mata a tres personas que
están cerca a ti, y saber que si la esquirla en vez de irse para ese lado se
viene para este pues te mata a ti.
También hay cosas
que uno no puede saber. Puedes ir por una calle y giras a la derecha por una
decisión intuitiva y a la izquierda cae una granada. Antes de que mataran a
Miguel Gil en Sierra Leona (mayo de 2000), yo estuve en esa misma carretera y
de hecho íbamos un grupo de periodistas entre ellos uno de los que mataron y
dos de los que hirieron, y me acuerdo que en un momento determinado me empecé a
preocupar porque no sabíamos qué estaba pasando. Íbamos con soldados por una
ruta irregular, boscosa, típica para emboscadas y los tipos no sabían dónde
estábamos. Les dije: ¡hay que volver!, aquí no estamos haciendo nada. Así que
detuvimos el convoy y obligamos a uno de los camiones a que nos regresara.
Es famoso el caso del fotógrafo que ve al niño raquítico
de Sudán asediado por un buitre, toma la foto, gana el Premio Pulitzer y al
poco tiempo se quita la vida. ¿Usted ha perdido la sensibilidad?
En un sitio como
Sudán, donde están muriendo de hambre miles de personas, qué puedes hacer tú
para salvar la vida de alguien. En el caso de Kevin Carter yo sé que él no se
suicidó por esa fotografía. Él lo hizo bastantes meses después. Él pertenecía a
un club de fotógrafos sudafricanos que hicieron un gran trabajo durante el
apartheid. Es verdad que algunos fotógrafos y periodistas consumen demasiadas
drogas o toman demasiado alcohol y eso puede afectarte en tu propia situación y
yo creo que Kevin cayó en una crisis por lo que acabó quitándose la vida, pero
no fue por la foto aquella que hizo o dejó de hacer. Cuando le dieron el Premio
Pulitzer le hicieron muchas entrevistas y él quizás no se explicó bien. La
gente tiene tendencia a criticar por criticar. Yo he visto a muchos niños
agonizar o morir delante de mí. ¿Qué hago? ¿Me los meto al bolsillo y me los
llevo para mi casa? ¿Cómo coños quieren que hagamos esto? Para lo que tiene que
servir una foto como la de Kevin Carter es para acabar de una vez con el
sufrimiento y con el hambre. Pero no sucedió y al cabo de un par de años hubo
una hambruna tan terrible como la que estuvo cubriendo él. Yo estuve en esa
hambruna de 1998, que fue terrible, vi morir gente por todas partes y tú ya
tenías suficiente con intentar superar todos los estragos que estaba
produciendo aquella situación.
Sigo trabajando por
las mismas razones y con las mismas ideas que tenía al principio. Tengo muy
claro que si algún día no me motiva lo que estoy haciendo, me voy del lugar.
Estar en un sitio complicado, mal pagado y encima no estar a gusto, pues es un
poco de estúpidos. No me tengo que ir a la guerra porque no sé a dónde irme; yo
tengo una familia que me está esperando en mi casa, tanto como mi mujer con
quien llevo 25 años y con mi hijo, doce. Así que no tengo ninguna necesidad de
ir de un lado para otro, a no ser que sea por razones de necesidad moral y de
ejercer un oficio como es el periodismo, por ver con tus propios ojos lo que
está pasando y documentar las grandes tragedias que ocurren en el mundo.
¿Cómo manejar esos nervios de acero y no despertarse
sobresaltado cada noche recordando otras batallas?
Yo no tengo nervios
de acero, por lo que si cae una bomba cerca paso mucho miedo. Además, pasar
miedo en la guerra es el mejor antídoto contra la estupidez. ¡Hay que pasar
miedo!
¿Tanto como para orinarse en los pantalones?
Hasta ese extremo
no he llegado, pero he pasado miedo de saber que no puedes salir de una
situación. En Balcanes bombardeaban los lugares con mucha violencia y con
material pesado. Tú sabías que si caía una bomba encima de donde estabas, ya no
lo contabas. Ha habido momentos de gran tensión, saber que tenías que irte y
que había que tomar decisiones rápidas, teniendo en cuenta que los
francotiradores estaban esperándote, pero a la vez también machacaban la zona
con cohetes, barriéndolo todo, sin contemplaciones. He tenido momentos duros,
incluso con amigos que murieron. Con Miguel Gil tuvimos un serio susto y de
hecho nos dispararon en Kosovo, pero el coche blindado impidió que nos
alcanzaran las balas.
Antes existía el aliciente de la gran prensa, estilo Life o Time, que publicaban extensos reportajes. ¿Les siguen interesando las guerras a esas
revistas y periódicos?
Nunca he trabajado
ni para Life ni para Time; siempre lo he hecho como
periodista independiente para medios españoles y siempre con quienes respetan
mis trabajos. He dejado de trabajar con aquellos que no lo hacían, incluso
algunos prestigiosos y conocidos. Desde cuando era más joven y tenía menos
nombre siempre he intentado publicar mis trabajos en los medios que entendían
lo que estaba haciendo. La clave está en que paguen lo que te paguen tienes que
gastar menos de lo que ingresas si quieres seguir, porque si gastas más de lo
que recibes no puedes continuar, a no ser que tengas un tío capitalista que te
pague los viajes. Yo he sido muy cuidadoso con los gastos, me he metido a los
hoteles más baratos, he dormido en condiciones durísimas, he comido lo justo y
necesario. Ahora mismo estoy en una situación en la que me puedo dar el lujo de
hacer muchas cosas y si me voy a un país me puedo quedar en mejores hoteles,
pero sigo manteniendo esa norma de gastar lo menos posible para que lo que
ingreses sea más de lo que has gastado.
¿La clave está en el ojo, en la marca de la cámara, en el
lente, en los contactos, en el azar… o es una mezcla de todo?
Hacer buenas fotos
es relativamente fácil, y más hoy en día que hay unas cámaras con unos
automatismos precisos, unos autofocos impresionantes y unos objetivo más
rápidos. La tecnología ha avanzado muchísimo, pero lo que veo más difícil es
hacer un buen proyecto. Eso sí que son palabras mayores y de hecho cuando doy
clases a fotógrafos les digo que pueden hacer mejores fotos o peores fotos,
pero que el secreto está en hacer un buen proyecto, como pasa con todo en la vida. Echar un polvo
por ligarte a una tía una noche, eso es relativamente fácil sobre todo si eres
joven y te haces un buen ambiente, pero hacer un buen proyecto es algo más
complicado y a veces incluso imposible, según como seas tu o como te hayan ido
las cosas. Puedes tener un buen ojo, hay que tenerlo; tienes que tener una
buena cámara, hay que tenerla; debes tener clara la idea de lo que quieres
hacer, debes estar bien preparado, tienes que acercarte a lo que estás
fotografiando con energía y con ganas, pero el fondo del tema es que cuando
empieces a colocar una foto al lado de la otra que esa especie de secuencia
funcione. Nunca he sido un fotógrafo de foto única y cuando he trabajado para
agencias he intentado hacer la foto lógica pero también he buscado la foto
distinta. Me gusta variar mi posición, buscar las fotografías, moverme
alrededor de lo que está ocurriendo. Eso lo aprendí sobre la marcha, con la
suerte de haber trabajado sobre el terreno con los mejores fotógrafos del
mundo.
¿Granangular o zoom?
Siempre he
trabajado más con granangulares de 24 ó 28 milímetros , y no
me gusta tirarme encima de la gente, sino hacerlo a cierta distancia. De vez en
cuando uso un pequeño zoom de 85, pero tengo un zoom de 180 que hace como nueve
años que lo tengo en casa guardado porque ya no lo utilizo. El de 50 milímetros , que da
un encuadre muy bonito, casi nunca lo he usado. Estoy quizás un poco viciado
por la manera de trabajar.
¿Se arrepiente de esas palabras en la entrega del Premio
Ortega y Gasset cuando dijo: “me siento escandalizado cada vez que me topo con
armas españolas en los olvidados campos de batallas del tercer mundo y me avergüenzo
de mis representantes políticos”, denunciando que España posa como amigo de la
paz y a la vez vende bombas de racimo?
Al contrario, no
solamente no me arrepiento sino debo decir que hasta última hora no tenía la
seguridad de que lo iba a leer por una serie de razones vinculadas al Grupo
Prisa, porque yo trabajé con El País
muchos años y lo hago con la
Cadena Ser , que es del Grupo Prisa. Sabía que iba a decir
cosas muy fuertes y era como ‘quemarles’ un poco el acto, pero al final si
hablaba tenía que decir algo que invitara a reflexionar. No estaba buscando el
impacto ni mucho menos, porque el discurso que dura menos de cuatro minutos es
respetuoso porque en el fondo no estoy insultando a nadie, que es lo que te
pide a veces el cuerpo, llamarlos sinvergüenzas, y no lo hice. Al contrario,
fui decoroso.
Cuando mi país vende
armas a Colombia y Venezuela al mismo tiempo, algo que prohíbe la ley española
de control de armas de 2007 cuando se trata de países en guerra, países con
conflictos internos o países con problemas fronterizos. Se la saltan toda y
quienes permiten eso son señores de la guerra, hayan sido elegidos
democráticamente o no, se llamen Felipe González , José María Aznar, Adolfo Suárez o José Luis Rodríguez
Zapatero, se llamen Francoise Mitterrand o Valery Giscard, se llamen Helmut
Köhl o Ángela Merkel, se llamen George Bush o Bill Clinton, me da igual, porque
Clinton ha pasado a la historia como si fuera la hermanita de la caridad pero
su gobierno fue de gran violencia contra los iraquíes y él es responsable de
muchos muertos en ese país. Tantos muertos como los que mató Bush y eso es algo
que se olvida.
Son señores de la
guerra y en el prólogo de mi libro “Vidas minadas”, digo que algún día estas
personas podrán ser llamadas a declarar o ser encausadas en un tribunal
internacional. Nombré a todos los presidentes de mi país y dije que esas
personas podrían ser llamadas a un juicio por vender armas. Así que ni me
arrepiento ni me arrepentiré y menos después del gran impacto mediático que
tuvo en Internet. Descubrí el poder positivo de Internet gracias a este discurso
que le ha dado la vuelta al mundo.
¿Quisiera haber estado en la ‘Flotilla de la Libertad ’ que fue atacada
en estos días por soldados de Israel que asaltaron el barco turco Mavi Mármara,
mataron a nueve voluntarios y golpearon a otros ocupantes que pretendían llevan
ayuda humanitaria al territorio palestino de Gaza?
Yo he estado muchas
veces en Oriente Medio. De hecho empecé a trabajar allí en 1982. Llegué en ese
año con los israelíes invadiendo el sur del Líbano y después de las grandes
matanzas de los campos de refugiados de Sabra y Chatila (más de 3.500 civiles
asesinados por milicianos falangistas aupados por Ariel Sharon). Recuerdo lo
que significó eso para mí y la conmoción que produjeron aquellas matanzas en la
sociedad israelí. En aquellos tiempos la sociedad israelí todavía se
conmocionaba por las matanzas; ahora ya no, con alguna excepción como grupos
minoritarios de gente valiente o soldados que se dedican a romper el silencio.
Soldados que estuvieron en Gaza matando y que cuando han dejado el servicio se
han convertido en pacifistas. En el 82 se podía entrar a Gaza por cualquier
sitio; ahora no se puede por ninguna parte. También estuve allí durante la
Guerra del Golfo en el 91.
Si hubiera habido
una posibilidad, me hubiera montado en uno de esos barcos pero para documentar
lo que estaba pasando. Mi trabajo es hacer periodismo e ir en un barco que va a
romper un bloqueo es una buena historia, y además había gente interesante como
el escritor sueco (Henning) Mankell, doce eurodiputados y hasta una Premio
Nobel (la irlandesa Mairead
Maguire ).
¿Como conflicto Colombia ya no vale la pena?
Siempre he tenido
mucho interés por lo que pasa en este país. De hecho en el proyecto que estoy
preparando para presentar el año que viene, Colombia está incluida, así como en
“Vidas minadas”. Cuando lo empecé en 1995 en Colombia había pocos accidentes de
minas antipersona, en cambio en 2005 cuando decidí hacer la tercera parte del
proyecto Colombia estaba a punto de convertirse en el país con más accidentes
de este tipo en el mundo, en apenas diez años. Esto se ha debido a la
utilización de minas por parte de todos los grupos armados incluido el
Ejército, porque el Ejército no hace más que mentir sobre este tema en este
país. En mi nuevo proyecto
de los desaparecidos, Colombia tiene un papel muy importante.
He estado recientemente un mes entero en exhumaciones y entrega de cuerpos, y
realmente el peso de Colombia en el proyecto es enorme. Incluso me estoy
planteando venir a Colombia a hacer un trabajo en profundidad si la Unidad de
Justicia y Paz de la Fiscalía sigue trabajando con el nivel que lo ha venido
haciendo.
El Espectador denunció hace una semana que hasta los paramilitares han sembrado
minas antipersona.
Los paramilitares,
las dos guerrillas y el Ejército, porque las bases militares aisladas tienen
minas alrededor. Las guerrillas colombianas hacen una cosa vergonzosa que no he
podido entender, de muchas tantas. Han perdido el tren de la historia y su
comportamiento está haciendo un daño tremendo a este país, porque está
permitiendo la paramilitarización de Colombia y que personas como (Álvaro)
Uribe o sus allegados estén para siempre en el poder. Lo que no puedo aguantar
de las Farc y del ELN es que hayan matado a tantos civiles con los
cilindros-bomba cargados de metralla y excrementos, y las minas artesanales
también cargadas con excrementos. He visto chicos a quienes después de
cortarles la pierna, han tenido que operar hasta cinco veces por la gravedad de
la infección. Suena
a contradicción, pero en la guerra hay que utilizar las armas de una manera
humanitaria. ¡El Derecho Humanitario existe en la guerra!
¿Perú y Colombia se le parecen o comparando las
atrocidades de los dos países ‘aquí no pasó nada’?
Donde parece que no
pasó nada fue en Perú. Solamente habría que ver quién es en estos momentos el
presidente del Perú… un tal Alan García, un hombre que debería estar en una
prisión por los crímenes de guerra que permitió su gobierno de 1985 a 1990 o tendría que
estar tras las rejas por ser un corrupto, porque robó y se fue del país siendo
un ladrón. Lo que pasa en Perú es que el enjuiciamiento a (Alberto) Fujimori,
que era tan necesario, ha provocado una nebulosa terrible que es la de hacer
creer al mundo que todo lo que pasó en Perú se produjo durante la época de
Fujimori. Es verdad que Fujimori y su lugarteniente (Vladimiro) Montesinos hicieron un daño
tremendo a ese país, pero hay que recordar que entre 1980 y 1990 las Fuerzas
Armadas Peruanas asesinaron impunemente, violaron a mujeres e hicieron a
desaparecer a decenas de miles de seres humanos, como también lo hizo Sendero
Luminoso. El Estado cometió auténticas arbitrariedades, así que esté Alan
García en el poder es una vergüenza.
Y en Colombia en
estos últimos años la Fiscalía y los jueces han empezado a investigar
seriamente, y creo que en el futuro habrá grandes sorpresas. No me extrañaría
para nada que el señor Uribe Vélez acabase en la cárcel por sus implicaciones
en crímenes de guerra ocurridos en este país y los ‘falsos positivos’. Los
responsables de los ‘falsos positivos’, que son ejecuciones extrajudiciales,
son los soldados, los oficiales y los generales que los han permitido, pero
también son las autoridades civiles y militares que los han tapado e incluso
han pagado los beneficios. El señor presidente de este país es un responsable
por acción o por omisión; eso deberán decirlo los jueces. No sabemos si él
ordenó que esto ocurriera o si su pasividad lo permitió. Como el futuro
presidente (Juan Manuel) Santos, porque es muy posible que ambos tengan que ir
ante la justicia, y no estoy hablando de un tribunal internacional. Creo que
ambos van a ser juzgados en Colombia. Solamente tengo que recordar que Fujimori
parecía intocable hasta que fue juzgado y condenado, y lo fue por menores
crímenes que los que se han cometido durante el gobierno de Álvaro Uribe, con
el ministro de Defensa, Juan
Manuel Santos a la cabeza. Hay algunas coincidencias, como la
persecución a periodistas que ocurrió durante la época de Fujimori y que
también ha sucedido durante la época de Uribe. A Uribe le ha ganado la boca que
tiene, porque tiene una boca demasiado ancha y se va a arrepentir toda la vida
de las cosas que ha dicho en público, cuando ha tratado al poder judicial de
sicariato, cuando ha tratado al presidente de la Corte Suprema de
Justicia de prácticamente un criminal. ¿Alguien en Colombia puede pensar que
(Barack) Obama o Zapatero o la
señora Merkel iba a hablar de esta manera del presidente de la Corte Suprema
americana, española o alemana? ¡Imposible! Sería un escándalo y tendría que
dimitir al día siguiente; en cambio aquí Uribe se ha permitido el lujo de hasta
inventarse un lenguaje y corromperlo.
¿Usted es de los ‘terroristas’ que insisten en que en
Colombia hubo ‘falsos positivos’?
Yo debo ser de los
terroristas que insisten en que me cansa la manera en que se llama a las cosas
en Colombia. Los ‘falsos positivos’ son exactamente ejecuciones
extrajudiciales, crímenes de Estado, terrorismo de Estado, realizado por
funcionarios del Estado, con implicaciones a alto nivel del Estado, y son
además crímenes de lesa humanidad que no prescriben, con lo cual la Fiscalía y
los jueces están recopilando muchas pruebas para dar algunas sorpresas y no se
van a tardar mucho. Si yo fuera Álvaro Uribe empezaría a preocuparme el día que
deje de ser presidente de Colombia, porque a partir de ese día puede empezar a
tener serios problemas con la justicia.
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