viernes, 1 de febrero de 2013

La vida en manos de la suerte (Entrevista al fotoperiodista español Gervasio Sánchez)



Habla el fotoperiodista español Gervasio Sánchez, quien se la pasa  de guerra en guerra retratando sus horrores pero a la vez denunciando a opresores y gobernantes cómplices.

Allí donde hay un conflicto armado, Gervasio Sánchez Fernández es uno de los primeros en aparecer con su cámara fotográfica y su olfato periodístico que le han merecido el reconocimiento internacional. Salvo Chechenia, no se ha perdido guerra en América, Asia, Europa o el corazón de África.

Su colega Arturo Pérez-Reverte -el autor español que más libros vende-, lo describe en “Territorio comanche” con su destrozado chaleco caqui de reportero sobre el antibalas de segunda mano tratando de convencer a un camarógrafo para que se refugiara en los orinales de un hotel en el cerco de Sarajevo mientras a pocos metros ‘llovían’ las bombas de los serbios y media docena de soldados croatas observaban a esos ‘insensatos’ llamados corresponsales de guerra. “Si me matan esta noche -decía Gervasio- no te lo perdonaré nunca”.

De paso por Colombia (junio de 2010), donde fue jurado del Premio Cemex de Fotografía, El Espectador lo abordó con una ráfaga de interrogantes que revelan el talante de este hombre de 51 años, nacido en Córdoba (España), autor de una docena de libros y quien tiene cinco hijos: uno –Di ego- con su esposa Choco Maldonado y cuatro adoptados.

Sí, cuatro: la mozambiqueña Sofía Elface Fumo (ver foto), el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la niña colombiana Mónica Paola Ojeda, quien quedó ciega a los ocho años tras ser blanco de una explosión. “Sí, con mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad”, confiesa.

‘Gerva’, como le llaman sus amigos, conoce a este país no por películas o relatos, sino porque se la ha recorrido de cabo a rabo. Uno de los temas por los que se dejó atrapar es el de las víctimas civiles de las minas antipersona, razón por la que ha montado el proyecto “Vidas Minadas” con que el muestra este drama en el que Colombia figura en los primeros puestos del deshonroso escalafón.

Enviado Especial de la Unesco por la Paz, colaborador del Heraldo de Aragón, el Magazine de La Vanguardia (Barcelona), la revista Tiempo, la cadena británica BBC y la Cadena SER, ha ganado los premio Ortega y Gasset y Rey de España, entre una  docena de distinciones. En un par de semanas presentará en la antigua Yugoslavia un reportaje conmovedor con imágenes de personas en el fragor del conflicto y luego en la posguerra tomando como referencia el mismo sitio.



Como el ruido ensordecedor de un cañón de 100 milímetros, Gervasio suelta su andanada contra los fabricantes de armas, ‘los exportadores de la muerte’ y la dirigencia mundial, de la que no se escapa el presidente Álvaro Uribe Vélez a quien espera ver rindiendo cuentas ante la justicia.

¿Qué razones lo llevaron a ser periodista y no chef o criador de toros de lidia?
A veces uno intenta saber por qué ha hecho una cosa y no ha hecho otra. Tiene que ver quizás con los primeros años de vida, porque cuando tenía diez años una de las cosas que más me gustaba hacer era coleccionar sellos postales y aprenderme capitales de países. Una de mis ilusiones era viajar y conocer sitios. Siempre tuve mucho interés por la geografía y la historia, menos por las matemáticas, y llegó un momento a los 14 años que pensé que si quería viajar tenía dos posibilidades: ser piloto de avión o ser periodista. Lo cual es sorprendente porque ni los pilotos de avión viajan, ya que lo que hacen es ir de aeropuerto en aeropuerto, ni los periodistas en su mayoría viajan. De hecho, cuando acabé el bachillerato me fui a hacer el servicio militar voluntario y cuando volví después de veinte meses todavía mantenía esa idea de seguir el periodismo. Ahí empecé.

¿Alguna frustración en el tiro al blanco lo condujo a buscar refugio tras una cámara fotográfica?
No, yo hice el servicio de paracaidista, que en España sigue siendo una de las unidades de las fuerzas especiales, y fue una ‘mili’ durísima porque transcurrió entre 1977 (dos años después de morir el dictador Francisco Franco) y 1979, por lo que había un ejército muy a la antigua usanza. Rápidamente me di cuenta que me había metido en un lío gordo, pero me sirvió mucho porque hice cursos de supervivencia, salté de aviones, disparé, estuve en maniobras de fuego real, cosas que luego me han servido mucho en mi especialidad de periodismo. Una de las primeras cosas que se aprende es saber cuándo es un disparo de entrada o de salida, si viene o si va, qué tipo de proyectil están disparando, conocer las armas porque ese conocimiento puede salvar la vida. Salí cansado, pero no arrepentido.

¿Y qué es servir en las filas de un tirano como Franco?
No estaba Franco pero era el ejército de Franco. Yo tenía apenas 17 años y de alguna forma uno acaba perdonando aquellas cosas que ha hecho y que sorprenden. Cuando la gente que me conoce se entera que fui caballero legionario paracaidista, se sorprenden mucho.

¿Pero por qué no mejor ser corresponsal en Finlandia, donde poco o nada pasa, o cubrir farándula?
Lo que tengo muy claro es que quise ser periodista para ir a los conflictos. Es verdad que me gustaban los deportes y hacer análisis; también hice crítica de cine, pero lo mío es esto y nada más.

¿Fue una decisión osada? ¿irresponsable? ¿consecuente?
Cuando uno tiene esa edad, todas las decisiones que toma son osadas y aventureras. De hecho sigo diciéndoles a los jóvenes periodistas si quieren ir a la guerra, que lo piensen bien porque la guerra no tiene nada de aventura ni es un espectáculo; es simplemente el desastre. Sin embargo, entiendo que un joven de veinte años quiera ir a la guerra como aventura. Por suerte  rápidamente me di cuenta que si quería trabajar en zonas de conflicto tenía que ser por razones mucho más profundas que por el hecho de divertirme. La guerra es el fracaso total y sus consecuencias se pagan a muy largo plazo, por generaciones. Pasó con la Guerra Civil Española y todavía agobiados por el tema, y pasará en Colombia, aunque hoy día ya no hubiese más guerra habría generaciones y generaciones que estarían bajo la influencia de todo el desastre de la guerra: los desaparecidos, la violencia, los análisis de por qué se mata y cómo se mata…

Tanto que le ha costado la persecución y el puesto al juez Baltasar Garzón, por atreverse a escarbar en esos horrores que hoy muchos quieren echarles tierra.
Garzón ha intentado hacer algo que era necesario en España porque en mi país la clase política ha sido muy cobarde en tratar el tema de la búsqueda de los desaparecidos de la Guerra Civil. En noviembre hará 35 años que murió Franco, no murió ayer, y ha habido suficiente tiempo para que todos los partidos políticos hubiesen planteado una estrategia y solucionar este problema para siempre. Hace veinte años hubiera sido el momento para hacerlo, pero no se hizo. El tema es que la mayoría de los familiares quieren buscar a los desparecidos y ya no se van a conformar con promesas falsas. Garzón, con su prestigio y también porque estaba sensibilizado por este tema, intentó romper la baraja pero en España tenemos claramente un poder judicial que le falta mucho por avanzar en lo que se llama la democratización. Es sorprendente que el poder judicial en mi país pueda permitir aberraciones, brutalidades, violencia y corrupción, y en cambio intente cargarse a un juez porque simplemente está buscando la verdad.



¿En qué conflicto no ha estado?
No he estado en Chechenia y Argelia, pero sí he estado en demasiados. Desde cuando empecé a viajar en 1980 no he parado. Esto no es mejor ni es peor. Durante muchos años me iba de un conflicto a otro; ahora me dedico más a hacer las consecuencias de la guerra a largo plazo. Hasta que cumplí los cuarenta años me dediqué a saltar de un lado para otro y había años en que estaba en diez o doce sitios, siempre conflictivos.

¿Qué diferencia hay entre un fotoperiodista como usted y un mercenario que  olfatea guerras?
Los mercenarios están mucho mejor pagados e incluso los periodistas mejor pagados están mucho peor pagados que los mercenarios bien pagados, y las razones son un poco distintas, porque el periodismo es algo tan importante para una sociedad como la cultura o la educación. Es importante que haya buen periodismo en un país para que este país sea más independiente, más crítico, que su población sea menos fácil de manipular. Los países que no tienen buen periodismo son más fáciles de manipular y como periodista creo que es importante denunciar a través de la cámara o de un reportaje todo ese tipo de cosas que ocurren en esa nebulosa que produce la guerra y que a veces a no ser que la tengas delante de tu morro no la ves. En Colombia muchas personas creen que conocen la guerra, pero en realidad la conoce quien la vive. La gente de las capitales que vive en los barrios bonitos les ha afectado alguna vez por un coche-bomba, pero en la guerra las consecuencias, el desplazamiento masivo, la desaparición forzosa y los combates, los protagonistas son casi siempre los sectores más endebles de la sociedad, en un lado y en el otro, los soldados como los guerrilleros, mientras que la mayoría de la gente que vive bien no se entera ni sabe lo que es.

¿Entregar la vida por una foto o hasta allá no llegaría?
No. Eso es complicado pero lo que está claro es que tanto yo como mis mejores amigos siempre hemos intentado por todos los medios hacer las cosas con una lógica. Si estás en un lugar donde no sabes lo que está pasando, lo mejor es retroceder, y yo siempre lo he hecho. Casi siempre he coincidido con los mejores fotógrafos y los mejores periodistas, y así lo hemos hecho. Es importante tomar decisiones valientes, no yendo a lugares donde no sabes lo que está pasando. Lo cobarde e irresponsable sería tirar para adelante sin saber lo que está sucediendo. Lo que pasa es que a veces, incluso haciendo las cosas bien hechas, te pueden matar. Varios de mis mejores amigos están muertos habiendo hecho las cosas bien hechas. Incluso hay algunos que han muerto por no ir a los sitios. En el año 2003 el hijo de Julio Anguita (Julio Anguita Parrado) decidió estando a la entrada de Bagdad (Irak) no ir con una unidad operacional que estaba luchando contra los iraquíes cuando se anunciaban combates fuertes en los que podría morir, y se quedó en la base y estando allí cayó un proyectil y lo mató. A pesar de lo joven que era tomó una decisión muy valerosa y responsable, pero murió. O el caso de José Couso que estaba en el Hotel Bagdad y lo mataron tropas estadounidenses que dijeron que lo habían confundido con una bazuka. O el caso de Julio Fuentes en Afganistán, hablando de periodistas españoles, pero también en Colombia ha muerto mucha gente en este conflicto,  a veces porque aquí las reglas de juego son distintas. Aquí en Colombia te puede matar cualquier persona por el hecho de haberle criticado en una crónica o en una entrevista.


¿Qué le ha permitido seguir contando el cuento: una estampa de la virgen, una oración, un talismán, el sentido de supervivencia…?
Las personas que como yo hemos sobrevivido a tantos lugares conflictivos y que además hemos perdido a buenos amigos, somos conscientes de que ha sido un tema de suerte. Nosotros hemos tenido suerte y ellos no la han tenido. Quizás uno sigue trabajando por la necesidad de reivindicar a estos amigos muertos. Yo estoy seguro que si en vez de morir Julio Fuentes, José Couso o Miguel Gil, me hubieran matado a mí ellos seguirían trabajando y se acordarían de mí.

¿Cuál es la vez que la muerte ha estado más cerca de usted y se la ha rebajado?
Cuando trabajas en lugares como los que he trabajado, en Centroamérica o en ciudades cercadas de los Balcanes con mucha artillería o con francotiradores sabiendo que uno de éstos en cualquier momento podía alcanzarte, varias veces las balas chocaron contra mi coche. A veces llevaba coches con blindaje y por eso no había un miedo a ser alcanzado, pero en otras las balas sí han alcanzado a coches que no tenían blindaje, y de repente cae una granada de mortero y mata a tres personas que están cerca a ti, y saber que si la esquirla en vez de irse para ese lado se viene para este pues te mata a ti.
También hay cosas que uno no puede saber. Puedes ir por una calle y giras a la derecha por una decisión intuitiva y a la izquierda cae una granada. Antes de que mataran a Miguel Gil en Sierra Leona (mayo de 2000), yo estuve en esa misma carretera y de hecho íbamos un grupo de periodistas entre ellos uno de los que mataron y dos de los que hirieron, y me acuerdo que en un momento determinado me empecé a preocupar porque no sabíamos qué estaba pasando. Íbamos con soldados por una ruta irregular, boscosa, típica para emboscadas y los tipos no sabían dónde estábamos. Les dije: ¡hay que volver!, aquí no estamos haciendo nada. Así que detuvimos el convoy y obligamos a uno de los camiones a que nos regresara.

Es famoso el caso del fotógrafo que ve al niño raquítico de Sudán asediado por un buitre, toma la foto, gana el Premio Pulitzer y al poco tiempo se quita la vida. ¿Usted ha perdido la sensibilidad?
En un sitio como Sudán, donde están muriendo de hambre miles de personas, qué puedes hacer tú para salvar la vida de alguien. En el caso de Kevin Carter yo sé que él no se suicidó por esa fotografía. Él lo hizo bastantes meses después. Él pertenecía a un club de fotógrafos sudafricanos que hicieron un gran trabajo durante el apartheid. Es verdad que algunos fotógrafos y periodistas consumen demasiadas drogas o toman demasiado alcohol y eso puede afectarte en tu propia situación y yo creo que Kevin cayó en una crisis por lo que acabó quitándose la vida, pero no fue por la foto aquella que hizo o dejó de hacer. Cuando le dieron el Premio Pulitzer le hicieron muchas entrevistas y él quizás no se explicó bien. La gente tiene tendencia a criticar por criticar. Yo he visto a muchos niños agonizar o morir delante de mí. ¿Qué hago? ¿Me los meto al bolsillo y me los llevo para mi casa? ¿Cómo coños quieren que hagamos esto? Para lo que tiene que servir una foto como la de Kevin Carter es para acabar de una vez con el sufrimiento y con el hambre. Pero no sucedió y al cabo de un par de años hubo una hambruna tan terrible como la que estuvo cubriendo él. Yo estuve en esa hambruna de 1998, que fue terrible, vi morir gente por todas partes y tú ya tenías suficiente con intentar superar todos los estragos que estaba produciendo aquella situación.
Sigo trabajando por las mismas razones y con las mismas ideas que tenía al principio. Tengo muy claro que si algún día no me motiva lo que estoy haciendo, me voy del lugar. Estar en un sitio complicado, mal pagado y encima no estar a gusto, pues es un poco de estúpidos. No me tengo que ir a la guerra porque no sé a dónde irme; yo tengo una familia que me está esperando en mi casa, tanto como mi mujer con quien llevo 25 años y con mi hijo, doce. Así que no tengo ninguna necesidad de ir de un lado para otro, a no ser que sea por razones de necesidad moral y de ejercer un oficio como es el periodismo, por ver con tus propios ojos lo que está pasando y documentar las grandes tragedias que ocurren en el mundo.

¿Cómo manejar esos nervios de acero y no despertarse sobresaltado cada noche recordando otras batallas?
Yo no tengo nervios de acero, por lo que si cae una bomba cerca paso mucho miedo. Además, pasar miedo en la guerra es el mejor antídoto contra la estupidez. ¡Hay que pasar miedo!

¿Tanto como para orinarse en los pantalones?
Hasta ese extremo no he llegado, pero he pasado miedo de saber que no puedes salir de una situación. En Balcanes bombardeaban los lugares con mucha violencia y con material pesado. Tú sabías que si caía una bomba encima de donde estabas, ya no lo contabas. Ha habido momentos de gran tensión, saber que tenías que irte y que había que tomar decisiones rápidas, teniendo en cuenta que los francotiradores estaban esperándote, pero a la vez también machacaban la zona con cohetes, barriéndolo todo, sin contemplaciones. He tenido momentos duros, incluso con amigos que murieron. Con Miguel Gil tuvimos un serio susto y de hecho nos dispararon en Kosovo, pero el coche blindado impidió que nos alcanzaran las balas.

Antes existía el aliciente de la gran prensa, estilo Life o Time, que publicaban extensos reportajes. ¿Les siguen interesando las guerras a esas revistas y periódicos?
Nunca he trabajado ni para Life ni para Time; siempre lo he hecho como periodista independiente para medios españoles y siempre con quienes respetan mis trabajos. He dejado de trabajar con aquellos que no lo hacían, incluso algunos prestigiosos y conocidos. Desde cuando era más joven y tenía menos nombre siempre he intentado publicar mis trabajos en los medios que entendían lo que estaba haciendo. La clave está en que paguen lo que te paguen tienes que gastar menos de lo que ingresas si quieres seguir, porque si gastas más de lo que recibes no puedes continuar, a no ser que tengas un tío capitalista que te pague los viajes. Yo he sido muy cuidadoso con los gastos, me he metido a los hoteles más baratos, he dormido en condiciones durísimas, he comido lo justo y necesario. Ahora mismo estoy en una situación en la que me puedo dar el lujo de hacer muchas cosas y si me voy a un país me puedo quedar en mejores hoteles, pero sigo manteniendo esa norma de gastar lo menos posible para que lo que ingreses sea más de lo que has gastado.

¿La clave está en el ojo, en la marca de la cámara, en el lente, en los contactos, en el azar… o es una mezcla de todo?
Hacer buenas fotos es relativamente fácil, y más hoy en día que hay unas cámaras con unos automatismos precisos, unos autofocos impresionantes y unos objetivo más rápidos. La tecnología ha avanzado muchísimo, pero lo que veo más difícil es hacer un buen proyecto. Eso sí que son palabras mayores y de hecho cuando doy clases a fotógrafos les digo que pueden hacer mejores fotos o peores fotos, pero que el secreto está en hacer un buen proyecto, como pasa con todo en la vida. Echar un polvo por ligarte a una tía una noche, eso es relativamente fácil sobre todo si eres joven y te haces un buen ambiente, pero hacer un buen proyecto es algo más complicado y a veces incluso imposible, según como seas tu o como te hayan ido las cosas. Puedes tener un buen ojo, hay que tenerlo; tienes que tener una buena cámara, hay que tenerla; debes tener clara la idea de lo que quieres hacer, debes estar bien preparado, tienes que acercarte a lo que estás fotografiando con energía y con ganas, pero el fondo del tema es que cuando empieces a colocar una foto al lado de la otra que esa especie de secuencia funcione. Nunca he sido un fotógrafo de foto única y cuando he trabajado para agencias he intentado hacer la foto lógica pero también he buscado la foto distinta. Me gusta variar mi posición, buscar las fotografías, moverme alrededor de lo que está ocurriendo. Eso lo aprendí sobre la marcha, con la suerte de haber trabajado sobre el terreno con los mejores fotógrafos del mundo.

¿Granangular o zoom?
Siempre he trabajado más con granangulares de 24 ó 28 milímetros, y no me gusta tirarme encima de la gente, sino hacerlo a cierta distancia. De vez en cuando uso un pequeño zoom de 85, pero tengo un zoom de 180 que hace como nueve años que lo tengo en casa guardado porque ya no lo utilizo. El de 50 milímetros, que da un encuadre muy bonito, casi nunca lo he usado. Estoy quizás un poco viciado por la manera de trabajar.

¿Se arrepiente de esas palabras en la entrega del Premio Ortega y Gasset cuando dijo: “me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batallas del tercer mundo y me avergüenzo de mis representantes políticos”, denunciando que España posa como amigo de la paz y a la vez vende bombas de racimo?
Al contrario, no solamente no me arrepiento sino debo decir que hasta última hora no tenía la seguridad de que lo iba a leer por una serie de razones vinculadas al Grupo Prisa, porque yo trabajé con El País muchos años y lo hago con la Cadena Ser, que es del Grupo Prisa. Sabía que iba a decir cosas muy fuertes y era como ‘quemarles’ un poco el acto, pero al final si hablaba tenía que decir algo que invitara a reflexionar. No estaba buscando el impacto ni mucho menos, porque el discurso que dura menos de cuatro minutos es respetuoso porque en el fondo no estoy insultando a nadie, que es lo que te pide a veces el cuerpo, llamarlos sinvergüenzas, y no lo hice. Al contrario, fui decoroso.
Cuando mi país vende armas a Colombia y Venezuela al mismo tiempo, algo que prohíbe la ley española de control de armas de 2007 cuando se trata de países en guerra, países con conflictos internos o países con problemas fronterizos. Se la saltan toda y quienes permiten eso son señores de la guerra, hayan sido elegidos democráticamente o no, se llamen Felipe González, José María Aznar, Adolfo Suárez o José Luis Rodríguez Zapatero, se llamen Francoise Mitterrand o Valery Giscard, se llamen Helmut Köhl o Ángela Merkel, se llamen George Bush o Bill Clinton, me da igual, porque Clinton ha pasado a la historia como si fuera la hermanita de la caridad pero su gobierno fue de gran violencia contra los iraquíes y él es responsable de muchos muertos en ese país. Tantos muertos como los que mató Bush y eso es algo que se olvida.
Son señores de la guerra y en el prólogo de mi libro “Vidas minadas”, digo que algún día estas personas podrán ser llamadas a declarar o ser encausadas en un tribunal internacional. Nombré a todos los presidentes de mi país y dije que esas personas podrían ser llamadas a un juicio por vender armas. Así que ni me arrepiento ni me arrepentiré y menos después del gran impacto mediático que tuvo en Internet. Descubrí el poder positivo de Internet gracias a este discurso que le ha dado la vuelta al mundo.

¿Quisiera haber estado en la ‘Flotilla de la Libertad’ que fue atacada en estos días por soldados de Israel que asaltaron el barco turco Mavi Mármara, mataron a nueve voluntarios y golpearon a otros ocupantes que pretendían llevan ayuda humanitaria al territorio palestino de Gaza?
Yo he estado muchas veces en Oriente Medio. De hecho empecé a trabajar allí en 1982. Llegué en ese año con los israelíes invadiendo el sur del Líbano y después de las grandes matanzas de los campos de refugiados de Sabra y Chatila (más de 3.500 civiles asesinados por milicianos falangistas aupados por Ariel Sharon). Recuerdo lo que significó eso para mí y la conmoción que produjeron aquellas matanzas en la sociedad israelí. En aquellos tiempos la sociedad israelí todavía se conmocionaba por las matanzas; ahora ya no, con alguna excepción como grupos minoritarios de gente valiente o soldados que se dedican a romper el silencio. Soldados que estuvieron en Gaza matando y que cuando han dejado el servicio se han convertido en pacifistas. En el 82 se podía entrar a Gaza por cualquier sitio; ahora no se puede por ninguna parte. También estuve allí durante la Guerra del Golfo en el 91.
Si hubiera habido una posibilidad, me hubiera montado en uno de esos barcos pero para documentar lo que estaba pasando. Mi trabajo es hacer periodismo e ir en un barco que va a romper un bloqueo es una buena historia, y además había gente interesante como el escritor sueco (Henning) Mankell, doce eurodiputados y hasta una Premio Nobel (la irlandesa Mairead Maguire).

¿Como conflicto Colombia ya no vale la pena?
Siempre he tenido mucho interés por lo que pasa en este país. De hecho en el proyecto que estoy preparando para presentar el año que viene, Colombia está incluida, así como en “Vidas minadas”. Cuando lo empecé en 1995 en Colombia había pocos accidentes de minas antipersona, en cambio en 2005 cuando decidí hacer la tercera parte del proyecto Colombia estaba a punto de convertirse en el país con más accidentes de este tipo en el mundo, en apenas diez años. Esto se ha debido a la utilización de minas por parte de todos los grupos armados incluido el Ejército, porque el Ejército no hace más que mentir sobre este tema en este país. En mi nuevo proyecto de los desaparecidos, Colombia tiene un papel muy importante. He estado recientemente un mes entero en exhumaciones y entrega de cuerpos, y realmente el peso de Colombia en el proyecto es enorme. Incluso me estoy planteando venir a Colombia a hacer un trabajo en profundidad si la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía sigue trabajando con el nivel que lo ha venido haciendo.

El Espectador denunció hace una semana que hasta los paramilitares han sembrado minas antipersona.
Los paramilitares, las dos guerrillas y el Ejército, porque las bases militares aisladas tienen minas alrededor. Las guerrillas colombianas hacen una cosa vergonzosa que no he podido entender, de muchas tantas. Han perdido el tren de la historia y su comportamiento está haciendo un daño tremendo a este país, porque está permitiendo la paramilitarización de Colombia y que personas como (Álvaro) Uribe o sus allegados estén para siempre en el poder. Lo que no puedo aguantar de las Farc y del ELN es que hayan matado a tantos civiles con los cilindros-bomba cargados de metralla y excrementos, y las minas artesanales también cargadas con excrementos. He visto chicos a quienes después de cortarles la pierna, han tenido que operar hasta cinco veces por la gravedad de la infección. Suena a contradicción, pero en la guerra hay que utilizar las armas de una manera humanitaria. ¡El Derecho Humanitario existe en la guerra!

¿Perú y Colombia se le parecen o comparando las atrocidades de los dos países ‘aquí no pasó nada’?
Donde parece que no pasó nada fue en Perú. Solamente habría que ver quién es en estos momentos el presidente del Perú… un tal Alan García, un hombre que debería estar en una prisión por los crímenes de guerra que permitió su gobierno de 1985 a 1990 o tendría que estar tras las rejas por ser un corrupto, porque robó y se fue del país siendo un ladrón. Lo que pasa en Perú es que el enjuiciamiento a (Alberto) Fujimori, que era tan necesario, ha provocado una nebulosa terrible que es la de hacer creer al mundo que todo lo que pasó en Perú se produjo durante la época de Fujimori. Es verdad que Fujimori y su lugarteniente  (Vladimiro) Montesinos hicieron un daño tremendo a ese país, pero hay que recordar que entre 1980 y 1990 las Fuerzas Armadas Peruanas asesinaron impunemente, violaron a mujeres e hicieron a desaparecer a decenas de miles de seres humanos, como también lo hizo Sendero Luminoso. El Estado cometió auténticas arbitrariedades, así que esté Alan García en el poder es una vergüenza.
Y en Colombia en estos últimos años la Fiscalía y los jueces han empezado a investigar seriamente, y creo que en el futuro habrá grandes sorpresas. No me extrañaría para nada que el señor Uribe Vélez acabase en la cárcel por sus implicaciones en crímenes de guerra ocurridos en este país y los ‘falsos positivos’. Los responsables de los ‘falsos positivos’, que son ejecuciones extrajudiciales, son los soldados, los oficiales y los generales que los han permitido, pero también son las autoridades civiles y militares que los han tapado e incluso han pagado los beneficios. El señor presidente de este país es un responsable por acción o por omisión; eso deberán decirlo los jueces. No sabemos si él ordenó que esto ocurriera o si su pasividad lo permitió. Como el futuro presidente (Juan Manuel) Santos, porque es muy posible que ambos tengan que ir ante la justicia, y no estoy hablando de un tribunal internacional. Creo que ambos van a ser juzgados en Colombia. Solamente tengo que recordar que Fujimori parecía intocable hasta que fue juzgado y condenado, y lo fue por menores crímenes que los que se han cometido durante el gobierno de Álvaro Uribe, con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos a la cabeza. Hay algunas coincidencias, como la persecución a periodistas que ocurrió durante la época de Fujimori y que también ha sucedido durante la época de Uribe. A Uribe le ha ganado la boca que tiene, porque tiene una boca demasiado ancha y se va a arrepentir toda la vida de las cosas que ha dicho en público, cuando ha tratado al poder judicial de sicariato, cuando ha tratado al presidente de la Corte Suprema de Justicia de prácticamente un criminal. ¿Alguien en Colombia puede pensar que (Barack) Obama o Zapatero o la señora Merkel iba a hablar de esta manera del presidente de la Corte Suprema americana, española o alemana? ¡Imposible! Sería un escándalo y tendría que dimitir al día siguiente; en cambio aquí Uribe se ha permitido el lujo de hasta inventarse un lenguaje y corromperlo.

¿Usted es de los ‘terroristas’ que insisten en que en Colombia hubo ‘falsos positivos’?
Yo debo ser de los terroristas que insisten en que me cansa la manera en que se llama a las cosas en Colombia. Los ‘falsos positivos’ son exactamente ejecuciones extrajudiciales, crímenes de Estado, terrorismo de Estado, realizado por funcionarios del Estado, con implicaciones a alto nivel del Estado, y son además crímenes de lesa humanidad que no prescriben, con lo cual la Fiscalía y los jueces están recopilando muchas pruebas para dar algunas sorpresas y no se van a tardar mucho. Si yo fuera Álvaro Uribe empezaría a preocuparme el día que deje de ser presidente de Colombia, porque a partir de ese día puede empezar a tener serios problemas con la justicia.



La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura designó en 1998 a Gervasio Sánchez “Enviado Especial de la Unesco por la Paz”, debido “al extraordinario testimonio que ofrece mediante la fotografía del calvario que padecen las víctimas de las minas antipersona y por su infatigable promoción de una cultura de la paz al sensibilizar a la opinión pública mundial sobre la necesidad de proscribir estas armas y de ayudar a los mutilados a reinsertarse en la vida cotidiana”.

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