Diálogo con el
exarquero de River Plate (Argentina), quien en su paso por el Atlético
Bucaramanga se convirtió en leyenda, después de haber sido contratado gracias a
una rifa que se hizo en la ciudad. Relato estremecedor de quien del triunfo
cayó al abandono e incluso pensó en el suicidio.
Luis Alberto
Landaburu encarna ese péndulo en que se convierte la vida de un futbolista. A
sus 59 años, su rostro pasa de la alegría a la tristeza casi de la misma forma
en que los aficionados aúpan a un jugador y al instante pueden estar
abucheándole e incluso deseándole la peor de las desgracias.
Luis Alberto
llora de felicidad cuando recuerda aquellos días en que era el centro de los
comentarios en los medios santandereanos, pero también deja brotar sus lágrimas
al repasar sus caídas y su condición de ser humano como todos, incluso los que
se subieron al carro de la victoria y después le dieron una patada.
Sereno, ‘La
Foca’ Landaburu (Buenos Aires, 1953) ya no puede encerrarse bajo los tres palos
de su arco y acepta este diálogo solamente resguardado en su fe en Dios y en su
sinceridad. Vino a disputar ese nostálgico partido del 28 de diciembre en el
que viejas figuras del Atlético Bucaramanga -la mayoría con inocultables
barrigas-, saltan a La Marte con el mismo entusiasmo que cuando debutaron, pero
esta vez con el único propósito de agradecerle a la vida por haberles dado
tanto.
Y no fue sino
pisar la cancha sintética cuando ya estaba recibiendo un tiro libre de esos que
llegan al alma. Óscar Díaz le hizo un alto en el camino y le enseñó una foto
enmarcada en la que aparece Landaburu con un niño a su lado en el estadio
‘Alfonso López’. “Pues ése soy yo y usted sigue siendo mi héroe”, le dijo Díaz,
uno de esos sufridos hinchas del equipo que en 2013 inicia su quinto año en la
segunda categoría.
Óscar Díaz, uno más de los sufridos hinchas del Atlético Bucaramanga, buscó a Luis Alberto Landaburu para mostrarle esta foto del álbum de los recuerdos y darle un abrazo. El exarquero recordó aquellas jornadas en el 'Alfonso López' y le contó que un día de 1976 con River Plate y ante San Martín de San Juan, su equipo no tenía más cambios y le tocó jugar de volante. Foto Pastor Virviescas Gómez
Sorpresa a la
que sumaron otras tantas, como la de aquel anónimo fanático que conserva el
afiche de la plantilla de 1984 en la que al lado de Landaburu y con una
colorido camiseta con el aviso de Hipinto aparecen, entre otros, Luis ‘Chonto’ Herrera,
Alfredo ‘El Pirata’ Ferrer, Janio Cabezas, Orlando ‘El Pony’ Maturana, Américo
Quiñonez, Adolfo Holguín, Domingo Alarcón y sus paisanos argentinos Héctor
Ramón Sossa, ‘El Negro’ Miguel Oswaldo González, José Gerardo Galván y Juan
Carlos ‘El Nene’ Díaz, con quienes clasificó al octogonal final, logro con
visos de proeza para un equipo que está acostumbrado al sótano.
En este mano a mano con Eduardo Emilio Vilarete Fernández en la cancha Marte, Luis Alberto Landaburu corroboró sus cualidades de arquero, desviando el balón al tiro de esquina. 'La Foca' fue campeón con River Plate en los torneos metropolitanos de 1975, 1977 y 1979 y nacional de 1975 y 1979. Foto Pastor Virviescas Gómez
Durante casi diez años y hasta 1980 suplente la mayor parte de las veces en el River Plate de Ubaldo Matildo 'El Pato' Fillol -considerado por los entendidos como el mejor arquero de Argentina y de Suramérica-, a Landaburu las cosas nunca le resultaron fáciles. Desde chico cuando se inició en Defensores de Belgrano entrenaba con obsesión, hasta debutar en primera división a los 15 años de edad y tocar las puertas de ese cielo infinito llamado River Plate, el de la banda roja, el cuadro técnico Ángel Labruna lo declaró intransferible.
¿Pero cómo vino
a parar al Bucaramanga? De River Plate y Vélez Sarsfield (1981), Landaburu se vinculó al Tampico Madero de
México, luego a Estudiantes de Caseros (con el que salió campeón) y después al Cúcuta
Deportivo en 1983. “En la final estaban en las graderías Hugo Horacio Lóndero y
Jorge Ibrahim, vicepresidente del Cúcuta. Me convencieron de venir a Colombia y
conozco Bucaramanga en el ‘Clásico del Oriente’. Allí me nació el cosquilleo
por esta ciudad. Llevábamos siete fechas y la prensa nacional hablaba de que
había un arquero diferente. Si bien el equipo no era bueno, yo atajaba mucho y
aparte tenía una manera diferente de atajar. Todo el mundo me quería conocer.
Cuando salté al ‘Alfonso López’, haciendo ese show que hacía yo, miré el estadio y me enamoré. Me gustó el
colorido, la ciudad hermosa y dije: algún día voy a jugar en este club. Cuando
terminó el partido salí ovacionado y como la figura de la jornada. El partido
quedó 1-1. Me hizo el gol en el arco sur ‘El Cañón’ Landaburo. Siguió el
campeonato y tuve la suerte de ser elegido el mejor arquero del año, pero
Cúcuta era un club que no tenía dinero y yo estaba a préstamo”.
Con esa
incertidumbre y a punto de firmar con Instituto de Córdoba (Argentina), ‘La
Foca’ hace memoria: “Aparece el Bucaramanga en mi vida. Y fíjese lo que es el
corazón, porque yo estaba por arreglar en Instituto por setenta mil dólares de
prima y diez mil dólares por mes, que era plata, mucha plata… Y el Bucaramanga
por medio de ‘El Nene’ Díaz me localiza y me dice que tenía dos mil dólares y
los tiquetes (en avión)”.
Luis Alberto le
pidió un poco más, pero Díaz le respondió: “Lo único que te puedo garantizar es
que la vas a pasar muy bien y vas a ser feliz en esta ciudad”.
Sin pensarlo dos
veces, Landaburu empacó maletas y arribó una semana antes de empezar el torneo.
Al momento de firmar el contrato se enteró “que un empresario allegado al
Cúcuta había comprado los derechos federativos, como inversión… En esa época
todos sabemos de qué se habla (se refiere a esos años turbios en que los capos manejaban
a sus anchas el negocio del fútbol)”. Por esa razón no pudo jugar de entrada
con el Atlético, así que después de hacer vueltas infructuosas en Bogotá, se
devolvió a recoger su ropa. Desilusionado, a las dos de la madrugada en un
casino de Cabecera, el hijo de Reynaldo Rueda (presidente del Bucaramanga y
prácticamente dueño de Copetrán) le tocó la espalda y le manifestó que su padre
quería conversar en ese mismo instante.
Uno de los momentos de más emoción en su viaje a Bucaramanga en diciembre pasado, fue su reencuentro con los goleadores Eduardo Emilio Vilarete e Iván René Valenciano. Foto Pastor Virviescas Gómez
“Acabo de
arreglar el préstamo tuyo y quiero que juegues mañana”, le dijo. “Me metieron
en el hotel y aparecí jugando con el Bucaramanga. El recibimiento fue algo
inolvidable. Apagaron todas las luces del estadio, prendieron fosforeras y
juegos pirotécnicos y salí yo. El Bucaramanga fue el clímax. Ahí me pregunté
cómo devolverle tanto cariño a la gente, y
empezó ‘El Loco’ Landaburu con guayos blancos, remeras (camisetas) de
colores”.
Todo a las mil
maravillas hasta que se terminó el préstamo y Landaburu tenía propuestas de ir
al Atlético Nacional o al Independiente Santa Fe “que estaba enloquecido
conmigo”.
Se les ocurrió entonces
hacer una rifa de un carro, una motocicleta y un ‘burro’ de betamax. “Fue una
revolución. Yo iba por la calle y la gente me mostraba la boleta y me decía:
‘mire que estoy haciendo el sacrificio para que usted se quede’. El sorteo fue
por la Lotería de Santander en Piedecuesta y en la plaza había por lo menos
cinco mil personas. Tardé mucho en subir a la tarima, la gente se me tiraba
encima…”, rememora emocionado.
Y para completar,
después de muchos años sin clasificar, el Bucaramanga pasó al octogonal.
“Peleamos el campeonato las primeras cinco fechas con el América y Millonarios,
pero después nos caímos porque en esa época la diferencia con ‘los poderosos’
era muy grande”.
Landaburu toma
un aire y con su acento porteño dice: “No hay plata para comprar el cariño de
la gente. Yo tuve una carrera exitosa, jugué en equipos muy grandes, tuve la
suerte de hacerme un porvenir, viajé por el mundo y lo digo no por
fanfarronería sino por orgullo, pero el amor, el respeto, el reconocimiento
hacia mi persona… Todo lo que me dio y me da Bucaramanga paga los años que
estuve aquí. Esta era mi vida. La pasaba bárbaro”.
Entonces se le
escapa un suspiro y exclama: “Yo era feliz…”. Pero ese sueño se acabó en 1986.
Landaburu corre la manga de su buzo, señala su mano izquierda y dice: “Tuve una
lesión muy grave. En un partido me fracturé la mano en cinco partes, me opero
aquí en Bucaramanga, rechazo la prótesis y pido por favor ir a Argentina, y
cuando llego me fracturo a la altura del primer tornillo, cerca de la muñeca.
Voy urgente a un hospital y no me dejan salir. Se me estaba gangrenando la
mano. Ahí estuve tres meses internado. La pasé mal. Me tuvieron que sacar hueso
de la cresta ilíaca. Corría el riesgo de que me iban a amputar el brazo si no
agarraba el injerto… Pero tengo la suerte de que traen al mejor cirujano de
manos, y yo sin un solo peso porque…”. Entonces ‘El Loco’ frena en seco su
relato y empieza a llorar como un niño.
Llanto que se contagia y tenemos que hacer un alto. El agua aromática que hace veinte minutos estuvo caliente desaparece en el garguero. Al rato toma impulso y continúa: “Cuando uno es conocido, a nivel familiar se te pegan todos. Yo había dejado apoderado a un familiar y a mi regresó no encontré sino deudas. Ese sí que fue un momento difícil. Me volví más humano. Conocí la realidad de la vida. Me dejó una enseñanza: que el éxito te oscurece el alma, no aprendes nada. El fracaso te deja una enseñanza”.
Con un dejo de
tanguero que canta sus penas, Landaburu sigue: “Uno cuando está con éxito, y
más si es joven, se vuelve petulante, gira todo alrededor de uno y uno no se da
cuenta que cuando se apaga la luz volvés a ser el Luis Alberto con doscientos
millones de defectos. El éxito y los elogios lo tapaban todo, pero cuando me
encontré con la realidad, cuando tuve que sacar la cabeza para enfrentar al
mundo en una situación diferente, me choqué contra una pared, porque se fueron
alejando los amigos del éxito, se fue alejando la familia… quedé solo”.
¡Esperá!, dice.
Estos recuerdos resquebrajan a ‘La
Foca’. Pero vuelve y saca coraje. “Y bueno, me compré un taxi. La gente me
reconocía, porque yo fui un jugador conocido. De pronto el aspecto físico había
cambiado, pero al ver mi nombre en el espaldar de la silla la gente me
relacionaba con el River Plate. Yo quería ser alguien y me puse a estudiar el
curso de kinesiología y después el de técnico, alentado por su esposa”.
Landaburu abraza a su amigo y expreparador físico del Atlético Bucaramanga, Aureliano Montañez. Foto Pastor Virviescas Gómez
Pero Landaburu
se decía: ¿Quién me va a querer? “Mucha gente me conocía en el taxi, me
denigraba y me decía. ‘Tan bajo se vino, manejando un taxi’. Y yo que le tenía
que dar de comer a mis hijos. Lloraba y un día me dio tanta rabia que le pegué
una trompada al techo de los nervios y la rabia que tenía. Lo del taxi lo
combinaba con el fútbol en una división menor, y entonces volví a ser el
arquero y atajé con una mano. De tanto decir quién me va a querer a mí, el taxi
y Dios me ayudaron. Un pasajero se subió y me dijo: ‘Landaburu, usted tiene que
estar en el fútbol’, y me consigue la primera oportunidad que tuve de dirigir
un club de la Primera D -última categoría del ascenso-”.
Landaburu
desempolvó la única pinta que tenía y fue a su cita con el dueño de la
funeraria más grande de la zona de Caseros y quien resultó ser el propietario
del equipo J.J. Urquiza. “Yo no quería ir porque tenía que trabajar para
pagarle la comida y el estudio a mis hijos. Le pedí una fortuna para que me
dijera que no. Y dijo: ‘Empiece mañana’. Pensé que ese tipo estaba loco y le
pedí que firmáramos el contrato. En respuesta se queda mirándome y me dice:
‘Ramón Martín con los papeles se limpia el culo. Si quiere trabajar, trabaje”.
Y se le arregló
la vida a ‘La Foca’. Entrenaba a sus pupilos de nueve a once de la noche, en
una cancha que tenía una bombilla y la pelota tenía que ser fosforescente
porque no se veía. “Pero yo le ponía ganas, entrenaba a los muchachos y volví a
ser feliz”.
No le prestó
atención a que cada viernes se paraba un automóvil y en él un hombre miraba
hacia la cancha. Landaburu creyó que se trataba del padre de uno de los
jugadores, hasta que sonó el teléfono de su casa: “Soy Rubén Soltero, directivo
de River Plate, y quiero tener una entrevista con usted”.
A ‘La Foca’ le
dio vergüenza llegar en su taxi hasta el Estadio de Nuñez, así que lo dejó a
cinco cuadras. Llegó al club y de entrada le nombraron coordinador. Pasaba así
de no tener con qué pagarle una consulta médica a uno de sus hijos a sacar
nuevamente la cabeza del barro. De hacer largos recorridos en tren, bus y a pie
hasta la Asociación de Técnicos, buscando una ‘chamba’ o un billete en el piso,
como el de 100 pesos argentinos que una tarde agarró después de volar hasta el,
la ida le volvió a sonreír.
Los ahorros le
dieron para montar junto a su esposa un consultorio de kinesiología. Se
trasladó a Italia, trabajó dos años en Japón, fue entrenador de arqueros en el equipo Nueva Chicago de su país y hoy día reside en el barrio de
Liniers (Buenos Aires), a pocas cuadras de la cancha de Vélez Sarsfield. “Mi
vida gira entre pacientes con problemas de escoliosis y artrosis, y el fútbol.
No soy de ir mucho al estadio. Desde que me recibí como técnico en 1991 dirigí
ininterrumpidamente hasta marzo de 2012 con Almagro en el Ascenso. Esta es la
primera vez que tengo un lapso tan prolongado sin trabajo y gracias a Dios por
eso pude venir a Bucaramanga”.
“Yo nací
arquero. Del colegio no quería saber nada. Me gustaba ir a ver los partidos y
después emular a los arqueros. Pateaba a la pared, luego volaba y gritaba
‘Ataja Landaburu’. Mis abuelos eran fanáticos de Boca Juniors y recordaban
cuando Antonio Roma -apodado ‘Tarzán’ y portero de Argentina en los mundiales
de 1962 y 1966- le atajó un penal al brasileño Delem de River faltando cinco minutos
y salió campeón Boca. Yo soñaba con eso. A los vecinos no los dejaba dormir”.
Criado entre ovejas
y gallinas, este muchachito fue el que en octubre de 1978 ante Boca Juniors le tapó un penalti a Carlos Squeo y en su defecto Quilmes -que venció 3-2 a Rosario Central- se coronó
campeón por primera y única vez. “Y aquí viene una anécdota de risa: mi papá
era fanático de Boca y después de ese partido llegué a casa en mi Gran Torino y
me estaban esperando las cámaras. Había una fiesta terrible, pero mi papá ni me
saludó. Bueno, una semana sin hablarme porque le tapé el penal a Boca, de
fanático que era. Él murió hace tres años de Alzheimer, pero en sus momentos de
lucidez se quedaba mirándome y me decía: ‘Por culpa tuya Boca no tiene otra
estrella’".
Si ‘El Loco’
volviera a nacer, no lo dudaría un segundo para ser futbolista. “Si bien lloré,
no por el fútbol sino por el entorno, no lo cambio por nada”.
Pero como el
oficio del periodista es hacer preguntas incómodas, ahí le va una más. En 2011
Diego Borinsky, a propósito del suicidio en la línea de un tren de los arqueros
Pedro Vivalda (Ferrocarril Oeste-Argentina 1994) y Roberto Enke (Hannover y
Selección de Alemania 2009), escribió en la revista El Gráfico: “En River era reconocido, mimado -cuenta ‘La Foca-. Fui a Vélez con
unos pergaminos bárbaros y no rendí para nada. En un partido contra Sarmiento,
mis propios hinchas me tiraron de la tribuna una mano ortopédica. Me quería
morir. Llegué a sentir tal presión que no lo soporté. Me vinieron a buscar de
México y sin saber a qué club iba, dije que sí, sólo me quería evadir. Pisé
México y volví a ser el Landaburu de siempre”.
¿Lo recuerda?,
le digo. “Es verdad; me escapé de Argentina, como cerrando la puerta. Hoy es
risible la anécdota, pero en ese momento fue muy triste porque en Vélez no
anduve bien y en un partido me gritaron: ‘¡Agarrá la mano!’ Y es que me habían
tirado una mano ortopédica. Me escapé y me fui al Tampico de México sin saber a
dónde iba. Allí pasó algo parecido a Bucaramanga, por eso soy un afortunado.
Dios no sé qué me dio, pero la empatía con la gente, quizás mi forma de ser,
pero era lo que generaba ese cariño y en Tampico me pasó igual”.
Landaburu
escogió la posición más jodida e ingrata del terreno de juego. “Pasás de héroe
a villano en un segundo, pero para eso tenés que trabajar la parte sicológica,
tenés que tener mucha confianza en vos. Si yo no hubiese sido un tipo positivo
y que creía en mí, hasta me habría suicidado, porque las cosas que me hicieron
en Vélez fueron terribles”.
“Es más
-confiesa espontáneamente-, te cuento una anécdota que es más desgarradora. Yo
atajo en Vélez Sarsfield dos partidos muy bien contra el Boca de Maradona y le
atajo un penal. En uno de ellos está la gente de México, que me venía a buscar.
Los de Vélez en cambio me querían vender como fuera, con un moño rosado. Vamos
en el avión con el presidente de Vélez y solo me faltaba la revisión médica, y
él me mira y me dice: ‘Landaburu, por favor hasta que no nos den la plata, no
ataje’.
Landaburu hoy
suelta la carcajada, pero en ese instante estaba tan desmoralizado que le
respondió: ‘Tiene razón, presi’. “Yo estaba destruido. El primer día que me
presentaron en el entrenamiento el técnico me preguntó si quería ir al arco y
le dije que mejor jugaba en el medio. Preguntaba cuánto tiempo faltaba y me
tiraba más para el túnel. Me quería escapar. Pero el técnico me ordenó que
fuera al arco. Voy caminando y en el palco estaban los presidentes del Tampico
y de Vélez, que se agarraba la cabeza angustiado. Me empiezan a patear con los
juanetes, eran muy malos, y entonces yo intuía las pelotas, y empecé a atajar
una y otra y otra y me agrandé. No me hicieron examen médico y enseguida me
firmaron. Luego debuté oficialmente y ese día atajé dos penales, volé y volví a
ser el gran arquero, el show man.
Termina el partido y el presidente de Vélez no dejaba de mirarme a los ojos.
Cuando se fueron los periodistas y las cámaras, me pregunta: ¿Landaburu, qué
tomó? Ahí me cambió la historia”, manifiesta este sonriente veterano de mil
batallas.
Si se tuviera
que autocalificar, Landaburu se atreve a afirmar: “Yo en Argentina y lo voy a
decir con orgullo, en un momento le peleé palmo a palmo el puesto a Fillol. En
1979-80 fuimos considerados los dos mejores arqueros del fútbol argentino. Para
mí eso fue un orgullo y toqué el punto máximo. Jugase Fillol o jugase yo, para
el hincha de River era lo mismo, pero no me juzgué nunca ni me comparé con
otros arqueros. Sí digo que soy un agradecido con la vida y que Dios me iluminó
y me hizo ver las cosas de otra manera. Muchas veces he pensado hasta en el
suicidio, voy a serte sincero, porque no fueron fáciles las que pasé, pero me
aferré a Dios. Siempre tenía fe aunque estaba destruido, y además aprendí a ser
feliz con pequeñas cosas. Yo cambiaba de auto todos los años, tenía relojes
Rolex, y qué? ¡Nada! Si no tenés salud, si no tenés el alma plena no sos nadie.
En parte a mí me pasó eso, porque también hice bastantes macanas, entonces
cuando te acostás y dejás de lado el personaje, a veces el alma te carcome. Lo
que le pedí a Dios es que quería tener paz; lo otro ya no me interesa”.
Sus 59 años son
un libro abierto, pero para no abusar de su voluntad, le pregunto por el
Atlético Bucaramanga de hoy, el que en la Categoría B no ve ni media. ¿Qué
hacer para salir de la ‘olla’?
“Con todo
respeto, el Atlético tiene que cambiar la estructura como institución modelo y
representativa de una ciudad de la importancia de ésta. Se tiene que nutrir de
divisiones inferiores, hacer algo serio como lo ha hecho el Barcelona. Esta es
una ciudad muy futbolera. Que el Bucaramanga no tiene plata, que los directivos
no quieren invertir en la cantera, que todo va destinado a la primera división,
me parece bien. Pero aquí hay mucha gente con dinero que quiere al equipo,
entonces hay que buscar patrocinadores, hay que llegar a la juventud y darle
una formación no solo futbolística sino también profesional porque todo va de
la mano, y hay que darle una identidad como club, por el que pasaron grandes
jugadores. El hincha santandereano conoció el buen fútbol y sabe lo que es un
buen jugador, entonces hay que apuntarle a ese que no es de la noche a la
mañana, sino un proceso. Lo hablo con experiencia porque estuve en el mejor
proceso de River Plate, donde tuvimos la suerte de formar a jugadores como
Aimar, Solari, De Alessandro, Constanzo, Saviola, Mascherano, Lux y me voy a
olvidar de muchos, quienes hicieron que el equipo volviera a ser grande, porque aparte de jugar muy bien para
River después los vendieron en cifras millonarias al fútbol europeo y con eso
solventaron los gastos. River por ejemplo vendió a Aimar en nueve millones de
dólares. Seis millones fueron para primera división, dos millones para otros
gastos y un millón para las divisiones menores. Entonces River se mantuvo mucho
tiempo, pero después pasó a ser un equipo comprador y no hacedor de jugadores.
Se fue al descenso, no tiene identidad futbolística y lo digo yo que jugué en
River. Le va a costar un montón. Así que la sugerencia a la gente que hoy
comanda al Bucaramanga es que tienen que hacer eso y de a poquito van a ser una
muy buena institución y van a ascender, pero si el ascenso no está bien
cimentado no sirve de nada”.
Luis Alberto
Landaburu es un tipo al que si hoy mismo viene a buscarlo la parca, dice que
tranquilo se irá con ella, tomados de la mano. Y aunque no me permite contar
los pormenores, se acerca a la grabadora y recalca: “Esta llegada a
Bucaramanga, si me faltaba pagar una deuda, gracias a Dios la pude pagar”.
No queda más que
un abrazo. Soy hincha del Santa Fe -herencia del tío Jorge que asistió a todos sus partidos y murió sin disfrutar la séptima estrella-, pero no es un
impedimento. A los héroes como Landaburu hay que decirles: ¡gracias!
Landaburu y su amigo Radamel García, exjugador del Atlético Bucaramanga, Independiente Santa Fe, Unión Magdalena y Deportes Tolima, y padre de Radamel 'El Tigre' Falcao García, actual goleador del Atlético de Madrid. Foto Pastor Virviescas Gómez
Dos instantes de
fantasía
Luis Alberto
Landaburu asegura que no miente al relatar lo que viene. “Estábamos en Roma y
el Papa Juan Pablo II accedió a que lo visitáramos. Entonces le preguntó al
técnico (Daniel) Passarella quiénes eran los arqueros. Cuando sabe que soy el
suplente de Fillol, nos recordó que fue portero suplente en Polonia (su país
natal), se remangó la sotana, le pateamos y la agarró”.
Luego cierra los
ojos y de inmediato se le aparece Ricardo ‘El Tigre’ Gareca,
exdelantero de Boca Juniors, América de Cali, Vélez Sarsfield, Independiente y
Selección Argentina de César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo. “Estábamos
en un clásico Boca-River en La Bombonera y Gareca me enfrenta mano a mano. Yo
era pícaro al atajar y en vez de cerrar los ojos, razonaba. Siempre dije que el
arco no se corre, sino que se piensa. Si vos te ponés nervioso como en la vida,
no podés razonar. Se te frena el raciocinio. Así que di un par de pasos, me
paré fuera del área, miro a Gareca que venía con velocidad. Con una mano señalo
al juez de línea y con la otra hago offside
-fuera de lugar-. Le digo:
¡Flaco, offside! Y Gareca se para y
cuando mira al lateral, yo salí corriendo y le quité la pelota. Se comió el
amague. Después me reclamó y se enojó, pero fue viveza”.
‘La Foca’ se
define como un arquero-jugador, que en su época por cierto no existían muchos.
“Yo era dominador del área, arriesgado, que le ponía colorido a la jugada, casi
como un precursor de lo que años después hizo René Higuita. Jugaba como líbero
y me gustaba mucho salir en los centros. Yo soy bajo para arquero, apenas mido
1,78 y ahora que estoy cuchito me estoy encogiendo. Sabía que no podía ser
portero atajador porque el arco el arco me es grande, entonces intuía. No
adivinaba, porque el que intuye es el que tiene conocimiento de lo que va a
pasar; el que adivina es otra cosa. Jugaba a descifrar el juego, y como no me
gustaba que me patearan porque el arco es muy grande, entonces trataba de
adelantarme a la jugada”.
Landaburu -de origen vasoc- regaló
todas sus camisetas y trofeos a sus fanáticos y con los que le quedaban hizo lo
mismo al cerrar su carrera futbolística en 1991 y llevárselos a su señora madre.
Ese día se comió su exquisito asado de tira en el jardín de su casa y luego
engulló un pote de arequipe con un queso entero. Lo único que le queda es una
carpeta con unos cuantos recortes ‘nostalgiosos’, como les llama. “No vivo del
pasado”, exclama.
“Hay que tener
fe. Nunca se hace más oscuro que la medianoche, pero al día siguiente sale el
sol. Hay que ponerle ganas a la vida”, concluye y así como apareció, se esfuma.
“Si me quebré, discúlpame”, grita al cerrarse la puerta del ascensor.
Además de Fillol, Landaburu jugó al lado de figuras como Roberto Perfumo, Daniel Passarella, Reinaldo Merlo, Alejandro Sabela y Óscar 'Pinino' Mas, en aquellas tardes victoriosas en el 'Monumental', como aquella del 22 de febrero de 1976 en la que River se impuso 5-1 a San Lorenzo con cinco anotaciones de Leopoldo Jacinto Luque.
Muchas gracias por esta cronica, me acuerdo en mis tiempos de juventud de este loco, del cañon lanbaburo, de miguel Osvaldo Gonzalez, de Sossa, de maturana, etc, etc. Que buenos recuerdos....
ResponderEliminarSamuel Moreno Diaz
Hermosa historia
ResponderEliminarQue bien Foca....recuerdo ese partido 1-1 con cucuta y la pinta toda azul de Landaburo y el tiro libre a raz de piso que se le colo a la Foca con el salpicar de cal de la linea.....tenia 11 años y entrabamos gratis al estadio con mi hermano....que bella epoca
ResponderEliminarEn mexico lo recordamos como uno de los mejores de la historia del Tampico Madero, , fue y es aun querido y recordado.
ResponderEliminarun abrazo a landaburú donde quiera que este.
Mexicano
uN arquero excepcional, que tuvo la mala suerte de ser contemporaneo del mejor arquero del mundo, Ubaldo Matildo Fillol, si no hubiese estado Fillol, Landaburu, hubiese sido el mejor arquero del Futbol Argentino.
ResponderEliminarEn el Atlético Bucaramanga, año 198X, partido contra Millonarios en el estadio Alfonso López de Bucaramanga: Minuto 91, el partido iba 0-0, penal a favor de Millonarios, Narración del mundialista JUAN MANUEL GONZALEZ: ........Penal, penal, penal para Millonarios, no puede seeeerrrrrr.........ay virgencita del carmen, va a patear Funes, se prepara Funes, arrancaaaaaaa...LO TAPÓ, LO TAPÓ, LO TAPÓ LANDABURU, ESTE ESTADIO SE VA A CAEEEERRRR...........
ResponderEliminarSi. Me estaba acordando de lo mismo. Esas fueron exactamente las palabras de ka narración de Juan Manuel Gonzalez.
EliminarEL NENE PARA EL PIRATA AL FONDO Y GOL, ESO SENTENCIO EL PROFETA, TOCO EL NENE PARA EL PIRATA AL FONDO Y GOOOOOOLLLLL. RELATO, MOMENTOS INOLVIDABLES DE LA INFANCIA PARA QUIENES CRECIMOS DE LA MANO DEL FÚTBOL, GRACIAS LANDABURU POR ESAS TARDES GLORIOSAS, FUERON TAN EMOTIVAS QUE NO RECORDABA QUE TAMBIÉN PERDIMOS, UN ABRAZO A LOS BUCAROS,,,, SI SI SEÑORES YO SOY CANARIO, SI SI SEÑORES DE CORAZÓN, PORQUE ESTE AÑO BUCARAMANGA, BUCARAMANGA SERA EL NUEVO CAMPEÓN UN HASTA SIEMPRE.. RECUERDO A DANNY SANDWICH
ResponderEliminarEL NENE PARA EL PIRATA AL FONDO Y GOL, ESO SENTENCIO EL PROFETA, TOCO EL NENE PARA EL PIRATA AL FONDO Y GOOOOOOLLLLL. RELATO, MOMENTOS INOLVIDABLES DE LA INFANCIA PARA QUIENES CRECIMOS DE LA MANO DEL FÚTBOL, GRACIAS LANDABURU POR ESAS TARDES GLORIOSAS, FUERON TAN EMOTIVAS QUE NO RECORDABA QUE TAMBIÉN PERDIMOS, UN ABRAZO A LOS BUCAROS,,,, SI SI SEÑORES YO SOY CANARIO, SI SI SEÑORES DE CORAZÓN, PORQUE ESTE AÑO BUCARAMANGA, BUCARAMANGA SERA EL NUEVO CAMPEÓN UN HASTA SIEMPRE.. RECUERDO A DANNY SANDWICH
ResponderEliminarQue texto tan bueno!!!!!!!! Yo ni había nacido cuando Landaburu estuvo en el Bucaramanga, pero he escuchado muchas historia de él. De verdad me conmovió, mis más sinceras felicitaciones.
ResponderEliminarMuy buena nota de un muy buen arquero. Qué lujo de nota, bien escrita, emotiva y que no cae en la vulgaridad. Excelente!
ResponderEliminarEn Tampico se le recuerda con mucho cariño de lo mejor que ha llegado a Mexico, Dios lo bendiga, por la gran persona que es, y por las tantas satisfacciones que nos dio en Tampico, fuerza Landuburu; saludos desde el puerto jaibo Tampico,Mexico.
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