¿Quién puede negar la calidad de Pastor Virviescas como periodista? No es casualidad que haya sido distinguido en varias oportunidades como uno de los mejores en el oficio; su capacidad para proponer y manejar preguntas sirve de guía para estudiantes y profesionales.
Lamentablemente, en la entrevista con Farid Numa Hernández hace unos días, tal vez por orden de algún superior -porque se nota un desgano total-, las preguntas muestran un tono despectivo, que va cobrando fuerza y, al final del texto, se convierten en un interrogatorio irrespetuoso, desgarbado y de mal gusto, como si los masones, como los rotarios o los miembros de cualquiera otra agrupación humana, no merecieran respeto, únicamente por el hecho de ser ciudadanos.
Está bien que Pastor haya intentado durante toda su vida mostrarse como un irreverente, pero él ha confundido la irreverencia periodística con el irrespeto personal. Sabemos que nadie le cae bien, pero ese es un asunto muy suyo y corresponde a su vida íntima; lo que pasa es que uno como periodista no debe arrojar todo ese acíbar simplemente porque le ordenaron una entrevista o porque no le caen bien las damas rosadas, o porque no lo dejaron entrar a la masonería.
En la parte humana, la postura en la entrevista deja en muy bajo nivel a Pastor, y no por el hecho de querer saber algunos detalles de una institución que por siglos ha tenido la característica del secreto, sino por la manera como formuló las preguntas. Por ejemplo: ¿Para qué insistir entonces en cubrirse la cabeza o en reunirse en lugares lúgubres? (
) Es un club de amigos influyentes y adinerados? O ¿también aceptan a ciudadanos de a pie? (
) ¿Ese Gran Arquitecto es primo de Dios? ¿yerno de Mahoma? ¿discípulo de Buda? ¿quién es? (
) ¿Qué sentido tiene hablar de libertad y tolerancia en pleno siglo XXI, que suenan más a consignas de la Revolución Francesa? (sic).
Tal vez ha tomado ejemplos equivocados como Claudia Gurisatti o Margarita Vidal, que quieren darse más importancia que el entrevistado, y no, por ejemplo, un modelo como Pacheco, cuya postura afectuosa y respetuosa hacia el entrevistado hace que, simplemente, con ello gane protagonismo, sin buscarlo.
Que siga entrevistando Pastor; su trabajo es importante y bueno, pero que no deje entrever de esa manera su alma en las entrevistas, porque lo personal mata su brillo como profesional. Insisto, admiro (y mucho) a Pastor como profesional del periodismo; como persona, no.
Publicada por
Puno Ardila (Vanguardia Liberal 26 de noviembre de 2008)
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